Partida Rol por web

De todos los chupasangres de Swansea, Elektra Thalassinos era la más hermética y menos sociable de todos. Vivía en un sótano conectada permanentemente a la Red Oscura donde gestionaba sus webs de venta de drogas, tráfico de órganos y seres humanos. La Red Oscura era una serie de webs de acceso limitado para los mortales: las frecuentaban toda suerte de seres sobrenaturales y corrían rumores extraños de espíritus digitalizados y cosas aún peores acechando en ella.

Por lo que se sabía, Elektra no se molestaba en salir a cazar: se ponía goteros con bolsas de plasma.

Nadie sabía dónde estaba ese sótano. Lo más que podías conseguir si la buscabas era una citación en un lugar apartado donde ella contactaría contigo. En el caso de Orion, el lugar de la cita era una de las últimas cabinas telefónicas de Swansea, un ataúd de cristales rotos que olía a meados. Alguien había puesto una cámara y un micrófono dentro. Orion sujetaba contra su oreja el primitivo teléfono para no parecer un chalado que hablaba con el aire.

-Un niño vampiro... sí, no he oído hablar de él pero sospechaba de su existencia. A lo largo de los años, ha habido un incremento del siete por ciento en el tráfico de sangre que no me cuadraba con la población vampírica estimada . Y tengo aquí unas facturas de alguien que mandó construir una sala acolchada, insonorizada y con grilletes en su casa, como si quisiera contener algo. Algo que está suscrito a canales de pago de dibujos animados y compra juguetes por Internet para una edad de seis a ocho años. 

Al otro lado de la línea sonaron ruidos de impresora y pitidos.

-Puedo darte nombres y direcciones, Jones, pero quiero que hagas algo a cambio por mí: hay un hada que me debe dinero. Una pasta en drogas de diseño. Eso sería bastante malo pero esa basura se está tirando a mi ex, lo que lo hace personal. Sé que tú tienes un don para lo teatral. ¿Ves ese periódico arrugado en el suelo? Ábrelo, dentro encontrarás una foto.

Orion hizo lo que le decían. Observó la foto en silencio:

-Quiero que le rompas las piernas.

Hubo una pausa. 

-¿Dónde te envío la información?¿Al bar?

Orion miraba la foto mientras daba golpecitos con el auricular del teléfono en la estructura metálica de la cabina; no podía creerse su mala suerte. ¿Desde cuándo me he convertido en el payaso triste del Circo Mundial de Swansea? La respuesta surgió de su cabeza de inmediato: Desde la puta boda de las hadas...

—De acuerdo—dijo sin levantar la vista de la foto—. Manda la información a mi móvil. Como ya sabes mi bar es ahora mismo propiedad de la Policía de Swansea.

Como buen hijo de los 80 el vampiro dejó el auricular colgando de su cable y regresó a su coche, donde le esperaba Amethyst. La rubia le miro a los ojos buscando averiguar lo que había sucedio antes de que su jefe hablara. Y lo supo. Supo que se el viaje en el carrusel de la mierda no se había terminado aún.

Antes de que ninguno de los dos pudieran abrir la boca llegó un mensaje de texto al móvil de Orion. ¿Tan rápido?, se dijo creyendo que era la información de Elektra; pero se equivocaba. De nuevo eran malas noticias, de las peores, servidas calentitas por alguien que debería ser su enemigo y que, por el contrario, parecía dispuesto a ayudarle. Favor por favor, claro está.

—Esa hija de puta —mordió las palabras el vampiro con rabia contenida—. Me ha jodido, pero bien.

Orion arrancó el coche y condujo temerariamente hasta la zona de marcha de moda de Swansea, que no dejaba de ser otro estercolero donde habían cambiado los neones por luces LED y las pirulas de toda la vida por mierda fabricada por las hadas. Si Andy no andaba por allí igual alguien podía saber por dónde paraba.

Amethyst trató de advertirle: estaban dando demasiado el cante. Pero el vampiro estaba de muy mala hostia esa noche. Le jodía la traición de Eva, sí, pero lo que más le reconcomía las tripas era no poder ayudar a Yakub a tiempo.

—Sí, joder, Andy, ¿no le conoces? —preguntó por enésima vez a uno de los jóvenes que pululaban por la zona—. Con cara de bollera simpática...

-¿Qué pasa?-dijo alguien tras Orion-¿Quieres follar?

Piotr Sokolov no había tenido una vida fácil. Su condición de licántropo le ponía en medio de dos mundos en los que no encajaba. Su aproximación a los problemas por medio de la fuerza bruta le había convertido en un criminal en la Rusia Soviética y en un desterrado entre los Lobos de la Estepa.

En Swansea había visto una nueva oportunidad. Incluso como músculo de alquiler, por primera vez se había sentido valioso. Y había conocido a Andy. Le amaba con locura porque no era igual que el resto, la primera persona que había visto en él algo más que un monstruo. Sin embargo, la "relación abierta" que tenía con el hada distaba mucho de satisfacerle. 

Los celos le enloquecían. 

Y cuando perdía el control, la Bestia tomaba las riendas. 

-¡Pues date por jodido!

El puño del licántropo mandó a Orion a cinco metros de distancia contra una montaña de bolsas de basura. 

La multitud se dispersó aterrorizada.

Orion no había visto venir el golpe y ahora estaba tirado en el suelo sin poder levantarse. Joder, ahora un licántropo..., se rió de pura desesperación y levantó una mano ante Piotr que, en realidad, iba dirigida a Amethyst que se acercaba por la espalda del bicho apuntándole a la cabeza. No tenían balas ni armas de plata de modo que lo único que iba a logar era que la mataran a ella también.

—Oye, oye, jejeje... —Orion no podía parar de reírse a pesar de que tenía ante él una bestia que iba a matarle en cualquier momento—.  Vaya manera de tratar a clientes potenciales de tu ¿jefa, jefe? Me cago en la leche Piotr, vamos a llevarnos tú y yo bien porque si no, al final, lo que se jode es vuestro negocio.

No dejaba de mirar a Amethyst y, al mismo tiempo la forma más rápida de salir por patas de allí y volver al coche; pero dejaría de ser él si, como había dicho Elektra, no le daba una oportunidad al arte de la interpretación.

—Escúchame, peludo amigo, necesito hablar con Andy. Hay alguien que quiere joderle y no como tú te imaginas. Solamente he venido a advertirle. Si no me crees, cuando la veas dile que he venido de parte de Cleo —et voilà, doble mortal con tirabuzón: el farol más gordo, la mentira envuelta en la verdad y la traición a cambio de nada—. Ahora, deja que recoja mis dientes y me marche por donde he venido. Si quiere más detalles, que me llame y lo resolvemos esta misma noche...

Sokolov conocía a Cleo. La había estado olisqueando cuando estaba drogada en la fiesta junto a Andy por si acaso (Andy le tiraba a todo lo que se le pusiera por delante). Viendo que aquello era un inofensivo colocón, el licántropo había permanecido a una distancia prudencial viendo las idas y venidas de la gente que se acercaba a hablar con ambas. Su presencia impidió que nadie intentara pasarse de listo. 

El contenedor de basura tembló en sus manos. Andy no tenía demasiados problemas con sus arranques de celos pero aquello podía ser importante. Finalmente, dejó el contenedor en el suelo.

-Hablaré con Andy. Ahora, lárgate. ¡Que no vuelva a verte por aquí!

Amethyst surgió como de la nada y ayudó a su jefe a ponerse en pie, sin dejar de apuntar a Sokolov con su pistola. Era un gesto inútil contra un licántropo pero no se le ocurría nada mejor. Sin embargo, llegó un momento en que, para que Orion no diera con su cuerpo de nuevo en el suelo, la mujer hubo de enfundar el arma y tirar de él hasta el coche.

—Creo que ya está bien por esta noche, Orion Jones —le recriminó al dejarle en el asiento del copiloto del Volkswagen—. Nos vamos a casa de la abuela a por un té calentito.

El vampiro sonrió y se dolió de sus heridas al mismo tiempo. Cerró los ojos y se imaginó la casa de sus abuelos como solía ser antes, en los buenos tiempos, cuando él simplemente era un adolescente gilipollas y maleducado que le cambiaba de sitio las bolsas de té a su abuela para reírse de ella, diciéndole que estaba chocheando cuando no podía encontrarlas...

-Con el debido respeto, jefe, estás hecho una mierda.

-Eso no me parece el debido...¡ay, joder!

-¡Si te estás quieto igual puedo recomponer lo que te queda de cara sin darte dos hostias!

Orion estaba sentado sin camiseta en un taburete mientras Amethyst le parcheaba las heridas. No sangraban (ventajas de estar muerto) pero era muy desagradable cuando se llenaban de porquería. En una ocasión, se había curado un navajazo lleno de cristales rotos que permanecieron dentro de su cuerpo: fue de las primeras veces que Amethyst tuvo que emplear sus conocimientos de cirugía de combate con él. Era eficaz pero poco sutil. Y dolía.

-Esto aguantará un tiempo pero necesitas sangre fresca-dictaminó la ghoul anudando un corte en la barbilla-Y nos volvemos a segunda división con peleas de borrachos, ¿vale? Los demonios y los hombres lobo más de dos veces a la semana no figuran en mi contrato...

Iba de dura pero también estaba jodida. Su corazón todavía latía y los vendajes de sus heridas estaban enrojecidos.

Orion miró a Amethyst a los ojos. Hacía mucho que no le pedía lo que iba a pedirle, pero lo necesitaba tanto...

Normalmente Orion se saltaba la Danza de la Sangre: el ritual extraño y orgiástico con el que los chupasangre más antiguos alimentaban a su parentela. Lo había hecho gustoso con Amethyst pero Connor y Pepe, simplemente, no le ponían... Yakub le había enseñado una manera más aséptica de alejar el Ansia de sus ghouls.

También se abstenía todo lo posible de alimentarse de sus ghouls. Beber su sangre era un subidón muchísimo mayor que desangrar a un vícitma humana; pero precisamente ese subidón podía conducir a una conversión involuntaria si el ghoul mordía al vampiro o, aún peor, a la muerte definitiva de dicho vampiro si el ghoul lograba desangrarlo...

Amethyst lo comprendió al momento. El vínculo que unía al vampiro con su parentela eliminaba la necesidad de las palabras.

—Claro que sí, amor mío —le susurró al oído la mujer al tiempo que le agarraba el cuello—. Pero, como siempre, vamos a hacerlo a mi manera.

Orion le sonrió al tiempo que besaba el lóbulo de su oreja.

—Rubia, creo que no estoy para mucha batalla. ¿Podemos simplificarlo un poco esta noche?

—No, rubio. A mi manera.

Empujó a Orion al suelo y se sentó a horcajadas encima de él mientras se quitaba la ajustada camiseta de lycra dejando al descubierto sus pechos, sus tatuajes militares y los piercings de sus pezones. El vampiro notó que ella tenía erizado el vello del cuerpo y sonrió aún más, relajándose y dejándose hacer.

Amethyst recorrió el cuerpo de Orion con besos, caricias, pellizcos y algunos arañazos. Repetían una secuencia que no por repetida dejaba de ser menos excitante. El vampiro notaba el Ansia pero era capaz de controlarla de momento, cabalgando en ella con un placer intenso. Se sentía débil y se alegraba de poder alimentarse de ella y no tener que salir a cazar.

Amethyst incrementó la cantidad de arañazos y Orion se revolvió un poco tratando de recuperar el control. Ella le abofeteó un par de veces y, aunque al principio el vampiro sonrió divertido, la expresión se quedó congelada en su cara mientras una idea trataba de cobrar forma en su mente. Pero la necesidad de sangre empujaba esa idea hundiéndola en la marejada de hambre y, en un momento dado la deshechó y, al tiempo que bajaba hacia la entrepierna de Amethyst sus dientes comenzaron a crecer. No podía esperar más y lo sentía por su socia...; por su amiga.

Orion mordió a la mujer, que dejó escapar un ahogado grito de dolor y un par de puñetazos que habrían derribado a un portero de discoteca albano-kosovar. El vampiro bebía con cuidado y absorto aunque aquella alerta sonaba en algún recóndito lugar de su mente. Amethyst había logrado atrapar uno de los brazos de Orion y tiraba de él al tiempo que gemía de placer y dolor.

Entonces todo sucedió muy rápido.

Orion notó una sensación extraña en su muñeca y levantó la cabeza del muslo de Amethyst. La mujer agarraba el brazo del vampiro con la izquierda mientras en la derecha sostenía una navaja, la navaja española que le había regalado Pepe. Estaba manchada de sangre, de la sangre que brotaba de la muñeca de Orion que, antes de que pudiera reaccionar, Amethyst comenzó a chupar ávidamente.

—NO, AMETHYST, NO HAGAS ESO. MORIRÁS —gritó a pleno pulmón el vampiro.

—No si me desangras y luego me revives con tu sangre de nuevo —respondió Amethyst con una sonrisa de dientes sangrientos...

Cuando todo hubo terminado ambos yacían en el suelo del salón de la casa de los abuelos. La chimenea encendida iluminaba el rostro pétreo de Orion que sollozaba sin poder derramar una sola lágrima y el cuerpo encogido sobre un charco de sangre y vómitos de Amethyst.

—Ahora nadie podrá detenernos, amor mío —murmuró ella con la voz de una moribunda.

—No lo entiendes, rubia —respondió Orion con un tono gélido que ella jamás había oído antes—. Ahora ya todo da igual...

No tenían mucha sangre entre los dos.

El calor de la pasión se disipaba rápidamente. Orion sintió pena por ella: todos los placeres terrenales se convertían en fotocopias descoloridas una vez probabas la sangre. 

Las heridas de Amethyst habían dejado de sangrar. La nueva vampiresa se arrancó los vendajes y examinó sus heridas con una mezcla de miedo y espectación.

-Tengo... sed-miró a Orion-No más Black Dragon*, ¿verdad?

Se vistió rápidamente y se dirigió a la puerta después de darle un último beso. Aún cojeaba.

-Esto lo tengo que hacer... sola-se volvió y le miró-Volveremos a vernos, Orion Jones.

Y se perdió en la noche.

Orion se sintió más solitario que nunca. Sintió un frío helador bajándole por la espalda.

Lo que siguió a continuación fue una sucesión de mensajes de texto a través de su móvil, todos ellos acordes al tono sombrío que había adquirido la noche.

El vacío que sentía ahora mismo comenzaba a llenarse de un agua helada y putrefacta como la que lamía los bajos de los pontones del muelle. Cuando terminó de llenarse del todo solamente había dos ideas en su cabeza: destrucción y venganza.

Envió un último mensaje a Amethyst, agarró su guitarra y comenzó a destrozar con ella todo el minibar repleto de botellas de alcohol. Prendió fuego en la chimena a los restros del instrumento y lo arrojó al enorme charco que se había formado en aquel rincón del salón de la casa de sus abuelos, que no tardó mucho en prender ayudado por el poliéster de las fundas de los cojines y de los visillos.

Orion comenzó a sentir un miedo cerval al contemplar cómo crecían las llamas. En una parte de su cabeza gemía el arrepentimiento por lo que había hecho y eso le enfureció aún más. Comenzó a arrojar objetos a la pira incipiente y, cuando el calor que no sentía pero que empezaba a morder su piel muerta se hizo insoportable salió de allí.

Amethyst se había llevado el Volkswagen pensando que Orion se quedaría en casa a esperarla, así que tuvo que caminar hasta la carretera. Cuando la alcanzó las llamas del incendio comenzaban a verse por encima de los árboles achaparrados que ocultaban el camino.

Le llevó más de quince minutos de pateo por el arcén toparse con el primer vehículo que pasaba por aquella carretera. Ni siquiera trató de hacerlo parar pero se detuvo de todas formas. ¿Psicópata o buen samaritano?, especuló el vampiro antes de que se bajara la ventanilla.

Era un camión enorme, de los que tenían un pequeño camarote en la parte de atrás de la cabina. 

Y el conductor era enorme también. Y familiar.

-Tienes cara de que necesitas una copa: conozco un sitio-dijo Tsagoi abriéndole la puerta. Miró por encima de Orion-¿Algo que ver con aquello que arde?

Orion estaba empapado, cabreado y solo. El interior de la cabina del camión olía a ambientador de pino y calefacción. 

El rostro de Orion se iluminó con una sonrisa, que se convirtió en una risa queda, que se transformó en una risa franca, que explotó en una carcajada...

—Tsagoi, me vas a tener que contar muchas cosas sobre ti camino de ese sitio —dijo subiéndose a la cabina del camión—Empezando, claro está por explicarme qué haces por esta carretera precisamente cuando más te necesitaba. ¿No tendrás por ahí algo de sangre fresquita? Un bloody mary tampoco me vendría mal...

Delante de una copa y con chicas ligeras de ropa alrededor, la noche parecía un poco menos desesperante y un poco más como la visión idealizada de la vida vampírica que Orion tenía muchos años atrás. 

Tsagoi resultó ser un gran compañero de juerga, de risa fácil y lleno de historias.

 Era un gitano. Técnicamente, también era rumano pero su tribu se había desplazado por los países del este a placer. No eran bienvenidos en todas partes (a decir verdad, en ninguna) pero sabían defenderse. En una de tantas pendencias, la tribu había sido masacrada y sólo un puñado de niños, Tsagoi entre ellos, había sobrevivido en un orfanato. Había salido de allí aprendiendo el oficio de camionero. Desde entonces recorría el mundo en su camión al que llamaba La Estrella. 

-... y conduzco hasta el horizonte donde se junta con el cielo:

-concluyó con voz pastosa-Trabajo para Zarek para pagar algunas deudas. No es el jefe más amable del mundo...