Partida Rol por web

Nueva Jamaica: sector, planeta, ciudad. Allí estaban, tres cosas diferentes con el mismo nombre las unas dentro de las otras, como una maldita muñeca rusa. La ciudad era densa, un hormiguero en constante movimiento creciendo como un moho sobre la superficie del planeta.

La industria de la colonización era rápida y precisa, sin agujeros. Terraformaban lo que fuese en tiempo record y luego se seguía un plan pre-establecido de crecimiento económico/industrial exponencial. La salvedad es que en un sector dedicado a la minería era imposible seguir patrones, la gente es impredecible. Un día unos árabes se asientan al otro lado del valle, apartados del núcleo corporativo, y al dia siguiente ese valle era el barrio más feo y barato del centro de la ciudad. Y allí, en ese preciso lugar, te encontrabas tu, en tu pequeño departamento del tercer piso, mirando por la ventana los edificios de ladrillo rojo chamuscado hecho con arcilla extraterrestre y filosofeando sobre que tu trabajo consiste, en verdad, en tratar con la impredecibilidad de las personas, precisamente la clase de asunto que te llevó a donde estabas, la impredecibilidad.

La casa era pequeña, dos habitaciones un baño y una cocina integrada en el salón*, pero no la usabas. Las paredes estaban recubiertas de papel pintado, pero éste se había desgastado y los bonitos arabescos se veían tan difuminados que todo tenía un aire lúgubre y opresivo.
Tu viejo aparato de holo-televisión estaba funcionando. En el lado derecho tenía unas interferencias, un rayajo en la lente.
Calle abajo, acompañados por el lento desperezarse de la ciudad y por la lúgubre luz azulada de Seraphis, una estrella moribunda, sonaban sirenas de policía. Las primeras emergencias del día en una ciudad también moribunda.

Era miércoles. La primera semana de cada mes tenía dos miércoles. Cosas de intentar adaptar horarios terrestres a planetas lejanos. Y como era segundo miércoles de la primera semana del primer mes de diciembre tocaba visitar a Zania. Nunca te gustó ese horario puzzle, pero así estaban las cosas. Hoy habías cogido patrulla en la lista de tareas de modo que esa tarde, después de comer, podrías ir a recoger a Zaina a la parada de autobús prevista, en el barrio Barroco y pasar unas horas con ella. Por alguna razón que tu ex justificó ante el juez como violencia imprevisible tenías prohibido saber donde vivían. Además, ella no te querría ver ni en pintura.

6:00 de la mañana, revolver en la cartuchera de hombro, abrigo, tabaco... hora de ir a la comisaría.

Jet-Lag... Astro Jet-Lag... Los viajes espaciales, especialmente los que duraban tres semanas desde Nargull, eran horribles, dolorosos. El cuerpo humano primero se acostumbraba al espacio, a la luz blanca de los fluorescentes y a los horarios violentos de los astronautas, que duermen tres horas cada ocho de trabajo y otras doce cuando acumulan cinco turnos.Es decir, un lío padre. Desde luego son necesarias más de tres semanas para acostumbrarse a algo así.
Y luego, en el destino, había que adaptarse a un planeta con una gravedad, un índice de rotación, y una distancia a su estrella diferentes al lugar de origen. Nueva Jamaica, para empezar, tenía dias de 27 horas.

Y tus nuevos jefes pretendían que trabajases hoy, el tercer día después de tu llegada.
Pero eso no era lo peor, no ¿Qué era lo peor? Lo peor era, encima, tener que dar las gracias. Desde luego el oficial McMardigan (tu instructor jefe en Cianoll) se había portado muy bien recomendándote para Nueva Jamaica, todo el mundo sabe que en los planetas del núcleo no se asciende, está todo atascado: poca criminalidad, cargos enchufados, oficiales regordetes, inactivos e indecisos.
El problema era tu nuevo jefe, el capitán Orlov. Había ido en persona a recibirte en el espacio-puerto, lo cual es un detalle, pero esa actitud condescendiente, como si tuvieses que darle las gracias por estar allí. ¡Maldición! ¡De echo TUVISTE que darle las gracias!

Pero había algo bueno, muy bueno. Nueva Jamaica no era un planeta del núcleo, no. Carajo, solo el nombre ya suena a esperanzas. Nueva Jamaica era el filo de la navaja, el frente de batalla. Si te quedabas allí el tiempo suficiente sin caerte, llegabas alto. Si no, la palmabas. Así de claro.

Era por la mañana y la luz tenue azulada de la enana blanca que alumbraba éste sistema resultaba siniestramente alienígena. No era luz amarilla como es normal, no, era luz azul. Antinaturalmente azul. Opresivamente azul, como una manta.
El departamento te pagaba un hotelucho durante el primer mes (era Diciembre) para que te diese tiempo a buscar una casa. También te adelantaban ese mes de sueldo. Era algo.

Frente a la acera del hostal "Remington Deluxe" no había ningún taxi. La calle era estrecha y sinuosa, perdiéndose entre los edificios de diez o doce plantas de esa parte de la megalópolis. Arquitectura retro, cristales espejados. La sensación de estar en el extranjero te invadía. Eso era: no fiarse de nadie.

-Nueva Jamaica... mierda, otro día en este lugar – pensó mientras miraba por la ventana y fumaba un cigarro. Se acababa de levantar, ¿Cuanto había bebido la noche anterior? La cabeza le daba vueltas todavía. Miró sobre su hombro hacia la mesa, solo unas pocas botellas de Hydrocerveza vaciás, ¿hacia cuanto estaban ahí? No lo sabia.

Volvió a mirar por la ventana, aquella ciudad era un reflejo de él mismo, o al menos esa era la sensación que le daba al mirar por aquella ventana.

Se vistió rápidamente, se le hacia tarde, como siempre, y como siempre la misma ropa, el mismo abrigo, la misma vista, y posiblemente el mismo y horrible desayuno que compraría de paso camino a la comisaría. Por lo menos el hecho de poder ver a Zania ese día le daba otro motivo para estar de mejor humor que de costumbre.

Salió y cerró la puerta de su departamento tras él, para luego descender por las escaleras de aquel viejo y pordiosero edificio, ignorando, como siempre, al “siempre fuera de servicio” elevador. Tomó una aspirina y se puso en marcha hacia la comisaría.

Bueno por fín en mi nueva casa... bueno si se puede llamar casa a este pequeño hotelucho. Bueno, mejor eso que nada - el viaje había sido duro, y por si fuera poco había que trabajar. A pesar de esto, estaba contento. Había esperado este cambio bastante tiempo atrás, cuando me di cuenta que en mi planeta los ascensos eran practicamente imposibes (a no ser que fueses amigo de o hijo de... cosa que no era mi caso).

Nueva Jamaica: lugar de crimenes, de robos, de pobreza... en definitica, lugar decadente. Pero un lugar esperanzador para mi. Puede significar ascender... salir de estas cloacas para siempre. Pero eso es algo que llevará tiempo y esfuerzo (sobretodo esto último).

Pero lo primero era lo primero: despues de una (larga) ducha, ordené brevemente mi habitación (soy algo escrupuloso para esto) y me dispuse a salir de allí, rumbo hacia mi nuevo lugar de trabajo. 

Pregunté donde se encontraba la comisaria, y al no estar muy lejos decidí ir andando (es la mejor manera de conocer el ambiente y el lugar).

Aunque hay algo que me preocupa: tendré que buscar un piso antes de que acabe este mes...

Delante del destartalado bloque hay un viejo V6 de repulsión, un coche sin pintura y con la carrocería oxidada en ciertos puntos. Si, era tu coche. Una joya de incógnito de cuatro asientos y dos puertas, para acceder a los de atrás había que correr los asientos de delante. Dentro de la guantera, siempre tienes una luz-sirena de policía, de esas que se acoplan al techo. Muy útil en caso de una persecución imprevista o cuando llegas tarde al "Rincón de Al" para el buffete libre "hasta fin de existencias" de los viernes.

Montas, el motor de repulsión ronronea y el vehículo se eleva medio metro recogiendo sus tres delgadas patas de cabra, que resultaban demasiado pequeñas para esa masa y al estar posado daban al V6 un aspecto dantesco.

La cafetería estaba entre la Quinta y Marley street. De la fachada colgaba un enorme cartel que decía "Al's" y estaba echo según un estilo pasado llamado "post-retro-modernismo" o algo así. Te lo había dicho Zaina, que es muy lista y escucha audiolibros de esas cosas. Siempre te pareció que era una de esas niñas superdotadas... en el buen sentido.

Al, en persona, te pone el mismo desayuno de todas las mañanas, siempre complementado por un café tan espeso que parece cieno negro. Al también era negro, un tipo fornido y de fiar, un grandullón que te servía el desayuno desde hacía años. Además, también era de Seraphis 4ª.

La comisaría del distrito 13, un recinto blindado con muretes y dientes de hormigón, además de otras medidas antidisturbios. Una vez, durante las protestas de la hambruna del 46, la gente linchó a un centenar de policías. Tu no trabajabas allí, pero el capitán Orlov si, y dijo, esto ya no mas. Ahora la comisaría parecía una fortaleza con policías patrullando sobre las almenaras. En el aparcamiento interior solo hay coches patrulla, de esos pintados a cuadros blancos y negros. La comisaría en sí son los siete pisos de un edificio en esquina, la puerta de entrada, amplia, está en la propia esquina y una escalonada abierta en abanico lleva desde allí al aparcamiento. Los sótanos alojan los calabozos.

-¡Roy!

El hall de la comisaría es amplio, típico. Hay media docena de mostradores para atender a los ciudadanos y tras una puerta la centralita de pedidos. Es un lugar tecnológicamente avanzado, los patrulleros van de un lado a otro, en sus quehaceres diarios, vestidos con sus uniformes negros cubiertos por chalecos antibalas. El logo de la Darco en el hombro.

Orlov se te acerca, parece que comprobaba unos papeles en recepción. -Ya ha llegado, Roy, tu nuevo compañero. Me alegra que hoy seas puntual, debe estar apunto de llegar. Eso es que te has acordado de él, ¿no? Por eso cogiste patrulla para hoy. Claro, es eso. Se llama Alexander, te caerá bien, amigo, será tu ayudante. Aunque es un poco joven.

¿Nuevo compañero? En realidad no, no te acordabas de él.

A medida que caminas por Nueva Jamaica te das cuenta de que la ciudad es un constante ir y venir de gente, mercancías y dinero. Hay muchos mercadillos callejeros donde venden de todo, desde frutas exóticas hasta implantes neuronales de segunda mano en dudoso estado de calidad. Es impresionante, la más clara y visible consecuencia de las leyes poco estrictas del sector. A cambio la policía era dura, muy, muy dura.
Es muy temprano por la mañana, pero la ciudad ya rebosa actividad.

Callejuelas de un metro de ancho flanqueadas por edificios de veinte pisos, vías de paso peatonal empinadas en mas de un 40%, rondas atestadas y carreteras elevadas sobre colosales columnas de super-hormigón de más de cuarenta carriles. Aero-coches deslizadores de todos los tipos, neojamaicanos vestidos con ropas de brillantes colores y con la piel del color del té cubierta por intrincados tatuajes. Gothicks pálidos que visten de cuero negro y que regresan a casa por la mañana tras una noche de tratos sucios, sexo y alcohol. Música neo-soul y tecno-reggae a todo volumen escupida por las ventanas de los pisos bajos de un barrio periférico.
En esta ciudad nada se está quieto ni se puede observar durante mucho tiempo seguido.

De pronto, te das cuenta de que no sabes donde estás. Hay una calle estrecha con forma de "L" y bloques de pisos con las ventanas cerradas que proyectan sombras sobre el callejón. Escuchas un lamento, es un borracho que aparece por la esquina y se tambalea pronunciando incongruencias. Parece un mendigo y lleva una botella en la mano.

Te parece recordar que había una calle más ancha detrás de donde estás, pero no estás seguro.

 Bien, mi primer dia y voy a llegar tarde porque me he perdido, es simplemente genial- veo al borracho tambaleante- desde luego, esta zona no es que sea la mejor de la ciudad.

Vuelvo sobre mis pasos- creo que antes he pasado una calle mucho más ancha- para intentar ubicarme en la zona. No obstante, sino queda más remedio asumiré mi fracaso como guía y preguntaré a alguien por la comisaría.

La cosa no cambiaba a su paso de camino a la comisaría. Todo en esa ciudad era muy deprimente. Al mirarla le daba la sensación de estar viendo a un anciano agonizar en su cama. Muchas veces el mismo era tal anciano. Sacudió la cabeza, - mejor dejar de pensar de esa forma – pensó. No le hacia bien - Mejor concentrarse - Estacionó el coche y entró a la comisaría a paso ligero.

Arquea una ceja levemente mientras escucha a Orlov – ¿Compañero? ¿De que habla? - piensa mientras revuelve el bolsillo de su abrigo en busca del mechero. Lleva un cigarro, un poco torcido y golpeado, en la boca desde que salió de Al`s, pero desde entonces no puede encontrar el mechero. Sigue buscando mientras piensa lo dicho por Orlov, ¿Le había avisado de eso? ¿Para que darle un compañero? ¿No estaba haciendo bien su trabajo? Lo ultimo que necesita es alguien mas a quien vigilar. Finalmente encuentra el mechero, estaba en el bolsillo de su camisa.

- ¿Compañero? No necesito un compañero – dice en voz alta, un tanto fastidiado, mientras enciende el maltratado cigarro.

Tras retroceder sobre tus pasos te ubicas y entras en una calle ancha. Ves una mayor cantidad de aero-coches patrulla, así que sospechas que vas por el buen camino. Los edificios cambian y en lugar de bloques de viviendas diseñados de forma práctica y fea, gradualmente cambian hacia estilos que imitan épocas pasadas de la tierra con grandes balconadas, ventanas altas y bonitos anaqueles y otros ultra tecnológico cubiertos por mallas post-modernistas o con la fachada lista y de textura espejada.

Al final llegas, está en un cruce.

La comisaría del distrito 13, un recinto blindado con muretes y dientes de hormigón, además de otras medidas antidisturbios. Parece una fortaleza con policías patrullando sobre las almenaras. En el aparcamiento interior solo hay coches patrulla, de esos pintados a cuadros blancos y negros y un viejo V6 cubierto de óxido.
La comisaría en sí son los siete pisos de un edificio en esquina, la puerta de entrada, amplia, está en la propia esquina y una escalonada abierta en abanico lleva desde allí al aparcamiento. Los sótanos alojan los calabozos.

Entras y ves al capitán Orlov, que habla con otro hombre. Solo llegas unos minutos tarde, afortunadamente.

El otro hombres es rudo, frunce el ceño y se enciende un cigarrillo. Camina un poco inclinado, como con chepa y lleva una pesada gabardina sobre sus hombros. Al mirarte, notas que te estudia con detenimiento, lo que resulta un tanto incómodo.

Mientras le hablas, Orlov se da la vuelta y va hacia la entrada. Allí hay un joven rubio, vestido como un verdadero novato: jeans, camiseta negra, cazadora de cuero, todo en él dice "extranjero". Alguien que nunca ha estado en Nueva Jamaica. Y eso quiere decir que todo en él grita ¡presa fácil!

Tras saludarle, Orlov te hace señas para que te acerques.

-¡Alexándres! -Dice Orlov pronunciando mal el nombre. -Ven, te presentaré a tu nuevo jefe, el inspector de policía Anderson. Esta tarde iréis de patrulla y te enseñará la ciudad. ¿No es eso, Roy?

Orlov, cuyo verdadero nombre es Orlovsky, tiene la mala costumbre de hablar de forma informal aunque la situación requiera formas educadas pre-establecidas para el buen funcionamiento de las relaciones humanas. Además, siempre pronuncia mal. Indudablemente lo hace sin querer.

 Bien señor- digo. No me gusta esa forma de hablar de manera tan informal, pero habrá que acostumbrarse- tengo muchas ganas de empezar a trabajar- es cierto, quiero empezar a conocer la zona, la gente y a poder ser, un buen caso- y señor,... es Alexander.

-Que me jodan... - piensa mientras mira al “novato” entrar por la puerta. Suelta el humo de su cigarro por los orificios de su nariz al mismo tiempo que se lleva una mano a la sien, la cual masaje un poco mientras cierra los ojos - ¿por que esto a mi? - se dice susurrando mientras se pone en camino hasta donde están Orlov y el “Novato”. Lo mira de arriba a abajo mientras fuma su cigarro, como escudriñando cada centímetro del muchacho, hasta que finalmente vuelve a mirar a Orlov con una mirada que mezcla tanto ira como un pedido de suplica.

- ¿Por que? Dime, ¿Por que mejor no me jubilas ahora y ya? - vuelve a mirar al “novato” - es como llevar un maldito letrero que dice “soy policía” - vuelve a mirar otra vez al novato. Sabe que es inútil quejarse, ya esta hecho – que mierda... - dice mientras tira el cigarro dentro de una maceta – bien... dejemos todo esto, hay trabajo que hacer.

 Esto va a ser... interesante, por decirlo e algún modo- mi primera impresión al ver a mi compañero es mala, bueno,... muy mala. 

Es el típico viejo solitario, que no le gusta las nuevos compañeros,... esto me va a difícil, mas que interesante. 

¿Cual es el trabajo que hay que hacer señor?- pregunto al Capitán Orlov

-Venga, Roy... -Orlov coje a Roy por el codo y lo lleva con desgana a un aparte, luego le susurra algo y ambos regresan con Alexander. -Lleva al chico a patrullar la zona de Whazlewood y el barrio árabe... que conozca la ciudad, oh, y pasaos por lo de Vinie para recojer un paquete.

-¡Eh, chico! -Añade mientras se aleja a su despacho. -¡Observa y aprende! ¡Es un verdadero duro!

Y se marcha haciendo un movimiento con el brazo medio despedida medio rechazo.

Orlov te susurra: -Oye mira, Anderson, a mi también me lo han encasquetado. Alguien en alguna parte no lo quería en su planeta y aqui lo tienes. Los cabrones le han enviado a la madriguera del lobo, o como se diga. Pero yo solo tengo la obligación de darle trabajo.
Contigo almenos tardará unas cuantas horas más en morir y alomejor hasta te liquidan de una vez... ¿que quieres? llevas demasiado tiempo echo una mierda, arrastrandote por los rincones y lloriqueando lo de tu matrimonio. ¡Espabila, hombre!
De verdad, no se porque no te he despedido aún, ¡no lo se!

Supongo que usted manda ,¿a donde vamos a ir, señor? - le pregunto, poco convencido de que me responda. De toda la gente con la que me puedo emparejar va y me toca el tio duro que no le gustan los compañeros, también es mala suerte. En fin, lo que no te mata te hace mas fuerte

Hace de cuenta que escucha a Orlov mientras este le habla, mirando al suelo y asintiendo levemente con la cabeza. Poca atención presta, si bien escucha, no es de su interés lo que dice, menos aun lo referido a su ex esposa. Nunca le contesta.

Alexander :

- ¿Eres sordo? - contesta de mal humor, mientras da media vuelta y se dirige al coche, dispuesto a comenzar su patrulla - Whazlewood y el barrio árabe...- Repasa mientras camina cabizbajo. Se para a los pocos metros y voltea hacia Alexander – Eh, moviendo, que no tenemos todo el día – Le molesta también el tener que ir a lo de Vinie para hacer de recadero de Orlov, aunque, realmente, ya todo lo recién acontecido le fastidio el poco humor que tenia.

 Bien, será mejor que no le moleste mucho. No está de humor- pienso- además, no es de los que le guste andar con compañeros. Dios, esto va a ser más dificil de lo que pensaba.

Con esto en mente le sigo a patrullar en el barrio árabe.