Partida Rol por web

Al día siguiente el sol se introdujo entre las cortinas de vuestras habitaciones. Una vez abajo, habiendoos vestido, armado y desayunado a cuentan de vuestro jefe, os reunísteis en el hall del hotel.

Señores: preparad vuestras monturas y posesiones para el viaje, no hay tiempo que perder -señaló Tannen-. Fue entonces cuando Sally Davis bajó por las escaleras del hotel. Su aspecto femenino se había disipado por instantes, al ver que vestía una camisa ajustada, vaqueros y botas. Ah, y un sombrero. Eso sí, ella no iba armada. Atrás había quedado su pomposo vestido.

Tannen se quedó algo embobado, pero enseguida tragó saliva.

¡Venga, hombres! No hay tiempo que perder -os dijo mentiéndoos prisa-. Espero que haya descansado, Sally, de usted también esperamos una buena guía. La mujer no dijo nada, sino que se limitó a callar. El plan, os lo cuento otra vez -vuestro jefe era un tipo directo-: viajar al este durante cuatro días, atravesar el desierto, pues es allí donde el botín se halla enterrado según nuestra "jefa" -decía delante de ella-, y volver a Temperly para despedir a Sally, que marchará de vuelta en el ferrocarril. ¡Andando, amigos!

No los supísteis hasta entonces, pero Tannen había dejado su caballos en el establo trasero del hotel días antes de reunirse con la mujer, allá donde hicieran el trato. El caso es que tomó alqulado uno de los caballos del redil (para que lo llevara Sally), cuyo dueño se alojaba en una de las casas, y Butcher supo que era aquel hombre al que le había comprado la pala por unos centavos.

Finalmente os reunísteis entre el hotel y la estación, junto al redil. Y así, bajo el sol amenazador y refulgente, partísteis hacia el este. En vanguardia iban Tannen y Sally, y en retaguardia vosotros tres. Y tras salir de Temperly comenzásteis a atravesar una gran llanura polvorienta cuyo tramo duró, aproximadamente, unas tres o cuatro horas. Algunas colinas rocosas coloreaban a lo lejos el paisaje.

Con el alba me desperecé y me levanté de la cama del hotel. Aproveché para asearme un poco mientras canturreaba una melodía que había escuchado días atrás  y que no lograba sacar de mi cabeza.

Bajé para almorzar antes de que iniciásemos el camino y salí a esperar al resto del grupo mientras preparaba mi caballo para el viaje. Cuando vi llegar a la señorita Sally, sonreí y alcé un poco mi sombrero con la yema de mi dedo índice a modo de saludo.

El viaje poco a poco se adentró en aquella maldita llanura que, al ir detrás de aquellos tortolitos, no hacían más que levantar polvo que no íbamos comiendo nosotros tres. Al ver que aquello iba para largo coloqué el pañuelo de modo que sólo se quedasen los ojos sin tapar para tratar de protegerme del polvo.

Por fin, a lo lejos se comenzaban a ver montañas. – Ya era hora. – Dije para mis adentros cuando contemplé por primera vez algo más que llanura.

James estaba acostumbrado a viajar en caballo largas jornadas, por lo que se sentía comodo.

-Chicos, ¿qué opinais sobre la misión? A mi me da la sensación de que es demasiado fácil...-

No estaba preocupado, si algo inquieto, le parecía muy fácil y no se fiaba...

James... ¿preguntas eso a estas alturas? -dijo Tannen sonriendo, que estaba no muy lejos pese a ir en vanguardia-. ¿No te acuerdas aquella vez que salimos ilesos de los indios navajos? Ja ja -reía acordándose de aquello-. Ésto en comparación será quitarle un dulce a un niño... ¡Eaaa! -espoleando a su caballo-.

James le sonrió a su jefe...no le faltaba razón, siempre habiamos salido ilesos...y aquello de los navajos...¡menuda se lió!

.¡PUES A POR ELLO!-

Espoleo también a su caballo, queriendo llegar lo antes posible.

Había estado en silencio casi toda la cabalgada. Miraba de vez en cuando y con disimulo a la señorita Davis.

Confiaba en Tannen, daría mi vida por él, cosa que había estado de hacer en varias ocasiones pero... había algo en esta aventura que no cuadraba y no acababa de verlo.

Sacudí mi cabeza para alejar estos pensamientos, bebí un poco de agua para limpiarme los labios del polvo y espoleé mi caballo para ponerme a la altura del resto del grupo.

Tras un buen rato cabalgando a paso ligero, y después de haber almorzado y descansado al mediodía, reanudásteis la marcha hasta llegar una hora después a una gran explanada donde se ubicaba el río Amarillo*, llamado así porque décadas atrás se podía encontrar oro en sus aguas. Se trataba de un lugar conformado por una depresión rocosa, y el río cruzaba a través de la hendidura de la tierra. Sus orillas estaban decoradas con matorrales, arena y piedra.

Bueno amigos, debemos cruzar este río -señaló Tannen-. Sally, nos mojaremos las botas, tenga cuidado.

Claro, pero se cuidarme de mi misma, señor McCurly -respondió algo molesta la mujer-. La muchacha no había hablado demasiado en todo el trayecto. Aún parecía no haberse soltado y, ciertamente, el trayecto bajo el sol no era el mejor sitio para charlar.

James se quedó mirando el rio...

-Podriamos cruzarlo con los caballos, pero la corriente parece fuerte. A nado, pero nos pasará lo mismo...¿Sabemos si hay alguna zona con menos caudal?-

James parecía algo bloqueado.

Después de preguntar aquello, justo antes de que alguien respondiese, tu viste se alzó un poco y lo viste: un puente de madera y piedra que a unos trescientos metros al sur, en una zona baja y bastante expuesta a la vista de las estribaciones cercanas.

Miré a James y luego al río. No parecía demasiado profundo pero nunca se puede fiar uno de las apariencias.

Bajé del caballo y me refresqué la cara en las aguas del río mientras intentaba descubrir la profundidad que podría tener.

Por si sirviera de algo cogí una piedra de buen tamaño y la lancé para ver si escuchaba su impacto contra el fondo.

-Parece que hay un puente, no se si aguantará todo el peso pero podemos probar-

James no estaba seguro de que pudieran cruzar...

Al igual que James, viste un puente de madera y piedra que había a unos trescientos metros al sur, en una zona baja y bastante expuesta a la vista de las estribaciones cercanas.

Bueno, allá vamos -añadió Tannen mientras se disponía a cruzar el río por una zona baja-. Fue entonces cuando miró a James y Butcher, que oteaban la lejanía del sur. ¿Habéis visto algo? -girando también su cabeza-. ¿Indios?

Después de cabalgar por el desierto fuimos atropezar con un río. Y por lo visto había que vadearlo. Mientras el resto comenzaban el descenso hasta la ribera me quedé observando la zona. Tannen había dicho que el resto de la banda les había seguido... por no hablar de los indios de la zona.

Y hasta el momento no habíamos visto a nadie. Aquella tranquilidad me escamaba sobremanera.

Entrecerré los ojos para protegerme de la claridad del sol, aumentada por la arena del terreno. Señalé una zona baja y descubierta a la que James también estaba mirando.

- Hay un puente de madera. Creo que es el único paso. Y precisamente por eso me da mala espina. Si yo fuera tras un grupo, sería en un sitio como este donde me ocultaría. El puente está en una zona despejada y hay multitud de posiciones elevadas en las que ocultarse. Es el sitio perfecto para una emboscada.

Miré a mis compañeros.

Creo que deberíamos vadear, quizá buscar una parte mas estrecha y menos caudalosa y, a ser posible, resguardada.

Volvía a mirar el paisaje que se extendía ante nuestros ojos.

Podríamos también intentar descubrirles, en caso de que nos estén esperando.