Partida Rol por web

Después de descansar, descendísteis por el largo y árido valle. La pausa os había venido bien tanto a vosotros como a las monturas, que habían aprovechado para beber un poco de un pequeño cubil que Tannen aún guardaba en sus alforjas (el único recuerdo que le quedaba de su malogrado caballo). Una vez abajo, comenzaban las estribaciones: montes picudos y áridos, sin vida más que serpientes y otras alimañas del cielo y de la tierra (como bien sabía Butcher...).

Subísteis pues por un risco pedregoso y sin vegetación, y al rodear la primera colina (ya a bastante altura) vísteis que en el horizonte lateral, a una gran distancia (en torno a dos kilómetros), se elevaba desde una planicie más baja que vuestra altura una gran colina de humo, y alrededor una mancha oscura, que contrastaba con el terreno. No lográbais percibirlo bien, la imagen estaba muy lejos. McCurly levantó la mano para evitar continuar por esa vereda y ponerse al descubierto.

¿Que será eso de allí? Parecen los restos de un incendio ¿no?

Will olfateó el aire con cierto disimulo, pues se consideraba a sí mismo como un hombre educado -que incluso sabía leer-, no como una bestia rastreadora.

No lo sé, está tan lejos que me atrevo a decir que sea un incendio. De todas formas, parece que ya ha terminado y, además, no tenemos tiempo que perder con la banda de Lou pisándonos los talones.

Si no nos molesta en nuestro camino yo soy partidario de no entretenernos con esto. ¡Tengo un escuálido dólar en el bolsillo y hay un tesoro ahí delante!

Hacía un rato que iba ensimismado en mis pensamientos y mi caballo casi tropieza con el de Butcher que se había parado señalando una columna de humo que ascendia a lo lejos. Di un par de golpes cariñosos en el cuello de mi montura y miré en la dirección que señalaba mi compañero.

Levanté un poco el ala de mi sombrero por la parte delantera para ver un poco mejor aquello que estaba a lo lejos. Pero desistí casi al instante. La distancia era considerable y mi vista no era la mejor.

- Yo también creo que debemos continuar. A no ser, - una duda apareció en la cabeza de Samuel que se giró en dirección a Sally - ¿Es posible que que vengan de aquella dirección?
 

Jim lo tenía claro: Debían continuar. No podían distraerse con tonterias...

-No sabemos que es pero OS están persiguiendo y tenéis a un compañero moribundo, yo espavilaría-

Jim hacía gala de su increible amabilidad y simpatia.

Ninguno de vosotros logró diferenciar nada entre aquella columna de humo. ¿Pobladores? Tal vez; o tal vez aquellos tipos de la banda de Lou. Sally no dijo nada, pues tampoco ella logró divisar gran cosa. Sea quien sea, debemos marchar, como decís -añadía el jefe con la mirada clavada en la columna de humo de la distancia-. Andando, señores. Venga, Sally. Y de esta guisa avanzásteis por el repecho rocoso, dejando en aquel lateral la visión de la humareda. Hay que apretar la marcha -dijo minutos después Tannen mirando al cielo-, este sol es abrasador.

Gotas de sudor corrían constantemente por vuestra frente. Tras superar la árida estribación y superar la cadena montañosa que se os adelantaba, llegásteis a una zona desértica dos horas después. Aquel lugar ya no era un terreno árido y polvoriento; un lugar plano, más bien, y era mucho peor: elevaciones plagadas de dunas de arena, donde el viento las levantaba, hacía que la visión se viera comprometida.

El calor hacía mella en el grupo, y os tuvísteis que colocar pañuelos sobre las bocas y nariz para evitar que la arena se os metiera en la boca (el aire la conducía en todas direcciones...). Apenas podíais ver más allá de cien metros a la redonda de la espesura arenosa en el aire.

A los que más pareció afectarles fue a Jim y a Butcher, pues el sol parecía estar cebándose con ellos, sufriendo ambos una tremenda insolación y un mareo generalizado que les producía arcadas y les llegaba a producir pequeños vómito aún sobre su caballo*.

Una vez recuperados avanzásteis un kilómetro más. Sally estaba atenta al terreno. En cierto momento encontrásteis en un suelo totalmente inestable, cambiante y arenoso un rail semienterrado en la arena.

Tras seguir los tramos que asomaban desenterrados encontrásteis más allá, en una gran duna, una locomotora de un tren volcada, clavada en la arena; sus vagones, volcados de igual manera, estaban separados y esparcidos en una decena de metros a la redonda. Todo estaba semienterrado, pues el viento se había encargado de ello. Parecía que llevara abandonado bastante tiempo.

Es ésto... ¡es aquí! -dijo Sally haciendo que Tannen detuviera el caballo para mirar-. Aquí está el tesoro... Es el lugar que me dijo mi hermano.

En el último tramo del viaje, Will daba más pena que otra cosa.

Medio acostado sobre su caballo, el forajido iba cambiando de color conforme el Sol se abatía sobre él. Tan pronto se puso rojo y frito como un tomate, como pasó a ponerse blanco y pálido.

Durante un trecho incluso pareció haberse desmayado, pero de vez en cuando musitaba algunas frases confusas para hacer saber que no estaba muerto del todo.

¿Por qué Dios jamás está de mi parte?, dijo una vez. O - ¡Mi buena Lorraine! -exclamó en otro momento- ¿Por qué no te monté cuando pude? El mejor caballo que he tenido jamás.

Cuando llegaron a las vías, Will se dejó caer del caballo y se tumbó un rato a la sombra del ferrocarril olvidado.

Voy a beberme el agua que tenía guardada para después -dijo secándose el sudor de la frente-. A la mierda todo, si luego tengo sed ya me beberé el oro de Lou.

Al cabo de unos minutos el joven parecía más recuperado. Se miró con atención el lugar mientras terminaba de recuperar fuerzas.

Hay que estar chiflado para esconder un tesoro aquí -dijo haciendo negativas con la cabeza-. Si hay que cavar, mejor empecemos en cuanto antes.

- En un puto desierto. Lo tenían que haber escondido en un puto desierto. – Ya hacía bastante tiempo que iba bufando por lo bajo. Me había subido el pañuelo casi hasta los ojos y había deslizado el sombrero lo más abajo posible para evitar los rayos del sol y la arena en suspensión que llevaba el viento.

Aquí está el tesoro... Es el lugar que me dijo mi hermano.

Levanté la mirada como un resorte al oír aquellas palabras de Sally y al momento las penurias desaparecieron de mi mente. Me encontré de frente a un antiguo descarrilamiento casi enterrado por completo por la dichosa arena.

Miré a Sally, después a Tannen y luego me volví hacia la dirección por la que veníamos a ver si veía que alguien nos hubiese seguido hasta allí.

Jim estaba cansado, cansado y quemado.

-Ignoremos el humo y avancemos. Seguro que no es nada y a este ritmo nos van a coger...-

Jim era cabezón, sin duda.

Por allí  no había nadie (al menos nada vió James en al otear el camino a su espalda, y más allá, por donde habíais venido).

Tú lo has dicho Butcher... -dijo el jefe Tannen-. Pero antes... ¿dónde enterraría Lou el tesoro? Uhm... -McCurly sacó una pala de las alforjas del caballo y tomó un tablón de madera que había por allí como otra pala... Entonces se apoyó en las herramientas y pensó unos instantes...

No sabía si tenía más ganas de encontrar el tesoro o de irme de aquel maldito desierto. Como pude busqué una tabla que me ayudase a cavar con más eficacia que mis simples manos.

Así estuve un rato, quitando arena y más arena sin saber que buscaba... Ni dónde buscarlo.

- Así no hay manera. Vamos a estar cavando como perros pero sin encontrar nuestro hueso. - Dije después de cansarme de cavar sin encontrar nada y con cierta frustración. - ¿Podrías especificar un poco más el lugar en el que debemos cavar, señorita Sally?

Pues no lo sé, Samuel -respondió Sally-. Nunca he estado aquí y mi hermano sólo me contó el lugar donde estaba enterrado el oro... aquí, supuestamente.

La chica se llevó la mano a la frente. Le sorprendió aquel vasto terreno arenoso, lugar donde habríais de buscar.

Jim se concentró en el suelo, empezó a mirar, observar...

-¡Chicos! Creo que tengo la solución...-

Jim estaba algo sorprendido, a la par que ilusionado. ¿Habrían encontrado el tesoro?

Sin saber muy bien cómo llegó a tal razonamiento, Jim dedujo que tal vez el mejor sitio para esconder el botín no era en la arena del desierto (cambiante a la par que confusa), sino que pensó que ese tal Lou quizás lo escondió cerca de la locomotora descarrilada (ya que quien explorara el tren descarrilado iría en primer lugar a buscar mercancía a los vagones). Y con esta premisa en mente, El Borde, comenzó a cavar con la pala del jefe en cierto lugar, junto a la locomotora. Por su parte, Samuel hizo lo propio, pero sacando arena a diestro y siniestro sin éxito alguno: no encontró nada. Fue entonces cuando al propio Samuel y a Butcher les ordenó Tannen apostarse en un par de colinas, uno en cada extremo del siniestro, bajo la sombra de los vagones. Su máxima era vigilar mientras él, Jim y Sally seguían buscando.

Tras un parde horas cavando (al fin y al cabo no teníais nada más que hacer, pues vuestro fín actual era encontrar aquel oro), se hizo de noche, pero la pala de Jim golpeó algo bajo una alfombra de arena junto a un pequeño amasijo de cilindros y bielas metálicos cerca de aquel caballo de hierro. Por una vez la Diosa Fortuna estuvo de vuestra parte.

¡¡CLINK!! -sonó un golpe provocado por la pala-: ¡Habíais encontrado algo!

Butcher y Samuel vieron desde la distancia (no demasiados metros), que Tannen y Jim extraían de un hueco en la arena un baúl metálico con un candado. Jim lo colocó delante de sí, y Tannen y la chica se acercaron. Ésta hizo señales a los dos vigías, pero sólo se quedaron mirando desde la distancia. Tannen cogió su pistola y lejos de disparar el candado (lo cual haría mucho ruido), lo golpeó con la culata... ¡¡TRASSSS!! Y el candado cedió...

Los ojos del jefe, la jefa y el Borde brillaron, y el reflejo a lo lejos del interior del baul pudo ser visto por Butcher y James:

Varias bolsas de tela roja, así como monedas y lingotes sueltos yacían en el interior del cofre. Las bolsas llevaban un distintivo, una marca que parecía el emblema del ejército regular escrito vagamente. ¡¡LO HABÍAIS ENCONTRADO!! La cara de Tannen se iluminó, esbozando una sonrisa cauta, como de costumbre; Sally sonrió, llevándose las manos a la boca con sorpresa y más tranquilidad. A lo lejos, Samuel y Butcher pudieron ver que algo brillaba bajo la mirada de sus compañeros, sabiendo lo que era.

Sin embargo, todo éxito posee algún precio, pues aún estando ese estado de euforia, vísteis a lo lejos, posados en una gran duna a unos doscientos metros, varios tipos montados en caballos, de manera estática. Tras jalear los caballos, comenzaron a bajar al puro galope la colina, con incluso pistolas en la mano: ¡¡os habían encontrado e iban a por vosotros!! El choque frontal parecía inminente, ¡la cabalgada con rifles y pistolas iba hacia vosotros!

¡¡A las armas!! -gritó Tannen cerrando el baul-, ¡¡Sally, cúbrasee!! -y la muchacha se metio en la locomotora- ¡¡Jim, esos tíos son los que nos persiguen!! ¡¡BUTCHEEEER, SAMUEEELLL!! -les gritó más alto, pues estaba apostados algo más lejos-, ¡¡Disparad!!, y él mismo sacó su revolver.

Vísteis que de los cincos tipos en cabalgada, tres de ellos lo hacían en dirección a Tannen y Jim, otro hacia Butcher y otro hacia Samuel. Sally miraba asustada escondida detrás de la locomotora:

Tannen era un buen jefe, Will lo tenía cada vez más claro.

No es que nunca hubiera dudado de él, pero esta vez se había superado. McCurly los había conducido en pocos días hasta un tesoro de esos que valen la pena, de esos que te retiran de la banda por una buena temporada. ¡Vaya sabueso!

Pero la alegría le duró poco al antiguo carnicero, en poco segundos podía pasar de ser un hombre rico a ser un hombre muerto.

¡Ya vienen! -gritó mientras afianzaba una rodilla en suelo para sujetar mejor su rifle – ¡Vamos chicos, este tesoro bien vale una buena pelea para conseguirlo!

Will Butcher apuntó unos instantes al jinete que venía directamente hacía él antes de apretar el gatillo.