Partida Rol por web

Tras el combate de Shimi con la muchacha de cabellos color de cielo todos ellos habían comenzado sus entrenamientos. Durante todo el día se los exigía con pruebas físicas tan duras que Haru apenas alcanzaba a sostenerse en pie para tomar la cena antes de caer rendido por el sueño. Sin embargo, el joven muchachito aguantaba estoicamente el ejercicio ya que estaba dispuesto a todo para alcanzar la armadura.

La continua actividad le dejaba poco tiempo para las cavilaciones. Apenas conversaba con su hermano, mucho menos lo hacía con los demás aprendices. Por eso, aquella mañana cuando Eleas los condujo ante otro caballero llamado Soterio, el niño aprovechó el camino para reencontrarse consigo mismo y plantearse las mismas cuestiones que lo aquejaban desde que Shimi había sido elegido para servir a la diosa y él no.

Al llegar al lugar señalado por su maestro, Haru pudo percibir el enorme cosmos que emanaba de aquél que parecía meditar sobre un tocón de un árbol muy antiguo. Evidentemente se trataba de un guerrero poderoso, pero su nombre no le dijo nada.

El aballero comenzó a hablar y el joven muviano puso toda su atención en él. Fe y Determinación parecían ser los requisitos para convertirse en un Santo de Athena. Tan sólo eso, algo que a Haru no le faltaba. ¿Por qué entonces el maestro Yaten le había dicho que las armaduras nunca podrían pertenecer a alguien como él? Involuntariamente su vista se fijó en Cefir. Ella estaba allí, a ella sí habían querido entrenarla, mientras que a Haru se le había negado aquella posibilidad. Sólo su Fe y su Determinación lo habían conducido hasta allí. Y el amor por su hermano.

Soterio les ofrecía la oportunidad de preguntar lo que quisieran saber. El conocimiento era el arma más poderosa de los Santos de Athena. Horu no desaprovecharía aquella oportunidad y por fin podría resolver la duda que lo carcomía desde hacía años.

-Señor Soterio- comenzó con voz tímida. -Usted ha dicho que para ser un Santo de Athena se requiere Fe y Determinación. Estos poderes... ¿son sólo para algunos? es decir... ¿qué es lo que nos vuelve dignos de alcanzarlos?-

El clima no estuvo jugando a favor en todos esos días, pero procuraba adaptarse a él sin queja alguna. Durante aquellos días apenas había abierto la boca para dirigir palabra alguna. De primeras había ideado una forma de que su energía, su cosmo, le envolviera constantemente para crear un espacio "acondicionado" para ella. Pero al poco había renunciado a ello, aceptando aquel clima caluroso. Asumió que era otra prueba extra, y además no podía depender siempre de derrochar parte de su energía en algo tan trivial.

Al poco descubrió que no era tan malo. El sol matinal le hacía erizar la piel debido a la agradable caricia que componía su toque. De a ratos se le antojaba que su calor le llegaba hasta los huesos, llenandole de energía...

Los pocos momentos libres que tenian todos solía aprovecharlos para desaparecer. Realmente, se dirigía a una meseta alta no muy lejos de allí. Tras mirar un poco alrededor con recelo, descalzaba los pies y solía quedarse en aquel lugar aunque fuera media hora, meditando. Pisar roca tibia era una sensación agradable, y le ayudaba a relajarse mucho. Claro que, con cualquier sonido que no fuera el del viento solía sobresaltarse para mirar alrededor de forma frenética, procurando cerciorarse de que ninguno de sus compañeros de entrenamientos le viera en ese momento de lo que ella calificaba como "debilidad".

Ese día en concreto se suspendieron sin embargo, las actividades habituales para ser conducidos de nuevo por aquel anfitrión tan particular hacia un sitio que no conocía. Esa vez pudo apreciar otra cosa que rara vez en Ródope podía: la naturaleza en su maximo estado. Además de la flora dura y resistente al frío que abundaba en su tierra natal, muy raro era poder apreciar alguna que otra flor brotar en su suelo.

Husmeó con curiosidad y encanto el aroma cautivante del ambiente, le parecía increíble que fuera natural en su totalidad, al punto de que realmente le hubiese gustado preguntar, si no fuera por evitar hablar como siempre. Probablemente su ignorancia causaría risa, y no estaba dispuesta a prestarse a ella. Se distrajo observando los amontonamientos florales, puesto que también era la primera vez que observaba tantos capullos eclosionados en en mismo lugar.

Cuando finalmente llegaron a la presencia de aquel hombre, con un poco de desgana dejó sus apreciaciones. Sin duda la energía que emanaba el individuo era apabullante...y tras unos instantes de silencio les habó.

¿Determinación? No tengo duda de que la tengo.

El otro chico, hermano de quien fue su primer adversario de practicas, tomó la palabra primero sin duda con una pregunta interesante. Estuvo pendiente de la respuesta a estom mientras reflexionaba sobre la otra virtud mencionada.

La Fé era algo que había rechazado hacía tiempo, no se la tenía ni a si misma. ¿Cómo iba a tenersela, despues de lo que había hecho? O mejor dicho, de lo que no había hecho... Todo lo que había pasado luego de haber aceptado a soportar a Hayate (si, soportar porque a pesar de que le estimaba a esas alturas, tampoco se le olvidaba lo mal que le cayó durante año y algo...) lo había superado a base de fuerza de voluntad, casi como para querer librarse de sus propios pecados. De a ratos incluso, había llegado a pensar que los suplicios diarios eran parte de un castigo merecido. Pero...

-¿Fé en que? -se dió cuenta demasiado tarde de que había pensado en voz alta. Antes siquiera de tener tiempo para ruborizarse por su torpeza, rectificó con rapidéz:

-Ah...es decir, ¿exactamente de que habla cuando se refiere a Fé? ¿En que exactamente debemos tenerla?

 El entrenamiento en el Santuario es duro, aunque no mucho mas que en los cinco picos, el calor es molesto, pero también se respira mejor que en lo alto de la montaña. Así que no tardo mucho en adaptarme al ritmo extenuante y aceptar el entrenamiento que nos dan.

Mis compañeros son reservados y aunque intento entablar conversación con algunos no tengo demasiado éxito, espero que con el tiempo esto cambie.

Pasados unos dias Nos presentamos ante Soteiro, un hombre con una presencia impresionante, mas incluso que el maestro de los cinco picos, lo que yo no creia posible

"los hombres del santuario son increibles, quien sabe como serán los que habítan en los doce templos"

Elevo la vista hacia los doce templos y por último al templo de Atenea en lo alto de la montaña, se que falta mucho para que pueda visitar esos lugares, si es que alguna vez consigo ser digno de ello

Las preguntas de mis compañeros me devuelven a la cuestión que nos planteo Soteiro, son buenas preguntas y espero en silencio las respuestas del Santo

Shimi estaba en su salsa, un calor agradable y un sitio espectacular, cerca de Atenea y rodeado de caballeros.
Los días que sucedieron los pasó entrenando con su hermano, Haru estaba algo decaido de moral, no sabía por que pero se infravaloraba y sus fuerzas mermaban mientras se autoconvencia de que no servía como caballero.

Constantemente Shimi lo animaba a entrenar más y más fuerte.

Fianlemente el día llegó, y todos conocieron a un santo con un cosmos extraordinario, Shimi pensó que podría tratarse de un caballero dorado, había oido muchos rumores de estos caballeros, sin duda los más poderosos de los caballeros de Atenea. Y escuchó atento sus palabras y las preguntas de sus compañeros entre ellas las de su hermano Haru.

El por el momento permanecía callado de brazos cruzados, pues hacía entender de que esos concentos ya los tenía asimilados, pues su maestro Yaten Caballero de Athena del Escultor le había instruido bien en estos conceptos.

El primer dia en el Santuario habia sido interesante y entretenido. Acacia se habia quedado con las ganas de demostrar que el tambien podia hacer brillar su Cosmos y mantener un rival ocupado, pero nuevamente la forma en que habia sido entrenado para pensar y sentir se lo impedian. Con la natural sensacion de quedarse con la ganas de hacer algo que tenia deseos, el joven habia comenzado su nueva etapa sin ningun cambio aparente en su psiquis. Esto hacia que se volviera tan reservado como siempre.

Los dias pasaron y el entrenamiento se hacia mas fuerte, algo que agradecia enormemente, porque de esa manera, no tenia porque comunicarse con el habla, ni demostrar sus sentimientos ni mucho menos lo que pensaba. Le bastaba con usar el lenguaje del cuerpo, basado en puños y patadas. El cansancio era su gran amigo y lo apreciaba con devocion.

Cierto dia el grupo entero fue guiado por Eleas hasta el encuentro con un hombre que sin lugar a dudas rebozaba de poder y paz. Acacia se sintio intimidado y por alguna razon, desconfiaba de esa persona. Algo en su naturaleza, la sentia opuesta a si mismo, pero al mismo tiempo, sabiendo que todo mal y aquello que parece negativo puede ser transformado y usado para su beneficio, cerro los ojos y suspiro, porque en el fondo podia vislumbrar un gran desafio. Y aquello lo motivaba.

Pero defenitivamente lo que no le gusto, fue que esta persona, le preguntase, mostrara interes por Acacia. Nunca le habian preguntado nada. O al menos eso creia recordar el. ¿Fe? ¿Determinacion? En lo que unico que podia confiar era en el Silencio. Aun asi, los demas parecian interesado en la conversacion y el, aunque lo negase, tambien lo estaba.

Las túnicas del hombre oscilan lentamente bajo él, acariciando el tocón del árbol. El movimiento es rítmico, casi hipnótico. Con los ojos cerrados y las manos en el regazo, oye los interrogantes. Cuando el silencio vuelve a instaurarse, habla, dirigiéndose a cada uno en turno.

Su voz, aunque sale de sus labios, parece mucho más lejana, como un eco de un eco de alguien hablando, teniendo por destino este claro.

- No es correcto hablar de poderes, pequeño... Su voz en esta última palabra parece un susurro, apenas audible. Dijo realmente "pequeño", o fue un susurro de las ramas a su alrededor? El verdader poder existe para servir a Atenea de la mejor manera; y para ello debes buscarla dentro de tí. Quién es Atenea? Qué es el Santuario? Esas son preguntas que parecen crear a todas las demás. Pero el verdadero sentido de todo es, cuál es la Justicia? Todos entendemos una diferencia entre el bien y el mal, todos juzgamos y somos juzgados. Pero al entender cuál es la Justicia, que es la voluntad de Atenea en la Tierra y en los Cielos, podemos actuar. Y si, también, somos elegidos por ella, seremos bendecidos con las increibles armaduras sagradas, sus herramientas, para llevar esta Justicia a todo el mundo... y más allá.

- Así puedes saber cómo servir a Atenea. Sirviéndote a tí mismo, pero siempre a través de servir a los demás. Así puedes conseguir una armadura, ya sea de Bronce, Plata u Oro, pero solo si no buscas ser el más poderoso, sino servir a los demás con algo más que solo intenciones. Importa para ello si eres grande de cuerpo, o diminuto? Si eres alto, o flaco? Realmente?

Sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa, mientras su cara se volvía hacia la joven niña. 

- Para alcanzar semejantes estados de Poder, para poder llevar en alto el estandarte de Caballero de Atenea, hace falta Determinación, creer plenamente en que podemos llegar a donde queremos, lograr lo que sea necesario para defender... defender qué? Justamente, esa Fé. La Fé en los preceptos de la Justicia e Igualdad, el ideal de Atenea. Podemos probarlos, podemos saber si el mundo será mejor por luchar de esta forma? No. Esa es la respuesta. Y esa es la Fé que deberán tener; luchar cuando todo parece perdido por la esperanza, la confianza, la idea de que lo hacemos por una causa justa.

 

-Fe y Determinación- murmuro para mi tras escuchar las palabras de Soterio. Las dudas que me asaltaban durante el largo viaje y una vez en el Santuario parecen resolverse en esta corta conversación, pues si bien nunca había escuchado de esta Atenea antes de emprender el viaje, si podía comprender el ideal de la Justicia e Igualdad. Algo en lo que podía tener fe y por lo que podía conseguir la determinación para superar cualquier prueba. Y si Atenea era la encarnación de estos principios bien podría sentir devoción por ella.

Aprieto mis puños mas emocionado de lo que he estado en mucho tiempo y me levanto -espero ser digno de una de esas armaduras para servir a la Justicia-

- Shhh... dice una voz, suave, detrás de Foon Xao, mientras este siente una presión en su hombro que lo sienta nuevamente. Aún no hemos terminado. 

Ya habían pasado varios días, pero aún no había entablado amistad con ninguno de sus compañeros. Un ligero sentimiento de soledad le inundaba, ya que el contraste con su vida en el bosque era muy notable. Sólo estábamos dos personas, y sin embargo, tenía más amigos que aquí. Esperaba que esa situación cambiase pronto, ya que la confianza era algo importante para él. Pero no olvidaba su objetivo: mejorar como servidor de Atenea y como persona. Era su mayor objetivo, y sabía que podría aprender de los demás.

En los combates posteriores a la llegada al hogar donde se instalaron, permaneció observando sentado en el suelo, con la paciencia que le caracterizaba. Una gran sonrisa cruzaba su rostro. Y pensar que me consideran merecedor de compartir entrenamiento con ellos... Hasta entonces no había tenido nadie con quien comparar sus habilidades, pero tenía la impresión de que tenía mucho que mejorar. El ver a tan fuertes combatientes no hizo sino reforzar sus conclusiones. Desconocía la amplia diversidad de técnicas. Tengo mucho que aprender.

La rutina era algo a lo que estaba acostumbrado, la disciplina impuesta no dejaba tiempo para descansar. pero se sentía feliz. Por fin estaba donde quería estar.

No le sorprendió cuando a los pocos días de llegar, Eleas les llevó por un camino no recorrido hasta entonces, ya que no tenía ninguna impresión prefabricada sobre lo que harían. Cada día era diferente.

Por fin comienza el verdadero entrenamiento... Espero alcanzar mi verdadero potencial. O al menos, deseo poder superarme, y demostrar al maestro de lo que soy capaz.

Escuchó atento a Soterio, deseando fervientemente poder alcanzar en un futuro la décima parte de su potencial. Su cosmos... Parece ser el de cien personas distintas. ¿Cómo hará para controlar semejante poder?

Miró curioso el rostro de los que preguntaban, para intentar adivinar qué se les cruzaba por la mente. ¿Fé y determinación? Si con fé se refiere a servir a nuestra diosa, no tengo otro objetivo mayor en la vida. En cuanto a la determinación... Si la causa es justa, no cesaré en mi empeño por muchas dificultades que encuentre en el camino.

"Soterio..." pensó Harjas. "qué hombre tan poderoso. Y el cosmos que irradia no sería nada comparado al que tendrá cuando combate. Es... increíble." 

No alcanzó a preguntar nada cuando sus compañeros lanzaron sus preguntas, pero escuchó con interés las respuestas. Entre tantos conceptos distintos, se mareó un poco al intentar entenderlos, y llevándose la mano a la cabeza inconcientemente, se animó a hablar:

-"Disculpe, señor... no entiendo demasiado lo que es el verdadero poder... y además ¿cómo sabe donde estamos si tiene los ojos cerrados?"

- Solo puedo decirte que, tanto el Sexto Sentido como aquellos por encima y por debajo, son parte de algo más grande, más increible... la Consciencia de Todo. Algunos han dado por llamarlo el Noveno Sentido... pero por supuesto, nadie ha podido nunca hacerse uno con él. Solo los Dioses hablan en susurros de semejante estado de perfección con el Universo.

- Pero qué queda entonces para un humano? Concentrarse en uno mismo, primero, para entenderse. Ese es el poder del Sexto Sentido, alcanzar tal comprensión de sí mismo que podemos olvidarnos de nosotros, y trascender este cuerpo mortal. La mente entrenada en perfección es el Sexto Sentido, es la percepción de lo que nos rodea con ojos que no son los que se tienen abiertos, culmina el santo con la cara directamente vuelta hacia Harjas. Como antes, sus palabras no parecen una respuesta directa, sino algo en lo cual se encuentra la semilla de la verdad solicitada.

- Y cuando alcancen el verdadero poder... simplemente lo sabrán. Y espero que me cuenten cómo es, si es posible, pues yo aún estoy lejos de él.

La conversacion con Soterio resultaba por momentos sencilla y amena, pero a su vez rodeada de un complejo sentido. Era facil comprenderle, pero si se le prestaba la suficiente atencion a sus palabras, se podia vislumbrar otros significados que iban mas alla de lo que, al menos Acacia, conocia.

El joven se concentro en aquel hombre. ¿Acaso sus palabras detonaban humildad o frustracion?. En un momento hablaba de tener Fe y Determinacion, pero luego, sabiendo que su poder era infinito al lado del de los jovenes aprendices, decia que estaba lejos de la perfeccion.

Aquella deduccion hubiese enfadado o incluso cambiado las expectativas de muchos, pero Acacia desde las sombras del silencio podia apreciar los altos riscos que lo separaban y ver con claridad cuales eran sus posibilidades. Las posibilidades que el destino, los dioses, le otorgaban.

Continuo observando a aquel hombre con sus ojos verdes claros mas grandes de lo normal, y cuando recordo pestañar, su corazon vencio y su boca se abrio, con un sonido grave y herido lejos de lo que su rostro parecia mostrar, hablaba desde lo profundo de su ser, y con un timbre que se asemejaba al de una persona afonica: -Usted -Acacia carraspeo, asustado de su propia voz, pero luego volvio a formular la pregunta, ahora que habia empezado, debia saber si estaba en lo cierto. ¿Usted mentiene los ojos cerrados por que... conserva algo? Sus palabras le sonaban ofensa al dirijirla a alguien tan poderoso, pero debia confirmar sus suposiciones. Si esta aguantando y privandose ver como yo hablar, quizas mi Maestro tenia razon aunque no le comprendiese.

Las palabras de Acacia despertaron una pequeña sonrisa en el rostro de Soterio. Si. Conservo una ilusión del mundo. Y tú... qué conservas, pequeño pez?

Su forma desciende levemente hasta posarse en el tronco del árbol sobre el que estaba suspendido.

- Ahora, aprendices, los invito a contemplarse a ustedes mismos. A evaluar sus propios miedos, y sus propias esperanzas. A encontrar en ustedes la determinación de alcanzar su máximo nivel, por la Diosa, y por todos nosotros.

Uno a uno los jóvenes cerraron los ojos, dejándose acariciar por el cálido y enorme Cosmos de Soterio. Un sopor los invadió, un sueño compartido de una mujer hermosa que les sonreía, y les indicaba cosas secretas a los hombres normales. Como agua cálida, el Cosmos se expandió desde el centro hasta cada extremidad, cada poro de piel, cada pelo, mostrándoles quienes eran en realidad...

Aun sorprendido de que algo ajeno a el lo hubiese impulsado a hablar, Acacia miraba hacia sus piernas imposibilitado de mover la vista de alli, por si se topase con la de aquella persona. Inexpresivo, pero con el espiritu temblando de arriba a abajo, Acacia, comprendio que en cierto punto su afirmacion era cierta, aunque no entendia del todo la respuesta de Soterio.

¿Una ilusion del mundo? ¿Es eso una falsa esperanza? Y ¿como es que pudo saber que mi maestro me ha entrenado para manejar un Cosmos del elemento Agua, cuando aun no he logrado manifestarlo?

Con aquellos interrogantes en mente, el pequeño fue invitado a pensar en eso. Agradecido por la necesidad de cerrar los ojos y concentrarse en algo mas que la vida misma compartida por un grupo de desconocidos, Acacia no dudo un momento en cerrar sus globos oculares y despejar su mente.

Aunque la imagen de un pequeño pez azulado volvia a su mente una y otra vez, el procuraba concentrarse en la nada, hasta que algo mas relevelante se le apareciese.

La primer reacción de Harjas cuando Soterio pidió que se contemple a si mismo fue mirarse el ombligo. Luego, su rostro se puso rojo cuando se dio cuenta que lo que quería el extraño de ojos cerrados era que contemplaran su interior. 

Fue al lado de Soterio y se sentó con las piernas cruzadas. Cerró sus ojos e intentó relajarse. Todo su cuerpo pareció desaparecer, y su cosmos ardió de una forma armónica, como nunca había pasado. 

Algo sorprendido, dejó que su mente vuele sola, y se encontró con la imagen de Nínive, su hermana, tirada en un campo mirando las estrellas. Su hermana pareció sonreírle mientras una pluma azul caía del cielo.

Harjas abrió rápido los ojos, y buscó a Soterio. "No se si quiero seguir haciendo esto, señor" dijo mientras una lágrima se escurria por su mejilla. 

Shimi cerro los ojos y se dejo llevar a la deriva por el cosmos de Soterio, aquel cosmos era enorme, mas incluso que el de su maestro y por nos instantes el joven Shimi viajo por el universo interior de su cuerpo.

Era una experiencia increíble y permanecía en todo momento junto a su hermano.
Deseaba que aquella visita no acabase nunca, era como si a cada segundo que estaba en la presencia de Soterio aprendiese una cosa nueva sobre la cosmoenergia y el universo interior.