Partida Rol por web

Reyhan y Artemias han decidido unir sus caminos para salir del Santuario. Tras dos años ininterrumpidos de entrenamiento con el Santo de Tauro, ambos están listos para mostrarles a sus maestros sus logros, sus metas cumplidas, y cuanto han crecido.

El orgullo de sus vidas, las Sagradas Armaduras de Atenea. Relucientes, sus cajas les han sido entregadas por el Patriarca solo una semana atrás: un reconocimiento al fin de su entrenamiento, una advertencia, una obligación. Ambos son Caballeros de Atenea, y solo deben usar sus armaduras en el caso de que sean necesarias.

En la puerta de la Primer Casa, tras despedirse de quienes salieron delante, y quienes quedaron atrás, se disponen a dar un último vistazo al Santuario cuando un destello dorado se aparece, blanca capa al viento.

Hoy Presentamos: Saint Seiya Gaiden: El Templo de Cáncer!

Una Puerta entre los Mundos!

- Tú! Pequeña! El Santo de Cáncer parece más serio de lo normal, mientras se cruza de brazos. Ambos Caballeros no pueden más que girarse para enfrentarse a él; la palabra de un Santo Dorado es una orden en el Santuario; aunque Jhure no se tome muy en serio las estrictas leyes a las que Sika les tiene tanto aprecio.

- Te marchas? Hay... alguien que quiere verte. 

Sus ojos se desvían hacia arriba, hacia la Cuarta Casa. El Cósmos de Cáncer parece projectarse hacia allí, como si estuviera en ambos lados al mismo tiempo.

Ya es tiempo de un suspiro. Respire, como hace mucho no lo hacía y mire a Artemias, mi amigo de ya un tiempo y quien con quien seguiría hacia la tierra de Capadocia y el a Macedonia.

Ya había pasado dos largos años. Años en los que nuestro maestro, Elean de Tauro hermano de nuestro fallecido maestro Eleas de Argos de Navio nos había enseñado todo lo que mas podía. Su forma de ser era rígida, quería que fuéramos los mejores y durante el entrenamiento lo mostramos.

Poco a poco comencé a conocer a los que fueron mis compañeros, los que ahora son mis amigos. Cabe decir que algunos mas que a otros puesto que forme lazos mas fuertes con algunos, pero algo me decía que este camino lo seguiríamos por mucho tiempo de igual manera a como lo comenzamos, juntos.

Han pasado 2 años ya. 2 años desde que cubro el rostro con esta mascara, desde que comencé a ser un Caballero como el resto. Mire mi caja de Pandora, la armadura que me había elegido andaba ahí, de nuevo, gracias a los esfuerzos del caballero Yaten de escultor.

Pero a pasado algún tiempo mas desde que no te veo... maestro. Recordé en silencio y mire a lo lejos, a las montañas, donde se veían alejarse las figuras de Orrin y Lucio quienes partieron un poco antes. La imagen de mi maestro se me paso de nuevo por la mente y una sonrisa de esperanza se dibujo en mis labios, algo que ninguno vería pero que se notaba en mi estado de animo. 

-Es momento de partir, el camino que nos espera es largo. Tome la correa de la caja y la apreté con fuerza mientras di un paso. Pero entonces una luz y una energía interrumpió mi camino. Era Jhure, el caballero de Cáncer; alguien a quien en silencio y sin decir una sola palabra apreciaba mucho y de quien anhelaba desde hace un buen tiempo aprender algo... era como si su cosmos me llamara en momentos. Baje la cabeza y puse mi rodilla en el suelo en señal de respeto ante el santo dorado.

-Perdóneme Jhure, Santo dorado de Cáncer. Tenemos algo de afán y queríamos partir lo mas pronto posibles. Nos dirigimos a tierras lejanas, a donde nuestros maestros.

-Si creo que me marcho. Mi voz sonaba confundida, no entendía bien sus palabras y era normal, casi nunca lo hacia.

Mire hacia la casa del cangrejo mientras su protector volteo su mirada hacia allá. No entiendo sus palabras. Fueron mis palabras. Aunque había crecido en fuerza y en conocimiento del cosmos aun me faltaba demasiado por crecer en sabiduría.

¿quien me puede estar esperando?. ¿sera Elean con alguna tarea o tal vez el Patriarca con alguna misión?. Solo pensar en eso me dio un poco de satisfacción. 

Me encontraba llevando la caja de Pandora en mi espalda, con el armadura que ahora me correspondía por derecho, lo había logrado, y estaba deseoso de poder mostrarle los resultados de mi esfuerzo y entrenamiento a mi maestro, así como también contarle las proezas y pruebas de Elean de Tauro, sabia que se sentiría inspirado y orgulloso.
Reyhan llego llevando su mascara, esperaba que al salir del santuario no tuviese que llevarla en su rostro, pero reglas eran reglas, por mas que algunos no sean tan aplicados…con Jhure, pensé y justo ese pensamiento pareció invocarlo, pues cuando estábamos prestos a partir, el dorado santo de cáncer llamo a Reyhan diciendo que alguien quería verla en su casa.
Voltee y me detuve el escuchar su voz, haciendo una reverencia, sin poder evitar mostrar una sonrisa, pues el era en todo el Santuario la persona que mas admiraba, además de nuestro maestro Elean quien demostró ser no solo poderoso sino también bondadoso y devoto a Athena.
Espere en silencio por las palabras de mi compañera mientras miraba la 4ta, sintiendo el cosmo que de ella salía, ese enlace que seguía al caballero mismo que la habitaba, seria acaso la marca del inframundo?
Me calle antes de poner en palabras mi pensamiento, pero no pude evitar pensar varias cosas fatídicas…

El Caballero de Cáncer se acercó, sus botas chasqueando click, click, en el suelo de piedra. Su Cosmos no era el hielo de Acuario, pero de todas formas al acercase a los jóvenes un escalofrío les recorrió el cuerpo.

- Reyhan, viajas a ver a tu maestro, la frase parecía una pregunta, pero Jhure no esperaba respuesta. Sabía la respuesta. Tu maestro ha viajado hasta tí. 

Un movimiento del brazo lanzó la capa hacia atrás, señalando a la Cuarta Casa. El Camino de Cosmos entre ambos era imposible de ignorar, ahora. Mantengo estable una comunicación con mi hogar, pero sería más fácil si me acompañas.

Dió un paso adelante, ofreciendo una mano a Reyhan. No duele nada, guiño el ojo en forma cómplice.

Estaba sorprendida. No entendía lo que sucedía. ¿Mi maestro había venido desde la lejana Capadocia?, ¿habría pasado algo realmente importante en ese lugar como para que el hubiera venido hasta el santuario?. No tenía las respuestas, pero todas estaban a tan solo unos escalones, en la casa de Cáncer.

La idea de recorrer la casa del santo dorado Jhure me hizo dar un escalofrío. Aun cuando mi respeto por todos los santos dorados era inmenso, el que le tenía al santo de Cáncer era mayor.

¿como hace lo que hace?. Esas proyecciones hasta este punto. Es un hombre muy especial. Pensé y sin darme cuenta ya tenía la mano extendida como tocando la proyección, la esencia de caballero dorado. Casi que instantáneamente empece a caminar.

Mi corazón se agito. La incertidumbre comenzaba a llenarme. No sabía en que iba a terminar todo esto.

¿que haces acá... continué caminado. Trate de recordarlos, pero era como si nunca hubiera estado en mi memoria pero depronto, como un rayo, llegaron de nuevo sus recuerdos... Maestro Ibben?.

era extraño. Habían pasado años en los que no recordaba nada de él. Supuse que por alguna habilidad suya o por simple descuido del tiempo, el caso era que ahora llegaban todos estos recuerdos. Temí por eso, pero ya no había camino atrás, ya estaba a escasos escalones de la entrada de la casa de Jhure.

Reyhan comienza a caminar escalinatas arriba, pero Jhure la detiene sosteniendo su hombro levemente. No, no me refería a eso.

Toma entonces el brazo de Artemias, y por un segundo el mundo se contrae en un torbellino. Cuando ambos aprendices consiguen estar nuevamente de pie, se encuentran en el interior de la Cuarta Casa. La habilidad de doblegar el espacio... Jhure guiña el ojo en forma cómplice.

Entonces les muestra el interior. Una gran sala de piedra con un estanque en el cual reposan varios peces de colores. Las paredes, rústicas, parecen reflejar un destello plateado. Y en un altar, en el centro, la Box de Cáncer, dominando el lugar.

Ante ella hay un temblor en el aire, una manifestación dorada. Ambos pueden sentir la conexión de esa forma con Jhure. Pero más asombroso aún es la presencia que se refleja allí: Ibben, el maestro de Reyhan, tenue como un reflejo en el agua a punto de ser barrido por las ondas...

Me quede atónito ante lo que Jhure hizo, y trastabille un poco al encontrarnos en la casa de cáncer en un abrir y cerrar de ojos, cuando rebelo lo que había hecho no pude evitar devolverle la sonrisa, definitivamente el tenia que ser mi próximo maestro!
El lugar en si era una gran sala de piedra con un estanque en el cual reposaban varios peces de colores con paredes, rústicas que parecían reflejar un destello plateado. Y en un altar, en el centro, la Box de Cáncer, dominando el lugar.
Un temblor sacudió el lugar un segundo y luego en el centro se mostró una imagen, como un avatar, de una persona aparentemente conocida para alguno de los presentes pero desconocida para mi, su luz era tenue y pálida, se trataba de un espíritu de los muertos acaso? Con esa duda eché una mirada a Jhure, acaso ese era el maestro de Reyhan y había fallecido en estos 2 años?

Aun estaba asombrada. Las palabras de Jhure, su esencia, la forma en que nos trasporto a su casa y ahora esto. Ver la figura de mi maestro en el estanque, como una silueta desolada lleno mi corazón de amargura, pero no dije nada, ya había entrenado para volver mas fuertes y firmes mis sentimientos.

Mire al caballero dorado aun un poco desubicada. ¿Como es que lo has traído hasta acá?. Prefiero seguir mi camino e ir yo misma a buscarlo que por alguna "ilusión" tuya caballero de Cáncer. Era la primera vez que le hablaba a Jhure con altanería. Una parte de mi sabía muy bien lo que estaba sucediendo, pero una decía mas fuerte que eso no era verdad.

Vámonos Artemias. El camino hasta nuestras tierras aun es bastante largo. Comencé a caminar, desolada, no quería romper en llanto y por eso me hacía la fuerte, pero no podía. La nostalgia ya se estaba apoderando de mi voz.

No es cierto. Mi maestro no.

Reyhan dijo algunas palabras antes de voltear para irse, la tome del brazo sin decir nada, solo dándole a entender que debía quedarse…por algo Jhure la había buscado, eso no era una simple ilusión…apreté un poco su brazo, pero delicadamente, sin decir palabras le dedique una mirada, una que solo decía “Se fuerte”…

La expresión del Caballero de Cáncer es serena, pero seria. Me temo que no, Reyhan... ya no encontrarás en tu tierra más que los despojos de tu maestro. Pero su espíritu es fuerte; tanto como para buscar los límites del Portal de los Muertos y manifestarse ante mí. No desaproveches este regalo...

Apenas la empujó hacia la visión, quedando en segundo plano. Si no fuera por su Cosmos alimentando el portal tras Ibben, podría decirse que había desaparecido.

- Pequeña... mi pequeña... dijo Ibben adelantando una mano espectral. Quería verte una vez antes de irme... un Caballero de Atenea!

Mire a Artemias con dulzura, las lagrimas cayeron silenciosamente por debajo de la mascara que cubría mi rostro. La nostalgia retumbo mi corazón y rompió el fuerte escudo que había forjado, el de no volver a llorar, el de no ser frágil; una vez mas volví a ser la pequeña Reyhan.

Con respeto volví a acercarme al santo de Cáncer. Su alma no es fuerte, es inquebrantable. Nunca vi hombre alguno como él. Dichosa definitivamente he sido de encontrarme con tan férreo hombre. 

Mire a mi maestro, no podía parar el llanto. Si. Un caballero ahora soy maestro. Soy Reyhan, caballero de la paloma. Pero mas que eso soy pequeña, insignificante ante todo lo que se que hay ahí afuera. levanto mi brazo señalando la entrada de la casa, dando el significado de todo el mundo y hasta el mismo universo. Y aun mas, de lo que hay aquí adentro. toque mi pecho con suavidad y mi mano se lleno de un cosmos blanco reluciente... el cosmos que era un universo interno indescifrable. Por eso quiero que me veas como la pequeña que conociste y no como la que soy ahora. Levante mi mano y tome mi mascara retirándola de mi rostro. Mi semblante de nuevo despejado, parecía el de un ángel dispuesto a volver a ver la luz. Sabía que esto no era algo realmente permitido para mi, pero el ya estaba muerto, no veía problema alguno con que viera por ultima vez mi rostro.

Tome su mano espectral tratando de volver a palparlo, sin conseguir nada con ello. ¿Que fue lo que paso maestro?. ¿Que es lo que te ha traído hasta aquí?.

La figura del maestro de Reyhan tembló. Pareció observar durante un momento a Jhure, pero luego volvió toda su atención a la muchacha. 

- Reyhan, mi pequeña paloma... tu espíritu te llevará a lugares insospechados. Altos, relucientes... y también oscuros. Lo supe desde el primer momento que te ví.

Extiende las manos, como en explicación. Los Dioses me han dado un don. A veces, raras veces, puedo ver imágenes del futuro. Supe que el tuyo era el Santuario cuando posé mis ojos en tu cara sucia de barro. Supe... tantas cosas. Tantas cosas que hoy no pueden ser olvidadas, que deben servir de advertencia.

El portal detrás de Ibben tiembla levemente, sus festones rojos tornando a blancos. Una época de oscuridad se avecina, Santo de Cáncer. Podrás hacerla perdurar? Me ayudarás a convertir este don en una esperanza? 

Jhure extiende su mano, proyectando hilos de Cosmos que envuelven a Ibben. Este comienza a resplandecer, iluminando la estancia como un sol. 

Los ojos de Reyhan se recuperan del brillo, para observar con estupor el cielo. El cielo despejada sobre ella, debajo de ella. Aún más debajo, sin embargo, puede verse toda Grecia.

El mar reluce, las colinas brillan de verde. Pero la gente huye. El caos se desata en las Costas del Santuario.

Gigantes caminan entre los hombres y las mujeres, y a sus gestos la tierra escupe llamas y muerte. Mujeres y niños son arrojados por los aires, mientras los gigantes se abren paso hacia lo que, reconoces, es una abandonada Casa de Aries.

El fulgor que emana del maestro de Reyhan quema las pupilas de Artemias hasta enceguecerlo por completo. Rápidamente parpadea para recuperar la visión, entre lágrimas. Cuando por fin lo consigue, ya no está en la Casa de Cáncer.

Los árboles lo rodean, árboles altos y recios. Las hojas crujen a sus pies; es otoño, evidentemente. Y el sol parece estar llegando a su muerte diaria; el ocaso tiñe de naranja la cúpula celeste. 

El caballero puede sentir su Cosmos vibrando. Puede sentir una llamada, algo que lo compele a avanzar en una dirección. Primero un paso, luego otro, sigue un camino entre los bosques, hasta llegar a una quebrada. 

Allí debajo una pequeña aldea arde. Gigantes guerreros, borrosos como si fueran de bruma, destrozan el lugar y golpean a la gente. Una mujer se interpone entre un puño y una niña, y es despedida por los aires, la cara ensangrentada. Un hombre arremete valientemente con una lanza, pero su arma es apartada violentamente de un manotazo como un escarbadiente.

El pie derecho de Artemias comienza a marcar un zurco en el suelo. La llamada lo invita a cargar, a atacar.

Si bien mi primer sensación fue sorpresa tras las palabras del maestro de Reyhan en este momento, ante lo que estoy presenciando mi cosmo comienza a arder, es una mezcla extraña de ira, ansiedad, sentido de justicia y sed de pelea…quizás eran verdad esos rumores que se decían en Macedonia de que el era un huérfano de Esparta, pues con solo sentir la posibilidad de una batalla su cuerpo se encendía.
Mi pie derecho buscar salir a la carga, como un potro cuando esta intranquilo y busca arremeter, con todas mis fuerzas me impulso para luego dar un gran salto, la caja de Pandora se abre en el aire y mi armadura comienza a cubrir mi cuerpo rápidamente, segundos después desde el aire doy una voltereta caer con una patada hacia el gigante…

Maestro Ibben. ¿De que clase de cosa es de las que habla?. Siempre me había hablado de sus visiones, pero nunca nada preciso. Dijo que eran cosas de los Dioses, cosas que los humanos no deberían saber. Sus planes deberían ser desconocidos aun para un buen conocido, como lo decía usted. ¿Que es eso de lo que...?. Y una brillante luz, como la de un sol de medio día a los ojos desnudos cegó mi visión por un momento. Aun así, la sensación de paz que emanaba mi maestro seguía albergando la instancia y aun mas, mi ser.

Para mi sorpresa no me encontraba precisamente en la casa cáncer, sino en el cielo, a muchos metros de altura de la impetuosa Grecia. Mire todo sorprendida. Era una dicha la visión que tenía de todo, pero no tanto lo que sucedía. 

Personas gritaban y corrían tratando de salvar sus vidas mientras gigantes destruían todo a su paso. Una desolada imagen albergaba la glorioso Grecia de la cual me enorgullecía. 

¡No!. Mire la dirección, el santuario era su próximo destino y estaban a punto de llegar a la desolada casa de Aries. Apreté los puños con fuerza, no dejaría que le sucediera nada a mi hogar, ni a mi amigos, ni conocidos, ni mucho menos a mi Señora. ¡No mientras yo siga con vida!. Comencé a avanzar hacía la primera casa. No dejaría que usurparan tierra sagrada para mi.