Partida Rol por web

Lucio comenzó a responder a las palabras de Souga, y no pensaba detenerse incluso cuando aquel parecía estar yendo a otro lado.

_Solo te pregunté si eras un caballero. Un simple "no" o un "solo soy un aspirante como ustedes" hubiera alcanzado, no eran necesarias esas palabras llenas de orgullo, sobre todo sabiendo que, como bien dices, todos estamos aquí por lo mismo. Y si tu voluntad para defender a Atenea es tan fuerte como tu voluntad para obtener tu armadura, entonces yo mismo rezaré para que la consigas.

- Ese tal Souga parece muy determinado a conseguir la Armadura. Bien. Me gusta esa actitud. Aunque un poco de humildad tampoco le vendría mal. - pienso mientras Souga se da la vuelta y deja al joven albino del que todavía no sé su nombre con la palabra en la boca.

- Tranquilo, llegará el momento en que todos seamos puestos a prueba. - digo posando la mano en el hombro del joven albino.

Siento una mano en el hombro. Es la de un muchacho que busca tranquilizarme. Doy vuelta y le sonrío.

_Gracias, pero estoy tranquilo. Ni siquiera tengo intenciones en pelear con nadie o ser puesto a prueba. Solo vengo a buscar una armadura que me ayude a ser más poderoso para proteger mejor a Atenea. Ojalá ni siquiera tenga nunca la necesidad de utilizarla. Recién solo quería jugar un poco, no me gustó la soberbia que sentí en sus palabras, pero ni siquiera tengo nada contra él. Así que descuida, no tengo deseos de pelear con nadie, salvo que esa pelea sea por el bien de la diosa.

Lucio se mantuvo sonriente, al fin alguien más normal había aparecido.

- Me alegra escuchar eso. Por cierto me llamo Orrin.- digo mientras extiendo el brazo y la mano delante mía.

_Lucio. Es un gusto, Orrin -responde Lucio, estrechándole la mano-.

Mientras Souga caminaba en dirección a lo que parecian las doce casas escuchaba las palabras del aspirante, se dio media vuelta y levanto su mano derecha con dos dedos en alza,solo por unos segundos.

Luego volvio a darles la espalda y continuar su camino.

Me acerco al grupo y toco extridentemente una de las cuerdas

-Venga chicos no estamos aqui para pelear,o al menos no tan pronto.

Haya paz,mi nombre es Aiorias y me gustaria ser su compañero aqui en este tiempo en el santuario es un gusto conocerles.

Ahora dejemos las pullas y sigamos nuestro camino hacia nuestro destino-dije señalando hacia arriba al lugar que parecia donde nos llevaban.

Vaya que emocion...Uy no me habia dado cuenta .-me dirijo hacia la chica

Es un placer señorita,viene tambien para ser nombrada santo?He oido algunas cosas sobre las normas en el santuario respecto a eso y las mujeres.Pero no las comparto demasiado,no es Atenea una mujer,una Diosa si pero lo es y una tremenda guerrera,¿i ella lo es ¿Porque ,el resto de mujeres tendrian que ser de menos'?

Se estaba creando una pequeña tensión creciente entre todos nosotros, sin embargo, varios de los muchachos que nos acompañan tratan de disimular la tensión - Estoy de acuerdo muchachos, vamos, debemos concentrar todas nuestras energías en buscar esas armaduras para proteger a la diosa Athena y no creo que ella quisiera que sus santos se enfrentaran y fueran enemigos aún antes de conseguir esa meta, mi nombre es Sadalsuud, soy un guerrero que ha especializado su cosmos en el hielo y aire frío, entrenado por Deneb en la lejana y fría Siberia y por como verán por mis ropajes, este calor griego realmente me está sofocando, vaya que me costará acostumbrarme a esto - digo esto mientras continúo mi camino algo lento por el mismo efecto del calor pero totalmente decidido y convencido de llegar al lugar que el buen Eleas les llevaba

Una vez mas me habían sacado de mi distracción. Miro a Aioras y le dedico una delicada sonrisa. Arreglo mis cabellos largos rojizos que se ondulaban por la fuerte corriente de viento del santuario. Agacho un poco mi cabeza y hablo con mucha humildad. 

Disculpen todos mi descortesía. alzo la mirada para verlos a los ojos a cada uno. No los estaba retando mucho menos agrediendo ya que mi mirada era sincera y dulce, era la única manera de que supieran que estaba a su mismo nivel. Mi nombre es Reyhan, aunque todos me llaman Rey y vengo desde la lejana región de Capadocia. Es un gusto compartir un gran anhelo con cada uno de ustedes. Agacho de nuevo mi cabeza. Les pido sinceras disculpas por no mi actitud. He estado algo pensativa desde que llegamos a este lugar.

Levanto una vez mi rostro y les dedico una bella sonrisa a los jóvenes.

Son buenas personas. Aunque en el aire noto hostilidad no es algo malo. Aun ninguno sabemos manejar nuestros sentimientos.

Mientras me encontraba aguardando los demás empiezan a presentarse, noto la mirada de la joven que dice llamarse Reyhan, abri mis ojos para devolverle la mirada mientras ella acomodaba sus rojizos cabellos.

“Al menos es bonita y pelirroja como yo”-pensé mientras los demás se quedaban mirando la sonrisa de la chica.

Mire a todos nuevamente de arriba abajo, seguramente ahora empezarían todas las presentaciones de los demás jóvenes con sus historias, les prestaría atención pues seria tonto no evaluar a tus futuros compañeros o rivales, pero no hablaría de mi al menos que alguien me lo preguntara directamente…

El hombre los conduce en silencio hasta un complejo de casitas de piedra, en los pies del Santuario. Son 4 casas amplias, de una planta, rodeando un círculo de tierra batida y apisonada, delimitada por un círculo de cal. Con su mano indica una de las casas.

- Bienvenidos al Santuario, su mirada recorre a los muchachos, y la muchacha. El comienzo de algo nuevo. Han llegado hasta aquí tras un arduo proceso de eliminación, y el camino de ahora en más no es simple. Todo lo contrario. Solo los mejores son elegidos por la Diosa como sus Santos, los protectores de la tierra.

- Mi nombre es Eleas. Seré aquel encargado de supervisar su entrenamiento. Esa casa será su nuevo hogar. Dentro encontrarán una muda de ropa, una armadura de entramiento, un jergón. Se servirá un desayuno al rayar el alba, pero para ese entonces puede que el entrenamiento del día ya haya comenzado. Luego se indicará cuando pueden comer, dormir y limpiarse. Souga, tú también. Yo soy tu maestro ahora. 

Eleas lleva una túnica blanca, hasta los tobillos donde se asoman sus pies calzados en sandalias de cuero. Advierten ahora que bajo la túnica lleva un estrecho peto de cuero tachonado en acero, así como una pequeñas hombreras y rodilleras que se marcan bajo la túnica.

- Alguna pregunta? 

Ante la presentación que hacía Eleas del lugar de futuro entrenamiento,  no podía dejar de pensar en que lejos estaba de lo que consideraba mi natal Siberia, del clima frío que educó mi cuerpo y el cual tanto extrañaba ahora, al preguntar Eleas si había alguna pregunta más negué sutilmente con la cabeza y tras hacer una respetuosa reverencia a mi nuevo maestro en señal de aceptación de sus órdenes empecé a bajar camino a una de las casas, al entrar allí busqué antes que nada lo que sería mi armadura para los entrenamientos y me preparé mentalmente para lo que se vendría saliendo de la casa con mi proyecto de armadura ya puesto y listo para todo 

Souga que se encontraba observando a los recien llegados apoyado desde una columna, apoyado separado del  grupo dado que se habia despedido de ellos, asintió con la cabeza ante las palabras de Eleas.

- Si maestro.

Rapidamente bajo de donde se encontraba para unirse al grupo y continuar con ellos en el camino hacia la presiada armadura. El proceso que constituia el comienzo para todos aquellos aspirantes a caballeros lo conocia perfectamente, Altar se lo habia explicado bien y sabía que el momento de salir del santuario llegaría en cualquier momento.

Ni bien terminara de hablar Eleas uno de los muchachos se lanzo a la carrera hacia la casa en busca de su armadura de entrenamiento, Souga ya se encontraba vistiendo una, por lo sabía con que se vestiría el muchacho y todos los demás presentes, excepto la niña, hasta donde sabía a las mujeres no se les permitia convertirse en caballeros, pero si la muchacha se encontraba allí no era por casualidad.

La mirada de Souga vuelve a recorrer a los presentes para culminar sobre el flamante nuevo maestro Eleas, y una pregunta se formaba en su interior "Que podría enseñarme Eleas que no me hayan enseñado mis anteriores maestros?", pero a su vez esta pregunta era seguida por la oración "Si Eleas es el maestro de los aspirantes es porque es el mejor maestro que puede tener un novato".

Las preguntas y afirmaciones formaban ideas y posibles escenarios futuros en la cabeza del joven Souga, quien entre ansias y expectativas esperaba continuar su entrenamiento.

Era un comenzar de nuevo, y uno muy distinto al anterior. Estaba en un lugar que solo conocía por relatos, con desconocidos que perseguían el mismo objetivo que él, y con un nuevo maestro, que en principio no se parecía al anterior. Arthas nunca lo había exigido demasiado. "Eres tú quien quiere su armadura, no yo. Si tú no quieres seguir adelante, no seré yo quien te obligue". Con simples palabras como esas, Arthas siempre conseguía que Lucio se exigiera a extremos que posiblemente no hubiera alcanzado si hubiera sido por imposiciones externas. En el Santuario las cosas serían distintas.

-¿Alguna pregunta?

Lucio tenía cientos. Quería saber cómo sería el entrenamiento, cuánto tiempo duraría, como sería el proceso de selección de armaduras y cuáles estaban disponibles, quería saber si el mismo Eleas era un caballero y si conocía a Arthas, si podrían ver a Atenea... Y muchas preguntas más que prefirió callar por considerar que ese no era el momento para formularlas, así que simplemente mantuvo la boca cerrada y miró a su alrededor a ver si alguno iba a hablar. Para sorpresa de Lucio, Sadalsuud no habló, sino que se retiró del lugar cuando Eleas aún no había dado indicaciones. Lucio observó expectante el resultado de esa acción.

Artemias escucho todo con atención por fin podría comenzar a acercarse a lo que realmente querían, todos estaban ahí para lo mismo, pero no por eso el seria amigable.

Se que voy a quedar, la fortaleza de mi maestro Alcides y el saber que si no paso me dará una golpiza peor que las de practica me dan la certeza de que tendré la armadura. No me interesan los demás, salvo que también se conviertan en caballeros, recién en ese entonces podré llamarlos compañeros.

Me dirigí con una reverencia a Eleas y luego a la casa a fin de cambiarme y prepararme acorde a las indicaciones que me habían dado…

- Alguna pregunta? - dijo Eleas.

En mi cabeza daban vueltas demasiadas cosas como para poder formular ahora mismo alguna pregunta. Así que empiezo a dirigir mis pasos hacia la casa en la que había dicho Eleas que encontrariamos nuestros "enseres".