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Camarotes de la tripulación y Corredores

Camarotes de la tripulación

Los 87 camarotes para la tripulación a bordo de las naves clase NX están situados en las cubiertas B hasta la E. Muy pocos tienen vista al espacio, que suelen ser los de oficiales superiores. La estructura y materiales de la nave no permiten superficies transparentes muy grandes; por ello sólo hay pequeñas ventanas a lo largo de la nave.

En las cubiertas D y G existen camarotes especiales para los visitantes de la nave.

Camarote del capitán                                 Camarotes comunes

Corredores

Los corredores están hechos de materiales metálicos. Se caracterizan por la separación de secciones en forma circular, por razones mecánicas de equilibrio evidentes. A lo largo de ello se sitúan los paneles de comunicación, montados en las paredes.  Los paneles circulares de separación también tienen un propósito defensivo para los tripulantes en caso de combate contra invasores.

Corredor típico

Cuando el mercenario se proponía a forzar la apertura de las puertas de la bahía de lanzamiento la nave terrestre activo la polarización del casco sin dar oportunidad al mercenario para ingresar su pequeña nave a la NX. Lo único que pudo hacer fue introducir su Ktoch en una bahía auxiliar de lanzaderas de inspección.

Desde luego no hay espacio suficiente para la lanzadera Klingon, de modo que las dos capsulas de inspección quedaron casi aplastadas contra la pared de la bahía y la nave de exploración del mercenario quedó en una posición inclinada de cuarenta y cinco grados con significativos daños. 

El sistema de sigilo es un amasijo de componentes fundidos, y no solo por el impacto sino también por el uso excesivo durante los últimos tres días de viaje. El sistema de navegación también requerirá de un equipo de ingenieros ademas de una cargamento de piezas de repuesto. Quizás fue demasiado esfuerzo para la desvencijada nave Klingon.

El ingreso al parecer no levantó ninguna alarma en la nave terrícola, lo cual no es tan malo, y ahora debe ir a por la bahía de cargamento que especifica el contratista que mediante el adelanto de veinte lingotes de latinum impuso nuevas ordenes para la entrega de la mercancía.

Entonces Gaheris carga con sus armas, en modo aturdir, y todo su sigilo al dejar la Ktoch cerrada mediante contraseña y Dientes de sable durmiendo en su interior bajo un sedante. Al menos hasta que obtenga medicamentos para sanarlo.

Sin perder un segundo el mercenario se lanza a los pasillos de la NX en búsqueda de la bahía de cargamento.

Diane no era una persona que se dejara llevar por las emociones o el nerviosismo pero, en aquella ocasión, no podía evitar acelerar sus pasos en grandes zancadas en su prisa por llegar al camarote de la capitana. Consideraba que la información que acababa de recibir era suficientemente importante como para no poder permitirse ningún retraso y, aunque no iba a echar a correr por los pasillos como un animal presa de pánico, era indudable para todo aquel que la viera que tenía prisa. Y, dado el carácter de la doctora, interrumpirla en un estado semejante podía llevar muy bien a recibir un comentario todavía más cortante que lo acostumbrado.

-Un virus artificial... nadie desarrolla un virus a no ser que pretenda usarlo como arma: una manera sucia de ganar una guerra, pero una manera al fin y al cabo... lo importante es quién es el creador y quién el objetivo. Y, por supuesto, quién es el espía, si es que no es alguno de los anteriores... No tenemos suficientes datos.- Se mordió levemente los labios mientras torcía una esquina, sin dirigir ni una sola mirada o pensamiento al entorno o personas que la rodeaban. Lo único que importaba era llegar a su destino lo antes posible.

La doctora, con muchas incógnitas en su mente, avanzó por el pasillo hasta coger el turbo ascensor mas cercano. Sus veloces pasos esquivaron a todo el personal, ignorando aquellos que la saludaban cortésmente. En esta ocasión un Gorn secuestrador era poco en comparación a Leonard Walker...

Y así fue que la sorpresa llegó a ella en el turboascensor, cuando la puerta de este se abre en el nivel siguiente para dar paso a hombre ataviado con un traje de cuero, de aspecto barbárico, cabello largo y desordenado en conjunto con una barba de varios días.

Antes que la doctora reaccionara el turboascensor reanudo su marcha al compás de la alarma general de alerta roja.

 Apunté a la recién llegada con mi desintegrador, mientras le dedicaba una sonrisa entre descarada y lobuna, pero con un brillo peligroso en la mirada, mientras la agarraba con mi mano libre para que no intentara ninguna tontería:

 - Hola, ¿que tal?. Si llego a saber que las oficiales de la flota estelar eran tan guapas y atractivas me había planteado alistarme hacia tiempo. Disculpe que la moleste, ¿le importaría acompañarme a la bahía de carga numero tres, por favor?. Como ya habrá imaginado, no soy parte de la tripulación y ando un poco desorientado. Una cosa, le agradecería que no intentara ninguna estupidez, así todos tendremos lo que queremos: Yo llegar a mi destino y usted que nadie de sus amigos y usted misma salga herida, ¿hay trato?.

-¿Pero qué...?- Diane se tensó inmediatamente al verse asaltada por el desconocido, pero permaneció inmóvil ante la amenaza del desintegrador, de cuyo poder ya había sido consciente en otras ocasiones. La alarma de alerta roja le martilleaba en los oídos, haciéndole temer que la nave se encontrara sometida a otro ataque como el sucedido en B-Sygnus, o incluso, visto el recién llegado, que los enemigos, fuesen quienes fuesen en esa ocasión, estuvieran asaltando la nave... aunque lo cierto era que el hombre, aunque a todas luces no formaba parte de la Flota, tampoco se comportaba exactamente como esperaría de un soldado enemigo: como mínimo, parecía más comunicativo que los Gorn, lo cual, por otro lado, realmente era una auténtica desgracia a juzgar por sus comentarios.

-La última persona que me hizo una sugerencia semejante fue un lagarto que medía más de dos metros y pese a todo le rechacé.- Contestó con sangre fría, mientras el turboascensor seguía ascendiendo. Por mucho que le disgustara, tenía que ocuparse de su situación personal antes de descubrir que era lo que estaba ocurriendo: lo último que podía permitirse dado el nombramiento de su padre era convertirse en un rehén. -Me disculpara si le digo que en comparación no resulta en absoluto impresionante y creo que incluso yo misma podría resultar más amenazadora si me lo propusiera.

Sin esperar ni un instante más y esperando haberle distraído mínimamente con sus palabras, la doctora hizo uso de su entrenamiento con los MACO para situaciones imprevistas y lanzó un rodillazo a la entrepierna de su agresor mientras intentaba arrebatarle el arma con su mano libre. No esperaba poder derrotar a nadie en un combate, pero encontrándose como se encontraban en la Excalibur, realmente no era ella quién se encontraba en una desventaja numérica flagrante... o al menos, eso esperaba.

La acción de la doctora, por medio de sus palabras, generó un giro veloz y un golpe como el rayo que ocasionó que la pistola de Gaheris volara por los aires para caer en un rincón del turboascensor. De esta manera la ventaja del mercenario al apuntar con su arma a una mujer indefensa quedó en ascuas al confiarse en sus habilidades. Al final la mujer trajo mas sorpresas que un puñado de Klingons...

El movimiento dejó a la pareja situada en los extremos opuestos del turboascensor, por poco espacio que sea, donde cada uno aguarda la acción del otro.

 Miré a la mujer con un brillo peligroso en la mirada y con cara de pocos amigos, mientras le respondía, con un tono gélido como el hielo del ártico:

 - No debería de haber hecho eso, oficial...

 A continuación, me abalancé sobre ella como un lobo sobre su presa.

La espalda de Diane chocó contra la pared del turboascensor con un ruído seco, haciendo que el aire escapara violentamente de sus pulmones. Sin embargo, al menos la pistola también había escapado de las manos de su agresor: ahora solo tenía que hacer frente a un animal rabioso en una jaula estrecha. -Debería haberme hecho psiquiatra, tendría menos problemas cuidando a perturbados clínicos que únicamente a perturbados.- Pensó tratando de despejarse del golpe, al observar la mirada bestial de aquel extraño bárbaro.

Sin embargo, si el desconocido pensaba que iba a quedarse quieta esperando esperando su embestida estaba muy equivocado: apenas lo vio abalanzarse, se lanzó a por el arma caída tratando de escabullirse por debajo de su agarre. Hasta una fiera tenía que caer ante el disparo de una desintegradora y, evidentemente, ella no pensaba cometer su mismo error y entablar una discusión antes de apretar el gatillo. Además, aunque quisiera hacerlo, a la doctora no le daba el aliento para ello.

 Me abalancé sobre ella, dispuesto a quitarle el arma, inmovilizarla y usar el la culta de mi pistola como paleta improvisada con la intención de darle unos buenos azotes en el nada feo culo respingón de la oficial de la flota estelar agresiva, para que aprenda a hacer caso de lo que le ordenan y además también a que no se debe de jugar con armas que, obviamente, no tiene ni la más remota idea de como usar. ¡Abrase visto, parece una cría jugando con el arma de su padre!. ¡Se va a enterar de lo que vale un peine y de como las gasta un servidor cuando tratan de dispararle!.

El disparo fallido de la doctora fue a impactar contra el techo del turboascensor, provocando una serie de cortocircuitos e interrupciones intermitentes de la iluminación del pequeño recinto.

Entonces el mercenario reacciono al ataque frustrado con un pequeño movimiento para luego abalanzarse sobre Diane a fin de recuperar su arma.

-Ugh...- Con el parpadeo de la luz del turboascensor, Diane no fue capaz de localizar a su agresor hasta que prácticamente lo tuvo encima. El arma se le escurrió de entre los dedos sudorosos ante el fuerte tirón del desconocido pero, viendo como las tornas se estaban volviendo en contra suya no perdió el tiempo en lamentarse y trató de contraatacar aunque fuera con la mano izquierda. Solo esperaba que su fallido disparo no hubiera dañado los circuitos del turboascensor hasta el punto de hacer que se detuviera: su mejor baza en aquel momento era aguantar lo suficiente como para recibir ayuda una vez que sus puertas se abrieran en una nueva sección... ¿dónde estaban sus sedantes cuando más los necesitaba?

El turboascensor llegó al final de su recorrido pero las puertas no abrieron por el desperfecto mecánico a causa del disparo. Las luces continúan fallando al iluminar de forma intermitente cuando el mercenario realiza una maniobra de presa. El agarre es lo suficientemente efectivo para que el puñetazo de Diane se convierta en un leve toque en el rostro del oponente.

 Tras inmovilizar a mi presa, una expresión divertida inundó mi cara mientras la sujetaba y procedía a darle un buen correctivo, para que aprendiera a comportarse como era debido:

 - ¡No.. se... juega... con... armas...!.

 Con cada palabra, le daba un buen cachete en el trasero, que, a estas alturas, seguramente estaría adolorido. Seguro que, después de esto, no volvía a desafiarme... Ni a olvidarse de mí en o que le quedaba de vida.