El legado - Discovery One

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La Princesa de Nueva Orleans se acerca tanto como le es posible, siendo trescientos metros la distancia mínima recomendable por los giros irregulares que presenta la DY-500 en su eterna deriva. Un cambio ínfimo en la órbita podría generar una colisión entre ambas naves y la destrucción mutua. Es mejor no correr riesgos.

Pese a que los cascos de los trajes EV tienen comunicadores de corto alcance cada uno lleva un comunicador personal enlazado al micrófono interno de sus cascos. De esta manera, si alguien se separa del grupo, se pierde o cualquier eventualidad que surja todos tendrán un canal de comunicación abierto entre sí y con la nave.

El primer salto es el más difícil, porque primero hay que establecer la unión por medio del cabo magnético y que los demás puedan cruzar con un cinto de seguridad atado al cabo magnético. La proeza requiere de sincronía y agilidad por igual cantidad.

Me aproximo a la esclusa mientras siento la humedad dentro de mi casco. Mi respiración se escucha fuerte. Es normal: tengo el pulso acelerado y no puedo controlar los nervios que asaltan mis entrañas. Vagar por el espacio no es mi actividad favorita, especialmente si uno de mis torpes movimientos puede dejarme errando por el infinito vacío de una dimensión extraña.

¿Un alivio entre tanta mierda? El oxígeno se acabaría después de un rato. Solo serían unas horas de sufrimiento y desesperación. Luego llegaría el liberador hálito de la resignación y finalmente el inexorable final. No sería tan malo como someterme a constantes torturas si caigo presa del vampiro intergaláctico que nos da caza.

Miré al costado y me encontré con la siempre amable sonrisa de Hope. Era una mecánica buena tanto en su talento como en su alma. Las mil peripecias que nos habían asediado no habían corrumpido su alma cordial. Era la esperanza de que la humanidad, por más mierda que esté obligada a vivir (o repetir) siempre puede reservar lo mejor de sí para el futuro.

Me ubiqué en tercer puesto, detrás de Stevenson y Kendra. Ambos eran soldados y sus sentidos eran mucho más refinados que los míos. Además, eran los que sabían que hacer en esa situación. Yo solo me limité a ver la nave terrícola que nos aguardaba a una buena distancia, mucho más lejos de lo que me sentiría cómoda en admitir.

-¿Qué pasa si nos soltamos? -pregunté. No quería demostrar mi temor pero poco me importaba si dentro de dos minutos me terminaba zafando de la linga e iniciando un bello viaje a la estrella más cercana.

Artemisa apareció con armas y bandoleras colgadas de los hombros, más desplazadas hacia atrás que en los costados, ya que su andar y sus manos, apoyadas sobre estos y empuñando un rifle, le daban una pinta de Diosa Guerrera que ella misma soñaba con aparentar, o llegar a ser algún día. Pero no. Realmente le aterrorizaba. Ella había sido soldado de polvo. Pisando arena, sufriendo calor y espantando mosquitos. Eso de hacer de marine .... no le molaba nada. Pero nada de nada. Había descubierto una de las cosas, que por ahora, se le escapaban, como agua entre los dedos. No había salido al espacio aún de manera tan "libre" y jamás había recibido siquiera una clase teórica de como manejarse. Igual ese día estaba en otras pruebas en la academia. - Menuda mierda.

Menos mal que las gafas le tapaban el rostro, incluso dentro del casco. Por lo menos le ocultaban la mirada de pánico que en ese momento mostraría. Ella, intentando ser impasible, esperaba al resto. A sus acciones y las instrucciones de lo que había que hacer.

James pudo ver el nerviosismo en el grupo cuando la exclusa se abrió dejando el espacio visible, parecía mentira la seguridad que daba una nave por muy a la deriva que fuese comparado con aquello. El propio James trago saliva al ver la distancia hasta la otra nave y calcular todo lo que podía salir mal, aunque hizo lo posible porque no se notarán sus dudas. Esta bien, yo iré primero. Llevaré el cable guía hasta la otra nave y les ayudaré a cruzar. Esperen a mi señal. Tras aquellas breves palabras, el comandante aseguro un extremo del cable guía a la nave y a su traje a fin de tener un retorno si algo iba mal o no conseguía alcanzar la nave. James calculo minuciosamente el angulo antes de impulsarse al vacío. La velocidad del comandante era suave pero constante y con un rumbo que parecía correcto.

A la orden del comandnate le ayudó con el lanzamiento, y además, fue dándole cable, para que una retenida de ese no le frenase o imposibilitara los movimientos, para llegar a buen puerto.

Solté un resoplido de alivio y me permití emitir un grito gutural de júbilo cuando Stevenson nos comunicó que había llegado a la otra nave. Una sonrisa ancha se dibujó en mis ojos, pero las tripas no me dejaban de crujir con los nervios de ser la próxima.

Pasé la arandela de mi cinturón de seguridad por la linga y respiré, tratando de calmarme. Eché un último vistazo a Kendra y Hope. Mi mirada se paseó también por el resto de la nave klingon, no la llamaba hogar ni mucho menos, pero al menos era más conocida que una cachila del siglo XXI...

-Allá voy, comandante -dije por el comunicador.
 

Diana ve que no se parece ni por asomo a lo que el comandante ha hecho, y le lanza la mano para engancharla al vuelo, antes de que salga. - Espera mecánico, espera, que vas mal. Y se enganchó donde pudo.

- No soy yo la que mejor puede adiestrar en esto, pero si te resbalas caes, y si caes en el espacio mueres.

Sabía Diana que tendría que salir la última ya que no esperaría a liarla con alguien en el cordón umbilical que usarían para llegar.

- No, si verás. Tras su funesto pensamiento, ya su aceleradas pulsaciones se incrementaron un poquito más.

James toma la posta al saltar primero, enfrentando esos trescientos metros solo con ayuda de sus compañeros, quienes le dan cuerda en caso de necesidad. De no ser por Artemisa el comandante no lo hubiera logrado, teniendo que volver e intentarlo nuevamente.

Un peligro encuentra James al aterrizar sobre la nave terrestre. Una gruesa capa de sulfuro, y otros reactivos ácidos, se acumuló durante los cientos de años que la nave lleva en esa órbita decadente, posiblemente siendo estos parte de los gases expulsados por la atmósfera alta del gigante gaseoso y que la misma masa de la nave atrajo en su estadía.

Por el momento la sustancia no supone un peligro inmediato, pero al volver a un espacio con atmósfera es cuando los ácidos reaccionaran consumiendo lentamente el traje ev y cualquier sustancia débil.

Hope, la compañera de Ellen, llega sin problemas hasta James y la escotilla de acceso al interior de la nave. Apartando la capa de polvo comienza a trabajar en el sistema de manivelas que permiten el ingreso. Al acabar queda a la espera de James para abrir la escotilla.

Del otro lado aun permanecen Artemisa y Ellen, quien en su primer intento se desvió hacia el planeta y fue rescatada por la MACO al tirar de la cuerda.

-Gracias -le dije a Artemisa con una voz entrecortada. Tenía el corazón en la boca y un nudo en el estómago. Por un momento me veía precipitándome hacia el planeta a toda velocidad.

Tras tomarme un minuto, aferrada al umbral de la esclusa, asentí a la teniente para que volviera a resguardar mi vida con sus impecables sentidos y reflejos.

Abandoné nuevamente la nave con un salto dubitativo y un cinturón de seguridad anclado en la linga que había llevado Stevenson.

Artemisa sabía que no podía demorarse más. Incluso la mecánico había llegado bien ... aunque fuera con una "repesca". Era la última y no podía hacerse más de rogar, así que como fanática saltó al vacío, intentando apuntar con la cabeza. Por suerte, la guía que había extendido el oficial fue algo providencial.

- Si no fuera por ella, a saber donde hubiera llegado. Se dijo a si misma, tras "aterrizar" con un poco discreto golpe. Tras eso, intentó recobrar la compostura. Había llegado, incluso a pesar del miedo que le profesaba: - Igual hay que hacer esto más a menudo. No sabía si era la emoción, la tensión o el miedo, pero tras llegar, a pesar de haber sido una "toma" poco elegante, le había gustado. Entonces, tras ver las huellas preguntó: - ¿Qué porras es toda esta mugre? Le recordaba cuando había pateadas por el desierto o los wadis terrestres. Sabía que el polvo menudito era capaz de obstruir ventilaciones, refrigeraciones y estropear mecanismos ... como el de las armas, así que odiaba bastante el "polvillo".

Con todos ahora sobre el exterior de la nave solo resta la orden de James para abrir la escotilla e ingresar a su interior. ¿Qué misterios depara esa antigualla espacial?

- ¿Señor? – pregunta Hope, con la llave hidráulica lista para girar la manivela y abrir la escotilla.

Desde allí la panorámica es única en su tipo, con el gigante gaseoso a sus espaldas y las decenas de lunas surcando alrededor. Hasta la luz rojiza de la estrella local otorga un tono pocas veces contemplado por ojos humanos.

¿Ojivas nucleares? aquello desde luego no sonaba nada tranquilizador, pero desde luego aquello no parecía una guerra de nuevo por lo que esas lecturas quizá se trataran de radiación de los propios impulsores o algún otro material. Tras la maniobra los 4 se encontraban en destino, y hope había hecho los preparativos para acceder a la nave. Adelante Ordeno James a la mirada de Hope para que culminará la apertura de la exclusa.

El sonido del comunicador llevo las primeras noticias de la misión Aquí Equipo de exploración en posición. Procedemos a entrar en la nave.

Tras la orden, la primera en acceder, con el rifle en ristre fue Artemisa. A Diana no le gustaba estar en el espacio de esta manera. Además era lo habitual. Ella, la mejor armada y entrenada para el combate, tanto a distancia como C&C era la que tendría que hacer de "punta de lanza" creado una "cabeza de puente" para que el resto abordase aquella "vieja tartana" y lo hiciera con seguridad y sin problemas. Problemas que ella tendría que eliminar, al menos mientras no le ayudasen, o para que el resto no sufriera percance alguno y pudiera realizar su misión.

- Ya está bien de volar por el Mar Sin Color. Pensó mientras accedía. Incluso, aunque  se encontrase con un gigante erizado de cañones, estaría feliz porque sus pies pisasen algo sólido, consistente ... y si era posible, con una gravedad, aunque fuera artificial.

Con la orden de James se procedió a la apertura de la exclusa de aire por parte de Hope. Al abrirse la escotilla, cuyos mecanismos estaban en desuso, el aire de su interior escapó junto a un par de botas de astronauta y algunas herramientas del siglo XX. Cuando el aire de la cámara de compresión terminó por escapar entonces los cuatro pudieron ingresar.

La recamara intermedia, que conecta el espacio con la nave, estaba en buen estado pero en completa oscuridad. Hope remarcó conveniente cerrar la escotilla luego de entrar para que al abrir la otra puerta no perdieran el posible aire que hubiese en el interior de la nave.

Por suerte las linternas de sus trajes ayudaban a paliar el asunto de la oscuridad.

James asintió a Hope cuando solicitó cerrar nuevamente la exclusa exterior. Mientras la camara se presurizaba para darles acceso a la nave James hizo un escaneo de la nave en busca de formas de vida y anomalías. Una vez estuvieron preparados James dio la orden de avanzar. Bien necesitaremos reestablecer la energía si es posible para acceder al ordenador, Kendra abrirá la marcha no se separen. dijo mientras preparaba el disruptor.

Contemplé la entrada de la nave con la curiosidad de un niño. Mi quijada cayó al acercarme más a los paneles de la cámara de aire. El diseño y la tecnología era tan antigua que me sentía ajena, con el mismo interés que me había despertado la nave klingon.

-Estoy dentro -indiqué en voz alta para que todos superan que ya estaba en posición. Llevé mi mano a la cadera y tomé mi pistola phaser. Kendra y Stevenson estaban allí, pero algo en esa pequeña arma me daba seguridad extra.
 

La M.A.C.O. estaba lista para actuar. Abriría la marcha, y en esta ocasión el miedo de vagar por el espacio había desaparecido. Había algo sólido bajo sus pies, y eso le daba seguridad.

Fusil en ristre, estaba lista para empezar a avanzar.

El escáner personal de James solo arroja interferencia en sus análisis. Es posible que la radiación espacial lo haya descalibrado y necesite mantenimiento.

- Permiso, permiso. Voy a mirar este panel. Tal vez podamos extraer algo de energía o suministrar un poco nosotros desde la celda de poder de una pistola, escáner o comunicador personal. -

Hope al no encontrar energía en los sistemas de la nave decide utilizar la celda de poder de su pistola de pulso de la Flota estelar. Después de todo ella es muy mala con el arma. Su puntería es malisima.

- ¡Ahora sí! Tenemos soporte vital mínimo y podremos abrir la puerta. - anuncia con algarabía al conseguir recuperar un mínimo de sistemas, aunque la computadora central es inaccesible desde allí. Para eso deberán llegar al núcleo de la nave.