Partida Rol por web

La mente perturbada de Dn'vengar parecía corrompida por el poder de sus nuevos amigos.

Una amenaza a la federación no era nada nuevo pero el ver como desintegra a a la mujer a sangre fría era un acto tan vil como inexperado.

Kepaar se dio la vuelta mirando donde hasta hacía un momento estaba su compañera de prisión. Tan sólo unas pocas cenizas yacían en su lugar, Kepaar se agacho y las recogió cuidadosamente en una pequeña bolsa de tela.

Ya nada se puede hacer por ti... Y vosotros dijo dirigiéndose a los guardias a su lado.

Seguir su voluntad solo os conducirá a su mismo destino... La oscuridad eterna.

Dn'vengar se giró hacia Kepaar.

-Su turno llegará también, no se preocupe. Si la Federación no hace lo que pedimos, su nombre se unirá al de muchos otros que no supieron aceptar la libertad de nuestro pueblo.

Y tras decir esto, Dn'vengar  los guardias se marcharon de la celda, dejándolo solo. Innara ya no estaba allí y la vida del diplomático no parecía valer mucho.

Kepaar se sentó al fondo de la celda, no mucho más que decir nada haría cambiar de opinión a aquel fanático ávido de poder.

No temo por mi destino ni por mi nombre, veremos que hace la historia con el suyo...

Una vez Kepaar estuvo solo en la celda, observo el lugar donde antes estaba la alférez intentando pensar lo que había sucedido, sostuvo sus cenizas en sus manos y cerrando los ojos le dedicó una oración.

El tiempo pasaba en aquella prisión de una manera muy diferente a como lo hacía normalmente. Para Kepaar, podía haber transcurrido lo mismo un día que cinco, aunque suponía que su estómago sí lo habría notado de ser algo así. Estaba tumbado en el camastro de piedra, tan tranquilo como se podía estar, en la oscuridad, cuando una mano apareció sobre su boca, tapándola para evitar que hiciese ruido.

Se trataba de un hombre al que no había visto nunca y que le hizo una seña con el dedo para que se callara. Cuando Kepaar miró a su alrededor, vio que el muro de piedra tenía una abertura y la roca que lo tapaba estaba justo al lado, sostenida por una mujer. Otro hombre esperaba en el interior del túnel, mientras tanto.

-Silencio -le dijo el hombre, sin retirarle la mano de la boca.

Kepaar era un hombre de paz y gran pensador por lo que la estancia en la celda no se le hizo tan larga como pudiera ser para otro, no obstante su cuerpo lo sentía de forma diferente y el frío y la humedad hicieron mella en su frágil cuerpo.

Una mano tapo su boca y se llevo su tranquilidad, los ojos de Kepaar tardaron unos segundos en acostumbrarse a la leve luz que salía del improvisado tunel, aquello parecía un rescate, el consejero se aseguro de llevar consigo la pequeña tela con las cenizas de la teniente antes de acompañar a sus rescatadores sin mediar palabra.

Kepaar siguió a sus misteriosos "visitantes" a través del túnel. Cuando la mujer dejó caer la roca, todo quedó a oscuras hasta que el mismo hombre que le había despertado encendió un dispositivo de iluminación que le mostró todo un corredor que parecía estar excavado en la roca.

-Mi nombre es Laaanir -se presentó -. Ella es Imhan y él, Vetelian. Pasaremos por debajo de la sala de los guardias, así que no haga ningún ruido.

Keepar asintió, sin duda no hacía falta que se presentará pues sabían bien quien era ya que le habían ido a buscar. El consejero se fijo en sus rescatadores intentando averiguar quienes eran y porque se arriesgaban a sacarlo de prisión.

Gracias, ¿quienes sois?

Dijo en un susurro sin añadir más, mientras seguía el camino que le marcaban sus rescatadores, aquel agujero era precario pero sin duda más que suficiente para su cometido.

-No hay tiempo para eso ahora. Solo síguenos en silencio, Federal, o te dejaremos en el mismo lugar en el que te encontramos -te dice Laaanir.

Acto seguido, se pone delante del grupo. Tras él va Vetelian, después tú y al final la mujer, Imhan. Todos avanzáis cuidadosamente por un túnel que tiene todo el aspecto de haber sido construido cientos de años atrás. En un momento determinado, Laaanir levanta una mano para avisaros y señala hacia arriba. 

Al mirar, se ve una especie de rejilla metálica y varias sombras moviéndose. Debe ser la sala de los guardias.

Laaanir os avisa. Cruzaréis de uno en uno.

Kepaar asintió, estaba claro que no era la primera vez que aquellos hombres sacaban a alguien por aquel tunel. Mientras guardaba silencio pudo ver algún hilo de luz que se colaba de la sala superior, una luz que se entrecortaba por la presencia de alguno de lo guardias al que casi podían escuchar respirar.

Kepaar se dispuso a pasar con el mayor cuidado que pudo, pero uno de sus pies pareció mover más de la cuenta una de las piedras del camino.

Kepaar no era un hombre de acción y eso se notó en cuanto movió el primer pie. El suelo, irregular, lleno de piedras sueltas, no era la mejor superficie para que el diplomático se moviese y no tardó en resbalar y caer al suelo, provocando un ruido que alertó a los guardias de arriba.

-¡Qué ha sido eso! -exclamó uno, poniéndose en pie con el arma a punto.

Abajo, todos enmudecieron, aunque Laaanir tuvo tiempo de echarle una mirada llena de reproche a Kepaar.

Tras unos segundos que parecieron interminables, los guardias volvieron a sentarse y Laaanir indicó que siguieran adelante.

Keepar se detuvo por un instante al escuchar el sonido y el movimiento de arriba, tras unos segundos de calma en la que los rescatadores casi atraviesan con la mirada al consejero todo pareció calmarse nuevamente.

Era mejor que tuvieran cuidado pues los soldados no pasarían por alto cualquier otro ruido por muy natural que pareciera, las ropas de Kepaar no ayudaban lo más mínimo, se recogió la túnica como pudo dando un nuevo paso al frente pero su deficiente calzado y su larga túnica volvieron a mover una piedra en un tunel que amenazaba con caerse a pedazos.

El diplomático volvió a tropezar y esta vez, no pudieron evitar que los guardias mirasen hacia abajo. 

-¡Mierda! -exclamó Vetelian, asomándose hacia la rejilla y disparando.

Cogidos por sorpresa, Vetelian disparó su arma, impactando en el pecho de uno de ellos, mientras Laaanir hacia lo mismo con el otro.

-¡Vamos, salgamos de aquí! -gritó Laaanir, mirando con odio a Kepaar -. Como maten a uno de los míos por su culpa yo mismo le dispararé.

Mientras el pequeño grupo corría y avanzaba como podía a lo largo del túnel, todos podían oír voces a lo lejos, que no podía ser otra cosa que el resto de los guardias decidiendo lo que debían hacer para encontrarlos. Por fortuna, para cuando oyeron el primer paso en las rocas, ellos estaban ya lo suficientemente lejos.

Laaanir llegó al principio del túnel, un desagüe abandonado, y salió de él, mirando a su alrededor para asegurarse de que no había nadie. Cuando todos hubieron salido, se encaró con Kepaar.

-¿Quién es usted? Nos han dicho que debíamos rescatarlo pero no nos han explicado por qué. ¿Por qué es tan importante como para jugarnos la vida?

El silencio dio paso a los gritos y los disparos, ya no había vuelta atrás y la situación se precipitó rápidamente. Kepaar siguió los pasos de sus rescatadores como pudo, mientras escuchaba los gritos de los guardias al fondo. La situación se había complicado mucho más de lo esperado debido a su torpeza.

Tras avanzar por el tunel llegaron al fin a lo que parecía ser un desagüe cuando el cabecilla le increpó.

Kepaar le miró directamente a los ojos.

Mi nombre es Kepaar Landor, soy consejero de la nueva alianza. Mi vida no vale más que la de ninguno de sus hombres, ya han hecho más de lo necesario por mi y se lo agradezco pero no quiero que nadie se sacrifique por mi pues no lo merezco... váyanse y pónganse a salvo.

Laaanir miró a Kepaar, enfadado por muchos motivos. Por una parte, la aparente modestia de aquel hombre. Por otro, la necesidad imperiosa de arriesgarse para sacarlo de la prisión. No le gustaba nada todo aquello.

-¿Después de lo que nos ha costado sacarlo? Ni lo sueñe. Lo llevaremos con nosotros y que decida Eaalin. Después de todo, fue él quien nos pidió que rescatáramos a los prisioneros de la Federación, aunque yo personalmente, no sé por qué. Así que vamos.

Los cuatro continuaron caminando, esta vez a la intemperie, siempre en silencio y por mitad del campo, hasta que a lo lejos, distinguieron por fin una ciudad. Al ver que Kepaar la miraba, sonrió.

-No la mire tanto, federal. No entraremos en ella. No podríamos conseguirlo. Nuestro refugio es mucho menos fascinante pero también, más seguro.

Tras una hora de caminata, llegaron a lo que parecía ser una zona rocosa y, en una de las formaciones, una gruta o cueva. La zona parecía abandonada, pero aún así, Laaanir se detuvo y les ordenó a todos que se quedasen muy quietos y en silencio.

Pasaron unos pocos minutos, y cuando Laaanir pareció convencido de que no había peligro, les indicó que le siguieran. Lentamente, llegaron hasta la cueva. Se trataba de una formación más o menos clásica, que no llamaba la atención especialmente, y estaba a oscuras.

Pero eso no iba a quedarse así.

Laaanir sacó un pequeño dispositivo y lo pulsó dos veces de forma instantánea y otras dos de manera larga, y a los pocos segundos, apareció una trampilla en el suelo y unas escaleras.

-Abajo -le dijo Laaanir a Kepaar.

Kepaar siguió a sus rescatadores o a sus nuevos captores quien podía saber sus intenciones, pasaron por las afueras de una ciudad para volverse a adentrar en un nuevo túnel.

Laaanir parecía ser la cabecilla del grupo, sin duda toda precaución era poca, después de tanto rato Kepaar no sabía donde estaba si es que alguna vez lo supo.

Eaalin era un nombre desconocido para Kepaar.

El grupo descendió hasta lo que parecían ser túneles excavados artificialmente, y que por el olor, bien podían estar siendo utilizados como conductos de desagüe. Caminaron durante un buen rato hasta que finalmente, llegaron hasta una puerta de metal. Laaanir dio dos golpes largos y dos cortos, y entonces la puerta se abrió. Una mujer estaba al otro lado.

-Habéis tardado -comentó.

-Nuestro amigo ha estado a punto de meternos en un lío -dijo escuetamente Laanir. Después, todos fueron pasando uno a uno.

Cuando todos lo hubieron hecho, la mujer cerró la puerta detrás de ellos.

-Espera aquí -le ordenó Laaanir a Kepaar, mientras él se dirigía hacia el fondo de la sala, que torcía hacia la derecha. Todos los demás, se sentaron en el suelo, cansados, y la mujer que les había abierto la puerta miró a Kepaar con curiosidad.

-Soy Nieema. Bievenido a la resistencia de Kointinar -se presentó, mostrándose sorprendentemente amable.