Partida Rol por web

Nuevamente la tensión entre la tripulación era palpable en el ambiente nada más entrar. Aun asi Landor se esforzo por hacerlo pasar a un segundo plano, hablando el primero.

Doctora, ¿en que puedo ayudarle?

Lena, que se encontraba cerca del romulano, parecía estar esperando alguna contestación por el comunicador cuando Landor y Shev se presentaron en la enfermería, al ver al andoriano la doctora arrugó levemente el ceño, no entendía por qué se había personado allí cuando sólo había requerido la presencia del embajador.

- Señor Landor, como le he dicho por el comunicador quiero realizar un informe psicológico sobre el teniente y sus habilidades me pueden venir muy bien para completar un análisis previo que he ido realizando- le dijo a Keepar suavizando el gesto, la doctora era una mujer amable y educada por naturaleza que solía mostrarse ante los demás como una persona serena y segura de sí misma.

Tras aquello su mirada se movió hacia Shev, no le gustó que viniera acompañando al bajoriano pero su rostro no reflejó enfado, se mantuvo en actitud profesional y con tono neutro se dirigió al comandante.

- Señor th´Shon ¿puedo hacer algo por usted?

Al entrar en Enfermería, Shev dejó recorrer su mirada toda la sala, focalizando por fin sus ojos en la figura del teniente Vrako tumbado en une de las camas. Sin despegar la mirada de él, contestó la pregunta de la Doctora:

“Me he enterado de que el señor Vrako ha sido trasladado aquí con la justificación que tiene heridas mortales. Quiero verlas, y quiero saber cómo se produjeron estas heridas.”

Aunque las palabras fueron objetivas, el tono fue glacial, apto para hacer bajar la temperatura del ambiente de Enfermería.

“Me he enterado de que el señor Vrako ha sido trasladado aquí con la justificación que tiene heridas mortales. Quiero verlas, y quiero saber cómo se produjeron estas heridas.”

Las palabras del andoriano junto con su actitud claramente agresiva, hicieron que la vena malvada de Lena se despertase y su cabeza comenzase a ponerse en ebullición... cuando eso ocurría era común que a la doctora se le terminase de soltar su afilada lengua junto con su sentido del humor más irónico... todo ello encaminado para hacer pupa... pero con estilo, que a eso era difícil ganarle.

Por tanto, Lena lejos de mostrar enfado o torcer el gesto, su rostro reaccionó moviendo con suavidad una de sus cejas al tiempo que sus labios medio exhibían una ligera sonrisa.

- No sabía que estuviese usted tan interesado en el teniente Vrako, comandante... es un gruñón empedernido y un rebelde sin causa pero parece ser que tiene su encanto, de lo que no hay duda es que no deja indiferente a nadie, aunque jamás hubiese pensado que pudiera ser capaz de causar tanta impresión a un andoriano como usted- se encogió de hombros- cosas más raras he visto... pero si lo desea acérquese- le indicó con amabilidad exhibiendo su sonrisa y su porte profesional que tanto la caracterizaba, el pecho del romulano estaba descubierto, a pesar de que no exhibía heridas superficies un gran moratón se extendía sobre las costillas y parte del pecho, síntoma de un severo derrame- el daño que venía arrastrando el teniente, en las costollas derivó en una inflamación pleural producida por ausencia de reposo y un nuevo golpe en la zona dañada, este golpe se produjo debido a una alteración nerviosa después de que fuera arrastrado por usted, literalmente... fuera de la enfermería... no se que rollo habrá entre ustedes pero está claro que está afectando a ambos y de momento la peor parte la lleva nuestro oficial de seguridad puesto que tenido que proceder a disminuir la inflamación del tejido osteocítico para evitar males mayores... puede verlo aquí- le mostró el escaner y los resultados de la operación que acaba de realizar- para evitar una nueva recaida necesita reposo absoluto y prefiero tenerlo vigilado y monotorizado en todo momento... le aseguro que no va a moverse de donde está.

Kepaar empezaba a estar cansado del clima en la nave desde que había llegado, comenzaba a pensar en que estaba mejor en el planeta que abordo de una nave que sin duda no podría afrontar los problemas con la disciplina necesaria llegado el caso.

Desde luego doctora, si puedo ser de utilidad estaré encantado de ayudarla. Señor Shev th'Shon, desconozco lo sucedido y probablemente no sea de mi incunvencia, pero si es una evaluación psicológica lo que hay que hacer al teniente le agradecería que lo dejará estar, pues visto sus estados animicos actuales sin duda cualquier intervención solo hará crear más crispación y eso podría alterar el exámen psicológico.

La alferez pareció relajarse y con ellas mis palabras, contándola lo ocurrido en las lanzaderas donde murieron conocidos suyos y como el comandante la cagó por todos lados, desoyendo mis consejos, burlandose de mí e incluso mofándose de los caídos en el puente con su arrogante actitud. - Pero claro... el malo y el prisionero el único que tiene huevos a decir la verdad y hacerle frente al cabeza de chorlito. - Estaba tan centrado y tenso con aquello que ni me di cuenta de la llegada de la doctora y Perkins a mi cama, asi como la inexperada visita que tuvimos en la enfermería.

Las palabras de la doctora Connor respecto a lo que había hecho atraer a aquel hombre a la enfermería no me gustaron nada. - Oh... vamos!¿No tuve bastante con el mestizo que ahora me quieren colocar a un bajorano de verdad? - Mis ojos se clavaron inquisitivos en Connor. - ¿Un examen psicológico? ¿A mí? - De pronto me sentí mal, decepcionado era la palabra exacta. Creí que al menos ella y Perkins creían mínimamente en mí y me encontraba con aquello... pero no fue lo único. El azul entró en la enfermería.

Mis ojos, cargados de furia y rabia contenida hacia él, se centraron en aquel andoriano. Le despreciaba por todo lo que era y lo que representaba, ocultándose en el rango de comandante de la Enterprise. No era más que un cobarde y un asesino, que trataba de manipular todo a su antojo y sin duda yo era el perfecto culpable para todos sus crímenes. Ser yo quien estuviese custodiado por aquellos dos guardias y que se me llamase prisionero, destrozando mi reputación y honor con aquello, era suficiente prueba para mí de lo que estaba haciendo conmigo y de su juego sucio.

Escucharle hablar aceleró mi corazón. Bajo aquellas palabras se ocultaban el odio y la rabia que sabía que me tenía. Apreté mis puños con fuerza, lamentándome encontrarme en ese estado y no poder romperle la cara como quise hacer en el puente de mando. Era increíble hasta donde llegaba el cinismo y la hipocresía de aquel sujeto. Y entonces la doctora Connor le invitó a acercase a mi lado. Mi respiración se agitó con violencia, mientras que mi corazón palpitaba con más intensidad. Me dolía el costado a causa de ello, pero no cesaba de mirarle con aquella ira y deseaba que se acercase lo suficiente, como para poder darle una patada en la cara...

Pero eso complicaría más mi situación y era lo que la doctora quería evitar. O al menos eso me dijo, antes de saber que quería hacerme un perfil psicológico usando a un bajorano para ello. Empezaba a no saber en que creer, pero si sabía una cosa. Quería a aquel tipo lejos de mí, ya y que Connor le dijese que estaba mejor... me hizo emular una sonrisa de medio lado.

- Señor Perkins. - Dije tratando de mantenerme tranquilo. - Verá... de pronto he sentido un olor a... mierda recién expulsada... ha sido en ese momento en el cual la doctora Connor ha dicho que me pondré bien y ha dejado claro que por ahora no me voy a morir... y me estoy mareando con el olor... y me están entrando ganas de vomitar. Supongo que en mi estado, el esfuerzo de vomitar sería algo... doloroso y peligroso... ¿Podría trasladarme a otro lado de la enfermería? Quizás allí, junto a la alferez...

»Los dos guardias que me escoltan saldrán ganando... No les llegará esta peste y por otro lado, disfrutaran de la belleza natural de la joven más de cerca. - Hablaba a Perkins sin mirar a nadie más. - Claro que si no es posible, podría traer una de esas cosas... ¿cómo las llaman? ¡Ah! ¡Sí! Un ambientador y ponerlo o usarlo por este lado. - Señale la zona que ocupaba Shev en aquel momento.- Que es donde viene el olor más fuerte.

Luego miré a la doctora, para clavar mis ojos en el comandante. - Señor th'Shon, ya ha visto como me encuentro. - Le dije cargado de cinismo. - Por su visita de... cortesía le informaré de que he puesto una queja formal contra usted y la he enviado al Alto Mando de la Flota Estelar, para que investiguen su caso. Sería de agradecer por su parte que dejase de visitarme o de perseguirme a partir de ahora, o me veré en la obligación de añadir un anexo a dicho informe donde expondré bien claro su acoso hacia mí persona.

Por dentro era un volcan a punto de estallar, pero debía mostrarme tan cínico o más que él. Sabía que no engañaría al bajorano y no era mi intención hacerlo tampoco. Los vulcanos reprimian sus emociones, los romulanos nos alimentábamos de ellas para continuar luchando. Buenas o malas, estaban ahí y eran las que generaban aquella pasión que nos caracterizaba. - Si no les importa, me gustaría descansar un poco. Estas visitas tan inexperadas y tantas emociones a flor de piel... me hacen cansarme enseguida. - El cinismo seguía vivo en mí, pero la verdad era que necesitaba calmarme un poco. El corazón seguía latiendo con fuerza, golpeando por dentro la zona afectada y mi respiración permanecía agitada, doliéndome cada vez que respiraba y esos movimientos, no los podía parar.

La entrada de Shev en la enfermería le hizo presagiar a Perkins lo peor. Sabía de todo el enfrentamiento entre él y el señor Vrako, así que si bien estaba claro que no se iba a abalanzar eluno sobre el otro, no tenía tan claro cómo se comportarían. Eso sí, la doctora fue bastante rápida. 

Liam suspiró, aliviado... hasta que Vrako habló.

[...] ¿Podría trasladarme a otro lado de la enfermería? Quizás allí, junto a la alferez [...]

-Eeeeh, creo que puedo hacer algo mejor, que eso, señor Vrako -le respondió, acercándose rápidamente a él y pulsando varios botones de la terminal de la biocama sin perder tiempo.

 Claro que si no es posible, podría traer una de esas cosas... ¿cómo las llaman? ¡Ah! ¡Sí! Un ambientador y ponerlo o usarlo por este lado. Que es donde viene el olor más fuerte.

Perkins cerró los ojos.

Vaya. Demasiado tarde.

Si no les importa, me gustaría descansar un poco. Estas visitas tan inexperadas y tantas emociones a flor de piel... me hacen cansarme enseguida.

-Señor Vrako. Le voy a llevar a una zona solo para usted. La zona de cuarentena. Creo que será lo más adecuado para aislarlo de... sus problemas olfativos. Señores, me llevo al Teniente a la zona de aislamiento. Está aquí al lado. -le dijo a los guardias, empujando la biocama hacia un extremo de la enfermería, en donde se localizaba la cámara de cuarentena y mirando de reojo a Shev y Lena. Una vez llegó a la cámara, abrió la compuerta y metió al romulano empujando la biocama.

-De verdad, señor Vrako, que es usted increíble -le dijo en voz baja, sin poder reprimir una sonrisa -. Ya podía haberme dado más tiempo, pero en fin. Aquí estará usted tranquilo. 

Perkins resopló. Entre el romulano y el andoriano, la tensión acumulada era mayor que la que se había formado en la estación, seguro. 

-De todas maneras, en mi humilde opinión como médico, es usted como un grano en el culo, si me permite que se lo diga -le comentó antes de retirarse. Pero justo al abrir la puerta, le echó un último vistazo y añadió una pequeña coletilla, guiñándole un ojo -. Claro que hay otros que tampoco se quedan cortos.

Shev suspiró, escuchando con cierto cansancio la explicación de la doctora. "...el daño que venía arrastrando el teniente, en las costillas derivó en una inflamación pleural producida por ausencia de reposo y un nuevo golpe en la zona dañada, este golpe se produjo debido a una alteración nerviosa…."

“En resumen, doctora, el señor Vrako se ha infligido a sí mismo el estado que lo ha traído aquí. La auto-mutilación. Comprenderá que me pregunto por qué el señor Vrako tenía tanto afán de poder estar aquí.”

Shev miró cuidadosamente la documentación que la doctora le mostró, y inspeccionó, a distancia, las heridas del teniente, y aunque sus conocimientos médicos no superaban lo básico, le parecía poco probable que la doctora le mintiera tan descaradamente sobre el estado de Vrako. O tal vez de momento prefería creer que fuera poco probable.

“Gracias por el diagnóstico, doctora. Sí, no soy indiferente a las calidades del señor Vrako… si sólo las mostrara.”

A la intención del último, dijo: “Alabo su decisión de redactar informes. De hecho, no veo qué mejor utilidad podría tener. Y estando ocupado con redactar informes al menos no disemina la discordia entre los tripulantes de la nave. Entonces, siga, señor Vrako. Escriba al Alto Mando, por favor, y déjenos hacer nuestro trabajo.”

Cuando de pronto Perkins trasladó a Vrako a la zona de aislamiento, Shev tuvo un movimiento de cabeza asentimiento. Dijo a la doctora sin alterarse, pero con una voz tan fría como el corazón del invierno: “Es allí donde debe estar, lejos de los demás pacientes. No quiero que hable con nadie, ¿me entiende, doctora? Es una orden.”

Hizo una pausa breve para bien subrayar lo dicho antes de continuar: “Usted se habrá enterado de que hay un traidor y saboteador a bordo que acabó de dañarnos los motores. Ya hemos perdidos segundos preciosos y estamos por saltar hacia una batalla estallar. Lo último que necesitamos ahora es un tripulante quien nos hace perder el foco a todos. Y repito que me hago preguntas sobre el hecho de que el teniente tanto quería estar aquí con usted en Enfermería.” Bajó un poco la voz … y de pronto puso unos ojos distantes en Connor. De la distancia emanaba una tristeza indecible: “Procure comportarse de manera que mis preguntas no hallen respuestas que no quiero tener. Prefiero creer en su lealtad, doctora. No me defraude.”

Luego Shev ordenó a las guardias de asegurar que el teniente Vrako quedara en la zona de aislamiento, y de vigilar que nadie salvo la doctora o las enfermeras tuvieran acceso a él. “Repito: absolutamente nadie. Esto incluye también al señor Perkins una vez que haya salido ahora de la zona. Y al Consejero Landor una vez que haya efectuado el examen psicológico. Si notan algo que sale fuera de lo normal, avísenme al instante. Si el señor Vrako sale sólo un milímetro de la zona de aislamiento, por cualquier razón, impídenlo y igual avísenme. La doctora también puede tratarlo en esta zona. Gracias. Si hacen correctamente este trabajo, señores, les escribiré una carta de recomendación y la haré también firmar por la capitana para que les aumenten el sueldo. En estos tiempos necesitamos a gente en la que podamos confiar ciegamente. Los necesitamos más que el aire que respiramos.”

Por fin, pareció indeciso, dejando la flotar la mirada por Enfermería sin ponerla en ninguna parte. Tras un minuto así, de ensimismamiento, su mirada terminó por concentrarse de nuevo en la Doctora. “Si otra vez el señor Vrako da señales de infligirse daños a sí mismo, anestesíanlo al instante. Si, según el examen psicológico, hay el riesgo que otra vez se inflige daños, anestesíanlo igual. Doctora, no demandaré un segundo aviso médico. Si usted me dice que el señor Vrako no podría estar cuidado por una enfermera en sus cuartos, y absolutamente necesita estar aquí, quiero creerle a usted, doctora. Lo quiero. Como quiero creer que usted cuida del bienestar de esta nave y lucha con nosotros, no contra nosotros.”

Otra vez, la tristeza envenenando el invierno de la voz y unos ojos revelando profundidades de hojas caídas y tierras desiertas.

Y Shev se giró sobre sus talones y salió rápidamente de Enfermería.

Connor solía ser una persona muy tranquila, reflexiva y ante todo una profesional que amaba su trabajo, por aquel motivo las palabras y la actitud del comandante supusieron un auténtico insulto hacia su persona, pues acababa de poner en duda su capacidad como doctora en jefe de la Enterprise, así como su lealtad y no sólo eso sino que la anulaba como oficial de la Flota, imponiendo órdenes absurdas basadas en su animadversión personal hacia un oficial de la Enterprise, o al menos era eso lo que andoriano había pretendido con aquel ataque, puesto que la doctora no iba a permitir que la ninguneara y se saliese de la enfermería dejándola con la palabra en la boca.

- Señor comandante- repitió comandante de manera exagerada puesto que era al cargo a lo que se estaba aferrando el andoriano para imponer su voluntad- no le he dado permiso para que se vaya. No voy a acatar ninguna de sus órdenes principalmente porque acaba de desacreditarse para hacerlo- el oficial médico tenía la potestad para decidir cuando otro oficial superior, incluido el capitán estaban capacitados para cumplir su función y cuando no, por razones tanto físicas como psicológicas.

“En resumen, doctora, el señor Vrako se ha infligido a sí mismo el estado que lo ha traído aquí. La auto-mutilación. Comprenderá que me pregunto por qué el señor Vrako tenía tanto afán de poder estar aquí.”

- El señor Vrako se ha inflingido daño por culpa suya, las órdenes del médico en jefe de la Ebterprise... osea yo, fueron que al despertar se presentara en enfermería, al hacerlo usted se lo llevó a rastras de aquí lo que generó un empeoramiento de su comportamiento que derivó en autolesión, no para acudir a enfermería sino para liberar tensión. De hecho el teniente se había encerrado previamente en su cabina ordenando al ordenador que no pasara nadie, lo que descarta que se lesionara para poder estar aquí.

“Gracias por el diagnóstico, doctora. Sí, no soy indiferente a las calidades del señor Vrako… si sólo las mostrara.”

A la intención del último, dijo: “Alabo su decisión de redactar informes. De hecho, no veo qué mejor utilidad podría tener. Y estando ocupado con redactar informes al menos no disemina la discordia entre los tripulantes de la nave. Entonces, siga, señor Vrako. Escriba al Alto Mando, por favor, y déjenos hacer nuestro trabajo.”

Cuando de pronto Perkins trasladó a Vrako a la zona de aislamiento, Shev tuvo un movimiento de cabeza asentimiento. Dijo a la doctora sin alterarse, pero con una voz tan fría como el corazón del invierno: “Es allí donde debe estar, lejos de los demás pacientes. No quiero que hable con nadie, ¿me entiende, doctora? Es una orden.”

Hizo una pausa breve para bien subrayar lo dicho antes de continuar: “Usted se habrá enterado de que hay un traidor y saboteador a bordo que acabó de dañarnos los motores. Ya hemos perdidos segundos preciosos y estamos por saltar hacia una batalla estallar. Lo último que necesitamos ahora es un tripulante quien nos hace perder el foco a todos. Y repito que me hago preguntas sobre el hecho de que el teniente tanto quería estar aquí con usted en Enfermería.” Bajó un poco la voz … y de pronto puso unos ojos distantes en Connor. De la distancia emanaba una tristeza indecible: “Procure comportarse de manera que mis preguntas no hallen respuestas que no quiero tener. Prefiero creer en su lealtad, doctora. No me defraude.”

- El señor Vrako, como oficial en jefe de seguridad de esta nave, no puede mostrar sus capacidades para ayudar a desenmascarar al espia si está custodiado y es tratado como un prisionero en su propia nave. Si lo que usted no quiere es perder el tiempo ¿por qué se ha presentado en enfermería sin ser llamado? ¿le parece poco tener a dos o cuatro hombres custodiando a un herido que no está capacitado para moverse, y de paso dudar de mi diagnóstico y mis decisiones como doctora? Usted aquí no ha venido a cumplir su función como comandante, ha venido a increpar al teniente y empeorar su situación por rencillas personales. Yo tengo muy claras mis lealtades y dudar sobre mi significa un insulto hacia mi persona que va más allá del ámbito profesional, cosa que no le voy a tolerar a nadie- que su capacidad como doctora y su lealtad tanto hacia su capitana como hacia la Federación y la Enterprise... fuese puesto en entredicho por aquel hombre fue sin duda lo que más la enfureció.

“Repito: absolutamente nadie. Esto incluye también al señor Perkins una vez que haya salido ahora de la zona. Y al Consejero Landor una vez que haya efectuado el examen psicológico. Si notan algo que sale fuera de lo normal, avísenme al instante. Si el señor Vrako sale sólo un milímetro de la zona de aislamiento, por cualquier razón, impídenlo y igual avísenme. La doctora también puede tratarlo en esta zona. Gracias. Si hacen correctamente este trabajo, señores, les escribiré una carta de recomendación y la haré también firmar por la capitana para que les aumenten el sueldo. En estos tiempos necesitamos a gente en la que podamos confiar ciegamente. Los necesitamos más que el aire que respiramos.”

Por fin, pareció indeciso, dejando la flotar la mirada por Enfermería sin ponerla en ninguna parte. Tras un minuto así, de ensimismamiento, su mirada terminó por concentrarse de nuevo en la Doctora. “Si otra vez el señor Vrako da señales de infligirse daños a sí mismo, anestesíanlo al instante. Si, según el examen psicológico, hay el riesgo que otra vez se inflige daños, anestesíanlo igual. Doctora, no demandaré un segundo aviso médico. Si usted me dice que el señor Vrako no podría estar cuidado por una enfermera en sus cuartos, y absolutamente necesita estar aquí, quiero creerle a usted, doctora. Lo quiero. Como quiero creer que usted cuida del bienestar de esta nave y lucha con nosotros, no contra nosotros.”

-Teniendo en cuenta su animadversión hacia el teniente, el estado de mi paciente y la extralimitación de sus poderes como comandante, puede ahorrarse la carta de recomendación y sus demandas así como le informo que no voy acatar más órdenes que las que mi juicio como profesional que vela por todos los tripulantes de esta nave lo estime oportuno, como médico en jefe que soy, y ahora si puede usted retirarse.

Perkins había asistido al enfrentamiento entre la doctora y el andoriano. Que en la enfermería mandaba el oficial médico en jefe era algo que todo el mundo sabía, pero que si además pisoteabas a los pacientes el doctor de turno saltaría a tu garganta sin compasión, era poco menos que un mandamiento sagrado.

¡Hasta el Comandante tenía que haberse dado cuenta de ello!

Perkins inclinó la cabeza y casi sintió lástima por el andoriano, pero el señor Vrako, era lo primero en ese momento y cualquier otro asunto tendría que esperar a que estuviese fuera de allí y de su control.

-Bueno, señor Vrako. Parece que pasó el momento estrella. ¿Qué tal si volvemos y hablamos con el señor Kepaar? Lo hemos llamado para que pueda dar su opinión -y antes de empujar la biocama le señaló con el dedo índice -. Pórtese bien. El pobre hombre todavía no lo conoce.

Cuando devolvió la camilla a su lugar, saludó a Kepaar con un asentimiento de cabeza. 

-Doctora, señor Kepaar, ahora que está todo más tranquilo, aquí tienen al señor Vrako. ¿Le importa si me tomo un descanso, doctora?

Tras la desagradable intervención del andoriano, Lena se lo quedó mirando hasta que abandonó enfermería, una vez que las puertas de la misma se cerraron se volvió hacia los seguratas con una sonrisa y un ladeo de cabeza.

- Caballeros, si son tan amables les ruego que salgan a la puerta, su deber es evitar que el teniente Vrako abandone la enfermería sin permiso y el mio que recupere la salud. Por tanto es mucho mejor para todos que la enfermería esté en calma, les aseguro que nadie va a salir sin autorización. Por favor- les indicó la puerta con un gracil movimiento de su diestra.

A continuación llamó a Perkins con la misma tranquilidad manteniendo sus manos sobre su regazo y su habitual sonrisa dibujada en sus labios, mostrando tanta calma como seguridad en sí misma.

- Señor Perkins, traiga al señor Vrako, me gustaría comenzar con el informe psicológico cuanto antes para que el teniente pueda descansar- se giró hacia el consejero- lamento que haya visto este pequeño malentendido en una nave de la Flota Estelar- se disculpó ante el bajoriano- si le he hecho llamar es para que me ayude a solucionar lo que empezó como un problema disciplinario, voy a redactar un informe sobre lo que provocó el incidente y creo que su opinión como consejero sería de gran utilidad.

-Doctora, señor Kepaar, ahora que está todo más tranquilo, aquí tienen al señor Vrako. ¿Le importa si me tomo un descanso, doctora?

- Por supuesto que no, señor Perkins- le sonrió abiertamente a su ayudante- ya me hago cargo de todo

- Tenía mucho que decir y poco tiempo. - Le respondí a Perkins una vez nos encontramos a solas en la sala de cuarentena. - Sabía que me sacaría de allí, pero jamás pensé que tardaría tan poco. Podría haberme dejado, me hubiese gustado disfrutar de la réplica del comandante y ver como se ponía la soga al cuello el solo. - Hubiese sonreído en aquel momento, si los romulanos lo hiciésemos por costumbre, pero no era algo natural en nuestra raza. - Eran suficientes testigos para afianzar una demanda por acoso y el bajorano... la mejor baza para ver hasta que punto esta ofuscado y obsesionado conmigo.

»Eso sí, he disfrutado viendo como su mirada temblaba al decirme que siguiese escribiendo informes a la Flota Estelar. ¿Sabe? Creo que, efectivamente, soy un grano en el culo. Su grano en el culo y no sabe como deshacerse de mí. - Le dije a Perkins aprovechando sus propias palabras. - Y por supuesto que me lo puede decir. Se lo ha ganado, al igual que... ¿mi simpatía? Creo que es así como lo dicen...

Observé desde la cama como Perkins regresaba con los demás. No me hacía gracia quedarme allí aislado. Una cosa era que yo me lo impusiera y otra que me obligasen los demás. La pena era que no oía a los demás hablar, pero leer los gestos humanos era sencillo. Eran los más expresivos de todas las razas conocidas y podía leer en los gestos de los dos doctores, el desacuerdo con lo que estuviese diciendo el andoriano. - Le quiero encerrado, encadenado a la cama, con 200 kilos de peso en cada pierna para que no pueda andar y a dos guardias a su lado las veinticuatro horas, junto con otros dos en la puerta de la enfermería. - Comencé a burlarme imitando la voz del andoriano o más bien alterando la mía, porque la suya me daba tanto asco que prefería no recordarla. - Y si se mueve, si se baja de la cama, quiero que disparen a matar... es un indisciplinado y tiene que dar ejemplo. - Me burlé hasta que le vi girarse para irse. ¿De verdad iba a dejar a Lena con la palabra en la boca? Este no sabía lo que hacía.

- Y allí va mi leona. - Pensé al verla avanzar con seguridad y determinación hacia el comandante... y entonces les perdí de vista. - Genial... se acabó la diversión. - Me recosté en la cama y cerré los ojos. Al menos dormiría hasta que alguien se acordase de que estaba allí metido...

... y enseguida regresó Perkins a buscarme. - ¿Ya? - Le pregunté al verle entrar y entonces escuché sus palabras. - La verdad es que no me apetece hablar delante del bajorano... Perkins... no soy un vulcano, no se ocultar mis emociones como la parte más primitiva de mi raza... Descubrirá lo que siento por Lena y... - Le confesé con temor en mi voz y mis palabras. Podía llegar a ser un gran mentiroso y sabía persuadir y salirme con la mía, pero era incapaz de ocultar lo que sentía por aquella mujer... sobre todo si ella me mostraba el más mínimo gesto, una caricia, un roce, una sonrisa o una mirada cómplice... eran algunas cosas por las que mi corazón y mis sentimientos se desbocarían...

Perkins no me dejó terminar la frase, cuando ya me estaba sacando por la puerta y llevando de nuevo junto a la doctora Connor y a Kepaar. Miré al consejero durante unos instantes, serio, con el ceño fruncido y entornando mis ojos. - ¿Nos conocemos? - Le pregunté entonces al bajorano. - Creo que le he visto antes pero no recuerdo donde y no me refiero a hace unos minutos en este mismo lugar¹. - No bromeaba. Era algo anormal en mi raza hacer cualquier tipo de broma, aunque siempre había excepciones.

En ese momento Perkins solicitó tomarse un descanso y Connor se lo concedió. De pronto tuve la sensación de sentirme completamente solo en medio de una encerrona, dentro de una situación sin sentido alguno. Y es que me costaba creer que por enfrentarme a un mando y decirle lo que era a la cara, acabase siendo tratado de aquella manera. Negué con la cabeza. - De prisionero a loco... ¿qué será lo próximo?

- Con todos mis respetos, doctora Connor. - Lo mejor era tirar para adelante y tratar de hacerme con el control de la situación. - ¿Cree que este es el mejor momento para hacer esto? - Me mantuve todo lo frío que era capaz, alentando a mi cabeza con los recuerdos de aquel malnacido que acababa de estar allí, seguramente tratando de hundirme más en "su mierda". Tenía ganas de saber que había pasado y como es que se había marchado tan pronto, pero me urgía más poner fin a aquella incómoda situación.

- La visita del... comandante. - Dije cargado de rabia contenida al referirme a él. - No me ha hecho nada bien. Acaban de hacerme la cosa esa... para bajarme la inflamación y le aseguro que después de alterarme de aquella manera, todo me duele bastante más... - Era lo único que podía decir y hacer para evitar todo aquello, al menos en aquel momento. - ¿De verdad que me están tomando por un loco o piensan que soy tan cruel y retorcido...? - Sí, la verdad era que mi raza podía ser tan retorcida y traicionera que acabarían vendiéndose unos a otros con tal de sacar un beneficio propio. - Todos tenemos un precio. - Y el mío estaba fijado de antemano, aunque jamás pensé que todo pudiese cambiar y dar un giro de 180º tras las primeras horas de vuelo en la U.S.S. Enterprise.

Miré hacia un lado, sintiendo que mi corazón se desbocaba de golpe, notando esa calidez y el rebrotar de aquellas emociones dentro de mí. Volví a pensar en el maldito azul, sepultando aquellos hermosos sentimientos bajo un manto de rabia y rencor. No debía permitir que el bajorano ni nadie, fuese capaz de descifrar aquello. No al menos hasta que yo mismo supiese lo que era.

- Me gustaría descansar. - Les comuniqué a ambos, mirando directamente al consejero. No necesitaba ver el rostro de Connor, sabía perfectamente como me estaba mirando en aquel momento. Fría e inquisitiva, dispuesta a replicarme y a hacerme pasar por todo aquello que quería evitar a toda costa. Estaba en su terreno, en sus dominios. Aquí ella era la matriarca y no iba a escaparme tan fácilmente de aquello que tenían planeado para mí. Estaba seguro de ello.

Con el beneplácito de la doctora, Liam decidió que se había ganado un descanso, después de tanto ajetreo en la enfermería, que por momentos parecía más activo que el puente o la sala de ingeniería, "los corazones de la nave", como solían llamarlos en la Flota.

El señor Vrako también se había ganado mis simpatías pero la doctora sabía manejarlo mejor que él, de eso no le cabía ninguna duda. 

Cuando estaba a punto de salir, se acercó un momento a Kepaar.

-Señor Kepaar, no se preocupe. El señor Vrako solo es... peculiar. Pero su profesionalidad está fuera de toda duda -le dijo en voz baja, antes de oír como ponía excusa tras excusa para no hablar con el bajorano. Después de todo, ¿a quién le gustaba hablar con el Consejero? A Liam no, desde luego.

Las puertas se abrieron y Liam salió, aunque todavía pudo escucharse su voz en el pasillo antes de que volvieran a cerrarse.

-Tenga valor, señor Vrako. Tenga valor.

En el poco tiempo que Kepaar llevaba en la nave pudo notar perfectamente como la tripulación estaba totalmente polarizada, inicialmente todos los recelos parecían estar centrados en el teniente Vrako quizá esto hubiera servido para canalizar en una persona todos los males de la tripulación, pero aquel caso parecía más complejo ya que el propio teniente contaba con sus propios simpatizantes.

No estoy aquí para juzgarle teniente Vrako, su posición en la nave no parece la mejor y me atrevería a decir sin saber que ha perdido la confianza de los mandos en la nave. Acabo de llegar y no tengo ni la menor idea de lo que ha pasado, quiero que vea esto como una oportunidad no como una amenaza.

Tras aquellas primeras palabras conciliadoras para ganarse la confianza del romulano, Kepaar invitó a la doctora a unirse también a la conversación.

Empecemos por el principio ¿Puede decirme alguien que es lo que ha pasado?