Partida Rol por web

Intrigados por lo familiar del estilo arquitectónico y el extraño lugar donde habían encontrado la estructura, los integrantes del SG-4 se internaron con cautela en el edificio o cueva. Para su sorpresa, se encontraron en una sala de unos seis metros de ancho y nueve de longitud; el techo próximo al acceso se elevaba hasta los tres metros pero descendía hacia el fondo de la estancia, donde no llegaría a los dos metros de altura. Las paredes, techo y suelo habían sido pulidos a conciencia, pero era evidente que no había trabajo de mampostería, y habían sido pintados con algún tipo de esmalte que les daba un color idéntico al de la arenisca.

Lo curioso de la habitación, sin embargo, era la hilera de ánforas apiladas unas sobre otras a lo largo de toda la pared situada a la derecha según habían entrado. Los recipientes se acumulaban hasta diez alturas y quedaba claro que estaban vacíos, pues ningún ánfora tenía sello o tapón en su boca. Todos los contenedores eran de arcilla, con unos motivos geométricos pintados en negro y blanco, una especie de greca formada por olas de contornos rectilíneos, en su cuello. El polvo que cubría los recipientes indicaba que nadie parecía haber visitado aquel lugar en años, pero el brillo de la cerámica, al limpiarla, y la ausencia de desconchones en la pintura sugerían que aquellas ánforas hubieran sido dispuestas allí recientemente. En la pared del fondo, en la esquina con la pared izquierda, había otra acumulación de ánforas, pero éstas se encontraban en posición vertical, en una agrupación de tres columnas en fila de a cinco. Estos recipientes compartían las mismas características que los demás de la sala, aunque éstos no acumulaban tanta capa de polvo, tal vez por estar de pie.

La luz de las linternas no ayudó a observar, a primera vista, nada fuera de lo normal que no hubieran podido entrever con la mortecina luz que entraba por la puerta de la estancia.

Antes de empezar a tocar nada me adentre en la sala en busca de algo que fuera sospechoso.

Cuidado con lo que tocáis. Averiguad lo que podáis de estas ánforas y salgamos de aquí. No me gustan mucho los espacios cerrados.

Miraba hacia la entrada vigilando que nada de fuera entrara dentro y los atacara.

No perdamos tiempo

La mente de Aldo se afanaba por encontrar alguna explicación a la familiaridad que le había causado el estilo de los relieves en el exterior mientras curioseaba el sencillo interior de la estancia. De algún modo, su cerebro desenterró viejos recuerdos de cuando cursó historia del arte en el instituto, tal vez para estar cerca de alguna chica. Los motivos del adolescente permanecían neblinosos pero la razón por el que las columnas o el frontispicio tallados le resultaban llamativos en un planeta extraño era por su similitud con el estilo helenístico clásico. El sociólogo no había caído en ello antes porque aquella muestra de arquitectura ¡combinaba de forma perfecta en un único estilo arquitectónico los tres ordenes helenísticos: dórico, jónico y corintio!

El científico estaba extasiado, cuantas cosas se podrían aprender en esa estancia y qué información por descubrir. A Fern le gustaría llevarse todo para estudiarlo detenidamente, pero el militar tenía razón.

Las ánforas llenas pesarían demasiado y con un contenido desconocido no se iba a arriesgar, sin embargo Andrews se puso unos guantes y cogió una de las vacías, envolviéndola con las bolsas para recoger muestras que traía y que se apresuró a sacar de su equipo para volver a guardarla llena por el misterioso recipiente. Los militares apremiaban para que se hiciese rápido y aunque se daba prisa en el guardado, no quería que un descuido rompiese nada.

- Con mucho cuidado. Nos llevamos una vacía, si alguien se anima, le dejo coger una de las llenas. Dijo animadamente Andrews mientras terminaba de introducir y asegurar el ánfora en su mochila.

Aldo se encontraba absorto, observando la arquitectura imperante del lugar.

- ¡Claro! - exclamó sin levantar demasiado la voz - Ya se de que me suena esta arquitectura, mierda, con razón no me acordaba - dijo maldiciendo -. ¿Quien nos iba a decir que dentro de un planeta todo muy celta, habría una construcción de tipo helenístico?

El lingüista hablaba en voz alta para si mismo sobretodo, pero consciente que quizá la información pudiera serle útil al resto del equipo.

- Mirad, esas columnas de ahí, son de estilo dórico, y esas jónico, y más allá están las de estilo corinto - decía como si fuera un niño pequeño -. Y no desentonan - continuaba mientras soltaba una leve risa -. En La Tierra los diferentes estilos suelen verse solo junto a otras estructuras del mismo estilo, juntar dórico, jónico y corinto en una misma estructura es, imposible de ver...

Aldo se dio la vuelta para observar a sus compañeros, sabía que probablemente no hubiera dejado a ninguno de ellos boquiabierto, en realidad el conocimiento de historia del arte no solía ser algo que sirviera para ligar con las chicas, vio entonces como Fern preparaba una de las ánforas para llevársela.

- Espera, no la guardes todavía - dijo descargando la mochila y abriéndola.

Rebuscó entre sus cosas y sacó una cámara de fotos.

- Vamos primero a fotografiarla, por si le sucediera algo - dijo preparando la cámara para fotografiar el ánfora -. Luego tomaré fotos del resto de la estancia, quizá si envían un equipo para rechazar lo que quiera que esté montando una buena jarana, podríamos volver a investigar todo esto, con calma.

El lingüista, a parte de hacer fotos, se fijo si había algo que pudiera reconocer como letras, algún texto que ayudase a comprender el uso que se le daba a tan curiosa estancia.

A pesar de la advertencia de Alan, Fern no tardó en hacerse con una de las ánforas con clara intención de llevársela. Sólo le detuvo el hecho de que no tenía bolsas de pruebas y que Aldo, mucho más racional, se ofreció a fotografiarla para dejar un registro en caso de que el objeto sufriera algún desperfecto durante su transporte. Sin embargo, el acto de coger uno de aquellos recipientes permitió al biólogo constatar que tanto el ánfora cogida como las circundantes estaba vacías. Quizás todas lo estuvieran.

La inspección que el sociólogo hizo del entorno no desveló nada que destacase. Aparte de los motivos geométricos pintados en las ánforas, en la habitación no había nada más. Ni marcas, ni nada remotamente parecido a letras o ideogramas, ni murales pintados; sólo una capa de esmalte que bañaba con el color de la arenisca el suelo, las paredes y el techo.

Entre tanto, Alan vigilaba el exterior. Su cautela parecía excesiva, a juzgar por el hecho de los caoleaglas tendrían que cruzar el angosto pasaje o saltar desde las alturas, con pocas expectativas de poder salir luego. Sólo una criatura humanoide tendría más facilidades para acceder hasta aquel lugar, pero los miembros del SG-4 no habían visto muchas desde que se internasen en aquel bosque.

Me acerco a los científicos que estaban especialmente risueños frente al hallazgo de las ánforas. Mi papel en ese grupo era el de defender la integridad del SG así como la de la base central.

¿Ya estáis seguros de llevar esas ánforas a la base sin ni siquiera comprobar que no llevan ningún agente infeccioso en el interior? Puede que aunque esten abiertas, pueda haber algo minúsculo oculto dentro que nos pueda generar una situación de peligro en la base.

Intenté acercar una luz al interior de la vasija que llevaba Fern.

No quisiera tener una situación de contagio en la base.

El lingüista se dio la vuelta para mirar a Alan a la cara.

- Ehmmm, pues, yo hubiera preferido no llevárnoslas, pero me parece que Fern lo va a tener complicado - dijo señalando al científico que se debatía mentalmente en como portarlas de la forma más cómoda -. Fern, deberíamos dejarlas aquí, tendremos las fotos, con esto deberíamos poder venir con algo más de equipo para estudiar las ánforas aquí.

Había acabado de hacer una foto y estaba dándole a la palanca para pasar de fotograma. Se volvió y continuó fotografiando la sala. Continuó fotografiando todo detalle que encontró en la sala, la boca de las ánforas, su interior iluminado por la linterna de Alan.

El lingüista se preguntaba que sería lo que hacían ahí aquellas piezas de arcilla.

- Están todas vacías - observó -. Pero esas no lo sabemos - dijo señalando las que todavía se mantenían de pie -. ¿Alguien me pone algo de luz para fotografiarlas? - pregunto en general aunque parecía más dirigido a Fern que estaba menos preparado para el combate que los otros dos integrantes del SG-4.

Mientras tanto se acercaba a las ánforas que estaban de pie e iluminaba la boca de estas tímidamente, quizá por el miedo a que algo pudiera saltar de un momento a otro, gracias a la advertencia del Mayor Whiteface.

¿Ánforas? ¡Ánforas! - Pienso confundida al ver aquel sitio, que todo indica, era un simple almacén.  

Me importan un ardite las puñeteras ánforas y su contenido. ¿Dónde narices se ha metido la nave alienígena que nos ha sobrevolado ahí fuera? 

Examino aquel lugar desapasionadamente, más interesada en buscar resortes o algo que sirva de interruptor, por si hubiera alguna sala oculta o algo así, que en otra cosa.

Al escuchar a Alan me doy cuenta de que Fern está intentando llevarse un souvenir del planeta.

-Fern, deja esa cosa...   - Le digo al científico con el tono que emplearía una madre para regañar a su hijo por recoger algo sucio del suelo - Si el mando lo considera oportuno, enviarán otra expedición para recoger muestras y cosas de esas con el material adecuado, nuestra misión es establecer contacto alienígena...  

Misión que a menos que algo cambie, va a ser un fracaso.  -Pienso tras terminar de inspeccionar aquel lugar.

Bueno, ¿y ahora qué? ¿esto es todo? ¿un almacén lleno de ánforas polvorientas?  - Pienso empujando una de las ánforas verticales con el pie para volcarla, suponiendo que estará tan vacía cómo el resto  -¡Dónde coño se han metido los que iban en esa nave!

Una de las ánforas cayó al suelo, empujada por el pie de Tara. Tal vez por la poca fuerza empleada o por una construcción más robusta de lo que cabría esperar, el contenedor no se rompió. Dos ánforas más oscilaron brevemente, al ser alcanzadas por la derribada por la mayor, pero sin llegar a caer. Aquello confirmó a Aldo que al menos una de ellas también estaba vacía, pues no salió ningún tipo de contenido mientras el contenedor rodó por el suelo unos centímetros antes de detenerse.

El haz de luz sobre las ánforas en vertical antes de la fotografía del sociólogo les permitió saber que las restantes tampoco contenían nada. A simple vista, resultaba difícil saber si las ánforas llegaron a tener contenido alguna vez o qué le ocurrió. O si fueron usadas alguna vez y la estancia era un vulgar almacén de alfarería.

Las ánforas eran apasionantes, una cultura muy diferente con la que se habían cruzado en el poblado. Muchas preguntas se agolpaban en la mente del científico sabiendo que no obtendría respuesta, al menos de momento. Le ordenaron no tocar los recipientes, justo cuando estaba a punto de agarrar uno, como un niño con un juguete nuevo que está encima de la mesa. No podía tocarlo pero estaba a unos centímetros, las ansias por tocarla eran enormes, pero entendía que no debía poner sus manos sobre las finas obras de algún orfebre desconocido.

Andrews no podía apartar la vista de la finura de las líneas que recorrían las vasijas. Era algo casi hipnótico para él. Estaba analizando y catalogando mentalmente las piezas mientras Evans hacía fotografías desde todos los ángulos posibles y sin omitir detalle en sus capturas.

- Sin duda que éste es un mundo interesante, seguro que se organizan muchas más expediciones. La gente del entorno era interesante y todo esto mucho más. Andrews estaba emocionado por todos los descubrimientos que habían hecho y que seguro que se multiplicarían más adelante.

El registro en busca de palancas, resortes o mecanismos había hecho que Tara estuviera más susceptible a elementos que se salieran de lo común. Fue por eso que reparó en un extraño ruido producido por una de las ánforas que oscilaron brevemente al derribar otra próxima.

Una comprobación más exhaustiva en la zona permitió a la oficial percatarse de que en el suelo, bajo una de las ánforas erguidas, había un botón. Al apartar momentáneamente otra adyacente, encontró otro objeto idéntico. Parecía ser que el mecanismo que buscaba se encontraba oculto a simple vista, bajo algunas de las ánforas en vertical. Sin duda, en cuanto se pusiera a remover y retirar los contenedores de arcilla, seguramente atraería la atención de los tres hombres; éstos, ajenos al descubrimiento de Tara, aun curioseaban en derredor pero sin buscar realmente nada relevante.

Una rápida inspección visual conforme Aldo registraba en fotografías la estancia le permitió asegurarse de que todas las ánforas estaban vacías. Salvo un pequeño artrópodo local que rehuyó la presencia humana y corrió a buscar refugio en un rincón bajo las ánforas apiladas, el sociólogo no vió nada fuera de lo normal.
 

Aparte de que las ánforas estaban todas ellas vacías, la inspección ocular de Fern no arrojó datos ni nuevos ni sorprendentes. Todo parecía indicar que aquel lugar era un simple almacén de alfarería.

Al volcar el ánfora me doy cuenta de que están sobre algún tipo de placa de presión. 

Aquí hay algo-  Comunico al resto, mientras procedo a retirar las ánforas con cierta precaución, pues he visto suficientes películas de Indiana Jones cómo para saber que puedo estar desencadenando alguna ingeniosa trampa milenaria.