Partida Rol por web

Sucesos desde Diversey Parkway

Creación de PJ e Historia

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18/08/2014, 23:58
Isaac Usherwood

Buenas directora.

Antes de nada, te pido que me cuentes... Además del concepto ladrón/falsificador, ¿a qué más debo atenerme? ¿Tendré relación con ellos, como la tienen entre sí, de habernos conocido antes? ¿Mi vida ha de ser desdichada últimamente?

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19/08/2014, 00:25
Director

Buenas jugador.

jeje

mmmmmm no, en principio no tendrías relación con ellos, no al menos directa. Tu personaje debe ser un falsificador/ladrón bastante bueno con un par de identidades falsas. Todavía no tengo muy claro cómo voy a llevarte hasta que ellos lleguen al momento en el que te conocen según la historia que tengo pensada por lo que tendré que meditarlo (tu tambien puedes sugerir cosas si quieres)

Básico básico tendrías que ser Norteamericano, entre 33-37 años de edad y con una historia desdichada, aunque no has llegado a estar en la cárcel nunca ... "todavía" jeje El perfil mas o menos sería un falsificador de obras de arte, documentos... etc que ha viajado por medio mundo con un defecto... cuando una obra de arte verdadera le tienta... la intenta por todos los medios robar. Es hábil.

¿qué te parece?

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19/08/2014, 00:39
Director

Notas de juego

Había pensado, para que añadir un poco de intriga al asunto, que tu hubieras aparecido en el pasado de todos ellos. Para eso aparecerás en los 4 flashbacks que haré con ellos. Si te parece mucho podría hacer los flashbacks de ellos uno a uno para no acumularte el trabajo. 

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19/08/2014, 00:54
Isaac Usherwood

La idea del personaje me parece genial. Esta noche le doy un par de vueltas y mañana te propongo alguna idea adicional. Una cosa que quería preguntarte es si lo ves como alguien con un gran componente social o simplemente hábil con las manos.

Sobre los flashbacks, la idea me parece genial. No sé si sería necesario hacerlos uno por uno - tampoco quiero que por mi culpa al que le toque de último esté semanas esperando - pero seguro que encontramos cómo cuadrarlo.

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19/08/2014, 12:54
Director

Tu no te preocupes que ellos todavía no saben nada del Flashback. Los tenía pensados para conocer cosas de su pasado y así poder darles alguna pista sobre lo que sucederá. Estando tu, aprovecho y hago que hayas estado en el pasado de cada uno, de esa forma la espera no se te haría tan larga jajajajaj 

mmmmm Sobre lo del componente social o hábil con las manos.. supongo que podrías hacer algo mezclado, creo que la ficha lo permite, con lo que sea preguntame!

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19/08/2014, 20:10
Isaac Usherwood

Muy bien, me iré poniendo en breves con una propuesta de historia entonces. Evidentemente eres libre para decirme que cambie cualquier cosa cuando la tenga lista.

Una duda: Visto el número de personajes hombres/mujeres, se me ha ocurrido el cambiar "ladrón" por "ladrona" y "falsificador" por "falsificadora". Así que antes de lanzarme... ¿Tú lo tienes pensado para que sea un hombre?

Otra pregunta: ¿La idea es que todo se encamine hacia una colaboración mutua y sincera? Por construir a alguien más o menos perro. :)

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21/08/2014, 02:19
Director

Tengo entendido que andas meditando la historia. Te dejo por aquí varias cosillas a tener en cuenta

Estos serán los lugares del Flashback. Para que te hagas una idea de que por lo menos tienes que ser un tipo viajero.

1- Has operado en Tokio (Este fue uno de los encargos para la mafia Italiana, tuviste que entregar varios objetos de arte falsificados a un magnate japonés)

2- Has operado en México (En una excavación encontraron una serie de objetos de mucho valor que se creían perdidos... no pudiste resistirlo y allí fuiste)

3- Has operado en EEUU (esto está en proceso..)

4- Has operado en Rusia (de nuevo a cargo de la mafia, te pidieron que te hicieras con unas plantillas de documentos militares y un par de sellos oficiales del ejército Ruso)

 

Notas de juego

Para cualquier cosa estoy en el chat. Aunque no en la sala principal, pero vamos, que tampoco se muy bien como funciona el chat.

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31/08/2014, 02:38
Isaac Usherwood

Isaac Usherwood

 

Antecedentes

Nacido el dos de junio de 1956, Isaac fue un evento inesperado en la familia Usherwood. Su madre, ya con cincuenta y cinco años, dio por hecho que era la menopausia quien había llegado cuando comenzó a notar los primeros signos de embarazo, y no le pareció mal: al fin y al cabo ya había tenido tres hijos. Había cumplido más que de sobra.

La primera vez que ella había sido madre fue poco después de casarse. Siempre había querido ser de esas que llegan intactas al matrimonio, pero el miedo a perder a Duncan hizo que cediese en cosas a las que nunca se había imaginado dispuesta. Así, siete meses después de la boda nacería el pequeño Junior, coincidiendo con el principio de los años veinte, dando comiendo a los años veinte. Era aquella una época de prosperidad: la imprenta de la familia estaba creciendo y contaba ya con veinte trabajadores, y se acercaban unos años cómodos para los recién casados.

Varios años después de Duncan Jr. vendrían Glenn primero y Phillip después, con apenas año y medio de diferencia. Nacieron cuando el primogénito tenía ya diez años, y durante ese tiempo marido y mujer se habían asentado. Cada uno de los hijos era completamente distinto a los demás, y todos ellos crecieron sanos y fuertes. Junior siempre atento, apuesto y educado. Glenn estudioso y con una capacidad de palabra intachable. Y Phillip, el bala perdida. Ya desde pequeño apuntaba maneras, escapándose continuamente de casa para ir con grupos de chavales más mayores, conseguir petardos durante la infancia y cigarros durante la adolescencia y colarse en las habitaciones de sus amigas durante la noche. Al ser el más pequeño padres y hermanos le consintieron todo desde siempre, y ni siquiera las regañinas puntuales primero o las noches esporádicas en el calabozo después le hicieron cambiar. Para él ese era un modo de vida divertido y vital.

Pero no todo sería alegría. La Segunda Guerra Mundial hizo mucho daño a la familia. Para empezar porque su condición de judíos. A pesar de estar establecidos en Estados Unidos noche tras noche vivían con el miedo y la congoja que provocaba la mezcla de información e ignorancia. Saber que gente como ellos estaba siendo asesinada sin remedio les hacía desatender el resto de su vida, encerrarse poco a poco en los círculos de quienes les comprendían por compartir su situación, e ir dejando de lado la imprenta. Pero ese sólo fue el primero motivo de la desdicha. El otro, mucho más directo y devastador, fue la muerte de Junior.

Para él alistarse había sido un deber ético y moral. Si podía hacer algo, vivir de brazos cruzados no era una posibilidad. Así, sentía orgullo al pertenecer a una de las veinte divisiones estadounidenses que participaron en la batalla de Normandía en el 44. Sin embargo su orgullo era al mismo tiempo la angustia de sus padres, que no llegaría a verse aliviada nunca.

Su primer hijo fue enterrado con honor, sí, pero eso no lo hizo más llevadero. Desde ese momento la vida en la casa de los Usherwood cambió. Padre y madre se volvierían más taciturnos, y Phillpio comenzaría a frecuentar compañías aún peores. Glenn, mientras tanto, había empezado a trabajar por otro lado. Tenía diecinueve años y ya pasaba las noches en la imprenta, fabricando documentación falsa para que todo el que pudiera escapase de las regiones tomadas por la Alemania nazi. Al igual que su hermano mayor, había encontrado su propia forma de lucha. El peligro no residía en las balas enemigas, sino en ser descubierto por las autoridades. Y aquello provocaba en él una mezcla de emociones que en su juventud eran inyecciones continuas de adrenalina.

Lentamente el tiempo fue pasando, y ambos hijos abandonaron la casa haciendo cada uno su vida. Sólo Glenn llegó a casarse, y lo hizo con una periodista en esa época en la que un oficio así parecía inadecuado para una mujer. Ambos padres echaban tanto de menos a su primogénito que para que la imprenta pudiera continuar funcionando él seguiría falsificando documentos. Trataba de hacerlo, eso sí, manteniendo una ética, y rechazó todas y cada una de las ofertas que los nuevos amigos de su hermano Phillip le hicieron. Esos "amigos" eran gente con pocos escrúpulos, que desde la derogación de la Ley Seca en 1933 habían perdido su método de vida. El contrabando era cada vez menos rentable, e iban teniendo que buscar unas nuevas formas de vida.

 

Infancia

La sorpresa del nacimiento de Isaac llegó de repente. Era una mujer de constitución fuerte y bien ancha, y su estado pasó desapercibido tanto para ella como para su marido, creyendo simplemente que había ganado un poco de peso. Lo que al principio pareció un fortísimo cólico fue en realidad un parto, y de él nació un niño débil, pequeño y enjuto. Al principio, cuando el doctor les comunicó de qué se trataba en realidad, ni ella ni él dieron crédito, pero ella no tardó mucho más en reconocer los dolores propios de esa situación.

El nombre fue escogido con facilidad. Tal y como se relataba en los textos sagrados, Abraham y Sara ya no creían en la posibilidad de tener hijos dada su edad, y sin embargo de su unión había nacido Isaac. No había otro nombre posible. Isaac, el que hará reír, y así había sido para aquellos personajes del Tanaj. Sin embargo, no fue así para el matrimonio estadounidense.

A pesar de que durante los primeros meses la llegada de Isaac supuso una alegría por el gran cambio en sus vidas, día tras día todo fue marchitándose. Ambos estaban ya agotados, y era muy cansado ser padre una vez más a esas alturas. Por suerte la ayuda inestimable de Glenn y su esposa les aliviaba un poco, pero a la hora de ser despertados por los llantos nocturnos no había nadie que los sustituyera.

Isaac fue creciendo con ciertas dificultades. Continuamente caía enfermo, y cuando no lo hacía el miedo y la sobreprotección paternos le dejaban poco margen para aprender por su cuenta. Lentamente sus facciones fueron tomando forma, y a la edad de tres años ya parecía una copia exacta de su desconocido hermano Duncan Jr. Sólo sus ojos un poco más oscuros y su constitución débil hacían que no fuesen como dos gotas de agua.

El pequeño no llegó a saber de eso, pero lentamente el comportamiento de sus padres hacia él se vio resentido por ese hecho. En lugar de sentirse bendecidos por la posibilidad de una segunda oportunidad el peso de la pérdida se iba haciendo más fuerte cada día, y lo que parecía haberse convertido en llevadero volvía una y otra vez para golpear con fuerza sus corazones.

Fruto de esto el pequeño Isaac recibió una educación exigente hasta lo imposible. Nada de lo que hacía estaba bien. Nada era suficiente. Nada bastaba. Nadie llegaba a pronunciar en voz alta el nombre de Junior, pero su fantasma le perseguía aunque el niño no lo supiera. Y por más que se esforzase las respuestas que recibía siempre eran las mismas. No importaban los más de treinta años que habían pasado, para sus padres cada día con Isaac era sal en una herida que nunca  había terminado de cerrarse. Y como consecuencia sus notas nunca eran lo suficientemente altas, ni él lo suficientemente listo, hábil o rápido.

Fue por esto que Isaac desde su más temprana edad nunca fue la persona más segura del mundo. En ocasiones pasaba unos días con sus hermanos Glenn y Phil, y eso suponía un descanso, ya fuera dentro de la corrección y seriedad del primero o de la diversión del segundo. Él no terminaba de comprender cómo podía tener hermanos con la misma edad que los padres de sus compañeros, pero tampoco le daba demasiadas vueltas: siempre había sido así, y punto. Sin embargo había tomado la costumbre de llamar tía a la mujer de Glenn, Samantha. Ella continuaba dedicándose al periodismo, y tenía una inventiva e imaginación que la convertía automáticamente en una de sus personas favoritas. En los cuentos de ella era fácil olvidar lo gris que era todo y simplemente dejarse llevar.

La timidez de Isaac no le impidió hacer amigos, pero sí le limitó en muchos aspectos. Todo en él era contenido, y eso era algo que los niños no terminan de comprender. Desde siempre fue bastante rarito, y en alguna ocasión fue blanco de burlas y golpes por parte de algunos compañeros.

Fueron esas cosas las que hicieron que apreciara más que nada las pocas relaciones que logró consolidar, convirtiéndolo en alguien fiel hasta el extremo, y con un sentido de la responsabilidad inusitado.

En el colegio Isaac no destacaba en ningún sentido. Era inteligente, sí, pero dar él mismo por hecho que nunca conseguiría grandes resultados lo limitaba por completo. Sus profesores - los pocos que le tenían en cuenta - le veían como alguien distraído, apocado, con capacidad desaprovechada.

Año tras año, el chaval se fue criando en un entorno lleno de tristeza y de miedo. Todo el mundo había sido marcado por una guerra de la que él sólo había oído historias, y cuando el pánico no lo sembraba una crisis de misiles con un país vecino el Presidente - el que muchos decían que era el mejor que podía haber - era asesinado sin que nadie supiera por quién. Él no era consciente de todo esto, claro, pues no tenía ni siquiera diez años de edad, pero la tensión con la que todo el mundo vivía iba pasándole factura. En la escuela le habían enseñado que por suerte todos los nazis habían muerto, pero también que debía temer a los comunistas. Eran pocos los ratos que pasaba sólo con amigos de su edad, sin adultos, pues sus padres no eran partícipes de que anduviera por ahí sin ningún tipo de control, y los ratos que pasaba en su casa eran en su mayoría acompañados de libros, puzzles y cuartillas y cuartillas de papel para dibujar. Al fin y al cabo vivía como un hijo único nacido en un matrimonio demasiado mayor y dolido para darle todo lo que su mente inquieta necesitaba, y se veía obligado a buscarlo en otros lugares.

Fue esto lo que le acercó cada vez más a su hermano mayor. La biblioteca que él poseía en casa y seguir dedicándose en cuerpo y alma a la imprenta eran dos detalles muy fuertes. Además, Glenn tenía la costumbre de hablarle como si fuera un adulto, de dejar de lado su edad y su leve tartamudeo y tratar con él como si fuera una persona normal. Y eso le hacía sentir bien.

 

Adolescencia

En su paso a la adolescencia Isaac fue separándose cada vez más de sus padres. Su hermano Glenn había tenido una hija llamada Cassandra cuando él tenía doce años, y a menudo el chico pasaba tardes enteras cuidándola. Unos meses más tarde ya había empezado a dejar cada vez más cosas en el cuarto de invitados, y en ocasiones pasaba dos o tres días seguidos allí.

En esa época sólo conservaba un par de amigos por los que habría dado cualquier cosa. Lentamente había empezado a fijarse en algunas chicas, pero las bromas hacia su persona eran la respuesta más común. Su inseguridad - ya habitualmente enorme - aumentaba aún más cuando se acercaba a ellas, provocando así situaciones totalmente incómodas. La gota que derramó el vaso fue el rechazo recibido tras comprar un valentín para una a la que él consideraba distinta. Fue cierto que al menos tuvo la decencia de no reírse de él, pero sí lo hicieron varias de sus amigas cuando se enteraron, y delante de gente a la que él ni siquiera conocía. La situación le resultó tan violenta que estuvo a punto de no volver a clase en un tiempo. Fue una charla con Phil la que lo convenció de lo contrario.

A lo largo de los años su hermano había ido malviviendo primero y viviendo después, ganando dinero de formas que no llegaba a explicar a nadie de la familia. Se había convertido en alguien con muchos amigos. Alegre y sociable, era todo lo opuesto a Isaac. En esa conversación Phil explicó a Isaac que no tenía de qué avergonzarse. Que si él había llegado a ser lo que era había sido tras cagarla una y mil veces. Y las mujeres - le comentó - no eran más importantes que sentirse bien con uno mismo.

Aquello no sirvió para lo que su hermano se había propuesto, aunque sí le ayudó a seguir adelante. Isaac se encerró un poco más en sí mismo, contentándose con estar tranquilo mientras estuviera a solas. Leer y dibujar seguían siendo dos fuentes de evasión muy importantes, y a pesar de que no conservaba ninguno de los cuadernos que llenaba de dibujos su estilo cada vez iba siendo más depurado. En ocasiones dejaba volar su imaginación y dibujaba series de viñetas de alguno de los superhéroes que en la década de los sesenta pegaban tan fuerte, pero nunca llegó a fantasear con acabar dibujando cómics. Aquello era demasiado lejano, y él no se consideraba a sí mismo capaz de conseguir algo como eso.

Al mismo tiempo su vida en casa iba siendo cada vez más insoportable. Sus padres veían en él algo que no tendría que haber sucedido nunca, pues aquella copia incompleta no era el hijo que de verdad querían. Isaac había aprendido a callar siempre para que su padre no acabase por cruzarle la cara como una vez había sucedido, y sabía cuál era el momento justo para ir a su habitación. Aquello no se le hacía extraño: comparado incluso con su amigo Preston - a quien zurraban de manera correctiva día sí y día también - tenía bastante suerte.

Fue por esto que propuso a su hermano Glenn terminar de instalarse con él. Lo pensó durante meses, tanteó el terreno varias semanas, y fue aplazando la conversación una y otra tarde. Pero cuando finalmente reunió el valor para pedírselo resultó más una llamada de auxilio que como una propuesta firme. Aún así su hermano - maduro, adulto y en ese entonces padre de familia - se negó. Glenn era consciente de que aquello sólo traería problemas tanto para sí mismo como para el propio Isaac. Al fin y al cabo eran hermanos, y sus padres lo verían más como una traición que como otra cosa. Pero le hizo una propuesta real: que pronto comenzase a trabajar en la imprenta, y que dejase la casa de sus padres sólo cuando tuviera dinero para ello.

Por aquel entonces que alguien se independizara sin algo que le llevase a ello era algo extraño, que sin duda daría que hablar a vecinos y conocidos. Sin un matrimonio de por medio o un trabajo que requiriera desplazamiento parecería más que habían repudiado de él que cualquier otra cosa. Aún así y sin saber muy bien qué era lo que le llevaba a estar tan mal en casa de sus padres, Isaac aceptó. Tenía dieciséis años cuando empezó a trabajar, y su padre se había jubilado unos meses atrás. La excusa de que Glenn necesitaba una mano más en la imprenta no pudo venir mejor, y él no tardó en dejar el instituto. Al principio trató de compatibilizar ambas cosas, pero cada día se sentía más a gusto entre máquinas de impresión y tinta y menos entre profesores y compañeros.

Desde el mismo momento en que empezó a pasar horas y más horas en el traabjo Isaac empezó a sentirse mejor, y finalmente abandonó la idea de dejar su casa. Los últimos meses - y más desde que su padre pasaba todo allí al haber dejado de trabajar - habían sido insostenibles, sí, pero ahora las cosas habían cambiado. Para empezar había encontrado algo que se le daba realmente bien. Algo en lo que tenía el reconocimiento de trabajadores, de su hermano y de sí mismo. Era una realidad que poseía un talento para aquello, y eso le hacía sentir mucho mejor. Por fin no era un inútil como siempre le habían hecho creer. Incluso su padre llegó a admitir que su trabajo era decente, cosa que significaba que era sublime.

Gracias a esto encontró en la imprenta un refugio y un templo. Estar ahí era para él una panacea, y mientras trabajaba casi parecía otra persona, menos inseguro y más directo. En el año 1975, al cumplir diecinueve años, decidió completar su formación en sus ratos libres estudiando Arte. Habían pasado tres años desde que había entrado allí, y ese tiempo le había enseñado que si quería hacerlo era sólo cosa suya.

 

Madurez temprana

La época en la que compatibilizó sus estudios con su trabajo en la imprenta fue probablemente la más feliz de la vida de Isaac. Era lo suficientemente independiente como para no escuchar a su padre y lo suficientemente seguro como para no avergonzarse de los trabajos que presentaba. Si bien era cierto que esas eran las únicas facetas de su vida en las que sentía que valía para algo, no imaginaba otra forma de seguir adelante.

Por aquel entonces el mundo se encontraba en medio de la Guerra Fría, y a pesar de que Isaac no se metía en política era imposible no verse afectado mínimamente por ello. Más de una vez tuvieron inspecciones en la imprenta buscando colaboradores de los comunistas en el país o escritos sediciosos. Además muchos de los proyectos que realizaban tanto él como sus compañeros eran vistos desde distintas ópticas, y hubo varios que acabaron detenidos en uno u otro momento. Eran cosas con las que habían aprendido a convivir, que aceptaban como normales y que, por suerte, a él no le afectaban en absoluto. Él era un americano más, uno de tantos. Tenía un trabajo estable en la empresa familiar, y había conseguido adaptar su hobby para realizarlo durante su tiempo libre de manera seria aún sacrificando su inexistente vida social.

Pero muchas de esas cosas cambiaron el diez de noviembre de 1976. Esa fue la noche en que descubrió que su hermano, ese al que tanto había admirado siempre, ese cuya hija Isaac había pasado tardes enteras cuidando, colaboraba con los comunistas. Fue casi por casualidad. Isaac había olvidado las llaves de casa en el taller y volvió después de sus clases. Allí se encontraba Glenn, a solas, utilizando las máquinas para crear documentación falsa.

Lo primero que Isaac sintió fue incomprensión. Por mucho que él hubiera crecido, por más que tuviera ya veinte años, siempre había visto esas cosas como algo que sucede a otros, como algo lejano y ajeno. Sin embargo su hermano ni siquiera se molestó en negarlo. Tras colocarse las gafas y limpiarse las manos le invitó a sentarse y allí, tranquilamente, le explicó su punto de vista. Que cada cual tendría que ser libre de ir donde quisiera. Que la imprenta no daba suficiente dinero para mantenerse, y que si no lo hacía él lo haría otro. Invitó a Isaac a revisar las cuentas, cosa que rechazó. No se encontraba bien. Se sentía traicionado y, sobre todo, perdido.

Salieron de allí al amanecer. Isaac no había terminado de entender la mayoría de las cosas, pero los trabajadores estaban a punto de llegar, y no podían verles así. Dejarían al encargado al mando por un día, y ambos verían qué hacer.

Isaac se tomó una semana de vacaciones, encerrado en su habitación y sin hablar con su padre. Cada vez que pensaba en el peligro que suponía según los medios que un comunista entrara en el país llegaba a dolerle el estómago. Pensar que podía estar haciéndolo con pasaportes hechos por su hermano le consumía por dentro, y más sabiendo como sabía ya a esas alturas que alguien parecido a él y llamado Duncan Junior había muerto defendiendo el país años atrás.

Cuando Isaac volvió a la imprenta algo en él había cambiado. Ya no veía ese lugar como una liberación. Su templo había sido contaminado, manchado por lo que la persona a la que quería parecerse había estado haciendo. Sin embargo llegó con una decisión tomada y cargado de determinación: Iba a ayudarle. No había dejado nunca tirado a nadie, y no iba a empezar ahora. Ya estaba bien de que su hermano tuviera que pasar noches lejos de su familia para hacer ese trabajo. Le iba tocando descansar.

Glenn recibió esa noticia con sorpresa y agradecimiento, y en los siguientes meses le enseñó todo lo que sabía. Para Isaac no fue nada difícil aprender a imitar todo tipo de documentos, sellos y firmas. Las cosas que no sabía por la imprenta las sabía por sus estudios, y las que no pertenecían a ninguna de las dos cosas no eran demasiado complicadas. Aprendió que lo más importante era ser observador. Ser cuidadoso ahorraba tiempo y trabajo, sí, pero sólo el que se fijaba en todos los detalles podía dar por bueno un trabajo. Y, con el tiempo, hasta empezó a parecerle divertido.

Desde que había empezado a estudiar a él le había faltado una cosa. Si era a otros a los que miraban con lupa e incluso detenían por sus obras no era casualidad: él carecía de creatividad. Le costaba crear algo original, y aún cuando creía que lo hacía terminaba encontrando similitudes en obras que había estado viendo en los últimos meses. Sus profesores alababan su limpieza y su depurada técnica, sí, pero ninguno había aplaudido jamás sus ideas originales. Sin embargo en aquel trabajo eso no era lo importante. Parecía hecho por completo a su medida.

Isaac no tardó en dejar sus estudios. Una vez aprendida la técnica los profesores empezaban a pedirle cosas que él no conseguía dar, y cada vez dedicaba más tiempo a sus otras actividades. No lo hacía por dinero, eso era algo que no le importaba. Lo hacía como una forma de pagar todo lo que su hermano había hecho por él, y también porque era bueno en ello. Mejor aún que Glenn, a pesar de ser quien le había enseñado.

 

Madurez

El pequeño y débil Isaac había crecido. Había crecido mucho, y así podía constatarlo su madre, quien en su momento lo había gestado en su vientre sin saberlo siquiera. Él había nacido siendo sus padres ya mayores, y había algunas cosas en las que eso se notaba. Por ejemplo, en lo mayores que eran cuando él tenía sólo veinte años. Fue entonces cuando murió su padre.

No fue un gran accidente, ni mucho menos. Tampoco una larga enfermedad. Simplemente, murió de un ataque al corazón mientras dormía. Fue su esposa quien lo encontró, y no llamó a nadie hasta un buen rato después. Durante media hora se quedó tranquila, a su lado, despidiéndose de él. Y sólo entonces salió de la habitación y fue a buscar a su hijo, el que aún vivía con ellos.

Cuando Isaac vio a su padre muerto supo de inmediato que no era simplemente que le estuviera costando despertar, o que estuviera enfermo. La palidez ya había empezado a anidar en su cara, y las primeras palabras que emitió fueron de consuelo hacia su madre.

Aquello cambió un poco su vida. Isaac, por preocupación hacia su madre, empezó a pasar de nuevo bastante tiempo en casa. Ella ya era casi una anciana, y él no terminaba de sentirse cómodo hablando con ella, pero estar cerca era lo menos que podía hacer. De modo que permanecía en su cuarto, dedicándose tiempo a sí mismo. Fue en esa época cuando empezó a probar a imitar otras cosas. Pinturas sencillas primero. Cuadros después y, finalmente, otros objetos como esculturas.

Eso era algo que Isaac hacía como distracción, como método de escape de ese mundo que le había enseñado que él no era bueno en nada. Había pocas personas que no le vieran así. Glenn, Samantha, Cassandra. Phil. Pero él mismo había asumido que no importaba lo que intentase: siempre fallaría. Ese era el motivo de que aún no hubiera tenido ni siquiera un ligero tonteo con ninguna mujer.

La época posterior a la muerte de su padre también volvió a acercarle a Phil. Él seguía siendo el mismo vividor de siempre. Gastaba y gastaba y, si no tenía dinero, pedía prestado hasta que podía recuperarlo. La naturalidad con la que Phil trataba todos los temas era pasmosa, y no se cortó ni un pelo a la hora de hablar sobre las falsificaciones de Glenn. Phil aún no sabía nada sobre lo que Isaac estaba haciendo, pues el mayor de los tres hermanos lo había mantenido en secreto, pero no tardó en enterarse por boca del propio Isaac. Y tras ver sus trabajos le parecieron tan buenos que no pudo evitar ver un negocio donde otros verían sólo peligro. Sin embargo en cuanto Glenn lo supo se interpuso, vetando a Isaac ante cualquier propuesta que Phil quisiera hacerle. La gente con la que trabajaba - decía - podía parecer de fiar, e incluso podían pagar bien, pero también había otra cosa clara: una vez que te tenían, no te soltaban.

El tiempo continuó pasando, y los meses se convirtieron en años. Conforme su sobrina crecía se iba convirtiendo en una de las personas más importantes para Isaac, que sentía por ella una mezcla entre cariño fraternal y paternal. Al fin y al cabo, se llevaba con ella más o menos la misma edad que con sus hermanos. También su madre fue poco a poco perdiendo la cabeza. No hasta el punto de la locura o no reconocer a la gente, pero su edad ya empezaba a hacer mella en sus procesos mentales.

Él tenía veinticinco años cuando sucedió el incendio. Sin previo aviso, una noche llamaron por teléfono. La imprenta estaba en llamas. Al llegar allí los bomberos ya habían apagado el fuego, pero lo que se había perdido entre maquinaria y material suponía una suma muy importante de dinero. Además, eso significaba que la menos durante un tiempo decenas de trabajadores tendrían que irse a la calle. Quizá fuera por todo eso, o puede que también por la tensión acumulada, que cuando Phil les contó que esa gente con la que él trabajaba era quien había provocado el incendio como advertencia para que devolviera de una vez el dinero que había pedido prestado, Glenn lo tiró al suelo de un puñetazo. Y con aquel golpe ambos hermanos se separaron para siempre.

Isaac se encontró dividido. Sentía ira hacia su hermano Phil. Él tenía ahorrado bastante dinero después de tantos años de trabajo casi sin gastos. Podría haberle pedido cualquier cosa. Pero que ahora todos pagaran por su imprudencia le enervaba sin remedio.

Y aún así no le dio la espalda. La lealtad que Isaac sentía hacia su familia le obligaba a perdonar incluso eso. Utilizó sus ahorros para montar de nuevo la imprenta, con ayuda de Glenn, aunque eso supusiera perder todo lo que había ganado esos años. Y después, cuando se enteró de que aún así las deudas de su otro hermano aún estaban ahí, sólo suspiró y se resignó a hacer lo que hiciera falta por pagarlas. Sabía que, de otro modo, la imprenta volvería a arder tarde o temprano. O quizá algo peor. Sólo imaginarse que pudieran hacerle algo a una de las pocas personas que quería hacía que estuviera dispuesto a vender su alma al diablo.

Así fue como empezó a recibir encargos. Sólo documentación oficial al principio, pero cada vez más cosas después. Las obras de arte eran sólo un artículo más, pero también había todo tipo de objetos, desde restos arqueológicos hasta manuscritos. Los amigos de Phil - él se empeñaba en seguir llamándolos así - eran gente con la que a Isaac no le gustaba tratar: eran todo lo que odiaba en una persona. Y eso sin olvidar el detalle de que habían calcinado el negocio de su familia. Sin embargo sabía que alguien tenía que tomar las riendas. Y si podía evitar que su madre se enterase, mejor todavía.

Durante los primeros meses Isaac sentía rencor hacia ellos y buscaba la manera de hacer que se lo pagaran. Sería sencillo ir a las autoridades y explicarlo todo. Pero eso no garantizaba en absoluto la seguridad de su familia. Sólo por si acaso, empezó a cubrirse las espaldas, guardando un registro de todo lo que copiaba. Pero si algún día quería hacer algo de verdad eso no sería suficiente: de modo que empezó a guardar también los originales de muchas de las cosas que le pedían copiar. A ellos les entregaba dos copias, una como si fuera el original y otra el plagio. Sin embargo nunca llegó a hacer nada. Muchas veces su tía Samantha le instó a denunciarlo, o al menos a que le permitiese contar su historia, pero él nunca dio su brazo a torcer.

Tras varios años en esa posición fue acomodándose o, más bien, acostumbrándose. Parecía que nunca terminaría de pagar la deuda de su hermano, pero aún así él continuaba trabajando sin protestar. Al menos sabía que, mientras les siguiera el rollo, nadie sufriría daño. Con el tiempo dejó de tomar registro de todo, y sólo lo hacía de cosas puntuales, las que eran mayores. Igualmente recordaba cada trabajo que hacía, así que eso no era un problema. Lo que sí continuó haciendo fue quedarse sus originales. Pero con el tiempo la motivación fue cambiando: no era ya por hacerse un seguro de vida, sino como trofeo. Guardar el secreto de lo que hacía le había distanciado de sus amigos y de parte de su familia, y que él fuera quien le había metido en ese lío le había ido separando de Phil. Necesitaba un recordatorio para saber que era bueno en eso. El mejor. Y que ni siquiera sus clientes - por no decir extorsionadores - notaran la diferencia era suficiente.

Poco a poco fue ganándose la confianza de esa gente, y empezaron a pedirle que viajara. Había cosas que no podían llevarle para copiar, y negocios que perderían de cualquier otra manera. También le utilizaban como tasador, pero eso a él le gustaba menos. De vez en cuando pasaba semanas fuera, trabajando en distintos lugares del globo, y al volver procuraba al menos traer regalos para Cassie. La niña había ido creciendo, y en los años ochenta ya era una adolescente. La relación que mantenían era cercana, y muchas veces Isaac creyó que ella sabía a qué se dedicaba. Tenía por él una cierta admiración que el hombre no terminaba de explicarse, pero aceptaba de buen grado.

Estaban acercándose ya los años noventa cuando ella decidió que quería ser policía. Isaac había visto cambiar el mundo, y cuando él era un chaval eso habría sido impensable. Sin embargo ahora que las cosas eran tan diferentes parecía un buen trabajo. Era arriesgado, sí, pero la decisión de la niña por hacer lo correcto la había llevado hasta ahí: ¿quiénes eran los demás para detenerla? Dentro de sí mismo Isaac apreciaba la ironía que eso suponía, con un padre que había estado falsificando documentos media vida y unos tíos que llevaban años trabajando para la mafia.

 

Actualidad

A día de hoy Isaac tiene treinta y siete años. Su madre acaba de pasar los noventa, y aunque parece que su salud no ha mermado en absoluto su capacidad mental está cada vez más atrofiada. Él aún vive con ella, pues no ha encontrado a nadie con quien desee pasar sus días. En ocasiones tiene que ausentarse unas semanas, y cuando eso sucede ella se queda en casa de Glenn. Ya ha empezado a confundir a las personas, y no es raro el día que le llama Junior, o le cuenta cómo se alegra de que volviera sano de la Guerra. Le habla del miedo que tenía de que se quedase allí, y le pregunta dónde ha dejado a su padre.

Cassie lleva ya cuatro años como policía, y allí ha conocido al que considera el hombre de su vida, Nicholas. Él es algunos años mayor que ella, pero no la ve como alguien frágil, ni mucho menos. El trabajo de la chica es impecable, pero los ascensos parecen algo lejano por el momento. Si llegaran a casarse, probablemente Isaac sería el padrino.

No hace mucho que Isaac es consciente de que ella sabe lo suyo. Puede que se haya enterado por la familia, o puede que haya atado cabos. Sin embargo los comentarios que la chica ha hecho han dejado claro que no le considera una mala persona por ello, sino que culpa a la gente para la que trabaja. Los ojos de ella revelaban la determinación de ir a por ellos, probablemente heredada de su madre.

Mientras tanto él continúa con su día a día sencillo, al menos mientras no le piden que salga del país. Con el tiempo le ha cogido gusto a su trabajo. Al fin y al cabo le permite salir de una casa en la que no termina de encontrarse a gusto. Prácticamente todo el mundo le ve como un pringado, como alguien con un pequeño problema, aunque no puedan precisar cuál. Él ha ido volviéndose maniático, y a pesar de que su tartamudeo ya sólo aparece en situaciones en las que se encuentra muy nervioso no ha terminado de hacerse un hueco en la sociedad.

Cuando pasa demasiado tiempo sin recibir ningún encargo él mismo siente la necesidad de escogerlo y realizarlo por su cuenta. Al fin y al cabo eso sigue siendo lo único en lo que se considera bueno, y el estrés de vivir con una madre así ha de ser liberado por alguna parte. El dinero que gana lo gasta en artículos que para él están llenos de valor, como primeras ediciones o cualquier fabricado de manufactura curiosa. Sus aspiraciones de futuro son escasas. Sí le gustaría encontrar a alguien con quien compartir su vida, pero sabe que dedicándose a lo que se dedica podría ser complicado.

Notas de juego

Listo. :)