Partida Rol por web

Cuando creíais que íbais a ser conducidos directamente a algún destacamento o base, los Ala-X os hicieron descender y descender, atravesando nubes y algunos remolinos helados previos a cualquier ventisca. Finalmente descendísteis a un valle helado, donde la nieve se extendía en derredor, y atracásteis en plena nieve (al igual que ellos). Veíais entonces que varias hileras de hombres (tres, concretamente, se aventuraban hacia vuestra posición desde las bases de los montes y montañas más cercanos: eran soldados rasos de la alianza rebelde. Un tercer caza apareció sobrevolando la zona, sin llegar a aterrizar, observando cual mynock desde las alturas.

Cuando los motores del Rosa Azul se apagaron, el canal de comuncación de radio con los pilotos rebeldes emitió un nuevo pitido:

Salgan con las manos en alto -apuntó la voz de la radio-.

Las tres hileras de soldados de la alianza formaron un perímetro triangular alrededor de las tres naves. Un total de entre doce y quince soldados por lado triangular apuntaban a la nave, concretamente hacia la escotilla de salida.

No todos los cazas están pilotados por fanáticos descerebrados.

Fanáticos no, joder -apuntó Ti-Dal, muchos minutos después de lo dicho por su compañero Darius-. Son unos putos cabrones... ¡Mirad cómo nos apuntan! ¿Quién se creerán que somos? -se arrascaba la cabeza-.

El contrabandista miea a Ti-Dal un tanto atónito, realmente no se esperaba esa frase y ese tono.

- Y tú en su lugar qué harías en su lugar, ¿de verdad que te esperabas otra "bienvenida"? Anda, bajemos y hablemos con ellos. No creo que nos maten...o por lo menos no antes de preguntarnos muchas cosas.

Dicho esto Anzak salio de la cabina  se dirigió a la comperta lateral, la abrió y salio levantando las manos.

Son unos putos cabrones... ¡Mirad cómo nos apuntan! ¿Quién se creerán que somos?

El caza-recompensas se levantó de su asiento con tranquilidad. Estaba en casa. Con los suyos y encima haría fresquito como a el le gustaba. Su socio tenía razón. No creia que les fueran a hacer daño alguno. Aun así al pasar junto al cereano murmuró. -Unos cabrones - Repitió sonriente -...Ya te lo digo yo. Si sospechan algo te pegan un tiro en la cara- Sus fríos ojos he husky destellaron un brillo insano y se tragó una de sus pastillas de colores como si fuera un caramelo.

Darius accionó el control de la rampa y descendió por ella con las manos bien a la vista.

-Buenos días camaradas- Saludó al rebelde más adelantado. -Soy Darius Rammkopf. Quisiéramos ver a vuestro comandante.-

No pudo evitar fijarse en las armas que portaban los rebeldes y preguntarse si su nuevo juguete encajaría en una de ellas.

Ti-Dal bajó un poco la cabeza ante el reproche de Anzak. Si por él fuera, no sólo no les dejarían salir de allí, sino quién sabe si apretaría los gatillos de la artillería de esos Ala-X contra los desfavorecidos. Luego se levantó y marchó tras del contrabandista, escuchando los comentarios de Darius.

Acto seguido, el cazarrecompensas activó la rampa y ésta se deplegó en medio de la nieve. En cuanto vuestros pasos comenzaron a descender escudriñásteis el frío, las montañas, los rebeldes y sus armas. Todo en uno. Mirándolo bien, jamás habíais tenido tanto recibimiento en un aterrizaje. Cuando Darius habló, uno de los soldados rasos que estaba más adelantado en el perímetro triangular le asintió. No supo si lo hizo como afirmando tal petición, la cual habría de ser cumplida, o bien si lo hizo como burlándose de aquel requerimiento.

Bien, ahora desármense. Tiren a la nieve esas armas y todo lo que puedan llevar. -dijo el soldado-. Luego cogió un comunicador y comenzó a dar instrucciones a la base. Por lo que oísteis, estába pidiendo material logístico a una avanzadilla no muy lejos. Traed el terranieve, tenemos "noticias" que transportar -finalizó-.

Darius tenía la esperanza de que les conocieran, o al menos, contrastaran su identidad y les reconocieran como miembros de la alianza rebelde, pero no se sorprendió ante la petición de desarmarse. Se limitó a lamentar su escasa reputación y la falta de coordinación de aquel destacamento.

-Hehe, pues dame un rato chico- Sonrió el caza-recompensas. Abrió su capa y empezó a sacar armas una detrás de otra sin parar. -Uno no sabe lo que se puede encontrar- Dijo encogiéndose de hombros cuando hubo terminado. No recordaba la última vez que se había desarmado y una extraña sensación comenzó a incomodarle al ver todo su equipo sobre la nieve...Se sentía como...Desnudo.

Anzak con las manos levantadas miró todo con cuidado intentando advertir cualquier amenaza que les rodeara. La verdad es que no temía que les mataran, o por lo menos no en ese momento, pues seguramente les tendrían que hacer bastantes preguntas antes. Así que hizo lo que le ordenaron, sacon sus armas con cuidado y las dejó en la nieve. 

- Ya sabes lo que nos tocará luego con estas armas,  socio- dijo el contrabandista a Darius mirando las armas mojadas por la nieve y que deberían limpiar y engrasar luego si querían que funcionaran perfectamente. 

Sigo a mis compañeros en el descenso por la rampa.

- Parece ser que nuestra reputación nos precede - digo con algo de sorna tras oír la orden de desarme acto seguido de la presentación de Darius - Será que te conocen y no quieren que te acabes disparando en un pie.

Luego lanzo el bláster de bolsillo que había cogido.

- ¿Lo veis? Si es que no tengo que llevar armas, os lo dije.- comento mientras me apoyo en mi bastón. Dado el recibimiento que hemos tenido, había tenido en cuenta de simular mi cojera utilizando el bastón, para evitar tener que dejarlo y que no se pensasen que era una arma.

Cuando os desarmásteis sin mayor reticencia de la normal, dos soldados fueron ordenados con un movimiento de cabeza para recoger vuestras armas. En pocos segundos se aproximo al perímetro triangular de soldados un esquife de nieve de transporte, lo suficientemente grande como para transportar a dos personas. Os obligaron avanzar unos pasos y cuando se detuvo a vuestro lado os obligaron a subir, sin dejar de apuntaros. Con vosotros subieron dos soldados más el conductor del transporte. En pocos minutos estábais ya rumbo a lo que suponíais, era la base rebelde de aquel planeta.

Avanzábais a paso ligero. Veíais cómo la formación que os había interceptado se disolvía entre la nieve, y las naves estelares Ala-X sobrevolaban las alturas. Ascendíais por una pendiente de nieve hecha camino, acompañada a cada diez pasos por un gran foco de iluminación colocado sobre una gran estaca metálica (para la iluminación nocturna). Cuando pasaron aproximadamente diez minutos, llegásteis hasta una gran entrada en una de las montañas del valle. Era una cavidad enorme con acoplamientos de puertas selladas a ambos lados: una base rebelde en Rigesco. Oíais mientras casi accedíais el tumulto de deslizadores, soldados y alguna nave aterrizando o despegando por encima de vuestras cabezas. El despliegue era bastantee impresionante.

Tras cruzar la entrada rocosa estábais en el interior de la base, pero vuestro cuerpo estaba bastante helado tras viajar a través del valle helado.

Cuando llevamos un rato de viaje, empiezo a notar un escalofrío por todo mi cuerpo, aún más gélido que cuando noto el Lado Oscuro acechando a mi alrededor.

- ¡Maldita sea! ¿es que no hay calefacción en este trasto? ¿Quereis que nos muramos de frío? Os hace falta unas buenas lecciones de hospitalidad. Mira que tener a un pobre viejo víctima de las inclemencias de este glacial planeta.¡Me estoy quedando helado!

El paseo en el aerodeslizador les mostro unas espectaculares vistas del helado planeta, pero con la velocidad  el frío se incrementó y sin nada que les protegiera del frío,  el viaje paso de ser "un bonito paseo" a ser una "tortura helada".

- Podíamos haber venido en la nnuestra nave. Más calentitos y más seguros- dijo en alto el contrabandista para que lo escuchasen los soldados que les llevaban.

El frío hace mella en mi cuerpo. Soy duro y resistente, pero la edad hace sus estragos y mi organismo no es el que solía ser.

Empiezo a tiritar, aunque no parece que a nuestros "captores" no les importa demasiado. Me concentro en la Fuerza, empiezo a notar el calor del ambiente, del sol, de los motores del esquife... consigo concentrar ese calor y que me caliente el cuerpo.

-Ya me encuentro mejor - digo asintiendo a Anzak, que lo he notado algo preocupado por mi.

-He venido hasta aquí para hablar con tu comandante, no para echar a correr- Gruñó Darius subiendo al aerodeslizador a punta de fusil.

Sus comapeños rebeldes estaban siendo muy desconsiderados al dejar que el anciano se congelara. Sus labios adquirian por momentos un tono sospechosamente azul.

-Piensa en playas como nuestro amigo- Dijo señalando a Anzak  -Y cuidado con ensartarte con un moco congelado- Bromeó. Como en tantas ocasiones recurrió al humor para salir al paso de una situación que le provocaba mas ira de la que podía permitirse.

Afortunadamente Clint sabía como canalizar la fuerza y sus aburridos ejercicios de meditación sirvieron para algo útil.

El caza-recompensas observó el contingente. Parecían los mismos efectivos que en Hoth. Ar recordar el triste fin de la base entendió las precauciones, pero lo de dejar que el viejo se helara era gratuito y le recodó demasiado a las despiadadas fuerzas imperiales. -Sois unos hijos de puta- Pensó en alto. Cuando se quiso dar cuenta las palabras ya habían salido de su boca. Se quedó mirando al frente, observando las naves. No quería un enfrentamiento, pero tampoco se arrepentía. Los ideales de la rebelión le importaban demasiado para no intentar que todos y cada uno de sus miembros  fueran gente digna.

Nosotros diremos a quién tienes que ver -le espetó uno de los soldados de la Alianza-. Ahora llegaremos... -el otro soldado se colocó unos auriculares y comenzó a escuchar algunas emisiones desde una radio portátil que llevaba, tan grande como una mochila-.

El viejo jedi parecía estar apagándose en aquel terrible valle cargado de nieve. No eran tiempos buenos para Clint, un tipo ya bastante mayor, envuelto en turbulencias como esas (no sólo la nieve, sino las persecuciones y otros desatinos). Pareció que una manifestación de esa antigua religión le recorrió el cuerpo, y sin manta alguna (sólo con su capa) consiguió abatir al frío, expeliendo de su cuerpo calor interno para mantenerse "fresco".

Nada más llegar al centro del hangar pricipal, donde varios pilotos se disponían para hacer maniobras con los Ala-X allí desplegados, un tipo les estaba esperando de pié. Estaba justo en medio del tumulto de idas y venidas de los soldados, agentes de comunicación y otros aliados voluntarios en Rigesco. Os miraba y esperaba a que el esquife, como así hizo, se parara justo delante de él. Llevaba una capa azulada, botas altas y negras y atuendo de comandante de la Alianza.

Los soldados rebeldes descendieron del esquife y vosotros también. El comandante hizo un gesto asitiendo para que os dejaran a solas, pues no había ya problema. Os dísteis cuenta de que era el mismo tipo que había salido en el holograma de la microtarjeta de información.

Mi nombre es Alverin Guinness, soy el comandante de la Base Salto 20 de este planeta -comenzó a caminar, y vosotro a su lado, mientras os hablaba. Veíais en su costado una brillante pistola bláster enfundada sobre su cinturón-. Acaban de comprobar vuestros nombres. Gente decente -dijo, sabiendo que ya habíais colaborado con la Alianza-. Os doy las gracias -se detuvo, girándose, y mirándoos por primera vez a los ojos-. Os agradezco que hayáis traído ese carguero, el Rosa Azul, dada la delicada situación en que nos encontramos. Acabamos de saber que nuestro espía, el que llevaba ese carguero, ha caído en las garras del imperio.