Partida Rol por web

Camino que desciende al valle.

Valle del Sarda

Nuevo Amanecer.

    Sandor conducía el carro por el empinado sendero con los aventureros hacinados sobre los barriles de provisiones. Cada uno se acomodaba como podía tratando de no acercarse al cuerpo de Morrigan. La vampira yacía inerte con una flecha y un virote clavados en el pecho. Su hermoso rostro mostraba una expresión plácida. Solo perturbada por las cabezas de ajo embutidas por nariz y la boca. Ni siquiera los ajos enmascaraban el aroma dulzón a flores lunares que la vampira empleaba para protegerse del sol.

Fornund había embadurnado el cuerpo de Ely con el mismo aceite y Jess la mantenía bajo su capa a lomos de Botones. Su cuerpo ardía de fiebre evaporando el aceite y embriagándolos a todos.

Los vampiros y engendros que habían salido en su persecución habían sido reducidos a cenizas cuando el sol había invertido su trayectoria y había vuelto a salir por el horizonte. Sin embargo, la manada de lobos que había convocado la vampira seguía el rastro de su ama desde la distancia. Rara vez se dejaban ver. Pero sus aullidos de lamento y rabia resonaban entre las montañas provocándoos escalofríos.

 Ely volvió a musitar unas palabras:-Tengo sed- Repitió.

Los aventureros se miraron entre sí con gesto de preocupación. El anillo de sustento no tenía un efecto inmediato... si es que llegaba a funcionar con Elyzabeth. Pero entonces la muchacha tomó la cantimplora de Jess y bebió con ansia.

De nuevo todos, salvo Sandor que conducía el carro, observaron con atención la reacción de la joven.

 Ely asomó la cabeza sobre la capa y se protegió los ojos del sol con la mano. Miró a ambos lados del camino y al ver un matojo frondoso dijo en voz baja: -Tengo que ir a hacer pis.-

Miró la cantimplora como si hubiese bebido barro y pidió a su amiga: -Jess: ¿Vienes conmigo?-

Sandor volvió fugazmente la mirada hacia sus compañeros esperando una respuesta. Los lobos los acechaban, aunque tanto daba detenerse, pues era imposible dejarlos atrás a la velocidad del carro y los peregrinos iban a pie. Os los habíais ido encontrando por el camino huyendo de los lobos, los vampiros y el terrible demonio que habíais liberado. Cada vez que se oía un aullido, se acercaban a vuestro carro en busca de una mínima sensación de seguridad; pero al escucharos hablar sobre la joven que ocultabais bajo la capa, sus caras mostraban desconcierto y preocupación.

Oooh... claro que sí, bonita. Por supuesto que voy contigo. Las mejores amigas. Siempre.

Jess le besó la frente, lo que implicaba desde su posición dejar la tentadora yugular a la altura de los ojos de Ely, ahí, toda palpitante, por tener todavía el corazón desbocado por el miedo.

Uy... qué caliente. Eso es bueno, ¿no?-pensó-Los muertos están frío, los vivos calientes, así que si Ely tiene fiebre, es que no es una vampira. ¡Sabía que Morrigan mentía!

Arreó con las rodillas a Botones para ponerse a la altura del pescante. Con el amanecer, el animalejo mitad topo grande y mitad rata terrible, se veía deslumbrado quizás por primera vez en su vida. Estaba frenético y era algo más dificil de controlar, desviándose de la linea recta a menudo, como si un espacio tan abierto le pusiese frenético solo por la posibilidad de poder explorarlo.

Tenemos que parar-indicó con gesto serio a Sandor, aunque probablemente ya lo habían oído todos, menos el Gran Tergrar, que está muy alto en el cielo-. Solo será un momento.

Tanteó el peso de la cantimplora: vacía. Jess estiró el brazo para dejarla junto a Sandor.

Ya no tiene agua. Gracias por prestárnosla.

No era suya. Ella había pasado todos estos años con el anillo que ahora lucía Ely, así que nunca necesitaba llevar un odre o una cantimplora a mano.

La preocupación de Nalfeim era patente en su ajado rostro. Ya había fallado una vez a Tergar, y de forma definitiva, pensó con un poco de humor negro. No volvería a fallar a su amigo, estuviese donde estuviese. Soltando la traílla de su arma, pero sin desenvainarla siguió a la pequeña gran Jess y a Ely, quedándose a una distancia oportuna, pero sin perderlas de vista.

Esperó a que ambas terminaran. Las mujeres siempre tienen que ir de dos en dos murmuraba, mientras se sacudía las manos. Y ahora qué hacemos con estos refugiados. Bueno y con los lobos. Me huele que nos van a seguir mientras tengamos el cadáver de Morgana. Y ya puestos, algo habrá que hacer con el dichoso cadáver. Por muy bien que huela.

-Venga chicas, ¿acabáis?. No me gusta tener una manada de lobos a mis espaldas… Supongo que me estoy haciendo viejo, Sí. Añadió , recordando la vieja broma que siempre compartía con Tergar, Brom, Dámaso…

Está hundido y abstraído, pero sólo hasta que Ely habla. En ese momento sus ojos se clavan en ella y la observan beber con atención.

Yrlinand- susurra el mago antes de volver a abstraerse en sus pensamientos, su mirada se fija de reojo en el sol innatural y sus dedos juegan con habilidad con la moneda mágica.

No hace falta más para el petirrojo que despliega sus alas y empieza a revolotear en círculos vigilando tanto a las dos chicas como los alrededores, su aleteo es apenas audible pero en ningún momento se aleja suficiente como para no ser visto o poder regresar con rapidez a la "seguridad" del carro.

Había tenido que embadurnar el cuerpo de Ely con el mismo aceite que usaba la vampira para protegerse del sol, algo que le había resultado duro, por recordar el duro destino al que la hija de su amigo estaba abocada.

Lo habían pasado mal, pero el Sol, uno de los símbolos de Pelor, uno de los Dioses Humanos, había venido en su ayuda y había acabado con el peligro que les acechaba, aunque las otras criaturas favoritas de Morrigan, sus lobos, les seguían el rastro sin perderlo ni un momento. No era agradable saber que en cualquier momento se te podían tirar encima unos animales salvajes con ansia de sangre y de recuperar a su ama, pero Fornund llevaba la tensión como mejor sabía, con practicidad y estoicidad.

Las palabras de Ely anunciando su sensación de falta de líquido le puso sobre alerta, como al resto, con los que intercambió unas miradas de preocupación. Todos estaban pendientes de la evolución de la muchacha, con el corazón en un puño por ser quien era, la hija de Tergrar. Al parecer, el objeto mágico que Ness le había puesto tardaría su tiempo en hacer efecto, tiempo que no sabían si tendrían, al igual que tampoco sabían si el objeto sería efectivo, pero ahora mismo no tenían otras ideas. Necesitaban llegar a un sitio seguro donde poder descansar y poner en orden sus prioridades.

Sandor, su viejo amigo, le dedicó una mirada significativa y Fornund, fiel a su deber, asintió y se retrasó varios metros con el escudo embrazado y la mano apoyada en el mango de su arma, vigilando la parte trasera y los alrededores con su vista cansada. Los peregrinos se acercaban a ellos y el paladín los miraba de forma amistosa, pues sabía que esa gente no entendería lo que aquella chica significaba para ellos. 

Tranquilos, no sucede nada. No os alejéis demasiado y continuaremos en breve. - dijo cuando los primeros peregrinos se acercaron lo suficiente.

Sandor puso los ojos en blanco, tiró de las riendas y detuvo el carro. Con el siguiente aullido de lobo, tomó su ballesta pesada y comenzó a cargarla con cara de pocos amigos.

Ely descabalgó con cuidado de Botones, se acercó con paso tembloroso a la linde del camino y se acuclilló tras el seto.

La toporrata hociqueó a derecha e izquierda con la misma inseguridad que la joven. Estaba cegada por el sol y solo sus largos bigotes impidieron que se chocase.

Los lobos aullaron más cerca. Ely tardaba demasiado y Sandor resopló impaciente como los percherones que tiraban del carro.

Entonces se escucharon unos ladridos lejanos desde la parte baja de la montaña.

 -Nu guztan Perruz- Dijo Sîglu.

-Perruz guztan aún menoz orcuz- Aseguró su compañera sentada a su lado

La oronda minera orca se arrimó a Sandor pero el mercenario la alejó con una de sus miradas.

Cuando terminó de cargar la ballesta, la dejó en su regazo y tomó las riendas

 -Será mejor que nos movamos- Dijo apremiando a Jess con la mirada.

La aventurera dio un poco más de tiempo a Ely y entonces sonó como cuando los pescadores abren las redes y cae todo el pescado.

Solo ella vio lo que le sucedió a Ely tras los arbustos. Todos se quedaron pálidos al ver a Jess llevándose las manos a la boca y es que pocas cosas podían sorprender a la espadachín y menos aún provocar esa cara de terror.

Jess siempre había creído que la expresión: "Echar las tripas" era solo una forma de hablar y no algo que podía sucederle a una persona realmente...Y seguir viva.

Ely regresó gateando al camino. Su tez había perdido todo el color y sus ropas estaban empapadas en sangre de cintura para abajo. Logró encaramarse a la toporrata con ayuda de Jess y se arrebujó bajo la capa de nuevo. Esta vez tiritando de frío.

Sandor negó con la cabeza. Lo sentía por la chica pero no tenía salvación. Ellos sin embargo aún tenían una oportunidad. Arreó a los caballos y volvió a poner el carro en movimiento.

-A mí tampoco me gustan los perros- sonrió a las orcos. -Pero los prefiero a los lobos-

-¡Fornund! dile a tus peregrinos que corran- Alzó la voz sin mirar atrás y dejó que el carro tomara velocidad por la pendiente.

    El descenso fue rápido. Adelantaron  a los peregrinos que iban por delante y dejaron atrás a los más rezagados.

Tran no pudo evitar compadecerse de un anciano incapaz de mantener la carrera. Bajó de un salto y se despidió.

 -Si esos lobos recuperan el cuerpo de su ama, todo habrá sido en vano. Trataré de romper su rastro. Vosotros no os separéis de ni Morrigan ni de Ely. Me ocuparé de esta gente y me reuniré con vosotros  en la posada de Tergrar-

    El carro alcanzó un gran claro. En la distancia se divisaba un grupo de diminutas figuras. Vecinos del pueblo que avanzaban en paralelo separados como en una batida.

En el centro de la fila se distinguía un hombre fornido con una lanza en una mano y varios perros atados en la otra.

Klurca estiró el cuello para verlo mejor.

 -Eze ez alguazil der pueblu- Aseguró al fin -...Antez tenía maz perruz- Dijo sonriendo y encogiéndose de hombros.

Los aventureros recordaron que Tergrar había empezado a comerciar con los orcos para evitar que estos saqueasen el pueblo. Y a juzgar por la expresión de la bárbara, esta ya se había enfrentado al alguacil.

Presta escasa atención a su alrededor, endureciendo el semblante sólo cuando ve a Ely volver ensangrentada. No hace mención alguna a su situación; en vez de eso extrae su libro de conjuros y lee cuidadosamente sus páginas al tiempo que hace algunas minuciosas anotaciones con un pequeño trozo de grafito.

Sólo cuando se divisan a los pueblerinos dice con voz fría a Nalfeim y Fornund -necesitamos descansar todos, recuperar nuestros conjuros. Volver al pueblo donde podemos defendernos de esos lobos infernales; aquí todos esos hombres son carnaza- no parece importarle el hecho de que los peregrinos-carnaza puedan escucharle. Tampoco la respuesta de sus compañeros, pues en cuanto termina de hablar vuelve a centrarse en su libro de conjuros.

Estaba pálida. Taciturna. Miró una vez más a Ely. Jess no fue capaz de dedicarle una sonrisa de ánimo. No después de lo visto. El cansancio y el pesimismo empezaron a hacer mella en ella. Por eso, la aparición de la batida no supuso ninguna inyección de renovada esperanza. No la había.

Iba a ser difícil convencer al pueblo de que les dejasen pasar, de que les diesen cobijo. Con Ely y su aspecto enfermizo, bastaba para que recelasen de una enfermedad contagiosa. La toporrata, por muy mona que le pareciese a Jess, era un engendro vomitivo. El cadáver plácido de Morgan con la boca llena de ajos no era algo que inspirase confianza. ¿Y las orcas...? ¿Las mismas que habían lanzado algunos ataques sobre Tamar?

Pufff... la única manera de que nos dejen llegar al pueblo con las orcas vivas es atándoles las muñecas para que pasen por nuestras prisioneras-resopló, con actitud negativa.

La idea, a pesar de nacer del sarcasmo, quedó flotando en el aire como una profecía tentadoramente real, lista para que cualquiera pudiese retomarla.

¿Qué se supone que vamos a contar a esa gente...?

-Si esos lobos recuperan el cuerpo de su ama, todo habrá sido en vano. Trataré de romper su rastro. Vosotros no os separéis de ni Morrigan ni de Ely. Me ocuparé de esta gente y me reuniré con vosotros  en la posada de Tergrar-

El clérigo no pudo más que admirar el valor del pícaro, estaba arriesgando su vida, sacrificándose, se corrigió, para darles un poco más de tiempo a ellos, a los refugiados, y sobre todo a Ely.

Antes de que partiera se acercó a él, le cogió del antebrazo y le susurró. Que la bendición de los antiguos sea contigo amigo, allá donde vayas. Su viejo colgante emito una leve luz, y le dejó partir. Vuelve sano, creo que te necesitaremos en breve…

-Eze ez alguazil der pueblu- Aseguró al fin -...Antez tenía maz perruz- Dijo sonriendo y encogiéndose de hombros.

Tras despedir a su compañero, Nalfeim se acercó al carro donde yacía Ely, la toco y noto la fiebre, o el calor, que no es lo mismo. Levanto un poco la capa que la envolvía e intentó examinarla mientras avanzaban con el carro. O por lo menos aliviar su dolor. Estaba perdiendo mucha sangre y no sabía exactamente como arreglarlo, si es que se podía….

Cuando el carro alcanzó el claro, Nalfeim casi no se dio cuenta tan sumido estaba en la pequeña enferma y sus cavilaciones. Fue cuando la orca llamo la atención de todos que reaccionó.

-Quizás pueda adelantarme e intentar dialogar con ellos. Lo último que necesitamos ahora es un enfrentamiento con el alcalde y demás villanos. Miró a sus compañeros, ¿Fornund?, ¿quizás tú?, ¿o tú, Shansar?. Volvió a bajar la mirada hacia la pobre Ely, y continuó, Jess, cariño, ¿te quedarás cuidando de Ely, por favor?, y que no se acerque esa, añadió en un susurro señalando a la piel verde.

Levanta la mirada de su libro de conjuros, molesto porque Nalfeim le pregunte algo que ya ha dicho él, a lo que replica -usa la táctica del enemigo de nuestros enemigos es nuestro aliado, seguro que funciona. Ahora si me disculpas necesito memorizar estos conjuros antes de que un lobo intente probar carne de mago o un pueblerino de hoz nerviosa quiera atravesar a Ely.

De nuevo no espera réplica alguna y vuelve a hundir su nariz en el libro, aunque normalmente parecía capaz de dedicar tiempo a los demás incluso cuando se concentraba en otras cosas parece que ahora no quiere... o que de verdad le está dedicando todos sus recursos mentales a la lectura.

Mientras vigilaba la retaguardia, Fornund no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espalda cuando escuchó la exclamación ahogada de Jess y se giró a ver qué sucedía para que la diestra espadachina reaccionara así. No alcanzó a ver qué sucedía tras los árboles, pero la pálida tez de la joven le dijeron todo lo que necesitaba saber.

Algo muy desagradable debía estar sucediendo para que ella pusiera esa cara. El ceño del enano se junto un poco más, si es que era posible. Nada estaba saliendo bien.

El regreso de Ely a la toporata le dejó estupefacto, pues no creía que alguien que tuviera tanta sangre propia encima pudiera seguir caminando sin desvanecerse. Una oleada de congoja y tristeza golpeó el ánimo del viejo enano, viejo en alma, que no en edad, por todo lo sucedido en su vida hasta el momento. Un largo suspiro fue el preámbulo a su aviso a los peregrinos tras la advertencia de Sandor. - Moveos con rapidez, no podemos entretenernos o nos cogerán. - No le hacía falta decirles a los peregrinos que, como los alcanzaran, la mayoría estarían condenados.

Viendo como la mayoría se retrasaban, su corazón se encogió cuando imaginó la cruda verdad. Si no sucedía algo que retrasara la marcha de los lobos, los cogerían sin remedio. Meditaba si era posible una defensa a ultranza contra los lobos, para dar tiempo a todos a escapar, pero veía demasiados fallos a su plan. No sólo que le pudieran matar, al fin y al cabo, morir en gloriosa defensa de lo que era bueno y justo era precisamente uno de sus deberes como representante de Moradin en la tierra, el problema era que, en campo abierto, los lobos podrían simplemente rodearlo, ignorarlo y seguir adelante sin causarles ningún retraso. Cuando Tran se ofreció a hacer perder el rastro de los lobos, asintió impresionado. Una magnífica idea. Una mirada de admiración y un simple asentimiento fue todo lo que necesito para transmitirle todo lo que sentía por él en ése momento, pues era consciente de lo que significaba

La aparición del Alguacil y los hombres del pueblo cambiaron la dinámica del momento. Nalfeim creía que un acercamiento diplomático podría poner las cosas en nuestro favor, y apeló a Fornund.

- Sí, creo que será lo mejor. Hablaré con ellos. - respondió, lacónico.

Invocó a su caballo*, para poder adelantarse a la carreta y llegar cuanto antes a los hombres. Además, un paladín enano, fornido y armado, llegando a lomos de un caballo de guerra poderoso y musculoso impresionaba más que llegar andando.

Quizás eso inclinaría la balanza a su favor cuando solicitara acceso al pueblo.

Se subió al caballo apoyando uno de los pies en el estribo, para darse luego impulso con la otra pierna mientras agarraba el pomo de la silla de montar.

- Vamos Theosod, fiel amigo. - le dijo a su montura, dándole una palmada en el lateral del cuello y aspirando fuerte por la nariz.

Levantó un poco la capa que la envolvía e intentó examinarla mientras avanzaban con el carro. O por lo menos aliviar su dolor.

   Los ojos de Ely se enrojecían por momentos. Su piel había perdido todo el color y su vientre, antes inflamado, ahora estaba hundido como si hubiera ayunado durante semanas. La lengua enrojecida y los labios cuarteados indicaban deshidratación, pero el agua solo había empeorado su estado, sin embargo la joven repitió entre sollozos: -¡Agua por favor!. Esto no sirve de nada.- Protestó devolviendo el anillo a Jess.

Nalfeim se sintió impotente. Estaba claro que Ely había sido corrompida por Morrigan, pero no sabía cómo detener su mal. La vampira podría saber cómo. Pero devolverla a la consciencia era demasiado peligroso. El único alivio para la sed de la muchacha era la muerte, o algo aún más horrendo que le produjo un escalofrío solo de pensarlo.

Shanshar postuló que la esencia aromática protegía a Morrigan de los rayos solares, seguramente funcionaría con Ely durante algunas horas, pero no entendía porqué la vampira no se había desvanecido al atravesar su pecho con una flecha de madera.

Tran se perdió de vista y minutos más tarde se elevaba una cortina de humo blanco entre el carro y los aullidos de lobo.

Gracias al pícaro, el carro llegó al claro habiendo puesto tierra de por medio con aquellas bestias pendencieras.

Pufff... la única manera de que nos dejen llegar al pueblo con las orcas vivas es atándoles las muñecas para que pasen por nuestras prisioneras-

   Jagga y Sîglu se encogieron de hombros con sorprendente resignación, pero Klurca, que tenía sangre humana y era más lista, negó con la cabeza.

 -Humanuz malvaduz.- Advirtió a las mineras -Zuz van´atar a un palu y zuz dezpellejarán a latigazoz igual que Yazlik.-

  -Eztaz llena de perjuizioz- Respondió Jagga sacudiendo su cabezota. -Jezz me zalvó. Tiene mi ztumm y debu zeguirla hazta que valla a murir para yo zarvarla- Aseguró asintiendo.

-Yo nu quieru andar- fue la única excusa de Sîglu para no bajar del carro.

Klurca ensanchó sus fosas nasales, resopló y se marchó camino arriba sin decir nada.

   Fornund y Nalfeim se acercaron al grupo de vecinos alineados a lo largo del claro. Pronto distinguieron otros tantos por bosque. Llamaban a Elyzabeth y a su padre a gritos con la esperanza de encontrarlos con vida. Al ver a la pareja de aventureros dejaron de dar voces y lo más cercanos se acercaron a ellos.

 -Hey- saludó el aguacil con un gesto de su lanza. -Soy Arnaul. Alguacil de Tamar- Se presentó. Los dos perros que llevaba en su mano izquierda se abalanzaron hacia los aventureros hasta el límite que las correas les permitieron. Ladraron con tanto entusiasmo que el hombre le costó controlarlos.

-Buscamos al posadero y a su hija. Desaparecieron hace un par de días. Disculpar. Los perros están muy ansiosos con la batida y esos malditos lobos, pero el rastro está frio por culpa de la nieve. - Explicó. El hombre parecía cansado y preocupado. -¿Los conocéis?¿Habéis visto algo?- Después torció el gesto al señalar en la dirección en que veníais y preguntó con voz autoritaria:-¿Sois responsables de ese fuego?- Dijo señalando la humareda lejana.

-Maese Arnaul, dijo el clérigo con una ligera inclinación de cabeza, mi nombre es Nalfeim de la casa Do´Imra, servidor de uno de los antiguos poderes. Señalando al enano, continuó, Y mi compañero se llama Fornund Thornod de la Ciudad de Alabastro.

Hizo una pausa y volviéndose señalo al grupo que los seguía. Como puede ver traemos un grupo de refugiados, necesitados todos de ayuda y descanso. Entre ellos, se encuentra Ely, la hija de Tergar, nuestro compañero, mi amigo y mentor. El dolor se reflejó en su cara unido a la determinación. La pérdida de un ser querido junto a la voluntad de proteger a Ely como fuera. Por desgracia, Tergar ha fallecido, y Ely se encuentra muy enferma. Señaló con un gesto de la cabeza al resto de los habitantes de la aldea. Así que, si me disculpa, vamos a llevar a Ely a la que ahora es su casa. Quizás podamos conversar acerca de los pormenores cuando hayamos descansado.

Cuando nombras a Ely, el hombre se recoloca el casco, se santigua y suspira aliviado; pero la muerte de Tergrar lo entristece. Asiente con la cabeza y os hace un gesto para que continuéis.

-De acuerdo. No es momento para interrogatorios, pero no habéis respondido por ese fuego- Añadió con el ceño fruncido. -Esta tarde...O cuando quiera que sea ahora- Gruñó mirando la errática trayectoria solar -...Me pasaré a ver a la chica y hablaremos de eso. Ahora voy a darle la noticia a su mujer y al resto del pueblo.-

El alcaide tiró con fuerza de los perros que se retorcían para salir disparados hacia la carreta y se volvió hacia sus hombres y los voluntarios que estaban más cerca.

El carro estaba a la suficiente distancia de los vecinos que estaban realizando la batida y ninguno alcanzó a distinguir a las pieles verdes.