Partida Rol por web

Posada del Jabalí Verrugoso.

Valle del Sarda

Atardecer

 Los dos grupos de aventureros se saludaron. Algunos se conocían de la boda de Tergrar. Otros habían labrado una amistad en el pasado. Tenían mucho que contarse sobre el desaparecido posadero y su hija.

El extraño día tocaba a su fin. El sol había descendido rápidamente hacia el Este y la agradable temperatura diurna se tornó de nuevo fría y desapacible.

Los peregrinos se apresuraron a entrar en la posada. Les sorprendió encontrarla vacía y descuidada. Con evidentes signos de lucha. No quedaban muchas sillas donde sentarse y no había nadie que los atendiera.

La locuaz mascota de la posada se gana un buen rascado tras las orejas a pesar de que no consigo entender el significado de todo lo que me dice y me limito a hacer de intérprete entre él y mis compañeros con la certeza de que ellos, mucho más brillantes que yo, sabrán desentrañar las crípticas explicaciones del felino.

Lo único que consigo entender es que Tergrar está bien y también su familia. No me pesa que mi viaje haya sido en vano si al final todas las malas noticias han quedado en nada.

El traqueteo de un carro en el exterior de la posada me anuncia el regreso de mi viejo amigo y estoy convencido de que su alegría será tan grande como su sorpresa al encontrarnos aquí. Tal vez después de todo el viaje no resulte completamente improductivo si sirve para reencontrarse con algunas personas queridas y conocer a otras nuevas.

Salgo al exterior a dar la bienvenida a Tergrar a su propio hogar pero el sorprendido soy yo al descubrir al nutrido grupo de viajeros que se detiene frente a la taberna. Entre los presentes creo reconocer al autor de la última carta que llegó a mis amigos: mi buen amigo Nalf, aunque extraordinariamente avejentado. Supongo que el tiempo no ha pasado en balde para ninguno de nosotros.

Corro al encuentro de la comitiva pero me detengo a escasos metros con los brazos en jarras al reparar en las dos mujeres orco atadas de pies y manos.

―¡Nalf! No-no-no se trata así a los com... pañeros de viaje! ―le reprendo―. La-la paz nunca se consigue con... gri-grilletes.

Incluso siendo consciente de que tal vez tan desagradable medida no es cosa de mi viejo amigo, creo que es de justicia reprocharle el que no haya llevado a cabo las acciones necesarias para impedirlo.

No paso por alto el bulto inerte que yace tendido en la parte trasera del carro y me acerco a la pareja prisionera para hablarlas en su lengua natal.

―Tran... tranquilas, ahora estáis en-en-entre amigos ―les aseguro antes de devolver mi ateción al resto del grupo―. ¿Estáis he-heridos o tra-tra-traéis al... gún herido con vosotros?

Nalfeim iba en el pescante de la carreta, cabizbajo y pensativo. La verdad es que la lista de desgracias no paraba de crecer. A la ya dolorosa muerte de Tergar y.. y lo de Ely, se unía hacerse cargo del cuerpo de Morrigan, porteger el pueblo de los lobos, lo que fueran, … mejor no seguir por este camino, pensó. Concéntrate en cuidar de Ely, y lo demás.  Sho`cendi.

Cuando doblan la última esquina y se acercan a la taberna, ve que esta esta iluminada. La aprensión de un viejo guerrero le tensa el cuerpo, y acaricia el desgastado cuero de la empuñadura de su lanza. Antigua, desgastada, como yo, demasiadas batallas.

Sin embargo, en seguida reconoce a alguna de las figuras, Y su sorpresa es mayúscula cuando oye una vieja y conocida voz. Una voz que se arrastra como los guijarros en un rio, pero que le devuelve la calidez de los viejos tiempos.

―¡Nalf! No-no-no se trata así a los com... pañeros de viaje! ―le reprendo―. La-la paz nunca se consigue con... gri-grilletes.

Todavía sin dar crédito a sus sentidos, se apea del carro, y se dirige firme a la figura que le reprende. Le rodea con los brazos y le abrazo con toda su fuerza. Padre. Se le oye decir con la voz ronca. Le suelta y dando un paso atrás le observa. No sé qué dios le ha enviado, pero no podría llegar en mejor hora. Tergar ha muerto. Y Ely, … la voz se le quiebra en este punto. No pudimos, no supe hacer más. Esta…  muy enferma, será mejor que la metamos dentro. Dice, señalando el bulto.

-Ellas también, añade haciendo una seña con la cabeza a las orcas, vienen con nosotros. Debemos, hablar, todos. Esto supera mis capacidades individuales. Termina mientras sacude la cabeza con tristeza.

La noticia le golpeó como una coz en el plexo solar. Nerisnath retrocedió, acusando el golpe.

¿Tergrar estaba muerto? 

Todo lo que aún quedaba de maga roja en ella pugnó por mantener la compostura, por mantenerse incólume a la adversidad, por permanecer indiferente ante aquello que en realidad le era muy preciado. Duskar le había enseñado que no debía permitir a sus adversarios saber cuándo la habían hecho daño de verdad.

Se recordó a sí misma que Tergrar había sido sólo un escarceo amoroso. Que había pertenecido a otra mujer. Que ella ahora pertenecía a otro hombre. Era lógico. Era razonable. ¿Entonces por qué dolía tanto?

Nerisnath se pellizcó los ojos mientras sus hombros temblaban. Hacía todo lo posible por enterrar aquella capa emocional que nada aportaba a la situación bajo paletadas de racionalidad. ¿Por qué, en nombre de todos los dioses oscuros, dolía tanto?

―Vos sois un santo ―le exigió a Dámasor, golpeándole en el pecho con el dedo índice en un gesto que traicionaba sus sentimientos―. Vos podéis resucitarlo y poner algo de cordura en todo esto.

―Neris...

El intento de la calavera parlante de terciar enfureció aún más a Nerisnath. La mujer de cabellos negros agarró a Dámasor de la túnica.

―¡Vamos, maldito tartamudo! ¡Devuélvelo a la vida! ¡Ya! ―siseó entre dientes, en un tris de zarandear al ilmaterino como si fuera un muñeco de trapo.

Le devuelvo el abrazo con igual intensidad a mi viejo amigo Nalf. A despecho de mi justificado enfado, siento por él un gran aprecio y hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Estoy feliz de reencontrarme con él, cualesquiera que sean las circunstancias.

Nalfeim no se anda con rodeos y nos expone con franqueza la dolorosa realidad de la pérdida de nuestro querido Tergrar. ¿Cómo es eso posible? El gato me dijo que estaba vivo, que estaba bien... ¿Cuándo ha ocurrido y quién es Ely? ¿Quiénes son todos estos desconocidos que acompañan a Nalf hasta la posada? Demasiadas preguntas sin respuesta para una mente tan fatigada como la mía, demasiadas como para poder darles voz de forma coherente.

Sin embargo, sé bien que no soy el único que sufre. Busco con la mirada al valeroso Ric y también a la joven Neris, dispuesto a intentar ofrecerles algún consuelo o, al menos, a compartir con ellos mi propio dolor. No tengo tiempo de hacerlo antes de que la muchacha de negros cabellos se me eche encima, desgarrada por la congoja de su pérdida.

No es la dureza de sus palabras lo que me entristece sino mi empatía con su aflicción. A pesar de mis años, todavía soy un hombre corpulento y, aunque ella forcejea por liberarse, yo la estrecho entre mis brazos mientras mis manos temblorosas frotan su espalda tratando de reconfortarla.

Ojalá Ilmáter me hubiera dado facilidad de palabra para calmar su angustia. Ojalá Ilmáter me hubiera concedido el poder de devolverle a los muertos la vida, no por ellos que ya nada sufren, sino por aquellos que les quisimos y que quedamos atrás llorando su marcha.

El mago desciende del carromato y replica al otro clérigo con frialdad -todos estamos heridos o cansados...- parece que va a continuar pero Nalfeim habla por él y está bien. Por lo menos hasta que esa mujer exige la resurrección de Tergrar y el vuelve a intervenir -no hay que resucitar a Tergrar aunque pudiésemos, además de que los clérigos capaces de tal hazaña no se venden al cobre la docena. Pero Tergrar... no era el mismo que antes y por lo menos murió haciendo lo que siempre le dio sentido a su vida y a las nuestras. Ayudaremos a su hija a sanar si es posible y dado que unos lobos infernales nos persiguen sugiero que tratemos el cuerpo de su ama como dije y nos parapetemos y descansemos en la posada- desde luego hay órdenes con menos fuerza que esa sugerencia.

Parece ignorar las muestras de afecto o pena y en vez de eso mira a Nalfeim y Fornund -¿tenéis intención de ignorar mis palabras mucho mas tiempo? Haced como gustéis, yo voy a estudiar mis conjuros en mi habitación, eso por lo menos será algo útil.

El veterano y fornido soldado que salió con el resto de personas de la posada, estudió con la mirada a la comitiva que con la carreta venía. A diferencia de la chica y el esceta, este permaneció en un segundo plano. Incluso a pesar de la revelación acerca de la muerte de Tregrar. Ante el cual, el hombre torció el gesto y asintió con mirada extraviada en una reflexión íntima y lúgubre.

Otro compañero que se va, uno menos con quien compartir la carga de los caídos.

En cualquier caso, el aspecto afligido de la comitiva, así como las orcas, y a las palabras acerca de la pequeña Ely y no sé qué de canes infernales; provocó que el hombre reaccionara.

-Entrad a la posada y contadnos más detalles, por favor.

Hago uso del conjuro "reloj de la muerte" para averiguar el estado de salud de todos los presentes.

   El sanador proyectó su poder y vio a través de la carne y los huesos. Los cuerpos de sus compañeros estaban rodeados por auras de colores cálidos vibrantes de energía.

Jess por el contrario estaba herida. La no-muerte había probado su carne y absorbido su energía. El color de su aura se mantenía encendido con la llama de su juventud. Sin embargo, la delgada silueta que la espadachina cubría en su regazo con una capa, se desdibujaba como un espectro. Su aura era fría y apagada. Si ese cuerpo aún albergaba un alma, se hallaba sumida en una oscuridad insondable.

-No hay que resucitar a Tergrar aunque pudiésemos, además de que los clérigos capaces de tal hazaña no se venden al cobre la docena. Pero Tergrar... no era el mismo que antes y por lo menos murió haciendo lo que siempre le dio sentido a su vida y a las nuestras. Ayudaremos a su hija a sanar si es posible y dado que unos lobos infernales nos persiguen sugiero que tratemos el cuerpo de su ama como dije y nos parapetemos y descansemos en la posada-

 -A Tergrar se lo zampó uno de esos lobos infernales- Explicó al resto con su tono agrio y despegado que recordaba al del joven mago. -Y luego ese lobo quedó reducido a cenizas por un demonio que...- El mercenario miró a Shanshar y luego a Jess y terminó abruptamente:-...Vamos, que no hay nada que resucitar-.

 Sandor extrajo el cargador de su ballesta de repetición, destensó la cuerda y comenzó a descargar el carro. En la parte posterior transportaba unos pequeños barriles con provisiones y el cuerpo inerte de una elfa lunar vestida de negro. Su piel era fina, pálida incluso para los estándares élficos, con un leve tono azulado. De su pecho brotaba una flecha y una saeta, clavadas en su corazón. Pero su expresión era plácida y serena a pesar de tener la boca y la nariz retacadas con ajos. Incluso despedía un aroma dulce a flores lunares que eclipsaba cualquier otro.

 El mercenario se quedó mirándola unos instantes, cautivado por su porte incluso en aquel estado. Sacudió la cabeza como despejándose de su influjo y gruñó: -Ayudarme con este peso muerto.-

Jagga. A pesar de estar maniatada, ayudó a transportar el cuerpo de la mujer elfa al interior. La otra orco se apresuró a desplomar sus carnes sobre la primera silla que encontró. El olor a guiso resultó ser demasiado interesante y se volvió a levantar para cotillear en la cocina. Cortó las cuerdas que ataban sus muñecas con un cuchillo y metió la cuchara en la marmita. -¡Que güenu!-Se relamió.

Los aventureros acomodaron a sus monturas y el carro en el establo y se reunieron en la posada.

Sandor y Jagga llevaron el cuerpo de la vampira al sótano. El mercenario explicó que el alguacil y la viuda de Tergrar no tardarían en acudir a ver a Elyzabeth. No tenía muy claro que les iban a contar así que reunió a todos los amigos de Tergrar en el sótano.

-Antes de llegar nos topamos con una batida de vecinos buscando al posadero y su hija. Les dimos la mala noticia de lo de Tergrar, pero no saben que Ely esta...-Bajó la voz para que los peregrinos que había arriba en el salón no pudieran oírle. -...La debió de morder esta vampira. Se llamaba Morrigan. Embaucó al maestro del templo de Pelor y se hizo con el control. Transformó la iglesia en una bodega donde almacenar toda la sangre que pudo antes de lanzar una noche eterna sobre el mundo. Empleaba a sus engendros como tinajas vivientes.- Explicó dejando el cuerpo en el suelo. -Hace dos días subimos hasta el templo de la montaña para rescatar a la pobre Elyzabeth, pero llegamos tarde.- Se lamentó pasándose el dorso de la mano por la nariz. Su actitud insensible comenzó a desmoronarse. Miró hacia el techo y añadió: -Le fallamos a Tergrar y al menos me gustaría hacer algo por su hija. Pero no tengo ni idea de cómo salvarla de convertirse en otra Morrigan.-

Jess estaba cabizbaja. No conocía a Ric ni a Dámasor, dos viejos fósiles muy anteriores a las aventuras de Jess. Y como tampoco asistió a la boda de Tergrar e Isabella, no llegó a cruzarse con Naja Naja. A Nerisnath la conoció poco, y la maga de Thay nunca le gustó. Jess era muy pequeña, la enclenque escudera del Gran Tergrar, y veía con recelo el trato íntimo de su héroe con una bruja que hacía magia. Más o menos el mismo tipo de celos que le levantó Isabella.

En resumen, la llegada de aquellos desconocidos la dejó cohibida. A eso se le sumaba la pena y el luto. Y también las heridas y el cansancio por la energía y vitalidad que le habían drenado. Apartó el pelo de la frente de Ely. Ya que no la quería dejar sola, tuvo que bajarla con los demás al sótano.

Ely, cariño... ¿Recuerdas si Morrigan dijo algo sobre su inmortalidad? ¿Si llevaba alguna reliquia que le concediese inmunidades...? ¿O si en algún momento mencionó que había perdido el corazón y tenía el torso hueco? A lo mejor es que la flecha ha pasado cerca del corazón, pero no le ha dado. Si intentamos clavarle varias estacas... quizás Ely se ponga bien antes de que llegue Isabella. ¿No, Gran Nalfeim?

Jess llamaba "Gran" a todo aquel aventurero que se había ganado su admiración. Sin desmerecer al resto, pues ignoraba sus azañas, tan solo el Gran Nalfeim, el Gran Sandor y el Gran Fornund eran dignos de tal título. Al Guapo Shanshar le llamaba Gran Shanshar a veces, pero porque se le deslizaba el "Gua..." desde el subconsciente, y tenía que disimular transformándolo en un "Gran" sobre la marcha.

Una manada de lobos se ha comido a Tergrar, fueron atacados por un demonio y ahora persiguen al grupo por haber secuestrado a su ama no-muerta. No es que toda esta información tenga mucho sentido para mí pero sí hay un par de cosas que he logrado sacar en claro.

Primero, que esta tal Elyzabeth era hija de Tergrar y ha sido mordida por la vampiresa que Nalf y sus compañeros han traído consigo. Y segundo y no menos importante, la joven jinete de topos gigantes ha sido atacada por una criatura oscura de notable poder.

Me presento a la muchacha como el padre Dámasor y el ofrezco mi ayuda para sanar su aflicción. Ilmáter puede curarla del mal que la aqueja si ella así lo desea, pero por semejante don mi dios siempre reclama un precio. Después me acerco a la convaleciente Ely y la examino con detalle antes de arrodillarme y encomendarme al Quebrantado para que extirpe su maldición.

El viejo soldado se ofreció para encargarse de las bestias. Era hombre sencillo que iba paso a paso, dejaba los grandes planes y genialidades para la gente dotada.

De esta forma mientras los exhaustos aventureros entraban descargando provisiones y cuerpos, el Mastín se ocupó de Bailarín, la bestia de tiro... y aquel bicho extraño. Manteniéndolo alejado de las otras monturas. Una vez acomodados, y asegurarse de que tuvieran algo que comer. Se aseguró de que el establo fuera seguro para los animales ante el acecho de los depredadores. Finalmente entró en la posada para ver a la orca cortando sus cuerdas y putineando en el pochero.

Otra vez, hombre sencillo, cosas sencillas. Lejos debajar y trastear con cuerpos y misterios, el viejo hombre se encargó de preparar comida para todos, acercando encurtidos y queso y, tras quitarse los pesados guantes de cuero y limpiarse las manos, amasar buenas porciones de harina, agua, sal, levadura... y algo más, para poner a cocer en el gran horno circular varios panes pequeños para cocerse antes, que pronto llenaron la estancia del olor a pan cociéndose, entremezclado con el del estofado del difunto Tregrar.

Las cosas se solían ver de otra forma, no tan funesta con la tripa llena, y un buen regusto en la boca.

Mientras trabajaba, interpeló a la orca.

-¿y cual es tu historia, mujer? Lobos infernales, vampiresas... que papel ha jugado una orca en todo eso...- El hombre usaba un tono curioso y desenfadado, no acusador y despreciativo.

Nerisnath miró a su alrededor, con cierta perplejidad, desde el férreo abrazo de Dámasor. Todos habían sido amigos de Tergrar, pero nadie parecía especialmente afectado por la noticia de su fallecimiento. La frialdad con la que el desconocido del arco había descrito su muerte la había dejado helada. 

Y luego dicen que yo soy la tullida emocional ―pensó la maga mulan―, que tengo demasiado cerebro y que estoy demasiado cómoda en mi propia mente. Tendrían que haber visto a este tipo. Una cosa es la fortaleza de carácter, y otra la debilidad de sentimientos..

Se separó del anciano en cuanto este la dejó marchar. El abrazo le había resultado incómodo por lo brusco y por la poca familiaridad que tenía con el ilmaterino, pero le había ayudado a serenarse. Se recostó contra una de las paredes de la bodega, cruzándose de brazos. No dijo nada, simplemente escuchó las noticias que traían los recién llegados y se dedicó a analizar las posibilidades. 

El monje se quedó algo más relajado cuando Nero, a través de Dámasor, les contó que Tergrar estaba bien. No tenía razón para dudar del ilmaterino, no sólo por lo que había conocido de él hasta entonces, sino porque en el fuego había lo que parecía un excelente guiso.  Se cruzó de brazos entonces aliviado pero también un poco disgustado porque  sus superiores lo hubieran mandado hasta allí para una tontería semejante. Pero entonces recordó el tema del sol en el firmamento y decidió ser prudente, como no, y esperar. En esas estaba cuando escucharon jaleo afuera y , al salir a echar un vistazo, siempre en alerta, vieron llegar a un grupo de aventureros. Pronto reconocieron en ellos más amigos preocupados de Tergrar. La camaradería era algo que era más valioso que cualquier tesoro como podía verse en los malos momentos.

Sin embargo entre todos aquellos personajes no estaba Tergrar. No sólo eso, sino que las nuevas que traían los recién llegados a la posada contradecían los averiguado hasta el momento.

- ¿Muerto?- Preguntó tratando de que le aseguraran que de verdad era así, mucho más contenido que la maga en su reacción ante la funesta noticia. Su rostro normalmente impertérrito mostraba signos de confusión que quedaban mitigados por sus extrañas y artificiales facciones.

- A ver...Dámashor ha dicho....bueno el gato...- Parecía que la bífida lengua se le trabara como al tartamudo Santo. Una vez el grupo pasó dentro pues decían estar perseguidos por lobos infernales, demonios y vete tú a saber qué mas, Naja Naja volvió a expresarse, tratando de sintetizar.- Shi Tergrar está muerto como decísh.- No había un tono acusatorio en su áspera vos, sino simplemente mostraba un razonamiento.- ¿Quién ha cocinado eshto?

Se pasó la mano por la cabeza palpando las abultadas costras que sus tatuajes le dejaban en la piel aún sin comprender qué ocurría allí. Mientras reflexionaba observaba al variopinto grupo sin juzgar por las primeras apariencias, como no podía ser de otra manera en alguien de su aspecto. Conocía a varios de ellos de la boda de Tergrar pero estaba seguro de que nadie lo reconocería a él pues su aspecto era totalmente diferente. Para aumentar su confusión, si cabe, los aventureros traían consigo a la hija de Tergrar, Ely, enferma, y a una preciosa elfa lunar herida de muerte en el corazón. Frente a eso tampoco dejaban de destacar las orcas maniatadas o la esperpéntica montura de la muchacha.

Ante la mención por parte de Sandor de la batida de vecinos Naja Naja intervino mostrando su preocupación.

- Venimosh del pueblo ahora. Debemosh tener mucho cuidado con lo que decir, efectivamente. El inquishidor Volk Mugariush- Dijo como si todos lo conociesen.- dijo que Tergrar eshtaba maldito y culpaba a un tal Corvinus  Heliodon de que el shol estuviera regreshando por donde había venido. ¿Eshtá relacionada la muerte de Tergrar con Corvinush? No shonaba muy "conciliador" el inquishidor. Quizá no shea buena idea que vean a Ely ashí.- La información iba saliendo a cuenta gotas, poco a poco, y el asunto no parecía baladí.

¿Vampiros?

Se está dirigiendo ya a su habitación subiendo los primeros peldaños de la escalera ya que no necesita comer ni beber, pero se detiene ante la mención de un Inquisidor. Siente hielo en su espina dorsal y dice con el odio rezumando -que venga e intente algo, lo mandaremos al infierno del que haya venido.

Desde luego no había demostrado tanta rabia ni contra Morrigan o Yazlik, de hecho suelta a su enorme petirrojo, comparado a los de su especie claro está, y dice -quédate aquí y si alguien se acerca avísanos.

El petirrojo obedece a su amo y revolotea por la posada observando a los presentes.

Pequeña polluela amiga- piensa antes de posarse junto a Jess y observar a la alicaída muchacha. Era la que mejor le había tratado, incluso mejor que su amo, por lo que era hora de devolverle la cortesía. Era una suerte compartir los conocimientos de su amo, porque empezó a cantar de una forma que ningún animal normal podría imitar, parecía una tonadilla de taberna.