Partida Rol por web

Tras los últimos instantes para las despedidas la mitad del grupo abandona el sanatorio, y mientras se alejan podéis observar una expresión de alivio en sus rostros. Es entonces cuando melvin alza la voz detrás vuestra.

Sus habitaciones están listas, podrán descansar junto a algunos internos de confianza. Son enfermos no peligrosos, la mayoría ejercen labores varias en el sanatorio como limpieza, cocina, y otros trabajos varios. Insisto, son internos con la confianza de los doctores.

A lo largo de la noche los iremos a buscar para que el doctor millner tome nota de sus sueños. Será mejor si se mantienen despiertos hasta que los vaya a buscar, esas son sus instrucciones.

Y melvin se aparta de la puerta para que salgáis de la habitación y le sigáis de nuevo al interior del sanatorio.

Al quedar la mitad del grupo allí, la inquietud se acrecentó en mi interior. Ya no había vuelta atrás, la terapia de verdad iba a comenzar. Mientras el celador nos explicaba cómo sería que pasaríamos la noche, mis manos no dejaban de retorcerse, jugueteando con un pañuelo de encaje que siempre llevaba en la manga. Me podrían en una habitación con otros locos. El celador podía estar seguro de que no pegaría un ojo hasta que el doctor Millner me mandara a llamar.

Asintiendo a sus indicaciones, tomé mis ropas húmedas y mi pequeño bolso para seguirlo hasta mi habitación.

-Llévenos por favor Melvin. Cuanto antes comencemos, antes acabará todo.

Melvin avanza en silencio, tan solo se girá para comprobar que le seguís y que no os alejáis, permaneciendo el primero de la comitiva. Os fijáis en él mientras abre la marcha a través del sanatorio, como va abriendo las puertas usando un abultado llavero que lleva en el cinturon ó como consigue intimidar a los internos usando el silbato, los golpes de porra o simplemente su voz. Os da pena reconocerlo pero el comportamiento de esos pobres enfermos se parecen más a los de un perro adiestrado que a un ser humano, pero un perro que puede convertirse en un peligro para vuestra salud.

Finalmente llegáis a lo que parece ser una zona de habitaciones. El lugar tiene mejor aspecto pero aún así lo que tenéis delante es absolutamente deporable, hay antros en lo más profundo de londres que lucen mejor aspecto que este lugar.
Al menos las camas tienen sabanas, y estas no huelen demasiado mal sino a viejo y rancio.
Cada habitación es individual, incluye un camastro con sabana, manta y almohada. El resto del mobiliario es una silla, una palangana con agua y un orinal.

Melvin se queda a la espera de que entréis en las habitaciones para cerrar las puertas, cosa que hace inmediatamente con los caballeros. Estos se han mostrado distantes y aletargados, como si se hubieran rendido a lo que les pasa por las noches sin querer combatirlo.

Avancé tras los pasos de Melvin sumida en el silencio. Los caballeros que habían decidido compartir mi destino se mostraban taciturnos y distantes, como si la atmósfera que nos rodeaba se hubiera apoderado de sus ánimos y los hubiera vaciado con avidez. Un poco podía comprenderlo. Aquel clima opresivo, rodeado de personas sin voluntad, casi reducidos al estado de animales podían minar la resolución de cualquiera.

Por un momento pensé en huir, dar media vuelta y salir corriendo de aquel lugar. Tenía miedo, miedo de acabar como esos infelices que veíamos a nuestro paso. Babeantes, con la mirada perdida, la razón totalmente alejada de ellos. Pero no. Era una dama aquejada por pesadillas. No estaba loca, no iba a terminar así.

Melvin condujo primero a los señores Arminton y Turner. Cuando la llave cerró sus habitaciones -si es que se las podía llamar así- un escalofrío recorrió mi espina dorsal. ¿Era necesario? Así lo manifesté en voz alta.

-Disculpe pero... ¿por qué la llave? -un poco de mi angustia se transmitió a mi voz, mientras interrogaba al celador-. ¿No vendrá acaso el Dr. Millner para estudiar nuestro sueño? Creí que la terapia comenzaría de inmediato... -poco a poco mi voz se fue diluyendo. Aquel hombre hostil me atemorizaba tanto como el sanatorio y pensar que durante la noche permanecería encerrada me ponía los pelos de punta.

Melvin mostró desagrado ante la pregunta, parecía que esto iba a acabar pronto y ahora la dama tenía sus dudas.
- Señorita, los encerramos por su propia seguridad. Así no podrán cruzarse con otros internos y evitar posibles desgracias como la de antes.

El celador sostenía la puerta con una mano e invito con la otra a la institutriz a entrar en la habitación.

La respuesta del celador me dejó más intranquila aún. ¿Acaso los internos tenían libertad para moverse por el sanatorio durante la noche? ¿Cómo podía ser posible, si no, que la amenaza de toparme con uno de ellos fuera real? Melvin no me gustaba. No me gustaba nada.

Con renuencia atravesé la puerta de mi nueva habitación. Los hombres parecían haber tomado aquello con más naturalidad, pues nada habían dicho. Por el rabillo del ojo capté movimiento. Tenue, apenas una sombra. Había alguien en la habitación contigua pero los detalles se me escapaban a causa de la oscuridad. ¿Quién sería esa otra persona? ¿Acaso no éramos nosotros los primeros pacientes de esta terapia de sueño? No tuve mucho tiempo para pensarlo. Apenas había ingresado a la habitación, el celador cerró la puerta detrás mío, dejándome aislada del mundo exterior.

Melvin parece sentirse más aliviado cuando la institutriz decide entrar en la habitación. Os deja una vela encendida a los pies para que tengáis al menos una fuente de iluminación y se marcha. Aunque antes os recuerda que a lo largo de la noche el doctor millner bajará aquí para observaros.

En la celda contigua a la de Lucrecia MacGuffin se oye una respiración entrecortada, como la de alguien que tiene problemas para respirar, y esta claro que hay alguien ahí que os esta observando pero no ha dicho nada aún.

Al principio no presté atención a la respiración que se oía en la habitación contigua. El estrés de la situación, lo sombrío de Melvin, el temor a quedarme encerrada en un lugar desconocido lleno de personas insanas, mantenían mi cabeza centrada en otra cosa. Pero luego de varios minutos, cuando por fin logré serenarme un poco, aquel ruido comenzó a intrigarme. ¿Quién podía ser? ¿Qué mal le aquejaba para respirar así? ¿Por qué podía oírlo?

Inquieta, comencé a dar vueltas por la habitación minúscula, demasiado espabilada para poder dormir, demasiado temerosa de las buenas costumbres para averiguar algo más. Hasta que la curiosidad fue demasiado fuerte y no pude resistirme. Me acerqué a la pared contigua y di unos ligeros golpecitos, como para llamar la atención de la otra persona.

-Disculpe -dije alzando la voz lo suficiente como para atravesar la pared -se encuentra usted bien? necesita ayuda? -encerrada como estaba, no es que pudiera hacer mucho, pero si era necesario llamar al enfermero, mis pulmones seguro eran más fuertes que los del pobre infeliz que se encontraba en el cuarto vecino.

Al acercar la vela te sorprende una persona que se abalanza sobre las rejas y se te queda mirando. De su rostro no puedes dejar de mirar sus ojos, unos bellos ojos azules que parecen alternar entre la demencia y la cordura.

- ¿Tú también lo has visto, verdad? ¡Oíste las campanas! ¡Pronto vendrá por nosotros! ¡Yo lo sé, yo LO he visto! ¡Todos pagaremos por nuestros pecados!

La visión de aquel hombre me tomó totalmente por sorpresa. Su repentina aparición y esas frases lapidarias hicieron que retrocediera un paso y que la mano libre se pusiera protectora sobre mi corazón, que latía desbocado. Poco faltó para que soltara la vela pero la fortuna, o el temple, mantuvo firme mi agarre sobre el candelabro, escudándome de la oscuridad.

Cuando pude pensar un poco en lo que estaba diciendo el desconocido, nuevamente fui presa del miedo. Esas palabras me remitían a la pesadilla que desde hacía días me acosaba por las noches. ¿Era aquello posible? ¿Estábamos también conectados con ese hombre? No, me dije. Estoy viendo fantasmas donde no los hay. La sugestión me ha llevado a creer que esas palabras crípticas estaban relacionadas con mis sueños, pero es algo muy traído de los pelos. Debo dejar de asustarme por todo.

Un poco más repuesta, carraspeé para conseguir que mi voz se oyera segura antes de acercarme nuevamente a mi vecino de habitación (me resistía a admitir que me encontraba en una de las celdas de los internos, como si fuera una más), para satisfacer mi naciente curiosidad.

-Disculpe... ¿de qué habla? ¿Usted también está en tratamiento por el sueño?

El hombre parece estar hablando de algo relacionado con los últimos sueños que has tenido. La mención a las campanadas es algo demasiado evidente pero al fijarte mejor en él caes en otra cosa. Este tipo es el mismo que agredió a iván hace unas horas.

- Yo antes tenía una vida, tenía una mujer, trabajo, y un nombre. Ahora no tengo nada, y sé que me esta persiguiendo. ¡Viene a por mi! Cada noche esta más cerca, cada noche hay más posibilidades de que nos encontremos...

-¿Quién...? ¿Quién es el perseguidor? -sin dudas debía estar refiriéndose al asesino de los sueños, pero aquel no era más que una pesadilla. ¿A que grado de locura lo había arrastrado la pesadilla? ¿Aquel era el destino que me aguardaba si el doctor Millner no lograba curarme? Para colmo, caí en la cuenta de que ese hombre era nada menos que aquel que había atacado al joven Iván.

-Basta! está usted loco! quiso matar a un niño, está delirando! no quiero escuchar más! -la furia con que le respondi se debía a mi miedo. Aquel interno había logrado aterrorizarme y lo único que quería era negar todo y rezar porque todo aquello no fuera más que otra pesadilla.

Un celador acude a la sala ante las voces y gritos que han tenido lugar. Al ver al hombre de ojos azules podéis escuchar lo que le dice el celador.

- Rupert, te he dicho que te comportes bien. ¡ME OYES! - lo siguiente que se oye es una porra golpeándolo.

Después de unos pocos golpes a vuestro vecino le quedan pocas ganas de parlotear y se pasa el resto de la noche lamentandose en voz baja entre sollozos y susurros incomprendibles.

Esa noche las pesadillas no paran, por supuesto que no paran. El sueño es el mismo de siempre pero en esta ocasión la cara de la víctima no es visible. Su aspecto os resulta familiar pero no lográis reconocerlo.
Los detalles son los mismos: caminar dubitativo, sonidos de campanas, expresión de miedo, sangre goteando por las calles hacía una alcantarilla.

Es al ver el cuerpo sin vida cuando podéis reconocer a la victima. ¡Eres tú mismo!

Duermo bastante intranquilo y agitado, como las últimas noches, pero en esta ocasión resulta todavía un poco peor. Las sensaciones son las mismas: Confuso y desorientado, en un callejón de Londres, una persona que me resulta vagamente familiar... El desenlace repentino, brutal... Pero esta vez, saco valor de alguna parte para acercarme lentamente al bulto inerte de la victima, tratando de esquivar los ríos de sangre que manan de él. Una extraña intuición, un desasosiego interior se va apoderando de mí progresivamente según me acerco al cadáver. Finalmente me quedo paralizado a un par de metros al observar con pánico que... ¡El muerto soy yo mismo!

Una vez más, mi noche es intranquila y el sueño vuelve a asaltarme inmisericorde. De momento, la terapia brilla por su ausencia y sin duda el ambiente y los desgraciados acontecimientos me han afectado bastante, haciendo que mi pesadilla tome un giro inesperado y que hace que me despierte gritando y empapado de sudor: ¡he visto mi propia muerte!

El tipo alojado en la celda contigua logró llamar demasiado la atención del celador. Como si fuera un interno más, algo que yo empezaba a sospechar que no era así, se lo hizo callar por la fuerza, a golpes de cachiporra. ¿Qué era lo que nos iba a suceder a nosotros entonces? ¿Terminaríamos como el tal Rupert, encerrados y maltratados, por algo que no podíamos controlar y que era deber de otros curar?

Preocupada me fui a la cama, esperando pasar una noche no muy mala, más mis deseos no se cumplieron. La pesadilla volvía recargada. Esta vez ya no había un tercero en peligro. Esta vez aquel asesino iba por mí, me alcanzaba, me quitaba la vida.

Con un grito ahogado desperté, cubierta de transpiración. Las palabras de Rupert volvieron a mí. "Pronto vendrá por nosotros!", "viene a por mí!". Temblando me abracé a mi misma-. ¿Doctor Millner? ¿Está usted allí? Acabo de tener la misma pesadilla!

El despertar os resulta de lo más incomodo. Lo primero que notáis es que no estáis en vuestra cama, y lo siguiente es que la almohada esta cubierta de un liquido que es vuestro propio sudor pesé a que la sala esta fría. Tras unos minutos para despejaros y recordar donde estáis empezáis a ser personas otra vez. Aunque una fuerte migraña, en forma de un molesto dolor de cabeza, parece acompañaros también.

No hay nadie a vuestro alrededor y parece que os habéis despertados todos a la vez. Afuera no hay luz de día, debe ser de noche aún aunque el sonido de un gallo os adelanta que no falta mucho para que salga el sol.
En la otra celda, donde dormía el hombre de los ojos azules no hay nadie y la cama esta revuelta.