Partida Rol por web

Tiempo robado

Cánticos de luna

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13/05/2016, 13:52
Director

Tantan tantarán tan

tantan tan tantarán tan tan

Tráenos lluvia, tráenos fertilidad, tráenos fortuna, Itzpapalotl, tráenos a nuestros hijos, tráenos señales, tráenos vida, tráenos grano, tráenos brisa y no viento, tráenos, tráenos, tráenos...sangre. Despierta.

Los abrieron una vez más tus ojos, acompañando a voces que siempre habían estado allí y cada noche buscaban abrirse paso en tus oídos. Pero no eran esas voces las que debían ser escuchas, sino que aquellas que te llamaban ya se abrían paso con fuerza por encima de todas ellas. Era como la luna para las estrellas.

"Despierta" te mandaba y tu cuerpo obedecía enterrado en la arena a los pies de ese gran altar escalonado. Tus manos buscaron el aire de la noche, el tacto de la tierra batida y la firmeza del suelo para arrancar el resto de la mariposa de su crisálida.

Esa noche el calor se pegaba a tu cuerpo como el cuero gastado, o el lino que una vez estuvo o trajeron las voces. La luna se escondía tras el zigurat y Erandi no estaba para recibirte.

- Itzpapalotl -te llama una voz en tu cabeza, y no necesita más para que sientas que te pide que te acerques, que la busques, que escales el altar de piedra que es esa pirámide escalonada. Qué urge-.

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17/05/2016, 00:41
Itzpapalotl

[color=#610B0B]Itzpapalotl. Despierta.[/color]

Itzpa abre los ojos respondiendo a la llamada. La siente cosquillear bajo su piel fría. Siente su llamada incluso debajo de la tierra. Otras noches duda sobre el nombre de quien la reclama, pero no esta noche.

—Coyolxauhqui. Ya voy —piensa—. Espérame.

Sus ojos de color aceituna rastrean el cielo, buscan la mirada de plata cuya voz siente apremiante. Pero sólo encuentran los escalones. Arriba. Es arriba. No lo sabe: lo siente. Igual que siente que el momento de la sangre está cerca, que pronto los surcos del altar deberán teñirse de rojo. No es una petición, es una exigencia y en algún momento deberá ser cumplida.

El calor no la detiene. Recuerda vagamente que las sensaciones del calor y el frío en algún momento fueron más intensas, incluso molestas. Ahora son sólo parte de la información que sus sentidos recogen. De esas cosas que sabe, o siente. El cielo es negro. La tierra es marrón. El sol hiere y mata. Hace calor.

—Ya voy —dice en voz alta, con los ojos clavados en la cumbre de la pirámide, marcando la dirección y el sentido de sus pasos—. Coyolxauhqui. Ya voy.

El polvo de la tierra se va desprendiendo de sus ropas, cómodas y gastadas. En algún momento debieron ser negras, pero ahora es difícil precisar su color, entre marrón y gris. Su pelo permanece en el mismo peinado, recogido arriba, suelto atrás, con algunos mechones empezando a apelmazarse por la falta de un cepillo durante demasiadas noches. Itzpa recuerda a veces la sensación de un peine repasando sus cabellos, unida a una canción, pero como con otras, no sabe si son recuerdos o regalos de las voces.

Itzpa va descalza y sus dedos se enredan con la arena con cada paso que da. La planta de sus pies ya está endurecida y ella acostumbrada a usarlos para trepar, correr y saltar. Son esos mismos pies los que la van guiando en el ascenso por el costado del zigurat, cada vez más rápido, cada vez con más premura. Los dioses la llaman e Itzpa responde. No podría ser de otra manera. Ella es su herramienta.

- Tiradas (2)
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06/06/2016, 20:29
Director

Lo sientes, la voz que te despertó sigue llamándote, sientes la presencia de Coyolxauhqui y la ausencia de Erandi aumentando de la mano con cada paso y con cada brinco que te acerca más al altar, a la cima, a la sangre.

En el momento en que tus pies encuentran la pequeña superficie que corona el zigurat los tambores vuelven a sonar, celebrando tu llegada, no la de esta noche, una mucho más antigua, una anterior a las voces, o quizás la que ellas trajeron; pero en cualquier caso los tambores suenan en el altar y retumban en la naturaleza, y entre ellos la voz afrutada de la luna vuelve a hablarte, a mandarte, o dibujar tu camino - Itzpapalotl tráenos la sangre -anuncia cuando tus ojos caen sobre un cuerpo aparentemente humano envuelto en lino blanco colocado sobre el altar de piedra y sangre- Que llegue a los cimientos. 

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11/06/2016, 13:53
Itzpapalotl

Los ojos de Itzpa brillan febriles bajo el beso plateado de Coyolxauhqui. Sus dedos se mueven veloces, dibujando en el aire su Sed. Dibujando su impaciencia por servir, por ser herramienta, canal y mensaje al mismo tiempo. Sus pupilas se dilatan. Itzpa asiente.

—Traeré la sangre, Coyolxauhqui —dice en voz alta, alzando el rostro hacia el cielo para que la luz pálida lo bañe por completo—. Llegará hasta los cimientos. 

Itzpa espera unos segundos. Uno. Dos. Y con cada segundo, una respiración. Tres. Cuatro. Con el quinto se mueve. Siente un cosquilleo en las encías que conoce bien. Los colmillos que las voces trajeron deben salir. Es su hora. Es el momento. Abre la boca y tuerce el cuello en un ángulo extraño mientras los libera con un chasquido. Ya está lista.

Baja entonces la mirada y sus ojos buscan el cuerpo sobre el altar.

—Hasta los cimientos —murmura ahora para sí mientras camina.

Las plantas de sus pies se amoldan al suelo terroso y sus dedos siguen ese baile invisible mientras sus pupilas brillan, dilatadas, apasionadas, obedientes. Sus manos se van transformando mientras camina. Los dedos de Itzpa se afilan. Sus yemas se vuelven hojas cortantes.

Itzpa desgarra la carne. Desgarra con dientes y uñas. Sin cuidado, sin mimo, buscando tan sólo derramar la sangre. Teñir el blanco lino de granate. Hacer que llegue a los surcos y los rebose. Hasta los cimientos. Los dioses hablan. Itzpa obedece.