Partida Rol por web

La realidad del viaje espacial en el siglo XXIII implica forzosamente la crioestasis, realizar el tránsito en estado de hibernación, pues cualquier viaje interplanetario implica meses, a veces más de un año... y aunque sería potencialmente posible permanecer despierto, el consumo de oxígeno, agua y alimentos de una tripulación estandar agotaría la capacidad de soporte vital de cualquier nave, o en todo caso les dejaría en una situación muy precaria cuando llegasen a su lejano destino, tal vez con el viaje de regreso por delante...

Por eso se recurre de forma sistemática a la criogenia, someter al organismo de forma controlada a una hipotermia extrema que reduce el metabolismo, y con ello el consumo de oxígeno o nutrientes, literalmente al mínimo compatible con la vida. Incluso llega a ralentizar de una forma asombrosa el envejecimiento, pues enlentece también el desgaste y la renovación tisular.

Y los modernos sistemas de control automatizados monitorizan individualmente a todos los sujetos sometidos a crioestasis, garantizando casi en la totalidad de los casos que puedan ser revertidos a la normalidad, en un proceso de reanimación progresiva que apenas dura unas pocas horas tras ser activado.

La primera en llegar a la sala de crioestasis es la Dra. Roslin, acompañada de su asistente Eli Wallace, pues entre sus atribuciones está el comprobar que la delicada operación de poner a toda la tripulación en estado de animación suspendida, con su metabolismo recudido a la mínima expresión, se produce en condiciones de máxima seguridad.

Comprueban todos los protocolos diagnósticos y el estado de las cámaras criogénicas, una por una. Algo redundante tal vez en una nave recién salida de los astilleros, con toda su maquinaria en perfecto estado, pero la profesionalidad no permite obviar los pasos correctos antes de realizar un viaje de tránsito bajo hibernación. Con estas cosas no se juega.

Tras un bien rato tranajando con la terminal de datos del ordenador médico, Laura Roslin se permite relajarse y tomar asiento sobre una de las cámaras de crioestasis inferiores, organizadas en lotes de cuatro, como una colmena de aquellos extintos insectos gregarios llamados abejas, avispas, o algo parecido...

- Bueno, todo está en perfecto orden - comenta con su asistente - Tal como cabía esperar...

Eli Wallace asiente sonriendo...

- Y más les vale, es material recien salido de fábrica ¿no? - bromea - Supongo que debe estar en garantía...

Así que vaya ganas de perder el tiempo haciendo pruebas de funcionamiento...

Los pasos del Agente resonaron por el metálico suelo de forma lenta y continua, una marcha inexorable que revelaba a cualquiera de los presentes que alguien se acercaba. El hombre de baja estatura irrumpió sin problema en el lugar, con las manos a la espalda y enfundadas en sus guantes de cuero negro. Echó un vistazo al interior del habitáculo en silencio, escudriñándolo y adentrándose en él sin ocultarse.

No solo estaba claro que había ido allí, además no temía evidenciarlo.

Sin decir nada, se limitó a caminar hacia los allí presentes. - Es siempre un placer coincidir con ustedes. - Fue su saludo, asintiendo con la cabeza, girándose entonces hacia las cámaras de crioestasis para comprobarlas y estudiarlas más detenidamente.

De camino a la cámara, Lucy respondió a su mentor. Antes no lo había hecho puesto que él mismo le había advertido que debía ser muy precavida para que los demás no notasen sus conversaciones internas.

- Realmente fascinante, Bester - enseguida llegaron a la cámara de crioestasis, y no le dio tiempo a hablar más con Alfred. Así que Lucy saludó a los presentes y siguió a su mentor en la evaluación de las cápsulas.

La joven y discreta acompañante del Agente Bester aparece como siempre en segundo plano, observándolo todo con suma atención y sin decir palabra. No interrumpe su silencio en ningún momento, limitándose a saludar a los presentes con una somera inclinación de cabeza, para luego seguir a su mentor en la evaluación de las cápsulas.

La doctora Roslin os muestra los sarcófagos de criogénesis, unas cámaras estancas individuales y completamente equipadas para soporte vital en condiciones de hibernación.

- No deben preocuparse por el sueñecito – bromea con una sonrisa tranquilizadora hacia quienes no tienen todavía experiencia con la crioestasis – Estos equipamientos son muy sofisticados, estabilizan todas las constantes vitales y las monitorizan permanentemente – os muestra los paneles – Y disponen de un sistema automatizado de diagnóstico e intervención farmacológica en caso de detectar alteraciones.

Vamos, que es como un médico robotizado. Muy lógico, pues si todo el mundo viaja hibernado y alguien debe empezar a despertar a los durmientes, tiene que ser la propia máquina.

- No se asusten por las agujas, simplemente se precisa una vía periférica para inocular determinadas substancias en el torrente sanguíneo que facilitan la crioestasis, manteniendo el metabolismo a un nivel basal y garantizando la homeostasis interna – cuando empieza a ponerse técnica, la mayoría se pierde – Pero bueno, no van a empezar ahora a quejarse por un simple pinchacito…

Las cámaras de hibernación automatizadas están llenas de tubos y recipientes que se ven repletos de líquidos de colores. Eso es todo lo que van a entender algunos.

- También es necesario un sistema de ventilación asistida – explica – Un respirador que garantiza el adecuado intercambio de gases cuando los movimientos respiratorios de la caja torácica y el diafragma se reduzcan al mínimo… la máquina respira por nosotros – a veces uno llega a dudar de si quiere que le expliquen tantos detalles – Puede que alguien encuentre molesto el sistema de intubación automático, pero sólo hay que relajarse, la máquina lo hace todo por sí misma…

En efecto, cuando uno se fija también puede ver una especie de bombonas de oxígeno en un lateral, seguramente un trasto de estos podría mantenerte vivo incluso en el vacío del espacio.

- Y para acabar de aclarar las dudas de quienes no hayan vivido antes esta experiencia, quisiera avisarles de que esto es un proceso lento – advierte la doctora – Uno no entra o sale de la hibernación en unos minutos, son necesarias entre cinco y seis horas para que se complete el proceso con seguridad. Las prisas no son buenas.

Bueno, pues al menos ahora sabemos un poco de qué va esto.

Aquel tipo de detalles no eran del interés del Agente. No era la primera vez que se veía encerrado en uno de esas tumbas de frío, no sería la última. Pero estaba seguro que en ninguno de sus viajes, el equipamiento fuera tan moderno o para estrenar. Aquello le llamó la atención, sorprendiéndose del interés de las compañías en mimar y cuidar aquello que les interesaba, e ignorar todo lo demás. Debería sentarse a meditar sobre aquello, y sus implicaciones éticas.

- Una explicación de lo más... interesante. Técnica, pero interesante. - Lanzó su valoración sin que nadie se la pidiera. - Es posible que requiera más explicaciones para comprenderla en todos sus niveles. - Una vez más, aquel era posible que fuera algún tipo de chiste o gracia que, debido a la falta de expresividad del agente, pudiera quedar simplemente como un comentario aleatorio sin importancia.

- Suelo gustar de ver dónde seré congelado. Y ahora, teniendo la oportunidad, me gustaría hacerle algunas preguntas sobre la criestasis. - Se giró hacia uno de los tanques, mirándolo. - Como por ejemplo... ¿En qué estado se encuentra el ocupante? ¿Coma inducido? ¿Sueño REM? ¿NREM? ¿Quizás otro estado? -

Miles había dejado el Comedor en cuanto escucho el anuncio de Crioestasis. No le entusiasmaba, así que cuanto antes mejor. Había ido hasta la zona de carga a verificar que todo estuviera en orden con "lo suyo" y luego directamente a la Cámara donde esperan su mejor amigo Eli Wallace y la Doctora Roslin. También están allí los dos agentes de inteligencia del ONUG que subieron a bordo en las últimas paradas, el tipo bajito y la mujer silenciosa.

A Wallace le dedicó una mirada larga, pero ni una sola palabra. Luego centró toda su atención en Roslin, cruzando las manos a la espalda y esperando instrucciones.

Espero que al menos sea bueno en lo suyo, porque... 

- Doctora... - mero saludo o impaciencia por que le congelaran el trasero de una puta vez y pudiera librarse de la compañía de más de uno.

La doctora Roslin empezaba a contestar al agente Bester cuando hace su aparición Quaritch, el malcarado soldado de fortuna que pilota ese exoesqueleto Armaggedon, contratado por la Weltherrschaft Korporatsiya. Directamente por la consejera Wray.

- Veo que es usted de los primeros en acudir, Quaritch – comenta a modo de saludo – Puntualidad militar, no podía ser de otro modo… aunque me temo que tendrá que esperar un poco, hasta que acabemos de revisar todo esto.

Entonces se vuelve a los dos agentes del ONUG y continúa su conversación:

- Ha hecho una observación muy interesante, Bester – le observa con interés – Según la versión oficial, la crioestasis reduce el metabolismo basal hasta tal extremo que prácticamente no hay actividad cerebral, podría compararse a un estado de coma inducido, pero con algunas variantes cruciales… es lo más parecido a ralentizar el tiempo a nivel biológico. Por eso las células, los tejidos, envejecen mucho más lentamente – algo comparable tal vez a una inmortalidad ausente de consciencia – Sin embargo, algunos sujetos han mostrado registros de cierta actividad sináptica que podría interpretarse como sueño profundo, siempre NREM – entonces hace una pausa alzando una ceja – Pero si quiere que le sea sincera, no he tenido acceso a estudios serios al respecto, existe cierto secretismo gubernamental… ya sabe, no se prohíbe nunca investigar nada, pues no existe la censura, pero no se asignan subvenciones ni becas a ese tipo de proyectos y por tanto nadie los realiza – nada escapa al poder del dinero, y este siempre está en manos de las corporaciones – Aunque nominalmente, en teoría al menos, no hay ningún fundamento fisiológico que impidiese alcanzar una fase REM, pues se han registrado actividad ponto-encefálica en el PET y hay lecturas ocasionales de ondas “en diente de sierra” en el viejo electroencefalograma – comenta como si hablase con otro médico especializado en el tema – Hoy día se considera algo obsoleto, pero sigue siendo un recurso útil y relativamente accesible…

Parece manejarse con fluidez en un campo tan complejo, pero su capacidad de transmitir la información a un lenguaje inteligible deja bastante que desear… algo muy típico.

- En resumen, que podría ser… tal vez se sueñe durante meses, aunque sea a un ritmo más lento al habitual – concede con aire ausente – O puede que toda una vida, durante una hibernación tan prolongada como la que experimentaron los colonos de Alfa Centauri… o los que pronto partirán con destino a Tau Ceti.

En ese momento hace su aparición Everett Young, el oficial responsable de la seguridad informática de la nave:

- Señores - saluda de forma genérica a todos los presentes - El comandante Adama me ha encargado realizar una supervisión adicional de todo el sistema antes de su puesta en marcha - y añade, muy poco convincente - Pura rutina.

Sin más preámbulos se pone a trastear con la terminal central de la cámara de crioestasis, haciendo un barrido sistemático por todos los programas, en busca de anomalías...

Lucy se centra en memorizar las teclas de las cápsulas de criogenización, así como otros elementos de la sala, mientras la doctora Roslin va respondiendo a Alfred. Realmente, hay muchos términos de los que menciona que desconoce, así que más tarde se lo preguntará a su mentor para estar enterada de todo.

Cuando el oficial informático hace acto de presencia, a Lucy se le ocurre que no podía haber mejor momento para leer la mente de ese tal Everett Young. Igual en alguna de sus lecturas se contemplaba la opción de poder abandonar el estado de hibernación de alguna forma. Así que se agachó para atar el cordón de su zapatilla.

- Alfred, deberíamos hacer una lectura cognitiva del informático - le dice.

- Señor Cuaritch. - Saludó al hombre, tendiendole la mano a gesto de saludo formal, educado y correcto. Una de las muchas cosas que Bester odiaba era la mala educación, la falta de modales, la carencia de orden o la impuntualidad. Entre otras muchas. Tras saludarle, se giró hacia la Doctora, con cierto interés en escuchar sus explicaciones sobre el estado de la víctima de aquellas cápsulas que Bester seguía viendo como meras tumbas de hielo.

El gesto de Bester fue inmutable. Lo que hacia realmente dificil si estaba comprendiendo todo lo que se le iba diciendo, pues en silencio se quedó, escuchando todas y cada una de las palabras. Y no fue hasta que la Doctora dio sus conclusiones que el Agente no intervino. - Así que aunque sea de forma dilatada, los procesos cognitivos siguen estando presentes. Siempre me preocupó el criosueño, no puedo evitar sentir cierta... sensación de antinaturalidad. - Negó con la mano, esa última no era una cuestión ni científica, ni mucho menos interesante. Le restó importancia con el gesto. - Quizás, en algún momento de calma, podamos discutir sobre la ética de la crioestasis. - Eran aquellas charlas filosóficas donde realmente, aquel menudo hombre se veía a gusto.

Entonces, la llegada de Young le arrancó una nueva linea de pensamiento. Recordó algo, algo que debía hacer desde hacia varios días y tras despedirse de la Doctora, su ayudante y el soldado con una leve inclinación de cabeza, se acercó hasta Young. - Oficial Young. - Le saludó, ofreciendole la mano una vez más, con aquella manía de saludar de forma educada a los presentes. - En cuanto tenga un solo momento, me gustaría robarle solo unos segundos de su tiempo. -

- No te falta ninguna razón. La información le será útil a la tostadora. -

El Operativo X8 atiende a las explicaciones de la doctora Roslin mientras observa las cápsulas de criogenización. A parte de eso no hace mucho más, sólo escuchar y atarse una bota.

Estrecha la mano del Agente Bester con firmeza y mantiene su posición, a la espera de nuevas instrucciones para echarse ese sueñecito.

Durante la espera mantiene la mirada en ese aparente gesto insignificante del Operativo X8, como si la bota fuera a aparecer algún tipo de amenaza definitiva y estuviera obligado a intervenir con contundencia de un momento a otro.

El cabo mayor Miles Quaritch. Una perfecta máquina de matar, que pese a haber alcanzado ya su madurez sigue en perfecta forma física. Mejor aún que cuando era joven, pues cuenta con más experiencia en combate, ante fuego enemigo, que casi cualquier otro hombre a bordo del AURORA. Es un hombre de acción de los pies a la cabeza, disciplinado, implacable y con muy malas pulgas…

Percibes el absoluto cinismo de su visión del mundo, el mismo que le ha conducido a abrazar la vida de mercenario, en cuanto se licenció del servicio en la Armada Colonial. Una vez tuvo implantado el interfaz neural que le permite pilotar un exoesqueleto de combate, se asoció con el técnico de mantenimiento de su unidad y con su paga de licencia se hicieron con un viejo chasis que Ben Sysko reparó con una dedicación encomiable. Ahora era de su propiedad y en el sector privado es donde está la pasta. Quaritch siempre lo ha tenido claro, él sólo sabe combatir en primera línea, donde está el corazón de la contienda, pero es algo que se le da muy bien. Lo ha demostrado. Y puestos a jugarse la vida… que sea por un buen pellizco.

Sin embargo hay algo más. Muy oculto, escondido en el fondo de su psique. Reprimido bajo muchas capas de dureza y bravuconería, de esa violencia con la que Miles reacciona ante sus miedos más primarios…

En su mente se reproduce una y otra vez una escena que parece irreal, aunque la recuerda con una viveza extrema. Una criatura que no debería existir está dando caza a toda su unidad, nadie la ha visto claramente pero las lucecitas de sus registros vitales, compartidas por todo el escuadrón, van apagándose una a una. Y entonces, cuando sólo queda él, dentro de su poderoso exoesqueleto Armaggedon, esa cosa le convierte en su presa. Ve como el sensor de movimiento de su cabina indica algo moviéndose muy deprisa a su espalda, se vuelve disparando de una forma refleja, algo que sólo puedes hacer si la máquina forma parte de tu propio cuerpo, cuando la manejas con impulsos nerviosos en lugar de con mandos. No ve nada, pero sabe que está ahí, puede que en el techo. ¡Eso es, en los conductos de ventilación!

Alza la vista y lo ve caer sobre su cabina, el cristal de la carlinga está blindado, resiste sin problemas el impacto directo de las ráfagas de un rifle de asalto. Pero esta vez se quiebra y una garra afilada se cuela dentro y empieza a desgarrar su carne, su cara. Activa el lanzallamas, a la desesperada, por puro instinto… y parece que el fuego no le gusta a ese monstruo. Huye de nuevo a la oscuridad, dejándole malherido y derrotado. Fue el único superviviente.

Desde entonces odia y teme por igual a los jodidos Genebichos.

Young estrecha brevemente la mano que le tiende Bester y contesta de un modo seco. En el límite que impone la buena educación, pero dejando claro que no está para charlas:

- Agente Bester - dice someramente - Nos informaron de su llegada a bordo, es un placer conocerle pero estoy muy ocupado en estos momentos, y este trabajo requiere toda mi atención...