Partida Rol por web

Este es uno de los lugares más amplios y frecuentados de toda la nave, superado en dimensiones tan sólo por la bodega de carga de proa, en la Cubierta Principal, aunque allí no hay mobiliario ni comodidades de ningún tipo. Aunque este comedor está ubicado en la Cubierta Superior, es una sala compartida por toda la tripulación de ambas cubiertas, bien que el hecho de estar justo entre las estancias de los suboficiales y el camarote común de la tropa hace que casi siempre haya marines ociosos por aquí, en especial cuando no cuentan con el gimnasio de a bordo (sacrificado para reconvertir ese espacio en laboratorio científico) para quemar energías sobrantes...

El llamado "comedor de la tropa" constituye de hecho el único espacio de ocio de la nave, el lugar natural en el que tanto la tripulación civil como los marines coloniales se reúnen... forzosamente, pues no hay más dispensadores de alimentos a bordo.

Y una de las verdades más absolutas es que todo el mundo, desde el comandante de la nave hasta el personal de mantenimiento, deberán pasar por aquí ineludiblemente una o dos veces al día. Algunos podrían hacer que les llevasen la comida a sus camarotes de vez en cuando... pero tarde o temprano acabarán dejándose ver por esta sala.

El flujo de miembros de la tripulación acaba desembocando ineludiblemente en la sala común de la tropa. Y allí es donde pueden oírse las primeras quejas de los marines coloniales que van saliendo del barracón adyacente:

- ¿Pero habéis visto esta mierda? - se queja airadamente Ford - Nos han endosao literas triples, pretenden tenernos como arenques en una lata... ¡pero si ahí no hay espacio ni para darse la vuelta!

Echa una mirada para cerciorarse de que no hay ningún mando cerca ahora mismo y añade:

- Apuesto a que esos putos "trajeaos" tienen un camarote privado para ellos solos...

- Deja de quejarte tanto por cosas que no van a cambiar, Ford - le contesta Ochoa - Por mucho que lloriquees, no van a invitarte a tomar el té a su camarote...

- Pues a mí no me importaría aceptar una invitación de esa consejera Wray a compartir la intimidad de su cuarto - bromea con tono irreverente Crichton - O ya puestos, con su secretaria... o la del tal Smith. Oye... ¿Dónde van a alojarse esas dos?

- Yo en tu lugar no seguiría por ahí... o te juegas un periodo de arresto, como te oiga algún mando - se oye la voz de la prudencia, mientras con un gesto de la cabeza les indica que el Sargento Pentecost acaba de irrumpir en la sala, aunque es bastante posible que les estuviese escuchando ya desde el pasillo...

El sargento entró en los comedores y se plantó frente a sus soldados - Soldados. Bien, disfrutemos de nuestra primera comida a bordo, señores. Siéntense en esta mesa, ahora -ordena tras coger algo de comer y acercarse a una de las mesas dispuestas.

- Me imagino que ya sabéis cuales son vuestras tareas pero os recuerdo que, aparte de servir de fuerza de choque en la batalle, sois los encargados de la seguridad de la nave. Si escucháis quejas, gente provocando tensión, o algo que se parezca mínimamente a un motín... quiero que se me informe inmediatamente. Recordad que para volver a casa necesitamos que todos los pasajeros trabajen en armonía -dice mirando directamente al soldado Ford.

Por un momento se imaginó con uno de esos bellezones y una sonrisa se marcó en su cara. Pero la entrada del sargento la borró de un plumazo.

Asintió sus palabras y pronbó una especie de rollo relleno de algo.

Por todo los... espetó con sorpresa y con la boca medio llena, ¡joder, probad esto! -continuó masticando- Está de puta madre, parece que no todo va a ser rancho del malo este viaje... Me apuesto lo que queráis a que todos salimos más gordos de esta misión. JE JE Y cogió cuatro rollos más para su plato.

Volvió a sentarse y se llenó la boca con comida.

-A mi tampoco me importaria, para que engañarnos... - comence a decir, a proposito del comentario sobre la consejera Wray. Sin embargo, la presencia de Pentecost alli hizo que pronto me viera obligado a cerrar el pico. No tenia demasiadas ganas de empezar mi mision alli jodido, la verdad.

Guarde silencio entonces, escuchando a Pentecost, asintiendo- No se preocupe, señor, estaremos ojo avizor. - dije, al tiempo que me servia algo en mi plato, de mejor humor ahora que al menos parecia que ibamos a conseguir llenar el buche con algo bueno.

En cuanto el sargento Pentecost pronunció la palabra motín apareció por la puerta del comedor Ronald, quien como era habitual llegó tarde. Identificó la mesa de sus compañeros nada más entrar en la sala y tras servirse un rollito de contenido misterioso y una especie de puré pastoso, se sentó junto a ellos.

—Joder, tíos, no veáis que polvazo tiene la secretaria de la consejera —dijo dejando la bandeja sobre la mesa. Entonces reparó en la presencia del Sargento—. Esto… quiero decir que  parece simpática. ¿Sus apuntáis alguno a unas manos después del servicio? —preguntó tratando de cambiar de tema a ver si alguno de sus compañeros se animaba a jugar con él a las cartas. Y a sacarles un poco los cuartos a los estiraos estos, se dijo. 

Se oye la voz del teniente Gaeta por el intercomunicador de la sala común, reclamando un voluntario dispuesto a acompañar al hombre de la Weyland-Yutani en una excursión, pilotando una de las lanzaderas Tintorera, para que pueda acercarse a una estación orbital científica en la que se estudian las erupciones solares.

Ahora parece que hay que llevarle a hacer turismo...

Crichton os sorprende a todos al levantarse para responder a la petición.

- ¡Bueno, vamos a sacarle partido a todas esas horas de formación como piloto de naves de descenso! - os hace un guiño y comenta - ¿Y vosotros de qué coño os extrañáis? Hay que ir donde está el dinero... y a ese tipo le sale por las orejas, seguro que por pegarle un paseo orbital me suelta una buena propina... ¡Y con algo tengo que ir tirando hasta que os saque la pasta en la próxima timba de poker, panda julais!

Así que con un gesto de despedida muy poco marcial hacia sus colegas, se dirige al puente...

No quiero enfriar sus ánimos, soldado Crichton, pero si a ese hombre le sale el dinero por las orejas es por ser un buen administrador y negociante. No creo que te de una bonita propina solo por llevarlo de paseo. Aunque estoy de acuerdo en que te hará falta el dinero, especialmente tras jugar al poker con nosotros -responde el sargento Pentecost algo más relajado y amigable- Vamos a estirar las piernas chicos, no podemos dejar que alguien como Crichton nos represente-concluye dándole una palmada en el hombro al hombre que los acababa de llamar "julais".

Crichton entra con cara seria en la sala.

-Maldito trajeado cabrón. Ni un puto crédito de propina ni nada... Meneó la cabeza hacia los lados.

-Aunque es cierto que me he recreado la vista con otro bombón que ha subido a la nave... Menudos pivones hay en esta misión... sonrió viciosamente.

-Bueno, si estáis echando unas manitas, ¿Os importaría que os quitase hasta el último céntimo?

Un puñado de marines coloniales están sentados a la mesa, empezando a "calentar la baraja" con los primeros envites, y con una amplia sonrisa Aiden Ford invita a Jonh a acompañarles:

- Vente aquí, Crichton, que ya echábamos de menos tus créditos...
 

- ¿Mis créditos? Solamente los vais a poder ver... pero lo que es catar... sonríe gozoso. Ahora está en su salsa, se siente libre.

- Bien, no os podéis imaginar las ganas que tengo de sentir el tacto de la baraja... Y se cruje los dedos haciendo un poco de teatro.

Scott Matthew está repartiendo las cartas y automátivamente incluye a Crichton en la mano...

- Por tu dinero sobre la mesa y veremos lo que dura - bromea - Aquí cuentan los hechos, no las bravatas...

—Bueno, nenazas, ¿nos ponemos ya en serio o qué? —rugió Greer esbozando una ancha sonrisa—. Trae pah’ acá Scott, que ahora me toca repartir a mí.

Greer comienza a barajar las cartas de una forma bastante… vistosa. Las cartas se mueven frenéticas de una mano a la otra mientras el soldado mezca con notable maestría el contenido la baraja.  Y es que el jodido Ronald es así de salvaje e impulsivo, tanto en el juego, como en el campo de batalla y, según él mismo, hasta en la cama.

—Siéntate ya, chupa-Armanis —le ladró al recién llegado Crichton—. ¿Sus habéis traído a alguien más que al nuevo pibón ese del que hablabas? 

Crichton sigue el juego y pone unos buenos créditos sobre la mesa.

Venga nene, dámelas buenas... sonríe. Sólo echa de menos una buena bebida en su mano izquierda.