Partida Rol por web

Después de lo que parece una eternidad de andar a través del devastado paisaje de Argonne, el pelotón atraviesa un collado desde el cual se observa un plácido valle. Limpios campos cultivados y largas hileras de árboles frutales rodean el lugar, iluminados débilmente por los últimos rayos de sol. Hay un pequeño grupo de tal vez veinte edificaciones, con la torre de un campanario alzándose en el centro. Los edificios son formas negras achatadas, desdibujadas en la creciente oscuridad. No hay luz en ninguna ventana, ni se ve movimientos en las calles; reina el silencio. Incluso parece no haber animales de granja. Al morir la luz grisácea del día, el viento se hace más frío y pronto empieza a caer aguanieve sobre los cascos. El pueblo está abandonado, y parece ser un buen refugio.

A media que os acercáis al pueblo su singularidad aumenta. El lugar no ha sido bombardeado, pero aun así está vacío. Las puertas están abiertas, y en un par de casas aún queda comida que se enmohece en los platos olvidados sobre las mesas de la cocina. A simple vista en las calles no hay cuerpos, ni vivos ni muertos, ni de personas ni de animales. Es solo en las oscuros trasteros, las habitaciones y el interior de las casas donde empezáis a encontrar los cuerpos. Muchos aún están en sus camas, y algunos están sentados en sillas. Todos, hombres, mujeres y niños, incluso perros y gatos, están muertos.

Al igual que los alemanes en la trinchera, los cadáveres tienen un color grisáceo y unas ominosas manchas negras debajo de párpados y mandíbulas.

Un pueblo es un excelente objetivo para cualquier bando, y que no haya sido bombardeado es un milagro o un error de la artillería. Solo que al avanzar y descubrir a todo el mundo muerto, incluso las mascotas, el nudo en el estomago solo da otra vuelta mas.

- ¡Que es esta mierda! ¿Esto es obra del gas? - reprocha el pelirrojo sin dejar que el prisionero se aparte de su alcance.

Por la posición de los cadáveres es fácil asumir que han bombardeado el pueblo con gas para preservar las edificaciones y tal vez convertirlo en un punto de avance o alguna locura complicada que escapa a la mente de Richard.

No esperaba ver un pueblo francés en pie, la guerra nos había enseñado que cualquier pueblo cercano al frente de batalla, era un pueblo arrasado. Pero lo que tenía ante mis ojos, era el típico pueblo de gravados o cuadros de museo, era irreal.

- Esto da muy mal royo. No había sonido, mas que nuestras pisadas sobre la grava del terreno. 

Tenía ganas de gritar, solo por escuchar un eco. Pero hubiese sido una locura, que podría costarnos muy cara, en caso de que los alemanes hubiesen llegado hasta aquí. Mirando en el interior de alguna de las edificaciones, es cuando descubrimos el horror, cuerpos en posiciones cotidianas y con sus vidas sesgadas ... 

- En esto estoy deacuerdo contigo Mcnalley, parece algún tipo de nuevo gas, no parece el típico gas mostaza. Niego con la cabeza, ante el desperdicio de vidas. - Igual, deberíamos limpiar una de las viviendas antes de que anochezca del todo y parapetarnos en ella.

Lo único que encontraban en su camino era muerte. Llegar a aquel pueblo dió esperanzas a Anthony, un lugar donde descansar y refugiarse, parecía tranquilo, pero era demasiado tranquilo. Los muertos yacían como si la vida se les hubiera escapado en un instante, sin avisar.

-Si hubiera sido un bombardeo estarían ocultos en un refugio pero esta gente ha muerto de forma súbita y rápida. Si ha sido un ataque con gas...- Anthony recordó que no tenían máscaras antigas y enmudeció. Reflexionó y negó con la cabeza-... no puede ser, algunos siguen sentados en su sillas, no pudo ser tan silencioso.

Anthony trataba de hacer acopio de valor pero la situación comenzaba a superarle ¿se estaban metiendo en la boca del lobo?... se acercó a algún cuerpo queriendo entender qué le había matado.

Me alivia el cuerpo ver el campanario y los primeros tejados del pueblo. Por fin un lugar donde descansar sin revolcarnos en el omnipresente barro de las trincheras. De inmediato afloran versos en mi mente que piden ser plasmados en papel. Algo tétrico y a la vez ténuemente esperanzador se dibuja en la poesía que por el momento dibujo en mis pensares.

Pero más tétrico se vuelve cuando descubrimos el estado apocalíptico de ese pequeño pueblo francés. Intacto en su fachada pero totalmente desmoronado por dentro. Los cadáveres de sus habitantes parecen haber finado todos a la vez, quizás con extrema rapidez para su suerte. Observo su color sus últimas muecas y el contexto de su entorno. Me hago una idea de lo que puede haber pasado.

Ahora toca decidir como proceder ante tal espanto. Comunicaré mis descubrimientos al cabo y veremos qué decide. No me gustaría estar en su pellejo. La guerra es muy puta pero los horrores que estamos sufriendo desde el último encuentro con los enemigos están dejando el conflicto bélico en un segundo plano cada vez más anecdótico. Todo ha muerto en este pueblo y puede que también otro trocito de nosotros.

Al pasar cerca de la iglesia, descubres que bajo los sólidos portones de madera se cuela una débil luz. Es una luz muy tenue y titilante como la luz de una hoguera o de una vela.

Al pasar cerca de la iglesia, descubres que bajo los sólidos portones de madera se cuela una débil luz. Es una luz muy tenue y titilante como la luz de una hoguera o de una vela.

También te das cuenta de que la mayoría de los muertos están en cama, como dormidos, o enfermos. Los cadáveres tienen rosarios o sus biblias sujetas entre sus dedos.

Al pasar cerca de la iglesia, descubres que bajo los sólidos portones de madera se cuela una débil luz. Es una luz muy tenue y titilante como la luz de una hoguera o de una vela.

También te das cuenta de que la mayoría de los muertos están en cama, como dormidos, o enfermos. Los cadáveres tienen rosarios o sus biblias sujetas entre sus dedos.

Al examinar más de cerca los cuerpos, compruebas que la musculatura, al igual que en los casos anteriores está extrañamente demacrada, aunque no hay signos de malnutrición. La epidermis está seca y escamosa, dejando un residuo de polvo oscuro en las manos al tocarlo. Tampoco hay signos de descomposición. La causa de las muertes es desconocida, ninguna enfermedad, veneno o gas explicaría el espeluznante aspecto de los cuerpos. ¡No hay ningún método que conozcas que pueda causar esta muerte! ¡No hay ningún gas conocido que cause este efecto!

El soldado alemán, siempre a la vera de Mcnalley, parecía más inquieto de lo normal al ver los cuerpos y no para de murmurar su letanía en voz baja. Gott hilf mir... die Toten... die Toten

-¿Y a este que bicho le picó ahora? - pregunta en toco jocoso, al señalar al prisionero alemán cuya visión de los pueblerinos le altera los nervios.

- No hace falta leer al Ingles ese que mencionas para saber que esto fue obra del gas. ¿Un gas nuevo, sin color ni olor? Es eso o envenenaron los pozos de agua. Mierda de guerra. - dice al entrar a una casa, la que le parece mas segura de proteger en caso de ataque. Pero al mirar por una ventana descubre algo extraño. Algo que creyó ver antes.

- Pero no estamos solos – afirma al preparar su fusil – Hay luz dentro de la iglesia. Un candelabro al alguna porquería. - afirma mirando a los demás en busca de una respuesta por parte de ellos.

¿Y si el causante de todo esto se encuentra en la iglesia? Podría ser todo un batallón...

Anthony también había visto un resplandor dentro de la iglesia, debían ir hacia allí pero con cautela, no sabían si en ella había amigos o enemigos.

Imitó a Mcnalley, aunque no le gustaban sus formas en ese momento debían tener cuidado.

-Los supervivientes deben estar refugiados en la iglesia. Si os fijáis hay muchos muertos en sus camas como si hubieran atravesado una convalecencia, si esto es una epidemia y es contagioso estamos en serio peligro.- Miró al cabo, a sus compañeros y la puerta por la que se colaba la luz que le había llamado la atención.- Quizá dentro de la iglesia hallemos respuestas pero podría ser peligroso.- Estaba tan asustado como intrigado.

Esto ya no es consecuencia directa de la guerra. Aquí no ha habido gas ni arma bélica causante de tanta muerte. Parece una enfermedad pero después de reconocer los cuerpos tampoco conozco ninguna enfermedad que cause este estado en los cuerpos. Tampoco ningún veneno. Esto es demencial. Los muertos sujetan rosarios y biblias en sus lechos de muerte. Parece que eran conscientes de su destino. - Quizás todos estos muertos son debidos a algún ritual extraño de adoración a dioses paganos y malignos. Recordad la cueva, todos esos dibujos, el altar y los cuerpos deformes. Puede que estemos en una zona donde se profesa culto a demonios. Vayamos con cuidado al acercarnos a la Iglesia. Me vinieron recuerdos de aquél libro maldito que leí en Hong Kong. Contaba como pueblos enteros adoraban monstruosas deidades. Detallaba ritos y formas de invocación... no podía estar pasando. ¡No!

Teníamos diferentes teorías sobre lo que había ocurrido en el pueblo, que hubiese sido una cosa u otra nos daba lo mismo, al final en el pueblo solo había cadáveres. Creyentes o descreídos, militares o civiles ... esta maldita guerra nos había puesto a todos en el filo de la guadaña de la muerte, y caíamos rápidamente.

- Un gas, veneno, otro tipo de arma ... lo acepto. Dioses paganos y demonios, no puedo creerlo ... no quiero creerlo.

Anthony y Richard, decían que habían visto una luz en la iglesia, tanto podía ser un grupo de civiles supervivientes o un grupo de combatientes enemigos. Sin otra pista y la noche cayendo a nuestro alrededor, lo mejor era ir acercarse con cuidado hacia la iglesia.

- Pues vamos a ello. Amartillo el rifle y empiezo a avanzar hasta la iglesia. - Preferiría un superviviente que hablase nuestro idioma, pero ya acepto cualquier cosa.   

El pelirrojo abrió los ojos como un besugo al oír la palabra “epidemia”. Antes de caer en garras de la policía y ser enviado a la guerra Richard fue testigo de primera mano de la epidemia de gripe que asolo Boston, matando a todos por igual y empezando por los pobres que no tenían dinero para las medicinas.

- ¿Epidemia? ¿Estas seguro “corderito”? - preguntó a Parks.

Y sin esperar respuesta alguna se llevó al rostro un barbijo improvisado con una parte de sus ropas.

- Ni por todo el oro del mundo entraré allí – dijo, señalando la iglesia – y mucho menos si es cosa del demonio – afirmó indicando la idea de Martin.

- En cualquier caso una cerilla bastará para incendiar el maldito pueblo. Andando, que los sigo. -

Sin demora se dispuso a ir detrás de sus compañeros pero sin dejar de vigilar al prisionero alemán que farfulla cosas inteligibles.

La iglesia se encuentra en el centro del pueblo. Según los conocimientos de arquitectura de Anthony es una edificación antigua de estilo románico perteneciente a la baja Edad Media, entorno al siglo XI o XII, con añadidos posteriores. Las pequeñas ventanas de medio punto a ambos lados del edificio han sido clavadas con maderas precipitadamente. En las esquinas del edificio unas gárgolas de demonios reptilianos descansan incrustadas en la piedra. Hileras de diminutas figuras de santos con caras agrietadas observan desde la oscuridad de los abocinamientos, sus miradas petrificadas son casi tangibles. A los lados de la gran puerta han sobrevivido dos estatuas, de estilo gótico, de dos hombres vestidos con armaduras y espada en mano con el pie izquierdo sobre las cabezas cortadas de lo que parecen serpientes gigantes. Mcnalley, como buen irlandés católico, identifica las estatuas como al Arcángel Miguel y San Jorge, los triunfadores del dragón.

Dentro del edificio se escucha el murmullo de una voz. Tras llamar varias veces a la puerta la voz de dentro comienza a vociferar de forma frenética algo que se pierde a través de la gruesa madera de la puerta. La voz no se atiende a razones, solo grita más fuerte cuando se intenta conversar con ella. La fuerza bruta parece la única solución, y tras barias patadas las puertas de roble, medio carcomidas por el paso del tiempo, ceden con facilidad.

Dentro, una larga bóveda se extiende poco por encima de las cabezas dejando un techo bajo que junto con las pequeñas ventanas dan un clima claustrofóbico a la estancia. Hay velas en cada banco, miles, algunas en candelabros ornados, y otras quemándose en la misma madera. La vacilante luz juega sobre las estatuas de santos y las gruesas columnas de piedra, dejando muchas zonas en penumbras.

Él techo abovedado sobre el altar está adornado con un fresco policromado del Salvador juzgando a los hombres sentado sobre una nube y flanqueado por ángeles que introducen a los justos al cielo, y abajo, serpientes enormes se retuercen en la oscuridad, confortadas por demonios. Una gran cruz está colgada sobre el altar con cadenas.

En el altar hay un sacerdote ojeroso vestido con todos los atavíos para la misa. Nada más veros entrar, empieza a gesticular frenéticamente para que entreis y empieza a gritar en francés. ¡Entrad rápido, por el amor de Dios, cerrad las puertas! El cura se apresura hacia la puerta cerrándola él mismo.

El sacerdote está hecho un desastre: ojeroso, macilento, bañado en sudor, sus manos tiemblan. Su mandíbula está cubierta por barba de varios meses y tiene marcas negras bajo los ojos. Arroja miradas desesperadas a diestro y siniestro.

Richard se persigna ante las representaciones del Arcángel Miguel y San Jorge. No es un creyente devoto pero lo hace por respeto a su abuela, que era una fiel representante de las costumbres de su tierra natal. Según la anciana nada podría contra San Jorge y el Arcángel Miguel complementaban el equipo perfecto. Desde luego todo eso quedó de lado cuando abandonó su hogar en búsqueda de fortuna como boxeador. El resto es historia.

- ¿Que es toda esta mierda Padre? - ladra el pelirrojo, que disimuladamente examina palmo a palmo el interior de la iglesia con su visión de águila.

Encontrarse dentro de la iglesia todavía no le daba ninguna satisfacción ni percepción de seguridad, aunque si debía rezar para permanecer a salvo sería todo un reto.

Y con su rifle listo para disparar esperó por la respuesta del sacerdote y por la acción de sus compañeros. Tal vez alguno de ellos hablara algo de Francés.

Sí le interesó ver la reacción del prisionero ahora que se encontraban todos dentro del recinto sagrado.

La entrada en la iglesia fue propia de un asalto de guerra. No sabían que podría haver dentro. Podría bien haver sido ub pelotón encañonándolos y llenando sus cuerpos de plomo nada más verlos a través de la puerta. Mantuve mi posición protegida sacando sólo la cabeza para ver lo que nos aguardaba dentro. Sólo un cura. A simple vista parecía que de forma inexplicable sólo un cura se había salvado de la entera muerte del pueblo. Algo extraño. Lo que ya no podía calificarlo de extraño era que ese hombre hubiese perdido la chaveta. Nada se le podría recriminar en aquél aspecto. A saber qué había presenciado ese pobre hombre. - ¿Cuantos días lleva usted encerrado? ¿Tiene algo de comer? ¿Como ha muerto la gente. Han pasado los alemanes por aquí? ¿Y usted, como se ha salvado? - me añadí a las preguntas de Mcnalley chapurreando mi pésimo francés plagado de anglicismos.

Hacemos nuestra entrada en la iglesia como debería hacerse, suponiendo que en el interior nos espera un enemigo, aunque lo que encontramos no es lo que estábamos esperando. Entramos tomando la posición, reventando la puerta y apuntando a todos los lados. Estatuas de santos nos vigilan desde sus inmóviles posiciones, una débil luz iluminaba la amplia estancia y de entre las sombras, lo que encontramos es al cura del pueblo y por lo que parece también es el único superviviente, de lo que aquí ha ocurrido.

Son sus frases en francés la que nos reciben, frases de realizar algo de manera acuciante, por sus acciones ... y ante su ausencia de temor ante nuestras armas, está claro que lo que sea que ha matado a los pueblerinos es mas peligroso que una bala.

- Pardonne moi, prêtre. ¿Que ... ha ... passé?. Niego con la cabeza. - Mierda de francés. ¿Porqué, no hablarán todos ingles?. 
 

Al entrar en la iglesia los demás acosaron al sacerdote a base de preguntas, las mismas dudas que él tenía, por lo que se mantuvo en silencio a la espera de la respuesta del párroco.

¿Era acaso el único superviviente?, lo cierto es que parecía que lo había pasado mal dado su aspecto demacrado. Anthony se vió que con el fusil en la mano, no sabía en que momento lo había cogido por haberlo hecho de modo tan autómatico, no lo guardó, no se sentía seguro.