Partida Rol por web

Da comienzo la oración de la noche. Anochece; la neblina se levanta del interior de los cráteres. Diríase que los agujeros están llenos de cosas misteriosas. El vaho blanquecino se arrastra asustado de un lado a otro antes de osar levantarse por encima de los bordes. Luego se extiende de cráter en cráter en largas fajas pálidas.

“Sin novedad en el frente” Erich M. Remarque

Con el corazón desbocado y los pulmones doloridos por la carrera te detienes en mitad del bosque. A un lado y a otro se extiende la verde foresta del bosque de Argonne. No hay ruido, los disparos y los gritos de los franceses han quedado atrás, solo se escucha el leve trinar de algún pájaro despistado.

El pelirrojo detiene su marcha contra un árbol para recuperar aire. Sus oídos zumban y la visión nublada conforman el embotamiento de los sentidos luego de la brutal carrera por su vida.

El canto del pájaro supone algo de tranquilidad para el soldado, suponiendo una mejora en el panorama luego de todo lo sucedido. ¿Quien le creerá todo lo vivido hasta ahora?

Aquel pensamiento, que por segunda vez le persigue, fue suficiente para que recuperase el aliento y tomara nuevamente el curso de acción. Intentó orientarse pero falló estrepitosamente. Jamas fue bueno en ello.

Debía regresar a sus lineas pero tampoco estaba seguro de abandonar a los suyos por escasas probabilidades que tengan. Así que decidió esperar un minuto, sin perder de vista la dirección por donde había llegado a su actual posición.

En sesenta segundos reanudaría su marcha sin mirar atrás…

Las ramas de los árboles se mueven y se escucha el inconfundible sonido de las pesadas botas militares. Ryan camina arrastrando el fusil por el suelo solo sujetándolo por la correa y con las polainas totalmente desatadas. Detrás, a unos pocos metros, avanza James con un aspecto parecido. Tiene la cara y los brazos llenos de arañazos y la ropa desgarrada en varios puntos. ¿Pero dónde están los demás?

Mcnalley se encuentra entre los árboles, ha conseguido sosegar su respiración aunque le siguen doliendo las piernas. Con ojos inquisitivos estudia el terreno en busca de referencias para orientarse. Pero no hay ninguna referencia.

Entre las ramas se escucha el resoplido agitado de una persona, es Martin, que llega hasta la posición de los soldados. James y Ryan tratan de recuperar la respiración, mientras que Mcnalley trata de orientarse sin éxito.

El pelirrojo alza su rifle y apunta por instinto en dirección al sonido de las botas, solo que al descubrir que son sus compañeros el rifle regresa a su posición de descanso.

- ¿Y el resto? ¿Donde esta el cabo y el corderito de Parks? - pregunta con malhumor.

Aunque la pregunta contiene una respuesta evidente. Ellos no lo han logrado…

También es posible que los caníbales prosigan con su caza y reanuden su persecución sobre Richard y los demás.

La noche, la carrera, la locura colectiva. Apenas había conseguido cruzar el bosque dejando atrás a amigos y enemigos cuando veo como Ryan, se para y coge grandes bocanadas de aire ... ¿habíamos escapado?. El rifle alzado de Mcnalley es lo segundo que llama mi atención.

- ¿Que demonios ... ?. Respiro, mas por mantenerme en pie que por contestar al pelirrojo. - El cabo a caído, no tubo ninguna oportunidad. Niego con la cabeza, mientras recuerdo a esa turba saltando sobre el cabo. - Martin y Parks corrían tras nosotros, supongo que aun trastabillando no tardaran en alcanzarnos. 

Debíamos darles la oportunidad de que llegasen hasta nosotros, luego habría que decidir sobre que hacer. Con el cabo la cosa estaba clara, pero ahora ... no creo que el plan propuesto, fuese ya aplicable. 

Pasa el tiempo, los segundos y los minutos, ni Parks ni el cabo aparecen y seguir esperando en ese punto solo podía significar que los sectarios volvieran a encontrarlos. Sin que nadie diera la orden, sin que nadie aceptara realmente la muerte de los dos compañeros, por iniciativa propia comenzasteis a caminar. ¿Hacia la línea aliada, o hacia la línea enemiga? ¿Qué más daba? En ese momento lo único que podíais hace era caminar.  

A medida que la noche avanza y la oscuridad os rodea, una densa niebla aparece. A pesar de no llevar la mochila encima con sus cuarenta quilos de equipo, comenzáis a estar exhaustos aminorando la marcha, tambaleándoos a través de la bruma y los frondosos árboles. El color comienza a desaparecer a vuestro alrededor, tornando el mundo en blanco y negro. Una ligera llovizna comienza a caer. A medida que las sombras lo absorben todo.

Ya extenuado y casi sin poder correr encuentro el maldito irlandés y a James. Estoy jodidamente tocado por la caída del cabo. También preocupado por Parks.
Me dejo caer al suelo. Si tuviese fuerzas le daría un puñetazo al cabrón de Mcnalley. Pero no puedo ni con mi aliento. Además tampoco estoy orgulloso de haber huído ni que no tuviera posibilidad alguna de haber vengado su muerte sin ser yo el siguiente en perecer bajo la bestialidad de aquellos malditos. El puñetazo sólo descargaría algo mi rabia pero no me liberaría de la punzada de culpa que sentía clavarse hondo en mí.
Lo de Parks podía ser aún peor pues a medida que pasaban los minutos y recobraba el aliento y las fuerzas también crecía la certeza que no había imaginado su grito de ayuda y que realmente él también habría sido asesinado. Mi disparo a la nada podía haber sido más certero si me hubiera acercado para ceecionarme si Parks estaba pidiendo ayuda. La culpa me comía por dentro. Pero poniendo un poco de realismo frente toda aquella jodida locura, la pregunta que debía hacerme era si volver para comprobar si Parks estaba en apuros no era nada más que un suicidio sin posibilidad alguna de prestarle ayuda. Y la respuesta era evidente pero mi maldito ego luchaba por obviarla y cargarme con esa aplastante culpa.
En ese momento todo era demasiado confuso y seguramente mi instinto había escogido la mejor de las opciones.
Intenté aparcar todo ese ruído y centrarme en la situación actual
- Parks no aparece chicos. Esas gentes se mueven por zona conocida y no estamos más lejos del campamento de lo que estábamos cuando los encontramos por primera vez.
Sin añadir más comenzamos a caminar.
Caminamos sin descanso entre los árboles del bosque que se cierra encima y alredor nuestro. Parece que nuestro ritmo cada vez es más lento. No es sólo una sensación mía. Los árboles pasan cada vez más despacio a nuestro lado. Veo que mis compañeros están tan rotos como yo. Pero no podemos parar. Sin equipo ni comida estamos muertos si no conseguimos llegar a nuestra línea.
Temo que nos desorientemos y acabemos andando en círculo. Pero con la niebla, la llovizna y el agotamiento no consigo orientarme ni ver más allá que a un par de metros de mí.
- ¿James, Mcnalley, Emmett sabéis si estamos siguiendo una dirección? Temo que acabemos andando en círculo.
Y no hacía falta decir qué ocurriría si nuestros pasos nos llevasen otra vez al campamento de los zumbados caníbales.

El paso del tiempo es suficiente para corroborar las certezas del agrio destino del cabo y de Parks. Incluso el insoportable de Manson y Martin confirman las sospechas del pelirrojo.

- ¡Mierda! ¡Mierda! - aúlla enfurecido al atacar un árbol con su bayoneta, tratando de aplacar su ira y frustración contra ese grupo de caníbales.

Todo el berrinche del mundo es insuficiente para remediar la situación, de modo que el grupo reanuda la marcha sin ninguna dirección particular. La caminata sin energías finalmente es detenida por la oscuridad y la niebla, volviendo todo en grises y oscuros. Encima la llovizna y el frio cala en los huesos y por consiguiente mermando las ganas de continuar.

- Ni puta idea. Tendremos que dejar marchas en los arboles para estar seguros – responde de mala gana por el cansancio – O mejor al alba, luego de cavar un hoyo y dormir un poco – agrega al sentarse en el suelo, sobre un tronco. No importa hacia donde mire Richard, porque todo le parece igual. Sin dudas están perdidos.

No llegaba ningún sonido de la espesura por la que habíamos corrido hacía solo un momento, y eso mantuvo la esperanza de ver salir a Parks de un momento a otro, pero nunca llegó a ocurrir ... ya no llegaría. No podía creer que del grupo que había partido desde nuestras posiciones iniciales, solo  cuatro integrantes nos mantuviésemos con vida, y menos aun que nuestros compañeros mas cercanos hubiesen caído a manos de caníbales.

- Malditos franceses, y maldito país. Es lo último que puedo mascullar, mientras miro atrás una vez mas, antes de seguir a Ryan, Martin, y Mcnalley. 

Caminamos ahora si mas como máquinas que como personas, un pie delante de otro, así hasta que por puro agotamiento nos detenemos, a efectos prácticos, cualquier lugar nos vale. Nos dejamos caer cada uno en el sitio que mas cómodo nos parece.

- Ni idea Earl, hace tiempo ya que solo me muevo por costumbre. Termino de sentarme sobre una roca semi enterrada, mientras aprieto los dientes, para evitar gritar al sentir como la herida recibida se abre. - Putos franceses. 

Emmett camina con la mirada perdida, siguiendo los pasos del grupo de manera mecánica. Seguramente si no hubieras estado el resto, Emmett se hubiera acurrucado en un hueco del terreno hasta morir de frio o de inanición.

Mcnalley y James se acercan a uno de los árboles para tratar de orientarse por el musgo, una de las técnicas que os habían enseñado en el campamento, supuestamente el musgo siempre crece hacia el norte, o esa era la teoría.

Al acercaros a uno de los árboles y encender una cerilla para poder ver mejor, el terror atenaza vuestros cuerpos. ¡No son árboles! Lo que os rodean no son árboles, sino hombres muertos, cientos de hombres muertos. Hombres muertos de pie en guardia, con heridas abiertas en su pecho y abdomen, con los ojos abiertos fijos en el horizonte. Muchos son sondados, tanto americanos como boches.

La simple idea de un “bosque” de muertos andantes acabó por tomar por sorpresa a Richard, quien cae de espalda al retroceder torpemente.

- ¡Ahhhhhhhgggg…! -

El grito, parcialmente ahogado, escapa de su garganta sin que el soldado pueda hacer algo. En el suelo, instintivamente, Richard intenta huir de allí sin poder incorporarse al resbalar en el lodo una y otra vez.

La noche nos rodea, mientras caigo en un ligero duermevela, veo como los árboles se mueven hacia nosotros. No se, porque me aventuro dejando mi confortable roca, para "ver" a esos árboles andantes. Pero en cuanto el fósforo de la cerilla hace contacto, y la llama hace acto de presencia, me arrepiento de ver lo que tengo delante. 

- ¡Por todos los demonios del abismo!. ¡Corred, coño, corred!.

Vistos los gritos de sus compañeros, Earl y Emmett deciden acercarse a uno de los árboles para comprobar que pasa. Al encender una cerilla para poder ver mejor, el terror atenaza sus cuerpos. ¡No son árboles! Lo que os rodean no son árboles, sino hombres muertos, cientos de hombres muertos. Hombres muertos de pie en guardia, con heridas abiertas en su pecho y abdomen, con los ojos abiertos fijos en el horizonte. Muchos son sondados, tanto americanos como boches. Mcnalley y James tiene razones de sobra para gritar.