Partida Rol por web

La mañana habia dado paso al medio dia, y del medio dia llegaba la tarde. El entrenamiento de Larkyn se habia pospuesto hasta este momento porque ser Owen asi lo habia indicado, habia que dejar todos los equipos y armas limpios y los rotos llevados a reparar antes de la llegada de los Dornienses. Ya habira tiempo a la tarde de entrenar.

El momento habia llegado. Mas no habia noticias de la llegada de Van aun al lugar. Cada uno de los miembros del castillo estaba terminando sus tareas aun. Alargadas por la interminable espera de la llegada del Bastardo. La tension se podia palpar en las cocinas. Hablando sobre como seria el caracter del joven Arena. En los puestos de guardia decian que habia rumores de que su excepcional arte con la espada le habia brindado la oportunidad de conseguir las espuelas con 16 años.

Muchas historias se escuchaban en toda la fortaleza. Pero las miradas se posaban en la liza de entrenamiento, donde Byron y Larkyn iban a medir la habilidad de este ultimo. Y ser Owen, comprobar que lo que habia enseñado al joven Swift habia servido de algo.

Larkyn, como había previsto se pasó la manaña entre armas y armaduras viejas junto a Ser Owen. Al final no encontró nada que mereciera la pena su atención, ni siquiera una vieja espada, escudo o armadura con alguna historia interesante, no al menos que Ser Owen conociera. Lo que estaba en peor estado lo fue separando y luego, ayudado de una carretilla lo cargó todo y lo acercó al herrero del castillo.

-Me han dicho que te aburrías mucho ultimamente. Le dijo sonriendo mientras le señalaba el contenido de la carretilla. Un regalo de Ser Owen, quiere que el equipo esté decente antes de la llegada de los Dornienses. Larkyn rebuscó en la carretilla hasta que encontró una espada tan mellada que dudaba si tendría arreglo. Esta es mi favorita. ¿Crees que podrás hacer algo con ella?

El herrero miró la espada y negó con la cabeza, probablemente fundiría el metal para otra cosa, aquella espada no tenía mucha solución. Cuando Larkyn descargó la carretilla volvió de nuevo a hacerse cargo del segundo grupo de cosas. Aquellas estaban en mejor estado, solo necesitaban una limpieza, un repaso al filo de las armas y pequeñas reparaciones de las que Larkyn podía hacerse cargo perfectamente. Continuó el resto del tiempo con esa tarea hasta que por fin pudo darla por terminada. Salió al patio y buscó a Ser Owen que hacía un buen rato le había dejado para observar las maniobras de algunos soldados que también estaban ejercitándose.

-Todo listo Ser Owen, las he dejado como nuevas, o casi... Se quedó un rato pensativo mientras observaba a los soldados entrenar, muchos le miraban de vez en cuando, probablemente el entrenamiento con Ser Byron había corrido de boca en boca y estaban espectantes. Se sentía algo nervioso, aquello sería lo más parecido a una experiencia real de combate de las que había tenido hasta ahora y esperaba estar a la altura y eso era mucho decir con el rival que tendría enfrente. Afortunadamente solo es un entrenamiento, tan solo querrá asegurarse de que puedo manejarme bien. Sabía que Ser Byron era capaz de administrar sus fuerzas en las prácticas y eso le tranquilizaba. Si yo fuera Van Arena seguro que me llevaba una buena tunda. Por una vez ser un Swift no era tan malo. ¿Cree que lo haré bien? Larkyn comenzó a ponerse el equipo de prácticas, golpería un poco algún estafermo mientras Ser Byron aparecía, así iría calentando los músculos. Luego ya me los calentará Ser Byron seguramente.

- Bueno chico, piensa en todo lo que te he enseñado. Has aprendido a luchar y defenderte como un caballero de Poniente - Ser Owen aprovechó un silencio para cambiar el peso del cuerpo de una pierna a la otra - Seguro que lo harás bien.

Los soldados seguían esgrimiendo sus espadas y el entrechocar de los aceros resonaba por todo el patio. Ser Owen miraba la escena sin mostrar entusiasmo. Incluso parecía sentir cierto hastío.

- Chico, mañana deberás enfrentarte a hombres que han aprendido a luchar al estilo de Dorne. Se tratará de un combate de demostración, un combate ficticio, pero estate alerta, los dornienses luchan muy diferente a como lo hacemos nosotros. Son grandes maestros en el uso de las lanzas y las acrobacias. Quizás no te haya enseñado demasiado a usarlas o a defenderte de ellas ya que nos parecen más familiares espadas y hachas. Dorne ha visto grandes luchadores, como el Príncipe Oberyn. Su elegancia en el combate es espectacular pero no luchan como los mejores caballeros de nuestras tierras. Son rápidos, son ágiles y huidizos. Pero no te asustes. Vigila de cerca a tu enemigo, no te muevas demasiado, no juegues a su juego. Intentará cansarte, y cuando te tenga, de un salto, tratará de sorprenderte. Chico, usa los ojos, usa tu escudo, y cuando tu enemigo doble las rodillas para saltar, ¡ese es el momento!

Unos minutos despues, unas fuertes pisadas delataron la llegada de ser Byron. Iba vestido con una coraza y grevas negras con tres cuervos labrados finamente en plata. Cada uno sostenia un relampago en una garra, y en otra un hacha: era su escudo personal. Completaban la armadura un escudo de torre y un yelmo tambien negro con unas alas de cuervo que brotaban de las sienes. Cargaba sobre hombro derecho su hacha de entrenamiento: Un hacha larga roma, tan pesada que la mayoria de los hombres no podian apenas levantarla, y el la esgrimia con una sola mano al igual que lo hacia con su hacha de verdad.

-Bueno chico, a ver que tal te defiendes! le dijo mientras arrojaba el hacha a un lado, clavando en el suelo una de las astas. Esta vibro unos momentos antes de quedar inmovil, esperando ser recogida Los caballeros somos los mejores luchadores de Poniente. No somos los debiles jaques de Braavos, con sus volteretas innecesarias y dagas que no sirven ni para sacarse algo de entre los dientes. Tampoco los salvajes dothraki, con esos arakhs que no cortarian ni la peor armadura, o los luchadores de las arenas Ghiscaras, que no diferencian pelear contra un elefante que contra un huano con sus cadenas y cuchillos de mala calidad. Las mazas, lanzas, espadas y escudos son las armas de caballero.

Se detuvo unos segundos para ponerse el yelmo. Con el era incluso mas alto, un gigante de hierro negro y plateado.

-Sin embargo, no son las armas ni la armadura lo que hacen un caballero. Es el honor y el codigo de caballeria: Sin el, no hay diferencia entre un caballero y un campesino con armadura. Y eso es lo que quiero que entiendas para poder ganarte las espuelas.

Camino unos metros hacia donde las armas que descansaban en anaqueles, y tomo una maza. La arrojo a los pies de Larkyn.

-Empezaremos con las mazas: Especialmente utiles para destrozar corazas y otros elementos duros de la armadura de un caballero explico mientras el tomaba para si un enorme martillo de guerra y lo esgrimia con una mano Y no tengas cuidado, dame con todo eh! Esta armadura resistio cosas que no creerias, chico!

El castillo debía estar a punto para la llegada de Van, era algo que le extrañaba, y no porque se tratara de él. Entendía las prisas en las cocinas, eran más bocas que alimentar y seguro que querían dar buena impresión, pero por doquier parecía que se habían dejado cosas por hacer.

"Cuando sea mayor estaré pendiente de que todo esté al día", todo era más sencillos a ojos de un niño.

Anduvo por todos lados observando, parándose a saludar por su nombre a los que conocía y apuntando mentalmente aquellos cuyos nombres eran sustituidos por apodos: "ojos saltones", "bigotes graciosos", "cara caballo"... Lo de cara caballo no era un insulto, tío Byron se enfadaría mucho con él, pero era la forma más fácil de recordarlo.

- Buenas días, Todrick. A ti ya te tengo muy visto, Larkyn -Saludó sonriente al herrero y bromeó con el pupilo, ambos enfrascados en los arreglos de las armas y armaduras. <<El salitre es un enemigo implacable>>, se lo habían dicho muchas veces. No era de extrañar que el armero y herrero del castillo fueran de los menos ociosos-. ¿Estaban en muy mal estado?

No quería entretener a los hombres, así que tras un par de comentarios decidió que era hora de dejarse ver en otro lado.

- Nos vemos después, "Tormenta Sonriente" -Se fue con la misma sonrisa deslumbrante con la que llegó, muy contento de tener una mañana libre y ver qué se hacía por el castillo.

Las posibilidades antes del combate de entrenamiento eran varias. Su madre debía estar demasiado impaciente por la llegada de Van, hasta se había olvidado de su charla a solas. Farryn, como siempre, estaría con sus tareas, que al parecer se volvieron más importantes que él desde la muerte de su padre.

Lo cierto era que atender a todos los habitantes del castillo resultaba agotador, y eso que apenas se paraba a hablar u observar aquello que le atrajera la atención. Si tío Byron estuviera con él seguro que le iría explicando lo que hacían, qué era prioritario y los nombres para no tener que recordar al soldado apostado en el rastrillo como "dientes torcidos".

- Yorkel... -Se acercó al hijo del cocinero, el cuál le sacaba tres años. Aunque se parecía al padre el muchacho había sacado lo mejor de ambos-. Parece que están muy atareados, ¿me das una manzana? -Ya era media mañana y su estómago pedía un aperitivo-. Dicen que los dornienses comen serpientes. No quiero comer serpientes -Puso cara de asco- ¿Vas a venir a ver el entrenamiento de Larkyn y tío Byron? No se habla de otra cosa, si no cuentas a Van y los dornienses...

A veces lograba estar con el muchacho el tiempo suficiente como para tenerle aprecio, y creía que a él también le caía bien. Ya era hora de ganarse a un par de amigos en el castillo que estuvieran más próximos a su edad, porque los mayores resultaban demasiado serios y estrictos la mayoría de las veces (sin contar a Larkyn).

El día avanzó rápido y el combate sirvió de entretenimiento ante la tardanza de su hermano. Miró a todos lados para ver si Yorkel logró escabullirse y disfrutar juntos. Mientras, en el patio de armas, ser Byron lucía su espectacular armadura y enorme martillo de guerra, ¡y con una mano! Algunos decías que su pericia con el martillo igualaba al mismísimo rey Robert. Por otro lado, Larkyn... Estaba nervioso a la par que emocionado, por lo que le fue imposible abrir la boca para dar muestras de ánimos a los dos, aunque más a uno que a otro.

Lady Shiera estuvo toda la mañana metida en aquel papeleo que tanto tiempo le quitaba pero que tambièn la hacìa olvidar el resto de problemas que realmente si la molestaban. Llegò un momento en que habìa recibido a tantas personas que se sintiò mareada y un tanto asqueada, llevar en sus espaldas algo como aquello no era ni por poco lo peor que le habìa pasado.

-Tomarè un descanso.

Cerrò el libro que tenia en las manos, despidiò a sus colaboradores y se acercò al ventanal el cual abriò con cierta dificultad ya que casi nunca se abrìa pero con un poco de esfuerzo lo consiguiò.

-Desde aquì tengo la vista perfecta.

Podìa ver casi toda la zona de entrenamiento desde allì y sabìa que habrìa una buena exhibiciòn asi que aguardò pacientemente a que todo comenzara.

Larkyn escuchó con atención a Ser Owen mientras terminaba de ajustarse las protecciones acolchadas que utilizaba para entrenar y amortiguar los posibles golpes del contrario. Había escuchado otras veces de los Dornienses y su diferente pero mortal estilo de lucha, sin lugar a dudas eran rivales a tener en cuenta y de los que nunca se podía fiar uno.

-Intentaré hacerlo lo mejor posible. Y creo que la visita de Van y los que lo acompañan será una buena ocasión para observar su estilo de lucha, tendré en cuenta sus consejos si me enfrento a ellos en algún entrenamiento.

A Larkyn le resultaba curioso todo aquello, pero pensaba que los caballeros de Poniente eran superiores, tenían sus magníficas armaduras y su entrenamiento en las diferentes armas y artes desde pequeños y una larga tradición y experiencia en batallas y en guerra.
La llegada de Ser Byron borró a los Dornienses de su mente de un plumazo e hizo que se centrara en él, con su magnífica armadura y sus enorme armas, estaba seguro que ningún Dorniense, Braavosi o Salvaje le impondría tanto respeto como el hombre que tenía en frente en aquellos momentos.

-Lo se Ser Byron, nadie lucha tan bien como la caballería. Durante su infancia había escuchado toda clase de historias de enfrentamientos de miembros de su familia o de otras de caballeros contra todo tipo de enemigos y al final siempre se habían alzado con el triunfo. Y si un solo caballero era un magnífico luchador, varios juntos formando una escuadra o una carga de caballería eran prácticamente imparables. Larkyn se ajustó el capacete de cuero a la cabeza, no solía usarlo durante los entrenamientos con Ser Owen, pero había pensado que era mejor ponérselo aquella tarde, estaba seguro que recibiría bastantes golpes. El honor y el código de caballería, si Señor. Repitió Larkyn.

Tras la charla de Ser Owen le había quedado claro que tenía que hacer contra un Dorniense, pero...

¿Y como se supone que tengo que enfrentarme contra alguien mucho más grande y más fuerte que yo? Y que además es mucho mejor luchador... Bueno, intentaré guardar las distancias y moverme mucho para acercarme rápidamente.

Larkyn aferró con fuerza el escudo, aquella tarde más le valía usarlo bien para parar los golpes de Ser Byron, porque un impacto del caballero podía ser tremendo y de consecuencias impredecibles. Alguien había pintado uno de los escudos de entrenamiento de amarillo y con un gallo azul, imitando el escudo de la casa Swift, y lo había dejado junto al equipo que Larkyn iba a utilizar.

Esto se parece más a una gallina que a un gallo, no se si dibujan muy mal o me están gastando una broma. Si piensan que voy a salir corriendo se van a llevar una decepción.

Mostró su escudo orgulloso, quizás tan solo habían querido tener un detalle con él, estaba claro que no había muchos artistas en el castillo, así que no podía echarles en cara que no fuera una copia exacta del de su familia. Tras sonreír por última vez se agachó a recoger la maza que Ser Byron le había arrojado, no era su arma favorita, pero se manejaba igual de bien que con el resto, con la única que parecía destacar un poco era con el hacha, precisamente un arma que Ser Byron no había nombrado. Se sintió como aquella vez que se había equivocado al estudiar un capítulo de un libro para la lección del Maestre Lebron y cuando este comenzó a preguntar no sabía nada. Claro que al menos en este caso las armas si que le eran familiares y podría demostrar lo que sabía con unas o con otras.

-La maza.... bien. Asió el mango con fuerza mientras observaba a Ser Byron. Desde luego no tenía intención de estropear aquella armadura tan imponente, y algo le decía que si conseguía impactar sería como pegar contra uno de los muros del castillo. De todas formas no pensaba quedarse allí parado y menos con toda la expectación que había surgido con el entrenamiento, parecía que todos habían logrado encontrar un hueco en sus tareas para presenciarlo. No iba a ser un imprudente, pero al menos le echaría valentía al asunto. Hizo un ligero saludo a Ser Byron para indicar que ya estaba preparado y luego añadió intentando parecer seguro y dejando claro al Caballero que iba a comenzar el combate, uno de los códigos de la caballería es que un caballero nunca atacaba a otro a traición. ¡Pues allá voy!

Alzó el escudo en posición defensiva e intentó un avance flanqueando ligeramente al caballero de tal manera que su escudo le protegiera de un posible ataque. A medida que se acercaba Ser Byron se hacía más y más grande y Larkyn fue midiendo sus pasos y haciéndolos cada vez más cortos.

¡Venga Larkyn! ¡Tu puedes! Se animó a si mismo. ¡Ya nadie en el castillo se atreve a enfrentarse a él, demuéstrales que tienes madera de caballero y más agallas que ellos! Dio un par de pasos decididos hacia Ser Byron. ¡Al menos intenta atacarle, aunque solo sea una vez!

Dio otro paso y casi había alcanzado ya la distancia de impacto, pero debía tener cuidado pues la enorme arma de Ser Byron podría golpearle desde más lejos. Si quería atacar debía hacerlo rápido, así que aceleró los últimos metros sin perder de vista la maza del caballero, que esperaba recibir en cualquier momento. Ya no tenía nada que perder, salvo la vida, algún miembro o los dientes, pero ya no se podía echar para atrás.

Un caballero es tan grande como aquel que lo mata. Los grandes caballeros siempre morían en enfrentamientos contra otros aún más grandes que ellos, enfrentamientos que pasaban a la fama, claro que morir en un entrenamiento no sabía si entraba en la categoría de hazaña bélica, por mucho que lo hiciera contra uno de los mejores caballeros que existían. ¡Vamos Larkyn! Solo tienes que atacar rápido, golpear y guardar la distancia, después otra vez.

La teoría siempre había sido muy fácil, sobre todo contra los estafermos inmóviles del patio del castillo, algo le decía que aquello distaba de parecerse, pero aún así reunió todo su coraje y atacó.

La mañana se le había escapado como arena entre los dedos, y ahora debía apurarse si quería llegar a tiempo al combate, eso sin contar la suerte que había tenido de que aún no se presentara Van.

Luego del desayuno, del que había sido la última en levantarse de la mesa como era habitual en ella, había ido a dar un paseo por las cercanías, con el séquito necesario acostumbrado. Por supuesto, no era su intención bajo ningún punto de vista sufrir algún percance o poner en problemas a alguien. Era por lo mismo por lo que jamás protestaba cuando le prohibían acercarse a algún lugar sola, por que sabía perfectamente que si le pasaba algo el menor castigo sería el que le llegaría a ella, y no quería que sus malas decisiones tuvieran repercusiones negativas en la gente que la rodeaba y con las cuales había compartido un hogar durante toda su vida.

Más tarde había ido a estudiar, tanto lo que debía aprender para las clases del maestre como otros libros que había decidido investigar por su propia cuenta, a pesar de que no tuviese tiempo suficiente para memorizarlos como debía hacer con lo que se le daba a leer por obligación. Finalmente, tras un breve paseo y una larga mañana en la biblioteca, fue a sus aposentos con el fin de buscar un atavio más apropiado para la ocasión. El regreso de su hermano no significaba un día cualquiera, y quería que él se supiera bienvenido y acogido por al menos una persona en la familia. Con lo poco que lo recordaba no podía decir que lo extrañara demasiado, pero su memoria aún la conmovía, y solo esperaba que con el tiempo Arthur lograra querer a su hermano tanto como ella los quería a los dos. Esperaba también que supiera que, sin importar si Van había nacido antes y se acercaba más a su edad, su hermano menor siempre estaría primero. Ella lo amaba con devoción, sin importar los conflictos internos que tuviese actualmente, y no se perdonaría jamás el fallarle cuando el se viera en necesidad de su ayuda.

Para cuando se apareció por el sector donde se desarrollaría el combate, ya no vestía su querido vestido lila con bordados, sino que uno verde oscuro con detalles dorados. Llegó justo a tiempo, acercándose mientras veía a su tío lanzarle una maza a los pies a Larkyn. Se quedó parada a una distancia segura, pero lo más cerca que le permitiera esa descripción. 

¡Vamos, Larkyn! ¡Tú puedes!

Hubiese saltado y gritado de haber podido, pero se limito a sonreír y mirar al joven Swift, deseándole la mejor de las suertes para el enfrentamiento. Cuando lo vio atacar, no pudo hacer más que rogar que el golpe fuera bueno. Sabía que su tío resistiría un buen golpe, no sabía que tanto resistiría Larkyn el quedar como debilucho frente al resto. Por otra parte, si de ella dependía, el mero hecho de estar ahí, frente a tan increíble combatiente, y sin rastro del nerviosismo que había visto a otros demostrar por una mala cara de Ser Byron, lo hacía uno de los hombres más valientes del castillo. 

Con un fantastico movimiento, Larkyn pudo traspasar las defensas de Byron e impactarle de lleno en las costillas, aunque el enorme caballero ni se inmuto: la coraza habia detenido el impacto por completo. Respondio con un juego de pies y tratando de usar su corpulencia para que el joven pupilo deje descubierto un lado, pero este no mordio la artimaña. Luego lanzo un ataque con su martillo de guerra, que el chico pudo parar a tiempo con el escudo.

Un mensajero llegó a las puertas de la fortaleza, portaba una bandera de el venado coronado  de sable sobre fondo de oro. Su caballo estaba exausto y sus ropas sucias y mojadas por la tormenta. El propio pendón estaba empapado y pegado al palo. Las puertas de la muralla de la fortaleza se abrieron y rapidamente atendieron al mensajero. El cual demandaba ver a Lady Shiera.

Tras unas palabras con algunos guardias se le indico que esperase en el patio exterior. Nadie quiso molestar a Ser Byron y Larkyn de su entrenamiento. Asi que el mensaje acudió directamente a la Lady regente.

A Lady Farryn y Arthur se les informo de que habia llegado un mensajero con el estandarte de los Baratheon. Al igual que al Maestre, por la rareza de que el mensajero en persona llegase hasta el bastión.

Shiera dejò de mirar el entrenamiento y se volviò a su recinto de trabajo con la noticia del mensajero de los Baratheon, esperaba que no fuesen malas noticias porque no tenìa cabeza para algo asì. Ni bien estuvo sentada y còmoda, mandò a hacer entrar al mensajero y tambièn que trajesen algo de beber por si al recièn llegado le apetecìa algo.

-Vamos a ver què nueva cosa acontece.

Al poco alguien llamò a la puerta y la regente estaba lista para recibir al recièn llegado. Tenìa la cabeza metida en la llegada de Van, ¿habrìa conocido a su padre? ¿Se habrìa ocupado de èl? Hasta ahora era un secreto quièn era su padre y ella creìa que debìa seguir sièndolo pero si su hijo le preguntaba, se lo dirìa. Màs daño ya no se podrìa hacer, ya habìa estado alejado de ella por diez años.

Larkyn salió indemne del primer lance, había conseguido apenas impactar en la armadura del caballero, que probablemente no se hubiera ni percatado del golpe. El contraataque no se hizo esperar y Ser Bryron lanzó su martillo con rapidez. Larkyn consiguió repeler el ataque con el escudo y sin pensarlo dos veces volvió al ataque intentando pillar al experimentado caballero desprevenido, pero la posición que había tenido que adoptar para su defensa le impidió colocar bien su cuerpo y falló su ataque. Se mantuvo en guardia esperando poder esquivar o parar el siguiente golpe.

El segundo ataque del chico ya habia sido menos fuerte. Byron se preocupo durante un segundo de que ya se estuviera cansando, pero al verlo arremeter se dio cuenta que en realidad fue por una mala posicion.

"Tiene un juego de pies, pero no alza lo suficiente el escudo" penso mientras volvia a usar su corpulencia para desplazarlo hacia atras.

Sin embargo, al volver a alzar su martillo de guerra, calculo mal el peso del arma que tan poco estaba acostumbrado a usar, y el golpe llego un segundo despues, ya demasiado tarde: Larkyn se habia apartado.