Partida Rol por web

Todas las habitaciones son iguales, decoradas con pinturas de aspecto campestre en la mayoria de los casos. Las habitaciones son amplias y tal vez algo cargadas para la mayoria de las personas. Sobre una pequeña tarima de madera al igual que todo el suelo esta la cama, una cama bastante grande donde caben dos personas algo apretadas, la cama de madera bastante decorada esta en una esquina.

Junto a la cama hay un sillon y junto a este debajo de una ventana un escritorio de aspecto antiguo, el escritorio tiene incorporado un teclado el cual al activarse despliega un monitor de ordenador el cual tiene acceso a internet y esta perfectamente configurado y funciona con normalidad.

En uno de los lados de la habitacion hay un control que regula la temperatura en este y un armario bastante grande, donde podrian guardar todas sus prendas al menos tres personas. El armario esta vacio salvo por un par de abrigos, algo de ropa para la nieve, dos chandals para hacer ejercicio y un par de botas demontaña y unos tenis ademas de una amplia coleccion de mudas de ropa interior

Nada más entrar, suspiré. Demasiadas emociones en tan pocas horas, pero estas no parecían tener intención de cesar en los próximos días, lo peor (o lo mejor) estaba por llegar.

Eché un vistazo a la habitación. Me gustaba su amplitud, pero era demasiado sobrecargada para mi gusto. Tras guardar mis cosas, me senté en la cama y di unos pequeños botes, comprobando que era cómoda.

Al menos dormiré bien. Si es que puedo dormir...

Intenté dejar a parte mis miedos, y trataría de relajarme, pero antes tenía algo que hacer. Tras un par de minutos, conseguí encender aquel sofisticado ordenador, y entrar en mi correo para ponerme en contacto con Ashley y con mis padres. A ella le pedí que mantuviera mi coartada, y a mis padres les comuniqué que mi estancia en casa de mi amiga se alargaría un poco más de lo previsto.

Una vez terminé, volví a apagar el ordenador y procedí a ponerme cómoda. Me lavé la cara para refrescarme, y tras deshacerme del jersey, me hice una coleta alta.

Vamos allá. - me dije a mi misma, lista para "enfrentarme" al mundo.

Cuando entro a la habitación, paso unos treinta segundos observándola. No necesito más, ni mi interés exige más.

Me siento en el sillón, me relajo un momento, estirándome y cerrando los ojos, exhalando aire. Ha sido un día extraño, sin duda. Ojalá haya más días así, y cada vez menos comunes.

Saco el móvil y marco el número de mi padre. Mientras oigo el tono de llamada, pienso en qué le voy a contar... Unas jornadas de biología marina, unos meses fuera, programa de la universidad al que me apunté y del que me había olvidado, porque creí que me habían descartado. Muy divertido, muy guay todo. Espera, no va a colar ni de coña que yo me apuntase a unas jornadas de biología marina. Mmmm. Mierda. Pues que sea de...observación de la fauna de...los pantanos. Qué más dá.

Durante el camino me mantuve en silencio, concentrada en no perderme en aquel lugar y encontrar la habitación a la primera. En los últimos metros volví a adelantarme, para indicarle a Ben cuál era la puerta.

- Esta es,  ¿La tuya dónde está? - le pregunté curiosa.

Al entrar, todo parecía estar tal y como lo había dejado, tan impersonal como al principio; ya que salvo el abrigo que había dejado colgado en una silla, todo se veía tal cual lo había encontrado.

- Si nos quedamos mucho tiempo aquí, necesitaré un par de pósters, jeje. – comenté y me dirigí a la cama.

Al sentarme volví a dar unos pequeños botes sobre ella, tal y como hiciera anteriormente, para comprobar que seguía siendo tan mullida como un rato antes.

- Puedes sentarte aquí… - dije tímidamente, echándome a un lado para que Ben tuviera sitio para sentarse.

Caminamos en silencio por los amplios pasillos del castillo, un silencio que se vuelve tenso por momentos, mientras dos ideas me acosan y hacen que me sienta incómodo.

La primera es pensar que mi propuesta haya incomodado a Liz, que sea muy apresurado el estar ambos en su habitación por la moche. Y que haya aceptado solamente por compromiso, por no quedar mal conmigo. Yo no quiero eso, aunque tampoco me atrevo a preguntarle directamente.

La segunda es la idea de que puedan vernos, que alguno de los otros chavales o los habitantes del castillo nos vean entrar juntos y puedan llegar a conclusiones erróneas. A fin de cuentas, Liz y yo acabamos de conocernos como quien dice, y seamos sinceros, el mundo es machista y no se valoran las cosas igual a chicos y a chicas. No quiero que nadie la catalogue de mala manera por mi culpa, y encima falsamente.

Por ese motivo, me siento como si al acompañarla a su cuarto estuviera haciendo algo malo. Me siento en cierto modo... Culpable.

Al llegar, no tengo claro cual es mi cuarto. Tengo que detenerme un instante a observar el pasillo y situarme, hasta que me doy cuenta de que el mío se encuentra en la pared de en frente, justo ante la habitación contigua a la de Liz.

Es ese de ahí. -Respondo llanamente. La incómoda dad hace que me sienta cortado.

Cuando entramos, sonrío por el comentario de los posters y observo las pinturas del techo y paredes. Es bastante rococó, muy cargado. Entonces me doy cuenta de que Liz está sobre la cama, invitándome a sentarme a su lado. Con las manos en los bolsillo echo una mirada al sofá, y luego a ella.

¿Estás segura? -Pregunto, dispuesto a seguir el plan inicial al menor titubeo. Pero si insiste me acerco despacio, y me siento junto a ella. Casi puedo oler su perfume. Saco las manos de los bolsillos y no se qué hacer con ellas, así que las dejo sobre mis muslos, jugueteando con los dedos. Ni siquiera me atrevo a mirarla directamente a esta distancia, así que vuelvo a mirar al techo.

Menuda decoración ¿eh? Un poco recargada. Pero los muebles parecen buenos, y cómodos. Y en esos armarios cabe la ropa de una familia entera...

Le noté un poco raro al llegar hasta mi cuarto, pero no sabía a qué podía deberse. Cuando me preguntó si estaba segura de que se sentara en la cama, le respondí asintiendo dos veces. Mientras tomaba asiento comencé a darle vueltas al tema.

¿Quizás prefería que fuéramos a su habitación? O a lo mejor he metido la pata en algo.

Repasé mentalmente lo que había pasado, tratando de saber si había hecho algo, y recordé su comentario al salir de la Sala Recreativa. Puede que todo se debiera a aquello de que no quería que nos vieran salir juntos de la habitación.

¿Se habrá arrepentido de su propuesta? Puede que tenga novia, y quiera evitar los rumores...

Me había quedado ensimismada pensando en aquello, cuando me di cuenta de que había hecho un comentario del que no me había enterado muy bien.

- Perdona, ¿Decías...? - le respondí algo avergonzada por mi despiste. - Es que estaba pensando en una cosa... Pero bueno, es una tontería. - forcé una sonrisa, y tras una pausa, cambié de tema. - Entonces Jeremy y tú, estáis muy unidos, ¿No? Parece muy importante para tí... ¿Le has contado algo de todo esto? 

Sonrío con cierta calma al pensar en Jeremy. Es un tema de conversación que me calma, y dejo de pasear mis manos por mis piernas y juguetear con los dedos.

Jeremy es... Mi mejor amigo. El único, en realidad. -Lo cierto es que suena un poco mal, así que me veo en la necesidad de mirar a Liz a la cara, esa bellísima cara, y explicarlo con algo de vergüenza- No soy... Lo que se dice, muy... Popular. -Y decirlo así es ser suave- Nos conocemos desde pequeños, y siempre hemos estado juntos. No se qué habría sido de mí sin él, siempre me ha apoyado en todo: se viene a mi casa o me invita a la suya cuando mi madre tiene guardia en el hospital, se apuntó al equipo del instituto por no dejarme sólo, me apoyó cuando Emma me dejó por aquel tipo... -Recordar aquello me duele, aunque cada vez menos. Han pasado ya casi dos años, aunque estaba convencido de que Emma era mi primer gran amor. Ahora... No estoy tan seguro. Me dejo caer hacia atrás, con la mirada en el techo y los brazos sobre la tripa. Creo que me estoy poniendo demasiado melancólico- En realidad, es un poco triste, creo. Jeremy y mi madre serían las dos únicas personas en este mundo a las que les importaría que me pasara algo. Dos personas en todo el mundo. En fin...

Me incorporo un poco, poniendo los codos en la cama.

Le conté que me había tocado un viaje, unas vacaciones. Creo que le extrañó que el viaje fuera para uno, porque los concursos de la tele suelen dar viajes para dos, pero no dijo nada. ¿Y qué hay de ti? ¿A quién has dejado en Londres? ¿Familia, amigos...? -¿Novio?

Sin duda, Jeremy debía ser un gran amigo.

Me sentí extraña cuando escuché lo de Emma, aunque era normal, por lo que había visto en aquellas horas, seguramente no fuera la única chica que había habido en su vida. Me alegró ver que no tenía novia, pero a la vez me sentí mal por él, eso de que te dejaran por otro debía ser horrible.

¿Seguirá sintiendo algo por ella?

Cuando se tumbó le seguí con la mirada, y me quedé observándole mientras le escuchaba, aunque él miraba hacia el techo. No estaba de acuerdo con lo que dijo antes de incorporarse un poco, pero decidí retomar el tema cuando respondiera a su pregunta.

- Es curioso, porque... Me pasa algo parecido. Tengo a mis padres, que me quieren mucho, pero amistades... Verdaderas, diría que sólo una. - miré entonces al frente, mientras apoyaba las manos en mis rodillas. - Éramos vecinas, pero no habíamos tenido mucha relación, hasta que murió su padre. Tendríamos unos 10 años. - baje un poco la mirada, y volví a levantar la cabeza. - Su madre estaba sobrepasada, y la mía se ofreció para cuidar a Ashley, y fue cuando nos hicimos amigas. Acabamos yendo al mismo colegio, y pasamos noches una en casa de la otra, aunque no entiendo muy bien como seguimos siendo amigas, realmente no tenemos mucho que ver. - miré a Ben y reí. - Ella es muy popular, las chicas quieren ser como ella y tiene a un montón de chicos detrás. A menudo trata de que me junte con su grupo de amigas, o intenta hacer de celestina, la verdad es que cuando quiere puede ser un poco molesta. - bromeé. - Pero la quiero como a una hermana, es muy especial para mí. - volví a sonreír y continué. - En cuanto a decirle algo de esto... Realmente sólo le he dicho que me cubra, no soy capaz de engañarla, me conoce demasiado bien.

Hice una pausa, y retome lo referido a que sólo tenía a dos personas en el mundo.

- Y no creo que sea triste tener sólo a dos personas, todo depende de qué personas se trate, ¿No? Hay gente que se cree que tiene muchos amigos y a la hora de la verdad se quedan solos. Prefiero contar con Ashley, que tener veinte amigos con los que sólo pueda contar en los buenos momentos. Además... - me incliné un poco hacia él - A-a mi también me importaría si te pasara algo... - me sonrojé y desvié la mirada hacia un lado.

Me siento tan identificado en la relación entre Liz y Ashley, que casi estoy tentado en desear que ella y Jeremy se conozcan. Hasta que dice el tipo de chica que es ella. Las chicas populares no se fijan en chicos del montón como nosotros.

Lo que no entiendo es por qué Liz no es popular, ni qué hace aquí conmigo, con lo guapa que es...

Entonces me echa una pequeña reprimenda y comienzo a sentirme culpable. No sabía que ella era tan parecida a mí, no pretendía decir... Joder, creo que he metido la pata. Y sí, ella Lleca razón, es más importante la calidad que la cantidad. Es sólo que, cuando veo a esos tíos que van por ahí pareciendo que van a comerse el mundo... Me da un poco de envidia.

Se me pone cara de tonto cuando confiesa que se preocupa por mí, incluso a pesar de que nos conocemos hace tan poco. Me quedo con la boca abierta. Pasan unos instantes antes de que alcance a reaccionar.

Pa... Parece que tenemos mucho en común ¿eh? -Digo mientras me incorporo- A mí también me importaría que te pasara algo. Y no voy a dejar que pase. -Me sorprende decir eso, ha sido un impulso incontrolado, y no se por qué. Creo que me he pasado, así que trato de corregirme sobre la marcha- Al fin y al cabo, soy tu ángel de la guarda ¿no? Pongo otra vez esa cara estúpida con los ojos hacia arriba y parpadeando continuamente, sonriendo.

Al incorporarse, y haberme inclinado yo antes, nos quedamos muy cerca el uno del otro. Le miraba fijamente cuando me dijo que no iba a dejar que nada me pasara, y mire hacia abajo, aunque sin separarme de él. Pero en aquel momento, una idea me vino a la cabeza... Lo que hizo que volviera a enderezarme, y mirara al frente, hacia fuera de la cama.

- Durante los próximos cinco días... - dije apesadumbrada, en respuesta, recordándonos el tiempo que seguro íbamos a pasar allí. Después de cinco días, quién sabía lo que pasaría. - O puede que menos, si la "transformación", o lo que sea que nos vaya a pasar, no llega a buen puerto...

Tenía los sentimientos a flor de piel. A parte de la incertidumbre por los últimos acontecimientos, no sabía si aquello que llevaba en mi interior podía estar afectándome. O puede que al haber conectado tan bien con Ben, todo fluyera de aquella forma. Seguramente, todo ello tendría algo que ver.

Me daba pena pensar en aquello, pero recapacité, tampoco era cuestión de desaprovechar el tiempo lamentándose; y menos si de aquella forma cabía la posibilidad de contagiar mi pesimismo a Ben.

- Pero bueno, dejemos eso a un lado. ¿No? - dije volviéndome hacia él, sentándome con las piernas juntas en su dirección, y cogí un cojín para colocarlo sobre mi regazo y apoyarme en él. - Tampoco te creas que tenemos tanto en común, hay una diferencia insalvable entre los dos... - dije haciéndome la misteriosa. - Las motos. - concluí. - Nadie ha conseguido que me monte en una. - sonreí, intentando sosegar el ambiente con la broma.

Igual que aparentemente le sucede a ella, me invade una profunda tristeza al pensar en que todo esto termine y debamos regresar a nuestras vidas. No sólo la idea de volver a la monotonía de una existencia gris y aburrida, porque tras todo el rollo que nos han soltado sobre ser especiales y tener poderes, me resisto a creer que ese tipo de vida vuelva a ser la mía. Lo que realmente me apena es pensar en no volver a ver a Liz.

Pero eso no tiene necesariamente que pasar... ¿No?

Bueno, nadie sabe qué sucederá luego, puede que mis poderes me permitan teletransportarme a través de todo el mundo y pueda visitarte cada dos por tres. O ir volando, con mis alas de ángel. O puede que sea uno de esos duendes irlandeses que convierten las cosas en oro, y pueda ir en jet privado y comprarme un castillo a las afueras de Londres. -Sonrío, consciente de lo inverosímil que resulta todo eso, aunque es divertido pensarlo- Lo que suceda ya se verá, mientras tanto disfrutemos estos días ¿vale?

Me provoca una rara preocupación verla hablar de diferencias insalvables, hasta que me percato de que está bromeando. No se cómo no me he dado cuenta antes, será el sueño.

¿Nunca has montado en moto? -Me sorprendo, aunque me emociona al mismo tiempo. Parece todo un reto- Bueno, pues eso habrá que remediarlo. Hay una moto de nieve ahí abajo que lleva nuestro nombre... -Y a mí me encantaría ser tu "primera vez"...

Asentí cuando me dijo que nos dedicáramos a disfrutar de estos días, y cuando comentó lo de montar en la moto de nieve, me mostré dudosa.

- Bueno, ya veremos... Es que... Me da un poco de miedo.

Me había metido en un jardín, aquello podía salir bien o muy mal. Si finalmente me atreviera, cosa que tampoco descartaba, pues Ben me transmitía mucha más seguridad que otros chicos que me habían propuesto dar una vuelta, podíamos disfrutar de un estupendo paseo; pero también cabía la posibilidad de hacer el ridículo por miedica.

Y tendré que agarrarme a él con fuerza, y me moriré de la vergüenza...

- Perdona, es que soy un poco aburrida. - dije algo abochornada, probablemente terminando de meter la pata, pero no tenía sentido mostrarme como no era. - Toco en la banda del instituto, a menudo con uno de esos ridículos uniformes. - comencé a explicarle. -  Prefiero bailar en mi habitación, en lugar de en una discoteca abarrotada de gente; me gustan las fiestas, pero en su justa medida; todos los domingos por la mañana hago lo mismo: Pido un café en Starbucks, en vaso para llevar, tomo la mitad en el local, y el resto me lo termino dando un paseo por Hyde Park... Ah! Y creo en Dios, incluso voy a misa de vez en cuando.

Le solté todo aquello en un ataque de sinceridad, esperando que no le pareciera salida de otro planeta.

- Y no sigo porque creo que ya pensarás que soy una rara... - esbocé una media sonrisa. - Pero así soy yo.

Cogí el cojín y me lo puse en la espalda, recostándome contra el cabecero.