Partida Rol por web

—¿Les ha matado chupándoles la vida y convirtiéndolos en momias?

Templario apuntó hacia la zona. 

—No ganamos nada quedándonos quietos y no tenemos tiempo... Todos detrás de mí. 

Avanzó hacia detrás del altar, sin dejar de apuntar. Su armadura le protegería más que a ningún otro. 

Las noticias que traía Worm desde el otro lado no parecían para nada agradables por la primera expresión que soltó por la boca. Al saber que las figuras que aguardaban eran meras momias, Roxanne giró la cabeza con cierto escepticismo, preguntándose qué coño harían ahí entonces. Por lo que dijeron sus compañeros, no era la única que tenía preguntas en la cabeza.

Por si fuera poco, el hombre violeta les dijo que no estaban solos en el lugar. Otro que quiere pelea. No sabes qué es, ¿verdad? Lo que nos está espiando-  seguramente no tendría ni idea, o de lo contrario habría compartido la información. Al menos ese “algo” sonaba a un solo enemigo que tendría que repartirse con el resto. 

Cuando Templario comenzó a avanzar, Roxanne esperó a que los demás hicieran lo mismo para terminar cerrando la fila.  De tanto en cuando echaba un vistazo hacia atrás como si esperase que fuesen a aparecer nuevamente los escarabajos o algo peor.  Lo cierto era que empezaba a cansarse de hacer tantas misiones en vez de ir frente a frente contra todos los enemigos que quedaran para cargárselos de una. ¿Dónde estaban las armas de destrucción masiva cuando se necesitaban?

El grupo de omegas avanzó por el templo con Templario a la cabeza, quién mejor que él para hacerlo después de todo. Si hasta lo tenía en el nombre.
No obstante, no habían avanzado más que un par de metros cuando escucharon unas voces. En realidad era una sola, pero la sonoridad de la sala hacía que se rebotara por todas partes y no se supiese exactamente de donde provenía.
Aunque el clon de Worm tenía una buena idea de donde podría ser, justo detrás del altar.

Eso sí. Si la voz hubiese hablado en algún idioma que entendiesen lo mismo habría resultado útil y todo. A pesar de ello, el tono era imperioso, casi amenazante.

Me quedé escuchando lo que decía lo que fuera que hubiera allí, porque aún no había visto de qué se trataba, pero comenzó a sonarme y fruncí el ceño, como si estuviera haciendo un verdadero esfuerzo por acordarme de dónde había escuchado eso. 

- No tengo ni idea de lo que dice ¿alguien lo entiende? 

Eso sí, sonaba a que no quería que nos acercáramos demasiado. 

- ¡Ah ya sé donde lo he oído! 

Asentí orgullosa de mí misma por haber logrado ubicarlo. 

- Nuestro piloto - a ese que le daba tanto la brasa y nunca soltaba prenda - habla en el mismo idioma, pero no quiso decirme de qué planeta venía. - El muy cabrito no me hacía ni caso nunca y era un poco frustrante, la verdad. 

—Igual el piloto es un atlante, como lo que sea que ahí ahí. Quizás destrucción ha conseguido aliarse con algún grupo de Atlantes después de que destruyeran su ciudad. 

No la habían destruido del todo, pero casi. 

Se dirigió luego a "la voz" —Eh, habla en inglés. Hasta los aliens hablan en inglés, así que no tienes excusa. ¡Sal y muéstrate!

Sí, los aliens eran como los de las pelis y hablaban en cristiano. 

Después de la pregunta de Templario hubo un momento de silencio. Pero al poco apareció, como de la nada, una figura con una túnica parecida a la de los diez que estaban postrado. La figura apareció justo delante de las momias y aunque estaba viva parecía bastante anciana. La túnica de éste era negra con runas amarillas, runas parecidas a las que había por fuera del templo, y por si esa combinación no fuese suficiente llamativa le rodeaba una aureola luminosa. No era algo exagerado, pero se le podría ver en la oscuridad. Su noto de piel azul palido y su cabello casi plateado no dejaba lugar a dudas de su origen atlante.

He preguntado que quienes osan profanar estos suelos sagrados. Pero por vuestro acento y tono está claro que sois moradores de la superficie.
Ignoro cómo habéis sorteado al Guardian de la Puerta. Pero no conseguiréis lo que habéis venido a buscar. Marchaos ahora, o morid.
Única advertencia.

Al parecer la figura sabía inglés, tal y como el acorazado omega había anticipado. Pero su acento era claramente extraño. Tampoco parecía muy amenazador. Aunque la tenían enfrente la extraña resonacia del templo hacía que su voz pareciera venir de todas partes.

- Ah valeee... - Se decía atlante y no atlantiano, pero bueno, para el caso era lo mismo, porque en este momento les podíamos llamar "seres en peligro de extinción" casi como a los humanos. 

Templario dijo aquello de "sal y habla en inglés" como si estuviera exorcizando un demonio, por lo que solté una carcajada, pensando en que si en una mano hubiera llevado un crucifijo y en la otra, agua bendita, ya sería para mearse. 

Lo que me hizo dar un respingo fue ver cómo le hicieron caso y de repente apareció aquel tío, que desde luego, no se había mirado en un espejo antes de vestirse. 

- Vaya pintas tiene.

Negué con la cabeza en respuesta a "la única advertencia". 

- Lo siento, pero no podemos irnos. 

Roxx se encogió de hombros cuando su compañera preguntó si alguien entendía lo que ese tío decía.  Si a veces me cuesta entender las referencias que hacéis vosotros… como para saber lo que se dice en otro idioma.  Por suerte la rubia rompía el tópico sobre la inteligencia y parecía haberse dado cuenta de la procedencia de dicho lenguaje.  La guerrera sonrió al escuchar la explicación y pensó en las preguntas que habría que hacerle a ese piloto y a Destrucción en el futuro.

Templario pidió –a su forma- que el extraño apareciera y sorprendentemente el entunicado lo hizo, mostrando un aspecto bastante diferente a lo que se esperaba.  Un atlante- incluso ella podía reconocerlo.  El hombre les invitó con escasa amabilidad a marcharse y la guerrera frunció el ceño en un claro gesto de que eso no iba a suceder. ¿Por qué se cree que iba a darnos algún tipo de temor o algo? No termino de entender esta conversación.

-Lo que dice la rubia, básicamente.  Tenemos algo que hacer aquí, así que yo también te aconsejo que te marches o pasamos directamente a reventarnos el cráneo, pero tienes las de perder.  Lo que nos trae aquí es más importante que tú y que este sitio. Oye, tú no serás familia del doctor siniestro, ¿no? Era amigo nuestro. 

Acababan de acabar con el gigantón de escarabajos y ahora les venía un mono con amenazas. Worm no tenía paciencia ni ganas de pararse a discutir con él su misión y lo que habían venido a hacer. Tal y como lo veía el villano aquel tipo tenía dos posibilidades: dejarles hacer lo que habían venido a hacer y quizás salir con vida, o ponerse en su camino y acabar con una bala entre las cejas.

Las dos pistolas aparecieron en las manos de Worm, que hasta hace apenas un segundo estaban vacías, y apuntaba con ellas al presunto atlante. Su clon hizo lo mismo.

– ¿Única advertencia? Perfecto. A mí tampoco me gusta perder el tiempo con discusiones. ¿Qué te parecen estas invitaciones? –movió algo los revólveres para dejar claro a que se refería. Quizás los atlantes no sabían nada de eufemismos–.  A mi me parecen que me dan permiso para participar en esta fiesta. O quizás montármela yo mismo. Así que, déjanos hacer sin molestar y nosotros nos encargamos de darles una patada en el culo a los capullos extraterrestres esos.

Quizás se equivocaba, pero supuso que tenían enemigos comunes y podría ser que, recordándoselo, les dejara hacer sin poner más pegas.

– ¿Qué te parece el plan? Simple, ¿verdad?

El sacerdote atlante miraba con cara extrañada a todos. Y ni se inmutó cuando Worm y su clon sacaron las pistolas. No parecía entender por qué no se marchaban aquellos respiradores de aire polucionado.

Pues sí. Se me ocurre otra mejor.
Morid.

Empezó a mover sus manos mientras prendían en un extraño fuego verde. En realidad no habían entendido lo que había dicho al final, pues lo dijo en su idioma, pero parecía bastante evidente. Lo que también parecía evidente es que aquel fuego iba a ser peliagudo y no iba a ser algo bueno para los Omegas.

El morid me dejó bastante claro que no se iba a andar con tonterías y que nos iba a atacar, pero claro, fruncí un poco el gesto cuando por un momento vi algo que no me cuadraba. 

- ¿Dónde narices...? - Prestando toda mi atención al individuo, me di cuenta de que no estaba donde lo habíamos visto, sino que se encontraba más atrás. 

De todas maneras enseguida les iba a indicar a mis compañeros donde estaba, pues la única forma de evitar aquel fuego que no sabíamos lo que hacía pero seguro que no molaba nada, era quitándonoslo de encima. 

Así, sin ni siquiera moverme esta vez, para que no se lo viera venir, traté de lanzarlo contra una pared lo más fuerte que pudiera. 

No se dio cuenta de que sabía cómo estaba y claramente, no se esperó que la nada lo empujara contra una de las paredes y le diera un buen golpe contra ella. Desde luego, aquella había sido lo que se me había ocurrido como manera más efectiva de ahorrarnos el fueguillo raro de marras. Esperaba que fuera suficiente. 

El sacerdote atlante, el de verdad, se vió de repente empujado contra la pared detrás suyo. En quietud del templo pudieron escucharse romperse algunos huesos y unas palabras que, aunque se dijeron en atlantiano, no necesitaban traducción.

A pesar de todo la firuga se levantó, despacio y condificultad, pero se levantó.

Pagaréis por esto. Arderéis por esto. Sufriréis por esto.
Moriréis.

Las manos en llamas que tenía se intensificaron y una bola de fuego alcanzó al grupo. Tal y como había imaginado Videshee, no iba a ser nada bueno para ellos.

Eso de tener clones era una buena cosa. No solo se dejaban achicharrar por ti, sino que además te avisaban cuando las cosas estaban que arden. Worm sintió en su cuerpo parte del calor que sufría su imagen y supo en seguida que sería mejor ponerse a cubierto. Así que, en seguida se oculto tras una de las columnas, a tiempo para ver pasar una lengua de fuego terrible rellenando el lugar que acababa de ocupar él.

El supervillano empezó a sentir un calor que le hervía por dentro. Y no era el efecto de las llamas.

– Muy bien, capullo. Tú has puesto las reglas del juego. Ahora nos toca mover a nosotros.

Las pistolas de Worm asomaron en sus manos, como si hubieran aparecido de la nada, y sendos cañonazos resonaron en el interior del templo.

– Muere, hijo de puta. Y metete el fueguito en el puto culo.

Worm saltó de repente detrás de una columna que estaba por allí y evitó por completo la llamarada. Su clon no, que se abrasó hasta que no quedaron ni cenizas.

Los disparos dobles del omega impactaron en el pecho del sacerdote tirandolo de nuevo al suelo. Pero una vez más se levantó quejandose.