Partida Rol por web

Las primeras naves aparecieron en cada una de las grandes ciudades del planeta. No hubo ningún aviso, ninguna demanda. Los aliens tan solo atacaron.

Era una raza anfibia que combinaba los peores aspectos de los tiburones y los cocodrilos, con una agresividad que sobrepasaba a cualquiera de los dos. Eran material de pesadillas, literalmente. Los periódicos los llamó “Fins”.

New York se convirtió en una zona de guerra, Tokyo ardió hasta sus cimientos, e incluso la poderosa ciudad sumergida de Atlantis cayó ante ellos. De hecho fue en la primera gran ciudad en la que se centraron. Su legendario Rey, el héroe conocido como Aquarian fue masacrado, y con él cayeron sus súbditos.

Los superhéroes de la Tierra no tardaron en contra atacar. Los “Fins” eran terroríficos, pero nadie dudaba que los héroes ganarían al final. Después de todo, aliens habían tratado de invadirnos por lo menos en tres ocasiones. Y los defensores siempre habían salido triunfantes.

Pero eso eran noticias que a ti no te preocupaban. Después de todo, el que los héroes estuviesen ocupados te venía bien.
Los gansters y demás villanos tenían menos preocupaciones para hacer sus negocios. A más trabajo más dinero. Y eso a tí te venía bien.

Como este último. Había una venta de droga en uno de los barrios de Prospect Town de Star City. No conocías mucho la ciudad, ya que te acabas de mudar hace poco, pero al menos tú reputación de traductora te precedía. O la de tú abuelo, nunca se estaba seguro del todo.
El caso es que aquí estabas. Con la Triada Carmesí por un lado, y la Bratva rusa por otro. Hablarían, regatearían se insultarían y luego harían el negocio. Muchas armas, y mucha testosterona, pero...¿Qué podía salir mal?

No me hacían gracia los extraterrestres. En realidad, no me gustaba nada que no fuera de nuestro planeta, pues cada vez que se acercaban, había problemas. Ya nos daban bastante por saco todos aquellos superhéroes y demás que eran de fuera, como para ahora, que vinieran también a exterminarnos. Encima, no podía haber venido una raza de adonis a los que admirar, no, eran unos bichos feos que seguro que podrían llenar las pesadillas de cualquiera.

- Seguro que el canal Sy-fy ha hecho alguna película sobre algo parecido... - Dije leyendo el periódico en aquel momento.

Lo único bueno de toda esta mierda era que mientras más ocupados estuvieran todos los superhéroes, yo tendría más trabajo. Además, tampoco vendría mal que mataran a dos o tres, aunque eso sí, como fuera alguien muy conocido nos iban a dar la chapa en la tele durante días.

Dejé el periódico sobre la mesa, metí el plato en el lavavajillas y después me dirigí a la ducha. Aquella noche tenía trabajo. Iba a meterme de nuevo entre dos bandas y esperar que ninguno de los dos tuviera el gatillo fácil, al menos, estando yo en medio.

Me puse ropa cómoda, por si acaso más que nada, unas botas de esas enormes que parecen sacadas de un concierto de heavy metal y me maquillé. Una tenía que ir presentable a cualquier sitio ¿no? Nunca sabía con lo que me iba a acabar encontrando...

Así, sin coger nada más que una cazadora de cuero negra, salí de mi piso, para encaminarme hacia la reunión.

Sin darle mayor importancia a las noticias sales de tu apartamento y te dirijes a la zona de loa muelles. Los tipos no son muy originales eligiendo localización discreta la verdad. Pues los muelles se sabía que era territorio de algunas bandas. Tampoco las conocías todas, pero te sonaba que los rusos tenían una parte importante de los mismos.

El transporte público seguía funcionando, así que llegaste sin problemas a la dirección que te dieron, y con tiempo que era más raro todavía.

Estabas llegando al almacen en cuestión. Era inconfundible, sobretodo los coches negros con pinta de blindados, y los armarios roperos enormes con gafas de sol y armas automáticas en la mano.

Uno de ellos, más grande aun que los otros, te detuvo.

Que haces aquí niña. Quieres que te maten o qué. Anda vete por donde has venido.*

Desde que había vuelto a los Estados Unidos, simplemente había desconectado de todo. Simplemente iba donde me llamaban, me pagaban y yo, me olvidaba de todo lo que había visto y oído. En realidad, me daba muy igual lo que hicieran mientras cobrara, que era lo importante.

La verdad es que el cambio de estilo de vida se me había hecho un poco duro. Había pasado toda mi adolescencia teniendo cualquier cosa que pudiera necesitar y ahora, tenía que trabajar para absolutamente todo.

- Debería robar un banco y retirarme a las Maldivas...

Cada vez pensaba más en serio hacer algo así, aunque luego me daba cuenta de que era demasiado joven para retirarme. Además, tenía algún pequeño problema interno, pues si de vez en cuando no obtenía algo de adrenalina la buscaba.

En cuanto llegué a la zona del puerto, cubrí mi rostro con el pañuelo que llevaba al cuello. Aquello era una costumbre, cosas que tenía mi abuelo y que decía que así al menos les tocaríamos un poco las narices a los programas de identificación facial. Era una tontería pero...

Un hombre tamaño armario me detuvo y me llamó niña y sonreí. Estaba a punto de cambiar de decena y eso de que me quitaran años me gustaba.

- La niña es la traductora. - Dije con un ruso impecable. - A menos que hayas aprendido a hablar chino antes de que yo llegara.

Sí, a veces era un poco borde, pero no lo podía evitar. Tenía que imponer algo de respeto.

Los otros tipos no pudieron esconder las risas, algunas más sonoras que otras. Aunque cuando el tipo les miró furioso se callaron, casi todas.

Está bien. Pasa. El señor Kozlov te está esperando.

El armario con patas abrió la puerta y entró contigo. Era un almacen bastante amplio, y era obvio que lo habían limpiado. Tenía una planta alta en un lateral donde parecia haber unas oficinas. Y algunas pasarelas y guías de gruas de carga por el techo.

Dos furgonetas negras estaban en medio del mismo. Y al otro lado del almacen había otra puerta, con algunos tipos orientales en ella.
Cerca de por donde entraste había más matones, o guardias. Y resaltando entre ellos, tanto por la ropa, joyas y peinado, un tipo alto de pelo cano que suponías que era Mr. Kozlov.

Ah. Estás aquí querida. Muchas gracias por venir. Ese capullo de Han sabe hablar perfectamente en inglés, y diría que ruso, pero quiero asegurarme de que no dicen nada raro entre ellos.
Normalmente no hacemos tratos con las triadas. Pero los muy cabrones tienen una nueva droga que está causando furor. Y antes de que se les ocurra expandirse a ellos prefiero hacerlo yo mismo.

No es que me guste en especial la droga. Lo mio son las armas. Pero nunca está de más diversificar.

Asentí sin responder a las palabras del hombre y simplemente caminé tras él, de nuevo intentando fijarme en todo lo que había a nuestro alrededor. Nunca se sabía cuándo iba a necesitar una vía de escape y era mejor tenerla presente.

Como señal de respeto, que era algo que le gustaba mucho a esta gente, me bajé el pañuelo que cubría parte de mi cara y sonreí.

- No hay de qué. - La verdad es que no tenía que darme las gracias por ir. A mí con que me pagara...

- A mí me encanta que haya gente que sólo quiera hablar en su idioma. Paga mis facturas. - Respondí medio bromeando, aunque en realidad era una realidad absoluta.

Asentí cuando me explicó lo de sus negocios, aunque en realidad, a mí me daba un poco igual a qué se dedicaban, pero me venía bien para interpretar de qué hablarían si pillaba por ahí algo suelto.

- Bien. Estaré atenta a lo que digan.

Ya habíamos hecho esto algunas veces y bueno, no sólo con ellos, sino con más grupos, por lo que tampoco tenía mucho que explicarme.

Mientras saludas y haces como que escuchas al que te tiene que pagar por el trabajo, no puedes evitar echar un vistazo al lugar. Estás acostumbrada a mirar en sitios que otros pasan por algo, ytus sentidos están preparados para captar hasta el más mínimo detalle.

Por eso te das cuenta de los francotiradores que están apostados por las vigas del techo. Tanto en el lado de los rusos como en el de los chinos. No es que estén tampoco muy bien escondidos. Pero lo mismo es eso lo que pretenden. Que se les vea y sepan lo que puede pasarle a cada bando.

En esos pensamientos estabas cuando se abre la puerta del otro lado del almacen. Por ella entran un todo terreno y dos furgonetas muy parecidas a las de los rusos.
Las furgonestas se acercan al centro, con las otras, pero el coche se detiene a la entrada. Del mismo salen varias personas. Un tipo, a todas luces asiático, con varias chicas que no dejan mucho a su imaginación que enseguida se cogen de su brazo.
Los guardaespaldas chinos se tensan. Al igual que los rusos.

Bueno. Parece que Han por fin ha querido hacer su entrada. En fin. Vayamos al lio.

A mí aquello de los francotiradores me parecía un aviso para ambos bandos, pues si yo les había visto, seguro que ya se habían visto y casi "saludado" entre ellos.

- Como la cosa se ponga fea se va a liar una aquí... - Sonreí divertida, aunque claro, seguro que no me divertía tanto si una de las balas me alcanzaba a mí que estaba en medio. Además, si me estaban pagando los rusos en aquel momento los chinos no durarían en matarme a mí también, simplemente estorbaba.

Al ver la aparición del chino negué con la cabeza, sobretodo, por las dos tías con las que venía.

- A mí tampoco me importaría hacer una entrada así, aunque preferiría que mis acompañantes fueran del tipo "bombero sexy con muchas tabletitas de chocolate". - Estaba claro que soñar era gratis, aunque en algún momento esperaba tener tanta pasta como para poder cumplir ese tipo de fantasías.

- Bien. Vamos. - Dije como si no estuviera pensando en algo que no tenía nada que ver con el tema a tratar.

Era el momento de trabajar, siempre podría ponerme a soñar cuando viera que me habían ingresado mi dinero en el banco.

Cuando Han Yue te vio te saludó con una inclinación de cabeza y empezaron las negociaciones. Al parecer iban por faena. Lo cual era bueno. Como estabas tú ni se molestó en hablar en inglés o ruso, siguió en mandarín. Lo cual significaba que te conocia al menos de oídas.

En un principio fueron sólo las formalidades y saludos. Pero enseguida se llegó a lo importante. La transacción. Uno diría que sería fácil. Llegas, ves la mercancía, enseñas el pago, se intercambia y para casa. Pero no. Aquello iba a durar más, pues Kozlov quería saber más cosas de la droga y Yue no estaba por la labor de decirselo. Yue por su parte quería más armas y munición, cosa que el ruso se negaba. Llegaron incluso a amenazarse, pero no llegó la sangre al rio. Finalmente parecia que iban a llegar a un acuerdo y por fin se terminaría la reunión.

Que suele ser cuando la cosa se jode. Se escuchó un grito de terror, y luego disparos seguidos de más gritos de terror por la puerta que habías entrado, el lado ruso por así decirlo, y las reacciones no se hicieron esperar.
Los rusos apuntaron a los chinos, los chinos a los rusos, todos iban armados y se apuntaban, incluso las dos tías buenas al lado de Yue sacaron una pistola y un cuchillo de vete a saber donde.

Y como no, tú estabas en medio.

Han. ¿Ha sido cosa tuya?*

Es curioso. Te iba a preguntar lo mismo Yuri. **

Por un momento temí que aquella iba a ser la reunión interminable, pero bueno, ya había estado en las suficientes reuniones como para saber que esas cosas solían pasar. Por alguna de las respuestas que se daban, tampoco descartaba que aquello se les iría de las manos, pero al fin, la cosa fue relativamente bien y ambos llegaron a un acuerdo.

- Bien. Así me gusta. Todo arreglo y yo, me vuelvo a casa y luego me pagan.

Apenas acababa de pensar en que estaba todo solucionado cuando se empezaron a escuchar los disparos.

- Mierda.

Sentí una montaña de armas apuntándome, no expresamente a mí, pero estaba en el puto medio, así que como si lo fuera.

- Vale. Si no habéis sido ninguno de vosotros tenemos compañía. - Dije en inglés sabiendo que tanto el ruso como el chino me iban a entender. - Deberíamos salir de aquí pitando y quedar otro día para completar el acuerdo.

Miré a ambos lados y luego me encogí de hombros.

- Venga coño...

Antes de que fuera demasiado tarde activé mi armadura, era mejor que nada, aunque ahí había armas como para convertirme en un colador.

Un rielar del aire fue toda la señal de que estabas protegida por un campo telequinético personal. Uno bastante fuerte. A menos que tuvieran un lanzagranadas, u otra arma pesada era dificil que te pudieran herir. El sentir la culata de la pistola en tú mano también te sentó bien.

Los rusos y los chinos miraban fijamente la puerta, y Yuri hizo una señal a algunos de sus hombre para que avanzaran a mirar. El gigantón que te había increpado antes tragó saliba sonoramente y se acercó.
Por el rabillo del ojo pudiste ver como los chinos se iban alejando poco a poco. Sin hacerse notar mucho. Pero todos se giraron cuando se escuchó otro grito de terror y más disparos por el lado de entrada de los chinos.

No sabías qué había fuera, pero desde luego los hombres de los traficantes no lo estaban pasando nada bien.

Aquello no me gustaba un pelo. Los gritos que se escuchaban me estaban erizando el vello de todo el cuerpo y algo me decía que seguramente, querrían hacernos algo parecido a nosotros. Encima, echar un vistazo a mi alrededor no ayudaba, pues había un montón de tíos duros armados hasta los dientes y estaban todos aún más acojonados que yo.

- ¡Vaya panda de nenazas!

Tenía bastante claro que había dos puertas, pero que se habían escuchado gritos en ambas, por lo que salir por ellas no era una opción, así que tendría que buscar otro lugar por el que salir de allí. No pensaba quedarme a ver qué hacía gritar a los de fuera.

- Una retirada a tiempo es una victoria ¿no? O al menos, eso dicen...

Levanté la vista hacia el techo del edificio a ver si había alguna clase de ventana o algo así. Claramente, esperaría al lado de ella para salir cagando leches en cuando "lo que hubiera fuera" entrara aquí dentro.

Al mirar arriba los dos francotiradores que habías localizado antes ya no estaban tan escondidos, pues la situación los había puesto nerviosos y miraban a una puerta y a otra sin saber en cual quedarse vigilando.

Han y sus hombres se estaban acercando a su puerta de entrada, las dos chicas a su lado protegiendole, y estaban a medio camino.

Yuri no se había movido, ignorando tu consejo, mientras el armario ruso llegó hasta la puerta y trató de abrirla. Pero no pudo y retiró la mano rapidamente como si se hubiera quemado.

Jefe. El pomo está caliente. Como si lo hubieran fundido por el otro lado.*

En lo alto estaba la pasarela que habías visto antes. Y las vigas donde se encontraban los francotiradores. Pero las ventanas estaban un poco alejadas de las mismas. No obstante, podías ver un par de claraboyas grandes en el techo. Cerradas, pero en teoria se deberían de poder abrir. O romper.

Me mosqueó bastante eso de que la puerta estuviera caliente desde fuera, pues no quería pensar en demasiadas posibilidades, pero eso de que me encerraran en un lugar "soldando" la puerta no es que me diera demasiada buena espina.

- Pues... o nos encierran para que esperemos a la poli o me temo que quieren deshacerse de todos vosotros. - Yo desde luego, no creía que nadie se fuera a tomar tantas molestias por mí. Era de las que no jodía mucho a los demás siempre y cuando no me jodieran a mí.

- No sé vosotros pero yo no me voy a quedar a esperar de brazos cruzados.

Eché un vistazo a lo que tenía a mi alrededor. Necesitaba localizar algo muy pesado que pudiera lanzar contra la puerta o contra alguna pared para hacer un agujero en ella. No me hacía ninguna ilusión morirme en una situación como aquella, sería un poco triste, ni siquiera saldría mi foto en la tele.

Yuri se acercó al grandote junto al resto de los suyos. Parecia que no te había hecho mucho caso, y en su cara se veía preocupación. Al igual que en la de Han, que estaba casi en su puerta pero uno de sus hombres al lado de la misma le hacia señas negativas con la cabeza.

A tu alrededor ves varias cosas que pueden servirte para abrir un hueco, tanto en las claraboyas, como en las puertas.

El hecho de que aquellos orangutanes no me hicieran ni caso me cabreó. Había sido por algo parecido precisamente por lo que había decidido no seguir en Rusia cuando murió mi abuelo y venirme a los Estados Unidos. Allí eran todavía más retrógrados de lo que lo eran muchos aún en "la tierra de las oportunidades".

- Si no fueras quien eres te daría una patada en el culo.

De todas maneras, yo no tenía que seguir las órdenes de ninguno de los que había allí, por lo que directamente decidí salir de allí a mi manera. Necesitaría hacer un agujero en la pared, así que decidí comenzar a mover las cosas más pesadas que encontrara y lanzarlas directamente contra una pared que no estuviera atestada de gente. Tampoco quería verme como objetivo de la Bratva y de las triadas así gratuitamente, que ellos eran muchos y yo una y sin recursos.

En fin, cabreada y dispuesta a no dejarme capturar, decidí hacer el agujero en la pared de primeras, para que pudiéramos largarnos todos de allí. Estos capullos arrogantes ya me lo agradecerían más tarde y alguno de ellos, besaría mi precioso culito.

Ya te habías hartado, y desde luego no pensabas quedarte allí a que te pillaran o algo peor. Así que tras mirar a tu alrededor viste una furgoneta que te venía bastante bien.
Con un poco de esfuerzo la levantaste y la lanzaste contra una de las puertas de acceso de camiones. No debería haber mucho problema en que la atravesaras.

Todos se quedaron mirando como de repente la furgoneta empezaba a volar sola y coger velocidad. Algunos se pusieron nerviosos e incluso le dispararon, lo cual hizo que los chinos también se pusieran a disparar, lo cual acabó con que varios de los matones estuvieran disparando mientras sus jefes les decían que parasen.

Y justo en el instante que el vehículo se estrellaba contra la puerta, más bien la atravesaba, se escuchó un ruido de cristales rompiéndose.
Por la claraboya estaban cayendo dos figuras vestidas de verde. Una de ellas, la mujer, estaba lanzando energia verde brilante que impactó contra tres matones de Yuri tumbándoles. El otro tipo desprendia una energia verde oscura que hizo que ambos cayesen al suelo sin sufrir daño.

Conseguí hacer aquel agujero en la pared a lo que sonreí, pues eso era precisamente lo que quería hacer. La verdad es que cualquier sitio por donde entrara aire fresco me parecía un buen lugar, pues eso de que quisieran encerrarme como a un perro no me hacía ninguna gracia.

Eso sí, tampoco esperaba que esos idiotas se pusieran a disparar.

- Dejad de disparar que he sido yo. Si no podemos salir por la puerta tendremos que salir por otro lado ¿no?

En el mismo momento en el que esperaba que toda aquella gente me hiciera caso, cosa que dudaba pues ya había visto que era un poco invisible para ellos, aunque no entrara dentro de mis "habilidades especiales", escuché el ruido de los cristales al romperse y tuve, como todos, que mirar hacía arriba, para ver a aquellos dos que me sonaban de haberlos visto en la tele.

- Perfecto. La pareja mofeta. - Dirían lo que quisieran, pero ese humillo verde que les rodeaba no les daba glamour precisamente.

Dos contra una, porque desde luego, no esperaba que ninguno de los orangutanes que había allí fuera a ser útil, por lo que lo mejor sería salir de allí así como el que no quería la cosa. Con un poco de suerte, ni se fijaban en mí.