Partida Rol por web

Las historias sobre vuestros viajes os animaron y os transportaron de nuevo a la unidad del grupo. Pese a ser todos muy diferentes os unía una amistad y afecto que pronto se podía palpar.

El resto de la taberna comenzó a animarse visiblemente y pronto llegasteis a la conclusión de que era culpa del alcohol. Discutían sobre temas mundanos del día a día y algunas veces parecía que pudiesen llegar a las manos pero pronto de nuevo las risas llegaban a la mesa y seguían hablando y bebiendo.

Tras un buen rato disfrutando de la bebida y la comida las puertas se abrieron por primera vez tras vuestra llegada. Una mano sujetaba la puerta para que un hombre encapuchado entrase con serias dificultades. Apenas puede verse su cara pero por sus marcados rasgos y su cuerpo ligeramente curvado debe rondar los 50 años. Tras él entró una mujer humana, de no más de 30 años. Llevaba consigo un arco bien adornado y ropas muy extrañas adornadas con unos dientes demasiado grandes para ser de un animal.

Caminaron hasta una mesa libre y pronto la camarera elfa los estaba atendiendo. Tras recoger su pedido caminó rápido hacia las cocinas.

Caerwyn echó un vistazo al arco de la mujer con interés profesional. Era simétrico y recurvado, con una altura aproximada de los pies al cuello de la mujer. A simple vista parecía fabricado en una sola pieza de nogal. Pero tal vez fuera de maderaoscura como el suyo, en cuyo caso era mucho más difícil discernir si estaba compuesto por varias piezas para agregarle más potencia. ¿Llevaba guantes o lengüeta para protegerse los dedos del roce de la cuerda del arco?

—¿Os habéis fijado en esos dientes? ¡Son enormes! ¿Creéis que serán de dragón? —fantaseó Caerwyn.

Y luego estaba el hombre de la túnica bonita. ¿Serían padre e hija, obligados a defenderse por si mismos en aquellos tiempos oscuros? ¿O un hechicero y una arquera, aventureros como ellos, regresando de su última correría?

Caerwyn llamó la atención de Gwyriel, y le preguntó discretamente si conocía a los recién llegados.

Estoy enamorado de Eva Green.

Al ver a Caerwyn observarla, miré con interés el arco de la mujer que había entrado, y me estuve haciendo una idea de cómo sería. Parecía un arco corto compuesto, me preguntaba con curiosidad cuánta fuerza haría falta para tensarlo. Escucho las palabras de Caerwyn sobre los dientes, no había reparado demasiado en su indumentaria, y al hacerlo Caerwyn, giro la cabeza para observar a la pareja.

-Mmm.... no sé si serán de dragón, pero sí que son curiosos, nunca había visto dientes así. - hago una pausa y pienso un momento - ¿A qué creéis que sabrá lo que sea que poseyese esos dientes? Como sea algo rico, podemos contar con que alguno de los presentes querrá conseguirte unos dientes así Caer... y quedarse con el manjar- digo mirando a Dalits y al resto de la mesa.

La velada estaba siendo agradable. Buena cerveza y un buen estofado. Disfrutar de mi propio humo. Una charla divertida. Era todo lo que necesitaba y durante un buen rato me olvidé de todas mis preocupaciones.

Fue entonces cuando la puerta se abrió y entraron las dos figuras desconocidas. Entrecerré mi mirada estudiando a los recién llegados. Mis pensamientos volvieron a mí. La pareja era extraña, muy extraña. Con lo que estaba ocurriendo a lo largo del reino, ¿podía significar algo la aparición de tal pareja? Sacudí mi cabeza escéptico, esas cosas solo ocurrían en las historias.

Cuando escucho a Caerwyn mi mente empieza a volar. Y mis preocupaciones se desvanecen de nuevo. ¿Podrían ser esos dientes de un dragón? Los dragones son seres de leyenda. ¿Conozco algún animal que pueda tener dientes de ese tamaño? No que haya visto ni que esté documentado. ¿Puedo rechazar la existencia de un dragón? Desde un punto de vista empírico debería hacerlo. No así desde un punto de vista racional ya que, ¿de dónde vienen las leyendas? ¿Si puedo aceptar que un humano vivió 1000 años, porque voy a rechazar la existencia de un dragón? ¿Qué misterios esconde la magia arcana? Quizás sea tan peligrosa como para haber dado vida a los dragones… Quizás debería investigar un poco más sobre ella.

Después escucho a Kyras y no puedo evitar esbozar una sonrisa.

-Princesa, sean de lo que sean esos dientes, esa mujer ha estado fuera de Mittelmarch. No existe criatura conocida con unos dientes así, o al menos que esté documentado. Y Gancho, ¡mira el tamaño de esos dientes! Si un día encontramos una criatura así, te aseguro que te lo harás encima antes de pensar en comértelo. ¡Jajajajajajajajajaja!

Doy un buen trago a mi jarra de cerveza. Esto me gusta… un misterio por desentrañar. Sigo dándole vueltas a esto mientras enciendo otro cigarrillo. Siento el impulso de ir y hablar con ellos, pero me controlo, pienso en llamar a Gwyriel y pedirle algo de información, cuando me doy cuenta de que Caerwyn se me ha adelantado. Sonrío divertido, tengo preguntas que necesitan respuesta.

Dalits no perdió detalle de las dos personas que entraron en la taberna, sobre todo después de ver que sus compañeros mostraban la misma curiosidad por unos personajes tan poco habituales en un lugar como este.

Escuchó en silencio las conjeturas que se lanzaron al aire sobre los recién llegados sin mostrar su apoyo a ninguna de ellas. Tan sólo frunció el ceño cuando Caerwyn hizo sus preguntas a la camarera para despejar algunas incógnitas sobre aquellas dos personas. Justo en ese momento Dalits se incorporó sobre la mesa apoyando los codos sobre la mesa mientras daba las últimas caladas a su pipa. El que hasta ahora mantenía una actitud ausente y casi contemplativa, ahora mostraba curiosidad ante lo que podría ser el inicio de algo interesante y que podría darle la oportunidad de redimirse. Sin duda esta remota posibilidad hizo adoptar al enano una pose expectante ante lo que Gwyriel les podría contar.

La elfa tras ver los signos de Caerwyn se acercó a vuestra mesa y tras la pregunta de esta se acomodó ligeramente sobre la mesa apoyando su brazo y habló en un tono mucho más bajo que el anterior.

- La verdad, no tengo ni la más mínima idea de quienes son, ni siquiera sus nombres. Pero desde hace ya dos semanas vienen cada día a la misma hora y mi padre me ha dicho que los atienda rápido y sin molestarlos.

Se incorporó de nuevo y levantó la voz:

- Entonces, ¿otra ronda para todos? Marchando.

Y la joven elfa salió corriendo hacia las cocinas.

La respuestas de Gwyriel no hace más que aumentar mi curiosidad. La verdad es que ardo en deseos de ir y hablar con ellos, pero la manera en la que la chica nos ha pasado la información y las instrucciones de su padre hacen que sea un poco más precavido. Solo un poco.

Hace demasiado tiempo que no me meto en un lío, que no siento la adrenalina fluyendo por mi sangre. Que no vivo nada emocionante ¡Por Boccob! ¡Hasta llevo semanas sin jugar una decente partida de cartas! De pronto mis pensamientos frenan en seco, ¿acaso estoy imaginando que esas personas van a matarme? Sonrío divertido. Ni que me hubiera vuelto loco. ¿Qué es lo peor que me puede pasar? Que me inviten a que me marche, o quizás, un ojo morado, la chica, muy guapa, se la ve de armas tomar.

Me levanto y me dirijo a Gwyriel cuando viene con las cervezas. Cojo tres jarras y le guiño un ojo. Espero que no se enfade por lo que voy a hacer. Por si las moscas decido disculparme por anticipado.

-Perdoname.-susurro.

Me dirijo a la mesa de la extraña pareja y pongo las tres jarras sobre ella. Compongo mi sonrisa más conciliadora y encantadora mientras cojo mi jarra y le doy un trago.

-Buenas noches. Seguramente estarán pensando que soy un imbécil de taberna cualquiera. Nada más lejos de la verdad. Déjeme presentarme, soy Helmuth Von Kerceus y, aunque a veces si sea ese imbécil de taberna, bajo esta sencilla fachada se esconde una mente sedienta de conocimientos. No me voy a andar con más rodeos.-digo al tiempo que señalo los colmillos.-¿Qué clase de criatura tiene una dentadura así?

Lo he hecho.

Si Caerwyn veía un botón, lo pulsaba. Si veía una palanca, tiraba de ella. Si se cruzase con un cuerno que invocaba dracones, lo soplaría. Eso suponía un problema en un dungeon plagado de trampas, pero no podía contener su curiosidad.

 De modo que cuando Helmuth se levantó para abordar a los viajeros, Caerwyn tomó su copa y lo siguió.

—¿Es de dragón? —preguntó Caerwyn.

Mientras Helmuth y Caerwyn se marcan a acosar a los extraños yo decido quedarme sentado mientras sigo bebiendo. Sin duda el arco de la mujer no tiene pinta de ser barato. Me fijo en los extraños colmillos y intento recordar si me suenan de algo.

-Extraña pareja, si esa arma es conseguida por meritos propios sera una peligrosa pareja. Quizas acudan a esta taberna de forma tan seguida para encontrar un grupo con habilidades con el nuestro. Aunque no logro entender que hace un hombre con aspecto de sabio acudiendo a un lugar como este- Le doy un largo sorbo a mi jarra y sonrio ampliamente mientras miro a mis compañeros con sonrisa picara- Podria hacer que dos parroquianos se enfrentasen entre ellos para que apostemos por el vencedor ¡La cena siempre es mejor con espectaculo!- Dicho esto giro mi cabeza disimuladamente para observar a los parroquianos del local en general.

Descubres que efectivamente son colmillos de algún tipo de criatura, pero no al menos por una que conozcas. Aunque por ese tamaño deben de ser de una criatura de mínimo 9 metros de alto.

La extraña pareja seguía disfrutando de su cena hasta que vieron ambos como os acercabais. La mujer en un primer impuslo hizo un amago de levantarse con cara de pocos amigos pero un tranquilo gesto del hombre hizo que volviese a sentarse y bebiera un sorbo de su bebida.

Tras sentarse Helmuth en su silla y presentarse la mirada se desvió ahora hacia Caerwyn, que se sentaba rauda y soltaba su pregunta sin presentarse. El hombre tragó un trozo de lo que parecía ser un trozo del mismo estofado al vuestro y os contestó:

- Hola, buenas noches Helmuth Von Kerceus y su bienaventurada compañera.

La voz del hombre sonaba solemne y clara, casi melódica. Sus labios se movían de una forma casi hipnótica y apenas levantó la mirada para poder veros mejor.

- Lamento ser tan descortés de no poder ofreceros nuestros nombres, pero diría que el tiempo los ha borrado para llamarnos de otros muchos modos por cada tierra que pisamos.

El hombre esbozó una leve sonrisa que apenas parecía tal cosa pues su semblante serio y templado hacía que tal cosa pareciese algo tan forzado que parecía que le habíais preguntado por el día en que morirá.

- Esos dientes pertenecen a una criatura cuyo pasado está extinto, pero gracias a los dioses han llegado hasta nosotros y nos sirve como identidad y respeto.

Las palabras sonaban como colocadas a propósito, lo que denotaba que evadía esa pregunta siempre del mismo modo.

- Pero si tan interesados estás en conocer su historia y procedencia podría contárosla por un módico precio.

Tras el comentario del mediano os quedasteis en un estado silencioso intentando discernir que decían en la mesa donde ahora estaba parte del grupo. Pero por más que lo intentabais no conseguíais escuchar nada de lo que decían debido al bullicio y la aparente poca voz que parecía proyectar el hombre encapuchado, que ahora hablaba con Caerwyn y Helmuth.

Tras una breve pausa del hombre volvió ha hablar y por fin pudisteis escuchar algo.

- ... módico precio.

No sabíais de que se trataba, ni de el que tenía un precio pero vuestros compañeros miraban expectantes a el hombre encapuchado.

Sonrío ampliamente. Desde la hija de aquel clérigo de Heironeus en la boda de Padre, esto es lo mejor que ha pasado. De hecho lo que pasó después con el padre de la chica fue bastante malo. Pero esto es aun mejor. Doy otro sorbo a mi cerveza. El teatral misterio de sus nombres me resulta divertido.

-Bueno... siempre podéis decirnos de que modo os llaman en esta tierra. Y hablando de esa historia...

Está claro que me quiere vender una historia. Eso podría ser un problema si fuera un tacaño o no me gustaran las historias. Pero me encantan las historias y el dinero es algo que va y viene. Me llevo la mano a la bolsa y empiezo a sacar monedas. Una, dos, tres, cuatro… Pongo diez piezas de oro sobre la mesa.

-¿Son suficientes?-digo con una sonrisa mientras le acerco el oro al hombre.

Saco otro de mis cigarrillos y me entretengo encendiéndolo mientras espero la respuesta del hombre y el comienzo de su historia. Historias, humo, cerveza… ¿Qué más puedo pedir?

—¡Bienaventurada compañera! —rió Caerwyn—. Sí, creo que ese nombre me queda bien. A mi también me han llamado muchas cosas, y no muchas tan gratas.

Caerwyn le echó una mirada más de cerca al arco de la mujer, para confirmar si estaba tallado en madera mágica o mundana.

—Así que os gusta el arco —le dijo, tratando de sacarla de su silencio—. ¿Dónde aprendísteis a tirar?

Sin duda Helmuth era un charlatán, pero Dalits sabía que su compañero sabía muy bien cómo sacarle partido a esta habilidad suya. Así que el enano no se inmutó cuando salió casi como un resorte en dirección a la mesa donde se sentaba aquella extraña pareja. 

Caerwyn también se levantó para acompañar a Helmuth. A pesar de que la verborrea imperante en este grupo, Dalits reconocía que gracias a eso no les faltaban líos en los que meterse. Por lo que todo lo que hizo fue girar sobre su taburete para no perder de vista a los dos impulsivos humanos en caso de que se organizase algún escándalo. A pesar del ruido 'ambiental' de la taberna, unas palabras sueltas llegaron a los oídos del enano. "Parece que han llegado a algún tipo de acuerdo" Pensó al escuchar el fragmento de conversación. Aun no sabía de qué se trataba, pero tan solo tendría que esperar a que tanto Helmuth como Caerwyn volviesen para enterarse.

La curiosidad me pedía que me levantase de la mesa y acompañase a Helmuth y Caerwyn en su investigación, pero decidí dejarles actuar, intentaría observar desde la mesa, y escuchar qué decían. Vaya, parecía que habían llegado a algo... interesante, en caso de que sigan hablando aguzaré el oído para intentar escuchar lo que dicen, impaciente por saber algo más de lo que parecía iba a ser nuestra siguiente aventura. Cuando pasa Gwyriel cerca, le pido amablemente que me traiga otra copita de vino especiado. Si para cuando traiga la copa aún no han vuelto y no oigo nada de lo que dicen, me acercaré "casualmente" a saludar a mis bienhallados compañeros.

La mujer ante la pregunta de Caerwyn recogió más para sí el arco y miró con recelo a la joven de la cara herida.

- Me enseñaron todo cuanto pudieron en mi pueblo, después aprendí por mi cuenta.

Tras ello volvió a quedarse tan callada como antes.

- Disculpad a mi compañera, joven. Es de pocas palabras, pero eso es otra historia que quizás ella misma quiera contar... En otro momento.

Ambos extraños se miraron y ella lo miró con cierta desaprobación, pero volvió a hundir su mirada en la comida y la bebida.

- Bueno vamos con lo que os interesa -dijo recogiendo las monedas que Helmuth había dejado sobre la mesa- Esos dientes son de un animal que habitó estas tierras mucho mucho antes de la llegada de los humanos al continente. Eran feroces bestias que podían tragarse 5 humanos o más de un sólo bocado. Por suerte no todo su legado se ha perdido y gracias a diversos descubrimientos de nuestro pueblo hemos podido acceder a cierta parte de su anatomía.

Carraspeó y miró su vaso ya vacío.

- Pero no puedo contaros más, mi ya seca garganta hace que mis historias deban ser más cortas, pronto se reseca sin previo aviso.

De pronto la puerta de la posada se abrió y un buen puñado de guardias entraron en la posada. Tras echar un rápido vistazo apuntaron hacia el fondo de la sala y al mirar donde antes estaban los extraños comprobasteis que ya no estaban allí, si no donde el dedo del guardia señalaba, ya cruzando la esquina para salir por las cocinas.

Los andares del hombre habían desaparecido y corría como un galgo, mientras que la mujer había desenfundado su arco y había lanzado una flecha para impactar en la mesa donde antes estaban sentados, con una pequeña nota pegada.