Partida Rol por web

Allí estaban los cuatro: John y Phil con el rostro pálido como de cera, Robert bastante molesto por lo que consideraba una tomadura de pelo y el callado Charles mirando los altos techos y perdiéndose en los cuadros sin soltar una sola palabra.

El museo era grande y carecía de seguridad salvo un par de buenas cerraduras en la puerta principal y la puerta del almacén. Constaba de tres plantas todas ellas provistas de multitud de salas en las que destacaban sus grandes ventanales que permitían la entrada de mucha luz, ideal para salas de exposiciones. A ambos lados de éstas, pendían grandes cortinas de color azul oscuro, por si fuera necesario correrlas por exceso de luz o alguna que otra necesidad.

Las cortinas eran bastante tupidas y a ninguno de nuestros investigadores se les pasó por alto que dicha característica permitiría a alguien esconderse detrás de ellas sin ser visto.

El tal William, el vigilante de seguridad, aún no había dado señales de vida, por lo que en la sala solo se encontraban nuestros protagonistas.

John no dejaba de darle vueltas a su experiencia ante el cuadro. Por un lado estaba bastante seguro de lo que había visto, pero por otro se lo negaba así mismo. La sola idea de contárselo a los demás le avergonzaba, aunque durante el instante que duró el suceso le pareció que Phil estaba viendo lo mismo. Pensó que sería buena idea comentarlo a solas con el periodista, así que en su deambular por la sala en la que se encontraban se acercó al señor McReel y en un susurro le dijo: 

-Sí, yo también lo he visto.

- ¿Qué es lo que cree que ha visto? 

Ha visto lo mismo que tú, imbécil. Ha visto una figura dentro del faro.

- Un juego de luces, una sombra inoportuna. Si, eso fue lo que me sobresaltó. 

Phil susurraba sus palabras manteniendo una compostura difícil de mantener, mirando a los ojos a su compañero esperando su respuesta mientras su barbilla parecía tener vida propia. 

-Exacto- Susurro John con una mezcla de alivio y miedo. -Me atrajo algo raro en la luz del faro y vi como una figura se movía en su interior- Compartir ese momento le estaba viniendo bien. -Cree que deberíamos compartirlo con los demás o nos tomarán por locos?

Mientras el grupo deambulaba por la sala de exposiciones oyeron unos pasos al fondo del pasillo.

Al poco tiempo aparecía Oubrey con la mano agarrandose la mandíbula y la mirada puesta en el techo, como intentando recordar algo.

-Señor McReel, cuando iba de camino a mi despacho me ha parecido acordarme de una historia que contaban acerca de Watkins- dijo en tono distendido, casi jocoso -Cuentan que Lawrence Watkins Henrichs era de familia rica y que con dieciocho años se fue a la universidad de Miskatonic a cursar sus estudios de arte. Hasta ahí todo normal, pero después de un tiempo empezó a frecuentar compañías un tanto dudosas y se volvió cada vez mas hosco y reservado-.

-Pasaba noches enteras en la biblioteca de la universidad- decía impostando la voz, como contando una historia de terror -dicen que invocando al maligno... Ja, Ja, Ja- una carcajada salio de su garganta. -Debería verse la cara señor McReel y usted tambien señor Finder, ¿no me digan que creen en fantasmas?- bromeó.

-La cuestión es que fue mejorando su técnica hasta que finalmente en 1901 culminó su conjunto píctorico, como ya les he comentado: Un paraje junto al mar, que tienen delante y Una mansión, que se cree perdida o incluso inexistente. Tras lo cual desapareció en su casa de Kingsport y nadie le ha vuelto a ver. Creo que el profesor Armitage de la universidad de Miskatonic tuvo relación con él cuando eran estudiantes, quizá pueda ampliarles la información-.

-Son solo cuentos de viejas, pero quería que lo supieran, así tendrán algo más de lo que charlar durante la larga noche-.

El Detective Graves permaneció ajeno a los corrillos que se formaban en aquella supuesta vigilancia. Él no se consideraba parte de todo aquello, había ido allí con una misión contraviniendo a su propio comisario.

-Esta puta mierda me va a pasar factura, no sé quién me mandó venir... -Tras desechar rápidamente aquellos pensamientos funestos empezó a mirar los alrededores esperando encontrar algo inusual. De fondo se escuchaba la leyenda que relataba el director del museo, para estar tan preocupado no se le veía un ápice de seriedad.

-Una vuelta y para casa. Caso cerrado. -Resolvió en su fuero interno.

La historia de Michael no hizo más que acrecentar la inquietud de John, ya que confirmaba que algo oscuro y oculto encerraba ese cuadro. De todos modos, algo dentro de él quería volver a verlo

-Señores! Que les parece si volvemos a la sala en la que se encuentra el cuadro al que se ha referido el director?

Observando las hermosas obras que ante mí se presentaban, mi alegría y satisfacción eran inmensas, pues poder disfrutar de ciertos cuadros....verdaderas maravillas de autores conocidos y no tan conocidos como el señor Lawrence Watkins Henrichs era todo un privilegio; al alcance de muy pocos.
Mi entusiasmo no me hacía olvidar el penoso trago por el que mi amigo, el director del Museo Michael Oubrey, se encontraba en estos momentos.
El allanamiento de su Museo podía ser cosas de niños o algo más serio, por eso estábamos aquí. Debíamos averiguarlo.
Al oir como Michael regresaba para contarnos algo más sobre el pintor Watkins mi curiosidad fue en aumento.
-"Sí, estoy de acuerdo, señor Finder, volvamos a esa sala. Por algún sitio tendremos que empezar." le respondí.
-"Qué gran oportunidad poder observar con detenimiento tan desconocido cuadro. Podría ser el tema de una nueva conferencia de Arte en la Universidad. Sí. Por algún sitio había que empezar." pensé dibujando en mi rostro una leve sonrisa.

El detective levantó la mano ante la propuesta del señor Finder y se dirigió en la otra dirección atravesando uno de los corredores, parecía haber escuchado algo.

John se dispuso a seguirle acelerando el paso para ponerse a su altura

Phil había permanecido en silencio desde que el señor Oubrey había contado la historia del cuadro. Era obvio para el exterior que algo se le había movido por dentro al escuchar al director. Su cara palidecio, un escalofrío le recorrió la columna y comenzó a sentir frío y humedad en la frente. 

-Debería verse la cara señor McReel y usted también señor Finder, ¿no me digan que creen en fantasmas?

No es.... no es agradable escuchar ese tipo de historias cuando pretende que pasemos la noche deambulando por este museo solitario. No... no me avergüenza reconocer que me ha asustado...

-Señores! Que les parece si volvemos a la sala en la que se encuentra el cuadro al que se ha referido el director?

Deberíamos pero... 

De repente, el detective Graves sale directo en la dirección opuesta al cuadro, seguido por el señor Finder. 

¿Qué... qué pasa? - dice mientras aprieta el paso y les sigue torpemente. 

El grupo aceleró el paso en la dirección que les marcaba el detectice Graves. Tras un par de docenas de metros se encontraron con una sala más pequeña, con pequeños cuadros de bodegones.

En el fondo de la sala deambulaba distraidamente un hombre corpulento, de uniforme gris, persumiblemente el guarda de noche, observando con detalle cada obra allí expuesta.

Los investigadores empezaban a entender como era posible que alguien entrase y saliese del museo sin ser detectados.

Aquella surreal sucesión de acontecimientos terminó por hartar al detective. Estaba allí en su propio tiempo libre tras haber contravenido a un superior y no era su intención seguir perdiendo el tiempo.

-Bueno está claro que no hay caso. -Anunció a viva voz. –Si no han robado nada como comentan. –De milagro. –Completó para sus adentros. -No hay caso.

[b]-Está claro que por prevención se han puesto medidas de seguridad adicional pero ese no es trabajo de la policía de Arkham. Por lo que a nosotros respecta no hay indicios de que se vaya a repetir el robo por lo que por mi parte me marcho.

-¡Buena suerte! –De despidió del grupo. No tenía intención de pasar por el despacho del director al considerar que ya había expuesto su punto de vista cuando le vio, lo que apremiaba era dejarse atrapar por el influjo de Morfeo cuanto antes para poder ser persona en su puesto de trabajo.

-¡Buena suerte! –

La exclamación sacó al hombre de su ensimismamiento. Se giró hacia el origen de la voz y se quedó con la boca abierta cuando se encontró con los cuatro hombres a su espalda.

Trataba de sacar su porra mientras tanteaba torpemente su cinturón, y balbuceaba alguna ridícula orden.

-¡Alto ahí! ¡I... Identifíquense!- tartamudeaba -Voy...¡Voy armado!-.

-¡Ey amigo, tranquilícese!- Se adelantó John antes de que el hombre hiciese una tontería. -Mis compañeros y yo hemos sido llamados por el director Oubrey para ayudarle en la investigación del allanamiento que se produjo la pasada noche Aunque Finder pretendía aparentar serenidad, por dentro le corroían los nervios, y es que esta situación estaba sacando un poco de quicio a todos.

-Mi nombre es John Finder- dijo extendiendo la mano despacio para que el hombre viese que no intentaba nada raro. -Quizás usted nos pueda contar algo de lo que pasó la otra noche. A lo mejor vio algo que nos podría servir de ayuda en la investigación- Preguntó haciendo uso de una de sus mejores sonrisas.