Partida Rol por web

Un réquiem por Hoyt

Despacho de John Kellemport, Nueva York

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28/02/2013, 18:24
Director

Amanece un nuevo día en Nueva York. El cielo está nublado, el ambiente húmedo, los rostros de la calle serios y centrados en sus asuntos. Parece mentira que en una ciudad tan grande nadie quiera saber nada de nadie. Quizá porque hay demasiada gente que tiene algo que ocultar. Compras como cada mañana tu diario y algo de tabaco al viejo Joe el tuerto y sigues tu camino, sin fijarte demasiado en la gente con la que te topas. Ellos tampoco se fijan en ti.

Llegas a tu despacho. Se encuentra en Bushwick, en el condado de Brooklyn. Es oscuro y decadente, las cortinas feas y sucias, el papel de la pared ajado y anticuado. Pero es barato y eso es lo que importa. Los vecinos no se meten con la gentuza que va a visitarte de cuando en cuando, lo cual es bueno. Tú no te metes con la joven que vive encima tuyo y arma jaleo al ejercer su oficio. Eso es bueno para ella.

Linda es amable contigo. A veces te sube el correo, a veces te hace algún servicio gratuito. Es una muchacha cariñosa y despierta, piensas que debería dedicarse a otra cosa, quizá casarse, sentar la cabeza y tener unos críos. Puede que algún día se lo propongas tú mismo, pero ahora no.

Tienes la mesa de madera desordenada, llena de papeles, el tintero medio vacío. Ayer trabajaste mucho.

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28/02/2013, 20:11
John Kellemport

Suspirando John arrastró levemente la pierna izquierda por el despacho hasta dejarse caer en su silla. Soltó el periódico encima de la mesa y se encendió un cigarro.

A pesar de todo el trabajo de ayer tenía casi todo cerrado. Apenas le quedaban casos y los pocos que seguían en activo estaban casi resueltos. Eran muy evidentes y sólo faltaban algunas pruebas. Hacía tiempo que se procuraba mantener ocupado. Desde aquella huida a toda velocidad de lo que llamaron la Madriguera. Peabody y O'Rick habían escapado con Kellemport y seguían viéndose un par de veces al año. Habían tomado por costumbre quedar para pescar y tenían por norma no volver a mencionar aquella casa ni a su amigo Jerry Maklin.

John había vuelto a la rutina, seguía con su trabajo de detective, y era bueno, muy bueno. Después de un par de caladas, el detective abrió el periódico y comenzó a echar un vistazo a las noticias. Quizá había algo que mereciera la pena, un posible caso, algún potencial cliente. Algo que le evitara pensar en aquellos días del pasado.

Notas de juego

¿Linda es mi vecina de arriba? ¿La que ejerce su oficio? ¿O Linda es otra? jeje, para no equivocarme mejor pregunto

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28/02/2013, 20:32
Director

El periódico de hoy tiene una noticia que como poco te resulta desagradable, pero nada tiene que ver con tu oficio. Habla de la fundación del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores. Un tal Adolf Hitler expone un programa de veinticinco puntos que te pone los pelos de punta. Un mal cáncer brota en Europa. Esperas que los alemanes no sean tan estúpidos como para darle su apoyo.

La sección de sucesos tiene lo habitual: peleas de negros, mujeres asesinadas por sus maridos, un vagabundo muerto de frío en la acera. Febrero está siendo duro en las calles, pero nada de eso es de tu interés. Necesitas un verdadero reto, capaz de poner en jaque tu excelente mente deductiva.

Notas de juego

Linda es la vecina de arriba, la prostituta con la que te llevas muy bien.

Porfa, utiliza la primera persona, así el acercamiento al personaje es completo. Sería algo así: «Suspirando arrastré levemente la pierna izquierda por el despacho hasta dejarme caer en mi silla». Siempre me ha gustado ese tipo de narración en las partidas de rol :-)

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01/03/2013, 10:52
John Kellemport

Nada interesante. Otro día más pasaba y aún no había nada capaz de mantener mi mente ocupada en algo. Los recuerdos volvían una y otra vez y era lo contrario a lo que deseaba. Suspiré dando otra calada al cigarrillo. Jerry había desaparecido y ya era hora de que lo olvidara.

Con la mano izquierda cerré el periódico y lo doblé por la mitad para arrojarlo encima de la mesa, junto a un montón de papeles que me quedaban por finalizar para cerrar algunos casos. El papeleo era la parte más aburrida de mi trabajo pero tarde o temprano me tocaba hacerlo. Aunque solía ser más bien tarde.

El partido alemán del tal Hitler tenía mala pinta, pero siempre ocurría algo así con la clase política. Luego habría que ver si habría descerebrados capaces de apoyarle o no... eso era harina de otro costal.

Por un instante mis ojos se desviaron hacia el teléfono, quizá deseando que alguien me llamara con un caso interesante, pero al ver que no sonaba decidí moverme. Tenía que distraerme.

Volví a levantarme de la silla y arrastrando levemente la pierna, que esta mañana casi no me incomodaba, me acerqué hasta el perchero de la entrada y volví a ponerme la gabardina. Luego agarré el sombrero y comprobé mi aspecto en el espejo de la pared. Bien, no tenía mala pinta aunque llevaba ya tres o cuatro días sin afeitarme. Me coloqué el sombrero y salí de mi despacho con la intención de subir las escaleras para llamar a la puerta de Linda. No había escuchado ningún ruido desde hacía mucho rato, así que supuse que no tendría clientes. Quizá era buena idea invitarla a tomar un café... o algo.

Notas de juego

ok, primera persona. :) La verdad es que unos masters me exigen tercera, y otros primera... a mí no me importa escribir de una u otra... jeje.

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01/03/2013, 11:07
Director

Subes las escaleras con dirección al piso de arriba, el quinto. El olor que impregna el pasillo de las escaleras es húmedo, hay manchas en la pared del agua que rezuma la decimonónica piedra. Notas que la losa de algún peldaño cede al posar tu peso sobre ella. Si no se da aviso, puede que alguien termine haciéndose daño.

Llegas hasta la puerta de la muchacha. Es de madera vieja y débil, temes que algún día alguno de los borrachos con los que intima la pequeña y dulce Linda la eche abajo buscando entretenimiento gratuito y le haga daño. No, no, ella sabe cuidarse sola, no te necesita para nada.

Bajo la puerta hay una pequeña alfombra que invita a pasar. Antes de tocar casi sientes el aroma de Linda. Es un olor dulce y cálido, embriagador. Cuando estás con ella te sientes como en casa. Las mañanas que te despiertas a su lado esperas que estéis en vuestra casa, que mientras te vistes ella te prepare el café, y que un chiquillo te dé los buenos días tras añadir «papá». Pero no es así. Tú te enciendes un cigarrillo, le pagas la noche y te despides secamente. Ella no tardará en recibir a alguien que por unos billetes tendrá el mismo agradable trato que tú. O eso piensas. ¿Quién sabe si Linda sólo guarda algunas cosas para ti? No puedes evitar sentirte celoso, pero no vas a demostrárselo.

La puerta está cerrada y aguarda a que te decidas a tocar.

Notas de juego

XDD Manías de máster.

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01/03/2013, 12:08
John Kellemport

Busqué con la mirada un lugar cercano donde apagar el cigarrillo y no lo encontré así que retrocedí con cuidado unos pocos pasos hasta el comienzo de las escaleras. Arrojé el cigarrillo con la precisión que da la práctica hacia la esquina de abajo y volví hasta la puerta de Linda.

Inspiré hondo una vez y me armé de valor. Cerré el puño y golpeé con los nudillos un par de veces confiando en que mi instinto estuviera en lo cierto y no tuviera ningún cliente a esas horas. Golpeé otro par de veces y esperé.

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01/03/2013, 12:22
Linda

La puerta se abre sin preguntar quién hay detrás. Linda conoce tu forma de llamar, quizá te conozca más que nadie, no hay rincón de tu cuerpo o de tu alma al que ella no haya llegado.

Ahí está, preciosa como siempre. El pelo castaño perfectamente peinado, los labios bonitos y carnosos, la piel suave y joven. Lleva unos pendientes blancos que no le habías visto hasta ahora y te llevan los demonios pensando en quién puede habérselos dado.

—Oh, John, qué alegría de verte de nuevo, pasa, pasa, cariño.

Te abraza y te besa como ninguna otra mujer lo ha hecho en tu vida. Sientes cómo sus brazos te rodean, la tersura de la piel de sus manos cuando te acarician el rostro mal afeitado, la ropa es delicada y agradable al tacto. Su aroma te embarga, sus ojos melosos te invitan. Sabes que todo eso está estudiado, que es su trabajo, que lo hace por dinero. Pero estás loco por ella.

La preciosa Linda. Si la realidad fuera diferente te casarías con ella.

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01/03/2013, 14:20
John Kellemport

Maldita sea, John. No debes dejarte embaucar... decía mi cerebro racional. Con toda mi experiencia, todos los casos similares que había visto... y aún así ahora era yo quién había caído en las redes. Estaba loco por ella y no había nada que mi cerebro pudiera decir o hacer.

Correspondí a su beso con otro que ahogaba mis ansias por estar con ella. Traté de disimular la pasión. Cuando nuestros labios se separaron murmuré: - Hola Linda. ¿Qué tal va todo? -

Había ocasiones en las que me preguntaba si Linda estaba conmigo en ocasiones, no sólo por ser un cliente, sino por mi trabajo. Nunca venía mal tener a un detective privado guardándote las espaldas. Y más si era un tipo de mi considerable tamaño.*

Notas de juego

*John tiene un tamaño de 18... es un tipo grande y fuerte :) Pocos como él ;)

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01/03/2013, 16:51
Linda

Linda sonríe. Le gusta que te hagas el difícil. Le atraen los tipos duros. Te mira con ojos felinos y te habla de forma dulce, casi sobreactuando. Aprovecha para ir desabrochándote poco a poco los botones de la gabardina.

—Comenzando un nuevo día, tesoro. He ido a hacer la compra y a recoger el correo. Ya sabes que soy una niña buena y hago mis deberes temprano. Me gusta tu perfume, sabes que me encanta cuando te pones ése. Ah, y llevas mi camisa preferida, me gusta cómo te marca los hombros. Ven, ven, ponte cómodo.

Desde luego Linda es toda una profesional y va al grano. Coloca tu gabardina en el perchero y te lleva al comedor caminando de forma seductora.

—A propósito, ya que subía he recogido tu correo. Iba a bajártelo en un rato. Deberías ponerle una cerradura nueva al buzón, cualquier día alguien puede leer algo personal y enfadarte.

No era la primera vez que Linda abría tu correo con el vapor de la tetera. Sobre todo si el remitente era una mujer. Era curioso, pero no le gustaba nada verte con otras mujeres.

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02/03/2013, 17:59
John Kellemport

Sonreí. Claro que sabía que le gustaba ese perfume... así como estaba seguro de que aquella camisa era su favorita. Por ello me la había puesto. Era casi como un ritual, siempre que iba a ver a Linda, o siempre que podía, me ponía aquella camisa.

Seguí a la joven hasta el comedor y arrojé el sombrero sobre una mesa. Me dejé llevar y decidí dejarme caer en el sofá. Para qué negarlo, me gustaba estar con Linda.

- Gracias por recoger mi correo. - comenté. - Respecto a la cerradura... ya lo haré... cuando tenga tiempo. - era mi respuesta más típica. No es que me supusiera un problema, era sencillamente que me daba pereza. Lo iba dejando pasar y al final pasaba el tiempo y nunca la cambiaba.

- ¿Tenía muchas cartas? - pregunté. No esperaba nada importante pero quizá alguien me propusiera un caso interesante.

Pero, ¿en qué demonios estaba pensando? Estaba ahí, con Linda, y como siempre me venían historias del trabajo a la cabeza. Eso no podía ser sano.

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02/03/2013, 18:19
Linda

Linda te lleva el correo al sofá. Se sienta en tus piernas colocando las rodillas sobre el asiento y atrapándote con sus muslos, está frente a ti. Le encanta tener sensación de poder sobre un hombre tan grande y fuerte. Lleva tus manos a sus caderas, haciendo un gesto mientras te las sostiene para que la acaricies. Entonces repasa tu correo.

—Oh, tienes una carta de una tal Marie. ¿Una admiradora? Ésta no la necesitas. Para eso me tienes sólo a mí —tira la carta hacia atrás con desdén al tiempo que hace un movimiento de caderas que te vuelve loco—. Um, una carta de la jefatura de policía, qué gente tan aburrida, ¿has hecho algo que los ha molestado? Eres un chico muy malo —también la tira mientras sonríe, sabe que no puedes ver a ese cretino de McCarthy—. ¿Y ésta de quién es? Parece que la remite un tal Paul Hoyt. Me gusta su letra. ¿Un amigo? —empieza a desabrocharte la camisa tras darte la carta.

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03/03/2013, 19:19
John Kellemport

Tres cartas para revisar, y sin embargo tenía a Linda encima mío desabrochándome la camisa. La verdad es que me volvía loco y aunque intenté pensar, no me pude contener y me dejé llevar.

Sujeté a Linda con mis manos y la besé apasionadamente. La dejé hacer con mi camisa y me levanté elevándola en volandas. Debido a mi tamaño y fuerza no me suponía apenas esfuerzo. Con cuidado la llevé hasta la cama, tratando de disimular las leves molestias en la pierna, aquella antigua herida no hacía más que incordiar en los peores momentos.

Aún con todo me llevó sólo unos segundos llegar hasta la cama. Una vez allí me eché sobre Linda y mis manos y mi cuerpo siguieron con lo que deseaba mi cuerpo.

Las cartas, abandonadas sobre el sofá y el suelo, podían esperar.

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03/03/2013, 22:53
Linda

Nunca sabrás si existe de verdad el cielo o el infierno, si cuando mueras podrás ir a un lugar donde puedas degustar los mejores placeres del mundo, o si llegarás a un sitio donde el alma alcanzará la felicidad eterna. Sólo sabes que si hay algo parecido al cielo es Linda, y si es otra cosa no puede ser mejor que ella.

Cuando todo acaba, ambos acabáis tendidos en la cama. El aire está caliente y las sábanas mojadas. No sabes cuánto tiempo ha pasado. Poco importa lo que suceda más allá de esa habitación. Ella abre el cajón de la mesita y toma un cigarrillo de una pitillera plateada. Tiene sus iniciales. Se coloca uno entre los labios y espera a que tú se lo enciendas. Le gusta el tabaco rubio.

Coloca un par de almohadones en la pared y se sienta con las rodillas flexionadas, las palmas de los pies sobre el colchón blando. La luz roja de la lamparilla de noche ilumina su cuerpo desnudo, le da un aspecto sacrílego. Las puertas de madera de las ventanas están cerradas. En ese momento no existe nada más en el mundo, sólo tú y ella.

—¿Quiénes somos, John, por qué somos lo que somos? —pregunta con la mirada perdida hacia el armario que hay al otro extremo.

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04/03/2013, 10:38
John Kellemport

Me recosté sobre la cama y escuché con curiosidad la pregunta de Linda. Normalmente no hablaba así, por lo que medité sobre su significado.

Le encendí su cigarrillo y luego me coloqué otro entre mis labios. No esperé ni un segundo para encendérmelo también. Casi lo necesitaba. Después de la primera calada pude apartar mis ojos del contorno del cuerpo de Linda. Ejercía una especie de hechizo hipnótico sobre mí.

- Somos lo que somos, porque es lo que necesitamos para sobrevivir. - dije sin tratar de ser filosófico. Según mi forma de ver el mundo, todo el mundo actuaba de una forma u otra porque le convenía... el ser humano era un ser egoísta por naturaleza. Pensé en Linda y en mí... en nuestra relación por llamarlo de alguna manera. Y me armé de valor.

- Linda... ¿qué piensas de esto? - pregunté mirándola a los ojos. - Tú y yo quiero decir. ¿Qué se supone que pasa aquí? -

No dejé claro lo que pensaba acerca de si teníamos o no algún tipo de relación, o si sólo me refería a nuestros encuentros cada vez más frecuentes. Era evidente que yo no la veía como una prostituta, y realmente albergaba esperanzas de que ella no me viera como un cliente más...

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04/03/2013, 13:38
Linda

Te mira a los ojos.

—John, no soy mujer de ataduras, ya lo sabes. No me gusta depender de nadie, ni que me digan lo que tengo que hacer. Creo que las cosas están bien como están. ¿Cuánto podría durar? Tú llegarías tarde, quizá no vinieras en días, ya lo has hecho otras veces. Tu trabajo. Eres adicto a tu trabajo. Y luego estoy yo. Quizá también desapareciera y volviera tarde, días también. O no volviera. Ya ha pasado. Y a partir de aquí los celos, los gritos y el adiós, o ni siquiera adiós.

Exhala de forma lenta el humo del tabaco y apoya la frente sobre las rodillas.

—Pero esta vida tampoco puede durar para siempre, ni para ti, ni para mí. Mírate, cualquier día llegarás a casa con una bala en el estómago, o con un brazo partido. O con... —no quiere ofenderte pero la mirada velada hacia tu pierna delata su pensamiento.

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04/03/2013, 13:59
John Kellemport

- Todo lo que has dicho es cierto. - suspiré después de dar otra calada al cigarrillo. - Pero en ocasiones me sorprendo a mí mismo pensando en otro tipo de vida, en que quizá las cosas podrían ser muy distintas. Y es una vida que me gustaría. -

La verdad es que nunca jamás pensé en retirarme... en dejar mi trabajo. Pero si alguna vez lo hacía sería por una mujer como Linda. Pero ella tenía razón, de momento lo nuestro no podía funcionar, estaba bien como estábamos... aunque algo en mi interior se resistía... yo seguía queriendo más.

- Y si... ¿y si consiguiera dinero suficiente para que pudiéramos vivir tranquilos? - pregunté repentinamente. - En ese caso, si quisieras, ambos podríamos dejar esta vida. Yo dejaría mi trabajo, podríamos irnos a otra ciudad y vivir tranquilos. - Normalmente no se me ocurriría algo así, pero sabía que ampliando mis horizontes, en lugar de trabajar sólo para la universidad y pequeños particulares... si conseguía un cliente rico, quizá podría hacerme con dinero suficiente para retirarme y poder mantenernos a Linda y a mí.

Seguía siendo una esperanza vana... pero hasta que no oyera una negativa de los labios de Linda no me permitiría soltar esa esperanza. Seguiría aferrándome a ella como una medida desesperada, como mi única salvación.

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04/03/2013, 15:40
Director

Linda no contesta, pero sonríe de manera enigmática. No sabes si eso es una respuesta afirmativa o negativa, o sólo una burla. Apaga el cigarrillo en el cenicero de la mesita. Te besa de forma lenta y cariñosa, luego apasionada. Se sienta sobre ti, sujeta tus manos con firmeza contra la almohada.

Cuando tu mente racional se abre camino de nuevo miras el reloj. Son las dos de la tarde. Estás hambriento y agotado. Ella se pone otro cigarrillo en la boca, se levanta y se coloca la bata. Te gusta cómo la luz roja ilumina su figura, sobre todo antes de anudarse el cinturón de tela.

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04/03/2013, 17:12
John Kellemport

Qué tarde, cómo había pasado el tiempo. Siempre que estaba con Linda el resto del mundo no existía. Me levanté de la cama y comencé a vestirme con calma, sin prisa.

- ¿Quieres comer algo? - pregunté mientras mi estómago rugía. Cuando acabé de anudarme el cordón del zapato me levanté y recogí el correo. Le echaría un vistazo luego en el despacho.

Observé la figura de Linda casi sin pestañear... deseando que cambiara de opinión y quisiera escapar conmigo. Huir a donde fuera. Pero sabía que en ocasiones había sueños imposibles de conseguir, y que las personas a veces se obsesionan con lo que no pueden conseguir. No podía dejar que eso me ocurriera, no podía obsesionarme.

Esperé la respuesta de Linda mientras cogía mi sombrero y lo encajaba en mi cabeza. Eché una mano hacia la gabardina que seguía en el perchero y miré a Linda una vez más. Ojala quisiera venir a comer conmigo, sino me tocaría empezar a trabajar antes de lo que quisiera.

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04/03/2013, 18:55
Linda

—Comeré sola, gracias cielo. Tengo mucho que hacer en casa y esta tarde tengo trabajo.

Esto último te sienta como una puñalada en el estómago. La cruda realidad se impone. Ella es lo que es, tú eres lo que eres. Por la tarde otro besaría los mismos labios que tan ardientemente habían besado los tuyos, acariciaría la misma piel de la que desearías no volver a separarte, compartiría el mismo refugio que habéis compartido toda la mañana. Y en ese momento desearás que ella no existiera y que el ardiente deseo que te consume no lo hiciera con tal vehemencia. Pero la realidad es la que es, tú la amas y ella es inescrutable. ¿Siente de verdad algo por ti o juega contigo? ¿Te ama o sólo busca un tipo peligroso para que la proteja? No lo sabes. Pero sí tienes algo claro, ganarás el suficiente dinero para marcharos muy lejos, donde esa habitación cerrada que por unos momentos ha sido vuestro lugar secreto sea el propio mundo.

Te acompaña a la puerta. Mira tu bolsillo y luego a tus ojos. Espera que le pagues. Se ha sentido vulnerable y quiere tratar lo que ha sucedido como otro suceso trivial de su trabajo. Pero no es así. Ambos sabéis que eso no es cierto.

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04/03/2013, 20:10
John Kellemport

Sentí una punzada en el estómago que me subió hasta el corazón. Pero era una vez más, una de tantas. Saqué los billetes del bolsillo de la gabardina, ya los tenía separados, no en el mismo lugar que la cartera. Y ahogando un suspiro los deposité en la mano de Linda.

- Hasta luego. - me despedí depositando un suave beso en sus labios. Sin dar tiempo a que mi cerebro pensara me giré y comencé a bajar las escaleras despacio, cuidando la pierna derecha. Ahora mismo me molestaba menos que nunca pero bajar las escaleras no era nunca un buen ejercicio para mí.

Regresé al despacho y me dejé caer en la silla sin quitarme la gabardina. Deposité las cartas en la mesa y abrí la primera sin prestar mucha atención a lo que hacía. Comencé por la de la jefatura de policía... si había algo importante quería saberlo cuanto antes.