Partida Rol por web

Reconozco al Sr. Hoyt por la foto del periódico. Extiendo la mano hacia él...

— Muy buenas tardes Sr. Hoyt, mi nombre es Olmer, detective privado de la ciudad de Arkhan. Ud. me citó hoy aquí. Encantado de conocerle.

Sonrío educadamente y de paso le lanzo una miradita a la Srta. recepcionista

—Ah, magnífico, magnífico, encantado de conocerle Olmer, me alegro mucho de que haya venido. Me he citado también con otras personas, ¿sabe si se encuentran por aquí? —dice visiblemente contento. Al darte la mano te das cuenta de que es larga y huesuda. Apenas encuentras presión al estrechársela.

La recepcionista, por su parte, parece que al ver que eres recibido de forma tan cordial por tan ilustre cliente te mira con algo más de interés. El hombre que acompaña a Hoyt se mantiene impasible, maletín en ristre.

En mitad de mi presentación ante el señor Collins y el gigante rubio hace por fin aparición el hombre que nos ha citado a todos aquí. Me giro sorprendido ante su súbita aparición y para no ser grosero con las personas que estoy hablando alzo una mano hacia el jesuita para llamar su atención: - ¡Señor Hoyt! ¡Por aquí!. - digo sin elevar demasiado la voz.

- Soy John Kellemport. También me había citado usted. - comento a modo de presentación. Luego me aparto un par de pasos para que Collins y el rubio puedan hablar también con el jesuita.

Mientras se saludan observo con interés al acompañante del hombre. Mis ojos recorren su vestimenta y examinan su rostro analizando cada detalle intentando dilucidar a qué se dedicará ese tipo. Debe ser algo característico en mi profesión,  o quizá es sólo que yo soy algo paranoico.

—Señor Kellemport, qué alegría verle también aquí —te estrecha la mano con esa debilidad que acaba de demostrar a Olmer—. ¿Y estos señores que le acompañan no serán...?

El hombre del maletín aguarda a unos pasos de Hoyt.

El maletín que lleva el sujeto está algo abombado, es de color negro y recuerda a los maletines médicos de principios de siglo. Lleva en los dedos claras marcas oscuras, lo que denota que es fumador y que ha fumado hace poco. No lleva alianza. Los zapatos son acharolados y están pulcramente abrillantados. El traje es lo bastante anodino como para no denotar profesión, ha sido cosido por un sastre poco diestro, no debe cobrar un sueldo alto. En la mandíbula tiene una herida mal curada, lo que le provoca cierta deformación que le da un aspecto algo siniestro. Tiene la mirada dura, la misma que tienen los hombres que han visto la muerte de cerca a menudo.

Por fin me muevo, parezco reaccionar y me acerco hasta el lugar donde se encuentra el señor Hoyt. Le tiendo la mano y procedo a presentarme

- Von Steiffen, recibí su telegrama... he de confesarle que admiro enormemente su trabajo y luego cuando tenga un rato, me gustaría comentar con usted varios aspectos que... -entonces me doy cuenta de que hay varias personas más en la sala y que no estamos solos, quizás estoy quedando de petulante así que me callo.

Hoyt, se sorprende momentáneamente por la intervención, se gira hacia el profesor y reacciona inmediatamente.

—Celebro verle, profesor Steiffen —te da la mano efusivamente—. Es tal y como me lo imaginé. Resulta un honor conocer a hombre de su talla intelectual en persona, debido a mis constantes viajes mi relación con el mundo académico se produce únicamente a través del papel. Entonces creo que está el grupo completo. Si las descripciones del señor Marlowe eran exactas, ustedes deben ser el señor Palance y Collins, ¿no es cierto? Dios ha atendido a mis plegarias y me manda la necesaria ayuda.

- Lo sabía, sabia que había sido Marlowe.

Extiendo lentamente mi mano hacia el recién llegado Hoyt, estudiando sus reacciones demasiado apacibles para mi gusto.

- Efectivamente soy el profesor Gregor Palance, parece ser que el señor Marlowe le ha puesto en antecedentes, espero que no haya hablado demasiado, tiene cierta tendencia a exagerar; al no ser un científico se deja llevar por ideas descabelladas.

Echando una mirada a su misterioso acompañante comento.

- Veo que viene acompañado, ¿tiene algún nombre para referirnos a él?

El padre Hoyt sonríe.

—El señor Marlowe me habló de sus aventuras en Groenlandia y en Canadá. La última vez que lo vi partía con..., con..., unos curiosos compañeros hacia el lago del Oso Negro. Me pidió que si alguna vez me topaba con ustedes les diese recuerdos.

Suspira.

—Este señor es mi... asistente personal, Sam Marlowe. Sam, está usted muy callado, salude a estos distinguidos señores.

Marlowe asiente y se acerca a vosotros. Os da la mano educadamente, pero de forma osca. Lleva un perfume denso que ahoga al estar cerca de él.

—Buenas tardes, encantado.

Estrecho la mano de Marlowe con una sonrisita.

- Vaya, otro Marlowe, qué coincidencia ¿no será usted familia del otro Marlowe? 

También sonríe. Parece que esperaba la pregunta.

—Es mi hermano.

-Un placer, señor Hoyt. Me alegra escuchar que el señor Marlowe se encuentra bien, me considero amigo suyo. Aunque en cierto modo lamento que no haya vuelto, a mi juicio es un error...-digo, estrechando la mano del sacerdote.

"Un sacerdote... Vaya, debo intentar informarme más, no me esperaba que fuera un sacerdote."

Pero las sorpresas no acaban ahí, y el hermano de John Marlowe es el asistente de aquel hombre. Con una leve sonrisa, estrecho la mano de aquel tipo.

-Encantado. Su hermano es un gran hombre, y ha sido un placer viajar con él. 

- Vaya, vaya. Esto sí que es una sorpresa inesperada. 

Mi interés ha aumentado considerablemente por este hermano de Marlowe y el sacerdote a quien acompaña.

Levanto la mano cordialmente para saludar al resto de los presentes. — Saludos Señores, encantado de conocerles.

Y le ofrezco la mano a Sam, —Encantado Sr.  tiene Ud. un apellido ilustre!

Tras lo cuál decido dar un paso atrás y dejar el foco de atención y la conversación del Sr. Hoyt en los demás hombres.

Sam parece complacido al oír hablar bien de su hermano, pero no añade nada más. Es un hombre de pocas palabras. De hecho, físicamente recuerda poco a John. Mientras aquél era pequeño, raquítico y feo, cosa que compensaba con la fuerza de su carácter, Sam parece fornido, tiene una voz más grave y hay algo en su mirada que lo hace misterioso, oscuro. En lo que no se diferencian es en su pasión por el tabaco, pues no tarda en llevarse un cigarrillo a la boca.

Terminadas las preceptivas presentaciones, el padre Hoyt os dice lo siguiente:

—Caballeros, si les parece bien podemos ir a la habitación para hablar del motivo por el cual les he hecho venir. Allí estaremos más tranquilos y de paso podrán descansar y tomar un refrigerio. Algunos han hecho un viaje largo.

-De acuerdo padre Hoyt, pero no se preocupe... Usted ya sabe que no es el primer viaje largo que hago. Y algo me dice que no será el último. 

El padre Hoyt os conduce hasta el ascensor y una vez fuera hasta la habitación. Se trata de una suite de lujo, más que una habitación de hotel parece una vivienda perfectamente equipada. Tiene una mullida cama de matrimonio, suelo enmoquetado, baño amplio, escritorio, sofá y mesita, y también un pequeño bar, con su barra y selección de licores de calidad. El padre Hoyt os invita a sentaros en el sofá verde, que es cómodo y muy limpio.