Partida Rol por web

Os acercáis hasta el campamento. Kellemport queda atrás, tras un árbol guardándoos las espaldas, y avanzáis con cautela. El asentamiento consiste en diez cabañas andrajosas, de una habitación cada una. Sus ocupantes son gentes de piel pálida y cabellos castaños o rubios de varias edades. Tienen evidentes deformidades en el rostro y en los cuerpos, y expresiones de imbecibilidad bastante notorias. Visten ropas raídas, están sucios y no parece que les haga ninguna gracia vuestra presencia. Se os quedan observando, alguno que otro se queda con la boca abierta, sorprendido, lo que le da un aspecto entre cómico e inquietante. Todo el mundo calla, sólo se escucha el sonido del viento y de los pájaros.

¡Estupendo!

Vamos a obtener muchas respuestas de una panda de retrasados mentales como éstos...

Se cruza de brazos y mira al padre Hoyt, instándole a intervenir y hacer gala de sus aptitudes <<sociales>>

Yo también miro al Sr. Hoyt y comento casi en susuros.

—Sr. Hoyt, es su turno. Seguro que gracias a sus habilidades con el trato de personas este grupo de descarriados será capaz de aceptarnos.

Le sonrio cariñosamente.

- Mi fuerte no son los tarados, válgame Dios.

No puedo evitar pensar ante el lamentable espectáculo que se desenvuelve ante mis ojos.

Viendo que el grupo había decidido dejar al padre Hoyt llevar la voz cantante, procuro mantenerme en un segundo plano, y estoy visiblemente nervioso. Ésa gente no me gusta. No ya por sus evidentes deformidades, sino por que tengo la sospecha de que esconden algo turbio. 

Ante el silencio general del grupo agudizo la mirada intentando descifrar de donde puede venir esta extraña gente. No logro refrescar mis escasos conocimientos en antropología, así que me lanzo al vacío.

- Saludos, gentes. Digo tratando de llamar la atención de algún subhumano.

Los ocupantes de Stonecrest se quedan mirando a Palance con expresiones bobaliconas. Al tipo de la boca abierta parece que se le sale algo de baba, dándole una pinta de poseer una inteligencia todavía más menguada si cabe.

El padre Hoyt se pone delante de vosotros y saluda a los avispados muchachos con una alegre sonrisa.

—Saludos amigos, soy el padre Hoyt y he venido a hablaros de un amigo maravilloso llamado Dios. ¿Conocéis a Jesús? No importa, pronto le conoceréis. ¿Quién de vosotros es el líder aquí? Seguro que pronto todos nos llevaremos muy, muy bien. Qué simpáticos son todos.

El sacerdote sigue manteniendo la sonrisa jovial. Parece que ha sido tan sumamente estudiada a lo largo de su vida que casi parece franca.

Las expresiones de idiotez profunda se mantienen hasta que parece que toman una decisión a la velocidad de la erosión. Se fijan en un tipo bajo y de rostro deforme y desagradable, de boca torcida y mirada torva.

—¿Q-ué-é hajen aquí? —pregunta con un inglés muy deformado y un fuerte acento extranjero.

—Sólo queremos hablar señor mío. En un bonito día como hoy no puede haber nada mejor que mantener una charla amistosa. Encantaaaaado, sooooy el paaadre Hoooyt. Ellos son amigos míos. Son buenas gentes.

Resulta increíble la naturalidad con la que el padre Hoyt mantiene su cínica sonrisa. Sin embargo parece que la comedia da resultado, el tipo le estrecha la mano. El resto de ocupantes sigue mirando como si sufrieran de hipnotismo permanente.

Marlowe carraspea y se pone la mano en la boca como si estuviera pensando, pero lo cierto es que está a punto de empezar a partirse de risa a lágrima viva.

De momento estos seres no parecen peligrosos o agresivos, pero creo que es mejor que espere escondido por si las moscas.

Aprieto con fuerza mi revólver y medio tapado por el tronco de un árbol sigo observando la escena.

- Buenos días a todos - Por Dios, vámonos de aquí ya.

Mientras estás oculto tienes tiempo de observar la escena con perspectiva. Cuentas en torno a las treinta y dos personas, entre ellas al menos doce hombres de edad, ocho mujeres y diez niños. De entre las diez cabañas que hay plantadas, puedes contemplar que una de ellas tiene un aspecto de mejor estado de conservación, lo que te resulta curioso.

Esa cabaña... algo raro ocurre aquí. Creo que podría albergar a alguien más civilizado... alguien como nosotros. Quizá Freygan...

No lo sé... pero voy a tener que vigilar ese edificio de cerca...

De momento no hay movimiento alguno en torno a la cabaña.

Muy buenos días, buenas gentes! Sonrío y alzo la mano.

Prefiero quedarme detrás mientras Hoyt trata de convencerles de que somos inofensivos. La verdad es que la situación es un poco desconcertante, por lo que procuro fijarme bien en todos los movimientos de las gentes.