Partida Rol por web

El fuego de cobertura se llevó a uno por delante, y lo último que pudo ver Izzy por el retrovisor fue a Paul saliendo del coche y alzando las manos para decirles algo a sus compañeros. Después giraron la esquina y se perdieron en la distancia y en la memoria de la nómada.

Quinn. Quinn y Paul bajo la misma organización. ¿Es que el mundo se había vuelto loco? Sabía que para cuando habían conseguido transmitirle la noticia al hermano de Laurie, ella ya se había ido. Contactar con otros clanes nómadas a veces era complicado. ¿Estaba allí infiltrado también para cargársela? En el fondo daba igual. Quinn era de Izzy y de nadie más. Esa hija de puta se había llevado a la chica más perfecta que jamás había conocido, sin contar con su brazo. Había una bala esperándola.

Mal había conectado varios cables al volante y en cuestión de medio minuto el coche iba solo conduciendo por la ciudad mientras trataba de calmar a Natalie, la cual ya se había dado cuenta de que Zhuo estaba en el otro barrio. El netrunner intentaba razonar diciéndole (recordándole mas bien), que era una gran médica y que podía estabilizar a Zhuo, pero ella sólo repetía que no sabía, que no se acordaba. Al final desistió y miró al frente mientras Natalie se quedaba acurrucada en el asiento con los ojos fijos en la herida que la mujer tenía entre ceja y ceja.

-¿Vienes? –le preguntó rápidamente a Izzy. Ya se había dado cuenta de que la nómada podía prescindir de ellos en cualquier momento y largarse, y si no quería no iría.

En un gesto de generosidad inusitado (eso o que el recuerdo súbito de Laurie había provocado que volviese su antiguo yo), Izzy pasó a la parte de atrás una vez terminó el tiroteo, le pidió a Natalie que la cubriera (si es que podía hacerlo) y procuró mantener a Zhuo más acá que allá. Le tapó la herida como buenamente supo y comenzó a comprimirle rítmicamente el pecho. No sabía si eso valía una vez te volaban los sesos, pero oye, el chip que tenía en la nuca le decía que eso debía hacer. Y así procedía.

Mientras lo hacía, con goterones de sudor corriéndole por la frente y una expresión enérgica que no había mostrado hasta ahora (todo lo más, algo de locura suicida), se giró hacia Mal y contestó.

-Qué remedio. Ese tío, el de la furgo, le conozco. Supongo que si os sigo averiguaré qué hace ahí con esos.

Siguió con el ejercicio sin vistas a cansarse. Ahora Zhuo no tenía tan mala pinta. Igual sobrevivía, y todo.

-Hay que llevarla al hospital o llamar al Trauma. Yo no hago milagros.

-Ella los hacía -se quejó Mal, refiriéndose a Natalie. Aunque esta no pareció escucharle-. Llevarla al Trauma significa dar parte de lo sucedido y acabar en la carcel.

Natalie, que había pasado al asinto de copiloto, giró la cabeza y le miró con resentmiento.

-En el Savage no hacen preguntas... -sugirió, mirando de reojo el cuerpo que Izzy trataba de mantener con vida.

-Pues al Savage. ¿A quién has dicho que conocías? -preguntó mientras tecleaba en un panel para buscar la calle de ese sitio.

-Al tipo que se ha bajado de la furgoneta. Es... era... -se detuvo un momento y volvió a bombear-. Un pariente de una amiga. No creo que esté con ellos, si es que ellos están con Quinn. Oye, más te vale acelerar este cacharro o la china se nos queda.

-Hago lo que puedo -le espetó Mal, dando un giro brusco.

Natalie, de mientras, había cogido su cinturón para hacerse un torniquete en la pierna. Le dolía, pero procuraba no quejarse.

En cuestión de varios minutos pararon fente al Savage, un hospital que ni por asomo lucía tan explendoroso como el Trauma, pero que valía igualmente. Izzy no tenía muchas esperanzas respecto a Zhuo, y aunque lograsen revivirla el daño cerebral sería considerable. Demasiado como para que la tipa volviese a ser la misma. Aunque, bueno, no la conocía.

Un par de enfermeros se acercaron al coche. Mal y Natalie se bajaron y el netrunner les informó brevemente de la situación. Enseguida aparecieron varios médicos con camillas. En una se llevaron a Natalie y en la otra a Zhuo, a la cual le pusieron un collarín mientras una mujer que tenía orejas de gato le bombeaba el corazón como había hecho Izzy. Un hombre mayor les dijo que quitasen el coche de la zona de ambulancias y fuesen a la sala de espera para rellenar un par de formularios. Mal se hizo cargo de ellos de mala gana. No parecía gustarle mucho aquellos sitios.

Pasados quince minutos de trámites pudieron sentarse. Mal había hecho varias llamadas mientras que Izzy se había percatado de que el reloj de la sala marcaba casi las seis de la tarde. Lo cierto es que tenía bastante poca noción de este, y cuando recaía en las horas que habían pasado desde por la mañana una sensación de vacío se le apoderaba.

-Tu nombre no es Laurie. Laurie era tu novia -dijo Mal, que de repente estaba plantado delante de ella, igual de pálido que un cadaver y con los ojos perdidos en la nada (o en la red, que para ella venía a ser lo mismo)-. ¿Por qué les mentiste?

Izzy le devolvió una mirada igualmente vacía, cansada. Ella se hallaba al borde de la deshumanización tanto como él. Y la culpa de todo la tenía Quinn. Quinn le había arrebatado el brazo, motivo por el cual se había tenido que poner uno metalico. Había matado a su novia, a la mujer a la que amaba más que a sí misma, privándole de un motivo para seguir viviendo y al mismo tiempo dándole una única meta: vengarse. Quinn hacía que, ante el asesinato o la muerte de otros, a Izzy no le afectase apenas nada.

-Porque... a veces quisiera ser ella -respondió, sin saber por qué-. Me gustaría estar muerta.

Pero no habría muerte hasta la venganza, no habría descanso. Después todo dará igual, pero no permitiría que Quinn continuase viviendo mientras Laurie y ella criasen malvas. Después se arrojaría al abismo que veía frente a ella. Después se permitiría descansar.

-¿Cómo lo sabes?

Mal se sentó a su lado y se bajó la mascarilla que le cubría hasta la nariz, como si quisiera respirar aire de verdad. Tenía los labios finos y resquebrajados, y las mejillas hundidas, como si se le olvidase a menudo que debía comer algo consistente.

-Tu tía nos dijo que vendría una tal Izzy en busca de venganza. Zhuo la llamó por si eras tú cuando Natalie nos mandó el e-mail. Por la descripción no hay duda.

Lo cierto es que su cresta no pasaba desapercibida. El netrunner se quedó mirando un punto fijo sin demasiado interés. Al poco añadió.

-Estar muerto no soluciona nada, aunque los hay con más suerte. Al menos tú conservas la cordura. Otros que se vuelven vegetales muertos o directamente se tiran al mar, como si sus cuerpos no llenasen de más mierda este mundo. Y luego están los pobres desgraciados que no saben qué hacer con sus vidas.

Quizás esperaba un lo siento o algo similar, pero Mal no lo dijo ni pareció ir a decir nada más al respecto.

-Que no soluciona nada... -Izzy sonrió amargamente-. Cada minuto de mi vida, cada latido de mi corazón, pesa más que un kilo de plomo. Cada nuevo día por el que dar gracias es un infierno. ¿Has amado alguna vez? ¿Amado de verdad? No es como querer a tus padres. Es un amor que siempre has tenido, es caduco, algún día los sobrevivirás y asi es la vida. Pero... tu amor verdadero... Te da tanto que cuando ya no está, descubres que no tienes nada. Si no has amado no has vivido... y cuando pierdes lo que amas, ya no vives. Sólo caminas, sonámbula, a la espera de despertar. Y si tienes suerte, aún sientes algo que te llena de verdad. No es una sensación positiva, pero al menos es una pasión. Es el odio, la venganza. Las ganas de hacer daño a quien te ha jodido.

Hacía tiempo que no exponía lo que sentia. Se había desbloqueado momentaneamente.

-Ese hombre que he visto es el hermano de Laurie. Y ojalá él estuviese muerto y ella siguiera viva.

Mal se quedó en silencio.

-Zhuo era "mi chica".

Sólo dijo eso. Y sí, lo dijo en pasado como si no tuviera esperanza (si es que podía tener algún tipo de sentimiento) de que fuese a salir de esa.

-No creo que vaya a sentir eso que tú has descrito nunca. Precisamente porque siendo lo que soy me ahorro toda la parafernalia de las emociones. No te ofendas, es algo que elegí hace muchos años precisamente para evitar cosas como lo que tú estás pasando. No estoy ni mejor ni peor que tú o cualquiera, pero estoy y soy útil. -Y esa gente, gente como Mal, era lo más degradado e inhumano que había en la sociedad, el punto extremo de la frialdad. Lo que sería Izzy cuando acabase con Quinn, pero sin apretar el gatillo en su propia cabeza-. Supongo que si hubiese sido al revés ella sí lo habría sentido más. A veces me jode no poder corresponderla, pero es lo que hay. Yo no me cambiaría. Ya no.

-Y mí qué me importa -dijo Izzy entre dientes-. Puedes hacer lo que te dé la real gana con tu cyberpsicosis, con tu chica o lo que quieras. Tú eres tú y yo soy yo.

Eso estaba claro. Izzy no cambiaría por nada el tiempo que había vivido con Laurie, ni siquiera para arrancarse aquella sensación. Podría tomar una de esas drogas que te cambiaban la personalidad, que te hacían olvidar todo lo que te importaba y te hacia daño. No debia distar mucho de como se sentía Mal, pero eso no era lo que quería. No si significaba olvidar la verdadera felicidad que había vivido junto a Laurie.

Mal no dijo nada más, se quedó mirando el infinito con los ojos vidriosos. Parecían el cristal de una botella de cerveza.

No pasó mucho más de un minuto antes de que una médico apareciese preguntando por los familiares Zhuo. Mal se levantó de forma automática, cubriéndose la mitad del rostro de nuevo, y se encaró a la mujer y las noticias que traía. Milagrosamente parecía que habían conseguido revivir a aquella que había dado la vida por Izzy. Un milagro. Aunque eso no quería decir que estuviese todo hecho; tenían que extraerle la bala y después, si todo salía bien, calibrar los daños y un montón de cosas más que decidieron ahorrarse. Después de la perorata pidió que uno la acompañase para ajustar cuentas económicas.

-Quédate por si dicen algo de Natalie –le pidió el netrunner antes de seguir a la mujer de bata blanca.

Izzy se quedó sola de nuevo, en aquella sala llena de gente que miraba al frente sin razón alguna a falta de algo mejor que hacer. Había un murmullo constante de fondo que a ratos le parecía el sonido de una vieja radio mal sintonizada. Daba igual lo que dijese porque su presencia había dejado de molestarle hacía tiempo. Lo único que vagaba por su mente era Laurie. Laurie y Quinn. Quinn y Laurie. El amor y la ira mezclados en su cabeza hasta tal punto que a veces le costaba discernir cual predominaba en cada momento. La tristeza, la venganza, la nada…

-Disculpe, ¿usted ha venido con Natalie Crawford?

No sabía cuanto tiempo había estado con el chip desconectado, pero la presencia demasiado cercana de alguien la hizo volver a la realidad. No había mucha gente en la sala, y la mayoría de las cabezas estaban vueltas hacia ella.

Izzy se puso en pie y miró con hosquedad al médico. No era nada personal, desde luego. Pensar tanto en Quinn la convertía en alguien con muy mal carácter. Procuró suavizar la expresión, sin lograrlo del todo, y contestó:

-Sí.

El hombre, de aspecto cansado y oscuras ojeras, le tendió un formulario.

-La señorita Crawford se encuentra sedada y necesitamos que autorice la operación para implantarle una nueva pierna izquierda dado que no hemos podido hacer nada por la que tenía. Ya que está en quirófano es mucho mas rápido hacerlo así que esperar a que se despierte y tener que hacer todo el papeleo de nuevo, pedir cita, etc. ¿Le parece bien? –informó con la rapidez de alguien que está acostumbrado a dar ese tipo de noticias.

La pierna de Natalie, la que ella había disparado para herir a la otra chica. Izzy recordó que fue su tía quien autorizó su nuevo brazo mientras ella estaba ingresada, ya que el de verdad había quedado disfuncional. Era eso o ir con un muñón por la vida.

-Yo no soy nadie para decidirlo, pero si necesitan mi consentimiento para que esa chica no pierda más trozos de cuerpo, firmaré. Eso sí: nada de metal. Que sea de carne. Ya tiene suficientes papeletas para la cyberpsicosis -respondió Izzy, tomando el bolígrafo y firmando la autorización.

El médico asintió a lo que Izzy dijo, pero una vez obtenida la firma se limitó a marcharse por donde había venido sin asegurarle que cumpliría las peticiones. De todas maneras, ella no se encargaba de la cuenta. El que llevaba eso, Mal, apareció justo cuando el médico se iba. No dijo nada respecto a Zhuo o lo que fuese, se sentó a su lado y tras varios segundos rebuscando por los bolsillos de la chaqueta sacó un papel.
-Esto va a llevar rato. Quizás te sea más rentable ir a por tu moto, si no te la han desvalijado todavía. Puedes encontrarme en este número.

Izzy asintió, guardándose el papel en el bolsillo como si fuese oro.

-Asegúrate de estar localizable. Cuando salgas del hospital, llámame. Éste es mi número -Le escribió su móvil en otro retazo de papel, un ticket de compra por los bocadillos de Natalie-. Yo voy a buscar un lugar donde dormir y ver lo que puedo encontrar en la ciudad. Si sabes algo de Quinn o del tipo que conducía la furgoneta, o de esos cabrones, llama.

-Okey –dijo Mal con un breve asentimiento de cabeza.

A falta de algo más que decir o hacer, Izzy salió de la sala de espera para buscar un sitio donde dormir. Había sido un día intenso, varias horas de carretera y dos tiroteos. La mente, por muy ausente que estuviese, se resentía ante tanta actividad después de un largo estado de apatía. Y es que los remordimientos y las ansias de venganza no se podía comparar al desgaste de sostener un arma y poner los cinco sentidos en tu adversario para matarle antes de que él lo haga contigo.

Al salir del Savage, la nómada se dio cuenta de que jarreaba con fuerza. Olí agrio, a algo medio podrido, como si el agua que caía del cielo proviniese de las alcantarillas de la ciudad. En realidad era toda la contaminación que traían las nubes de lluvia, y con ellas aquel olor nauseabundo. Una enfermera que entraba en ese momento le señaló una urna de cristal donde había mascarillas gratuitas que solían repartir los hospitales. No hacían mucho, pero tapaban el olor. Entonces, al salir a la calle, divisó en la acera de enfrente una furgoneta. Al principio le pareció que sencillamente era un modelo que había visto o tenido alguien conocido, pero cuando estaba doblando la esquina de la calle se dio cuenta de que no. En ese asiento de conductor había estado Paul hacía una hora y pico.

Izzy aceptó una de aquellas mascarillas, aunque no con mucho gusto. Mal llevaba una, lo que le tapaba la boca, lo que le hacía aún más inexpresivo. No quería convertirse en él, desde luego, pero no le quedaba mucho tiempo antes de que terminase ocurriendo. Era probable, de hecho, que pasase en el momento en que le diese el balazo prometido a la zorra de Quinn.

Sin embargo, aquella tristeza se diluyó en cuanto se percató de la furgoneta. ¿Sería posible que hubiesen traido a alguno de los heridos a los que ella misma hubiese disparado? ¿Sería posible que hubiese sido Paul quien los trajera?

No pensaba dejar correr la oportunidad. Localizó su moto y se quedó detenida en una de las esquinas desde las que podía ver la furgoneta, para seguirlos hasta donde quiera que fuesen en caso de que condujera más de uno o abordarlo en caso de que fuese el mismo Paul.

Izzy esperó bajo la lluvia hasta que la chupa de cuero empezó a corroerse lentamente, igual que si hubiesen echado ácido en pequeñas cantidades. La piel le empezó a picar y parecía mentira que aquel tiempo fuese posible. Había escuchado hablar a los mayores de un tiempo en el que la lluvia era sana. O algo así. El caso es que no salía nadie del maldito hospital, o alguien que le interesase. Sí que debían estar con un alguien herido.

Cuando estaba apunto de tirar la toalla, y ponerse a cubierto, vio salir a dos individuos cubiertos por chubasqueros que se fueron hasta la furgoneta. No podría afirmar cien por cien que uno de ellos era Paul. Sólo le había visto una vez, dos con la de aquella tarde, pero algo le dijo que uno de ellos era.

Izzy tosió, carraspeó y se levantó la mascarilla un momento para escupir una flema. Con un poco de suerte se sacaría de la boca aquel sabor a rancio que provocaba el hedor de la lluvia... Pero no hubo suerte.

En lo que sí tuvo suerte fue en la aparición de los tres tipos. Subió los pies a la moto y arrancó. En cuanto se pusiesen en marcha los seguiría a una distancia prudencial. A ver a dónde iban.