Partida Rol por web

Ayer fue el peor día de tu vida, nunca olvidarás el 3 de Mayo. Llevas meses trabajando duramente en un libro sobre los cultos a los hombres serpiente de los indígenas del Perú y sobre la existencia de un una leyenda local sobre un gran templo construido en oro en el que al parecer habitaban y se adoraban a esos hombres serpientes.

Has hecho varios viajes a la zona y has intercambiado impresiones en varios simposios en Ginebra y Londres, tienes el libro casi acabado, pero ayer, como de costumbre, cuando bajabas a la biblioteca del Campus para tomar varios libros de consulta sobre las expediciones españolas al amazonas, sobretodo, la primera expedición de Pizarro, narrada por un tal Queitano do Rivero, lanzaste un grito de terror, al ver en una balaustrada, el cuerpo de un pobre muchacho.

El chico había sido asesinado, ¡ por alguien del Campus! ¡ en la biblioteca! , quedaste varios minutos sin poder moverte, tras dar el grito el efecto que produjo el cadáver sobre ti fue... paralizante.

Cuando al fin conseguiste moverte, corriste a avisar a uno de los vigilantes, que afortunadamente no adaba lejos y después vinieron varios médicos a examinar al cuerpo y se lo llevaron a la morgue de la facultad de medicina.

A estas horas le estaban realizando la autopsia según te comentó un tal doctor Morlon o Morlan, o algo parecido, ahora no recuerdas...

Sobre el chico la verdad es que poco sabes, lo único es que se llamaba Frank Chaltron y que estudiaba Filosofía, ¡ podía haber sido perfectamente alumno tuyo ! el hecho de que no le conocieras hizo que lo llevaras mejor, dentro de lo que cabe...

Ahora estabas frente a tu escritorio, con el manuscrito de tu obra frente a ti, desparramado por encima de la mesa y con una copa de whiskey con agua entre tus manos. No deberías beber, pero el Whiskey es lo único que hace que no evoques constantemente aquella maldita imagen.

¡Señor Groe...GROEB... Groebner! -estaba "aturdido" debido al alcohol, hablaba con la lejanía del techo- Métase su teo... ¡HIP! ...ría de los "círlucos" cultu... círculos cthulhu... ¡círculos culturales por donde le quepa!

Levanté mis manos con la copa en la mano. Por suerte no se derramó ante mis escritos. El alcohol hacía mella en mí...

¡Sí! ¡LO COFIE... ¡HIP!..ESO! Soy un francés difusionista ¿¡Y qué!? Ese  Queitano demostró lo que Perry afirmaba... ¡lo hizo!: La religión desa... ¡HIP! ... desacralizada provoca la decadencia de las sociedades... ¡Mira Groebner lo que le pasó a esos indios en la expedición de Pizarro! ¡Antes de su llegada fueron avanzados! ¡Mameluco!

Recordando los simposios de Ginebra y Londres y las propuestas antropológicas de varias culturas en un vano intento de olvidarse de aquel muchacho muerto (que acababa de comprobar que había sido alumno suyo), el profesor LaFleur se levantó y volvió a mirar una vez en su corcho de pared. En él estaba recogido el trabajo de toda una vida: su árbol genealógico. Cuando no investigaba casos paranormales o preparaba el artículo de su columna semanal, su otra pasión era investigar sobre sus propios orígenes. Su introspección temporal había llegado hasta 1310 con un atepasado suyo, un tal Guilleume de Gravoir, templario francés en cuyos documentos hayados hace tiempo lo referían como "El Francés"...

Sin embargo, la imagen de su alumno seguía allí, mientras miraba todo el parentesco frente a sus ojos. No podía estarme allí, pensando en lo mismo... de ninguna manera.

En ese momento alguien llama a la puerta del despacho del profesor, TOC TOC!

Ebh.s... -titubeó el profesor- ¿Qui...? ¿Quién es?

Mis manos temblaron y noté que derramé parte de la copa en algún lado, pero mirando bien el suelo y el escritorio no noté dónde. Acto seguido tapé con un periódico de hacía dias mi borrador sobre el libro de los indios amerindios. Luego dejé el vaso en la mesa, me levanté y coloqué la corbata (y en esos momentos vi la mancha húmeda sobre ella) y finalmente, puse la mano en el pomo de la puerta.

Ahora mi... mismo... -respondí mirando al suelo. Tragué saliva. Acto seguido, abrí.

En la mente de Liz se iban acumulando un montón de preguntas que quería hacerle al profesor LaFleur mientras andaba lo más rápido que podía hacia su despacho: ¿A qué hora había encontrado el cadáver de Frank Charlton? ¿Cuáles eran sus motivos para estar en ese momento en ese lugar? ¿Conocía al fallecido? ¿Era o había sido Frank Charlton alumno suyo? ¿De verdad no había ninguna herida ni nada de sangre en el cuerpo? ¿Podría haberse tratado de un robo? ¿Recordaba algún detalle extraño o fuera de lugar?…

Cuando por fin llegó al despacho, Liz se arregló un poco la falda y el pelo y llamó. Al cabo de unos segundos, el profesor LaFleur abrió la puerta y todas esas preguntas se esfumaron - ¡Ufff… qué mala pinta tiene! ¿Qué es ese olor? ¿Será alcohol? ¿Y esa mancha en la corbata?

Liz salió rápidamente de su ensimismamiento, sonrió y se presentó:

Buenos días, profesor. Soy Liz Parker y estoy trabajando para el Pregonero de la Universidad de Miskatonic. ¿Le importaría que le hiciera alguna pregunta acerca de Frank Charlton?

Eh... encantado señorit... -iba a tenderle la mano, pero se dio cuenta que la tenía pegaosa tras haber vertido la copa. Luego se miró la corbata y esperó que el suelo de su despacho le tragara... No, no, claro... ¡adelante!

Le ofreció a entrar. Cuando pasó y ésta quedó a su espalda intentó retorcer la corbata, escondera ¡incluso quitársela!, pero sin acierto: el nudo estaba demasiado apretado. Rápidamente, se adelantó a la mujer, quitó el vaso y la botella, guardándolos en un cajon del escritorio y retiró a un lado la pila de hojas de su borrador. Luego la invitó a sentarse en el asiento de visitas. Él hizo lo mismo en su propia silla. Carraspeó.

Bien... -hizo severos esfuerzos por mantener la compostura y la equidad- bienvenida. Ust...ed dirá.

Liz tomó asiento y dio una ojeada al despacho mientras LaFleur intentaba esconder la botella medio vacía que tenía en su mesa - Muchas gracias por atenderme, profesor.

Verá, estoy haciendo el seguimiento de la terrible tragedia que ha ocurrido con Frank Charlton para el periódico de la Universidad y, si fuera posible, me gustaría saber cómo fue exactamente cuando le encontró sin vida a los pies de la biblioteca.

Con un grácil movimiento, la chica sacó de su bolso una pequeña libretita y algo para escribir y se dispuso a tomar nota de las respuestas de LaFleur.

Si no le importa, empezaremos por el principio: ¿A qué hora se encontró el cadáver de Frank Charlton, profesor, y cuáles eran sus motivos para dirigirse a esa hora hacia la biblioteca? – Dándose cuenta de que el final de la pregunta podía resultar algo incómodo, Liz esbozó una sonrisa y puntualizó - Ya sabe, es solo para descartar las habladurías que empiezan a manejar algunos alumnos…

 Ya, ya... ¡HIP! -los últimos retazos del alcohol en mi cuerpo aún se evidenciaban...-, entiendo..., protocolo más bien, ¿verdad? El caso es que ayer, a media tarde más o menos*, me dirigía la biblioteca de la universidad, como de costumbre, para tomar algunos libros de historia. Estoy en pleno desarrollo de un libro sobre los hombres serpiente de los indígenas del Perú ¿sabe? -en esos momentos puse la mano sobre la pila de folios tapada con el periódico y golpeando con los dedos una y otra vez el montón, como señalando que ese era el borrador de dicho libro y que estaba orgulloso de ello.

Y allí estaba, el joven Charlton, en una balaustrada en la escalera: su cadáver me horrizó ¡Jesús! Ese muchacho había sido alumno mio, y apuntaba maneras. Creo que lo han llevado a la morgue. Una lástima, sin duda.

La estudiante de periodismo fue tomando nota de todo lo que escuchaba y veía en aquel lugar, poniendo especial atención a los detalles:

… Fue a la biblioteca como de costumbre, ¿no?… ¿Hombres serpiente, dice?… Aja, así que Frank Charlton fue verdaderamente alumno suyo…

Cuando LaFleur terminó, la chica ya tenía preparada la siguiente salva de preguntas:

Resulta muy interesante lo que está contando, profesor. Por sus palabras, o por las que no dice, debo suponer que encontró el cadáver sin marcas de violencia visibles. ¿Diría usted que podría haber sido una muerte natural? ¿O acaso había algo en el fallecido que le hace pensar en otra posibilidad? ¿Recuerda usted algún detalle extraño o fuera de lugar en la escena?

Parece que este hombre puede ayudarte poco, quizás la novia de Frank sepa algo...

Hombre, señorita... -dije pensativo-, no creo que fuese una muerte natural... su cuerpo estaba sobre una balaustrada de la biblioteca, en fin... Creo que un tal doctor Morlon o Marlan lleva lo de la autopsia...

Luego respiré hondo.

Ciertamente este caso no me deja dar mis últimos detalles como debiera a mi libro. La verdad es que tengo interés por descubrir el tema, ya que tampoco podría trabajar sabiendo que alguien de la universidad o que haya estado rondando por aquí pueda pasearse impune mientras yo trabajo en mi despacho... ¿Le parece que vayamos a ver a ese tal doctor?

Bueno, profesor, antes de ir a visitar al Doctor tenía previsto otra cosa… – Liz se quedó pensando un par de segundos y llegó a la conclusión de que la presencia del profesor podría serle provechosa – Pensándolo bien, ¿Por qué no me acompaña?

La chica se levantó resuelta de su asiento y guardó el bloc de notas en su bolso.

Quiero ir a hablar con la compañera sentimental de Frank Charlton. Si lo tengo bien entendido, se llama Crosbie, Rachel Crosbie… ¿Por casualidad no la conoce? Debe ser de las últimas personas que le vio cuando aún estaba vivo…

Después de esto, podremos ir a ver si ya hay un resultado de la autopsia. ¿Viene conmigo, profesor?

Pu... pues no -respondí girando el labio- ¿Es también alumna de la universidad? Quizá haya sido alumna mía también.

Luego, antes de responder a la propuesta de la señorita Parker, me hice "el mudo", abrí un pequeño armario que tenía en el despacho y con suma rapidez me quité la corbata, guardándola en un estante interior y sacando de él otra. La nueva era de un color igual de pardo y raquítico que la cara de LaFleur, pero estaba limpia. Acto seguido tomó el tomo de hojas y con sumo cuidado las metió también en el armario.

Ahora si, señorita Parker -dije. Vayamos a ver qué podemos averiguar... Usted primero -dije finalmente con leve gesto de brazo elevado dirigido hacia la puerta. Al salir casi estuve a punto de estamparme contra la puerta, pues el alcohol aun me hacía zozobrar. ¿Tiene coche o prefiere que vayamos en el mio?

¿Coche? ¿En ese estado? Dios mío, espero que no sea necesario…

La verdad, profesor, es que no se si hará falta ir en coche… – se apresuró a responder la estudiante risueña – Espere… Por aquí tengo apuntada la dirección de donde se aloja la Srta. Crosbie.

Liz volvió a echar mano de su libreta de notas y después de rebuscar en algunas páginas, por fin dio con lo que buscaba.

Ve, no está tan lejos. Con una simple caminata habrá suficiente - apuntó con alborozo - Así podremos disfrutar un poco del sol de primavera.

De acuerdo, vayamos -dije.

Será mejor así, a ver si me da un poco el aire en la cara... -pensé.

¿Y a qué se debe su afán por este caso, señorita Parker? -dije como por cortesía y cumplido. ¿Es por pura investigación o es por pura remuneración? ¡Ande, no se pare, por favor, dígame mientras caminamos!

¿Por dinero? No, no, Dios mío – respondió la estudiante contenta por haber sorteado lo de ir en coche – La Universidad no nos paga por trabajar en el periódico. A parte de ser una buena oportunidad de hacer lo que nos gusta, el único provecho que sacamos de trabajar en el Pregonero es foguearnos y hacer un poco de currículum.

Mientras los dos salían paseando del edificio, Liz continuó amenizando el recorrido con un poco de conversación:

Otra cosa es que este caso en concreto es lo único realmente… “interesante” que ha ocurrido desde que estoy en la redacción. Hasta el momento, solo he podido escribir aburridas crónicas de deportes, eventos culturales y otras tonterías de la vida universitaria. Sin duda, la muerte del Sr. Charlton es una tragedia para todo el mundo, y como tal, merece ser investigada y explicada para que solo quede la verdad cuando todo haya terminado.

Por cierto, esos papeles de los que me hablaba y que luego guardó… ¿De qué me dijo que trataban? ¿Hombres lagarto?

La charla continuó hasta que llegaron a su destino.

Esbozó una sonrisilla cuando mencionó lo de esos amerindios, pero hizo oídos sordos a su pregunta...