Partida Rol por web

^{Club Annika. Distrito Akademichesky. 1:16 am.}

KOPERNIK

Esa noche el Annika estaba a reventar. Las estríper contoneaban sus voluptuosos cuerpos bajo el sudor de la luz de neón. Sus movimientos sensuales tenían la estudiada función de "alentar" a la clientela potencial de aquel sórdido local dedicado a la prostitución. Del Annika se decía que era marca de calidad. Que podía satisfacer todos los deseos de los clientes. Y era verdad, pero no era por su extenso catalogo, el cual ofrecia toda clase de material: desde chicas tímidas, coquetas, dominadoras, sementales con barba de tres días, a algún que otro modelo local de bajo nivel. Era verdad que podía satisfacer cualquier deseo gracias al sórdido negocio clandestino que se escondía trás de aquella pantalla de humo hecha de carne y deseos vacíos. Eran las llamadas experiencias Simestim.

Aquella noche KoperniK estaba lejos de la música y ajetreo de la sala exterior. Se encontraba en un cómodo butacón del reservado VIP y hacía girar ritmicamente la copa de licor mientras daba cortas caladas a un tabaco natural elaborado a mano. Esa noche tocaba revisar el libro de contabilidad...

KoperniK, preséntate y dime:

¿Cómo es tu local? Algo he oído, pero me gustaría que tu nos hablaras un poco de él.

¿Qué dicen los dados? ¿Van bien los números este mes? ¿Hay ganáncias o pérdidas? ¿Algun contratiempo?

Las cosas estaban tranquilas en el espacioso Annika. Había tres ambientes bien delimitados, además del de los shows privados. El popular era el favorito y lo que ocupaba la mayoría del espacio, se trataban de todos los estándares que todo el mundo esperaba encontrar, bastaba con encontrar chicas que se hubieran pagado implantes de belleza confiando en triunfar en el espectáculo sin éxito. Los otros eran las experiencias más dirigidas: BDSM y hardcore, para eso no todo el mundo valía. En el BDSM eran necesarias personas capaces de hacerte sentirte como una mierda pero a la vez que te sientas liberado por ello, y no todo el mundo tenía el talento para eso. Hardcore en cambio, pedía gente dispuesta y experimentada.

Lo más importante de todo era que al final del día las putas hacían lo suyo y la mayoría de los don nadies asistían embelesados a aquel espectáculo femenino dejando los creds que la caja demandaba.

KoperniK se lo tomaba con calma mientras saboreaba su bebida alternándola de cuando en cuando con el tabaco, era un regalo. En aquellos tiempos cada vez era más complicado localizar pequeños placeres auténticos como aquel cigarrillo liado a mano, sin embargo, su negocio le hacía congraciarse con varios clientes y de cuando en cuando le dispensaban regalos como aquel que estaba saboreando. Al otro lado sólo había un par de los clientes habituales dándose un viaje de simestím, eran de los habituales y los conocía. Preferían la intimidad, no en vano no era habitual querer cruzarse con gente antes y despues de protagonizar experiencias snuff. Sin embargo, no eran de lo peor que visitaba su sitio. Al final todo se reducía a los creds, y si había suficientes creds nada era cuestionable, tan sólo... difícil de conseguir. 

Tranquilo devolvió su atención a su terminal que estaba proyectando en ese momento un holograma con las cuentas, todo iba bien aquella semana. Cambió los datos y empezó a toquetear en el aire para empezar a filtrar y procesar la información que le habían preparado para estudiar previsiones y tendencias, pues creía que con cada subida de honorarios de Vicky estaba percibiendo mucho menos dinero en proporción.

—¡Alto! —escuchó más abajo. Alguna vez se producían llamadas de atención pero por si acaso quiso confirmar que todo seguía bien. Al mirar, se fijó en cómo en ese momento Trisha, así se hacía llamar una de las más populares, estaba haciendo un giro invertido y uno de sus clientes parecía estar como un perro en celo. Era consciente del efecto que provocaba ella pero aquella reacción parecía fruto de un Trank mal mezclado.

Buscó en derredor a uno de los suyos que se encargaban del orden pero no lo encontró.

—Joder... ¿Dónde están? —masculló una maldición intentando volver a las cuentas, estuvo un rato mirándolas pero ya los números bailaban y no era capaz de localizar dónde lo había dejado. Su atención estaba en el maldito gilipollas que podía liarsela si no aparecían Dimitri y los suyos. 

Apagó la pantalla de un movimiento brusco y se levantó raudo dirigiéndose hacia la pista, si no venían los suyos... Se encargaría él mismo y luego ajustaría cuentas con Dimitri. Por el camino saludó a algunos de los VIP cubriendo su rostro de una máscara de falsa cortesía. Tras descender las escaleras vio que el idiota del trank estaba intentando subirse a la tarima mientras que Trisha seguía con su número no sin mirar de cuando a su alrededor esperando la ayuda que no llegaba. Cruzó la distancia que le separaba con la tarima de Trisha en varias zancadas y agarró del cinturón de su cliente evitando que terminase su ascenso.

—Venga amigo mío, acompáñeme que le invitaré a una copa —le dijo al oído mientras le levantaba e intentaba sacarle de allí.

El tipo se quitó de encima las manos de Kopernik con un brusco movimiento. —Te hará falta algo más que una copa, "amigo"— la última palabra salió de su boca con un deje forzado de ironía mientras sus ojos artificiales cambiaban sutilmente de color. Su cerebro acababa de mandar la señal adecuada para que la sangre de su cuerpo fuera filtrada de manera acelerada. En pocos segundos los efecto del trank y de el alcohol ingerido ya eran historia. Aquella tecnología no era moco de pavo. Kopernik lo sabía. Y acabó por confirmarlo cuando la mano de aquel hombre extrajo del interior de su chaqueta una placa de identificación oficial.

—Dudo mucho que en este garito esté todo en regla. —aquel tipo era del gobierno.

Esto tiene mala pinta KoperniK. Este tipo es del Gobierno pero...
¿De qué departamento? ¿Control de prostitución? ¿Impuestos? ¿Sanidad?... Tu dirás. 

Lo que está claro es que no va a tardar en meter las narices hasta el fondo de tu negocio.

¿Qué haces?

–¿Control de prostitución? –preguntó sorprendido al ver la identificación con el sello rosa. Su mente repasaba mentalmente diferentes opciones y formas de abordar aquello, o aquel desgraciado había venido para buscar una mordida o una cosa había llevado a la otra. La peor opción era la segunda, pues herido en su orgullo podría atacar donde más dolía.

–La verdad es que está todo en regla de acuerdo con los protocolos gubernamentales, hacemos análisis semanales y pasan el reconocimiento médico cada seis meses como viene estando estipulado –explicó pausadamente y dejando claro que buceando en el papeleo no iba a encontrar nada–. Creo que cualquier problema que creas estar viendo se puede aclarar. Si quieres puedes venir a mi despacho y te enseño toda la documentación para que verifiques sus vigencias. O... puedo organizarte un show privando por las molestias. Entiéndeme que no podemos permitir que ninguno de nuestros clientes se propase con las chicas en público tal y como viene marcado en el Decreto legislativo del 72. Por eso y por las molestias se me ocurre que te podemos poner con Ayase, es exótica y de lo mejor que tenemos por aquí. Japonesa, sin embargo, su descaro no tiene nada que envidiar al de ninguna fulana rusa.

Abrió entonces su postura, extendiendo su brazo como si le invitara a acompañarle a las dependencias privadas, no sin fijarse en si tenía algún implante neural que permitiera experiencias simestím. Quería cerciorarse de que aquel maldito funcionario no sabía más de lo que tenía que saber.

El agente hizo un extraño movimiento con la boca y la lengua chocó contra el paladar generando un sonoro chasquido de decepción —Sabe perfectamente, señor Kopernik, que no estoy aquí por las mujeres— el mnemólogo miró alrededor y seguía sin encontrarlos. ¿Dónde cojones estaban los tipos de seguridad?. Para que demonios los tenía en nómina si...

—¿Me está escuchando? —la voz de Korsakov lo devolvió a la delicada realidad del momento. —Tampoco me interesan los papeles de este tugurio de mala muerte, puedo asegurárselo—. En ese momento el mnemólogo tuvo la sensación de que aquel perro del gobierno no pensaba largarse de allí con las manos vacías.

—¿Sabe señor Kopernik?. Se escuchan muchas cosas interesantes acerca de su local...

Eso suena a que lo estás intentando Distraer.

¿Quieres tentar tu suerte? Adelante, pero te advierto:

Ese tipo no va a ser fácil de convencer.
El agente Korsakov no es un sintecho del piso cero al que puedas comprar con una de tus putas baratas.

^{Sala de reuniones de la Junta Directiva. Torre Cryotech. 20:07 pm.}

HARLAM

Era la hora estipulada y los miembros de la megacorporación Cryotech se reunían.

Los habitantes del piso cero, ajenos a lo que ocurría en las altas esferas de la ciudad de Moscú, se movían de acá para allá ocupados con sus quehaceres diarios. Algunos terminaban la jornada laboral y solo deseaban llegar a casa donde les esperaban sus seres queridos. Otros apuraban las últimas compras del día, y otros tantos se preparaban para una noche de fiesta y desenfreno. La gente caminaba sin mirarse unos a otros. Los vehículos se perseguían mutuamente soltando humo gris tras de sí, en eterna persecución. Sobre ellos, la espira recubierta de cristal negro de la Torre CryoTech se clavaba sobre la carne de la ciudad como una aguja de acero y hormigón inyectando el veneno de la corrupción en sus calles.

Harlam había tomado los siete elevadores necesarios para ascender a las últimas plantas de aquella megaestructura. Había cruzado las múltiples salas de cubículos individuales destinadas a reuniones virtuales en un ambiente completamente impersonal. Una música corporativa lo acompañaba mientras eslóganes de la compañía aparecían en todos los asépticos pasillos blanco nuclear de sus corredores de puertas numeradas. La IA del edificio lo guíaba a su destino por ese laberinto mediante hologramas serviles.

—Balance semanal —inquirió la voz artificial que salía de un holograma diréctamente proyectado desde el fondo de la mesa. Era Gurú. La cabeza pensante de CryoTech. Una I.A. que carecía de rostro y sentimientos cuyo único objetivo era la cuenta de resultado. Una enorme bestia calculadora hambrienta siempre de más beneficio y poder.

Su voz daba comienzo a la reunión...

Mís fríos ojos grises ignoran el holograma que ridículamente simula que estemos teniendo una especie de reunión. Esta pantomima es para mí una mala función. Si la compañía quiere saber de mis resultados no necesita que yo le informe de ellos. Pero la función de todo esto es otra, es recordarme que estoy dentro de su rueda y que seguiré viniendo a hacer esto una y otra vez mientras ellos quieran. Y así será. Mi dedo índice de piel arrugada y uña amarillenta mantiene una encarnizada batalla por desprender un hilo de la solapa de mi impecable traje rojo. El silencio de Gurú me indica que es mi turno, como todo se está grabando en mi cabeza, más tarde podré revisar cada una de sus palabras un millón de veces, si lo deseo.

Me limito a decir en voz alta los números de los expedientes de las cuentas a mi cargo seguidos del valor neto de incremento de la cuenta de resultados de cada una. Luego, guardo silencio.

Vuelvo a la pelea con el dichoso hilo blanco que se resiste a desprenderse.

_{Club Annika. 1:32 am.}

Esa misma noche Harlam había acudido al Annika. No estaba allí por el alcohol o las prostitutas. Mucho menos por la música. Y aunque aquel club tenía servicios BDSM y hardcore propios de su agrado, Harlam ya tenía a Irina para eso. Mirar a las chicas del local le hacían pensar en ella...

Irina era mucho más jóven que él. Era su vía de escape. Un lugar donde no sentirse encadenado por su obligación de satisfacer a la corporación. La visitaba regularmente y mantenía una relación masoquista con ella. Necesita que ella lo castigara por todos aquellos actos sin escrúpulos que su vinculación y ansias de ascender en la compañía le exigían.

Entonces lo vió. Allí estaba el dueño del local discutiendo con un tipo trajeado. El primero hablaba con calma y su expresión corporal denotaba un trabajado autocontrol. Eso le gustó. El segundo había sacado una placa de su chaqueta y sus maneras eran las propias de los agentes al servicio del gobierno.

—No lo sé... Francamente no se me ocurre otro asunto por el que un agente de prostitución podría venir aquí —contestó con calma. Sabía que no debía amilanarse ante el primer gilipollas que venía a exigir algo pues olerían su debilidad y morderían—. Creía que esto iba de alguien pasado de Trank que no había cumplido las reglas que marcan los locales de prostitución. Por deferencia a usted como cliente le ofrecí una salida airosa, sin embargo, veo que me acusas de algo y me amenazas... No entiendo lo que buscas, pero desconocía que las investigaciones oficiales empezaban como usted lo ha hecho.

Le miró con calma directamente a los ojos, apoyó su mano en su brazo intentando proyectar cercanía.

—Y sí, tengo vídeos de ese momento así que si no tiene ninguna orden o una petición formal, me gustaría pedirle que se marche.

Harlam: Sé que estás aquí por las experiencias simestim.
Tú y yo sabemos que ese no es un servicio que el Annika ofrezca a cualquiera.

Primero vas a tener que ganarte la confierza de KoperniK, y yo diría que si le quitas a esa sanguijuela gubernamental de encima te va a estar más que agradecido.

¿Qué dices? ¿Vas a interceder por él o tu mente retorcida tiene otros planes?

Ver en apuros al dueño del local me provoca una sonrisa lobuna que deja al descubierto una nacarada y perfecta dentadura que contrasta claramente con el millar de arrugas que surcan la piel de mi cara. Eso hace de la sonrisa algo parecido a una mueca o grito mudo. Aflojo el nudo de mi corbata de terciopelo rojo, y mientras camino hacia ambos finjo torpeza y debilidad tropezando con alguna mesa y tirando copas y bebidas al suelo. AL tiempo voy mordiendo mi labio hasta conseguir que un hilo de sangre descienda por mi mentón. Prácticamente me arrojo desfallecido al agente.

Gracias a Dios! Agente... - finjo respiarar con dificultad - Acaban de asaltarme ahí fuera. Dos horribles personajes cubiertos de tatuajes... me han golpeado. ¡es indignante. justo estando usted aquí! - finjo recuperar algo la compostura - ¿pero qué demonios hace que no está corriendo a detenerlos?...- lo contemplo con mis ojos grises queriendo que se sienta juzgado ante la posibilidad de ignorar su principal obligación como agente de la ley. -¿A qué espera? se escaparán...