Partida Rol por web

^{Vertedero. Extraradio de Moscú. 13:24 pm.}

Aquel erial se encontraba a poco más de cinco kilómetros en dirección Noreste desde el centro de Moscú. Era el retrete industrial de la ciudad. El lugar dónde iban a morir vehículos inservibles, piezas de tecnología defectuosa y aparatos obsoletos que habían sido reemplazados por versiones de si mismos más nuevas y eficientes. En aquel páramo los montones de chatarra se prolongaban hasta el horizonte bajo la silueta de los rascacielos que hace décadas fueron el hogar de los habitantes del distrito Alexeyevsky.

Sin embargo, entre todos aquellos escombros oxidados y montañas de hormigón y plástico, podían encontrarse valiosos tesoros. Tecnología y material reciclable apta para ser revendida y reutilizada. Materia prima para el mercado negro.

—¡Sabaka! ¡Sabaka! —El muchacho jadeaba. Corría y sorteaba con agilidad los huecos y retorcidos filos oxidados que brotaban en cada palmo de aquel lugar. Sus pequeñas manos venían enfundadas en sus sempiternos guantes de cuero grueso que en algún momento debieron de ser de color amarillo. Había nacido en Vertedero, al igual que Sabaka, y sus ojos no habían contemplado aún más de doce primaveras. Toda su vida era aquella amalgama de cemento, plástico y metal. Era un chatarrero. Uno de los mejores pese a su corta edad. Le habían puesto el apodo por la sultura con la que se movía en ese lugar que, además, era su hogar.

—Fiodor dice que tienes trabajo —anunció cuando finalmente llegó. Sus pulmones quedaron libres al fin de las exigencias de la carrera dejando escapar una bocanada de aire en forma de resoplido. —Un nuevo encargo Sabaka. ¡Y al parecer pagan bien! —su sonrisa estaba manchada de grasa, al igual que el resto de su cara.

Sabaka pedaleaba en paralelo al río Yauza. El agua era verde oscuro y sobre ella flotaban a la deriva cardúmenes de plástico muerto. Sobre un edificio un holograma sin vida anunció las 16:26 en color blanco nuclear. Aquello era una proyección de verdad. Vieja tecnología. De haber sido producto de el velo Sabaka hubiera sido incapaz de verlo. Estaba completamente desconectado de esa híbrida e impuesta realidad. Él era diferente. Cien por cien humano sin neurochip. Era el último de una especie que se había extinguido hacía mucho tiempo.

Habían pasado cerca de tres horas desde que Fiodor había hecho de intermediario y le había puesto al tanto del encargo. El viejo Fiodor era un tipo listo que pasaba las horas muertas cultivando rosas y leyendo viejos libros impresos sobre auténtico papel. Un tipo anacrónico y extravagante en nuevos tiempos. Ahora la maquinaria del negocio estaba en marcha. Sabaka era un mensajero. Un transportista. Alguien capaz de mover mercancía o información de un punto a otro de manera completamente segura. Era capaz de moverse fuera del alcance de las garras del gobierno. Oculto a los ojos de las megacorporaciones que controlaban todo y a todos a través de el velo.

Ya había recogido el paquete y ahora la bicicleta cruzaba las calles impulsada por sus piernas a toda velocidad. Mientras pedaleaba con fuerza, sus ojos naturales contemplaban el verdadero rostro de Moscú bajo el reflejo envenenado de un cielo teñido de plomo. Para él no habían florituras. No había maquillaje artificial. No habían engaños híbridos ni voces sutiles susurrando en el umbral de su percepción. Era libre y lo sabía, y ni la suciedad de las calles, la fealdad del cielo o el olor de la inmundicia podían empañar aquella certeza...

...entonces tuvo aquella sensación. Estaba a menos de dos manzanas de llegar a su destino cuando lo sintió de pronto: el sexto sentido. La seguridad repentina y celular de que alguien lo estaba siguiendo, y muy de cerca.

Parece que alguien te sigue. ¿Qué haces?.

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Te han contratado para llevar un paquete. Ya lo has recogido y tienes que entregárselo a los Cromados (una banda de pandilleros callejeros). ¿Dónde exactamente tienes que entregarlo? ¿Tienes que dárselo a un tío en concreto o tienes que presentarte en el lugar dónde se esconde toda la banda? De ser esto último, ¿cómo es ese lugar?.

Y la pregunta más importante es: ¿Quién te ha contratado y cuanto va a pagarte?. Puedes fijar un precio entre 1 y 3 Cred. Mientras mayor sea el pago más peligroso será el trabajo.

Sabaka estaba llegando a la 'ulitsa Menzhinskogo', el punto de entrega estaba cerca. El sentirse observado durante todo el trayecto era algo nuevo para el. ¿Quien puede estar interesado en seguir a un mensajero? "Seguro que no es nada ... " Al llegar a la calle Menzhinskogo dobló a la derecha y se detuvo en seco para observar con calma su entorno.

Nada... todo normal, nada fuera de lo común. Al menos eso es lo que le pareció...

Dobló hacia la izquierda y tomo la calle en sentido contrario unos 20 metros. Un sendero bajaba al rio.

Había llegado al punto de entrega.

Como siempre llegó temprano. Dejo la bici apoyada en un arbusto y se encamino los últimos metros hacia la orilla con el paquete en su bolso de mensajero colgado de la espalda.

Estaba claro que esta entrega se salía de lo común.

3 Creds era mucho...

El sonido de la batería marcaba el ritmo de los pedales. La letra de aquella vieja cancion era para Sabaka una especie de mantra que le hacía entrar en un estado de calma autoinducida derivada de su propia sensación de invulnerabilidad. 

Sabaka escuchaba vieja música. Música de verdad como él la llamaba. Algo antiguo denominado rock and roll grabado casi setenta años atrás. Ya no existía música así. Ahora prácticamente todo lo que uno podía escuchar era mierda digital. Música inteligente que cambiaba automáticamente según las preferencias personales de quien lo escuchaba.

—'Cause I'm T.N.T. I'm dynamite... T.N.T. and I'll win the fight...'. —el sonido de la estrofa terminó por apagarse cuando el mensajero se quitó los auriculares. Había llegado al punto de entrega y el cesped muerto crujió bajo sus botas cuando descendió por el estrecho sendero. Abajo, el suelo era de arena y grava escupida hacia la orilla por el río Yauza. No tardó en ver a los destinatarios y eso lo descolocó momentáneamente. Esperaba a un sólo tipo, pero allí habían más. Tres capullos hasta las cejas de cromo.

—¿Has oído lo de Maik? —hablaban entre ellos inconscientes de la presencia del mensajero—. Una chavala le ha dado pal pelo en el metro. Una tal Victoriya acompañada por un jodido robot.

La tipa que estaba a su lado reía mientras escuchaba —Si, me lo ha contado Dinamo—. Respondió. Su cara era un jodido poema al delirio metálico. —Incluso le quitó su puto bate. ¿Te lo puedes creer?. Joder, pagaría por haber visto la cara de gilipollas que se le habrá quedado— cuando dijo eso último su risa subió una octava.

El que faltaba se encontraba sentado sobre un camión cuyos neumáticos desinflados y arrugados bajo las llantas atestiguaban que llevaba allí estampado varios años. El morro del vehículo estaba incrustado en uno de los pilares del puente y el remolque se había desenganchado de la chapa superior y embutido en la parte de atrás de la cabina.

—¡Cerrad el pico gilipollas!. —espetó a los otros cuando vió llegar a Sabaka. La deslustrada pierna cibernética crujió oxidada cuando saltó para bajar del camión—. ¿Traes lo nuestro?. Vámos capullo, espabila, no tenemos todo el día.

—Comprueba que estén todos los cartuchos de Cred—dijo el de las gafas de neón—. No me fío de los japos ni tampoco de este tío. Quién dice que no ha metido la mano por el camino.

—El paquete está sellado. ¿No lo ves?. Si lo abres el jefe se va a cabrear —respondió la otra. Ambos se dirigían al de la pierna metálica. Al parecer ese era el cabecilla de los tres.

—Si le llevamos el paquete a Ciclo y falta algo entonces si que se va a cabrear. Estaremos jodidos.

Ahora sabes algo a cerca del remitente: "los japos". ¿Se refieren a la Neo-Yakuza?. Yo diría que si.

El líder de los Cromados se llama Ciclo y el paquete va dirigido a él. Esos tres capullos piensan abrirlo cuando se lo entregues. Creen que lo que hay en el interior es pasta; cartuchos de Cred.

Si realmente el paquete contiene pasta, no está todo lo que esperan.
Si contiene otra cosa, tu dirás lo que es, pero sea lo que sea que haya en su interior no les va a gustar.

Te han pagado 3 Cred por mover un simple paquete y eso es mucha pasta. 

Está claro que aquí algo va a salir jodidamente mal...

Sabaka lo que tiene claro es que esos tres capullos no son el destinatario y no les piensa entregar el paquete. Ahora es cuando comienza a preocuparse por la sensación que tuvo de que lo estaban siguiendo. Mientras los tres cromados deciden si abrir o no el paquete, el Adiestrado observa con detenimiento los alrededores...

—Chicos, es evidente que no sois el destinatario de esta entrega. Si el destinatario es Ciclo, ¿por qué no esta en el punto de entrega acordado?. Que es este.

Sabaka mira el viejo reloj de su muñeca y añade: —Y estamos cerca de la hora de entrega...

El que estaba a la izquierda de Metano dió un par de pasos en dirección al mensajero.

—No nos toques los cojones, capullo. Nos vamos a llevar ese puto Paquete aunque tengamos que arrancártelo de tus manos muertas —sus palabras pronto fueron respaldadas por el brillo metálico del cañón de un arma que había brotado de algún lugar oculto bajo su ropa.

La mujer de la cara cromada también se movió. Fue un movimiento apenas perceptible aunque lo suficientemente claro como para dar a entender que su predisposición estaba junto al pandillero que había sacado la pistola..

En ese momento la mano de Metano intercedió. Se alzó en dirección al tipo de las gafas de neón y este automáticamente devolvió el arma a su oculto lugar de origen. Definitivamente el cromado de la pierna hidráulica era quien llevaba la voz cantante allí.

—No creo que sea necesario llegar a los extremos —dijo para todos. —El jefe nunca recoge personalmente los paquetes. De eso nos encargamos nosotros. Está claro que eres nuevo trabajando con nosotros pero, dime una cosa; ¿como cojones íbamos saber el lugar y la hora acordada si no somos gente de Ciclo?.

Sabaka aún no lo sabía, pero arriba en el puente una silueta oculta observaba con detenimiento lo que ocurría en aquel intercambio.

—Ten claro que, como dice mi colega, no nos vamos a ir con las manos vacías. Tu dirás como quieres hacerlo...

Sabaka supo que la situación tenía una clara tendencia a volverse violenta.

—Bien. Tiene usted razón, caballero —dijo mientras se quitaba la mochila de la espalda y la depositaba en el suelo con tranquilidad y sin perder de vista a los tres cromados. De su interior extrajo un cilindro metálico que medía aproximadamente cincuenta centímetros. Una tapa transparente de rosca sellaba el conjunto y permitía ver que en su interior no se encontraba la mercancía que esperaban los cromados. En su lugar había una hermosa rosa roja cultivada por las expertas manos del viejo Fiodor. El verdadero paquete estaba escondido en un bolsillo oculto de la chaqueta del mensajero. Aquel cilindro era una trampa, una mera distracción que Sabaka había preparado por si la cosa se torcía. Tres Creds eran mucha pasta y había hecho bien tomando aquella precaución...

Cilindro en mano y con paso tranquilo se acercó hacia el tipo que llevaba la voz cantante.

—Sabrá usted, ya que conoce la hora y el lugar de la entrega, que me debe un cred —anunció entregándole aquel cilindro.

Cuando Metano desenroscó la tapa de aquel cilindro pudo comprobar que Fiodor no sólo era experto en el cultivo de rosas. Una poderosa descarga eléctrica lo sacudió de tal forma que creyó oír música a través de los empastes de sus muelas. Fue cosa de un instante cuando cayó al suelo sacudido por un millón de espasmos. Su pierna mecánica quedó rígida haciéndole adoptar una postura casi cómica.

En medio de aquella locura Sabaka se lanzó hacia el tipo de la pistola con la total intención de eliminarlo. Aunque el rostro del mensajero no revelaba emoción alguna, por dentro le divertía el imaginarse contándole a Fiodor lo bien que había funcionado su invento...