Partida Rol por web

Donde nuestros héroes se enfrentarán a un retoño oscuro de Shub-Niggurath para salvar a 30 mujeres romanas (nadie dijo que fueran vírgenes ni que tuvieran que serlo), para evitar una catástrofe.

Que los Hados nos sean propicios, musitó Sexto Vinicio; aquella horrorosa criatura salida de las Más Oscuras Profundidades del Averno le aterraba sobremanera; el augur contemplaba su pequeño cuchillo con una mezcla de duda y fascinación; ¿Qué posibilidades tenían de vencer a un ser elefantino como aquel?

Veo Sangre y Muerte en nuestro futuro cercano, compañeros.

 Lucio agarró con fuerza el gladius mientras observaba con desánimo el horror que se movía en el pequeño circo, pero aun con suficiente entereza como para contestar a su compañero:

- Sexto, tus augurios no tienen precio. No se como te las arreglas para vivir de ello.

Neron sacó el arco y la cuerda crujió levemente. Tomó una flecha entre los dedos y la colocó presto a al disparo.

No se podía quitar la imágen grotesca de aquel retoño. Aun estaba afectado a causa de tal visión y tuvo que hacer un esfuerzo para que el pulso no le temblara.

Hum.. Espero que almenos no sea nuestra esa sangre que ves... Dijo en tono de sarcasmo.

Marco observó el anfiteatro y ese abominable rito oscuro, el qual ni siquiera había oído hablar de él. Pero en el almacén ya había tenido suficiente. Roma estaba en peligro y sólo eran cinco.

Y en silencio observó a las mujeres que iban a ser sacrificadas, y a la gente que se encontraba allí sedienta de sangre: si iban armados a la vista o eran de los que escondían sus dagas debajo la túnica, si había soldados vigilando los alrededores.

No veis soldados, ni guardias, y el público no tiene pinta de esconder armas.

¿Qué se suponía que debía hacer? Enfrentarse a aquella especie de elefante terrible con su pequeño cuchillo? No... tenía que haber alguna otra forma de detener todo aquello.

Podían esperar la llegada de refuerzos, pero quizás sería demasiado tarde.

También podrían, simple y llanamente, marcharse de allí. Él ya no eera un legionario, no tenía por qué hacer su trabajo sucio, y el hombre que les había prometido miles de sestercios a aquellas hofras ya debía estar encadenado a una galera... O sea que poco les quedaba por hacer en aquella Villa.

También podían tratar de rescatar a las mujeres: liberarlas y alejarlas del teatro. Sí, quizás aquello podía funcionar.

¿Y bien, compañeros? ¿Qué hacemos ahora?

 Lucio explota por la tensión y decide ir saltando por las gradas en dirección a la arena, con el gladius desenvainado y tirando el escutum para poder ir más ligero, mientras grita a sus compañeros:

- ¡Voy a liberarlas! ¡Abrid la puerta de la arena lo más rápido que podáis!

Marte, dame velocidad para llegar a tiempo y ánimo para entretener a esa maldita cosa.

Casio busca la puerta de salida del coso para ver como esta custodiado y cuantos guardias llevan a las mujeres al sacrificio.

Imagen

Bueno, el anfiteatro de Gaius es más pequeño que el del dibujo, pero sirve.

El palco de invitados es donde están los 50 próceres que contemplan las ceremonia. No hay guardia alguno a la vista y el resto de gradas están vacías. En la arena están el monstruo y las mujeres, que corren de aquí para allá en busca de una salida. Desde dentro podéis ver la entrada a la arena de los monstruos (el portón grande directamente enfrente), que está cerrado, y la salida de los gladiadores (a la izquierda), también cerrada.

Esto es lo que podéis ver desde las gradas, a las que habéis accedido sin impedimento alguno desde el exterior del recinto.

Casio intenta acercarse a las que van a ser sacrificadas para sacarlas del recinto.

Tenéis claro que desde dentro de la arena no hay manera de salir sin cargaros al monstruo, porque una vez saltéis abajo no se puede volver a subir, y menos ayudar a subir a las mujeres.

Desde luego, el retoño oscuro no pasa por la puerta de gladiadores.

El monstruo empieza a moverse hacia el grupo de mujeres, que corren despavoridas de un extremo a otro del anfiteatro.

¡Tenéis que actuar rápidamente o la masacre será inevitable!

Sexto Vinicio, en un ataque de cordura sin precedentes, decide que, ya que sus compañeros pretenden sacar a las mujeres de allí, lo mejor sería facilitarles la huida.

Correndo tan rápidamente como sus artríticas y delgaduchas piernas le permiten, trata de dar la vuelta al "ruedo" y, desde el exterior, abrir el portón para que las mujeres y sus aguerridos compañeros puedan salir por la puerta grande.

Por el báculo de Mercurio, más vale que nos demos prisa o estas mujeres van a ser pasto de lo que sea esta criatura.