Partida Rol por web

Vademécum del mal

Un extraño ejemplar - Escena de Juego

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28/01/2020, 22:18
Director

Era una mañana como otra cualquiera de Abril. El cielo sobre Madrid era áspero, y algunas gotas de lluvia dibujaban el aspecto general de la ciudad. Las nubes acompañaban en el cielo y las multitudes en la calle trataba de sobrellevar el día a día en una situación de tensión constante en la ciudad, y, en general, en el país.

Era día 12. En vuestro domicilio recibísteis a un cartero que os trajo un telegrama. No estaba calificado como "urgente", pero era extraño que recibiérais tal tipo de misiva en vuestra propia casa. Sin más dilación, cada uno de vosotros lo abrió ese mismo día:

La cita figuraba para dos días después, y además proponía la invitación de cuantos curiosos pudieran darse cita. Aquello era extraño. Algo muy extraordinario había tenido que descubrir vuestro amigo Ledesma como para fomentar ese despliegue. El telegrama era claro y conciso, pero bien que os picó la curiosidad.

Dos días después, marchásteis hacia la mansión que Ramiro Ledesma poseía en la Gran Vía. Aquel edificio estaba ubicado un lugar privilegiado, y ya habíais estado en él alguna vez. Los vecinos de la comunidad eran hombres y mujeres pudientes y de buenas familias, los cuáles albergaban buenas fortunas en aquellos lujosos espacios, como vuestro querido amigo. Ramiro no tenía esposa conocida, ni hijos, ni tan siquiera sobrinos. Era un tipo dedicado a su fortuna y sus reuniones de arqueología, miembro de un selecto club de compra y venta de antigüedades llamado "Kourión". Aquel día 14 de abril amaneció nuboso, y salísteis a pasear bajo el cielo de la capital para acudir a la cita de vuestro conocido.

Notas de juego

Comenzamos. Digamos que estáis de camino a casa de Ledesma. De momento no os habéis visto.

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28/01/2020, 23:41
Dr. Jose Maria Rocavila

Salgo a pasear por Madrid para tomar algo de aire y despejar la mente antes de acudir a casa de Ledesma. Mientras subo por la calle Alcalá voy pensando, como en los últimos dos días, que demonios habrá encontrado Ramiro para andar con tanto secretismo e intriga. Aunque algo te dice que no vas a tener suerte, en tu fuero interno deseas que tenga algo que ver con Roma. Si no fuera así porque te iba a invitar.

Ensimismado en mis pensamientos llego hasta la Gran Vía casi sin darme cuenta. Todavía te alucina la inmensidad de la calle recientemente inaugurada, cuando finalicen las obras será impresionante, sin duda. Tras observar unos segundos continuo mi camino hacia la casa de mi compañero de nuevo imbuido en mis pensamientos sobre su descubrimiento. 

Notas de juego

Lo pongo público

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29/01/2020, 11:21
Virginia Echagüe

De camino, cavilo.

Ojeo la prensa escrita mientras el kioskero me mira entre solícito y mosqueado, supongo que preguntándose si soy una clienta o una gorrona que viene a leer de gratis. Yo le hago caso omiso.

El ABC ¿por qué diantres leo el ABC? habla de un ataque en Xauen y ochenta y pico moros muertos. Claro, que es el parte oficial. ¿Cuántos de nuestros muchachos tendrán que dejarse la vida en esos secarrales para saciar la sed de poder de los putrefactos mandamases que nos gobiernan? Muchos dicen que cuanto peor, mejor, que todo esto es la leña de la revolución.

No se yo…

Se me va la vista a un diario satírico "El Intruso, Diario Joco-serio netamente independiente" Me hace gracia el dibujo del cocodrilo mordiéndole el culo a un aristócrata con sombrero de copa. Habla de nosequé de un sátiro.

Un chico joven que trae género me sonríe. Yo trato de finjir no haberme dado cuenta.

Luego ojeo la revista "Nuevo Mundo" por ver la ropa y me llama la atención una página entera con la fotografía (un retrato a medio cuerpo) de "Einstein, el físico prodigioso que ha echado abajo todo el edificio de la ciencia clásica…. desconcertante sabio que allende el Rhin… acaba de transformar todas las teorías acerca del tiempo, del espacio y de la luz". Paso la página y viene un artículo de Unamuno contra la holgazanería, con un dibujo de un barco llamado Yspania hundiéndose mientras el populacho indiferente, achacoso, incluso nihilista no hace nada. Leo el último párrafo "Con nuestro «¿Qué más da?», con nischero, vamos a la nada, al vacío histórico, a la muerte civil colectiva. Y tiene uno que pegarse fuego a sí mismo para poder alumbrar á los demás ¡Pasión. Señor, pasión!". La portada es una ilustración color rojo sangrante de la faz de Cristo Mártir con las espinas clavadas y la sangre corriéndole por la frente. Luego le chorrea por los pómulos, como lágrimas.

Claro, las fechas que son...

Me he olvidado de donde estoy cuando el kiosquero me dice algo del tipo "señorita, que va a coger usted frío". El joven, gallardo, me ofrece un folletín, una publicación anarquista. "La Barricada" "Venimos a pelear contra todo... contra todos... Por algo que está muy dentro de nuestros corazón..."

Se lo acepto, también cojo un ejemplar de "La Novela de Hoy" para ir leyendo donde sea. Pago y me despido a la vez, marcial, con un gesto con la cabeza. Salgo pitando sin haber dicho ni mu.

Luego pienso en esa invitación tan misteriosa. No sé si el jefe quiere interrumpir mis vacaciones para que sirva café a su caterva de amigotes –eruditos y charlatanes y gente de pro, ociosa— o de verdad me está incluyendo entre ellos. Este hombre no hace más que descolocarme: me hace ilusión y me da como vergüenza de clase.

Notas de juego

Edito: he hecho un cambio sin importancia.

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29/01/2020, 11:42
Valerio Buendía

Salgo de mi piso de la Guindalera teniendo que apartarme para dejar sitio a las señoras que suben la escalera con la compra. Estoy seguro de que se saben mi nombre, pero todas me llaman "coronel" y gracias. Lo que después de siete años aún no sé si me parece bien. Pero hoy no puedo culparlas: justo antes de salir he decidido ponerme el uniforme -dejando el sable en el armario, claro: ¿a donde voy con ese armatoste por Madrid?- porque por la radio han dicho la portera estaba en el rellano comentando una noticia del día: un ataque en Xauen con casi un centenar de kabileños muertos. Teniendo en cuenta como operan los moros, muchos kabileños me parecen. Probablemente hay que dividir el número de bajas entre diez, y algún valiente africanista se está pavimentando el ascenso a Comandante. Total, que me he cabreado imaginándome cosas que el periódico no dice, preguntándome si el ataque se habrá producido con balas vendidas por un intendente, y he decidido ponerme el uniforme porque la gente honrada también lo lleva puesto. 

Silvestre no me responde a los telegramas -y a un General no se le agobia a telegramas- y los de la oficina de personal parecen empeñados en mantenerme en la inopia ¡Precisamente ahora!. ¡Tengo nombres, fechas, cantidades!... y el único mensaje que me ha llegado es de Ledesma. Como el general ya tiene toda la documentación, y yo me voy a volver loco aquí encerrado y mirando al techo, la verdad es que mi generoso amigo ha venido a mi rescate. Desde el colapso de África, me asusta no controlar mis nervios. Al salir me cruzo con la portera (Doña Merche) otra vez, que está abroncando al hijo de los Pons-Pérez por "pisarle el fregao". Ello hace mi llegada extremadamente inoportuna, aunque sé de buena tinta que doña Merche no me dirigirá ni una mirada de desaprobación mientras cometo exactamente la misma tropelía que el muchacho. Pero como no estoy ni mucho menos de humor para saltarme una norma solo porque puedo, dedico un segundo de silencio a identificar un punto del embaldosado que aún no se ha limpiado, y salto hacia él desde la escalera; usándolo a continuación de punto de repostaje para alcanzar la calle de otro salto, sin llegar a pisar "el fregao":

- ¡Buenos Días, Doña Merche! ¡Buenos días, Blasillo! -saludo y me despido de los dos, que no esperaban ver a un coronel haciendo el saltimbanqui aquella mañana-  

Ellos me saludan (Blasillo cuadrándose, la criatura) y yo me alejo en dirección a casa de Ledesma, con la intención de ir dando un paseo. Mientras me congratulo por no haber perdido la forma, me recuerdo que si llevase las botas claveteadas me habría dado un buen coscorrón. Hace sol, huele a ropa mojada y a polvo de ladrillo... no parece que haya una guerra. Madrid sigue viviendo, y solo el peso de la pistolera me recuerda que los anarquistas están por todas partes. Con todo la ciudad parece normal, y por un momento me cuesta creer que existan los anarquistas, los corruptos, o casi incluso los kabileños.

- Espero que Ledesma no se moleste porque no lleve a ningún experto. -me digo uniéndome a las masas en las aceras- En mi rama de experiencia, ¡como no le lleve a un artificiero o a un heligrafista!...

Notas de juego

Muy bueno el repaso a la prensa. XD

PD: a ver que yo me aclare. ¿Estamos en Abril o en Diciembre? . 

ppd: acabo de ver que hasta Septiembre del 23 no había estaciones de radio: ¡Qué país!

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29/01/2020, 15:54
José Alfonso Marro Gambin

Había sido una jornada complicada. Se había tenido que levantar pronto, algo a lo que estaba acostumbrado. Su turno de trabajo empezaba a las seis de la mañana y acababa a las dos. Lo cierto era que ya tenía hambre, el traqueteo del tren se la había despertado tras siete horas de viaje. Suerte había tenido de que la locomotora MZA, de la que decían que alcanzaba hasta 210 kilómetro por hora, fuera la que tirase del tren, pues de lo contrario, todavía no habría llegado a la capital.

Barcelona Sabadell, Sabadell Lérida, Lérida Barbatro, Barbatro Zaragoza, Zaragoza Ariza y Ariza Madrid. Las pimeras paradas fueron cada pocos kilómetros, pero a medida que se alejaban de Barcelona, las distancias aumentaban, hasta la penúltima parada en Ariza, luego les separaban de Madrid algo más de doscientos kilómetros hasta destino. Por suerte, tras abandonar Cataluña, Marro pudo descansar y se quedó dormido en el incómodo sillón.

Suerte tuvo de despertar a la llegada, pues de lo contrario, tendría que haber pagado un billete de regreso desde quien sabe donde de la geografía española y habría llegado tarde a la cita con su buen amigo, Ramido Ledesma. Aunque de buen amigo, tenía poco. Hacía años que no le veía, y si mantenía el contacto con él, era más por padre José, con quien Ledesma tenía una verdadera amistad del tiempo que compartieron en Salamanca, que por él mismo.

Se carteaban cada dos o tres meses, contándose la vida, las cosas buenas y también alguna mala y ciertamente, Marro había llegado a conocer bastante bien a Ramiro gracias a ello. Era él quien tenía que escribir aquellas cartas, pues su padre, el pobre, no sabía mucho escribir y cada vez que llegaba correspondencia, era él quien tenía que leersela y responder. A Marro no lo importaba, pero lo hacía cuando podía. Su trabajo, su casa, su esposa y sus hijos, eran mucho trabajo y pocos ratos tenía para estar libre y ocioso.

Por ello le resultó extremadamente extraño que le llegar aquel telegrama. Cuando le pidió que trajera expertos "para examinar un extraordinario ejemplar", no tenía ni la más remota idea de a que se refería, pero estaba claro que tenía que ser algo digno de admirar. Por ello, no contactó con nadie. Podía ser que sus conocimientos sobre leyes y materia policial, fueran suficientes para... para lo que tuviera que hacer allí.

Fuera como fuera, esa mañana cogió el tren camino de Madrid, previas interminables paradas y siete horas más tarde estaba en la capital. Ahora tocaba buscar un transporte hasta el domicilio de Ledesma o bien, caminar. Caminar mucho, aunque por suerte, tenía un mapa.

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30/01/2020, 14:16
Director

Unos habían recorrido más trecho que otro hasta llegar a la vivienda de Ledesma. Aquella cita, tan precipitada, no era común en vuestro amigo. No haría viajar tan aprisa a José Alfonso, y sobre todo después de tanto tiempo, haciéndole cruzar medio país en un par de días. Además, su joven secretaria Virginia, con la cual estaba muy contento don Ramiro, jamás hubiera esperado una comunicación de su jefe de tal manera, puesto que se veían mucho. Además, no ha mucho que el doctor José María había coincidido en el Casino de Madrid, y no había argumentado ninguna nueva novedad sobre ningún tema, y parecía que todas las inquietudes de don Ramiro fueran las de siempre... Por su parte Valerio Buendía no había tenido ninguna novedad adicional sobre Volubilis, las ruinas de la ciudad que quedó en el lado del protectorado francés allá en Marruecos.

El caso es que el edificio de piedra grisácea y blanquecina estaba regentado en su entrada por Julián Crespo, un tipo con fino bigote recortado, traje de tela clara y corbatilla, pelo corto y peniado y el cual guardaba la portería del selecto edificio, abría y cerraba las puertas a los vecinos que iban y venían cargados, y hasta hacía recados personales a los miembros de la comunidad (encargar el periódico diario y recogerlo, sacar a sus mascotas, arreglar el ascensor y alguna que otra avería leve o recoger basuras de los susodichos). Pero aquel día se topó con cuatro personas que, de repente, parecieron entrar a la vez en el edificio, fruto de la pulcra casualidad de aquellos tiempos.

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30/01/2020, 14:17
Julián Crespo

Y díganme señores... y señorita Echagüe -a ella sí que la conocía, ya que trabaja con vuestro amigo-, ¿vienen todos... "a la vez" a ver a don Ramiro, dicen? -el tipo, que cuidaba a sus dueños de la comunidad como oro en paño, os miró de abajo a arriba-, mmm... bien. Pues está en el cuarto piso, aunque la verdad, no sabía nada de una reunión tal que así -en esos momentos vísteis los aires indiscretos del sujeto-. Permítanme que les abra el ascensor... -entonces el tipo marchó hasta el elevador enrrejado, abriendo primero una puerta de seguridad, y os tendió la mano para que entrárais-. El portal era una zona ovalada con una bella escalera curvada a un lado, una cabina de portería donde tenía el Julián su puesto y un gran espejo enfrente de ésta, decorando engorrosamente aquel zaguán. ¿Subo con ustedes? -os preguntó finalmente-.

Notas de juego

Sí, estamos en abril. No pasa nada por las incongruencias históricas, creo que yo mismo cometeré un montón.

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30/01/2020, 14:27
Valerio Buendía

Le hago un gesto a la señorita para cederle el paso primero al ascensor. Luego hago lo propio con el resto de visitantes:

- ¿Seguro que el aparato soportará a cuatro hombres y una mujer? -pregunto, reconociendo que mi experiencia en ingenieros no cubre los ascensores estos tan modernos- He oído que a veces se quedan atascados a medio camino.

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30/01/2020, 14:49
José Alfonso Marro Gambin

Parecía que el portero del edificio era una maruja ociosa sedienta de chismes. Parecía querer enterarse acerca de los detalles de la reunión a la que todos habían sido convocados salvo él. Por desgracia para el pobre señor Crespo, no sabían mucho acerca del motivo que les había citado allí. No al menos él, pero si las otras tres personas habían recibido un telegrama similar, muy probablemente sabrían tanto o menos que él mismo.

Hace ya más de treinta años que se instaló el primer ascensor en España, señor... - Hizo una breve pausa para que aquel hombre con uniforme militar le desvelara su identidad.

Buendía,Valerio Buendía... - Respondió de forma escueta éste.

Mi nombre es José Marro. - Se presentó a si mimo. - Un placer. - Le ofreció la mano. - No obstante, señor Crespo, supongo que sabremos llegar a casa de nuestro amigo, la señorita Echagüe ya ha estado aquí, si no he entendido mal. - Miró entonces al último de los presentes, el hombre de la pajarita. - ¿Y usted es...? - Le preguntó.

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30/01/2020, 15:20
Valerio Buendía

Notas de juego

ups

...

Pues me da igual: ¡Sé de buena tinta que el primer gobierno del Frente Popular se quedó encerrado en pleno en un ascensor XD

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30/01/2020, 16:01
Dr. Jose Maria Rocavila

Me quedó el último mientras el resto de asistentes entran en el ascensor. Es entonces cuando veo la mirada de José Alfonso y respondo.

- El doctor Rocavila, José María.

Cerrando el grupo camino hacia el ascensor y cuando llegó a la altura del portero mirándole le digo.

- No se preocupe, sabremos arreglarnos. Ya he estado en casa de Ledesma en otras ocasiones.

Miro a mis compañeros esperando su aprobación. Si mis compañeros han recibido el mismo intrigante telegrama que yo, estarán de acuerdo en que Ramiro no estará contento si ampliamos su invitación al entrometido portero.

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30/01/2020, 16:42
Virginia Echagüe

Asiento a las palabras del doctor.

Debiera tratar al portero de compañero, de igual a igual, para que estos vean lo unidos que estamos los pobres. ¡Gracias camarada, ya me encargo yo! Pero lo que quiero es hacerle sufrir. Su presencia me incomoda y cada mañana cuando me saluda despierta en mí una rabia homicida. Quizá es porque es el epítome de la imagen ridiculizada que los de la clase dirigente tienen del proletario miserable. La típica caricatura de los periódicos de derechas, como la del artículo de Unamuno, vaya.

—Gracias, Julián. Tu tan voluntarioso como siempre. Yo me encargaré de los invitados de don Ramiro.

Y sin esperar la respuesta del pobre proletario —él se tendrá por un buen hombre, normal, como todos— me giro hacia los amigachos de mi jefe ¿Un militar? No me esfuerzo en parecer simpática. No lo conseguiría, de todas formas. Les hablo de tú. A ver qué cara ponen.

—Soy la secretaria de Ramiro. Llamadme Virginia, por favor. Me alegro que hayáis sido tan puntuales. No creáis, yo estoy tan intrigada como vosotros.

Ahora sí, sonrío.

—Pero os aseguro que no tanto como mi camarada del bigotín. Julián, luego igual te llamo para que nos subas unos cafés.

En el interior del ascensor, les ofrezco tabaco.

—No crea, camarada militar, yo también odio estos trastos. Comparto su simpatía con los luditas.

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30/01/2020, 16:58
José Alfonso Marro Gambin

No gracias, no fumo... - Dijo Marro ante el ofrecimiento. 

Fumar había fumado, pero nunca fue algo que le crease adicción. Todos sus compañeros de oficio, o casi todos ellos fumaban y tomaban café. El prefería leche con cacao, por eso le llamaban rarito, pero le daba igual, ya estaba acostumbrado. Por suerte estaba acostumbrado al humo del tabaco y no le molestaba demasiado, aunque cabía reconocer que tras una mañana en la oficina llena de humo, llegaba a casa con ganas de darse un baño y airear la ropa.

- Soy policía de Barcelona, sargento de la brigada de homicidios. Conocí a Ledesma de pequeño, en Salamanca. Muy amigo de mi padre era. - Comenzó a narrar su historia. - Nos carteamos a menudo, sobre todo para comunicarse con mi padre. De ahí hice amistad con él, pues yo escribía las cartas. De no estar tan mayor mi padre, hubiera venido también conmigo, pero ya el pobre... - Tomó aire y se encogió de hombros. - ¿Saben ustedes algo sobre el "ejemplar" del que hablaba el telegrama? ¡Es todo tan misterioso!

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30/01/2020, 17:51
Valerio Buendía

- Gracias -Acepto el cigarrillo, medio para decir algo y ocultar mi alzamiento de ceja cuando poco menos que la señorita empieza a tutearnos y menciona a Ludd. La revelación de que uno de los asistentes es policía y de homicidios también me sorprende. En mi vida he visto más policía colonial que metropolitana de homicidios. Y los coloniales tiran mejor que los nuestros.

- Interesante idea, señorita: le hace a uno pensar si estaríamos más seguros con la máquina o con veinte hombres tirando de una soga. 

Me vuelvo a José Alfonso:

- Ni idea. Estaba destinado en el Comisariado cuando conocí a Ledesma, y en aquel entonces andaba buscando una ciudad romana. A lo mejor tiene algo que ver con el protectorado, pero no creo guarde relación con Volubilis: cuando terminamos de interrogar a los kabileños, resultó estar en zona francesa. 

Enciendo el pitillo:

- Ahora creo que los gabachos pagan a una tribu para que nadie se lleve nada de allí entre campañas de excavación. -digo con un deje de amargura- 

La secretaria parece un producto típico de las ciudades grandes. Sola en un ascensor rodeada de desconocidos, ¡y ella en su salsa!. Por otro lado es un alivio no tener que preocuparse de ella: imagino que era mucho esperar que la asistente de Ledesma fuese alguien normal.

- ¿Ha tenido buen viaje desde Barcelona? -se me ocurre preguntar-

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30/01/2020, 18:47
José Alfonso Marro Gambin

Un poco largo. - Respondió. - Demasiadas paradas. - Se encogió de hombros y alzó las cejas. - Por suerte me quedé dormido gran parte del mismo y no me enteré de nada. - Sonrió. - ¡Suerte que no me robaron la cartera! - Exclamó finalmente.

Parecía que en efecto, nadie tenía ni la más remota idea acerca de lo que hacían allí o lo que Ledesma les iba a descubrir. Si quería que trajeran "expertos" con ellos, debería haber indicado sobre que materia. ¿Físicos, zoologos, arqueólogos? ¡No podían traer a un experto de cada rama! Tendría que conformarse con ellos mismo. Puede que el bueno de Ramiro empezara a perder la cabeza. Siempre había sido una mente atribulada y no le extrañaría nada...

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30/01/2020, 23:57
Dr. Jose Maria Rocavila

Niego con la cabeza el ofrecimiento de la señorita Echagüe mientras saco un cigarro de mi pitillera. Me enciendo el cigarrillo con aire de indiferencia mientras continua nuestro ascenso en el ascensor. Parece que es una mujer de armas tomar y viendo el resto de ocupantes del ascensor apostaría que hay mas armas presentes. Esperemos que Ramiro tenga algo realmente interesante y que haya merecido la pena la reunión.

Mientras sigo sumergido en mis pensamientos, asiento cuando mis compañeros hablan sobre el anfitrión. En ese momento tomo la palabra y digo:

- Ramiro y yo somos socios en el Casino de Madrid. Hemos compartido algunas veladas allí. Además nuestra pasión por la historia nos ha permitido coincidir en otras ocasiones e incluso colaborar en algunas investigaciones. 

Justo cuando acabo la frase el ascensor llega a su destino, miro a Valerio y esbozando una sonrisa comento:

- Parece que llegamos a nuestro destino sin contratiempos.

Abro la puerta para salir del ascensor.

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31/01/2020, 01:06
Virginia Echagüe

—Con veinte hombres tirando de una soga el ascensor no llegaría a ningún sitio. Seguro.

Enciendo una cerilla y le doy lumbre al militar. Me recreo demasiado con la llama y casi me quemo los dedos para encendérmelo yo. Cuando la apago aparatosamente pienso que he rozado el ridículo. Pongo cara de digna.

Por suerte el médico desprecia mi ofrecimiento. No hubiera llegado el misto para los tres.

Luego, al devolver la caja de tabaco a mi bolso veo el brillo de "la Mataduques" y caigo en la cuenta de que estoy paseando mi pistola en los morros de un policía y un militar.

Eso me hace gracia y me tienta celebrar que estoy viva con un chiste privado. Se me ocurre una pirueta para hacer referencia al mi Browning, al asesinato del archiduque austro-húngaro que detonó la Gran Guerra y, dos años antes, al del presidente Canalejas, sospechosamente ejecutado en plena Puerta del Sol antes de que pudiera cambiar el sistema desde dentro, a manos de un anarquista que pasaba por allí y que se suicidó de, ejem, no uno sino dos tiros en la cabeza antes de dejarse detener. Hay que ver qué cosas pasan.

Iba a decir algo así como "Imagínese, don José, que le hubieran robado la pistola. Con los tiempos que corren. No sería la primera vez que el arma de oficial de policía dormilón acaba enredada en la muerte de un archiduque o un primer ministro." pero me contengo. Ya he enseñado mis colmillos y mis garras y lo que está de más, está de más. No quiero parecer una pelma con lengua de serpiente.

Me uno al resto y cuento de qué conozco al jefe.

—A mí me contrató porque es amigo de mi padre. Ramiro le conoce porque papá es el Jefe del Tabernáculo de la Gran Logia Española.

Me encojo de hombros. No estoy segura a qué grado del rito escocés pertenece mi padre, pero por ahí andará. Tampoco estoy segura de si Ramiro es masón, pero apuesto a que sí. Es fácil imaginárselos intercambiando mandiles bordados, subiendo pomposamente nosecuantos escalones entre columnas y amañando algún que otro contrato mientas beben licores con sus faldas a cuadros. En ese punto prefiero dejar de imaginar. Maldita imaginación.

Notas de juego

Edito: he añadido la primera línea.

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31/01/2020, 13:01
Valerio Buendía

La mención a un grupo de gente que presume de reunirse en secreto para hacerse favores al márgen del interés general no es que me haga gracia. Lo desconcertante es que la propia secretaria parece tratar el tema con cierto recochineo. Lo que es objetivamente gracioso. De pronto me encuentro pensando cuantos de los chanchullos africanos se habrán forjado entre hombres con delantal... pero procuro no dejarme llevar por la idea: en aplicación de la navaja de Occam, la estupidez y el soborno eran causas más probables. Sé por experiencia ajena que lograr la admisión en esas logias es demasiado trabajo para algunos. Me dispongo a abandonar el ascensor tras el doctor: 

- Suena a que podría haberla colocado directamente en el consejo de ministros. Supongo que hay que elogiar al hombre por la modestia de sus miras. -bromeo-

 

- Parece que llegamos a nuestro destino sin contratiempos.

 

- Eso es que el contratista ha hecho bien su trabajo. Es bueno poderlo dar por seguro

 

Notas de juego

Añado respuesta al buen doctor, que desde la tableta no me dejaba

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02/02/2020, 20:04
Julián Crespo

 ¿Seguro que el aparato soportará a cuatro hombres y una mujer? -pregunto, reconociendo que mi experiencia en ingenieros no cubre los ascensores estos tan modernos- He oído que a veces se quedan atascados a medio camino.

Sí señor, éste ascensor ha sido cambiado recientemente -respondió Crespo a Valerio-. El anterior sufrió un problema en los reguladores de los cables de izado y, bueno, era irreparable. Este es, por lo visto, de una nueva aleación... Resistirá -dijo sonriendo un poco el portero-.

Julián escuchó la apreciación de José Alfonso de subir ellos solos, y tan sólo asintió el portero para dejar hueco y que pudiérais entrar. No rechistó, vaya.

—Gracias, Julián. Tu tan voluntarioso como siempre. Yo me encargaré de los invitados de don Ramiro.

Gracias a usted, señorita Echagüe. Como usted quiera -añadió Crespo sonriendo a la muchacha-. Ah, y para lo que precisen estaré por aquí, por supuesto.

Entonces entrásteis en el ascensor, que os llevaría al cuarto, y Julián comprobó que estábais todos dentro, cerró la rejilla de seguridad externa y, tras pulsar la tecla "4", él elevador comenzó a subir. Julián se alejó a la portería, y vosotros íbais hacia arriba. Aquellos segundos os valieron para presentaros rápidamente antes de entrar en el domicilio de don Ramiro. En vuestra cabeza os preguntábais aún a qué venía tanto misterio.

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02/02/2020, 20:14
Director

Una vez arriba, el elevador se paró de sopetón, balanceando el suelo que pisábais, y abrísteis el enrrejado de seguridad. Llegásteis a la cuarta planta, y al acceder a ella vísteis la bella manufactura de una escultura en mitad de la misma (una especie de dios griego de pequeño tamaño, sobre un busto, junto a una columna). Algunos cuadros de paisajes decoraban el lugar, y en la planta había tres domicilios. El del medio correspondía a don Ramiro, y enseguida la joven Virginia os condujo hasta ella. La puerta era blanca, decorada con biseles y formas geométricas muy extravagantes, y una mirilla circular y ennrejada, con formas dantescas y doradas (tal vez muy propio de Ledesma).

El caso es que, una vez todos plantados allí, vísteis que la puerta estaba entornada, casi cerrada, pero podía verse ya el interior del piso de vuestro amigo, iluminado por el sol de la mañana. Aquello era, ciertamente, un poco extraño, pues Ramiro era muy cuidadoso. Cuando empujásteis la puerta levemente con los dedos ésta no se abría más, no cedía a vuestro empuje: parecía que algo que había detrás de la puerta impedía que entrárais tan fácilmente...