Partida Rol por web

Al padre le extrañó el repentino interés de sus nuevos compañeros de caminata rupestre por el farero y su pasado. —Miren, yo se lo puedo contar, pero espero que no vayan divulgando por ahí la idea de que soy algo así como un charlatán, o alguien de lengua fácil. Todo esto es conocimiento general del pueblo, pero es algo de lo que apenas se habla. No es plato de buen gusto el recordar las cosas amargar de los demás. ¿Se imaginan que durante los meses venideros la gente hablase mal de ustedes porque la confusión del alguacil llevara a todo el mundo a pensar que son ustedes maleantes, a pesar de no serlo, y que se les recordara por eso? ¿ Qué pensarían si volvieran en un futuro y siguieran siendo la comidilla de los turistas?. En fín, si tanta curiosidad tienen...—

El padre aprovechó para agradecer con un gesto las nueces que Ebba le había dado. Todavía no sabía si era para comerselas ahí mismo y reponer energías, o si era un gesto de buena fé, o que, así que decidió guardarlas por si acaso. Kransvik se sienta en un tronco que hay tirado en el suelo.

—La mujer del Magnus murió de enfermedad. Por lo visto siempre fue alguien de físico debil y propensa a tener enfermedades pulmonares. Supongo que una de esas veces fue simplemente demasiado para su frágil constitución. Magnus pasó entonces de ser una persona normal, con un trabajo solitario, pero llevadero gracias a ella, a ser una persona triste y solitaria, con un trabajo aún más solitario. Pueden imaginarse que la muerte de su ser más preciado puede cambiar el carácter a cualquiera. O incluso dejar algunas taras y trabas. La soledad tan inmesa por la que estaba pasando Magnus, y su cabezonería de querer refugiarse durante un tiempo en el alcohol, no fueron buena combinación. No recuerdo exactamente qué dijeron los turistas. Solamente sé que fue algo sobre el aspecto de las mujeres de pueblo en comparación con las de ciudad. Eso, suponemos que hizo saltar la escasa mecha que encendía el carácter de Magnus, que junto con su embriaguez, era aún más escasa y bueno... el resto es historia. Desde entonces es un hombre que se refugia en su trabajo, en el faro. Vive más en la noche que en día y a menudo se le puede ver en la playa, mirando con ojos tristes el horizonte marino, donde se esparcieron las cenizas de su mujer, siguiendo sus últimos deseos. Quién sabe qué se le pasa por la cabeza a ese hombre en esas circunstancias...—

—Prosigamos antes de que se haga de noche. No me gustaría encontrarme con lobos o peor. Osos.—

Retomáis el camino de ascenso. Otra hora que tras el descanso se hace mucho más llevadera y corta. La entrada de la cueva es amplia y profunda. Con enormes formaciones rocosas puntiagudas que crecen del suelo y otras que caen del techo. La luz natural apenas alcanza para iluminar unos metros. Pero son suficientes como para revelar el paso de otras personas por aquí. Un círuclo de piedras con troncos quemados, queda justo en el centro de la cueva donde seguramente las hermanas hubieran encendido una hoguera. Restos de tiza, ollín y algo negruzo y reseco forman un pentágono estrellado en el suelo con lo que parecen unos círculos semi borrados. Una gran cantidad de símbolos están a medio acabar y rodean por completo la figura geométrica.

Cerca, hay un altar con unas velas apagadas. En el altar, improvisado con madera, hay un par de hojas de papel atrapadas bajo una piedra gruesay densa, que hace las veces de pisapapeles.

El aire es cálido y seco. La humedad de la costa apenas llega aqui, y huele a los árboles cercanos. A madera vieja, a hierba sin cortar, a pura naturaleza.

Ante nuestro interrogatorio acerca del farero Magnus Lundin, el padre Kransvik responde muy acertadamente que no quisiera que su confianza acabase siendo más pública de la cuenta, convirtiéndolo en un chismoso a ojos del resto del pueblo, argumentando a modo de ejemplo ilustrativo lo desagradable que sería para nosotros mismos fuésemos víctimas de los cotilleos por culpa del desafortunado incidente con el alguacil. Asiento, riendo.

—Tiene usted más razón que un santo, padre —afirmo, con los últimos reductos de mi risa aún presentes en mi voz—. Y como además de la sensatez tiene usted el don de la franqueza, me permitiré ser totalmente franco yo también con usted: no conviene olvidar que estamos en mitad de la investigación de varias muertes de naturaleza sumamente inescrutable. Y aunque sabemos que el asesino no es un hombre, sino una bestia demoníaca, los demonios suelen venir a la Tierra cuando son llamados por el hombre. Todo parece apuntar a que fueron las amigas de Olga las que, jugando a sus juegos de ocultismo, invocaron por accidente al monstruo. Sin embargo, estos asuntos acostumbran a ser tan embrollados que aún no podemos descartar ninguna opción. —Sonrío, mirando frente a frente a Algot—. De ahí nuestro interés por Lundin. Aunque no es un interés particular, si eso le da algún alivio: por el momento no tenemos ningún otro sospechoso, más allá de aquellas que se hacen llamar las Hijas de Satán, que han atraído esta desgracia sobre sí mismas.

Mientras proseguimos con nuestra caminata, Kransvik nos explica que la mujer de Lundin, de naturaleza frágil, falleció de una dolencia respiratoria. Su conflicto con los turistas tampoco parece revestir mayor relevancia. Me pregunto qué habrá despertado las sospechas de mi hija respecto al farero, que no parece esconder nada sospechoso.

Después de una hora más de ascenso por una pendiente montañosa cubierta de frondosa vegetación, llegamos por fin a la boca de la cueva. Francamente, su aspecto no es especialmente impresionante para tratarse de un supuesto lugar de poder, aunque hay algo en el aire, algo que soy incapaz de explicar. Una sensación primordial, antigua, que lo permea todo. No tardamos en llegar a los restos del ritual que las Hijas de Satán llevaron a cabo, asuntos que no son mi especialidad y que prefiero dejar al señor Castelferro con una mirada tácita y un sucinto «por favor». Parece que en un altar de madera, más allá de los símbolos y diagramas que hay pintados por el suelo rocoso, hay unos papeles bajo una piedra que los mantiene inmovilizados. Quizá contengan algo de interés, pero prefiero que aquellos que sepan más de materias esotéricas (Castelferro y mi propia hija) analicen primero el lugar, por si no fuese seguro «interferir».

—Padre Kransvik, tengo otra pregunta: la señora Katarina Jonsson, la dueña del Mölle Seaside Hotel, ¿desapareció antes o después de la llegada de las Hijas?

Puestos a pensar lo peor, sería perfectamente posible que la bestia Glosson ya hollase estos andurriales antes del ritual fallido de Olga y su aquelarre.

Hacía mucho tiempo que Castelferro no andaba tanto. Se había acostumbrado a los paseos cortos y a los trayectos en carruaje y antes, cuando viajaba enrolado en un barco, pues tampoco había mucho espacio que recorrer. Iba escuchando el relato del padre Kransvik, pero fue perdiendo interés conforme se iban acercando a la cueva.

El coronel, para variar, entró el primero, como si fuera el mismísimo Colón tomando posesión de América; pero pronto fue más que evidente que no tenía ni idea de por dónde empezar. Castelferro examinó el lugar, primero lo más evidente: las marcas de la hoguera y del pentáculo. Luego el altar, las piedras y los papeles colocados debajo que no tocó todavía. A continuación alzó la vista para hacerse una idea de la extensión de la cueva y de la situación del círculo de invocación en ella, por si podía encontrar algún tipo de simbolismo o intencionalidad.

Paseó de un lado a otro pensativo, aunque sin apartarse mucho de sus compañeros y mirando bien dónde pisaba. Al cabo de un par de minutos se giró hacia ellos adoptando una pose estudiada para impresionar a los clientes y que se había convertido en un gesto natural en el joven.

La cueva tendrá una profundidad de unos 10 a 20 metros a ojo. El altar improvisado de madera se ecnuentra a unos 5 metros de la entrada, mirando hacia el fondo de la misma, y tras el altar, en el suelo se puede ver el dibujo de un síbolo ritual bastante grande. Tendrá unos 3 o 4 metros de diámetro.

Lo que descrubres a primera vista te resulta extraño. es como si las hijas de Satán hubieran intentao invocar algo, pero a medias. Algún tipo de ritual que o bien no han sabido interpretar o bien lo que han hecho lo han intentado hacer sin un conocimiento completo de lo que querían hacer. Esto te lleva a pensar en Olga. Esa mujer se supone que era alguien con conocimientos de brujería importantes, o al menos eso es lo que dejó entrever Linnea tras la historia de su separación. Por lo que algo no termina de encajar aqui. Las runas que hay en el suelo están bien hechas, pero no están bien ordenadas. El símbolo es el que las brujas cercanas a la cultura Wickan llevan usando en sus rituales varios siglos, pero el orden no es el correcto*.

El círculo está hecho con tizas y las letras parecen estar hechas con cera y algo rojizo que parece sangre reseca. Podría bien ser de algún animal, o incluso alguna tintura a base de frutos. Los símbolos que deberían marcar los 4 puntos cardinales, no están bien dibujados del todo, y su orden es incorrecto**

¿Acaso fueron las hijas de satán las que se encargaron de dibujar esto mientras Olga no estaba? ¿ Es que no eran conscientes de lo peligroso que algo así puede acarrear si algo sale mal? O si hubieran invocado algo mucho peor....Las historias sobre demonios y criaturas de suma oscuridad y maldad son a menudo usadas en las historias más aterradoras de la cultura gitana. De hecho, los her,anos Grimm escribieron una serie de fábulas que...de ser ciertas...te harían plantearte de nuevo la idea de entrar en un bosque.

El altar, por su parte tiene un par de páginas atrapadas bajo una piedra de extraña densidad y peso para su tamaño. En ellas, en un vistazo rápido, puedes ver un extracto de un libro que te han recordado hace poco. Quizás no quieras mencionar a Reidar que existe parte de un ritual de obtención de poder, y que conlleva un sacrificio. En su titulo, puedes ver -Extracto del Necronomicón- escrito por el Loco Árabe.

La otra de las páginas reza lo siguiente:

"Este es el libro del conjuro del guardián. La fórmula, tal y como la recibí del escriba de ENKI, nuestro maestro y señor de toda la magia. Debe tenerse un extremo cuidado ya que este indomado espiritu no se alza contra el sacerdote y por esta razón se debe hace un sacrificio preliminar en un cuenco limpio y nuevo que tenda en ese momento inscritos los símbolos adecuados, que son los tres sígnos grises tallados en mi iniciación y que son......

Deben estar grabados sobre el cuenco con una aguja fina o pintado con tinta oscura. El sacrificio que se ofrece debe ser pan nuevo, resina de pino y la hierba Olieribos. Esos productos deben ser quemados en el cuenco nuevo y la Espada del guardián, con su signo grabado en ese instante a mano, pues él habitará en el momento de la invocación al Guardián y se irá cuándo tenga permiso para irse."

Tras merodear durante un rato por la escena, no hay rastro alguno del cuenco nombrado.

El padre Kransvik, aun  enrojecido por la caminata, parece titubear a la hora de entrar a la cueva. —Sinceramente, esto, no es lo que me esperaba. No se muy bien que es lo que me esperaba, pero...los restos de un ritual pagano tan cerca de mi comunidad es algo que sinceramente me acongoja. No entiendo que es lo que buscaban hacer aqui esas mujeres, pero no creo que sea bueno. No esta bien. Espero poder tener una charla con ellas. Volver a llevarlas por la senda correcta si es que se dejan.—

Castelferro se adentra y comienza a investigar, haciendo caso la señal que Alvar le hace. Puede que el Coronel sea más que apto para situaciones sociales, pero si alguien es el adecuado para esta escena, esta situación, es sin duda el ocultista.Además mantiene al Padre bajo estricta vigilancia para que deje a los expertos hacer su trabajo. Ebba por su parte, busca síbolos en la cueva. No tarda también en ver un simbolo enorme pintado en el suelo, el que examina su compañero. Por otra parte Reidar, permanece fuera, atento a todo o a cualquier ruido para evitar sorpresas innecesarias. A menudo la vida le ha enseñado que los animales tienden a buscar refugio en cualquier sitio. Y eso incluye puentes, troncos, portales, callejones y porqué no, cuevas.

Castelferro no tarda en encontrar ciertos rastros y señales de información. Tras examinar la inscripicón circula que hay en el suelo, pasa al altar de madera, donde lee unos papeles.

Miro de reojo al padre Kransvik mientras este expresa su desconcierto y su preocupación ante lo que nos hemos encontrado aquí. No es para menos; a fin de cuentas, si las cosas son como creemos, el ritual cuyos vestigios estamos contemplando podría ser el responsable de la venida al mundo de la cosa que está matando personas. Arrugo la nariz. Este lugar huele a naturaleza, pero no a la naturaleza domesticada, plácida; sino al vientre fecundo, oscuro y terrible del mundo, que oculta creaciones ajenas al ojo humano, que arrebata la vida con tanta facilidad como la da. Y cuando lo hace, lo hace con sangre, dolor y gritos.

Inquieto, me muevo a una parte de la cueva desde la que pueda ver tanto la boca de la caverna como los oscuros y ululantes túneles que puedan dar a galerías internas, a fin de que nada que se nos acerque desde ningún lado pueda pillarme con la guardia baja. Mientras Castelferro examina los hallazgos, yo desenfundo mi pistola y amartillo el percutor, aunque la mantengo baja.

Solo por si acaso.

—Todo esto es inquietantemente erróneo... —expuso el joven ocultista enfundado en su personaje—. Este ritual está mal dibujado y, me aterra pensar, que también ha sido mal ejecutado. Es brujería pagana Wickan, lo que me lleva a creer que no había intención inicial de meterse en demasiados problemas —omitió intencionadamente el nombre de las posibles responsables del ritual—; salvo por el hecho de que los símbolos están incompletos y pintados en un orden equivocado. Trazado de esta guisa el ritual estaba condenado a fallar o no podía conducir a nada bueno. Quien sabe si la bestia asesina no habrá surgido de ese error...

Castelferro mostró a continuación los papeles. La piedra que los pisaba la había guardado en su zurrón con disimulo, para analizarla más tarde. 

—Esto parece formar parte de un ritual distinto, la invocación de un "guardián". Está extraído de un libro muy famoso entre la comunidad ocultista, pero al que pocos expertos le conceden credibilidad. Se me ocurren varias teorías acerca de su presencia aquí, pero ninguna me resulta satisfactoria —miró a todos los presentes de corrido y se detuvo en el sacerdote—. En fin, reverendo, no veo ningún signo satanista en toda esta parafernalia, pero es cierto que existen cosas peores que el Maligno; entre la atrevida estupidez humana.

La cueva tendrá una profundidad de unos 10 a 20 metros a ojo. El altar improvisado de madera se ecnuentra a unos 5 metros de la entrada, mirando hacia el fondo de la misma, y tras el altar, en el suelo se puede ver el dibujo de un síbolo ritual bastante grande. Tendrá unos 3 o 4 metros de diámetro.

Lo que descrubres a primera vista te resulta extraño. es como si las hijas de Satán hubieran intentao invocar algo, pero a medias. Algún tipo de ritual que o bien no han sabido interpretar o bien lo que han hecho lo han intentado hacer sin un conocimiento completo de lo que querían hacer. Esto te lleva a pensar en Olga. Esa mujer se supone que era alguien con conocimientos de brujería importantes, o al menos eso es lo que dejó entrever Linnea tras la historia de su separación. Por lo que algo no termina de encajar aqui. Las runas que hay en el suelo están bien hechas, pero no están bien ordenadas. El símbolo es el que las brujas cercanas a la cultura Wickan llevan usando en sus rituales varios siglos, pero el orden no es el correcto*.

El círculo está hecho con tizas y las letras parecen estar hechas con cera y algo rojizo que parece sangre reseca. Podría bien ser de algún animal, o incluso alguna tintura a base de frutos. Los símbolos que deberían marcar los 4 puntos cardinales, no están bien dibujados del todo, y su orden es incorrecto**

¿Acaso fueron las hijas de satán las que se encargaron de dibujar esto mientras Olga no estaba? ¿ Es que no eran conscientes de lo peligroso que algo así puede acarrear si algo sale mal? O si hubieran invocado algo mucho peor....Las historias sobre demonios y criaturas de suma oscuridad y maldad son a menudo usadas en las historias más aterradoras de la cultura gitana. De hecho, los hermanos Grimm escribieron una serie de fábulas que...de ser ciertas...te harían plantearte de nuevo la idea de entrar en un bosque.

El altar, por su parte tiene un par de páginas atrapadas bajo una piedra de extraña densidad y peso para su tamaño. En ellas, en un vistazo rápido, puedes ver un extracto de un libro que te han recordado hace poco. Quizás no quieras mencionar a Reidar que existe parte de un ritual de obtención de poder, y que conlleva un sacrificio. En su titulo, puedes ver -Extracto del Necronomicón- escrito por el Loco Árabe.

La otra de las páginas reza lo siguiente:

"Este es el libro del conjuro del guardián. La fórmula, tal y como la recibí del escriba de ENKI, nuestro maestro y señor de toda la magia. Debe tenerse un extremo cuidado ya que este indomado espiritu no se alza contra el sacerdote y por esta razón se debe hace un sacrificio preliminar en un cuenco limpio y nuevo que tenda en ese momento inscritos los símbolos adecuados, que son los tres sígnos grises tallados en mi iniciación y que son......

Deben estar grabados sobre el cuenco con una aguja fina o pintado con tinta oscura. El sacrificio que se ofrece debe ser pan nuevo, resina de pino y la hierba Olieribos. Esos productos deben ser quemados en el cuenco nuevo y la Espada del guardián, con su signo grabado en ese instante a mano, pues él habitará en el momento de la invocación al Guardián y se irá cuándo tenga permiso para irse."

Tras merodear durante un rato por la escena, no hay rastro alguno del cuenco nombrado.

ACLARACIÓN

Lo que se entiende de todo esto es que las brujas han encontrado una forma de invocar un espiritu guardián según las lineas Ley marcadas a través de todo el mundo ( Las lineas Ley son zonas de una energía enorme. Energía mágica, Energía Natural por así decirlo que pueden ser aprovechadas para hacer diertos rituales de sanación, de daño, de invocación o de todo lo que se os ocurra).

El caso es que según la información que han ido obteniendo a través de sus libros y años de investigación, han llegado a la conclusión de que esta cueva es un punto muy potente de magia por el que puede pasar una de esas líneas. Olga era la experta, y las hijas de Satán ( autodenominadas así solamente por el enlace entre la brujería y el maligno de forma popular*) quisieron llevar a cabo un ritual de invocación del espiritu guardían del bosque. Quizás en su afán por ver una criatura excepcional en persona, o solamente por el ansia de conocimiento que ese Vaesen pudiera Otorgar.

En algún momento, el ritual si ha hecho mal ( pendiente de poneros las imágenes) y se han confundido y/o desplazado algunos símbolos. Faltan algunos ingredientes y partes del mismo ritual, y por lo que sabéis ( más Castelferro que otra persona aquí) que alguien realice un ritual erroneo o incompleto suele llevar a un fracaso. Que a menudo no suele tener consecuencias más allá de no obtener resultado. Por lo tanto hay dos opciones a tener en cuenta. O bien han hecho algo muy muy mal y han invicado ellas al Glosson, o bien, alguien más lo ha hecho. Pero si es así: ¿Con qué motivo?

La relación entre la brujería y la cultura Wickan es bastante estrecha y a menudo muchos rituales tienen mucho que ver unos con otros. Sobre todo en los que a naturaleza se refiere. Un "sacrificio" para obtener una mejor cosecha. Otro para que el agua del río no deje de fluir. Otro para que la comida naturale y los animales sean abundantes, etc. Respecto a los  mitos, realmente no estan mencionados o relacionados, y los símbolos encontrados en el libro son parte del Necronomicón. Aunque nunca se puede descartar una cosa con otra al 100%. Recordad que los sacrificios suelen ser quemar unas hojas con algo de aceite aromático, realizar una figura con ramas y cera, etc. Nada de sacrficios humanos como con los que se suele manejar la iglesia.

Ahora lo más preocupante a parte de la bestia suelta es, ¿qué querían hacer las brujas con el extracto del Necronomicón?

Mientras no quito ojo de mis alrededores, atento a cualquier señal de peligro, escucho las explicaciones que el señor Castelferro nos da, las conclusiones a las que ha llegado a partir de sus hallazgos en el altar y sus inmediaciones. Parece que las brujas cometieron errores al trazar los dibujos necesarios para completar el ritual, algo que no es sorprendente a la vista de los resultados. Menciona algo de la invocación de un guardián, de un libro popular en los círculos esotéricos… Pero nada a lo que encuentre una relevancia inmediata o que no supiésemos ya.

—Entonces, el llamado de Glosson no fue un efecto secundario accidental… —reflexiono—… sino que hubo en efecto un intento de convocar a la criatura, pero perdieron el control al tratar de domeñarla debido a sus errores en la ejecución del ritual. En cuyo caso, hay algo que no me cuadra: según la señora Elfeklint, Olga era una hechicera experimentada. ¿Cómo pudo cometer un error tan garrafal?

Me quedo en silencio unos instantes, sopesando posibilidades. O bien Olga no estaba presente durante el rito, o no era tan experta como su amiga Linnea pensaba.

—Señor Castelferro —empiezo, aunque sin dejar de vigilar nuestro entorno—. En su opinión, ¿habría alguna forma de revertir el ritual? ¿Tal vez alterando el patrón dibujado por las Hijas de Satán, o realizando alguna especie de… contrahechizo? Disculpe mi ignorancia, pero, como estoy seguro de que ya habrá podido comprobar, ando a ciegas cuando de estos oscuros asuntos se trata.

Escucho atentamente todas las explicaciones de Leo y, cuando termina, me acerco hacia él, extendiendo la mano para ver si me deja ver los papeles. Entiendo un poco sobre rituales incompletos y las consecuencias que estos suelen tener no son buenas en absoluto. La expresión de gravedad en mi rostro lo dice todo, seguramente padre pueda entender lo que estoy pensando sin necesidad de que haga gesto alguno, así que ni siquiera me molesto en decir nada. Simplemente, cuando Castelferro me deja los papeles del altar, me siento en el suelo con las piernas cruzadas y los extiendo frente a mí, sacando también los apuntes que he estado elaborando toda la noche a partir del diario completo que las Hijas de Satán tenían guardado y algunos de los libros de ocultismo que siempre me acompañan.

Me concentro en responder a la pregunta de Alvar y buscar una manera de deshacer ese ritual... tiene que haber alguna forma de calmar al "guardián desatado" que creo que es Glosson ahora mismo. En mi cabeza también se suceden las preguntas acerca de la aptitud de Olga y las otras tres mujeres, de si estaría ella allí mientras dibujaban erróneamente todo eso o de si habría alguien más (¿quizá ese sospechoso farero?) que hubiera invocado sin querer o queriendo a Glosson y se trata de dos sucesos sin relación real... Pero a lo largo de los años he aprendido a sellar las puertas de mi castillo mental cuando no quiero que nada más me distraiga, así que todo eso queda relegado a algún oscuro rincón de mi pensamiento inconsciente, junto con los sonidos y las voces del mundanal ruido, mientras me aíslo tras cientos de volúmenes y estanterías en la interminable biblioteca que almaceno en esa etérea fortaleza. 

En ese momento recuerdo las palabras de Leo... 

«...la bestia está controlada por magia ancestral y poderosa, estudia las líneas ley, haz pactos y sacrifica a tu amigo para ganar poder, encuentra en Necronomicón y busca el ritual de la octogénesis...».

La octogénesis... El nacimiento, la creación de algo. Así que, si se puede crear, se puede destruir. Si se puede convocar, se puede enviar de vuelta.

Ese ritual se puede deshacer.

Y entonces, solo una pregunta vadea las calmadas aguas en las que estoy completamente sumergida cual losa de granito: ¿Cómo se deshace ese ritual y se envía a Glosson de vuelta al reino al que pertenece?

Eso es lo único que mis ojos y mis manos tratan de averiguar entre tanto legajo cubierto por ríos de tinta ancestral...

Ebba se acerca a una zona de la cueva que arroja algo de luz y Castelferro la acompaña. Es un pequeño penacho de piedra que obiene la luz justa como para poder leer sin tener demasiadas dificultades ya que es un día bastante soleado. Mientras el resto del grupo continúa con su investigación, y Alvar parece seguir distrayendo al padre Kransvik. No es de extrañar que el hombre esté nervioso. También parece cansado. No parece estar muy acostumbrado a este tipo de travesías por el campo y eso le ha hecho estar más que acalorado. El padre Kransvik saca un odre de cuero. — Mi padre me dio esto cuándo yo era aún jóven. Es un buen recuerdo que jamás pensé que llegaría a utilizar fuera de mi santuario, pero no se me ocurría una forma mejor de traer algo que nos aude a refrescar la mente y el cuerpo.— Kransvik le pega un buen trago al líquido cobrizo que sale del odre y acto seguido le ofrece a Alvar. —Tome. Es un buen Whiskey de buena calidad. No creo que encuentre nada mejor por estos lugares. Probablemente alguien de su rango esté acostumbrado a cosas mucho mejores o de mejor calidad o renombre. Aquí nos conformamos con poco, pero bueno.—

Reidar lanza una rama a Geri que vuleve content a darle el trofeo a su amigo. Una vez, dos....Pero la tercera vez no vuelve. Reidar acostumbrado a que su amigo se pierda no parece muy preocupado al principio, pero al cabo de un rato, de llamar una y otra vez, comienza a ponerse nervioso. —Geri!!!!! Geriiii!!!— Un ruido profundo y hosco se oye desde unos matorrales cercanos. Unos ojos rojos os acechan mientras que el pequeño can no da señales de estar cerca. Y si lo están, habrá hecho bien en esconderse.

Mientras Ebba y el señor Castelferro se aproximan a un rincón iluminado de la cueva para proseguir con su lectura, yo sigo atento, mirando en todas direcciones, con la extraña sensación de que algo está a punto de ocurrir. El padre Kransvik me distrae un instante para contarme la historia de un odre de cuero que su padre le regaló. Cuando se lo lleva a los labios para beber, me sorprendo ante el fuerte y dulce aroma de su contenido. No se trata de agua, sino de whisky. Enarco una ceja cuando el sacerdote me ofrece un trago. No puedo decir que no me tiente, pero no es el momento.

—Muchas gracias, padre, pero en estos momentos prefiero tener un absoluto gobierno de mis sentidos —explico, con una sobria sonrisa de agradecimiento—. Nunca se sabe qué puede pasar, ni cuándo.

Mientras hablo con el sacerdote, echo un vistazo por encima del hombro para mirar a Reidar, que está llamando a Geri. El pequeño perrito no aparece. Inmediatamente tengo la seguridad de que algo no va bien.

—Atentos, todos —advierto, en un susurro áspero, mientras apresto mi arma—. Acercaos, despacio.

Como un eco de mis palabras, un gruñido hondo y gutural, profundamente inquietante, resuena desde algún lugar cercano. Acierto entonces a ver unos ojos de un rojo encendido. Muy lentamente, levanto la pistola, apuntando en dirección a lo que quiera que sea eso. Mientras tanto, mi otra mano busca en uno de mis bolsillos la manzana que esta mañana me diera mi hija.

Solo por si acaso.

Todo esto no tiene el menor sentido.

Mi ceño se frunce mientras observo detenidamente las páginas que Castelferro y yo estamos estudiando. Después de haber encontrado un pequeño rincón de luz, mis ojos recorren ávidamente el material que tengo delante, de arriba abajo, de lado a lado, en diagonal, mis manos lo voltean, una y otra vez, tratando de buscar... algo. Una pista, un rastro, no lo sé... Pero tiene que haber algo. Lo que sí nos queda claro es que intentaban protegerse, trataron de invocar un guardián, aunque no funcionó; además, cuando llevo un rato revisando tales documentos, me doy cuenta de que quien sea que ha convocado a Glosson probablemente lo esté controlando, probablemente mediante esa vara de tilo de la que ya habíamos escuchado hablar. Pero eso significa que, si la rompemos, probablemente... Demasiados «probablementes»...

Si encontramos esa vara de tilo y la rompemos, sucederá una de dos: o lo arreglamos y eso vuelve a su reino, o se queda suelto por aquí tratando de acabar su trabajo, perspectiva que ahora mismo no me resulta absolutamente nada halagüeña. Sin embargo, si consiguiéramos hacernos con el control de esa vara... Mi respiración comienza a agitarse cuando comprendo las implicaciones de lo que se me pasa por la cabeza, pero... ¿quién la tiene? ¿Mi intuición será correcta? ¿El farero? ¿La desaparecida dueña del hotel? ¿Otra persona? Mientras le doy vueltas a las opciones, escucho cómo el padre Kransvik le ofrece alcohol a mi padre y él lo rechaza educadamente; no deja de chocarme la idea de que el sacerdote lleve whisky en un odre, pero no hago comentario alguno al respecto.

Durante todo el rato que pasamos investigando los signos y documentos de la cueva, Sin Raíces y Geri han estado jugando y el cachorro lleva un rato sin aparecer. Cuando empiezo a escuchar los gritos de mi amigo, me altero, levanto la vista de los papeles y doy un par de pasos hacia donde los demás ya se están reuniendo; pero no es hasta que percibo la tensión en mi padre —su sentido de alerta activado décimas de segundo antes de lo que está a punto de ocurrir— y escuchó su murmullo, que me doy cuenta de que algo va mal, para apenas un instante después escuchar ese rugido...

Ese rugido...

Sé lo que es.

No hay duda. Lo he escuchado antes. Sé lo que es, pero mi cuerpo ha vuelto a congelarse, otra vez... como en la arboleda.

Mi primer pensamiento fugaz es para Geri…. ¡Oh, no! Sacudo la funesta idea de mi cabeza e instintivamente mi cuerpo se mueve por fin y mis manos van hacia mis bolsillos, la manzana en uno, las nueces en el otro, al tiempo que doy un paso lentamente para colocarme justo al lado de padre. Y es entonces, en el momento en que, temblando, miro más allá de la entrada de la cueva, cuando los veo: esos ojos. Rojos. Brillantes. En medio de la oscura sombra del arbusto. Negra. Rojo sobre negro.

Rojo y negro.

Una mano sale del bolsillo y aferra inconscientemente el antebrazo de padre, apretando con fuerza sin que yo me dé cuenta. Tampoco me percato de que estoy temblando de pies a cabeza, con la mirada fija en el arbusto, en eso... Rojo y negro. Inequívoco. Seguramente padre sí se ha dado cuenta de todo esto. Seguramente él ha percibido mi apretón, mi temblor y mi mirada clavada en la floresta mientras mi mandíbula tremola sin que pueda evitarlo. 

Pero no puedo confiar en que él lo haga todo. Yo no sé pelear, probablemente el sacerdote tampoco... De Castelferro no tengo ni idea y aunque seguro que Reidar sabe defenderse, ¿cómo van a poder ellos dos solos contra Glosson? No... no puedo permitir que se arriesguen tanto, pero ahora mismo me siento completamente inútil... A no ser...

Y entonces una fugaz idea cruza mi cabeza. Breve. Absurda... Temeraria incluso. Pero cruza. Y ya no puedo evitarlo. Mis ojos se desvían en una rápida sucesión a los símbolos del suelo, a los papeles, y finalmente a la mirada de Leo. No sabe lengua de signos, pero ahora mismo más que nunca, necesito que me entienda sin palabras. ¿Podríamos nosotros convocar con éxito a un guardián?*

—El farero... —susurra con complicidad a Ebba—. Pero, ¿qué le motiva?

Entonces todo comienza a suceder muy deprisa: el perrito de Reidar se pierde una vez más (el viejo trotamundos debería hacer algo al respecto), se oye un rugido y en un arbusto que se agita aparecen dos ojos rojos infernales. Castelferro no es un experto luchador como presume que lo será el coronel, aunque sabe desenvolverse bien en el cuerpo a cuerpo. Sin embargo luchar a brazo partido con aquella bestia parece fuera de toda lógica y sentido común, de manera que echa mano de las nueces antes de desenvainar la daga que lleva oculta en el mango de su bastón.

—Padre, rece todo lo que sepa. No estaría nada mal tener la ayuda de Dios Padre en este asunto —confiesa con seriedad el joven ocultista; aunque duda de que la fe del sacerdote sea tan firme como para obrar los milagros que muy pocas veces ha tenido la suerte de contemplar en su breve pero intensa vida de conocedor de lo oculto, lo fantástico y lo asombroso—. Coronel, reprima la tentación de pegarle un tiro a esa bestia si no es estrictamente necesario. Quizás mientras nuestras frutas le distraen podemos ganar tiempo —sería genial poder corregir los errores del círculo de invocación y llamar al guardián; pero para ello Glossom debería concederles una tregua muy larga: la magia ritual no era precisamente como disparar un arma, siempre eran necesarios materiales y tiempo.

Allí estaba. La bestia que hasta ahora solamente había visto Ebba se acababa de presentar delante de vosotros. Un enorme jabalí con potentes músculos en sus patas hace temblar el suelo. Su pelo estaba terriblemente afilado y solamente los colmillos que salían en hileras de su boca eran más amenzantes pues parecían más unas cuchillas. La criatura emitió un sonido gutural y profundo. Sus ojos rojos eran penetrantes y sus pupilas diminutas. El enorme cerdo cargó de inmediato contra lo primero que econtró. El padre Kransvik i siquiera vio venir el golpe cuándo el animal ya lo había golpeado y seccionado en dos. Su abdomen se abrió al igual que un carnicero corta quirurjicamente el lomo de un animal, pero este corte era más tosco, más brutal, más sucio y sangriento. Las vísceras el hombre de dios cayeron al suelo a la vez que lo que quedaba de la unión de sus piernas al torso caía inerte. Parte del cuerpo se había enganchado en los colmillos de la bestia y colgaba como un muñeco de trapo que bailaba al son de los terribles y violentos cabezazos que propinaba Glosson al aire para intentar librarse de su improvisada carga.

Reidar solamente puede ponerse cuerpo a tierra y reptar detrás de un árbol intentando poner algo de distancia entre medias tras el embite de la criatura.

Cuando veo por el rabillo del ojo que Ebba se acerca a mí, yo también me desplazo lentamente en su dirección, sin movimientos bruscos, colocándome frente a ella a fin de suponer un primer obstáculo en caso de que Glosson decida cargar contra ella, un escudo que salvaguarde su vida en el peor de los casos. El comentario de Castelferro, de que «reprima la tentación» de disparar a la bestia si no es necesario, me hace poner los ojos en blanco. Las ácidas observaciones de ese chico tienen la virtud de sacarme de quicio; ¿cómo cree que he conseguido llegar hasta mis años, siendo mi profesión la que es?

—Creo que hemos llegado a un punto en que puede ahorrarse su sarcasmo, Castelferro. ¿Será capaz de reprimir la tentación? —Giro los ojos para dedicarle una mirada penetrante, aunque la tensa sonrisa de mi cara revela que solo estoy devolviéndole la chanza para relajar los nervios—. Ahora póngase a cubierto. A saber qué hará esa…

Ni siquiera tengo tiempo de terminar la frase. Sin previo aviso, el monstruoso y descomunal verraco se arroja sobre nosotros con una velocidad pasmosa, que parece imposible teniendo en cuenta su tamaño. Jamás había visto nada igual. Soy incapaz de mover un músculo hasta que es demasiado tarde. Esa cosa destroza el cuerpo de Algot Kransvik, abriéndose paso de un lado a otro como un cuchillo al rojo cortando mantequilla caliente. La sangre del sacerdote salpica en todas direcciones, y sus entrañas escapan de su abdomen seccionado como serpientes retorciéndose. Mis ojos parecen ir a salirse de sus cuencas, y mi boca se abre para decir algo, pero ningún sonido sale de mi garganta. El espantoso espectáculo me ha arrebatado el habla.

Es entonces cuando comprendo que estamos perdidos. Nada podía habernos preparado contra esto. El pueblo está a horas de distancia de aquí; ni todas las manzanas y nueces del mundo nos permitirían llegar a Mölle con esta cosa pisándonos los talones. Pero no puedo dejar que le haga daño a Ebba. No puedo permitir que nada le suceda, o toda mi vida habrá sido en vano.

Por eso, cuando mi dedo oprime el gatillo de mi pistola, no podría importarme menos si al señor Castelferro le parecerá estrictamente necesario o no.

Reidar había actuado por instinto, su instinto de supervivencia que tanto le había salvado la vida hasta ese entonces. El miedo a que Geri pudiera haber recibido daño de aquel aterrador espectro era apenas comparable al espanto que atenazaba el corazón del vagabundo, tan centrado en su propia vida que por unos instantes se había desvanecido de su mente la existencia del resto de sus compañeros. Fue el disparo del coronel lo que le hizo recuperar por unos instantes la cordura, y darse cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Dejaría que aquella criatura dañara a Castelferro, a Björklund? ¿Que alcanzara... a Ebba?

Se arrastró hasta las raíces del árbol más cercano, sosteniendo su bastón con toda su fuerza. Cambió de idea, e intercambió su bastón por la palanca que escondía entre sus vestiduras. Temía lo que podría ocurrir con un acercamiento cuerpo a cuerpo a Glosson, la peligrosidad no sólo de sus colmillos sino de las púas en su cuerpo. Temblando, se asomó desde su posición en el árbol, buscando la manera de colocarse detrás del grotesco jabalí y, si la suerte estaba a su favor, clavarle la palanca en las entrañas. Si ha de haber un sacrificio, que sea el de este viejo vagabundo que ha vivido más de lo que debería. -¡¡Corred!!- Gritó, lanzándose a golpear a la criatura.

La visión de la bestia destrozando al sacerdote congela la sangre en las venas del ocultista, que jamás había presenciado un acto de violencia tan brutal en toda su vida. El estampido de la pistola del coronel le saca de su parálisis pero le imprime una sensación de terror más intensa aún. Casi sin pensar le lanza el puñado de nueces que tiene en la mano izquierda, dejando caer su bastón y quedándose tan solo con la daga en su mano. Entoces ve cómo Reidar se lanza a por el monstruoso jabalí armado tan sólo con una palanca de hierro y joven siente que podría comenzar a reírse por lo absurdo de aquella situación, sin no fuera porque la vida de su amigo también está ahora en peligro inminente.

—¡Reidar, no, maldito loco!

No sabe de dónde saca el valor, pero él mismo también corre hacia el Glosson y trata de darle una puñalada, mientras se grita a sí mismo que está firmando su sentencia de muerte.

—¡Coronel, saque a su hija de aquí, por el amor del Cielo!