Partida Rol por web

Vaesen: A wicked Secret and Other Mysteries

Upsala Asilum

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06/11/2020, 16:58
Storyteller

Poner un pie fuera del castillo Gyllencreutz significa ser recibidos por una ráfaga de aire y lluvia. Lo que antes había sido una placentera tarde primaveral se había convertido en el presagio de una tormenta que amenazaba no solamente agua, sino que también podría lanzar pequeños fragmentos de hielo contra todos los que deambulen desprotegidos por las calles de la fría Upsala. Os dirigís al terrible y a la vez aclamado Asylum en el carruaje del Coronel que tiene a su disposición para eventos en la misma ciudad. Upsala es una ciudad relativamente grande, que se encuentra en un momento de expansión. Los obreros que construyen las nuevas casas corren como pueden a resguardarse del frío aire mientras intentan cobijarse en el fuego de unos leños ardiendo. Las noticias del periódico local dicen que no hace mucho dos de los obreros murieron por culpa de un golpe de aire que les propulsó al vacío desde lo alto de uno de esos edificios en construcción. Las calles principales están bien cuidadas y la policía local hace acto de presencia apaleando sin contemplación a un pobre chaval, seguramente inquilino de la calle que parece haber sido víctima de una acusación. Falsa o no eso dependerá del tamaño y resistencia de la porra con la que se agredido. Es un mundo cruel en el que solo los afortunados que nacen en familias de alta alcurnia se pueden permitir vivir libres en plenitud.

Todos ellos viven al margen de la terrible realidad a la que os enfrentáis día tras día, con seres sobrenaturales que acechan en cualquier esquina oscura. Una sensación de vacío y a la vez de intranquilidad os recorre el cuerpo.

El trayecto os deja con algunas revelaciones demasiado reales del mundo en el que vivís. Prostitutas haciendo la calle y sus clientes , niños pequeños jugando en la inmundicia pues no tienen nada más a mano. Ratas del tamaño de un perro comiéndose varias aves mientras desmigajan sus intestinos en medio de un callejón. Ruina en contraste con la opluencia de otros.

Tras una eternidad, finalmente el Asylum. Ese lugar en el que los médicos se jactan de curar a los pacientes con el mismo tacto, talante y arte que un carnicero de tercera clase. Ambos tienen algo en común, sus pacientes no suelen salir más que despedazados.
Se dice que en este lugar de "sanación" han perdido la vida más de un centenar de personas debido a la brutalidad con la que se tratan las enfermedades.Es posible que aquí encontréis algún tipo de espíritu o fantasma, ya que se dice que los que han sido brutalmente asesinados o tenían algún tipo de tarea pendiente importante a la hora de su muerte, siguen vagando entre los vivos como almas en pena. Sea como sea, es un lugar que os hace sentir inseguros.

Solamente si tienes dinero, fama o poder serás tratado como un ser humano. El edificio es muy parecido en cuanto a estructura se refiere a un hospital, aunque su corte es más pequeño. Su mezcla de ladrillo con piedra vista y pulida le dan un aspecto robusto y limpio.
Al entrar, el olor a amoniaco penetra fuertemente en vuestras fosas nasales. Una recepcionista con poco papeleo en el mostrador os manda esperar en las sillas cercanas que simulan una sala de espera. Tras unos innecesarios 15 minutos en los que no hace nada más que ojear un libro, finalmente os pregunta mientras os mira con cara de absoluta imparcialidad.
—¿Vienen a ingresar a un paciente o a recogerlo? ¿Saben ya las tarifas o necesitan que se las copie?.—

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07/11/2020, 02:03
Alvar Egil Björklund

El viaje en calesa por las calles de Upsala es por fortuna menos gravoso de lo que habría sido realizarlo a pie, pues el cielo parece dispuesto a echarnos encima todo lo que tiene. Las ruedas del carruaje crujen en el suelo adoquinado mientras atravesamos la ciudad a toda velocidad. No puedo evitar pensar que en el fuerte viento y la intensa lluvia que golpea el vehículo como gotas de plomo fundido tienen algo de premonitorio, de augurador, como si tratasen de preparar la escena para lo que está a punto de suceder, como si quisieran añadir una nota dramática y terrible a la reunión. Cada vez creo menos en las casualidades. El tiempo era radiante esta tarde, y ahora el frío me hace pensar que es posible que incluso llegue a granizar. Y por si fuera poco, las calles vuelven a sorprenderme con instantáneas de crueldad y falta de compasión. Los edificios arrojan sombras cada vez más oscuras que, como lobos negros, devoran día y noche las almas que desfilan entre sus fauces. La civilización es solo una máscara: vivimos en un mundo absolutamente bestial, y la gran urbe no es sino el máximo exponente del depredador que se esconde bajo una fachada cordial.

Exactamente igual que los vaesen a los que hemos jurado cazar.

Ya casi ha anochecido cuando alcanzamos a ver la rotunda silueta del Sanatorio de Upsala recortase en un cielo preñado de sombras. Un supuesto lugar de sanación, que no obstante solo sirve para mantener a las personas defectuosas apartadas de la digna y fácilmente impresionable sociedad. «Como los conventos», pienso mientras miro soslayadamente a la hermana Agnetha, que comparte el interior del coche de caballos con el detective Wergeland, con su leal criado y conmigo. Pues, ¿hay mucha diferencia entre aquellos que ven monstruos y fantasmas y los que oyen los susurros de Dios?

El momento en que nos apeamos del carruaje para atravesar el umbral del manicomio y resguardarnos del aguacero debería suponer un alivio, mas se siente como caer de la sartén a las llamas. El casi ofensivo olor a amoníaco y a desinfectante me hace pensar qué otros olores incluso menos agradables deben de ocultarse debajo de esa peste infernal. A pesar de que la encargada de la recepción no parece ocupada, nos tiene esperando un buen rato hasta que se digna a hablar con nosotros. Me acerco al mostrador para hablar con ella.

Somos amigos de la señora Linnea Elfeklint. Tenemos entendido que recientemente ha ingresado por voluntad propia —relato con el tono de quien da explicaciones rutinarias—. Hemos venido a verla.

No será necesario decir nada más, espero.

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09/11/2020, 01:23
Øystein Wergeland

Con una mano sujetando el cuello de un raído gabán y la otra procurando evitar las caprichosas invitaciones que el viento impartía sobre su sombrero, el detective se subió al carruaje del señor Björklund, reflexionando sobre la vida confortable que un miembro de la alta jerarquía militar podía alcanzar en contraste con la de un mero sirviente de la ley.

—Gracias por el transporte, Coronel.

La confluencia de prostitutas en la intemperie no le causó mayores sorpresas. En sus años en la policía de Kristiania había conocído decenas de prostitutas, en varios grados de desnudez. Estaban las prostitutas cohibídas, jóvenes que venían del campo, producto de la industrialización y del progreso, de mejillas sonrosadas que se presentaban en la policía para el correspondiente registro e inspección de salud, condición indispensable para desempeñarse legalmente. Luego estaban las de párpados caídos y sonrisas desencantadas, algo más afianzadas en su profesión. Las más veteranas se limitaban a burlarse de las nuevas,  chasqueando la lengua al tiempo que contemplaban con codicia el desfile de senos suaves y firmes que tomaba lugar frente a sus ojos marchitos. Finalmente estaban las que, ya completamente desnudas, solían mirar al detective con ojos acusadores. Éste, el grupo más numeroso, era el de los cadáveres.

Por fin llegaron al Asylum, destino final de tantos desdichados que otrora fueran sujetos a complicados rituales de exorcismo. De un tiempo a esta parte la locura pasó a configurar el lugar de una enfermedad en toda regla, en vez de una especie de posesión demoníaca, lo cual no significaba necesariamente que los afectados gozaran de mejores atenciones, a juzgar por la aciaga reputación del lugar.

Ingresaron. Pronto la indolencia de la recepcionista se hizo evidente. Lamentablemente el detective Wergeland no era de los que tenía mucha paciencia, por lo que se incorporó con brusquedad de su asiento.

—Niles, ¿me prestas la lupa nuevamente?

Con el lente en la mano comenzó a recorrer con una meticulosidad exasperante cada asiento libre, los rincones de la pared, una maceta cercana, hasta llegar por fin al mostrador donde la recepcionista ojeaba un libro. Pasando un dedo por la superficie del mueble, trazó una línea divisoria donde antes había polvo, chasqueando la lengua con desaprobación.

—¿Dónde está la línea, Niles? —preguntó adoptando un tono dramático— ¿Dónde, señora Löfgren? ¿En qué medida, con qué regla medimos el grado de cordura de un hombre? ¿Somos acaso locos cuando soñamos? ¿Estamos acaso desquiciados cuando, en nuestra desidia... hacemos esperar a unos caballeros y una sierva del Señor innecesariamente, o cuando dejamos sin observar los más básicos fundamentos de la higiene médica? —concluyó, limpiándose los dedos con disgusto y devolviéndo la lupa. Y es que aquel lugar presentaba más manchas que la escena de un crimen mal ejecutado.

Cuando la recepcionista por fin se dignó a dirigirles la palabra fue el Coronel quien asumió el control de la situación. Por fortuna, pues, verdaderamente, tras la pregunta de la mujer, quien conociera menos el sarcasmo del detective podría preguntarse si no sería el señor Wergeland el paciente a quien iban a ingresar aquella tarde.

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09/11/2020, 10:56
Agnetha Löfgren

Incluso los días más hermosos tienden a estropearse con el paso del tiempo. Lo que horas atrás era un cálido día primaveral, ahora se había convertido en un día frío capaz de penetrar hasta los huesos y encapotado con nubarrones que otorgaban la certeza de que acabaría lloviendo o incluso granizando. Sólo en cuestión de horas todo había cambiado. Por fortuna, el coronel tenía a su disposición un carro de caballo. Al menos no iríamos andando...

Durante el trayecto, clavé mi mirada al frente... atravesando con una fría e impenetrable mirada al desdichado que tuviera justo delante mía. Mis manos, agarradas entre ellas y sujetando un rosario, permanecían apoyadas suavemente en mi regazo. Apenas parpadeaba; de hecho, parecía permanecer ajena a todo lo que pasaba alrededor del carruaje. Ni siquiera cuando noté la mirada del coronel observándome de reojo desvié mi mirada del frente. Cualquiera diría que, más que una persona, era una estatua hecha de carne y hueso.

No fue hasta que llegamos al sanatorio que volví a moverme. En ese momento, bajé del carruaje, ajusté mi hábito liberándolo de las posibles arrugas que se hubieran formado durante la travesía, y me interné en el edificio.

Como habría de esperarse, el sanatorio era un lugar desagradable e, incluso, repugnante. El olor a amoníaco inundó mis fosas nasales, haciendo que arrugase ligeramente la nariz. Si eso no fuera poco, la parsimonia de la recepcionista era capaz incluso de alterar al más tranquilo. Por mi parte, como buena hija del Señor, no tenía prisa... al menos no de momento. Así que tomé asiento y observé cómo el detective iba y venía de un lado a otro.

Como no tenía nada mejor que hacer, tras algunos minutos observándole, aproveché para hacer algo de provecho y empezar con mi oración diaria en voz baja.

In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

Credo in Deum, Patrem omnipotentem, Creatorem caeli et terrae. Et in Iesum Christum, Filium eius unicum, Dominum nostrum, qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine, passus sub Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus, descendit ad infernos, tertia die resurrexit a mortuis, ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis, inde venturus est iudicare vivos et mortuos. Credo in Spiritum Sanctum, sanctam Ecclesiam catholicam, sanctorum communionem, remissionem peccatorum, carnis resurrectionem, vitam aeternam. Amen.

Hice una breve pausa, en la que sostuve la primera cuenta, y proseguí...

Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo, quia tuum est regnum, potentia et gloria in secula Amen.

Y... hubiese continuado así con la oración, de no ser porque en ese momento el detective decidió venir a importunarnos al mayordomo y a mí con una pregunta trivial, más fruto del despecho por tener que esperar que por otra razón...

—La paciencia es una virtud contesté—. Pero hacer esperar, con negligencia, a una Sierva del Señor es ofender al mismísimo Dios: lo cuál puede ser entendido como un síntoma de locura.

Miré a la mujer fríamente, casi con mirada asesina. Luego me santigüé, sin quitar mi mirada de ella. Sería difícil determinar si estaba dando por concluido mi rezo o simplemente santigüándome antes proceder a asesinar fríamente a aquella pobre desdichada. Obviamente, era la primera opción, pero la duda estaba en el aire...

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09/11/2020, 14:38
Edwin James Niles

Si quieres desorientar a un invidente, súbelo a un carruaje. A la oscuridad en la que anidan los ciegos se suma el traqueteo del condenado vehículo, el martilleo de los cascos de los caballos al marchar y los giros de la carcasa durante su trayecto. El efecto es desolador, casi catalogable como un suplicio. Una completa desorientación y cierta sensación de vulnerabilidad atenaza a la víctima, que suele materializarse en el encogimiento del cuello y cierto agarrotamiento en brazos y piernas.

En efecto, los carruajes no son plato de buen gusto para aquellos que están privados del sentido de la vista.

Niles, no obstante, se limitó a arrugar el ceño, a buen seguro incómodo, mas no exteriorizó nada más durante la travesía. Su clase y saber estar le habían preparado para tal prueba, que superó como corresponde a un mayordomo de élite: sin suscitar comentario alguno.

Al llegar a su destino, el asistente del señor Wergeland bajó del carruaje con celeridad y se preocupó de que su amo, el Coronel y la hermana Löfgren descendiesen a tierra sin mayor problema. Se diría que Niles era meticuloso en extremo, como su mismo señor.

-Por supuesto, amo. Aquí tiene-, dijo tendiendo la lente con esmero y cuidado al joven Oystein al entrar en el lóbrego edificio.

Cuando su señor comenzó su diatriba melodramática sobre la cordura mientras esperaban a la enfermera de guardia, Niles lanzó una mirada metafórica al Coronel y a la hermana Agnetha y carraspeó, como si rogase en silencio a ambos que disculpasen al detective por su intolerancia a la suciedad. Intolerancia, por cierto, que él mismo le había inculcado. ¡Pero qué orgulloso estaba Niles de las críticas higiénicas suscitadas por el señorito Wergeland! 

Como deformación profesional propia de un veterano como él, Niles sacó un pedazo de algodón de su levita y lo pasó por uno de los muebles más cercanos que percibió tanteando sus alrededores, solo para detectar -¡CON HORROR!- la presencia ineludible de lustros de polvo en el ambiente a través de su fino olfato.

-Desidia, sí. Siempre tan preciso, amo. Este lugar sufre del inconfundible almizcle de la desidia a la hora de afrontar una limpieza a fondo... What a shame... Loado sea el Señor, pues me privó del sentido de la vista para evitar contemplar lo que a buen seguro es un lúgubre templo consagrado a Diógenes.

>>¿Y dicen que la señora Elfeklinnt se hospeda aquí voluntariamente...? God bless her soul... Ni al señor Reidar le recomendaría yo una estancia prolongada en esta cueva.

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09/11/2020, 15:58
Storyteller

La recepcionista os mira a todos con cara de incrédula pasividad y algo de exasperante desden. Aguarden aquí un momento, iré a buscar al doctor Niklas Frejd para que les atienda a ustedes y perturben más a los pacientes con los asuntos que sean que traigan.
La recepcionista se marcha durante unos minutos y tras un breve espacio de tiempo vuelve con un hombre, impolutamente afeitado y que desprende cierto aroma a Ylang-Ylang, una esencia coincida por calmar los ánimos de los pacientes más violentos. El hombre de mediana edad, es alto, guapo y no parece estar en mala forma física. Desde luego para ser el jefe del lugar es joven, apuesto y posee una gran figura. Su forma de andar es de las más erguidas, y su corte de pelo parece haber sido cuidado al milímetro. ¿Una persona detallista?.

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09/11/2020, 16:07
Niklas Frejd

El Doctor Frejd porta una bata larga hasta los tobillos de un color verdoso. Un par de guantes largos de goma sobresalen de uno de sus bolsillos. El estetoscopio que lleva colgando en el cuello brilla de forma intensa con los escasos rayos de luz que se  pueden colar en el Asylum.

Entrelaza sus dedos justo antes de dirigir una intensa mirada que os escudriña sin piedad.

—Díganme, ¿qué puedo hacer por ustedes?. Helga me ha comentado que quieren visitar a la señora Linnea, y eso podría ser altamente contraproducente debido a su situación mental. Necesitaré que se identifiquen si es posible.—

Notas de juego

Haced todos una tirada de observación

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09/11/2020, 16:58
Edwin James Niles

Notas de juego

Estooo... ¿Observación? ¿Yo? xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Declino la oferta ¡JAAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAA!

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09/11/2020, 16:59
Edwin James Niles
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Ahí la llevas, jefasooooooooooooooooooooooooooo ;D

Pónmela en privado, plis ;)

Uso los éxitos extra para sacar todas las pistas posibles, claro.

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09/11/2020, 23:52
Alvar Egil Björklund

Cada uno de mis acompañantes afronta la espera a su manera. Wergeland y Niles se dedican a jugar a los detectives y a importunar a la recepcionista con agudas críticas tan cargadas de acidez que, aunque jamás lo reconocería, me obligan a apartar la cara para que nadie vea la sonrisa que quiere aparecer en mi cara. La hermana Agnetha pasa un rato murmurando quedamente, para sí, una letanía cuyo tono monocorde parece indicar que se trata de una oración; el rosario que mueve lentamente entre sus dedos al ritmo de sus frases lo confirma.

Cuando por fin la señorita de recepción se digna a levantar sus posaderas de la silla para ir a buscar al doctor responsable, me giro discretamente hacia los demás, tratando de determinar si este lugar y su personal les están causando una impresión tan pobre como a mí. Diría que sí. En cualquier caso, el doctor Niklas Frejd no tarda en aparecer. Ciertamente no es lo que esperaba: en una institución como esta, uno no imagina encontrarse con un médico tan joven, con aires de galán y la elegante silueta de un bailarín. Cambio el peso de una pierna a la otra mientras se nos aproxima, quitándome los guantes con la intención de estrechar su mano. La escrutadora y poco hospitalaria mirada que nos clava al llegar a nuestra altura hace que me lo piense mejor.

Soy el coronel Alvar Egil Björklund —me presento, levantando el mentón tan solo unos escasos milímetros—, y estos son mis socios: el señor Øystein Wergeland, mister Edwin James Niles y la hermana Agnetha Löfgren. La señora Elfeklint se ha puesto en contacto con nosotros esta tarde; ella misma ha solicitado que acudiésemos a visitarla. —Y con una sonrisa comedida, añado—: Supongo que no habrá ningún inconveniente, teniendo en cuenta que ha sido ella la que ha decidido ingresar en el sanatorio.

O al menos eso era lo que daba a entender su mensaje.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro en oculto, por aquello de que es una tirada que podría dar información errónea y demás.

Dewey, Observación no tiene por qué implicar la vista: es tu capacidad para juzgar el comportamiento de una persona y/o su estado emocional/mental, y creo que una persona ciega podría hacer todo eso mediante el oído (el tono de voz, el ritmo de los pasos, si cambia de postura... esas cosas). Pero que decida el dire, por supuesto :).

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10/11/2020, 09:15
Edwin James Niles

Niles, estratégicamente situado en retaguardia del grupo y próximo a su joven señor, olisqueó el aire y si bien el perfume que llegó a su pituitaria desprendía un aroma a dandy mezclado con algún tipo de químico, los pasos -¡Oh, los pasos! ¡Por los pasos les reconocerás!- de aquel doctor, sin duda un tipo de temperamento viscoso, le resultaron muy sospechosos.

Niles emergió por la izquierda del hombro del detective y con dramático rostro, ceja arqueada inclusive, susurró en su oído con el sigilo de una serpiente.

-No es perfume lo que exuda por sus poros, amo. Bewaaaaare...-.

Acto seguido apareció por la derecha y repitió con énfasis.

-Cautioooon...-.

Y para culminar su política preventiva, sus largas manos enguantadas dieron un suave papirotazo en el lóbulo de las orejas a su amo, como disponiéndolas para cualquier eventualidad. Una suerte de forma de decir "¡En guardia, amo!".

-Watch ooooouuuut...-. Niles consideró que ya había enfatizado bastante la necesidad de ser precavidos y regresó a su posición original, recobrando su regia estampa al cobijo de las viriles y a buen seguro anchas espaldas del Coronel.

Era ciego, pero Edwin James Niles permanecía atento porque, siguiendo el sagrado credo de la Escuela Secreta de Mayordomos de Canterbury:

NO MATTER WHAT

STAY VIGILANT, BROTHER.

- Tiradas (1)

Notas de juego

My fellow Colonel, gracias por el apoyo al invidente.

Heaven or Hell...

LET'S ROCK!

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10/11/2020, 23:46
Øystein Wergeland

Pese al desdén con la que fue testigo de las tácticas exasperantes del detective, finalmente la recepcionista se dignó a recibirles. Junto a ella retornó un médico jóven, bien parecido, alto, y resoluto. Øysten estaba en pleno proceso de formarse una impresión inicial del recién llegado cuando la voz de Niles, a su izquierda, le sobresaltó. Asintió en silencio a las palabras del mayordomo con la mirada aún clavada en el joven médico. Se disponía a intervenir cuando sintió una especie de chicotazo sobre su oreja izquierda, funesta costumbre de su servidor más leal toda vez que este detectaba peligro.

Fy faen!1 —murmuró por lo bajo, continuando la expresión con otras imprecaciones más propias y selectas del dialecto de su región natal.

Acariciándose el lóbulo distraídamente se preguntó si algún día le saldría un callo en la oreja, única manera de garantizar la inmunidad ante el peligro más frecuente y devastador que el anticipado por su mayordomo: el celo de aquel hombre.

—Gracias, Niles —dijo el detective mientras intercambiaba una mirada cómplice con el Coronel y la monja. Carraspeó antes de continuar la presentación que ya había iniciado el señor Björklund.

—En efecto, venimos por invitación de la señora Elfeklint —confirmó con seriedad— Será una visita breve, no se preocupe. No es nuestra intención perturbarla —añadió quizás con un énfasis excesivo en la última palabra.

- Tiradas (1)

Notas de juego

1 Holy shit!

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11/11/2020, 11:19
Agnetha Löfgren

Aquel hombre era atractivo, incluso a ojos de una monja como yo. Sin embargo, su mirada escudriñadora hacia nosotros fue respondida, por mi parte, con otra de iguales dimensiones hacia él. Le observé de arriba a abajo, observando minuciosamente cada minúsculo detalle. Obviamente, como era normal en mí, con semblante serio y mirada afilada.

Y es que había algo en él que me resultaba extraño: tal vez fuera su olor, su mirada, o la más que marcada rectitud en sus movimientos que hasta cierto punto llegaba a resultar antinatural. Aunque quizás sólo se tratase de su juventud, poco frecuente en trabajadores de su especialidad... Fuera lo que fuese, sentía la necesidad de escudriñarle con el objetivo de encontar qué era lo que encendía mi alarma.

Sin embargo, la búsqueda cesó durante un momento cuando le escuché hablar. En ese entonces, fruncí el ceño y decidí contestarle...

—Son los enfermos los que más necesitan de momentos en los que estar con nuestro amado Señorrespondí firmemente y sin dejar lugar a contrarrespuestas—. Eso, como bien comprenderá usted, nunca es contraproducente; y yo... a falta de una Iglesia, soy portadora de la Palabra en este lugar.

Luego aguardé en silencio, dejando que el resto de mis compañeros hablasen.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Espero haber hecho bien la tirada. Si hay algún error, no dudes en avisarme, máster.

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11/11/2020, 15:45
Storyteller

El doctor Frejd parece absolutamente ajeno a lo que vuestros ojos revelan. Una especia de ente translúcido, de apariencia etérea parece estar flotando o deambulando por la planta baja. A menudo os habéis preguntado si los fantasmas podrían existir. ¿Es esto un fantasma, o hay algún tipo de catalogación de entes sobrenaturales en el castillo del que aún no sepáis nada? Este ser sobrenatural tiene unas dimensiones bastante grandes y os preguntáis si en algún caso, y sabida la brutalidad con la que suelen acabar tratando aquí a los pacientes, y que muchos de ellos no salen o se recuperan jamás, si podría ser una conversión masiva de almas que han terminado por unirse en un solo ser con demasiadas tareas pendientes, un alma en pena de tamaño descomunal. La temperatura ha bajado drásticamente por un instante. Largos  ropajes que recuerdan a unas sábanas de seda ligera, una coloración en tonos de grises y esos ojos negros, absolutamente vacíos de toda vida que miran indecisos de un lado a otro buscando algo que no parece encontrar. ¿Cuál sería el alcance de un ataque de este ser? Cómo podríais ayudar a expulsarlo? ¿Un ataque preventivo sería efectivo en este caso?  y de hacerlo, ¿exáctamente con qué armas podríais hacerlo?. Demasiadas preguntas y pocas respuestas, a excepción de la fe inquebrantable, al menos por le momento de Agnetha Löfgren en su dios todopoderoso. De Niles en Wergeland y de Alvar en Ebba. Al menos, estáis en el sitio correcto para empezar a hacer preguntas, ya que Linnea está cerca y quizás, si convencéis al buen doctor de que no sois un peligro, os dejen verla.

Notas de juego

Ver algo así tan súbitamente os ha causado una sensación extraña. No es miedo como tal, pero ahora mismo estáis en un estado de tensión bastante alto al haber sido sorprendidos por esta criatura.

 

Alvar, al haber fallado la tirada en tu caso obtienes el estado Asustado de forma temporal.

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11/11/2020, 19:26
Alvar Egil Björklund

De repente, los vellos de mi nuca se erizan cuando la temperatura de la estancia parece bajar repentinamente. Al principio pienso que debe de haberse abierto alguna puerta o ventana, pero el caso es que no hay corriente de aire. Sin embargo, mi mente aún es lenta en reconocer los signos que presagian lo maravilloso y lo macabro. Y en el instante preciso en el que la expectativa habitual habría dado paso a la confusión, la incomodidad o incluso el temor, algo empieza a crecer entre nosotros, una especie de esfera insustancial y pesada, invisible al ojo mortal pero inevitablemente perceptible, de una fuerza y una gravedad inequívocas.

Es entonces cuando la veo. Una forma (no sabría cómo definirla mejor) traslúcida de gran tamaño y contornos ajados e inciertos baja flotando por el aire, ingrávida, trayendo consigo una sensación de tormento y desazón mudos. Parece envuelta en una mortaja semitransparente que ondea como si la cosa se encontrase debajo del agua, como si un viento silencioso la azotase. Sus ojos muertos y negros como la pez me sumen en un sudor frío y arrojan un estremecimiento apenas perceptible a lo largo de mi espina dorsal. ¿Qué espanto es este, y qué lo ha traído aquí? Sin embargo, no es el ente en sí lo que más me perturba, sino la terrible sensación de angustia e inmensa inquietud que transmite.

Lentamente, girando mi rostro en dirección a mis compañeros pero sin llegar a mirar a nadie en particular, muevo discretamente mi brazo derecho, poniendo la palma de la mano paralela al suelo en posición de espera. Con toda seguridad, los demás habrán visto al ser; espero que capten el significado de mi gesto y no actúen precipitadamente. Y menos teniendo al doctor Frejd delante. Fingiendo ignorar a la criatura del más allá, ofrezco al facultativo una sonrisa cordial*.

Más vale que se dé prisa con su deliberación.

Notas de juego

*Como tengo el talento Caballero, se supone que se me da bien gobernar mis emociones y aparentar que mantengo la compostura pese a las condiciones mentales que pueda sufrir. En otras palabras: me he hecho pipí pero lo oculto like a boss.

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12/11/2020, 22:29
Øystein Wergeland

La monja presentaba un caso aceptable ante el doctor: ¿qué clase de mal demonio se negaría a que su paciente recibiera la palabra de Dios? Argumentos convincentes, sin dudas. El detective miró de soslayo a la sierva del Señor con una sonrisa aprobatoria en el rostro. Sonrisa que se esfumó casi tan rápido como apareció.

El escozor causado por el chicotazo de su mayordomo se vió súbitamente reemplazado, obliterado por completo por un sutil movimiento en los ínfimos y transparentes vellos de su lóbulo dolorido, cosquilleo que se fue extendiendo por la parte posterior de su nuca y de su espalda. La temperatura descendió apreciablemente y cuando el detective captó por el rabillo del ojo la figura etérea detrás del joven doctor la sorpresa ya no lo fue tanto. Como un acto reflejo llevo su mano al bolsillo de su pantalón, donde reposaba su fiel revólver, rozándolo levemente con los dedos. Probablemente poco efectivo ante un ente de tal naturaleza, aún así la cercanía del arma era tranquilizadora.

A juzgar por la seña del Coronel, no era el único en pleno ejercicio de autocontrol. Tiró de la manga de su mayordomo, en un gesto de precaución, y comenzó a golpear suavemente con la punta de su zapato sobre el piso del edificio, impaciente por obtener el beneplácito del doctor.

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13/11/2020, 10:20
Agnetha Löfgren

El demonio estaba aquí...

Esos ojos negros como la oscuridad... carecían de cualquier posible resquicio de bondad. No había ninguna duda de que se trataba de un enviado del mal para castigar y tormentar a aquéllos que caían en la tentación y escapaban de la calidez y el refugio que otorgaba el amparo del Señor. No podíamos permitir que flotara, porque andar no parecía que anduviera demasiado, a sus anchas. Era mi deber mandarlo de vuelta al infierno al que pertenece, y lo hubiera hecho de no ser por el joven que teníamos frente a nosotros.

¿Estaría al tanto de lo que ocurría? No lo parecía... ¿pero quién nos garantizaba que no se tratase de una estratagema para cogernos desprevenidos? Si, exacto. ¿Y si era un servidor del mal? ¿Y si estaba relacionado de alguna manera con el demonio?

—¿Y bien? ¿Nos permite?

Intenté disimular como buenamente pude. Sin embargo, con el mayor de los sigilos posibles, sostuve mi rosario y lo enrollé en mi mano dispuesta a comenzar el exorcismo contra aquel demonio en cuanto pudiera. Además, no le quité ojo de encima al doctor Frejd, pese a que de soslayo observaba al demonio flotar.

Un movimiento en falso del doctor, y le soltaría una buena patada en la entrepierna.

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13/11/2020, 11:06
Edwin James Niles

Niles olisqueó el aire y frunció ligeramente el ceño. No dijo nada. No hacía falta. En el silencio se pueden compartir quizás los más íntimos secretos.

Apretó sus puños enguantados y despacio, con la delicadeza de un consumado guardaespaldas, adelantó un paso a su señor por la izquierda, dejándole libre la diestra por si había de desenfundar su revólver. Ciertamente, no parecía que un proyectil pudiese abatir aquella presencia que sentía flotar alrededor de la estancia como un gélido sudario vaporoso. Y era incluso posible que aquella entidad no desease otra cosa que justa retribución. ¿Por qué? Eso aún era un enigma.

Lúgubres pensamientos asaltaron la mente del mayordomo. Él rara vez hablaba con alguien sobre el particular, pero sabía bien que los fantasmas existen. En el pasado, los había visto. Los había olido. Incluso, los había escuchado. Almas errantes atadas a un mundo en el que no tenían presencia corpórea, pero en el que habían dejado deudas pendientes o, en el peor de los casos, una terrible venganza que ejecutar.

Aquella entidad que se manifestó en la oscuridad que era su mundo tenía una fuerza arrolladora en sí misma. Tanta, que hizo dudar a Niles de si era una sola entidad o una legión de varias de ellas. Lo único de lo que estaba completamente seguro el silencioso mayordomo era de esto:

Todos los fantasmas cargan consigo un asunto sin acabar.

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13/11/2020, 19:02
Niklas Frejd

El doctor se queda algo sorprendido ante el cambio drástico de comportamiento, aunque lo achaca a que lo importante de vuestra visita, probablemente tenga que ver con que además tenéis cierta prisa en contactar con Linnea.
—Mi querida sierva de Dios. No soy yo quien ha ordenado que las visitas del clero sean denegadas en su absoluta  totalidad, es su tan estimada amiga Linnea quien dijo que no quería saber nada de su institución. Aún así, no les impediré el paso ya que sospecho que esta visita conlleva por su aspecto un cierto grado de gravedad y premura. Si son tan amables, pueden seguirme.—
El doctor Frejd se da la vuelta, se arregla un poco su camisa y pasa, por lo que a vosotros os parece, totalmente desapercibido de la presencia fantasmal atravesándola por completo. Se rasca un poco la nuca como por acto reflejo, aunque no le da más importancia. Parece que la temperatura va a caer de nuevo, será mejor poner la calefacción estos días.
Os lleva por un pasillo largo y bien iluminado por las luces de gas que el Asylum tiene incorporadas. Los pasillos están limpios, las puertas de las habitaciones son de madera y parecen recién instaladas ya que todavía tienen ese brillo y lustre de las resinas de cuidado de la madera. Se escuchan gritos de dolor. Gritos de locura. Golpes de gente que exige salir de su "encarcelamiento". Nadie sabe muy bien a ciencia cierta excepto el director del centro lo que pasa aquí. Tras subir unas escaleras hasta el tercer piso, los pasillos parecen dividirse infinitamente, aunque el doctor parece saber perfectamente hacia donde se dirige. Un par de giros más y finalmente llegáis a un lúgubre pasillo, dominado por una luz de gas roja. El ambiente es mucho más tenso aquí, o al menos esa es la sensación que os da el cambio de color. No hay gritos, no hay ruidos, solamente silencio. Un silencio tan absoluto que parece antinatural. Un cartel os señala que esta es la zona de residentes Vips número 4. Recordáis las historias de que la gente con poder y dinero suele ser tratada como seres humanos aquí. Pero entonces, ¿cómo se denomina el trato al resto de pacientes?
—Bien señores y ...como debo dirigirme a usted, ¿sor?, al estar casada con su dios ¿debería ser señora o quizás señorita?. No me termina de quedar claro, tendrá que disculparme. No obstante al final de este pasillo solamente encontraran una habitación, exactamente la que están buscando. Les deseo suerte, y por favor, no molesten en exceso a Linnea, tienen diez minutos.—

Notas de juego

La figura fantasmal parrece reaccionar de forma extraña al paso del director a través suyo., Emite una especie de quejido que os llena de tristeza y de un dolor sentimental fuerte, como si un amigo cercano acabase de morir. Sería lo más cercano a echar de menos a alguien a quien acabas de perder. Tras eso parece seguir avanzando como si nada.

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13/11/2020, 21:07
Alvar Egil Björklund

Afortunadamente, aunque el doctor Adonis se ha dado cuenta de que pasa algo, hemos sido lo bastante discretos como para no levantar demasiadas sospechas, y nuestro anfitrión no tarda en decidirse. Con todo, a pesar de acceder a acompañarnos hasta Linnea, no deja escapar la oportunidad de dedicar una réplica punzante a la hermana Agnetha. Aunque no acostumbro a estar de acuerdo con la estrechez de miras de la mujer, en esta ocasión me veo obligado a salir en su defensa:

Ah, pero la hermana Agnetha no ha venido como representante de la Iglesia, sino como amiga de la señora Elfeklint —respondo, tratando de disimular la tensión—. Su… tesón y su determinación son virtudes muy valoradas por Linnea.

Sea como fuere, el doctor Frejd no pone mayores inconvenientes, y pronto nos ponemos en movimiento. El lamento que profiere el alma en pena cuando nuestro guía lo traspasa como si fuese aire me llena el corazón de desasosiego, de… lástima. ¿Y si no hay paz después de la muerte? ¿Y si nos espera un destino de tormento eterno?

Mientras caminamos a paso rápido por los blancos y estériles pasillos del «hospital», me levanto el cuello de mi abrigo como si ese gesto pudiera blindarme contra toda la angustia y el sufrimiento que flota en el aire en forma de gritos dementes y ruidos resonantes, como de golpes, una cacofonía que crea en mi mente una barrera que marca una frontera clara entre «nosotros» y «ellos», una frontera que no obstante puede romperse en cualquier momento.

Y siempre son los de un lado los que acaban cayendo al otro, nunca al revés.

Después de subir unos cuantos pisos y girar varios recodos por los que sería complicado orientarse, llegamos a un pasillo diferente, aislado, dividido en islas de luz roja y mares de oscuridad pegajosa e impenetrable. El silencio es tan intenso y ominoso que las paredes parecen vibrar, como si algo nos acechase más allá de nuestros sentidos. Al fondo del todo hay una puerta; el doctor Frejd nos informa de que esa es la habitación de Elfeklint.

Muchas gracias, doctor. No nos excederemos en nuestra visita —asevero en un tono que inspira seguridad. Dando un paso al frente, llamo a la puerta con los nudillos de los dedos índice y medio y aguardo a oír la respuesta de Linnea antes de girar el pomo y cruzar el umbral—. Buenas noches, señora Elfeklint. ¿Cómo se encuentra?