Partida Rol por web

El paseo es corto, pero agotador. Parece como si el mismísimo infierno abriera sus puertas y os diese la bienvenida con una ola de un millón de grados y los brazos abiertos. Los que parecen sentirse animados son los insectos, ya que la actividad de las moscas y mosquitos parece haberse multiplicado, zumbando cerca de vuestros oídos y posándose en vuestra sudorosa piel. Son las compañeras de viaje más pesadas que podían existir.

Cuando llegáis a la recientemente abierta falla, se os oprime el pecho. Es tal la magnitud que una onda de inquietud os recorre de arriba a abajo el cuerpo, haciéndoos sentir insignificantes. El fondo debe tener sesenta, setenta o quizá más metros de profundidad. Es difícil valorar, puesto que las corrientes de aire en movimiento de diferente presión y temperatura mantienen una especie de nube de polvo atrapado en infinitos remolinos en las zonas inferiores. A ambos lados, la falla se pierde en la distancia. El otro extremo de la misma se ha separado unos veinte metros. En unas zonas más y en otras menos, pero sabéis que no es posible llegar "dando un saltito".

Las paredes verticales son bastante irregulares, con algunas raíces asomando como apéndices tentaculares de horribles criaturas ocultas desde tiempos lejanos. A unos ocho o diez metros, sitos en las paredes de la falla, están los túneles de los que os hablaron en la descripción de la misión. Se encuentran reforzados con piedras, formando unas bóvedas que protegían de desprendimientos a quien quiera que circulara por ahí. Aparentemente, la falla separó dos de los túneles, como se ve en la imagen que Lorena Silva os envió, dejando incomunicados los extremos (la zona 1 de 2, y la 3 de 4).

El fuerte ruido del aire que sube de abajo se ve interrumpido de vez en cuando por la imagen de los inseparables buitres sobrevolando vuestros pasos.

"Jodida altura...", pensáis para vuestros adentros.

Con toda la información obtenida del templo, volvemos a estar donde empezamos la expedición. Mirando a la grieta, una sensación de vértigo me asaltó, a pesar de que no tenía miedo a las alturas. Desde allí se veían a la perfección los dos túneles esperando a que bajáramos para investigarlos.

¡UF! Vaya caída, ¿no? - comento mientras miro abajo por el acantilado abierto. - Me quedo con el túnel 3 si no les molesta. ¿Se viene conmigo señor Nox?

Busqué una de las cuerdas de las cosas que teníamos y algún lugar seguro donde afianzar uno de los extremos. Intenté hacer un nudo de presión para afianzar la cuerda a alguna roca y prepararnos para el descensos.

¿Quien va a ser el primero?

Mosquitos, mosquitos y más mosquitos. ¿Es que no se acababan nunca? Desde luego, aquella tierra era suya, y nosotros éramos los extraños. Aquella aventura estaba resultando en unos altibajos emocionales bastante frecuentes, y aunque en algunos momentos me había visto con fuerzas de darle la vuelta al mundo, allí, caminando bajo aquel sol infernal, me sentía viejo y dolorido. Aun así, el esfuerzo mereció la pena al poder observar la majestuosa falla que se había formado. Aunque de por sí no podría decirse que era estéticamente hermosa, era fascinante a su manera. Que un proceso como aquel se hubiera dado en un periodo tan corto de tiempo era, sin lugar a dudas, fascinante. No tan fascinante, claro, cuando uno se daba cuenta de que tenían que bajarla.

-Me pregunto si habrá alguna forma segura de bajar... -susurré para mí, mirando a mi alrededor buscando algún tipo de entrada oculta en el suelo.

Las palabras del Sr. Ohrin me sacaron de mis pensamientos, a la cuales asentí con aprobación.

-De acuerdo, eso nos deja a nosotros juntos, Sra. Sharada. Nosotros nos quedamos con el 1 pues.

Claro que todo aquello era más fácil decirlo que hacerlo. Para mi desgracia, me asomé levemente al extremo, y las piernas me empezaron a temblar un poco. No es que tuviera vértigo, pero mi cuerpo ya no respondía igual que antes, y no podía confiar tanto en él. Aun así el riesgo merecía la pena, y no pensaba quedarme arriba mientras el resto se llevaba toda la diversión.

Vamos Dr. Romij.  Busquemos por donde sería mejor bajar. -dijo la arqueóloga de una manera muy práctica.

Como esta barranca es nueva, hay que desconfiar.  Tendríamos que ver algo que se viera muy muy estable, algo con una forma que fuera muy natural, para confiarle un poquito más. 

Sus botas resonaban suave en la arena mientras se asomaba y se fijaba en ángulos y senderos, apuntando aquí y allá para consultar con el historiador sobre rutas alternativas para llegar a los primeros túneles. 

  Tomemonos un tiempo para escoger bien.  -la prudencia no anda en burro.

Dejé escapar un ligero silbido al llegar frente a la falla recientemente abierta, mientras agitaba la mano derecha para tratar de espantar a los numerosos mosquitos que se me acercaban.

-Impresionante -comenté, resoplando y observando la enormidad de la grieta, mientras ponía los ojos como platos.

A lo largo de mi vida, había realizado numerosos trabajos como espeleólogo y, durante mi etapa de estudiante universitario, incluso había llegado a practicar Arqueología Extrema con uno de mis profesores, el reputado Theodore Fawkes. No obstante, jamás había bajado a través de una hendidura tan profunda como aquella.

-Voy con usted, señor Ohrin -confirmé a Threkor, con un gesto de asentimiento.

Me aproximé al ocultista para ayudarle a afianzar nuestras cuerdas a alguna de las rocas y así poder descender.

-Estoy de acuerdo con la doctora. Deberíamos asegurarnos de que descender por aquí será seguro antes de comenzar -admití, pensativo. Resultaría irónico que, después del descubrimiento que habíamos hecho, muriésemos tras una aparatosa caída sólo por bajar sin tomar demasiadas precauiciones-. La caída es muy alta. Aunque estoy deseando bajar, más vale prevenir...

Con un hilo de esperanza, los cuatro exploradores caminan de manera organizada cubriendo un área de varias decenas de metros por el lugar, buscando una manera de descender bajo el suelo que conecte con los túneles puestos al descubierto en la falla.

Tras más de treinta minutos deambulando y persiguiendo falsos indicios que la reverberación del calor produce, el equipo de exploradores no hallan más elementos interesantes por las inmediaciones que las dos ruinas más grandes, previamente denominadas A y B, y la propia falla, con los túneles seccionados asomando por las paredes laterales.

Entre maldiciones al insoportable calor y miradas de resignación, todos se preguntan por dónde entraban y salían aquellos que recorrían esa red subterránea.

Pues, a bajar con cuerdas.

Proposición nada cuerda pero no tenemos opción. 

¡Vamos!

-Increíble -murmuré, ajustándome las gafas, incapaz de creer que no hubiera ninguna forma de bajar de manera segura.

Suspiré, mientras observaba la gran distancia que nos separaba del suelo.

-Habrá que bajar con las cuerdas -asentí a las palabras de la doctora Srinivasan. Luego, me encogí de hombros-. Espero que tengamos suerte.

La manera de afianzar las cuerdas os deja un hálito de desconfianza. Usáis los únicos tocones que asoman cerca del borde, pero demasiado resecos como para imaginaros en el fondo de la falla, siendo pasto de carroñeros. Os ayudáis mutuamente, fijando los nudos y demás comprobaciones rutinarias, y con un saludo nervioso, os disponéis a bajar. La Dra. Srinivasan y el Sr. Romijnsen por un lado (túnel 1) y el Sr. Ohrin y el Sr. Nox por otro (túnel 3).

El descenso se torna más complicado de lo esperado en un principio. Las profundas corrientes de aire ascendentes balancean con furia la cuerda a uno y otro lado. Threkor Ohrin, que no puede evitar mirar abajo de vez en cuando, se aferra con fuerza a la cuerda, mientras desde unos metros más abajo, Nathaniel Nox le grita que continúe. Los gritos se entremezclan con el sonido de los chorros de aire, convirtiéndose en inaudibles, pero el ocultista sabe perfectamente que le inquieren a continuar.

A lo lejos, la cuerda de los compañeros Arcam Romijnsen y Sharada Srinivasan se ve como una tenue sombra, puesto que las nubes de polvo tapan la visión. Con la esperanza de que no tengan problemas, continúa el descenso.

Tras unos interminables y agónicos minutos, Nathaniel, ya sobre el suelo en el interior del túnel, agarra de la camiseta a Threkor cuando éste ya casi ha llegado y tira de él hacia dentro, que suelta la cuerda como si le quemase. Ambos se sientan en el suelo, derrotados, tomándose unos merecidos segundos para recuperar en aliento. Lo han conseguido. Han bajado.