Partida Rol por web

Viaje al corazón de la Hydra

Acto 1.0

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27/01/2013, 02:35
Director

Lugar: Sistema Alpha Acrux. Reino de la Cruz.
Estación Espacial: Puerto de Santa María.

Son las once de la mañana, hora punta en la estación espacial que bulle de frenética actividad: viajeros despistados en busca de su puerta de embarque, comerciantes ansiosos por colocar su última ganga, algunos tripulantes que regresan, otros que se despiden dando un trago a una botella, oficiales que dan órdenes a voz en grito y grumetes que corren de un lado a otro cargados con aparatosas herramientas.

En mitad de todo aquel ajetreo, el brazo hidraulico del muelle H309 acaba de terminar de cargar el último contendor de té en uno de los caragueros.

Se trata del Halcón Millonario, un modesto carguero con permiso para pasaje, tripulado al parecer por la capitana Jack Daniel, el segundo oficial Jonny Walker y el técnico de abordo JB, el mismo que con inhumano entusiasmo se dispone precisamente a realizar las últimas comprobaciones de rigor mientras el holograma de Pepsi, la cyber-azafata, acomoda a los escasos pasajeros.

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27/01/2013, 02:42
Pepsi

-El sistema de cyber-asistencia Pepsi.co y la tripulación les damos la bienvenida a este vuelo con destino P95 La Perla. Por favor, ponganse cómodos y recuerden: les recomendamos permanecer con el cinturón abrochado durante todo el trayecto y lean atentamente la tarjeta de seguridad que encontrarán bajo sus asientos. El tiempo estimado hasta nuestro destino es de 4 horas y 35 minutos hasta el Puerto Empereur 93. Recuerden que tenemos cualquier bebida Pepsi a su disposición. Gracias por su atención y que tengan un feliz vuelo Pepsi ¡Una bebida cósmica!-

Las últimas palabras de la azafata quedan en el aire mientras el holograma se desvanece entre parpadeos. Las luces de la cabina del pasaje comienzan a atenuarse y con un gran estruendo, seguido de un inquietante traqueteo, la torre de control da vía libre al piloto para despegar...

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27/01/2013, 09:40
Alandrian

Esas sirenas me taladraban la cabeza y, para colmo, no tenía nada de dinero- Hijos de puta, siempre me pasa lo mismo. Puto garrafón -me quejaba por lo bajo pues esas sirenas junto con la resaca me estaban destrozando la cabeza.

Por experiencia propia y personal de mis borracheras se que no acordarte de lo que has hecho en una noche desfasada junto con despertarte con el sonido de las sirenas no es bueno y no es recomendable quedarse ahí. Apoyándome en la pared con la espalda comencé a ponerme en pie, echándo el peso hacia la pared para no irme de morros contra el suelo. Una vez de pie, con una mano apoyada, comencé a andar despacio intentando huir de la zona de la que venían las sirenas.

Una vez en un callejoncito me puse a mirar el billete que tenía para el "Halcón Millonario" y la tarjeta del local. Ahora mismo no estaba ni en forma ni los locales estarían abiertos asique decidí ponerme en camino hacia el Puerto de Santa María.

Por el camino me quité el pañuelo de la cabeza y me lo até a un brazo mientras intentaba arreglarme un poco el chaleco que llevaba encima. Odiaba la vida y rutina por las mañanas. Gente, luz... sobre todo la luz... Me ponía una mano a modo de visera para cubrirme la luz de la mañana.

-¿Y qué cojones voy a hacer yo en esa nave? -me pregunté; pero como tras toda noche de fiesta, decidí no pensar para que no me entrara la "vena filosófica".

Como encuentre al que me robó la pasta que le robé al otro imbécil...

Así llegué al Puerto y busqué la nave. Una vez encontrada me la quedé mirando.

-¿Y qué cojones pinto yo aquí? -dije mientras miraba la nave. Me encogí de hombros y me dispuse a subir a la rampa. Busqué mi asiento y me senté en él mientras ese holograba hablaba.

bla bla bla bla bla

Me quité el pañuelo del brazo y me lo puse para taparme los ojos. No importaba que no viera nada ya que no tenía nada que me pudieran robar. Y de esta forma me recosté en el asiento y comencé a intentar pasar la resaca como Odín manda.

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27/01/2013, 10:18
Debrah Anne Drake

Iba dando saltitos tan alegre haciendo ondear el pesado guardapolvo. La gorra de plato iba prácticamente atornillada en su cabeza, ocultando la maraña de pelo, cable, rastas y unos cascos que tronaban una canción un tanto inquietante. LE encantaba esa canción... más o menos, podía decir cosas horribles con una vocecita adorable. Igual que ella, aunque la parte del bebé le resultaba vagamente ultrajante a la antigua Deb.

Poooobre Pobre Pobre Gordo... Qué coño pobre, no me da ninguna pena, ya puede estar pudriéndose en el infierno y dejarme cobrar el seguro.

Sonrió bajo el embozo y tarareó para sí misma. Echaría de menos su pequeño y adorado local de transacciones poco legales. ¿pero qué era de su pequeño? Cenizas y algún que otro escombro. Era suerte que no estuviera dentro.

-¿crees que era una venganza? -preguntó a nadie que pudiera oírla de los presentes- a mí me han jodido bien, ¿dónde voy a usar ahora las tarjetitas de "Happily ever after?"- sacó una de las tarjetitas que tenían los asiduos al local y suspiró.- son tan influenciables...

Había un individuo repantingado con un mugriento pañuelo sobre los ojos.

Bingo...

Se deshizo del guarda polvo y la gorra de plato que no contenían más que las tarjetitas y guardó su billete en el escote del chaleco de cuero que componía su única vestimenta en el torso. Curioseó algo por las pertenencias procurando no despertar al individuo hasta que... se le fue la pinza.

-Gaaay...-dijo por lo bajito.

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27/01/2013, 13:10
Waltz

Genial, otra cafetera espacial para volar por el espacio esto deberían dejarlo pasar en mis memorias... si claro memorias, como si eso fuera algo para mi. Me senté en el asiento y en ese momento solo me faltaba... ahí estaban un grupo de Vikingos, si es que donde no los encuentre sera el día del milagro.

- Si solo tenemos bebidas pepsi a bordo, dudo que la cerveza llegue a estar buena, ni que la haya realmente- lo dije en media voz, mas bien para mi o quizás mejor decirlo, para el capullin que estaba en mi cabeza. Di vueltas a aquel edicto y lo guarde dentro de la camisa, rara vez me metían mano en medio de una nave destartalada... mierda, sera mejor guardarla bien, quizás en el equipaje, entre tanto calzoncillo estará oculta. Ahora si el billete en el bolsillo interior de la camisa, luego no dirían que soy un repatingado que se ha colado, con diez veces ya las veo suficientes.

Cerró los ojos pero justo a tiempo para volver a abrirlos y mirar como aquella muchacha le estaba registrando las cosas al gigantón... genial ahora tendría que guardar mejor las cosas. Comencé a tararear la canción que me ayudaba a pasar largas veladas, mientras me concentrara en ella, permanecería despierto, al menos lo suficiente para que no me robaran nada o espiaran mis cosas.

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27/01/2013, 18:11
Lev "Leon" Y. Korolev

Tuerzo el gesto otra vez, mientras contemplo desde el exterior el condenado pedazo de chatarra donde tengo que acabar subido. Y todo porque a alguien le parece gracioso meterse conmigo, ¡jah! Ya lo pillaré y se enterará de lo que es bueno. Condenado Halcón, solo porque es una nave más grande, más rápida y con más autonomía que mi Estela de vapor, y muchos son los encargos que no nos han dado por otorgárselos a ellos. Y encima la mitad de la gente de por aquí no me entiende, con lo que me ha costado llegar hasta aquí. Pero es hora de subir a esa lata gigante...

Camino por el pasillo sin prisa, analizando desde el interior lo que nunca antes he visto. Vale, no puedo negar que la nave no está mal, y que me encantaría darle un vuelo, ¡pero mi Estela sigue siendo mejor! Mientras me dirijo al asiento e ignoro a la asistenta de publicidad -jah, esa basura no nos la han encasquetado a nosotros, ahí os la quedeis toda- mientras voy pasando la vista por la poca gente que ya se ha subido, cuando encuentro una cara familiar... y al relacionarla con un nombre, no puedo soltar una ruidosa carcajada. Acercándome a pasos más rápidos, hablo en nuestra lengua natal, principalmente por joder a cualquiera que trate de pegar un oido a la conversación.

-Dichosos sean los ojos, Waltz. -Le digo con una sonrisa, hasta llegar a su asiento, tendiéndole un brazo para estrechar. -¿Qué tal te trata la galaxia? ¿Y qué haces en un sitio como éste? -E ignorando por completo cuál debería haber sido mi asiento, considerando que hay plazas más que suficientes, asalto uno contiguo.

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27/01/2013, 18:46
Waltz

La voz de mi antiguo compañero me taladro haciendo que me incorporara de golpe... ¿No me jodas que me piensan poner una niñera...? disimule mi mejor sonrisa de sorpresa, claro esta solo la sonrisa, la sorpresa era mas que notable. Estreche su mano con fuerza, siempre había tenido mucha mas que yo, pero era de las pocas personas que no le diría que la estrechaba como una nena.

- Lev, sigues vivo, yo que pensaba que de aquella no te librabas- cuando se sentó a su lado las sospechas se le hicieron mas grandes, pero intento no darse cuenta y pasar del tema- viaje de negocios ya sabes, cuanto mas barato el transporte mas posibilidades de no aburrirse.

 A la mierda la tranquilidad Claws pensé para mi mientras pensaba que contestarle a mi compatriota.

- Sigo vivo así que de momento la galaxia me trata bien. ¿que haces tú aquí? Te hacía con mejores negocios que meterte en esta cafetera espacial- Me acomode en el asiento, algo mas calmado, ya que el viaje iba a ser largo, mejor no alterarse mucho por esas tonterías.

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27/01/2013, 19:40
Angela Gabriella Della Nocte

Residencia della Nocte

Me desperté temprano, pero me permití quedarme unos minutos más entre las sábanas de seda. Sabía que tenía el tiempo justo para mi clase de danza, un baño relajante e ir a la estación espacial. Minerva se encargaría de los detalles y del equipaje. Me estiré de forma perezosa y terminé por levantarme. 

Llevaré ropas sencillas de viaje. Asegúrate de que esta semana lleven el uniforme verde.  - le dije a Minerva mientras caminaba en dirección a la ducha, quitándome el camisón y la ropa interior mientras andaba.

El agua helada me despejó. Me obligué a permanecer bajo el chorro de agua fría un par de minutos antes de cambiarla a la caliente. Cuando finalmente salí, mi ropa de danza estaba ya dispuesta y sólo tuve que vestirme. También habían dejado un té y frutas troceadas para que desayunase. No sabía dónde diablos estaban Meyer, Alpharius y Siegfried, pero imaginé que aparecerían a mi encuentro. Bueno, tal vez Meyer no, muchas veces prefería espiarme "sin que lo supiera". 

 

La música empieza a tocar sin que tenga que indicarlo. Como siempre, Minerva sabe de sobra lo que necesito. Comienzo con unos estiramientos que van seguidos por unos primeros movimientos fluidos para entrar en calor. Poco a poco me voy dejando llevar por la música aunque sé de sobra que mis profesores de danza no se sentirían del todo satisfechos y que necesito practicar mucho más. Así que lo repito, una y otra vez hasta que me doy cuenta de que ya es la hora.

Me detengo y suspiro. No tenía demasiadas ganas de ir a aquel sistema. O de hacer ese trabajo de campo. Volví a suspirar mientras se secaba el sudor con una toalla que luego arrojé a un lado. Después, con completa calma me dirigí a darme un baño rápido, probablemente el último que podría darme en meses. Vale, podía entender la necesidad de... bueno, de esas prácticas. Además, estaba la parte positiva, la de no tener que ver ni a Tulio, ni a Macella, ni a Fabio en los siguientes meses. Y mucho menos saber de mi padre. Lo que carecía del más mínimo sentido había sido la insistencia del profesor Flint de que usase el billete pagado por la universidad. 

Entré directa en el cuarto y empecé a desnudarme mientras iba de camino al baño. No me preocupé demasiado de dónde caía la ropa, alguien lo recogería. De hecho, para cuando saliera del baño ya no estaría ahí. Me hundí entre espuma perfumada y dejé que el agua caliente relajase mis músculos. Sólo veinte minutos, pero pensaba aprovecharlos. Aquellos instantes de paz, eran una bendición. Pero no podía quitarme la inquietante sensación de que puede que incluso ahora me estuvieran vigilando. 

Minerva llamó a la puerta. 

- Todo esta preparado. 

Sin ganas, salí de la bañera y dejé que Minerva me envolviera en una gran toalla esponjosa y caliente. Dejé que me secase, luego señalé un conjunto sencillo de viaje y dejé que me asistiera para vestirme. 

Odio tener que viajar ligera. - le comenté. El profesor Flint me había dicho que podría llevar sólo lo imprescindible. Pero para mi, había cientos de cosas imprescindibles. - Sabía que tenía que haberme comprado una nave de recreo. - suspiré - ¿Están listos mis guardaespaldas? - No esperé la respuesta, en realidad era una pregunta retórica, por supuesto que estarían listos cuando yo lo estuviera. 

Miré una última vez mis aposentos, casi con nostalgia y salí de allí. Minerva conducía el deslizador hasta la estación espacial. El viaje fue demasiado breve para mi gusto, pero finalmente allí estábamos. Minerva abrió mi puerta y salí. Luego esperé a que bajasen el equipaje de mano, el otro Minerva se había asegurado de que lo embarcasen antes. Finalmente comencé a andar atravesando el lugar. 

Caminaba con paso ligero, ignorando a los vendedores que me ofrecían mercancía sacada de un catálogo de ordinariez supina. Caminaba en linea recta, dando por hecho que me abrirían paso o que, de ser necesario, alguien apartaría a quien me molestase. Finalmente identifiqué la nave. Efectivamente, tendría que haber comprado una nave de recreo. Es decir, podría ser mucho peor, realmente peor. De aquel curso de tripulante había aprendido alguna cosilla. Pero el caso es que no me gustaba compartir. Viajar en una nave de carga en la que además había pasajeros desconocidos, no era mi idea de viaje de placer.

Contuve un suspiro de resignación y adopté mi mejor expresión de todo es perfecto. Por supuesto era una expresión falsa, pero en caso de que hubiera cámaras grabando, no quería que Dani o Marci me vieran molesta. De cara a ellas, esto era exactamente lo que quería: una experiencia auténtica y mucho más excitante que los vulgares viajes de placer en naves de lujo con spas y miles de asistentes. No, a diferencia de ellas, quería ampliar mis horizontes y ver la galaxia. Y si, iba a tener que practicar para decir todo eso y que sonase creíble. Empezando desde este instante. Esbocé una sonrisa, como si realmente estuviera feliz de estar allí. 

Vamos Minerva, busquemos nuestros asientos. 

No me preocupé de los billetes, Minerva se ocupaba de esas pequeñeces. Simplemente entré y me acomodé en el asiento que más me gustó. Estiré la mano derecha hacia el lateral y tomé el lector que Minerva me pasó. Tenía la firme intención de no preocuparme de nada en todo el viaje, pero la curiosidad me pudo, así que miré por encima del lector a la tripulación y a los otros pasajeros. 

La tripulación no me inspiraba demasiada confianza, en un lado había un pelirrojo durmiendo mientras una chica con el pelo largo y mechas se dedicaba o a robarle o a sobarle, a saber. ¿Sería algún tipo de juego sexual raro? A saber. Luego dos tipos de aspecto fuerte y duro hablando en... lo que fuera. No era asunto mío... bueno, la verdad era que me aburría. Volví a mirar el lector, unos textos sobre qué consistiría el dichosos trabajo de campo. Volví a mirar por encima del lector a ver qué hacía el resto...

Va a ser un viaje muy largo - terminé por decir a Minerva y a mis guardaespaldas en cruzado. Cinco segundos sentada y ya me estaba aburriendo. Por suerte, Minerva me había preparado un almuerzo personalizado con comida de verdad y no la basura que ofrecían aquí... 

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27/01/2013, 20:22
Waltz

- No seas imbe...- Cerré la boca antes de decir algo mas... vete a la mierda, no empieces con tus tonterías psicópatas ya sabes que no quiero masacres cuando estamos en una nave, luego me toca limpiar y disimular que no ha pasado nada. Mantuve la mirada a Lev, esperando que no notara ese leve escape de conversación.

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27/01/2013, 20:31
Lev "Leon" Y. Korolev

Me recuesto en mi asiento, contemplando cómo van apareciendo unas pocas personas más con pinta de pasajeros. La verdad, no necesito ser un genio para notar que Waltz está tenso, y tampoco es que tenga muy claro qué contar y qué no, con todo este asunto en el que he acabado metido.

-Soy más duro que el condenado invierno, ya lo sabes. Uno no sobrevive siendo un blanco tan grande de otra manera. -Respondo, con el mismo tono jovial que he mantenido en toda la conversación, hasta que de repente se le va la pinza, lo que me obliga a reconsiderarlo todo. Bendita sea la madre... deberías vigilar dónde metes la melena, muchacho. -Verás... -digo poniéndome serio, e inclinándome hacia él, ocupando prácticamente todo el pasillo que separa su asiento del mío. -No sé en qué demonios andas metido, ni en verdad me importa un carajo. Pero la otra alternativa a venir aquí y echarte una mano en lo que quiera que sea era algo por lo que no quiero pasar ni en broma. Así que sé bueno, acepta mi compañía y los dos podremos acabar con esto lo antes posible. Ni siquiera me importa qué demonios andas buscando, y eso que ganamos todos. -Después de hablar rápido y en tono bajo, vuelvo a recostarme en el asiento con una sonrisa enorme en el rostro. -Ya ves, ¿una vida movidita, eh? Y preferiría mi propia cafetera, pero se la han llevado al taller por unos arreglos... -Más gente va apareciendo, así que trato de estirarme lo que buenamente puedo, dejando bien claro que no me agrada demasiado tener gente a mi alrededor ocupando el poco espacio que tengo.

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27/01/2013, 21:06
Siegfried Straufenberg

Cinco minutos antes que la alarma del infernal aparato empezara a sonar una mano se alzó para desactivarlo y mascullando entre dientes empecé el día. Ni remolonear ni tres cuartos, aún había tiempo pero tenía demasiadas cosas que hacer para andar regodeándome en el único colchón decente que iba a probar en lo que intuía que iba a ser una larga temporada.

¿Quién iba a decirme a mi que iba a acabar de escolta de una niña rica?- Si bien no era el único asunto que podía haberme llevado a la Perla, desde luego era el más inverosímil. En estas reflexiones me perdí un rato mientras me aseaba de forma mecánica, organizando la rutina diaria para mantener de una pieza a la chica por la que me estaban pagando un sueldo muy decente.

No me iba a molestar en hacerme el sorprendido siquiera cuando al rato su sirvienta entró con el uniforme verde de la mano. Se lo agradecí con un gesto de la cabeza y sin perder el tiempo me lo puse. Todavía estaba a tiempo de desayunar rápido antes de hacer la ronda de la mañana. Alguien tenía que ser el eficiente de los tres que habíamos acabado en ese trabajo. Meyer no era mal tipo, un poco cabezaloca pero nada que no se cure con edad o plomo. Alpharius era harina de otro costal, duro y correoso pero de fiar; eso le convertía en el mejor aliado que podía desear.

Miré con pena mi petate ya preparado y eché de menos el familiar peso del equipo sobre los hombros. Casi me sentía desnudo sin él, desvalido. Llevamos tantos años juntos... Pero la señorita había sido estricta con sus normas y no sería yo quien incumpliera ese contrato que tan feliz haría a mi madre. Si pudiera verme estaría tremendamente orgullosa de lo mucho que había cambiado su hijo.

La ronda por las habitaciones transcurrió sin incidentes, no solía pasar nada, pero estaba bien mantener esos hábitos que me habían permitido llegar a las cuatro décadas, dos en este mundillo. Aquello debía ser algún tipo de puñetero record. Se podían meter la medallita por donde no da el sol. Seguro que Meyer iría después cerca de Angela, y no se podía dudar de la profesionalidad de Alpharius, así que salí del edificio el primero y eché un vistazo desde una esquina retirada.

Cuando saliera la comitiva ya iría detrás de ellos a una buena distancia para asegurarme que nadie sospechoso nos estuviera siguiendo. Podía parecer estresante, pero eran como unas vacaciones. Aunque me picaba la mano por la ausencia de mis armas Malditas normas, ¿cómo llegué a este punto?- La mano al bolsillo me lo recordó. Ese reloj era mi amuleto para mantenerme por el buen camino. La promesa de un cambio a mejor. Y joder, no iba a fallar después de todo el camino que ya había recorrido.

Sin incidentes tampoco por el camino, desde luego que eso era vida: un trabajo fácil, un buen sueldo y posibilidad de ver mundo. La Perla nos esperaba y la nave que nos habían asignado no tenía mala pinta. De hecho tenía buen aspecto, había visto cacharros mucho peores; que se caen a trozos de puro viejo. Pero ese era casi un lujo para mi. La pega la descubriría dentro porque algo tenía que haber. Una vez se sentaron los que me interesaban me dejé caer en un mullido asiento desde el que podía verlos. Bueno, a ellos y a un crisol de gente. Allí había de todo, me llamó la atención un par de Ursos que discutían en su idioma

-Todo lo que dicen estos parece discusión- eché un vistazo sutil a mi alrededor- no me extrañaría que hubiera hasta midgardianos por aquí- Y entonces el horror. La puñetera androide de bebidas corporativas vendiéndonos hasta acciones de su amada y adorada marca. A veces podía entender a gente como Elena... Agarré el reloj y lo apreté fuerte para calmarme mientras susurraba palabras en ario -Tranquilo...

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27/01/2013, 23:20
Alandrian

Comencé a escuchar voces en diferentes idiomas. Cada una era como un martillazo en mi cabeza y no paraban. Hablaban y hablaban.

Con un gruñido me moví para intentar ponerme cómodo y entonces golpeé algo que no estaba ahí antes. Asique con una mano me levanté el pañuelo de la cara, y me encontré de bruces con un escote.

-Hoooooolaaaa -dije con voz pastosa- esto si que es un despertar.

Entonces alcé la mirada y ví ese rostro. Un rostro de una chica bonita, con los pelos de colores... pero no lo definía mucho. Tenía algo que me recordaba a algo. Me incliné hacia delante hasta quedarme a un par de dedos; pero no conseguía enfocarla bien, asique dejé eso para volver a algo interesante, que era recostame de nuevo subiéndome el pañuelo hasta la frente y sin apartar la vista de ese escote.

-Creo que este viaje puede prometer -dije de nuevo con voz pastosa. Entonces me fijé un poco en la gente que está alrededor, sentados, varios hombres, una mujer bien vestida y la chica que tenía delante.

Notas de juego

En midgardiano

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27/01/2013, 23:28
Debrah Anne Drake

Las pupilas se me contrajeron hasta casi desaparecer en los iris de un verde intenso de puro pánico.

NO ME JODAS.

Moví los labios titubeando alguna súplica muda, pero él no me reconoció. ¡¡NO LO HIZO!! 

Blaaaaaaablaaaaaaa, dijo en su idioma. Un idioma tosco, como todos los que no eran el mío. Un vistazo rápido me dejó la constancia de que no iba armado...en apariencia y si no lo iba daba lo mismo. Como si me hubieran pellizcado en el culo di un respingo y trastabillé hacia atrás hasta arrinconarme contra la pared de la nave al otro lado del pasillo. Derpy estaba equivocado.. o equivocada, lo que fuera, si alguien iba a odiarme ahí estaba quien más motivo tenía en el mundo.

-va a matarme, Derp- se cubrió los labios con las manos parloteando en comercio, el único idioma que sabía hablar-oh, mierda, tengo que hacer que esto pete.¡Necesito hacer que pete!

Me incorporé pasando por encima de los asientos (y de quienes estaban en ellos sentados) Qué más me daba que casi aplastara a una mujer con pinta de tener demasiada pasta como para estar ahí, o por encima de individuos que desde luego no tenían pinta de ser floristas.

-Uuuuuhhh...-de debajo de las rastas sintéticas de colores que asomaban en la rubia cabellera saqué un cigarro liado y me lo puse en los labios, mordiéndolo para evitar que se le cayera y, cuando conseguí llegar a la parte posterior de la nave, al final de los asientos me palpé los bolsillos de los pantalones. Eran lo suficiente ajustados como para ver desde lejos si tenía algún objeto guardado. Si  mi madre aún viviera, si es que no había muerto, diría que para quitármelos haría como para quitar el papel de las magdalenas.

Desde mi nuevo refugio, y mientras esperaba escurrirme hacia la zona más propicia para reventar esa nave, observé con los ojos abiertos cual cervatillo huérfano y amigo de conejos al midgardiano del pañuelo, ya podría el resto ir armado hasta los dientes.

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27/01/2013, 23:48
Waltz

Fruncí el ceño ante los comentarios de Lev, siempre tan cariñoso... asentí y me volví a colocar de manera normal, quizás no estaba a lo mio y entonces se despertó el vikingo que posiblemente le dolía la cabeza, y ademas le gustaba lo que veía, en ese momento me centré mas en las vistas... y no se equivocaba.

- Los viajes en cafeteras siempre prometen amigo- me recosté mejor en aquel asiento, el espaldar era algo incomodo, pero era lo que le había tocado, había entrado una cantidad de lo mas interesante de gente... si eso explotaba iba a ser divertido sin duda. Y en ese momento la otra chica se le fue la pinza, moviéndose por los asientos y yendo a otro lado... eso si que era divertido estaba como una cabra... y decía cosas que no lograba comprender...¿que idioma era ese? juraría que hablo en midgardiano pero ni idea... genial un grupo interesante sin duda.

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27/01/2013, 23:52
Alkaid Sireen Damji

Revolviendo por última vez los repulsivos huevos pasados que me habían servido, reprimí una mueca de asco mientras apartaba el plato de mi lado. Podría tener hambre, pero un sólo bocado del manjar que me habían servido y se me había quitado por completo.

Levántandome y cogiendo mi equipaje, más escaso que cuando había viajado con papá en otras ocasiones, me dirigí a la salida, mientras echaba mano a un bolsillo y decidía abrir uno de los paquetitos que, tan celosamente, Nura había preparado y escondido para mí, antes de que papá me dejase marchar, más fácilmente de lo esperado.
Pensándolo bien, ésta segunda vez no me había costado mucho convencerlo de que dejase que me fuera. Imaginé que, después de todo, los últimos meses no se lo había puesto fácil, y tal vez esperaba que con éste viajecito se me quitasen las ganas de aventura y, como un obediente pajarito, volviese a casa y fuese yo la que echase el cierre de la jaula de oro. Pues bien, si estaba esperando éso, podía esperar sentado. Él siempre decia que me parezco demasiado a mamá, incluso en el carácter, y ella ni siquiera nació en el Califato, así que no podía esperar que me quedase encerrada en casa todo el día. Si no quería que ampliara horizontes, no debería habernos mandado a Mariyah y a mí a la Madrasa en primer lugar.

Intentando dejar de pensar en casa mientras me echaba un dátil a la boca, del paquetito que había abierto, fui remontando la bulliciosa calle, llena de tenderetes, hasta que finalmente, llegé a la zona de embarque.
Por lo que me habían dicho, el Halcón Milenario debería estar por alguna parte entre todas ésas naves. Debería ser la más... - Definitivamente tiene que ser ésa. No podrían haber acertado más en su descripción. Espero que no se caiga sobre nuestras cabezas mientras volamos... -.
Y tarareando una canción, me dirigí hacia la puerta, mientras sacaba de otro de los bolsillos del abrigo el arrugado billete.
Pero un segundo antes de entrar, esperé y poniendo mi mejor cara de póker, abordé la nave sin saber muy bien qué esperar.

Una vez dentro, me di cuenta que había sido la más tardona, porque la mitad de los asientos parecían ya llenos; y encima, parecía que algunos ya se conocían, a juzgar por la algarabía de sonidos e idiomas entremezclados que se escuchaban por doquier.
- Bien, pues aquí estamos... ahora, busquemos un asiento y... -, dije para mí mientras me acercaba al grupo de asientos más cercano y, tras colocar la bolsa en el compartimento de equipaje, me sentaba echando un vistazo a mi alrededor, intentando pillar algo de las conversaciones ajenas, sin que me pillasen fisgando.

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28/01/2013, 00:00
Pepsi

- Disculpe señorita. -El holograma de Pepsi, la cyberazafata, se materializo como por arte de magia, digo de ciencia, detras de Drake. -Esta prohibido fumar en la nave durante todo el trayecto -añadio con una esplendida sonrisa -sepa que los lavabos cuentan con detectores de humo, si es tan amable, le ruego que vuelva a su asiento para que podamos proceder con el despegue. Muchas gracias y recuerde, puede solicitar su bebida Nicotin Pepsi en cualquier momento si lo desea, ¡ahora con mas nicotina!. Que tenga un feliz vuelo Pepsi. -Concluyo con entusiasmo.

El discurso de la cyberazafata fue repitiendose en los diferentes idiomas en bucle hasta finalizar con el dialecto de lo que podria ser o bien insectoide o un error en la grabacion.

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28/01/2013, 00:05
Debrah Anne Drake

-¡Cállate!-dije a Derpy moviendo las manos por encima de la cabeza, como espantando un bicho que revoloteara a mi alrededor.

-No pienso sentarme en mi asiento, me sentaré donde me dé la gana- dije sin ocultar el pánico en la voz  con solo pensar que el midgardiano estaría mínimamente cerca y que en algún momento dejaría de estar de resaca.

Notas de juego

* idioma comercio, en mi ficha están los idiomas que Drake habla y entiende.

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28/01/2013, 00:17
Alandrian

-¿Matar a alguien? ¿quién va a matar a alguien?1 -repetí a la chica que iba saltando por encima de los asientos -yo mataría a alguien que me diera garrafón2 -dije con una sonrisa mientas me repantingaba y observaba como subía otra chica a la nave.

-Las chicas nunca están demás, que sigan subiendo2 -dije mientras me estiraba de nuevo pero entonces escuché a la cyberazafata diciendo que no se podía fumar en esta nave y en ese momento nombró a alguien Drake.

-¿Drake? ¿Drake? 1-dije de nuevo- De que me sonará eso 1-dije, pero entonces me empezó a doler la cabeza de nuevo- podrían bajar la intensidad de la luz un poco 2-me bajé de nuevo el pañuelo y me dispuse a dormir la mona todo lo que me permitieran.

Notas de juego

1.- dicho en Comercio

2.- dicho en Midgardiano

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28/01/2013, 01:09
Alpharius Tanhausser

No hizo falta despertador para sacarme de la cama aquel día. La rutina militar era algo que se te queda en los huesos y en la piel. Bueno, y que demonios: un viaje que marcaba mi reincorporación al mundo. Ya había pasado demasiado meses postrado en un lecho como para hacerme el remolón ahora. Mi vuelta a activo estaba ya escrita, y el destino se había tomado demasiado tiempo en acabar aquella línea.

Más le valía que fuese interesante.

Minerva dejó el uniforme del día obediente y servicialmente en el cuarto mientras escuchaba algo de música. Perfectamente planchado. Sentí un secreto placer cuando mis dedos enguantados lo tocaron con un sonido agradable con la mezcla de texturas. Verde. Apenas llevaba tiempo sirviendo a DellaNocte y prácticamente ya había perdido la cuenta de cuantos colores había vestido. Y eso que, siendo sinceros, creo que era el único de los tres acompañantes de la joven capaz de distinguir un gris perla de un gris ceniza.

Un buen color. El color perfecto para un oficial.

Conocía ya la rutina. La señorita DellaNocte se entretendría con algo y no saldría hasta casi última hora. Straufenberg revisaría la seguridad del edificio y se uniría a la comitiva al final. Meyer...bueno, que decir. A veces dudaba de la profesionalidad de aquel chico, pero serían los años. Eso o que su vida tenía una agenda secreta de que ninguno de los demás nos teníamos que preocupar. Cosas de espías. Pese a todo conocía mi trabajo y, una vez vestido y aseado salí de mi habitación para esperar a la señorita en el pasillo de su habitación y cargar sus maletas.

Una joven noble nunca debe ir sola, al fin y al cabo.

No se cuanto tiempo duró la espera, pero el piano al otro lado de la pared, apagado tras los muros, la amenizó lo suficiente para que la aparición de Angella fuese veloz.

- Señorita. le saludé, inclinando la cabeza, y cargando sus cosas. O intentándolo, vaya. Gracias a lo más sagrado que Minerva había trasladado ya las maletas a la nave. Había visto familias con armarios más pequeños que aquel equipaje.

El viaje en coche se me hizo corto, como aquellos que haces en la infancia hacía las excursiones al río. En el fondo no era muy distinto: tres personas apretadas en la parte trasera, un montón de bultos en el maletero y grandes expectativas por delante. Por supuesto nunca tuve dos madres y mucho menos una sintética, pero por aquel entonces tampoco tenía cara. 

El resto de la espera: demasiado larga. Aquel ambiente era demasiado vulgar para la señorita y se notaba. Se notaba en una sonrisa perfecta y un perfecto aburrimiento con toques de perfecto asco. Angella DellaNocte no hace colas. Angella DellaNocte no viaja en una nave a punto de caerse a trozos. Yo había estado en trastos peores, desde luego, pero yo no tenía un título. Tenía, eso si, como una docena de uniformes desde que había adquirido mi nuevo cargo bajo su poder.

Y tenía también que evitar que alguien golpease lo más mínimo con una maleta a Angella, cosa difícil en el caos inicial del viaje. Por dios, si hasta había una chica corriendo por los asientos. No respiré tranquilo hasta que ambas, ama y sirvienta, se habían sentado. Y entonces ya me habían dado dos golpes y un pisotón. Prefería las naves militares: había orden, había disciplina y si alguien te pisaba lo menos que tenías era un "lo siento, señor". Lo mínimo que tenía el: una semana limpiando letrinas con cepillos de dientes.

Ah, los días felices.

- No sea tan negativa, señorita. respondí con mi mejor tono y mi mejor cruzado, aguantando el dolor de rodillas que tenía después de ser golpeado con la esquina de un maletín de mano. Estoy seguro de que la espera merecerá la pena. Lo mejor se hace esperar, o eso dicen.   

Buscando con la mirada vi que Siegfried había tomado asiento un par de filas atrás y no pude evitar sonreír tras mi máscara. El hombre no dejaba de recordarme a un perro callejero: antaño salvaje y ahora intentado volver a un mundo donde ni siquiera sabía como sentarse. Receloso. Aislado. Algunos dirían asustadizo, pero yo prefería no pensarlo. Frío como el hielo pero temperamental como una ventisca, si algún día se me escapase el apelativo conocía bien cual sería la reacción. Y también sabía que no me gustaría.

Sin mediar palabra me acerqué hasta allí. Meyers se sentaría bien cerca de Angella, estaba claro. Solo esperaba que no le diese ningún problema. Tomé asiento al lado de Straufenberg sin disimular mucho el suspiro de alivio de poder sentarme de nuevo, que se escapó ahogado por el filtro de mi máscara. Él era mayor que yo, pero en cuestiones físicas yo era un anciano con artrosis ante un joven lozano.

- Ya estamos aquí. Le comenté en idioma ario, contemplando el peculiar ambiente multicultural del avión. No seríamos los únicos que lo hablásemos, pero compartiendo patria sonaba antinatural hacerlo de otra forma. Pero mi compañero parecía estar perdiendo sus reservas de paciencia, especialmente con la insistente publicidad. Fingí sorpresa, intentado aliviar la situación, y le pregunté con tono jocoso.- No sabía que tuvieseis miedo a volar, Straufenberg.

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28/01/2013, 11:09
Angela Gabriella Della Nocte

Miré por un segundo a Alpharius, intentando darme ánimos sobre el viaje. Sin duda, como la mayoría, no entendía cómo funcionaban las cosas en Venectti. Era comprensible, las redes en las que estábamos todos enredados, condicionaban nuestras vidas desde que nacíamos. Sin duda aquel viaje no era algo a lo que estuviera acostumbrada pero ¿era realmente peor que el recital de teatro conceptual que organizó Sofía? Difícilmente, cuatro horas de alguien diciendo soy una vagina eran mucho peor que un vuelo en una nave vieja y con más reparaciones que Marci pintalabios. En realidad, mientras Minerva estuviera conmigo, podía estar segura de tener un grado aceptable de comodidad estuviera donde estuviera. 

 
Estoy segura de que este viaje será... toda una aventura - contesté de forma cortés. Y hasta puede que fuera cierto... No, para qué engañarme. Iba con tres guardaespaldas y mi padre se aseguraría de que todo sucediera de acuerdo a cualquiera que fuera su plan. Puede que ni siquiera tuviése que variar mi dieta...
 
Así que allí estaba, con Minerva sentada a un lado y Meyer al otro. Siegfried y Alpharius estaban justo detrás, hablando entre ellos en su idioma. La verdad era que de tanto escucharles había terminado por aprenderlo. Bueno, de escucharles y un par de cursos rápidos de autoaprendizaje. Pero que les entendiera no significaba, ni por un momento, que fuera a decírselo. Pasé el dedo por la pantalla del lector con aire aburrido. Los tipos de Ursus seguían hablando entre ellos. Había algo en la cadencia de su voz que resultaba ligeramente musical y una parte de mi pensó que si escuchaba lo suficiente, tal vez terminaría por entender. En algún momento de mis años en la universidad me había dado cuenta de eso, que tenía facilidad para aprender otros idiomas. Y se ve que el profesor Flint también lo había notado, porque el "trabajo de campo" suponía más bien un doctorado. Por lo visto quería que aprendiera una lengua indígena de la que estaba segura que ni siquiera él hablaba. Suspiré y volví a mirar por encima del lector. 
 
El pelirrojo resacoso y que olía como si no se hubiera duchado en días se había despertado y la chica del pelo de mechas había empezado a subirse por los asientos apartándose de él. Me eché a un lado justo a tiempo de evitar que me pisara. Miré a Meyer y levanté una fina ceja. No esperaba ni por un momento que la gente allí, en el culo del mundo, supiera comportarse. Lo que si esperaba era que mi guardaespaldas evitase que esa gente me molestase. Naturalmente esto era su culpa y así se lo haría saber a mi padre a menos que me compensase por este error. Lamentablemente, ahora me veía obligada a decir algo. Era parte de lo que se esperaba de mi como noble. Me giré hacia Minerva y en perfecto cruzado dije. 
 
- Me siento muy positiva y optimista respecto a este viaje. De hecho, sólo para demostrarlo creo que haremos un brunch. Minerva, sé tan amable de invitar a esa pobre chica que acaba de entrar - dije indicando a la chica pelirroja del extraño tocado - Y también a los dos señores procedentes de Ursus, si creo que será apropiado y... no, al midgariano no. Y la chica de mechas tampoco - Adopté una expresión dulce - Es evidente que... tienen una pelea de enamorados - En realidad si, había notado perfectamente que ella se alejaba de él, pero así eran las cosas, mejor habría hecho comportándose de un modo más discreto en lugar de saltar de silla a silla. De hecho, con la resaca del midgariano, puede que ni la hubiera visto. Fuese como fuese, estaba atada y no me quedaba más remedio que añadir - Creo que será más apropiado si solicitas a Pepsi que les prepare algo romántico para que... hagan las paces - concluí 
 
Volví a esbozar una sonrisa dulce e inocente. Mientras no me hablasen en venedectti o cruzado, siempre podría alegar que no entendía nada de lo que me estaban diciendo. Y, de todos modos, ¿qué iban a hacer? ¿quejarse de que la comida de Pepsi era mala? Adopté una expresión beatífica y devolví mi atención a Meyer, no había terminado con él ni mucho menos. 
 
Meyer, sé tan amable de gestionar la reasignación de asientos. Sin duda el midgariano y la chica de las rastas querrá disfrutar de algo de intimidad entre ellos. ¿No crees?
 
No esperé su respuesta y dí por hecho que no obedecería, pero a fin de cuentas, eso sólo añadiría una queja más a la larga, larga lista que pensaba enviarle a mi padre. Me hundí de nuevo entre los almohadones que Minerva había dispuesto para mi. A veces mantener las apariencias podía ser realmente agotador...