Partida Rol por web

Eran horas intempestivas, el sol se había marchado y la gente de bien se encontraba en sus casas disfrutando de la cena o de los minutos previos a acostarse.

Entre las oscuras sombras de la noche un hombre enorme apareció caminando por las calles con pasos firmes y rotundos. Llevaba consigo unas pocas posesiones en una vieja maleta. Miro alrededor buscando orientarse y avanzo hasta un gran casa que en otro tiempo debió ser muy hermosa.

Reviso la dirección escrita en un pequeño trozo de papel manoseado y toco la puerta esperando que alguien respondiera del otro lado.

John había pasado mucho tiempo en Paris, más del que le gustaria y aun le faltaba mucho para poder volver a su hogar. Algunas veces intentaba imaginar como era su vida antes de aquello o que haria despues sin lograrlo, era como si su mente se negara a enfocarse en algo que no fuera eso.

Su ultima morada era humeda y apestosa, fría, demasiado cerca del rio para el gusto de cualquiera al que le molestaran las ratas pero lo peor es que estaba demasiado lejos de su objetivo. Alguien le había hablado de una casa grande, propiedad de una joven arruinada. John tenía algo de dinero, ganado cargando cosas tan pesadas que se hubieran necesitado tres hombres para moverlas.

Su jefe estaba contento con él y agradecia la rapidez con algunas monedas extra que podía gastar. Camino en la noche, no le gustaba la gente y lo abarrotadas que estaban las calles de día, con todas esas mujeres llenas de perfumes y gente sin bañar en años, el aire se le hacia irrespirable.

La noche era mucho mejor, se podía respirar al menos y los ojos de los niños no se tornaban en su dirección con cara de bobos asombrados o se asustaban sólo por ser un hombre de sus dimensiones.

Despues de pasear un rato entre las calles encontro la casa, aunque no parecía habitada por su estado si pudo notar un olor reciente, un rastro tras la puerta.

Golpeo con el puño.- ¿Hola? Estoy buscando una habitación ¿Tiene alguna que pueda alquilarme?.- pregunto mirando a la puerta de madera.

La casa se encontraba ubicada en las cercanías del núcleo de Paris. No era la zona más céntrica posible, pero los edificios colindantes mostraban cierto lujo, por lo que aquel lugar estaba frecuentado por gente relativamente adinerada. Sin embargo, allá donde indicaba la nota con la dirección anotada se mostraba menos acogedor.

Sí, era un caserón bastante imponente, pero faltaba una mano de pintura y posiblemente que arreglaran más de un par de goteras. La verja del acceso del jardín estaba despreocupadamente abierta, y si bien este habría sido hermoso en otros tiempos, ahora las malas hierbas brotaban sin miedo a que ningún jardinero las arrancara.

En los buenos tiempos aquel sitio, por su tamaño, debió albergar una docena de personas, si se contaba a los propietarios, invitados y al propio servicio. Por desgracia sólo una mujer la poblaba, y no daba a basto para hacerse cargo de todo aquello. Era por eso que Sylvie había dispuesto algunos anuncios de alquiler: aunque la idea de convivir con un desconocido la aterraba, lo cierto es que ya estaba a merced de cualquier saqueador que creyera que ahí aún quedaba algo valioso.

...

La viuda escuchó la llamada a la puerta. Era ya tarde, por lo que no pudo evitar echar una ojeada por la ventana. Se estremeció un poco al ver la complexión del tipo que esperaba en la puerta, dudando de sus intenciones por un momento, pero decidió que era mejor abrirla a esperar que la tiraran abajo.

-¡Disculpe! Ahora mismo le abro. -Se escuchó al otro lado de la puerta.

A la voz femenina se le sumó el desprendimiento de diversos candados y cadenas. La menuda mujer tiró del pesado portón, asomando la cabeza en cuanto la apertura fue suficiente.

-Sylvie Blanchett, ¿viene por el anuncio? -preguntó con cierto optimismo en su mirada, mientras hacía un gesto cediéndole el paso al interior del hogar.

El recibidor tenía un aspecto desgastado pero no terrible, era obvio que una mano de pintura no le haría mal a aquel sitio, pero estaba limpio y ordenado.

John resoplo, le habrio una mujer, si los humanos eran criaturas odiosas por naturaleza una de ellas con ciclos menstruales le suponia un nuevo escalon en el reto de la paciencia.

-Si,  vengo por el anuncio.- dijo mirando a la mujer desde altura. Se dió cuenta de que debia estar resultando un tanto intimidante de modo que intento relajar el cuerpo y forzar una de esas sonrisas que le costaba tanto sacar pero desistió rapidamente.

La poca practica en sonreir debía hacerle parecer algun tipo de loco asesino. Garraspeo la garganta.- Era...Una semana por adelantado y otra de fianza ¿Cierto?.- pregunto asegurandose del precio pero sin dar un solo paso a dentro de la casa.

Miro alrededor y parecio olisquear el aire por un momento.- ¿Podria ver la habitación?....por favor.- dijo y se recordo que sonreir no era la mejor de las ideas.

La mujer ladeó un poco la cabeza, al principio por no sentir su presentación correspondida, luego por aquella extraña sonrisa que empezó a hacerle recapacitar acerca de aquella situación. ¿Era de verdad buena idea compartir su hogar con él? Por lo menos habría un piso de distancia entre ellos. Sería la primera vez que usaría el pestillo de su habitación.

Sin embargo mostró una sonrisa algo ténue para luego asentir.

-Justamente, una semana por adelantado y otra de fianza. A partir de entonces, se paga los lunes. -explicó con tranquilidad mientras hacía un ademán con la diestra hacia un armario algo desgastado pero limpio que tenía algunos abrigos colgados, por si quería deshacerse de alguna chaqueta.

-Eh, sí, por supuesto. Se la mostraré. No está demasiado lejos. -Forzó de nuevo la sonrisa, algo cohibida e intimidada, y cerró la puerta de entrada si finalmente pasaba al interior. Lo guiaría desde el recibidor al salón principal, que se encontraba desierto dejando de lado una chimenea apagada que reposaba en el lateral izquierdo de la habitación, junto una mesa y cuatro sillas. 

En el lateral opuesto podía verse una escalera de ascenso, que debía dar al segundo piso. Sin embargo Sylvie avanzó por un pasadizo que daba a una puerta. Si John había estado en algún edificio parecido en el pasado, se haría a la idea de que aquello debía ser el dormitorio del servicio tiempo atrás.

Abrió el cerrojo con una vieja y desgastada llave cobriza y dió un pequeño empujón. Al primero la puerta no cedió, pero al segundo sí.

-La puerta es bastante sólida, y a veces se atora un poco, pero está bien. -Se excusó algo avergonzada.

Si bien el resto de la casa estaba en un estado bastante decente al tratarse de zonas de acceso habitual para ella, aquella estancia no había sido revisada en mucho tiempo. Estaba llena de polvo. Había un par de estanterías vacías pegadas a las paredes de los laterales, y podía verse una inmensa cama de matrimonio al final. También había un par de baúles y dos armarios que también lucían desolados, así como un par de mesitas auxiliares, en una de ellas había una vela.

Apenas algo de luz de la luna entraba por la ventana que se encontraba entre las estanterías. No era demasiado grande, pero lo suficiente para mantener aireado el lugar de abrirse.

-No esperaba visita tan pronto, por lo que falta un poco de trabajo aquí. Pero los muebles están bastante bien y es espaciosa. Bajo la cama hay un par de camastros extra, pero imagino que no le harán falta. - comentó antes de dirigir la vista hacia el hombre, aguardando a sus impresiones.

John siguió a la mujer. El lugar del cuarto le gusto, preferia un lugar asi, en la planta baja, con una puerta solida dificil de abrir para un humano corriente. Observo el lugar, olisqueo el polvo y el olor a cerrado...la cama grande le gusto, penso que primero limpiaria el suelo y despues pondria los colchones en el, desmontando las camas, quedaria mucho sitio para moverse. Aquello podía convertirse en su pequeña cueva.

Despues de pasar unos segundos largos y tensos en silencio asintió. -Esta bien.-dijo y saco de su bolsillo el dinero, algunos billetes arrugados y monedas sueltas. Lo había contado y puesto justo en ese bolsillo para cerrar el trato rapido. Se dió cuenta en ese momento que no se había presentado.

- Me llamo Johnathan Eidan O´brian, pero me suelen llamar sólo John.- comento dejando el dinero en la mano de la mujer.- Pasare mucho tiempo fuera de la casa, suelo salir de noche pero el cuando este aquí no quiero que nadie me moleste.- comento sin que hiciera falta añadir que se cabrearia mucho si alguien decidia montar una fiesta a las tres de la mañana.-Voy a necesitar un trapo o algo para limpiar el polvo y una escoba...¿Por qué tendra una que pueda prestarme, no?.-su pregunta no tenía mala intención, sólo deseaba dejar el lugar a su gusto cuanto antes.

John dejo su maleta a un lado de la cama y miro a la mujer directamente.-¿Cuales son sus normas?.- quiso saber, toda morada ajena las tenía. No se podía llevar amigos o fulanas, no se permitia fumar en las habitciones... siempre había algo y esperaba saberlo cuanto antes.

Aguardó en silencio dándole su tiempo al hombre para que terminara de examinar el lugar. Ella misma se encontraba algo dispersa, con la mente distraída en sus propios pensamientos. Se sobresaltó un poco al escuchar nuevamente su voz, aunque rápidamente se recompuso.

-Un placer. Me alegra que sea de su gusto -dijo tomando los escasos billetes arrugados y las monedas que le ofrecía. Las contó rápidamente de manera discreta, y satisfecha con la cantidad, guardó todo en uno de sus bolsillos mientras escuchaba el resto de sus preguntas.

-El lugar suele estar tranquilo, puesto que mis asuntos a veces me llevan fuera durante el día o la noche. -explicó frotándose ahora la nuca. Miró nuevamente a la habitación y después a John.

-Justo en frente, en el hueco de la escalera hay un cuarto de escobas. -expresó ahora echando a andar en esa dirección para mostrarse el susodicho. No era demasiado grande pero tenía todo el material necesario para la limpieza de la habitación, varias cubetas, un par de escobas, incluso algún cepillo.

-En cuanto las normas, en realidad es sólo una. Respeto. Si no causáis problemas yo tampoco lo haré. Igual que mis asuntos son míos, los vuestros son suyos. Le entregaré la llave de la puerta principal y la de su habitación. -mencionó de pasada mientras le daba tiempo para recoger los utensilios de limpieza. Extrajo un manojo de llaves bastante pesado del que sacó un par de copias para John.

-¡Ah! Y en la despensa hay un armario vacío. Puede usarlo para sus cosas. También tiene libre acceso a la cocina. -Tras ello, escondió ambas manos en los bolsillos mientras pensaba en qué más debería decirle, dándole tiempo para expresar cualquier duda.

John arqueo la ceja mientras pensaba.- ¿Libre acceso a la cocina?¿y que se supone que voy a hacer yo en una cocina?¿Acaso huelo a hembra?...

- ¿Que espera que haga yo en la cocina?¿Flexiones?.- pregunto sin saber realmente que queria decirle esa mujer. Resoplo de nuevo al entender.-¿Que tal si yo traigo algo para comer y usted lo guisa a cambio de servirse un plato? La cocina no entra dentro de mis....habilidades y oigo sus tripas rugir desde aqui, así que me parece un buen trato.- comentó. No queria ser grosero, era brutalmente sincero. Su educación para relacionarse entre humanos era más bien nula.

-Se me da bien cazar, ¿Le gusta el conejo?¿Sabe despellejarlo o prefiere que lo limpie yo? Sé quitarles la piel sin estropearla, el truco es tener un cuchillo bien afilado y...- se dió cuenta de que esos comentarios podrian asustar a la humana.

Despues de todo las hembras humanas eran miedosas.-¿El baño?.- pregunto queriendo cambiar de tema.

Sylvie enarcó una ceja en un gesto casi parejo al de John cuando le escuchó hablar. Luego cubrió con la zurda sus labios y ahogó una pequeña risita.

-Disculpad. Como veniáis sólo deduje que sabriáis apañaros, pero, el trato me parece favorable -dijo gesticulando con la diestra en un gesto afirmativo.

-Vos os ocuparéis de llenar la despensa, entonces, y yo cocinaré para que no tenga que visitar demasiado a menudo un lugar tan inapropiado para un hombre. -bromeó haciendo referencia a la cocina, para finalmente encogerse de hombros.

-En cuanto a las piezas, sé limpiarlas, pero si lo hacéis vos me haréis un favor y podré destinar mayor tiempo a las recetas. -comentó con desenfado, cuanto menos trabajo tuviera mejor para ella. Extrañamente no pareció asustarse cuando mencionó los cuchillos afilados, fuera de la impresión inicial parecía que empezaba a sentirse cómoda en presencia de John, o al menos no amenazada. A fin de cuentas hacia un rato que no sonreía como un psicópata.

-¡Cierto, el baño! Por aquí. -exclamó y se alejó unos pasos del cuerto de escobas, mostrando una puerta que daba al salón, ya fuera del pasadizo. No era una habitación demasiado grande aunque estaba bien equipada. Al igual que el dormitorio estaba todo lleno de polvo, por lo que era probable que ella diera uso a otro, en el piso superior.

John asintió de nuevo. Parecia que el truco estaba en no sonreir...curioso, ya que los humanos decian que valoraban las sonrisas...

Miro el baño y gruño.-Espero que cocine mejor que limpia.

Paso el dedo por la superficie de algo de porcelana y vio que su huella desaparecia bajo una capa gruesa de polvo.-Al menos tiene ventana, eso esta bien, evitara que quien entre detrás de mi muera intoxicado.

Definitivamente John no tenía filtro.

Sylvie estalló en una pequeña carcajada, que pronto cubrió con la diestra en un vago intento por ahogarla y suavizarla. Aquella sinceridad carente de filtros le parecía divertida, sobretodo al denotar cierta frustración por parte del hombre.

-Como le decía, no esperaba que hubiera interesados tan pronto. -explicó de nuevo con tranquilidad, mientras arrugaba la naricilla al observar el estado de aquel baño. Desde luego no era algo que la llenara de orgullo, y la nostalgia por los tiempos pasados hizo que finalmente suspirara. Ojalá todo fuera como antes.

-Antes solía vivir mucha más gente aquí. Ahora apenas puedo hacerme cargo de los accesos y parte del piso de arriba. Con un poco de suerte se nos unirá algún inquilino más y podrá mantenerse el lugar de manera digna. -dijo frotándose el cuello, manteniéndose en el umbral de la puerta.

-¿Que le paso al resto de personas que vivian aquí?.- pregunto con la curiosidad de un niño de dos metros.-¿Los comio la mugre?

No entendía que podía resultar divertido en aquello pero al menos no era de esas personas que se sientian incomodas por un poco de sinceridad o que pensaban que ser directo era una falta de respeto.

Las alarmas saltaron en la cabeza de John al ver a la mujer frotarse el cuello. Los chupasangre mordian en el cuello. En dos zancadas llego hasta ella, colocandose mucho más cerca de lo que deberia, con nulo respeto por el espacio vital y le aparto la mano queriendo comprobar que no tuviera mordiscos ni marcas como moratones. Se atrevio a olfatear un poco para ver si notaba el olor a muerte que solian dejar esos desgraciados.

-¿Le duele el cuello?¿Alguien la mordio?.- quiso saber preocupado y algo nervioso.-Puede decirmelo, soy fuerte, se me da bien partir huesos...si alguien le esta haciendo daño... no es problema.

-Mi marido falleció y dejó de haber dinero para pagar al personal. Las amistades que solían hospedarse aquí marcharon rápidamente cuando olieron los problemas, no fuera que les pidiera ayuda. -dijo aquello con un tono más bien neutro, aunque no parecía cohibida a la hora de dar explicaciones, tampoco parecía especialmente contenta de recordar el asunto.

Alzó una ceja ante el abrupto movimiento de John, y apartó la mano sin comprender qué le estaba motivando a hacer eso. No había ninguna marca, ni ningún olor inusual más allá de su propio aroma y un humilde perfume que recordaba a las azaleas. Aunque es cierto que algún moratón podía verse en sus brazos.

-¿Eh? No, no. ¡Sólo me picaba! -declaró rápidamente como si temiera que de algún modo estuviera haciendo algo malo a ojos de John, aún algo confusa por la situación, alzó las manos con gesto inocente.

-Créame, nunca lo han mordido sin mi consentimiento. Ni que tuviéramos una plaga de vampiros en el vecindario. -bromeó tratando de rebajar la tensión del irlandés. Tal y como lo mencionó no parecía creer o conocer de la existencia de los mismos, más allá de las leyendas y los cuentos que poca gente interpretaba como ciertos.

-Parece algo cansado, John. Tal vez deba disponer su nuevo hogar a su gusto y dormir un poco, ¿mm? -sugirió con cierta condescendencia, achacando aquellos gestos y aquel actuar impulsivo a la falta de sueño. Era eso o tomarlo por loco. A fin de cuentas ella era una chica normal con una vida que si bien no era sencilla tampoco había chocado con lo sobrenatural... o al menos, no tenía constancia de ello.

John miro a la mujer con fijeza cuando bromeó con la plaga de vampiros. Le costo un poco darse cuenta de que era una ignorante diciendo una de esas cosas que creian graciosas. Los humanos eran tan idiotas que no entendía como no se habían extinto decadas atrás.

Dió un paso atrás.- Bien....limpiare un poco antes de dormir.- dijo saliendo del baño y caminando en busca de un plumero y una escoba. No le gustaba tener que hacer esas cosas de hembras pero tampoco tenía elección.

- Una cosa...¿Es alergica al pelo de los animales?.- pregunto girandose de golpe.-Es porque...aveces duermo con...una manta de pelo natural...muy natural...-aseguro.

Sylvie escondió las manos en sus bolsillos y no dijo nada cuando recibió aquella mirada. Parecía acostumbrarse al modo de actuar de John, que si bien le parecía peculiar al menos ya no la mantenía tan intimidada como hacia al inicio. No acababa de comprender algunas de sus preguntas pero prefirió seguirle la corriente para evitar cualquier tipo de conflicto, si iba a ser un inquilino lo mejor era que mantuvieran buena relación, y por el momento sus pagos estaban en orden.

-Prepararé el desayuno a primera hora de la mañana, tómelo como una bienvenida a su nuevo hogar. -expresó tras asentir acerca de lo que sería la ocupación del irlandés en las siguientes horas. Aquel lugar estaba muy sucio pero por lo menos todo el mobiliario estaba en buenas condiciones.

-¿Alérgica al pelo de los animales? -miró largamente al hombre, algo aturdida, para luego negar con la cabeza.- No, no que yo tenga constancia. Intentaré no meterme bajo sus mantas si no es con su supervisión, por si debe acercarme al matasanos más próximo. -añadió alzando las cejas, divertida.

-Si no requiere nada más, me encontraré en el piso de arriba. La puerta estará cerrada, pero apenas llame me acercaré a ver que sucede, ¿bien? -preguntó haciendo un ademán de abandonar la habitación, aguardando unos instantes de cortesía por si quería algo más de ella.

John miro a la mujer y asintio.- Yo tambien cerrare mi puerta, si necesita algo llameme, tengo buen oido.-aseguro.

-Es una casa muy grande para una hembra sóla, debe pasar miedo aveces. Es bueno tener compañia, deberia intentar formar otra manada...familia, quise decir...buenas noches.- dijo, garraspeo la garganta y tras coger las llaves camino a su cuarto.

Dio un tiron a la puerta y se abrio a la primera. Se encogio de hombros, no entendía porque decía que iba dura si estaba bien. Entro con los utensilios de limpieza y antes de cerrar la puerta se giro.

Forzo la sonrisa de nuevo, le salia espeluznante pero no era cosciente de ello.-Gracias por aceptarme en su casa.-dijo antes de cerrar.

-¡Por supuesto! Así lo haré. -dijo iniciando su camino hacia las escaleras, aguardando en el inicio de las mismas al escuchar que le hablaba, deteniendo su paso por un momento.

-¿Qué ha dicho...? Ah, familia. No todo es tan sencillo, pero tomaré su consejo. -rió entre dientes de manera quizás algo amarga. Tal vez la pérdida la había invadido hacía demasiado poco y aún era temprano para que pensara en planes de futuro sin evitar pensar cómo había cambiado su vida en los últimos meses. Quedó quieta durante unos momentos y asintió quedamente al agradecimiento, perdida en sus pensamientos.

-No se merecen, sólo haga que no me arrepienta. -comentó finalmente recuperando su tono bromista antes de que cerrara la puerta, tras ello, inició su ascenso por los peldaños del acceso. La madera de la casa no crujía demasiado, pero posiblemente alguien con el oído fino como el licántropo podría escuchar como subía, cerraba la puerta de la escalera tras de sí y suspiraba con cierto alivio, antes de marchar a su propia habitación.

John se encerro en el cuarto y quito el polvo, estornudando con frecuendia. Despues barrio el suelo. Dejo en un lado las alfombras para sacudirlas en otro momento. Metio sus pertenencias en uno de los baules y despues se quito la ropa para tomar forma de lobo y meterse bajo las sabanas.

Se sentia mas comodo durmiendo con su propio pelaje y al llegar el alba su transformación terminaba, haciendo que el cambio le despertara. Se estiro en la cama un momento y despues volvio a vestirse.

Escucho. La mujer estaba arriba aun. Era humana y eso no era bueno, los humanos eran traicioneros, uno no podía fiarse de ellos y seguramente su supiera lo que él era querria matarlo...como todos los de su raza. Aun así John sentía algo de compasión por la mujer, estaba muy triste, sin manada....

Hacía mucho que John había dejado a su manada pero ellos estaban allí, podía verlos de nuevo.

Gruño enfadado consigo mismo por lo que iba a hecer. Salio de la habitación y empezo a quitar el polvo a los muebles de abajo, se dijo a si mismo que aquella atención sólo era por cortesia, por permitirle vivir allí. Despues de todo en otras casas de huespedes le cerrarón la puerta en las narices en la primera sonrisa.

El dormir de la mujer no era demasiado profundo, de hecho, despertó varias veces durante el transcurso de la misma, dando algunas vueltas en la cama, pese a encontrarse agotada. El día anterior lo había pasado fuera del hogar, llegando relativamente tarde a casa, y cuando lo hizo se encontró con John. No era algo que le disgustara: a fin de cuentas encontrar un inquilino le otorgaba cierta seguridad, ya no por los escasos ingresos que suponía -al menos ya no estaba en peligro de hambruna- si no porque tal y como había mencionado el irlandés la noche antes, aquella casa era inmensa y daba cierto respeto de noche. Era cierto que el barrio no era del todo malo, pero nunca se sabía cuando podía aparecer algún ladronzuelo.

Suspiró y se frotó los ojos cuando algo de luz diurna empezó a colarse por una de las ventanas. Decidió que aquello ya era demasiado y que sería incapaz de conciliar el sueño a esas alturas. Se desperezó estirándose de brazos y piernas y se sentó en la cama, tomando algunas prendas sencillas de su armario. Vistió primero las enaguas y la camisa, y sobre estas, una brusa y una falda discretas. Tras ello se calzó y se ciñó una mantilla por encima. Era día de mercado ahora que tenía algo de dinero.

Escondiendo un bostezo con la zurda echó a andar por el pasadizo, abriendo la puerta de acceso a la escalera y ajustando y cerrando la puerta con llave una vez. Entonces se volteó, algo adormilada, y vió a John retirando el polvo de algunos de los muebles. Al principio quedó sin habla, parpadeando un par de veces con cierta sorpresa.

-Buenos días, señor O'Brian. -saludó con cierta cautela y decidió no hacer ninguna referencia a lo que veía, sabiendo que quizás de algún modo heriría su orgullo.

-Queda algo de verdura en la despensa, planeaba preparar algo de sopa antes de marchar al mercado. ¿Querrá un poco? Por su esfuerzo. -comentó haciendo ademán de ir a señalarle, aunque detuvo el gesto a medio camino y se mordió el labio inferior reprendiéndose al no haber podido evitar mostrar su asombro.

John escucho cuando bajaba pero siguio con lo suyo. La idea de la sopa no le gusto demasiado, lo verde solia ser la comida del ganado pero sabía que su parte humana tambien necesitaba los nutrientes de las verduras.

- Buenos días, señora.- respondio John y sintió que necesitaba una excusa varonil para lo que hacia.- Espero que no le moleste, no tiene caso que limpie mi cuarto si el polvo de aqui se mete dentro otro vez.- Si, había quedado varonil, muy macho, estaba contento de su excusa.

-Si, la sopa me gusta, gracias.- dijo y se giro para mostrar esa sonrisa con demasiados dientes a la vista que con la luz del día aun era más visible y espeluznante. Era muy forzada, sonreia porque pensaba que era algo socialmente bien recibido por los humanos.- Trabajo moviendo los muebles de la gente que se cambia de una casa a otra.- dijo a la mujer.- Así que yo tambien tengo que irme cuando el sol este por aqui.-dijo señalando una altura, atraves de la ventana. Extraña forma de medir el tiempo sin duda.

-Volvere cuando el sol este por allí.- dijo señalando otro punto, que podía ser como el medio día.