Partida Rol por web

Vientos de invierno

Capítulo I: determinación

Cargando editor
16/02/2015, 09:43
Ser Jolan Allenbrooke

A pesar de que intento mantener la compostura, mi rostro se va crispando visiblemente a medida que lord Eddard Stark va hablando. Sus palabras me llenan paulatinamente de desazón. Aunque no son más que la confirmación de lo que ya sabía hasta el momento, de alguna manera lo convierten en algo más real, más tangible, como una historia narrada que de repente pasara a ser un hecho, un hecho que afecta a mi vida y a la de mi familia, de un modo inescapable. Un mar de posibilidades inunda mi mente: que Ionar fuese capturado, que desapareciese al perseguir a los supervivientes que se batían en retirada, y otras tantas tan complejas que sería demasiado difícil y confuso expresarlas en palabras. Una nepente nubla mis sentidos y mis instintos, como si hubiera bebido demasiado, y los colores se distorsionan a mi alrededor, al tiempo que noto la boca seca como si no hubiera bebido en días. Siento como si un millar de hormigas se estuvieran arrastrando bajo la piel de mis labios, y una fuerte opresión en mis piernas me recuerda que...

Hacía tiempo que no me sucedía.

Estoy teniendo un acceso de pánico. El afrontamiento de la realidad que estoy viviendo ha despertado viejas sensaciones en mí, que no sentía desde el primer día que pisé el campo de batalla. Debo controlarlo. Cierro los ojos durante unos momentos, respirando profundamente por la nariz. Desde el exterior, los únicos signos visibles del abatimiento y el terror que me sobrecogen son la súbita palidez de mi cara y un ligerísimo temblor en los labios y en los dedos de mis manos. Después de adaptarme a la sensación, abro los ojos, y me percato de que solo he oído a medias el relato de lord Eddard. Sin embargo, sí he oído lo suficiente como para que nuevas preguntas se formen en mi cabeza: si no eran salvajes, ¿quiénes eran? Si solo eran bandidos, ¿por qué se tomaría Ionar la molestia de perseguirlos?

Sólo queda avanzar hacia El Muro.

Esas palabras me hacen acabar de despertar completamente. Respondo casi sin pensar.

¿Cuándo?

— o —

Después de que hablar largo y tendido con lord Eddard acerca de los pasos que daremos y de establecer el momento de nuestra marcha, me despido educadamente del señor, y voy a hablar con mi amigo Navid. Antes de que empiece a hablar, parece como si ya supiera lo que voy a decir.

Navid, espero que comprendas que me veo obligado a pedirte que permanezcas en Invernalia, junto a mi hija, hasta que regrese con más información. Tengo la impresión de que esto es más que un ataque fortuito, y aún no comprendemos las implicaciones reales de lo que está sucediendo, o lo que está en juego. Por eso te pido, amigo mío, que vigiles a mi niña día y noche. No sé qué haría si alguna vez llegara a pasarle algo.

Notas de juego

Disculpas a ti. Estoy que no ando ni con gasolina súper...

No, Navid se queda a proteger a Alessa, por el momento.

Cargando editor
01/03/2015, 20:59
Navid Stanlan

Había albergado durante el camino la esperanza de que al llegar serían recibidos con buenas noticias, y la imperiosa necesidad de proteger a la joven Alessa estaba ocultando en parte la cruda realidad. ¿Qué probabilidad había de encontrar a Ionar con vida? Si lo peor sucedía sería un duro golpe para aquellos que respetaba y quería, para aquellos que ahora eran su familia.

Podía ver el pálido rostro de su amigo recibiendo las noticias y, al igual que él, una cantidad de preguntas e incertidumbre se acumulaban en su interior. No era momento de flaquezas, nadie necesitaba dudas que nublaran las acciones vitales que estaban por llegar. Era momento de ser la roca que su amigo necesitaba así que prestó mucha atención a lo que allí se estaba hablando.

- Al amanecer, ser Jolan -respondió sin vacilación Lord Stark en cuanto su amigo hizo la pregunta clave-. Ya tengo desplegadas patrullas pero... Estoy convencido que lo mejor será que se dirija hacia el Último Hogar. He enviado un mensaje para que Jon hijo se encuentre con vos en las inmediaciones. Trabó buena amistad con su sobrino y lo conozco lo suficiente como para saber que hará todo lo que esté en su mano para encontrarlo.

Daría todo lo que poseía para que aquella alianza no se basara en encontrar con vida al joven lord. Conocía a Ionar bien, no era imprudente pero si era verdad que a veces se dejaba llevar por la pasión. ¿Creería que podía dar caza a aquellos bandidos? Hacer conjeturas no serviría de nada.

- Jolan, amigo... Alessa estará bien aquí. Tú me necesitas ahí fuera, buscando a Ionar.

Daría su vida a Alessa, tanto como tenía su corazón, pero no podía evitar sentirse frustrado. Si surgían más problemas, ¿cómo iba a ayudar a su único amigo?

Cargando editor
04/03/2015, 00:04
HACEDORA

Notas de juego

Un par de datos aclaratorios para que tengas más información, Belgeval (son cosas que las relataré, pero de las que puedes ahorrarte preguntas):

- Escolta: proporcionará algunos soldados. Nada de un séquito pero podría estar entre 5-15 soldados básicos. Ya lleváis a un explorado aunque podría ir otro, eso lo pensaré. Dijo que ya tenía a patrullas desplegadas así que pueden estar fuera.

- Alessa: sé que son cosas tuyas, sin embargo estate seguro que estará bien sola (o dejando un guardia de los tuyos) bajo la protección y techo de la Casa Stark. Tú decides.

- Navid: acatará tus ordenes pero eso no quita que deje de preocuparse. Considera que el peligro está ahí fuera. Como siempre... tú decides.

- Cuervo: puedes enviar un mensaje a tu hermana antes de partir. No habría impedimento en ello, pero debería ser escueto. 

- Provisiones: sin problemas, pero no hay caballo de repuesto y/o carga. Armas tampoco exceptuando un número apropiado de flechas. 

- Mapa: sencillo, sin demasiada precisión (puntos importantes, como los que cuelgo hasta ahora).

Cargando editor
15/03/2015, 20:33
Ser Jolan Allenbrooke

Navid... —empiezo—. Entiendo tu preocupación, créeme. Y la agradezco. Sin embargo, aún no sabemos a lo que nos enfrentamos. Si el peligro es mayor de lo esperado, Alessa ni siquiera estará a salvo en Invernalia. Y si ese momento llega, sé que nadie la defenderá con mayor entrega que tú. —Pongo una mano en el hombro de Navid—. Confío en ti como si fueras mi hermano. No depositaría esta tarea en manos de nadie más.

Navid tuerce el gesto al oir mis palabras, pero no puedo ceder. No debo. Dando unas palmadas amistosas en su hombro y dedicándole una sonrisa comprensiva, me alejo de él. Tengo una carta que escribir...

Querida Violaine:

Hemos llegado a Invernalia sin mayores contratiempos. La recepción ha sido como el mismo Norte: fría, aunque honesta. Te aliviará saber que recibiremos la mejor ayuda. Mañana partiremos, y los Siete dirán qué hallaremos. Alessa se quedará entre los muros de Invernalia, al cuidado de Navid.

Cuida de los chicos, y mantente firme por ellos, aunque sé que lo harás.

Pronto nos veremos. Hasta entonces, me despido de ti con mis mejores deseos.

Jolan

Entrego la carta al maestre y me dirijo a mis aposentos. Mañana nos aguarda una dura jornada...

Notas de juego

Prefiero que Navid se quede con Alessa. Esto es Canción de hielo y fuego, y nunca se sabe qué derroteros pueden tomar las cosas...

¡¡¡Por fin puedo postear!!! Vaya maratón llevo, y lo que me queda...

Cargando editor
16/03/2015, 22:47
Navid Stanlan

Con resignación observó cómo su amigo partía no sabían muy bien hacia qué peligro, pero el joven lord se hallaba perdido y como mínimo, en el peor de los casos, merecía un descanso eterno en la tierra que lo vio nacer. Así creía pero no deseaba decirlo en alto, no por creer en los malos augurios sino por la simple necesidad de mantener el ánimo vivo, como el fuego que en las noches más frías calienta poco pero aviva el alma.

Cuando Jolan y los hombres que lo acompañaban eran un punto en el horizonte se centró en su prioridad: Alessa. Joven, hermosa y fuerte. De un manotazo imaginario desechó uno de sus más fervientes deseos para centrarse en su deber que, sin necesidad de expresarlo, cumpliría hasta su último aliento de vida. Sus ojos estaban tristes aunque intentaba mantener el semblante lo más estoicamente posible. Hasta creyó vislumbrar una mueca de disgusto cuando una de las doncellas informó del deseo de la hija de lord Stark, Sansa, para acompañarla en el salón principal mientras cosían alguna cosa que gustaba a las mujeres. Él no entendía nada de costuras y estaba seguro que Alessa preferiría estar en cualquier otro lugar.

Un movimiento llamó su atención justo para ver cómo el joven Bran, con semblante apesadumbrado, bajaba las escaleras hacia el patio principal. No le gustaría estar en su pellejo pues había tomado una decisión dura al quedarse para cumplir el deber para con su familia. No obstante, y no dudaba de su palabra, prometió partir en ayuda de su amigo en cuanto llevara a buen término su cometido.

Era momento de arroparse entre los grises y solemnes muros interiores. Su buen amigo llevaba consigo a nueve buenos soldados, incluido Sigmund; para que luego dijeran que era injusto. Duro siempre, injusto jamás. Además, aunque desconocía la competencia de los soldados que acompañaban a Jolan diez era como mínimo un buen número, y en principio parecían organizados. Llevaban provisiones y un explorador del que sabía era buen cazador. Tal vez uno o dos caballos de reserva hubieran estado bien pero, al parecer, estaban escasos de ellos y exigir más era un paso peligroso que por cordura no habían dado.

Cargando editor
18/03/2015, 23:00
Hombre sin rostro

El pequeño grupo de hombres tomó rumbo hacia el norte siguiendo el Camino Real, les separaban aún unas cuantas jornadas para llegar a la zona donde todo había ocurrido. El Norte era una basta extensión de terreno, demasiado basta para ocasiones como esta. Si el tiempo les acompañaba no tardarían más de un par de semanas en recorrer la distancia, y los hombres que acompañaban a ser Jolan eran recios y estaban acostumbrados a las penalidades con las que aquellas tierras curtían a los bravos hombres que las habitaban.

Lord Stark, finalmente, cedió uno de sus exploradores más habituado por aquellas zonas. A pesar de que su seriedad y firmeza lo hacían parecer alguien duro e insensible ante los que no lo conocían la gente del norte sabía que era justo y se preocupaba por los suyos. Sigmund pareció acoplarse muy bien con el explorador, de nombre Waymar, haciéndole innumerables preguntas sobre el terreno y prestando atención a todo lo nuevo que pudiera aprender.

A mitad de la primera semana de viaje el frío comenzó a arraigarse en el séquito, haciendo imprescindible abastecerse generosamente de madera pues, visto el tiempos no era de extrañar que nevara ligeramente o, en el peor de los casos, cayera agua nieve. Atrás dejaron las granjas donde en principio habían conseguido algo de cobijo y poco a poco el terreno anunciaba que se acercaban a las montañas, pero antes... el bosque.

Espesura, quietud y silencio. Así era el Bosque de los Lobos. Abetos, robles y brezos negros formaban el grosor de la vegetación junto a la penumbra que un bosque de tal extensión generaba. Pronto comenzaron a escucharse los primeros aullidos de una manada de lobos, situados en un punto donde mejor ser precavidos que caer ante las fauces de un animal voraz. La luz fue menguando y pronto la noche traería más frío.

- Mi señor, no llegaremos al próximo refugio hasta mañana -La prudencia del explorador era notoria.

Era Jolan quien decidía. Aquella iba a ser su quinta noche en busca de su sobrino.

Cargando editor
18/03/2015, 23:03
HACEDORA

Notas de juego

Antes de continuar...

1. Una tirada oculta con 1d100.

2. Recuerda narrar la rutina básica de viaje, contando los turnos de guardia.

Cargando editor
22/04/2015, 17:30
Ser Jolan Allenbrooke

La noche se nos echa encima, y amenaza con ser fría e inmisericorde. Los árboles se ciernen sobre nosotros como un ejército oscuro, opresivo y silencioso, pero ni siquiera detienen las inclemencias del tiempo, tales como el viento o la ocasional nevada. Cerrando mi manto de pieles en torno a mi cuerpo, exhalo una larga bocanada de aire, que rápidamente se convierte en una densa neblina que vuela presta a unirse a las negras nubes de un cielo cada vez más fosco. Está anocheciendo y no hay refugio a la vista.

Tras bajar de mi caballo, hago un gesto a los exploradores, indicándoles que reconozcan el terreno inmediato. Si vamos a acampar al raso, tenemos que asegurarnos de que al menos sea lo más seguro posible.

Después de que los batidores regresen y me informen de cuál opinan que es el mejor lugar para acampar, hacemos una hogera. Tal vez no sirva para ahuyentar a las bestias salvajes del Bosque de los Lobos, pero nos dará una mayor oportunidad de verlos y defendernos si deciden acercarse.

Una vez el improvisado campamento está levantado, me siento junto al fuego son mis hombres. Después de cinco días de viaje por estos inhóspitos parajes, a nadie le apetece bromear. Acerco mis manos ateridas al fuego danzante, que crea un círculo de luz en el mundo oscuro que nos rodea, y rezo a los Siete. Rezo por mi sobrino Ionar, por encontrarlo pronto, y rezo por nosotros, por no hallar una muerte prematura en este viejo bosque.

Tras ingerir unas fuertes gachas calentadas al fuego y unas raciones secas acompañadas con buen vino, nos disponemos a dormir. Establezco cuatro turnos de guardia de dos horas, por parejas, para que todos podamos dormir al menos seis horas. Yo mismo formaré parte de una de las guardias. No hay nada que menos desee que ser sorprendido por la noche por visitantes indeseados.

Mañana, nada más despunte el alba, seguiremos nuestro camino...

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: "Habéis sido sorprendido por enemigos y debéis defenderos"

Tirada: 1d100

Resultado: 51

Notas de juego

¡¡¡HOOOLAAAAAA!!! Aquí estoy otra vez. ¡Vamos a darle caña!

Cargando editor
10/05/2015, 20:43
HACEDORA

La noche no defraudó, era tan fría como se esperaba y tan llena de sombras y extraños ruidos que uno se preguntaba si los Niños del Bosque estaban cometiendo alguna travesura. Una caza ligera fue suficiente para mantener las fuerzas un día más sin tener que recurrir a las provisiones, y la hoguera lo suficientemente grande para ahuyentar a los depredadores.

El sueño fue llegando a medida que los turnos concluían, para todos menos para uno. Una especie de grito agónico despertó a los que dormían lo justo para percatarse de dos cosas: una lanza atravesando el pecho de uno de los guardias y cómo una banda de desarrapados profanaba el haz de luz destinado a ahuyentar el peligro.

- ¡CARNE! ¡CARNE!

El caos se desató. Gruñidos, promesas de muerte y el sonido de acero contra acero rompió el silencio de la noche. Bien podría tratarse de aterradores seres, pero la muerte también los alcanzaba y su sangre era tan roja como la de cualquiera. El primero al que abates así lo demuestra, no tienen más dificultad que el haber sido sorprendidos y una extraña locura en sus ojos. El amasijo de pieles y pelo desaliñado así lo demuestra en su último aliento de vida a tus pies. Una sencilla finta fue suficiente para que tu espada acabara con el enloquecido atacante, pero la enorme bestia humana alzando su pesada hacha sobre ti fuera otro asunto.

El bandido, por llamarlo de alguna manera, era simplemente grande. Las pieles de animal que usaba por ropa lo hacían parecer más aterrador, y a diferencia del otro su locura parecía tener un tinte más calculado. Su ataque descendente promete ser una lid complicada, y aunque desvías su hacha no encuentras la ventaja en ello, sólo recobrar la compostura para encararlo y apreciar que su filo ya está teñido de rojo.

- Caaarne... -Definitivamente estaba igual de loco, pero no tanto como deseabas. Sus dientes sucios y podridos acompañan una mirada que apenas te ve como lo que eres: un trozo de carne. No hay tiempo para pensar, sólo reaccionar cuando la punta de una lanza se acerca por tu izquierda. Dos siempre es un mal número cuando de acabar herido o muerto se trata.

Cargando editor
10/05/2015, 20:55
HACEDORA

Notas de juego

Toca narrar el combate, y dependiendo de ello habrá tiradas o no.

No eres capaz de ver el conjunto de la situación, pero hasta ahora sabes que:

- uno de los guardias fue abatido por una lanza.
- parece ser que no disponen de arqueros.
- es posible que igualen o que os superen en número.
- no parecen muy diestros en combate, pero están demasiado motivados.
- el que te encara puede ser un rival a tener en cuenta.
- posiblemente haya más bajas en tu séquito.

¿Qué quiero? Puedes narrar en conjunto, como si llevaras a todo tu séquito en este caótico encuentro, o sólo lo concerniente a ti. Si eliges lo primero te iré dando detalles que tú podrías narrar en un par de escenas, y la balanza estará más a tu favor. Si eliges lo segundo... 

Cargando editor
17/05/2015, 13:16
Ser Jolan Allenbrooke

Un alarido estremecedor me arranca de las nieblas de mis sueños inquietos. Antes de acabar de comprender qué está sucediendo, mi mente instintiva toma el control, y mi espada ya está fuera de su vaina. Unos hombres que parecen haber perdido completamente la razón se abalanzan sobre nuestro campamento, lanzando gritos y amenazas. Por su apariencia y su indumentaria, bien podrían tratarse de salvajes, pero los guía un ansia y un odio viscerales, mucho mayores y más aterradores que los que normalmente sienten hacia los habitantes del sur del Muro.

«¿Quieren devorarnos?», me pregunto, sin dar demasiado crédito a la voz de mi mente.

El sonido del entrechocar del metal no tarda en producirse, inundando el silencioso claro del bosque. Los gritos de ira y de muerte, tanto de mi bando como del enemigo, resuenan en la oscuridad al tiempo que intento hacerme oír entre el estruendo de la refriega, como un desprendimiento de nieve en las montañas heladas.

¡A los árboles! —exclamo—. ¡Cubríos en la línea del bosque!

Entonces, un salvaje harapiento se arroja contra mí sin ningún atisbo de instinto de preservación. Hay una desesperación en sus ojos y en su mueca de dientes podridos y torcidos que me conmociona. Su arremetida se ve frenada de golpe por un brusco impacto de mi escudo, que le rompe la nariz, y acto seguido mi bota golpea fuertemente su rodilla. Se oye un sonido parecido al de una rama al quebrarse, y el bárbaro cae de rodillas con un grito agudo y desgarrado. Sin esperar ni un segundo, hundo mi espada en el espacio desprotegido entre la clavícula y el omóplato, atravesando pulmones y corazón sin esfuerzo. Un giro de muñeca abre las costillas con un crujido horrísono, desparramando sangre viscosa que tiñe de escarlata la nieve recién caída. Libero la hoja de un fuerte tirón, y el salvaje queda ahí muerto, inmóvil, caído sobre sus rodillas. Me quedo unos instantes contemplando la macabra visión, y corro por el claro para reunirme con mis camaradas de armas, arrojando vaho al helado cielo nocturno.

Mientras tanto, las flechas silban por el claro, derribando a hombres vestidos con pieles, que empiezan a amontonarse cerca de la hoguera. Los arqueros actúan según las directrices que les he dado en caso de asalto, replegándose hacia la distancia al tiempo que arrojan salvas de muerte por doquier. Uno de los salvajes toma impulso y lanza un hacha con gran fuerza, que va a estrellarse contra el pecho de uno de los arqueros que estaba a mi lado, hundiendo su esternón y lanzándolo contra el tronco de un árbol, como una marioneta a la que le hubiesen cortado las cuerdas. Ni siquiera grita antes de que su cadáver caiga al frío suelo.

¡Montad! —grito a los soldados que se hallan más cerca del lugar donde están los caballos, consciente de la ventaja que reporta la altura y la fuerza de una montura. Me miran, dudando unos momentos, asustados por el caos de la escaramuza. Finalmente parecen comprender y se disponen a seguir mis instrucciones... pero yo no llego a verlo.

Antes de llegar a la protección del borde del claro donde se están reagrupando mis hombres, un salvaje enorme se interpone en mi camino. Debe de medir al menos un palmo más que yo, y un pesado manto de pieles cubre sus hombros anchos y fuertes. Apenas tengo tiempo de levantar mi escudo antes de que su gran hacha, de mango grueso y largo, lo golpee, enviando sacudidas por mi brazo y dejándomelo dormido. Ligeramente aturdido, retrocedo un par de pasos y recupero la posición, decidido a acabar con él igual como he hecho con su compañero.

Pero este es diferente.

No se precipita, no arremete ciegamente contra mí. En su locura, es más... cauto. Y eso lo vuelve el doble de peligroso. Levanto mi espada, sabiendo que este será un combate difícil.

Él es el primero en atacar, pero lejos de hacerlo de un modo expuesto, se mantiene alejado de mí mientras hace oscilar su enorme hacha de lado a lado, sujetándola por el extremo de su larga asta, aprovechando toda su longitud. Me agacho bajo la cabeza metálica del arma dispuesto a contratacar, dando un rápido paso hacia él en la alfombra de nieve, pero para mi sorpresa, el bárbaro cambia el equilibrio del hacha en sus manos y continúa el giro lanzando un golpe con el extremo del poste de madera. No reacciono a tiempo, y un duro golpe recibe mi cara al erguirme desde mi posición agachada. Un sabor salado y herrumbroso llena mi boca al tiempo que el dolor golpea mi mandíbula, nublándome la vista y haciendo aparecer líneas de color en mi campo visual. Trastabillo en la nieve, lanzando un corte a ciegas mientras voy a trompicones, pero solo corto el aire.

Me doy la vuelta rápidamente para encarar al inmenso salvaje, que me sonríe desde el otro lado de la hoguera. El sudor empieza a enfriarse bajo mi armadura cuando empiezo a girar lentamente alrededor de la fogata. No volverá a sorprenderme tan fácilmente. Confiado, el salvaje avanza hacia mí, y espero a que se acerque para dar una fuerte patada a la hoguera, arrojando ascuas y brasas ardientes al bárbaro atacante. Parece que no lo ve venir, y levanta las manos para protegerse del fuego. Doy un gran salto hacia él, lanzando un tajo vertical de arriba abajo, pero el gigante consigue interponer su arma. Sin embargo, el acero es más fuerte que la madera. Con un ruido seco, la madera se parte, dejando al bárbaro atónito, con un hacha más corta en una mano y un fragmento de madera astillado en la otra. Sin perder la ventaja del momento, levanto mi arma para asestar el golpe final.

Dolor.

Incrédulo, veo como el pedazo de madera en el que ha quedado convertido el mango del hacha de mi enemigo asoma bajo mi brazo. El salvaje ha visto el hueco desprotegido entre las placas de mi armadura, y ha utilizado la madera como una lanza corta, atravesando la malla que protegía la junta y clavando el poste en mi axila derecha. Abrumado por el dolor, dejo caer mi espada. No me da tiempo de evitar la cabeza del hacha, que golpea sonoramente mi cabeza. Una sensación líquida llena mi cráneo, y mis ojos se sacuden en sus órbitas mientras caigo a un lado, ensordecido y aturdido. El hacha ha golpeado mi sien y mi oreja con la parte roma, derribándome en la nieve. Intento levantarme, pero vuelvo a caer. El impacto en mi oído me ha hecho perder el sentido del equilibrio. El mundo parece oscurecerse poco a poco mientras, mareado, veo como el bárbaro aleja la espada de mí de una patada. El fin está cerca, puedo sentirlo con cada paso que el salvaje enloquecido da hacia mí.

«Alessa. No voy a dejarte. No voy a caer aquí...».

El metal brilla a la luz del fuego, y un grito resuena en la oscuridad del bosque.

Mi daga está firmemente clavada en el pecho del enorme hombre. Intenta mascullar algo, pero solo sale sangre de entre sus labios. Me pongo en pie dificultosamente, aún agarrando la empuñadura de la daga que sobresale de sus costillas. Con un gruñido de esfuerzo, retuerzo el arma en el interior del gigante, que se desploma sobre sus rodillas. Sus ojos me miran con incomprensión. Es como si no acabara de entender lo que está a punto de suceder. Su mirada me deja paralizado un momento. ¿Qué le ocurre a la mente de este hombre?

Saco la daga del cuerpo del hombre y, con un movimiento rápido, secciono su tráquea. La sangre me empapa al ritmo de su aún latiente corazón, y el salvaje cae hacia atrás, sujetando su garganta abierta. Pero no lo veo morir. Me derrumbo en el suelo sobre mi espalda, y los copos de nieve descienden del cielo negro hacia mi cara, mientras un pitido agudo resuena en mis oídos. Me llevo la mano a mi axila herida, que sangra profusamente, y solo puedo entrever la sombra de un caballo que pasa galopando cerca de mí. Los sonidos de la sangrienta batalla parecen cada vez más lejanos, y creo oír un grito de triunfo, apenas audible en el límite de mi consciencia, mientras me hundo en la oscuridad...

Notas de juego

¿Está bien así? ^_^
 

Cargando editor
19/05/2015, 00:26
HACEDORA

Notas de juego

Estupendo relato, Belgeval. Interesante tesitura me planteas, has elegido algo extremo, cuasi mortal. Si sobrevives a la herida en primera instancia, que es posible una aplicación de P. Auxilios, las consecuencias podrían ser: infección general, inutilidad del brazo (muchos vasos sanguíneos y nervios dañados por la falta de sangre), gangrena, amputación... O tal vez un larguísimo periodo inactivo con menos secuelas, pero penalización durante el juego.

Estoy consultando algunos temas sobre curación medieval, para situarme en contexto, específicamente la árabe. Ahora voy a repasar un poco de westeros, y la posibilidad de encontrar un Maestre por aquellos lares antes de morir. No voy a endulzarte la situación ;)

Ahora bien, me pregunto si... ¿Tienes ganas de proseguir pese a todo o tenías en mente un buen final para Jolan? Lo dicho, interesantísima situación, extrema pero "salvable" siempre y cuando quieras.

Cargando editor
19/05/2015, 12:48
Ser Jolan Allenbrooke

Notas de juego

O_O ¡Por supuesto que quiero seguir! Solo era para darle un poco de sabor a la historia. Podría ser una herida dolorosa y «escandalosa» aunque relativamente leve... Provocar una hemorragia bastante llamativa, pero no suponer un peligro directo si se trata... En fin, que tampoco quiero ser víctima de mis propias palabras. ¡Quiero seguir jugando con Jolaaaaaan! Que acabo de empezar... Mira a Máximo en Gladiator. Antes de escapar de Germania lo hieren en el hombro y se queda tó chungo, pero se recupera. La idea era un poco esa. Herida desagradable, dolorosa y hemorrágica, pero nada demasiado definitivo... :'(

Cargando editor
25/05/2015, 23:43
HACEDORA

Entraste en un bucle de luces y sombras donde nada era reconocible, tu mente tan nublada como la bruma de la mañana. Sientes que tu cuerpo se desliza y a veces un tímido rayo de luz parece animarte, pero tus ojos se cierran y ni siquiera eres consciente del dolor.

- ¿Aguantará? -Logras escuchar-. Tenemos que llegar -¿Es esa la misma voz?-. Permaneced atentos -¿No estaba Navid en Invernalia?

"¡Alessa!¡Alessa!", grita tu mente en un vago impulso por despertar sólo para ver apenas los árboles, la nieve cayendo ligeramente y hombres montados a caballo. Pero nada está en tus manos, ni siquiera tu propia vida. Estabas lejos cuando tu mujer e hijo murieron, y ahora, desvalido y moribundo, la dejas atrás. Otra vez atrás...

- Media jornada y llegamos -Una cara familiar te sonríe esperanzado-. Waymar me ha enseñado sobre unas plantas que le ayudarán, señor -¿Quién es Waymar?-. Ya verá, se va a poner bien.

¿De verdad?

 

 

La sensación es sumamente extraña pues en tu vida habías sentido frío y calor al mismo tiempo, y tampoco recordabas convulsionar tanto. Pero pese a que sientes tus ojos pesados logras enfocarte en lo que parece una habitación revestida de madera, además de distinguir con más claridad las siluetas de los que te rodean. Sus voces son ahora más claras, reconocibles.

- ... pues permanecemos unos días más -Captas algo de información-. Ya no sangra y ese emplaste está obrando milagros. Pero míralo, no para de... -Calla abruptamente-. ¿Ser? ¿Está despierto?

La sonrisa de oreja a oreja de Sigmund responde a la pregunta de si sigues vivo o no, aunque sientes aún tu mente espesa tanto como la sequedad de tu boca. Es tanto lo que estás temblando que dudas si serás capaz de responder.

- Creo que está consciente -Comunica al resto que, poco a poco, van formando un pequeño corro a tu alrededor-. Sí, bastante mejor, ¿no os parece?

Reconoces a los que han servido bajo el estandarte de la Casa Flaghan. Allí está Sigmund, el joven rastreador; Toby y Aldo, inseparables y eficientes soldados; también Grahar, excelente arquero; y... Hurdon... No lo ves. Estará haciendo guardia. ¿Quién más? Recuerdas al rastreador veterano, Weylan, Wayma... No, Waymar. ¿Y el resto de los hombres de Invernalia?

Waymar pide con un simple gesto que te dejen espacio, o más precisamente que le dejen espacio a él para trabajar.

- Chico, ve y calienta un poco de agua para lavar estas vendas -Marcha solícito el joven rastreador cuando el veterano comienza a manejar sobre la zona donde habías recibido la herida. Ahora sí, ¡ahora duele!-. Eso es bueno, ser, el dolor es mejor que no sentir nada.

Una figura agazapada, atada te parece, llama obviamente tu atención. Pelo oscuro desaliñado, largo y sucio, aparentemente de constitución delgada por las pocas pieles que usa para abrigarse.

Cargando editor
26/05/2015, 12:14
Ser Jolan Allenbrooke

Mis párpados parecen pesar enormemente, y tengo que esforzarme para mantenerlos abiertos. Maldita sea, es como si tuviera una resaca muy fuerte y el mero hecho de permanecer consciente me resultara difícil. Imágenes inconstantes de gente que se mueve a mi alrededor pasan por mis retinas, pero de algún modo, sé que estoy a salvo, y me dejo llevar. Aprieto los dientes y trato de pensar en otra cosa cuando el sanador empieza a tratar mi herida. Mis pensamientos me llevan irremediablemente a mi hija Alessa, a mi sobrino Ionar, y a la mirada demente del gigante bárbaro al que maté. Tres rostros muy diferentes en un solo pensamiento perturbador.

¿Está todo el mundo a salvo? —inquiero, sabiendo que no, en una pregunta que en realidad quiere decir «¿cuántas bajas hemos tenido?»—. ¿Sabemos algo de los que...?

Un mareo aturdidor me sobreviene, evitando que finalice mi segunda pregunta. Boqueando en busca de aire y de alivio, dejo que mi cabeza caiga a un lado sobre la fría y húmeda almohada, intentando que mi vista nublada se enfoque, luchando por ver algo más que sombras y formas indefinidas.

Y entonces, veo una silueta desgarbada y harapienta que no reconozco. Está acuclillada en el suelo, y parece que mis hombres la han atado. Tiene el cabello largo y encrespado, y aun sin poder verlo detalladamente, imagino que se trata de uno de los salvajes, al que hemos conseguido hacer prisionero.

¿Quién...? —pregunto con la cabeza dando vueltas, esperando que alguien resuelva mis dudas.

Cargando editor
01/06/2015, 19:51
HACEDORA

De forma despreocupada el veterano rastreador evitaba que hicieras movimientos bruscos, involuntarios dado el estado en que te encontrabas. Un paño húmedo fue colocado en tu frente y al instante sentiste frío, tal vez te calmara el terrible calor que te hacía pensar que tal vez murieses antes por estallar tu cabeza que por la herida. Ante tus primeras preguntas asiente solemne.

- Layn y Auster, dos buenos hombres que no regresaran con sus familias -Parece que hay más, pero presientes que no es deber suyo comentarlo así que se centra en la herida.

Los dos soldados de Invernalia había sido bastante callados, en general lo estaban siendo todos. La incertidumbre de la tarea encomendada no era lo mismo que charlar apaciblemente frente al fuego de una taberna. Sigmund regresa con un cuenco y un vaso de madera que se lo entrega a Wyamar para luego tomar asiento a tu lado, con una cálida sonrisa en su rostro. Realmente estaba contento por ver que habías vuelto de tu viaje a la inconsciencia, de momento...

- Debería comer, ser, es una sopa con mucha sustancia. No puede comer sólido de momento, pero recuperará fuerzas -Se acercó y no sabías muy bien de dónde una cuchara estaba dispuesta a entrar en tu boca-. La he tallado para usted.

- Chico, pregunta por las bajas -insta el rastreador.

- Puess... -Suspira-. Hurdon murió, ser. También dos soldados de Invernalia, Auster y Layn.

Un leve meneo de cabeza hacia la figura agazapada otorga al joven la explicación. Con cuidado deja el cuenco en una pequeña mesa, con la cuchara dentro, para acercarse con determinación. Con cierta brusquedad, producto de la rabia, la obliga a quedar visible.

- No deja de decir sinsentidos, ser. Esta bruja sólo... ¡¡Maldita!! -increpa tras ser mordido por la mujer, que es apartada de un empujón hacia el rincón donde se encontraba.

- Mis hermanos volverán y comeremos. Comeremos bien. Sí, comeremos bien -dice apenas audiblemente intercalando miradas perdidas y risas, a lo que el veterano rastreador, quien de momento está tomando las decisiones, se levanta con calma forzada.

Entre ambos amordazan a la mujer que se resiste, atándola también de pies.

- Quedamos siete, seis siendo realistas -comenta al tiempo que va a retomar su asiento-. Dentro de su locura creo que sí hay más de esos salvajes. Lo que sean. Pocos estaban preparados pero no sabemos cuántos son, no creo que quedarnos por más aquí sea lo mejor. Ya hemos perdido a tres hombres -Fija la mirada en la tuya esperando... algo-. No es lo mejor para vos, pero nos exponemos permaneciendo demasiado aquí.  

Cargando editor
03/06/2015, 12:01
Ser Jolan Allenbrooke

«Por los Siete, ¿qué clase de locura aqueja a estos salvajes? —me pregunto al observar el comportamiento de la mujer de ropas raídas—. ¿Serían estos los mismos hombres con los que se encontraron Ionar y Jon Umber en su viaje? Ojalá hubiese tenido ocasión de hablar con el Pequeño Jon antes de partir. Tal vez él hubiera podido contarme...».

Las preguntas sin respuesta se agolpan en mi mente febril, provocándome vértigo. Respiro hondo y trato de acomodarme en mi lecho, al tiempo que ingiero con ansiedad la sopa que Waymar me da. En estos momentos, lo único que deseo es restablecerme cuanto antes para poder salir de este agujero. Este deseo no hace más que agudizarse cuando recibo el informe de bajas.

No es lo mejor para vos, pero nos exponemos permaneciendo demasiado aquí.

Y por eso nos iremos cuanto antes —respondo con toda la firmeza de la que soy capaz, y miro a mi sanador—. Parece que tienes buena mano con las heridas. Venda la mía, con fuerza, y déjala bien cubierta. —Me incorporo en la cama, dejando caer mis piernas a un lado y apoyando las plantas de los pies en el suelo, tratando de acostumbrarme de nuevo a la posición vertical e inhalando una gran bocanada de aire—. Que todo el mundo esté listo... Nos vamos. En cuanto a ella —digo, mirando a la bárbara desharrapada—, vendadle los ojos. Nos la llevamos. Quiero que un maestre la examine, a ver si puede decirnos algo más de su... condición.

Cargando editor
05/06/2015, 22:45
HACEDORA

En cuanto te incorporas el dolor se reparte por todo tu cuerpo, por no mencionar que tu intento por levantarte se ve truncado cuando tus piernas se niegan a soportar tu peso. Si antes no estabas casi ni para levantar la cabeza y ojear a tu alrededor ahora, con el esfuerzo repentino, se confirma el hecho.

- Nos ocupamos de ellos, ser, pero no vuelva a hacer movimientos bruscos sin avisar antes -Ciertamente parece tener conocimientos necesarios para curar heridas, pero posiblemente no más allá de lo cualquier curandero podría tener. A la vista hay raíces y hojas de arbustos que desconoces, o aunque las reconozcas no tienes ni idea de su utilidad cuando ves que las machaca en un cuenco con una piedra roma y redondeada-. Hago lo que puedo y cada vez me enseñan más, ser. Lo importante es que funciona ahora, pero aún tiene fiebre y la herida no está lejos de pasarle factura.

El Maestre más cercano, como supones, está en el "Último Hogar" en la Casa Umber. Es sabido que cada Casa posee a un Maestre enviado por Antigua, y todos poseen conocimientos sobre medicina, unos mejor versados que otros. Como solicitas, los preparativos comienzan a efectuarse mientras el veterano rastreador se encarga de limpiar la herida, aplicar un emplaste y vendarla adecuadamente.

Después de que tu estómago agradezca un poco de comida comienzas a ser más consciente de tu situación: sigues dependiendo de los demás. Calculas que podría pasar otra semana sin que seas capaz de valerte por ti mismo, los temblores no cesaran de un día para otro, y la debilidad tampoco. Pero con suerte, si avanzáis rápido y llegáis al "Último Hogar", es posible que tu recuperación sea notable con los manejos de un Maestre.

Con mucha ayuda logran que subas a tu silla, pero aún así no se deshacen de la camilla improvisada que arrastra uno de los caballos. Si eres capaz de aguantar un día de viaje se desharán de ella pues ha sido una dura tarea camuflar las marcas que deja sobre el suelo. Atada a otro caballo va la mujer que ahora lleva sobre su cabeza un saco de esparto que, de vez en cuando, parece balbucear aunque la mordaza impide que grite.

Varios días os separan de una seguridad que tu cuerpo y mente necesitan, y ya sea por "Los Siete" o "Los Antiguos" los días avanzan sin más problemas que el de ofrecer al menos una comida decente al día sin necesidad de tirar de las raciones secas para el viaje. La luz del día se apura hasta el último momento antes de acampar, y de la misma forma ya estáis en camino antes de que el alba acaricie la tierra.

Al quinto día de viaje, sin haber avanzado demasiado debido a las paradas obligatorias para atenderte, sois interceptados por una patrulla con el estandarte de la Casa Umber.

- Así es, ser -dice uno de los soldados que parece al mando de la patrulla-. Nos hicieron saber de vuestra posible llegada y tenemos orden de escoltaros hasta el "Último Hogar" si ese es vuestro deseo, ser.

Cargando editor
06/06/2015, 00:37
HACEDORA

Eres consciente de que tu estado es sin duda un gran inconveniente, y aunque pretendes seguir al mando las veces que han tenido que parar porque sabías que si no lo hacían caerías del caballo fueron muchas. Tal vez tienes el suficiente orgullo para no llegar al "Último Hogar" postrado en la camilla arrastrada por el caballo, pero sea lo que sea podría pasarte factura. Lo más probable, simplemente, es que temes que si lo haces la fiebre se apodere de tu cuerpo y te imposibilite cumplir tu promesa. Ionar no sólo es tu sobrino, es sin duda el futuro Señor de la casa Flaghan y, más importante aún, sabes que será uno realmente bueno.

- ¡Alto! -escuchas decir a uno de la patrulla que luego señala una pequeña columna de humo-. Ser, estamos a casi dos días del "Último Hogar" y ese humo... -Se queda pensativo Sigmund, quien se turnaba con el veterano explorador para cumplir su labor y vigilar tu evolución-. Algo menos de medio día.

Por lo que te han ido informando la patrulla se encontraba batiendo la zona y se había alejado demasiado, como a poco más de dos días del castillo. Sabías que hasta allí no quedaba un refugio seguro, ya que el más cercano al parecer había sido quemado hará poco más de una semana.

Cargando editor
11/06/2015, 11:55
Ser Jolan Allenbrooke

Decidido a conservar las fuerzas, me apeo del caballo. Soy un hombre de honor, pero eso no me convierte en un necio, y soy soy consciente de que las circunstancias son muy adversas. Además, la herida bajo mi brazo me arde como si tuviera clavado un puñal al rojo, y dudo de que pueda seguir sujetando las riendas por mucho más tiempo. Lanzo un suspiro.

Ayudadme a quitarme la armadura. A partir de ahora viajaré a rastras. —Lanzo una carcajada para tratar de arrojar algo de humor a la situación. Lo cierto era que no esperaba tantos inconvenientes, y que mis hombres y yo pudiésemos guarecernos en el refugio más próximo. Pero ante la desalentadora noción de que este ha sido destruido y que aún nos quedan dos días de viaje, lo más sensato es no seguir forzando mis límites. Al fin y al cabo, si lo hago no se podrá contar conmigo cuando realmente sea necesario, y he de anteponer lo que de verdad importa a mi propia vanidad y autosatisfacción.

Notas de juego

A ver si lo he entendido... ¿Estamos a dos días del Último Hogar? ¿Y la columna de humo se corresponde al refugio quemado?