Partida Rol por web

Mientras Alyssa sostenía conversaciones sin importancia y reía las gracias al mismo tiempo que las otras damas aunque a ella no le hicieran gracia, no perdía detalle de lo que pasaba con Robert Frey. Durante un tiempo solo fue un muchacho aburrido, tanto que se había apartado del resto para quedarse meditabundo en el ventanal con la mirada fija hacia afuera como si la fiesta no estuviera allí.
Unos minutos después otra figura apareció y se quedó mirando hacia afuera al otro lado del ventanal, también parecía abstraída por el paisaje. Alyssa no tardó en reconocer a Lady Odessa como la melancólica muchacha que compartía paisaje con el Frey.

Parecía que Lady Odessa había captado el mensaje y aceptado su invitación, aunque la situación le parecía muy incómoda, claro que quizás ya daba igual después de lo que le había dicho la Reina, al fin y al cabo que importaba que los vieran hablar. Le incomodaba el hecho de que estaba seguro que a Lady Odessa, a pesar de todos los esfuerzos que hacía para aparentar lo contrario, le incomodaba todo aquello. En otras circunstancias ahora debía ser un muchacho feliz, pero no lo era.

-Se que no queréis y no voy a obligaros. Creo que la Reina no os estima.

Ya se le ocurriría algo para zafarse de aquella situación, y eso también le producía amargura porque por otra parte si quería hacerlo.

- "¿Lady Odessa?"

Demasiadas veces ya había sido testigo de los encuentros de ambos en un solo día, y no olvidaba lo que Kailyn le había dicho esa misma mañana. No podía ser casualidad. Así que con renovado interés, con ardiente curiosidad, aguzó cuanto pudo sus sentidos para ver si podía captar algo más de lo que allí pasaba. Cualquier cosa.

- "Porque a lo mejor sí es casualidad..."

Después de todo podía ser Odessa la que se había acercado a Robert sin que él la esperara y él podía estar esperando a otra persona, otra persona que no se acercaría mientras Odessa estuviera allí y que a lo mejor estaba tan interesada como la sirvienta en la conversación entre ambos. En cualquier caso, hasta que no descubriera nada más, todo lo que pudiera pensar no eran más que aventuradas conjeturas.

Lady Odessa mira hacia los lados con disimulo intentando descubrir si su "pequeña reunión" está llamando la atención, pero no parece que nadie esté interesado en ellos, la gente come y habla sin parar y los gritos y las risas resuenan en una y otra mesa.

Alyssa cambió disimuladamente de posición en la mesa para poder estar lo más cerca posible del ventanal sin que nadie sospechara lo más mínimo, en contrapartida tuvo que darle conversación a una joven dama que había tenido que ir a asistir a su señora y que ahora quería que la pusieran al día de todo lo que había pasado en su ausencia, pero que le proporcionaba una cobertura excelente, sobre todo cuando dejó de hablar y se puso a comer. Por fortuna para ella Alyssa estaba acostumbrada a escuchar conversaciones ajenas y a pesar del ruido y la distancia se dio cuenta que Lady Odessa y Robert Frey no parecían tener un encuentro casual, ni tampoco una conversación de cortesía, parecía como si ambos quisieran pasar desapercibidos delante de todos.

-¿Que piensas al respecto? Preguntó Lady Odessa.

-Se que no queréis y no voy a obligaros. Creo que la Reina no os estima. Fue la respuesta del joven.

Alyssa intentó seguir atenta al resto de la conversación pues parecía que ni los interlocutores ni nadie en la sala se había dado cuenta de lo que estaba haciendo.

No sabes nada, por qué yo misma no lo sé. - respondió, con voz calmada, en un tono más severo que amable. Fuera esta actitud por la incertidumbre o la posibilidad, era algo que ni ella consideraba fácil de entender - No hagas nada. Hablaremos cuando podamos. - dijo, concertando así una cita de momento incierto. No le cabía duda de que lo encontraría prontamente, a pesar de que la Fortaleza Roja fuera enorme todo el mundo parecía saber que hacía y decían todos. Buscarlo no sería una tarea hercúlea. 

En cuanto a la Reina... Decir que no me estima es ser gentil. - sonrió con la comisura de los labios, aún sin mirarlo. La estupidez y prepotencia de aquella mujer le parecía más cómico que cualquier bufón que alguna vez hubiese pisado la corte. Pensando en lo poco conveniente que sería que alguien la escuchara, mira alrededor, pero nadie parece prestarle atención. 

No respondiste. ¿Qué piensas al respecto? - insistió. No quería que le dijera que pensaba ella, para eso no necesitaría conversar con él. 

Robert no pudo evitar girar la cabeza y mirar a Lady Odessa muy extrañado por sus palabras. ¿Que significaba aquello? ¿Era algún tipo de juego extraño? ¿Una venganza? Porque no se creía que Lady Odessa "no supiera" si quería casarse con él o no.

-Está bien. Dijo finalmente, en cualquier caso hablar no haría daño y quizás pudiera averiguar las verdaderas intenciones de la Dama. Me lo imaginaba. Dijo cuando Odessa le confirmó lo de la Reina Cersei. Pero si no se llevaban bien... ¿Porqué organizar aquello? La casaba con él porque sabía que la noticia no le sentaría nada bien a ella y eso solo podía significar que la reina sabía lo que sentía Lady Odessa por los Frey. Pero ¿Como? ¿Ella misma se lo había contado en algún momento? Le daba igual. Que haga lo que haga alguien se ofenderá. Lo que no se es como no ofenderla a usted, no era mi intención.

Nunca había pensado en tener un matrimonio tan ventajoso y menos con una dama como Lady Odessa, cuando su padre se enterase se reiría toda una semana, por muchos motivos. Incluso con un matrimonio que no soñaría ninguno de sus hermanos sería el hazme reír de Los Gemelos. Y encima su posible esposa le odiaría.

Quizás si me voy a la Ciudadela... Ser maestre no está nada mal y allí tienen una gran biblioteca.

El diálogo pareció continuar entre ambos, lejos de las miradas y oídos indiscretos, aunque no completamente.

-No sabes nada, por qué yo misma no lo sé. No hagas nada. Hablaremos cuando podamos. Lady Odessa hizo una pequeña pausa. En cuanto a la Reina... Decir que no me estima es ser Gentil. La dama miró nuevamente a su alrededor, pero ni tan siquiera reparó en la sirvienta que disimuladamente escuchaba. No respondiste. ¿Que piensas al respecto?

Alguna de las palabras de Lady Odessa debió causar cierto impacto en el joven pues dejando su disimulo giró la cabeza y la miró directamente antes de responder.

-Está bien. Me lo imaginaba. Hubo una pequeña pausa y finalmente añadió. Que haga lo que haga alguien se ofenderá. Lo que no se es como no ofenderla a usted, no era mi intención.

Alyssa escuchaba con tal atención que tardó en percatarse que llevaba un buen rato masticando el mismo pedazo de carne. Así pues tragó, tragó esperando digerirlo como pretendía digerir aquella conversación que de momento se le atragantaba. Porque sí, hablaban, y ella les escuchaba, pero aun no tenía muy claro el qué. Y era eso lo que le interesaba, la razón de aquella reunión que en la multitud pasaba desapercibida.

- "No hagas nada..."

¿No hagas nada de qué? ¿Y sobre qué tenía que pensar al respecto? Lo que le interesaba era aquello pues a pesar de la mención que habían hecho de Cersei, un nombre que podía captar con facilidad la atención de Alyssa (y de otros muchos lamentablemente), aquella parte tan solo parecía atender a los celos de la reina y al gusto del rey por "la voz" de Odessa.

Sin dejar de poner la oreja esperando encontrar respuestas, la sirvienta cogió uno de los bocados que a su alcance tenía y siguió haciendo como que no oída y que disfrutaba de la fiesta como las que alrededor tenía.

No me has ofendido - se limitó a decir, preocupándose de mantener su respiración tranquila y su expresión nula, como si estuviese perdida en sus propios pensamientos. Y sin una palabra más, dándole un último vistazo al hermoso exterior que rodeaba ese nido de serpientes, volvió a su mesa, a sentarse a un lado de su hermano. Le sonrió, amablemente, disculpándose por su ausencia, antes de remojar sus labios en el líquido servido en su copa. 

Frey o no, el pobre chico estaba tan hundido en el excremento como ella. Si el interés de Marton Arryn era real, no le sentaría nada bien la noticia, y seguramente daría una razón más para lanzarse contra los Frey. Si la Reina disponía de él así, era que simplemente no le importaba su vida. Ahora, eso no le extrañaba. A la Reina con mucha suerte le importaría la vida de sus hijos y la de su padre. Pero lo que le llamaba la atención era que nunca había tomado a Cersei por alguien que no sabía valorar el poder del conocimiento, lo que le dejaba dos opciones. La había sobrevalorado y en realidad ella desperdiciaba una mente erudita y despierta por una venganza inútil contra ella, o por el contrario, usaba al chico como espía. 

Ella entendía de venganzas. Vivía por una. Pero no podría comprender que la mujer apreciara tan poco lo que tenía para encapricharse así por mero orgullo. 

Mira a Marton. El mayor enemigo de las venganzas eran las alianzas inesperadas. Y quizás, con un poco de persistencia y tacto, podría conseguirlo. Solo bastaba esperar a que él se acercara a ella, o en última instancia, concertar una cita. 

Lady Odessa pareció poner fin a aquella conversación con un:

-No me has ofendido.

A continuación volvió a su mesa donde se sentó junto a su hermano. Robert Frey esperó todavía unos momentos junto al ventanal para después volver también a su sitio donde sus compañeros de mesa apenas parecían haber notado su ausencia y enseguida siguieron con su conversación sobre el torneo que se avecinaba.
Notas como Lady Odessa, se queda mirando hacia la mesa donde está la Mano del Rey y su sobrino Marton Arryn al verla le sonríe y alza una copa.

Marton Arryn cruzó la mirada con la de Odessa y al darse cuenta de que esta le estaba mirando la sonrió abiertamente y alzó su copa en señal de brindis para luego dar un buen trago y seguir sonriendo. A diferencia de Robert, Marton no parecía tener problema en que nadie los viera o en disimular su amistad con la muchacha.

Con la cena más que terminada y mientras todos hacían un poco de sobremesa comenzaron a salir algunos músicos para poner un poco de ambiente como preludio a los bailes y actuaciones que vendrían después. Con el permiso del Rey fueron pasando unos y otros y poco a poco comenzó a crecer la expectación. De vez en cuando, desde la mesa de los escuderos, se escuchaba alguna voz pidiendo que saliera Lady Odessa, sobre todo un reducido grupo de muchachos, entre los que se encontraba Robert Frey, eran los que más reclamaban, aunque este no parecía mostrar mayor interés por el asunto, parecía ausente de la fiesta a decir verdad.
Cuando anunciaron que era el turno de la joven Dama muchos se pusieron de pie a aplaudir y después se hizo el silencio mientras las miradas de casi toda la sala se centraban en ella.

Lady Odessa sonríe y asiente al caballero que levanta su copa en su dirección, haciendo lo mismo con la suya aunque de manera más leve y remojándose los labios con el contenido. Le alegraba ver la buena disposición de este, y esperaba que su plan al respecto funcionara. 

Cuando por fin acabó la cena, distintos músicos empezaron a salir a escena, abriéndole paso a ella de manera sutil y no tan sutil. Que el Rey la tuviera en alta estima compensaba con creces la animosidad que le tenían otros habitantes de la Fortaleza, definitivamente. Por otra parte, los mismos chicos con que se había encontrado en la mañana parecían ser los más entusiasmados por su presentación, hecho que la halagaba como cada vez que alguien le hacía un cumplido. 

Al escuchar que era su turno, se puso de pie, caminando hacia el lugar dispuesto con una sonrisa humilde, perfectamente medida. Miró a su alrededor, agradeciendo los aplausos, y con postura erguida y perfecta se preparó para usar aquella voz que tantas historias había construido, hasta el punto de casi convertirse en un mito por si misma.

¿Ya estaba? ¿Así terminaba la conversación?

- "Pues vaya..."

Últimamente Alyssa parecía no desprenderse de la sensación de decepción, una sensación acrecentada por el hecho de tener que lidiar con la frustración de tratar con el hijito de Lady Arryn a diario. Su preguntas no hacían más que generar aun más preguntas sin proporcionar respuesta alguna. Lady Odessa, Rober Frey, Roes, Tyella, Cersei, el torneo, la venganza... No sabía hacia dónde dirigirse, en qué centrarse. Se sentía desorientada, incapaz de centrar la atención en una sola cosa por el interés que todas en ella suscitaban. Temía que si se centraba en una sola tarea, el resto se perderían o se volverían demasiado complejas para retomarlas. Más aun cuando debía seguir trabajando para Lysa Arryn para no perder la privilegiada posición que ocupaba para su misión en Desembarco.

Alyssa se frotó las sienes antes de beber de su copa de agua. Por suerte ahora si quería no tenía por qué pensar en nada. Descansaría. Guardaría silencio, como el resto, y tan solo escucharía la voz de la joven dama.

Lady Odessa sonríe y asiente al caballero que levanta su copa en su dirección, haciendo lo mismo con la suya aunque de manera más leve y remojándose los labios con el contenido. Le alegraba ver la buena disposición de este, y esperaba que su plan al respecto funcionara. 

Cuando por fin acabó la cena, distintos músicos empezaron a salir a escena, abriéndole paso a ella de manera sutil y no tan sutil. Que el Rey la tuviera en alta estima compensaba con creces la animosidad que le tenían otros habitantes de la Fortaleza, definitivamente. Por otra parte, los mismos chicos con que se había encontrado en la mañana parecían ser los más entusiasmados por su presentación, hecho que la halagaba como cada vez que alguien le hacía un cumplido. 

Al escuchar que era su turno, se puso de pie, caminando hacia el lugar dispuesto con una sonrisa humilde, perfectamente medida. Miró a su alrededor, agradeciendo los aplausos, y con postura erguida y perfecta se preparó para usar aquella voz que tantas historias había construido, hasta el punto de casi convertirse en un mito por si misma, esta vez medida lo suficiente para que aunque se deleitaran con la música, quienes quisieran darse por aludidos entendieran el mensaje. Al menos ella lo dedicaba a su Reina.

Como siempre la intervención de Lady Odessa no dejó a nadie indiferente y durante su actuación todo el mundo permaneció callado y en su sitio, hasta el inquieto pequeño Robert Arryn observaba ensimismado desde el regazo de su madre. Todas las miradas se centraron en la dama que parecía ejercer alguna especie de poder hipnótico en su voz. Cuanto terminó de cantar se hizo el silencio durante unos instantes, como si nadie osara producir otro sonido distinto al de la voz de la muchacha. Finalmente un pequeño grupo de muchachos de una de las mesas del fondo irrumpió en aplausos y vítores que fueron imitados por todo el salón, incluso Rober Frey, que había estado bastante circunspecto durante toda la velada, aplaudió con entusiasmo junto a sus compañeros. Sirvientes y nobles se unieron a coro, desde el más grande hasta el más pequeño, pasando por la familia del Rey Robert, sobre todo Tommen y Myrcella.
Tras la actuación salieron unos músicos resignados a no alcanzar las cuotas de atención de su predecesora pero con la misión de seguir entreteniendo a los congregados. El jefe de ceremonias dio paso al baile en aquel momento, lo que permitió a todos los presentes moverse libremente por la sala.
El grupo de escuderos salió corriendo hacia Lady Odessa para felicitarla y pedirle que les concediera un baile a cada uno por lo menos.
Los reyes se levantaron para abrir el baile. Jaime Lannister permaneció en su puesto de guardia mientras su sobrina Myrcella intentaba convencerlo para que la sacara a bailar. Jeofrey contaba a su hermano Tommen alguna anécdota que le había ocurrido durante su práctica matutina de espada.
La Mano del Rey siguió hablando con los miembros del consejo y el resto de invitados que estaban en su mesa mientras su mujer Lysa Arryn se levantaba y cogía al pequeño Robert de la mano. Todo el mundo sabía que no era una mujer muy festiva y además el niño no había "cenado", mantenerlo allí hubiera sido una molestia constante para todos. Hizo un gesto a una de sus sirvientas, Alyssa Arena, para que se encontrara con ella.
El sobrino de la Mano, Marton Arryn, se levantó de su mesa mientras se disculpaba con alguien que lo estaba poniendo al día de ciertos rumores de alguna parte del reino.
Lord Bryce Caron se levantó y salvó a su hermana de los escuderos, aunque tan solo momentáneamente pues todos siguieron esperando al cambio de música para que la dama atendiera sus peticiones.
Kailyn Monrom permaneció en un segundo plano, atenta a cualquier gesto de Lady Odessa para atenderla en cualquier necesidad.
Alyssa Arena se levantó de su asiento y fue en busca de su Señora.
Robert Frey volvió a quedarse solo y volvió a sentarse en su silla.
La mayoría de sirvientas, damas, mozos y escuderos que no tenían ninguna obligación fueron formando pequeños grupos, bien para bailar o para charlar distendidamente.
Entre los nobles algunos disfrutaban del baile y otros aprovechaban para ponerse al día de las noticias más recientes. Algunos de los más ancianos o los más huraños comenzaron a abandonar el salón.

Para Alyssa la fiesta había terminado y si no fuera porque sabía que para ella el broche de la noche la esperaba engarruchado a la mano de Lady Arryn, haber terminado su día con la canción de Lady Odessa hubiera sido el final perfecto. Y es que por muchas diferencias que hubiera entre ambas, por mucho que la sirvienta considerase que la joven noble era una veleidosa engreída a la que le gustaba ser el centro de atención y que muy seguramente usaba su boca con el rey -y a saber con cuántos más- para otros menesteres que nada tenían que ver con su voz, no podía negar que su forma de cantar era... Indescriptible.

No lo reconocería nunca, y quizá aquella sensación solo se debía a que tendría que lidiar de nuevo con el pequeño Robert, ese broche para la noche que tan caro salía, pero se lo había pasado bien. Había disfrutado de la comida, de la música e incluso de la compañía, de esas conversaciones insustanciales que nada le importaban pero que le habían ayudado a olvidarse, aun solo por un instante, de obligaciones y preocupaciones.

Sin rechistar se puso en pie y se acercó a su señora tan pronto fue consciente de que la llamaban no sin antes despedirse con una sonrisa sincera de los que la rodeaban.