Partida Rol por web

Strigor comía como si le fuera la vida en ello. Sabía que le duraría poco y sus tripas rugirían exigiendo más alimento, pero se podían dar con un canto en los dientes por el mero hecho de tener eso de comida. Entre bocado y bocado solía echar más ramitas o una rama más grande a la hoguera, para que esta no se terminara de apagar, y cuando Kimara habló, simplemente asomó la vista por el hueco que estaba medio cubierto por su capa de pieles para que se escapara el menor calor posible.

-Bueno, estamos junto al Muro, supongo que al bajar hará más calor, pero si me esperaba un tipo de paraje diferente. Me siento casi como en casa -comentó el enorme hombre mientras volvía a mirar a la mujer- y sigo pensando que ese cuervo que vi antes decía algo así como maíz, ¿los cuervos hablan? -preguntó a la cambiapieles, pues si alguien podía saber de animales era ella.

Como respuesta Kimara se encogió de hombros y su silueta , proyectada contra la pared, imitó el movimiento deformada por el bailar desigual de las llamas.

-No he hablado nunca con uno para saberlo, a unos los como- dijo refiriéndose a las aves- y a los otros se les caza y se quema sus cuerpos así que...- en realidad jamás había tenido un encuentro con un Cuervo, los Colmillos Helados no eran una zona a la que la Guardia de la Noche mandase patrullas así que su existencia era más una amenaza irreal (bueno, tras la escalada al Muro no tan irreal).

-Quizá los cuervos enseñen a sus hermanos hablar... y ése se ha quedado aquí aunque no haya hombres...- tampoco quería pensar en ello, el calor de las llamas bien llegaba hasta ella y le permitía una paz ficticia pero que servía para ir llamando al sueño- No dormiré mucho- prometió en un susurro que apenas sí fue escuchado sobre el crepitar del fuego.

Strigor escuchaba a Kimara mientras asentía ligeramente ante lo que decía su compañera, pues eran grandes verdades todo lo que decía y ese cuervo podría bien haberse escapado o algo. Los animales de los cambiapieles no hablaban como tal.

-De acuerdo, yo vigilaré -y tras decir eso se movió para sentarse tras la hoguera y frente a la puerta, con el hacha sobre el regazo preparado para matar todo lo que entrara por la puerta- descansa lo que tengas que descansar, cansada no me ayudas mucho -soltó una risotada y rompió otro trozo de rama y la lanzó al fuego.

En algunos momentos de tu vigilia las llamas han estado apunto de abandonaros al frío, a la noche oscura y silenciosa rota a veces por un desprendimiento en el Muro o los fantasmales sonidos que trae el viento. Pero resiste, la hoguera resiste cada vez que lo alimentas con las ramas que trajiste del reducido bosquecillo, insuficiente para mantener a dos adultos a base de animalillos.

El portón, apenas incapaz de aparentar estar cerrado, chirría. Una, dos y hasta tres veces. El mismo número de sombras que se han colado furtivas en la fortaleza condenada al olvido.

- ¿Puede un amigo compartir el fuego?

El hombre de agradable voz, aunque con un toque firme al final, da un par de pasos hasta que se hace visible y luego para. Se encuentra en la mediana edad y está ataviado de pieles como vosotros, curtidas y llevadas al estilo del Pueblo Libre. Es grande, fuerte y con barba y cabellos grises que inspiran cierta cordialidad.

- No lleváis mucho por aquí, por lo menos no antes de anoche. 

Los dos acompañantes se hacen más visibles y un leve gesto de su mano hace que se queden quietos mientras parece que espera a que dialogues.

No sabía cuanto tiempo había dormido pero disfrutaba de la tranquilidad de tener los ojos cerrados cuando el destartalado portón gimió en sus goznes. 

Abrió los ojos y el resplandor de las llamas la cegó por un instante, pero se disipó lo suficientemente rápido para identificar tres figuras en la penumbra que se encontraba lejos de las llamas ... bueno, no exactamente. Uno de ellos estaba iluminado por el fuego.

Hombres del pueblo libre.

Era Strigor quien tenía aquella situación en sus manos. Culpa de ella, por haber alargado la vigilia de su compañero, así que se sentó, el arco estaba cerca y el carcaj no se lo había desenganchado del muslo, con la madera de aquellas flechas asomando en precario equilibrio dada la postura de la mujer...pero accesibles de tener que recurrir a la violencia, el método más eficaz para hacer que alguien del pueblo libre entendiese algo.

¿Hork?

Strigor estaba intentando entretenerse de alguna manera, y lo normal era que tirara algún trozo de madera a la hoguera, como intentando que algo pasara, pero no, era una noche fresca y estaba sentado abrigado en sus pieles. Cuando aparecieron esos tres hombres, Strigor puso la mano sobre el hacha que yacía a su lado, y cuando pudo ver que eran hombres libres, se puso ligeramente en alerta. Podía pasar de todo allí.

-Si sois amigos, sí podéis compartir el fuego -esbozó una sonrisa y se puso en pie, para que vieran su tamaño y se lo pensaran un poco mejor si tenían intenciones agresivas. Los tres lo matarían, pero el se llevaría a uno, puede que dos por delante, y si eso lo sabían dudarían. Nadie quería ser ese uno que moría.

-¿Cómo sabéis cuanto tiempo llevamos aquí? -la pregunta fue directa y señaló con el hacha un lugar para que se sentaran, justo enfrente de Kimara y con la hoguera entre los hombres y la mujer. No porque pensara que era débil, sino para que ellos pensaran que era suya y ella tuviera más distancia para asaetear a dos de ellos si la cosa se ponía fea- ¿De donde venís vosotros?

El pequeño hurón acude a tu llamada al poco, aprovechando su pelaje oscuro para aparecer casi de la nada en silencio. La presencia de los extraños parece inquietarle, como sucede cada vez que nota a alguien nuevo, por lo que termina de trepar hasta tu regazo.

Casi podrías decir que te pregunta con la mirada: "¿quiénes son?", para luego mover de forma casi graciosa su cabeza de los invitados a ti, y viceversa.

- Por supuesto, somos Hombres Libres dispuestos a compartir la caza. Es algo tarde, pero una patrulla de Cuervos nos desvió de nuestro camino y sospechaba que esta vieja fortaleza no andaba lejos -Concluye con una risotada y se dispone a tomar asiento-. Os aseguro que más al Sur nos espera un futuro, hay que alejarse del Muro. ¡Ah! Veo por vuestras caras que esperabais vastos campos de cultivo y exuberantes bosques.

Si bien el hombre tiene la apariencia y pose del Pueblo Libre en su discurso se aprecia cultura.

- Venga, acercaros -anima a sus acompañantes-. Esas piezas de cordero no se van a cocinar solas -Vuelve a reír-. Éste hombre con más cicatrices que pelo es Jartan "Ojo Rápido", un Corredor Nocturno -El susodicho deja caer una piel atada, y mientras veis como se dispone a preparar trozos cortados de cordero en espetones improvisados prosigue las presentaciones-. Y aquí tenemos a Sugra "Mata Osos", un thennita. Poco hablador pero tiene un brazo poderoso con esa hacha.

Ninguno de los acompañantes hace por hablar, uno centrado en la comida y otro dispuesto a presentar batalla si os considera una amenaza.

- Allá arriba están Orik y Gerik -Señala con el pulgar a su espalda, hacia la sombra de los muros que nada revelan-. Dos buenos chicos que pronto se ganarán un sobrenombre por derecho propio. No hay que ser impaciente, ¿verdad? De momento es todo un logro que ese par de Pies de Cuerno no se hayan matado entre ellos, me van a volver loco con sus dispustas -Frota sus manos y las acerca a la hoguera-. ¿Queda claro de dónde venimos? Estamos echando una ojeada por este lado del Muro, viendo posibilidades -Se encoge de hombros- Por cierto, soy Mance Rayder -Termina con una sonrisa.

Habéis oído hablar de un tal Mance Rayder, un hombre con la capacidad de reunir a numerosas tribus, incluidos los gigantes, en una causa común: avanzar sobre el Muro y tomar el Norte de Poniente.

Tal vez la espectacular estructura sea capaz de detener a los Otros y los espectros; o tal vez los arrodillados sepan al fin que no son parte de las leyendas cuando los Caminantes blancos toquen a sus puertas.

-Mance Rayder, ¿eh? -dijo sonriente mientras parecía intentar sopesar si eran unos estafadores o de verdad era ese tipo- bueno, yo soy Strigor, de una tribu extinta por culpa de otra que se dedica a arrasar a las demás -comentó tranquilamente mientras volvía a tomar asiento- No me habías dicho que había dos más, eso no es de gente de honor -dijo poniendo un tono burlón en la palabra y luego soltó la risotada- perdonar, tenía que usar esa palabra sureña.

-Nosotros más que echar una ojeada al sur del muro estamos buscando un sitio donde quedarnos más tranquilos que en el norte de éste.

Mance comparte tu risa mientras que el thennita muestra un gesto poco amistoso, no sabéis si por mencionar a los "sureños" o porque ha decidido que les caéis mal. Por otro lado, el tal Jarlan sigue enfrascado en su tarea de preparar la carne a medida que la va poniendo al fuego.

- Una vez conocí el honor, o eso decían -Mance saca un cuchillo y comienza a tallar distraidamente un trozo de madera-. Conocí a buenos hombres y mujeres en estas tierras, no me avergüenza reconocerlo. Eran decididos, con un espíritu casi digno del verdadero Norte, pero sus alas estaban rotas como le pasa a la gran mayoría de arrodillados. Habréis oído hablar de las Casas nobles y su ferviente creencia que por el simple hecho de haber nacido noble tienes... ¿derecho? -Tras resoplar se permite una breve risotada-. No conocen la fuerza, el valor, la tenacidad de los que "más allá del Muro" se ganan a pulso su existencia. Ellos toman, exigen malcriados los frutos de la tierra y la carne que debe ser para el cazador -Aún la talla no tiene forma definida, pero está claro que cada trozo arrancado está calculado-. Por eso, Strigor, voy a decirte una gran verdad: morirás como un perro si no tienes un verdadero propósito en estas tierras. Perseguido y cazado, sólo un salvaje que ha... osado escalar el Muro.

Se permite observar con detenimiento el avance de la talla, en lo que parece tratarse de algún tipo de cuadrúpedo echándole imaginación en el comienzo de su obra, para luego miraros a ambos.

- Un propósito. Eso es lo que este viejo que ha visto más de lo que quisiera y menos de lo que debería os ofrece -Os mira intentando evaluar vuestro parecer-. Una buena motivación nos mantiene alerta, pero no voy a caer en falsas promesas. ¿Queréis un lugar donde vivir? ¿Buenos alimentos y un futuro? -Para de tallar haciendo que se vuelva más intenso el momento-. Necesito a hombres y mujeres como vosotros que han escalado este Muro con determinación en busca de una vida mejor, pero sólo la fuerza y la unión del Pueblo Libre hará de estas tierras nuestras. No más morir de hambre. No más luchar por un pedazo de tierra helada. Sed mis ojos y mis oídos. Sed parte de lo que avecina...

Sus acompañantes apenas se han movido durante su discurso, no más que algún que otro asentimiento a las palabras de Mance Ryder.

Al otro lado del fuego, Kimara parecía jugar distraídamente con Hork pero los ojos azules de la mujer  del pueblo libre no se desviaban de Mance advirtiendo por el rabillo del ojo los gestos del Thennita y del que colocaba la carne en la hoguera.

A qué juegas, Strigor.

Había permitido en silencio la sutil imposición de Strigor como "alfa" si es que los hombres libres podían denominarse como tal sobre sus mujeres en algún momento. La voz de Mance era rasposa, usando una labia que solo confirmaba sus palabras. No era un nacido libre,pues los nacidos del pueblo libre no usaban un segundo nombre como estandarte familiar, solo era un sureño que había pasado al otro lado del Muro ^* y ningún sureño era lo suficiente imbécil como para ir Más Allá del Muro a no ser que...

Cuervos.

La certeza del origen de Mance se asentó en las tripas de Kimara como si la hubiesen hundido una hoja de acero valyrio más allá de las tripas. Dejó a Hork y enderezó la espalda estirándola hasta que notó un leve crujido, no podía permitirse matar a Mance sin provocar a sus acompañantes y ellos no se habían mostrado abiertamente hostiles.

Al menos no todos.

-No somos sureños, Mance Rayder- dijo y su voz arrastró el sonido de sus palabras por encima del crepitar de las llamas lamiendo la carne que se oscurecía con cada caricia ígnea- así que puede ahorrarte el discurso- levantó la barbilla examinando a aquellos hombres-Necesitas hombres y nosotros un objetivo.- frunció los labios pasando la lengua por uno de los colmillos en un gesto distraído que solía hacer cuando cavilaba-pero no vamos a volver al otro lado del Muro.

Strigor escuchó el discruso de Mance a medias, pues demasiadas palabras solían aburrirle, sobre todo cuando querían contarle algo o ponerle cierta sensación sobre ciertas cosas, pero cuando Kimara habló, una estruendosa y fuerte carcajada surgió del semigigante mientras daba un par de palmadas- Parece que te tiene calado, Mance -esbozó una gran sonrisa y se frotó las manos.

Se quedó un instante en silencio antes de continuar hablando- Al Norte del Muro no voy a volver, no pienso volver a trepar o atravesar ese maldito muro de ninguna manera, ¿quieres que seamos tus ojos y oídos? Vale, peor ¿que ganamos a cambio? -si de verdad era un salvaje sabría que si las cosas no les gustaban les dejarían de lado, así era como lo hacía el Pueblo Libre.

En cuanto Kimara habló sin sutilezas, clara y directamente, Mance deja de tallar y observa a la mujer con calma. Sus acompañantes, al menos los que están a la vista, prosiguen en su actitud y tarea, por lo menos uno de ellos. Finalmente, con la intervención de Strigor, se echa a reír abiertamente.

- Diría que sí, Strigor -Vuelve a reír brevemente-. Llevo un tiempo usando la palabra para unir y dejar a un lado difíciles y viejas rencillas entre tribus -Un gruñido escapa de la boca del thenita, pero los otros lo ignoran y no va a más-. No, joven. Es a este lado donde hacéis falta, como tantos otros que ya nos informan -habla a Kimara para luego responder a su compañero-. A menos de dos días de camino está vuestra recompensa, nuestra recompensa -La talla parece ir adquiriendo la forma de un mamut-. Voy de regreso al otro lado a reunir a los nuestros como una única tribu para pasar por encima de los Cuervos y conquistar estas tierras que nos traerán prosperidad. No voy a prometeros tierras, eso es algo que cada uno deberá ganarse cuando llegue el momento. Lo que sí puedo es daros provisiones, un mapa, ropas que os harán pasar desapercibidos si queréis... 

Os tantea.

-Mucha generosidad para ser dada a la ligera, Mance Rayder- dijo la mujer antes de guardar silencio durante unos segundos, mirando a Strigor como si quisiese averiguar qué opinión le merecía todo aquello. Qué opinión era la que escondía detrás de sus ojos oscuros. Strigor por su tamaño podía ser tachado de bruto y no sería un error pero desde luego no era imbécil.

-Compartimos refugio- extendió una mano con la palma hacia arriba- compartimos el calor de la llama- extendió la otra con las puntas de los dedos orientada hacia las llamas- Sabemos qué hay Más Allá del Muro... pero no al sur de éste- ladeó la cabeza examinando a los tres hombres al otro lado de las llamas para mirar por último la talla de Mance- No tenemos nada que perder así que no veo por qué no aceptaríamos...-pero dejó la frase inconclusa, aquello era una decisión de dos que le pertenecía a Strigor confirmar o rechazar de pleno.

Strigor permanecía callado y ligeramente alerta, pues aunque la charla era tranquila no se fiaba de nadie, pues ¿y si en realidad solo querían quitarle lo suyo? Pero no se centraba en eso, se centraba en las opciones que le daban- Tal y como lo planteas no veo porqué deberíamos de negarnos, no nos pides nada que no fuéramos a hacer por nuestra cuenta y, encima, dices que nos facilitarías un mapa, aunque no se qué es un mapa, y lo de las ropas para pasar desapercibidos, bueno, eso podría venir bien -comentó tranquilamente.

No iba a decir que si las cosas no le gustaban se largaría y le dejaría tirado, pues si era un Hombre Libre de verdad sabría que eso era más que seguro.

Mance siguió tallando su figura de madera durante unos instantes sin responder, quizás estaba pensando en la contestación o tal vez solamente tallaba una parte delicada del mamut que le requería algo de concentración extra. Levantó la mirada sereno y miró al hombre y a la mujer a los ojos.

-¿Generosidad? Como podéis ver no nos falta comida y a este lado no hay muchos del pueblo libre con los que poder compartir una cena y una conversación agradable. En realidad sentía curiosidad. Hizo una pausa y comenzó a tallar parte del pelaje del mamut haciendo pequeños surcos en el lomo del animal. No sois los primeros en llegar, ni seréis los últimos, pero no funcionará. Sentenció serio. Su tono demostraba cierto respeto por haberos encontrado al otro lado, pero también decepción y algo de tristeza. No hace falta que os explique lo que hay al otro lado, ni que os diga que todo irá a peor. Si los pueblos libres no nos unimos y seguimos simplemente moviéndonos hacia el sur acabaremos estrellados contra el muro, pequeños grupos como vosotros conseguirán pasar, pero a este lado acabarán muertos o... arrodillados. Mance parecía seguro de lo que decía y puede que tuviera razón. La gente del sur no dejaría que el pueblo libre ocupara sus tierras sin más. Debemos hacerlos juntos. Uniré a todas las tribus que quieran vivir y golpearemos con fuerza contra el muro, los cuervos no podrán pararnos y cuando pasemos seremos demasiados para que los débiles sureños intenten arrebatarnos estas tierras.

Dejó de hablar. Sabía que la gente del pueblo libre era orgullosa, que cada uno de ellos pensaba que podía enfrentarse solo al reino del Sur, pero los aplastarían si no llegaban con la fuerza necesaria para hacerles frente.

-Pero basta de hablar de eso por ahora. Mi estómago ruge, no se el vuestro, creo que es momento de probar esta carne. Se levantó y se acercó al fuego para coger dos trozos de carne, le tendió uno al Thenita que seguí sin quitaron un ojo de encima y después se sentó nuevamente. Jarlan "Ojo rápido" cogió otras tres piezas y desapareció en la oscuridad para llevar la cena a los que vigilaban desde la distancia. Serviros sin miedo, sois mis invitados, aunque debería considerarme yo el vuestro, habíais llegado antes. Mordió un trozo del cordero como si quisiera demostraros que la comida estaba bien. Una vieja costumbre. Pensó, entre el pueblo libre los envenenamientos no eran frecuentes, nadie solía ser suspicaz con la comida. ¿Un mapa? Es un trozo de piel con dibujos que te ayudan a orientarte en sitios en los que no has estado antes. Respondió con naturalidad, estaba acostumbrado a ese tipo de preguntas y no sentía la necesidad de mostrarse superior a otros hombres que no supieran algunas cosas que en otro tiempo consideraba básicas. El pueblo libre tenía grandísimas cualidades, pero era cierto que también tenía carencias, por eso necesitaban estar unidos para conseguir su objetivo.

La mujer se incorporó y su sombra se alargó por la superficie irregular de la piedra. Con movimientos felinos, como si en su campo de visión solo estuviese Mance Rayder rodeó la hoguera apoyando las puntas de los pies en el suelo rozando solo el suelo con los talones sin apoyarlos del todo.

-Compartamos entonces la cena...-Estando en pie desvió la mirada hacia abajo con cautela-enséñame a interpretar tu mapa, Mance Rayder- hizo un gesto con la mano hacia Strigor, apaciguando de forma preventiva la viveza de Strigor y sonrió aunque su sonrisa era de una naturaleza indescifrable, quizá diversión, curiosidad, amistad o simple sorpresa ante la situación que manejaban los presentes.