Partida Rol por web

Vigilancia, victoria, sacrificio

5. Consecuencias

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26/08/2016, 20:55
Narrador

La vuelta fue como un cortejo fúnebre.

Ninguno de vosotros tenía ganas de hablar mucho o simplemente estaba inmerso en su propio análisis de todo lo que os acababa de ocurrir. Habíais dejado al animal que en su día había sido "Yadda" en terreno salvaje pero la sensación había sido de vacío.

Un vacío tan desolador como el que habían dejado vuestros recuerdos perdidos.

El espíritu de la Inspiración que alguna vez había habitado el cuerpo del animal ya no estaba. Cuatro de vuestros compañeros ya no estaban. Y el pensar que tan sólo uno de ellos había podido recibir algo remotamente parecido a lo que su cultura entendía como funeral mientras que los cuerpos de los demás yacían desmadejados en el suelo de lo más profundo de la Tumba de la Novia Roja no hacía más que traer el sabor de la hiel a la boca de algunos de vosotros. Preferíais no entrar a pensar las connotaciones que podía conllevar un cuepro abandonado en un lugar ya no sólo plagado de alimañas sino que también contaba con un Velo muy débil.

Caminásteis lo que se os antojó una eternidad bajo el sol de las Anderfels cuyo calor abrasador parecía incapaz de llegar a vuestros corazones y en determinado momento pudisteis ver en el horizonte la ondulante silueta de la inmensa fortaleza de Weisshaupt. Pero no era lo único. Cuatro siluetas caminaban en fila un par de cientos de metros más adelante.

Parecieron localizaros porque se acercaron a vosotros con la clara intención de interceptaros. Cuando los tuvisteis lo suficientemente cerca pudisteis ver que se trataban de dos humanos y dos elfas: uno de ellos llevaba armadura, la otra era maga, y de las dos elfas una era una dalishana de gesto avinagrado y la otra parecía una elfa de ciudad.

De hecho, la dalishana era una Guarda Senior, ya no solo por el galón sino porque alguna vez habíais oído ya hablar de ella: Se llamaba Velanna y había acompañado nada menos que al Héroe de Ferelden hace ya muchos años en varias de sus gestas.

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26/08/2016, 22:50
Narrador

Erais un grupo variado en todos los sentidos: dos humanos y una elfa. Pero la humana en cuestión era una maga y los otros dos estabais acostumbrados a estilos completamente diferentes del combate cuerpo a cuerpo.

Os habían reunido aquella mañana y os habían puesto bajo las órdenes de un Guarda Senior para patrullar el perímetro de la fortaleza. Era una tarea rutinaria que iba rotando entre todos aquellos que la habitábais pero no por ello menos importante.

El Guarda Senior que os habían asignado resultó ser una elfa dalishana a juzgar por los tatuajes en su rostro. Se llamaba Velanna y ya habíais oído hablar de ella con anterioridad ya que había acompañado a nada menos que el Héroe de Ferelden hace años en varias de sus aventuras. Desde el primer momento había quedado patente que no era precisamente una mujer lo que se dice dicharachera; cuando os habíais reunido se había limitado a presentarse para que supieseis cómo llamarla y enseguida os habíais puesto en marcha.

Ahora, deambulando por el árido suelo de las Anderfels, la elfa no había hecho el menor ademán de entablar conversación, como si la amargase tener que cargar con vosotros. O igual es que estaba demasiado concentrada en lo que teníais entre manos como para distraerse con cualquier otra cosa porque lo cierto es que no os había dedicado un gesto grosero a ninguno.

De hecho, en determinado momento divisasteis algo: Tres siluetas en el ondulante horizonte. Una era más bajita que las otras dos y de esas dos una resultaba bastante delgaducha. Velanna se giró hacia vosotros e hizo un gesto con la mano indicando que el siguiente paso era acercarse para averiguar de quienes se trataban.

Para vuestra sorpresa... eran tres Guardas; un enano, una dalishana y un humano que parecían bastante apaleados.

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26/08/2016, 22:50
Velanna

La elfa arqueó una perfilada ceja cuando pudo poner los ojos sobre los recién llegados.

Elgarn'nan... ¿os ha atropellado una manada de brontos?—preguntó extrañada al ver el aspecto magullado, casi derrotado que traían. O quizá lo que la sorprendía es que resultaron ser Guardas Grises—. ¿Por qué andais por aquí pululando solos sin un Guarda de mayor graduación?

El grupo de Velanna ha visto al otro y se ha acercado, ahora mismo estáis juntos todos. Podéis describiros físicamente y demases si queréis.

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29/08/2016, 01:19
Jarlath

El sol que caía implacable sobre las Anderfels era un verdadero tormento, aunque en cierto modo, Jarlath lo agradecía. El calor mortificante y purificador abrumaba y aturdía su mente, impidiéndole pensar demasiado, evitándole el amargo trago de enfrentarse a todo lo que había perdido aquel día. Sentía como si hubiese envejecido un siglo, y su cuerpo se estuviese convirtiendo lentamente en polvo yermo en el que ya nada pudiese crecer. De un momento a otro, una fuerte ráfaga de aire ardiente lo sacudiría y lo esparciría a los cuatro vientos, haciendo que se uniera al resto del arenal reseco que eran las Anderfels, y desaparecería para siempre. Eso era lo que se decía. Ese era el alivio que se ofrecía a sí mismo, que lo impulsaba a seguir poniendo un pie delante del otro, fantaseando con la idea de que cada paso podía ser el último. En cierto momento, su percepción de los colores empezó a cambiar, y todo se tornó blanco deslumbrante, verde frío y rojo apagado. ¿Acaso el Velo lo estaba saludando, preparándose para acogerlo, o tan solo eran los encantamientos que el sol inmisericorde tejía en su cabeza? No le importaba. En cualquier caso, ambos supuestos conducían a la misma conclusión, por lo que no cabía preocuparse en exceso. Sería lo que el Hacedor dispusiera.

No sabía cuántas horas o cuántos días habían pasado cuando sus ojos atormentados distinguieron las formas trémulas de cuatro viajeros que acudían a recibirlos desde una imponente fortaleza blanca que capturaba en sus muros el brillo despiadado del sol. No fue hasta que los desconocidos casi habían llegado hasta su altura que se dio cuenta de que la fortaleza se trataba de Weisshaupt. De repente, todos los malos recuerdos y el pesar volvieron a atravesar su fatigado corazón. El grupo que había ido a su encuentro debía de estar conformado por guardas grises. De hecho, la mujer que los dirigía, una elfa de rostro adusto y cejas suspicaces, le resultaba vagamente familiar, aunque el calor y el aturdimiento no le permitían reconocerla. La elfa preguntó sin rodeos qué hacían ellos allí; sin duda la visión debía de ser pintoresca y descorazonadora a partes iguales. Jarlath cerró los ojos durante unos instantes, tratando de encontrar las fuerzas para responder.

Están todos muertos —respondió el trovador con una voz profunda como una caverna, y ronca, debido al tiempo que llevaba sin utilizarla; una voz que no lograba transmitir su extraño estado de ánimo—. Soy Jarlath. Quienes me acompañan son Paexter Rockhead y Enansal, guardas neófitos como yo mismo. Nuestras compañeras Elietta, Selene Argenta y Lynariel, así como el guarda sénior Hroldar Torvaksen, han perecido en la Tumba de la Novia Roja, de la que regresamos con las manos vacías. —Una sombra de espanto se dejó entrever en los ojos azules del hombre, que estaban turbios y enrojecidos, y hasta su voz se quebró—. En nuestra búsqueda de los reclutas fugados, nos topamos con una perversa entidad, un demonio que se hacía llamar Nirasha…«Un demonio que se llevó nuestros recuerdos mejor guardados», se dijo Jarlath, aunque no llegó a pronunciar dichas palabras en voz alta—. Los reclutas también estaban allí, pero la diplomacia no llegó a buen término. Ellos querían rescatar de la tumba unos huevos de grifo cuya existencia desconocíamos. Nirasha los quería destruidos. Nosotros nos opusimos a lo uno y a lo otro, y como resultado, nos vimos enfrentados al demonio sin la ayuda de los reclutas. —Lanzó un suspiro quedo que delataba su angustia—. Solo quedamos nosotros tres.

Quizá su relato no había sido todo lo prolijo que hubiese cabido esperar, pero Jarlath no se sentía en condiciones de extenderse. Lamentaba sinceramente ser portador de tan malas noticias. Mientras aguardaba la reacción de la guarda veterana, se tomó unos instantes para examinar al variopinto grupo que la acompañaba. Se preguntó cuáles serían sus historias, cuáles serían sus esperanzas, y cuánto tardarían en perder ambas cosas.

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30/08/2016, 00:43
Aydriss

Patrullar el perímetro de la fortaleza.

Bajo la mata de pelo pajizo que cubría la cabeza de la elfa, sin lograr pese a todo protegerle de los ardiente rayos solares que amenazaban con quemarle la piel hasta convertirla en cenizas, solo resonaba ese único pensamiento. Después de todo, era un pensamiento sencillo y cómodo, una obligación clara que ponía orden al caos irremediable que había encontrado desde que dejó Tevinter.

Además, seguir a Velanna era llevadero. Aydriss había oído rumores en la fortaleza de cómo había ayudado al Héroe de Ferelden a salvar el mundo, pero lo cierto es que no sabía exactamente a qué se referían. La Quinta Ruina nunca había dejado de ser para ella un nombre tan ominoso como alejado de los problemas acuciantes y cotidianos de su vida diaria. No, si la esclava se sentía bien a su cargo, era simplemente porque les dirigía de forma competente. Además, no había hecho ningún intento de entablar una conversación tan amistosa como fútil, limitándose a actuar en silencio. Ella lo agradecía. Le recordaba a su hogar.

Caminaron durante varias horas, sin que prestara apenas atención a los otros dos reclutas. Sabía que él era un guerrero, y que ella era una maga. Sus funciones le resultaban más importantes que su personalidad o historia, fueses cuáles fuesen. Guerrero y maga. Estaba acostumbrada a tratar con ambos, aunque aún se le hacía un tanto extraño encontrarse ante una hechicera humana poderosa y no tener que mostrar su sumisión. Inconscientemente, tendía a caminar detrás de ella, del mismo modo que hacía con su amo.

Tampoco abrió la boca cuando distinguió en la distancia al pequeño grupo que se acercaba a ellos, dejando que fuera su superior la que dictara cómo debían proceder. Eran otro hombre, un enano y una elfa... calva. Dejó que sus ojos azulados descansaran unos segundos más de lo necesario sobre su cabeza. Nunca había visto a una elfa calva. No sabía siquiera que pudiera ser posible ser ambas cosas. Le resulto curioso.

Su rostro también permaneció inexpresivo ante la categórica expresión utilizada por el primero de ellos. Estaban muertos. A Aydriss no le afectaba. Fueses quienes fuesen, habían muerto cumpliendo su deber. Era una desgracia, pero no se podía hacer nada al respecto... o eso pensaba, hasta que escuchó de quiénes se trataba.

Se bloqueó. Haberse acercado tanto a ella por puro azar, para que se le volviera a escapar, esta vez definitivamente, por la misma causa. No alcanzó a escuchar el resto del discurso, sumida como estaba en reflexiones. Dudaba que pudieran existir dos personas con el mismo nombre, pero aun así, tenía que comprobar que no se trataba de un engaño. En el segundo caso, al menos sería una pista. Si era el primero...

Se estremeció: no podía volver a casa con las manos vacías (eso, asumiendo en todo caso que supiera volver por su propio pie) y, puesto que había fracasado de forma tan estrepitosa, al menos necesitaría una prueba; ergo, tenía que encontrar el cadáver. Fuese como fuese, el primer paso era hablar con el recién llegado, sobre el que clavó su mirada muda.

Pero eso tendría que esperar. Primero, Velanna debería decidir qué hacer con ellos.

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30/08/2016, 13:57
Damien

Desde que había llegado a la fortaleza no había hecho nada especial. Casi lo prefería de ese modo. En aquellos momentos en los que estaba patrullando no estaba pensando en otros acontecimientos. No tenía tiempo ni voluntad de concentrarse en todo lo que había estado ocurriendo en el mundo en los últimos meses. En la locura en la que se había convertido. Le gustaba encontrar algo de descanso en aquellas tareas tan nimias.

Aunque aquel día, aquella tarea acabó siendo más especial que de costumbre. Un grupo de guardas grises que parecían haber sido arrollados por varios brontos aparecían en su línea de visión. Era la primera vez en todas sus guardias que realmente habían avistado algo, o alguien. Las Anderfels no eran precisamente un lugar donde uno iría a tomarse un picnic, así que realmente esas guardias a Damien se le antojaban completamente innecesarias. Sería suficiente con vigilar desde las murallas y almenaras de la fortaleza. Pero no iba a quejarse de que le dieran trabajo. No quería dudar de las órdenes de su superior, si bien le importaban un bledo. Había decidido concentrarse en hacer lo que había venido a hacer en los guardas grises.

Escuchó al calvo hablando cabizbajo, sobre lo que había ocurrido en la tumba de la novia roja. Idiotas...-Pensó.-¿Cómo pudieron pensar que enfrentarse a un demonio podía salir bien?-

Él tenía entrenamiento con los demonios, sabía distinguir un espíritu y/o demonio cuando oía hablar de él. Habían sido unos insensatos y merecían el destino que les había llegado. No conocía a los reclutas perecidos, ni lo haría nunca, pero sabía que la muerte era de lo mejor que les podía pasar cuando había demonios de por medio.

Damien no ocultó su fastidio cuando el calvo siguió hablando. Sentía como si hubieran tomado la peor de las decisiones posibles y a él se le escapaban las razones por las que lo habrían hecho.

Se mantuvo en silencio, dirigiendo una mirada aséptica a todos los reclutas que acababan de llegar. Estaban agotados, heridos, sucios por el polvo del camino. Habían tenido demasiada suerte de poder escapar de una entidad como aquella... o quizás... o quizás fue la propia entidad quien decidió que ellos podían salvarse, como para mandar un mensaje. Ya había aprendido en el círculo que no existía cosa tal como la suerte. No cuando había demonios implicados en la mezcla de los acontecimientos.

Miró a Velanna de reojo. Teniendo el rango tan bajo que tenía, no podía decidir gran cosa. Tendría que esperar a las órdenes de la elfa. Esperar... aquello que tan poco le gustaba.

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30/08/2016, 14:11
Paexter RockHead

No era la primera vez que la desesperación se adueñaba de su corazón, el nucleo de la forja que era su pequeño cuerpo de roca, enfriandolo todo, desasistiendo cada parte de su cuerpo del calor que necesitaba para funcionar. Había sido hace mucho tiempo, y solo la rabia y el deseo de venganza habían servido de catalizador para ponerlo de nuevo en marcha:

- ... Rabia...?? ... Venganza...?? De qué????!!!!, quiso gritar, pero su cuerpo de automata no se lo permitió. El condenado demonio que lo había hecho deshonrarse a sí mismo, a sus compañeros, y a la institución a la que representaba, haciendole huir sin poder remediarlo, también le había robado sus recuerdos, como las aves de presa rapiñan los cuerpoos que quedan deslabazados tras la batalla. Ya, ni siquiera se quien soy... El pensamiento cruzaba su mente de tanto en cuanto, mientras el polvo del camino le secaba la garganta hasta dejarsela en carne viva.

El calor era abrasador en las laderas yermas de las Anderfels, y sin el aplomo para afrontarlo, se había limitado a guardar las piezas que había quitado de su armadura en un hatillo, a su espalda. Así resultaba mas fácil aguantar a la condenada e inclemente bola de fuego que colgaba sobre sus cabezas. Andaba arrastrando las pesadas botas, como si no solo el aplomo le hubiese sido arrebatado, si no también las fuerzas, y solo fuese capaz de levantarlas levemente del suelo, levantando pequeñas volutas de polvo que flotaba, perezoso en las abrasadoras corrientes de aire de la cordillera.

De vez en cuando, echaba miradas a sus dos únicos compañeros vivos, como si necesitara ver sus caras para confirmar que seguian vivos, que no continuaba la pesadilla. Sus rostros, fiel reflejo del suyo, transmitian abatimiento, derrota. No había nada de lo que hablar, aunque en su rumientaria mente enana, sabía que tendrían que rendir cuentas sobre el estrepitoso fracaso de la misión, y aceptar las consecuencias. En otro momento, estas le habrían preocupado, pero al menos de momento, no se le ocurría nada peor que el modo en que se sentía en ese penoso descenso.

Finalmente, abatidos, se fueron acercando a la Fortalerza. Weisshaupt se le antojaba enorme, descomunal, pero todo no era si no un reflejo de su mortecino estado de ánimo, sumado al efecto del calor abrasador que venían soportando desde que salieron del infierno carmesí, como había dado en renombrar a la condenada tumba. Un grupo de guarda se dibujó en el horizonte, dirigiéndose hacia ellos, y el enano resopló ligeramente antes de que llegaran, uno de los pocos sonidos que había surgido de sus labios en todo aquel tiempo:

- Ahora empezará nuestro verdadero infierno..., dijo con voz ronca y grave, parandose al lado del trovador.

Cuando llegó el grupo de guardas, con aquella elfa a la cabeza, la cara del enano reflejaba perfectamente su hastío, su abatimiento, así que, limpiandose  con el dorso de la mano el sudor de la frente, teñido por el polvo del camino, se limito a mirar a los ojos de aquellos extraños, pasando de uno a otro, limitandose a asentir levemente a algunas partes del relato del trovador. Por esa vez al menos, agradecía la verborrea incesante del humano, aunque esa vez lo era menos, mucho menos, demostrando que él tampoco estaba para mucha conversación. En cualquier caso, con suerte, evitaría que él mismo tuviera que abrir la boca.

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30/08/2016, 23:30
Calíope

Oscuridad. Densa y profunda. Agradable y deliciosa calma. Apacible descanso. Lo que parece eterno, dura apenas unos instantes. Luz, abriéndose paso. Ya llega.

Abrió los ojos repentinamente. Los rayos de luz bañaban la habitación y a los sencillos muebles que la adornaban. Las cuatro paredes de piedra daban la bienvenida a la figura que yacía en la cama con los brazos estirados. Por ello, una enorme sonrisa apareció en su rostro. Una mirada agradecida al techo y a las sábanas. Su mano tocó una pared para sentir su tacto. Real.

- Gracias por dejarme dormir.- Un largo bostezo, seguido de unos estiramientos en brazos y piernas, terminaron por desperezarla. Aquella mañana se había despertado contenta, feliz, con mucha alegría. En su interior, algo le decía que iba a ser un bonito día. Al fin y al cabo, no se había levantado al borde de un precipicio, ni tampoco en el tejado de algún edificio. La mañana empezaba con buen pie.

En el momento en el que se debatía si atrancar la puerta, para que nadie la molestara, salir a dar un paseo en busca de nuevos libros o volver a la cama, ya que lo anterior requería un mínimo de esfuerzo físico, fue llamada por una figura con armadura. Dado que estaba de buen humor y la armadura andante se lo pidió con buenas palabra, accedió.

El motivo de la llamada no era otro que formar parte de un pequeño grupo, acompañado de alguien com más galardones, para dar vueltas por los alrededores de la fortaleza. Patrullar el perímetro lo llamaban. Una mueca de desencanto asomó por su cara. ¿En serio la habían despertado para dar vueltas? ¿Por qué diantres no habría atrancado la puerta?

La maga buscó el lado positivo. Si aquello era un intento del universo para romperle su buen humor, ella no lo iba a permitir. Hacer ejercicio no era tan malo, después de todo. Y conocería a personas nuevas. ¿Cuánto hacía que no se relacionaba con alguien? Desde Claudio y algunas palabras vacías con otros, no había mantenido conversaciones.

Sus acompañantes eran dos mujeres de orejas picudas y un hombre. La más importante llevaba tatuajes en el rostro, de la misma forma que Nereida, y era muy poco habladora. Dijo su nombre y poco más. Sus compañeros tampoco parecían tener muchas ganas de hablar. Simplemente se limitaban a seguir a la elfa de mayor rango.

- ¿Cómo decís que os llamabais?- llegó a preguntar la maga a sus dos silenciosos compañeros, cansada de escuchar el sonido de las pisadas. Sin embargo, no hubo tiempo para respuestas. A lo lejos, aparecieron de la nada tres siluetas con un andar lento.- ¿Eh?, ¿qué es eso? Ves lo mismo que yo, ¿verdad?- susurró. La Guarda Senior les hizo una señal para acercarse, a lo que la humana asintió con energía. Por fin, algo de emoción.

Pero, cuando las figuras estaban más cerca, la alegre expresión de la maga se convirtió en un gesto de terror. De completo horror. Las figuras, que en la lejanía parecían gigantes, o al menos así lo había percibido, empezaron a distinguirse con muchas diferencias entre ellos. !Y qué diferencias! El universo mandaba un nuevo contraataque para romper la alegre estabilidad emocional con la que se había despertado. ¿En qué clase de pesadilla se acababa de meter? ¿Qué forma era esa de fastidiar de buena mañana el buen humor?

Calíope se llevó ambas manos a la boca y dejó los ojos bien abiertos.

- Por las negras cabelleras de mi madre… ¿estás viendo lo mismito que yo?- Sus piernas reaccionaron andando hacia atrás y al girar la cabeza, con las manos todavía en la cara, vio al hombre, compañero suyo. Se puso a sus espaldas y empezó a observar desde el hombro.- No dejes que se me acerquen esos dos.- le susurró, señalando a los nuevos, sin dejar claro a quién se refería.

La Guarda Senior entabló conversaciones con los extraños. Un escalofrío recorrió la espalda de la maga. ¿Cómo lograba mantener la compostura ante semejantes personajes? Para mayor espanto, fue el hombre calvo el que habló. ¿Por qué el universo estaba decidido a quitarle la alegría? Pero para su sorpresa, aquel hombre la sorprendió. Contó una pequeña historia de muerte y terrible dolor. Casi sin darse cuenta, fue apartándose de su escondite humano y se acercó un paso más. No demasiado, pues aunque sus palabras tenían interés, Calíope sabía perfectamente que no debía fiarse.

- Menudo drama. ¿Una tumba? ¿Nirasha? ¿Reclutas? ¿Huevos de grifo? ¡Parece sacado de una novela! Me encanta su argumento. ¿Y cómo es que os opusisteis a unos y a otros? ¿No quisieron ayudaros? ¿Y por qué ese ente quería destruirlos?- La maga,entonces, se dio cuenta de que su insistentes preguntas seguramente no tendrían respuesta, al menos por el momento. Por sus apariencias, quizás estarían cansados.- Bueno, miradlo por el lado positivo, estáis vivos.- les dijo con una sonrisa sincera. Después miró a su superior.- Deberíamos llevarlos de vuelta, no?

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31/08/2016, 02:29
Damien

Damien simplemente emite un sonido de disgusto ante la intervención de la que, hasta entonces, había sido una compañera más o menos silenciosa.

Notas de juego

#Disgusted Noise#

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31/08/2016, 03:11
Jarlath

Jarlath se quedó mirando a la humana recién llegada. Estaba atónito. Era como si aquella mujer no estuviera totalmente conectada a la realidad. ¿La tragedia por la que acababan de pasar sus compañeros y él la divertía? La bilis le subió a la garganta. Habría deseado sentirse indignado y responder con un arrebato, desahogarse con la primera persona en pasar. Pero no pudo. La extenuación y la incredulidad hicieron presa de él.

No, eh… —Torció la boca en un gesto de extrañeza—. No sé cómo todo pudo terminar como lo hizo. No hay ninguna excusa. Tomamos una decisión equivocada y pagamos las consecuencias. No tengo nada más que añadir.

El humano torció la cabeza a un lado y a otro para contemplar a Enansal y a Paexter. Una parte de sí mismo habría querido saltar y expresar en voz alta que él estaba terminantemente en contra del plan seguido, gritar que él no tenía la culpa de las muertes de los otros, que tanto lamentaba, especialmente la de Selene, puesto que la maga tampoco estaba de acuerdo con lo que finalmente se decidió. Lo necesitaba. Pero no lo hizo. Habría sido terriblemente patético e improcedente, por no decir desleal. Eran un grupo, y tomaban las decisiones en grupo. Y si una había resultado fatal, todos lo lamentaban.

El gruñido exasperado del otro humano, un joven pelirrojo de porte marcial que iba ataviado con una pesada armadura dentro de la cual debía de estarse cociendo, lo sacó de sus pensamientos. A decir verdad, el desconocido había mantenido durante todo el breve intercambio una expresión de profundo enojo. Y no era para menos. Lo que había sucedido era algo terrible y vergonzoso. Su mirada de reprobación no fue sino un incentivo más para que el trovador permaneciese en silencio.

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31/08/2016, 20:35
Enansal

El clima de las Anderfels era vigorizante, casi curativo. Se había desprendido del peto de cuero para permitir que la inclemente luz solar tocara la mayor parte de su cuerpo, abriendo sus poros y bañándola en sudor. Se hubiera desnudado si no hubiera tenido compañeros en aquel breve viaje. El viento la azotaba con arenilla, que se pegaba a su piel húmeda y crujía suavemente al secarse.

Liberó a la cabra en unas estribaciones rocosas, liberándose de su destino. Si el espíritu no había corrompido su mente más allá de todo retorno, sobreviviría. De lo contrario, moriría de hambre, o sería presa temprana de algún depredador.

El trayecto transcurrió en un silencio que, para la dalishiana, era confortable. Había pasado gran parte de los primeros años su vida pateando la tierra, vagando de un lado a otro del gran bosque, con la boca bien cerrada. Flidais hablaba en ocasiones, del mundo y de la vida, de los nombres que carecían de valor por sí mismos, pero le servirían bien si decidía regresar a la civilización. Prefería enseñar mediante la acción, y a sus palabras no exigía respuestas, solo atención.

Más adelante, había encontrado con quienes sentirse cómoda en silencio o conversación. Así debía ser, pues la sensación estaba ahí, brillante entre las ruinas que había dejado el demonio en una parte de su memoria. El largo tiempo que había tenido para reflexionar había hecho de aquello algo mucho más terrible que la muerte de sus compañeros, mucho más aterrador que cualquier daño que pudiera haberles hecho en aquella caverna.

Hizo el firme propósito de que si no existía otra forma de recuperar lo que le había robado el demonio, volvería, incluso si debía hacerlo sola.

Observaba de vez en cuando a sus compañeros. Las desventuras en la Tumba de la Novia Roja les habían afectado con mayor profundidad. Los pedazos de sí que habían dejado atrás eran mucho mayores. Sin embargo, solo el que compartían los tres no sanaría por sí solo.

Era ya visible la fortaleza cuando un grupo de cuatro figuras se movió para interceptarlos. No había nada que temer. Incluso en la lejanía, y los había reconocido como un grupo de guardias. Velanna, una de las dalishianas de mayor rango los comandaba. A los demás podía haberlos visto con anterioridad en la fortaleza. De ser así, sus rostros se habían esfumado de su memoria sin necesidad de que un demonio bebiera de sus recuerdos.

Jarlath rompió su silencio. Su voz sonaba como los goznes de una puerta largo tiempo cerrada. A cada palabra que pronunciaba, Enansal quedaba más convencida de lo que había sospechado desde que lo había escuchado cantar tras la muerte de Elietta. El trovador no sabía cómo dejar que sus emociones que se curaran. Les daba cuerpo con su voz y volvía a tragárselas, como si necesitara alimentarse de su propio sufrimiento para mantenerse vivo.

Din’anshiral, murmuró, completando la explicación del trovador.

No era Velanna ante quien debían sincerarse. No era suya la decisión sobre sus próximos pasos. Confiaba en que tuviera la prudencia de guardar su opinión respecto a la confesión.

Dos de los jóvenes se mantuvieron en silencio, él apenas contenido, ella clavando una mirada incrédula en la despejada frente de Enansal. La tercera mujer, sin embargo, habló. Por sus palabras, la dalishiana se preguntó si no había también una parte de ella que se había perdido.

Regresamos, asintió a la extraña humana, para informar al Guarda Comandante.

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07/09/2016, 10:39
Velanna

La expresión de Velanna fue tomando poco a poco la de alguien que acaba de edscubrir medio gusano en el bocadillo que se está comiendo conforme Jarlath iba relatando la historia de vuestras desventuras.

—¡¿Que Hroldar qué?!—exclamó al final—. ¡Él jamás habría... !

Un borrascoso resoplido interrumpió la frase y provocó una indignada arruga en el ceño de la dalishana que se guardó abruptamente sus opiniones. Y sus propias emociones quizá también. O al menos a juzgar por los puños apretados; se le habían puesto blancos los nudillos.

—Si debéis informar al Guarda Comandante no perdamos el tiempo aquí de cháchara—espetó con sequedad—. Seguidme.

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07/09/2016, 10:57
Narrador

Recorristeis el camino que quedaba como un solo grupo. Velanna parecía ser suficiente "carta de presentación" como para que los guardias de la entrara no os hiciesen ni una sola pregunta puesto que se limitaron a saludaros no sin cierto desconcierto.

Weisshaupt seguía siendo la misma inmensa fortaleza de la que habíais salido hace ya lo que parecían siglos; familiar, segura, imponente y poderosa. Pero ahora para vosotros estaba también un poco más vacía. Caminasteis por el amplio patio y por los corredores hasta la Sala de Mando de la fortaleza donde, tras una llamada a la puerta , se os concedió el paso.

Al entrar os encontrasteis al Guarda Comandante frente a una mesa que poco le faltaba para ocupar un tercio de la sala. Estaba repleta de pergaminos, anotaciones, libros y hasta tenía en su centro un mapa con montones de banderitas y figuras icónicas marcando los destacamentos, misiones de exploración, avistamiento de engendros y demás cosas de las que Orden se ocupaba a lo largo y ancho de las Anderfels. En ese momento estaba leyendo un pergamino del cual levantó la vista para observaros.

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09/09/2016, 13:48
Velanna

En el ceño de Dernheim se dibujó una suave arruga cuando os vió. De nuevo no sabíais si por vuestro aspecto apaleado, por el hecho de que vinieseis en compañía del grupo de Velanna o porque le faltaban caras en el vuestro.

Antes de que dijese nada, Velanna respondió a la pregunta que flotaba en el aire:

—Nos los hemos encontrado deambulando de camino hacia aquí. Dicen que son todo cuanto queda de su grupo.

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09/09/2016, 13:50
Guarda Comandante Dernheim

El Guarda Comandante se mantuvo en silencio unos segundos tras los cuales dejó el pergamino que estaba leyendo sobre la mesa y se pellizcó el puente de la nariz con un suspiro agotado que por un momento le hizo parecer diez años más viejo.

El hecho de que había perdido a cuatro miembros de la Orden parecía más que obvio pero eso no lo hacía menos amargo.

—Gracias, Velanna—respondió con voz sombría—. ¿Nos podeis dejar solos, por favor?

Cargando editor
09/09/2016, 13:59
Velanna

No hace falta. Ya nos han contado con pelos y señales en qué consistía su misión—respondió la elfa cruzándose de brazos ociosamente. Lo de que la pérdida de Hroldar entrase en la ecuación parecía ser suficiente aliciente para que quisiera saber lo que había pasadode principio a fin—. Y algo de que encontraron un demonio y unos huevos de grifo.

Dernheim arqueó una ceja entre contrariado y desconcertado con aquello. La arruga en su ceño se volvió más profunda en un gesto que nada bueno podía presagiar.

Se os quedó mirando a la espera de que alguien le aclarase algo.

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09/09/2016, 18:21
Jarlath

El camino hacia la fortaleza de Weisshaupt pareció una prueba a la paciencia. Jarlath lo hizo en completo silencio, sin mirar a otro lugar que no fuera adelante. Sentía cómo la tensión crecía en su estómago, cómo la anticipación le hacía desear llegar cuanto antes frente al guarda comandante para poder liberarse de aquella carga. En el momento en que hablasen ya no les correspondería a ellos tomar las decisiones; el trabajo recaería en el propio Dernheim. Y él no veía el momento.

El momento llegó antes de lo esperado. Cuando quiso darse cuenta, ya estaban todos en la sala de mando, ante el veterano guarda gris. No hizo falta ninguna presentación, pues desde el mismo momento en que entraron, Jarlath supo que Dernheim ya podía imaginar el motivo de su precoz regreso. Después de una breve introducción por parte de Velanna, quedó claro que alguien tenía que hablar, que explicar lo sucedido. Jarlath contuvo un suspiro. Él ya había hablado muchas veces; no tenía inconveniente en hacerlo una vez más. Dio un paso al frente y, tras una sutil, apenas marcada reverencia, empezó a relatar los hechos:

Mi señor, desearía que las palabras de la guarda Velanna no fueran ciertas. Mas lo son. Nosotros somos los únicos supervivientes del grupo que partió en busca de los fugitivos. —Jarlath hizo una pausa, y sus ojos titubearon; era como si el aire de la sala se hubiese enfriado de repente, oprimiéndolo—. A poco de llegar a la Tumba de la Novia Roja, sentimos que allí pesaba alguna suerte de maldición. El influjo de algún demonio. Aunque aún no conocíamos su naturaleza, su presencia asaltó nuestras mentes y se llevó de ellas recuerdos importantes. Recuerdos que aún no hemos recuperado.

¿Cómo podía saber que le faltaba un recuerdo, si no lo recordaba? Era una pregunta que se había estado haciendo desde que sucedió. Al final, había llegado a la conclusión de que aquel olvido antinatural no era simplemente un vacío de pura inexistencia; el recuerdo, al ser arrancado, había cortado todos los hilos de su vida que conducían a él, dejando un hueco tangible, que casi podía sentir como físico. Sin lo que le faltaba, eran muchas las experiencias y decisiones tomadas a lo largo de los años que, súbitamente, se habían visto despojadas de todo sentido. Ese era el motivo que le impedía olvidar que había olvidado.

Poco después —prosiguió con su narración—, esa maldición de la que os hablo se manifestó de un modo más palpable cuando los muertos que encontramos en una caverna despertaron de su reposo con el único propósito de aniquilarnos. Fue entonces cuando… la primera de nosotros, Elietta, cayó. —El trovador se detuvo, sopesando si detallar las circunstancias de la muerte de la valerosa elfa, pero finalmente desechó la idea. No era eso lo que le interesaba al resto de los allí presentes—. No obstante, logramos devolver a esos monstruos al Abismo. Tras descansar para reponernos de nuestras heridas, continuamos la búsqueda. Y en la siguiente cueva, que parecía haber sido habilitada en algún momento como biblioteca, fue cuando finalmente lo vimos. Al demonio. —Los ojos de Jarlath volvieron a flaquear, resolviendo esta vez refugiarse en algún punto del suelo, cerca de Dernheim, que lo escuchaba con expresión tensa—. Los reclutas huidos también estaban allí, resguardados en una pequeña cámara, tras una muralla de magia protectora. En dicha cámara había huevos de buen tamaño, no sabría decir cuántos. Eran huevos de grifo. El demonio que los enfrentaba se presentó ante nosotros como Nirasha, y nos propuso un trato: nos devolvería nuestros recuerdos si a cambio lo ayudábamos a destruir los huevos. Los reclutas habían ido a la Tumba de la Novia Roja precisamente para rescatar dichos huevos, y se ofrecieron a ayudarnos a derrotar a Nirasha y a acompañarnos a Weisshaupt de buen grado si accedíamos a llevarnos de allí los huevos de grifo. Pero… Nos negamos. A ambas cosas. —Jarlath apretó los dientes. «Por absurdo que pueda parecer». La mayoría de nosotros pensamos que si los huevos estaban allí sería por algún motivo, y que allí debían permanecer. A consecuencia de nuestra decisión, Nirasha arrojó sobre nosotros un ejército de sombras. Fue… una masacre. —La voz de Jarlath se quebró a causa de una mezcla de desolación e impotencia—. Nos estaban matando, y los antiguos aspirantes a guardas grises lo presenciaban todo sin mover un dedo a pesar de mis súplicas. Al final, el demonio se cansó de jugar y desató un infierno de llamas en toda la caverna, acabando con la mitad de los que quedábamos vivos. Fue entonces cuando decidimos huir. Teníamos que haberlo hecho mucho antes. Y Nirasha nos lo permitió, no sé aún por qué…

Jarlath interrumpió bruscamente su relato. No había nada que añadir; todo lo que pudiera decir a partir de aquel momento serían solo impresiones teñidas por sus propias emociones y sensaciones. Solo quedaba esperar la decisión del guarda comandante, que sin duda no recibiría las noticias con alegría.

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10/09/2016, 04:00
Damien

Damien escuchó. Como solía hacer, en silencio. Seguía muy serio, más cuanto más salía por la boca del calvo. Una insensatez tras otra. Habían rechazado la ayuda del demonio, lo que denotaba cierto grado de lógica por su parte, pero también habían rechazado la ayuda de los reclutas huidos, lo que... no parecía, a priori, nada lógico. De hecho parecía sumamente estúpido. ¿Es que nadie pensó que un demonio era demasiado para un pequeño grupo de reclutas como ellos? Además, era evidente a simple vista que ninguno tenía entrenamiento alguno con demonios ¿En qué estaban pensando? ¿Les dan una copa llena de sangre pestilente y pasan a creerse héroes?

Evadió la mirada de la escena durante unos segundos al venir a su cabeza un par de pensamientos intrusos, que trató de bloquear con presteza. No era el momento de estar pensando en las musarañas.

Quiso decir algo. Pero como siempre, no encontró nada bueno que decir. Y algo le decía que su comandante no iba a aprobar una interrupción sólo para lanzar un gruñido de disgusto o soltar un "idiotas..." en medio de la sala. Había descubierto en lo poco que llevaba allí, que todos los Guardas Grises tenían esa actitud "Constructiva" de no decir nada que no tenga utilidad.

Volvió a concentrarse en la escena, justo cuando explicaba lo de los huevos de grifo.

-Se extinguieron hace mucho... Idiotas... el demonio volvió a jugar con ellos como marionetas...

Por fin tenía algo "constructivo" que decir.

-Bobadas...-Soltó con seriedad y casi sin darle importancia-Los Grifos se extinguieron hace mucho.-Negó con la cabeza y luego miró al comandante-No son más que los juegos de un Demonio que trata de atraer a mortales a sus dominios.-Y de ser así, los reclutas supervivientes habían sido incluso más estúpidos que los que huyeron.-Pensadlo... ¿Por qué si no os dejaría marchar? Es evidente que quiere enviar un mensaje. Sería estúpido pensar que un Demonio, con todo su poder, necesitara de la ayuda de unos mortales para destruir unos huevos.

Sintió cierta desesperanza al ver, de nuevo, cómo los demonios podían jugar con tanta facilidad con los pensamientos de los seres de Thedas. Otro pensamiento intruso irrumpió en su mente. No tardó en bloquearlo, pero el hacerlo le produjo un enorme malestar que le irritaba. No quería estar ahí. No para escuchar los lloriqueos de unos reclutas que habían fallado en su misión, por confiarse demasiado. Pero no tenía opción. No hasta que su comandante le diera permiso para marcharse.

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10/09/2016, 05:14
Jarlath

Jarlath volvió ligeramente la cabeza hacia un lado cuando oyó las irrespetuosas y atrevidas palabras del caballerete pelirrojo, mirándolo únicamente de soslayo. Era curioso cómo el ímpetu de la juventud volvía a algunas personas tan impertinentes. Ni siquiera estaba ahí cuando todo sucedió. ¿Qué sabía él? ¿Con qué derecho creía poder opinar acerca de nada? La osadía humana no dejaba de sorprenderlo. Hroldar, un hombre con mucha más experiencia que él, había perdido la vida para proteger la integridad de unos huevos que él estaba convencido eran de grifo. Aunque claro, seguro que a aquel chaval no le importaba; seguramente estaría más preocupado por exhibir el brillo de su armadura y el tamaño de su espada. Ese jovenzuelo merecía que alguien le diera una lección. Jarlath estuvo tentado de recordarle que mejor haría en no dar por sentado lo que otros le dijesen y en aprender a pensar por sí mismo, o no viviría muchos años, pero decidió que no merecía la pena. Lo último que le apetecía era hacer perder el tiempo al guarda comandante con disputas infantiles, así que guardó silencio. Si Dernheim decidía reprender a alguien, prefería que fuera únicamente a ese lenguaraz. Después de mirar al caballero durante unos segundos, el único cambio que se advirtió en el rostro del trovador se produjo en sus ojos, que se encogieron ligeramente, adoptando la apariencia de dos rendijas del color del zafiro.

«Ya te llegará el momento, chico», pensó Jarlath mientras volvía a dirigir la mirada al frente, ignorando por completo al joven.

Notas de juego

Jarlath disapproves -5 XDDD.

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10/09/2016, 15:47
Aydriss

Apenas escuchó las palabras de Jarlath, Velanna cortó de raíz el intento de conversación iniciado por la maga. Aydriss contuvo la respiración durante un breve instante, antes de recordar que, según la jerarquía de los Guardas, ninguna insubordinación se había producido. Por lo demás, la expresión de su rostro no cambió: estaba acostumbrada a esa ausencia de empatía hacia las vidas ajenas, aunque tenía que admitir que percibía algo extraño en el comportamiento de la mujer de cabello negro... pero, en cualquier caso, eso no la concernía en modo alguno. Las órdenes estaban claras, así que acompañó al grupo sin hacer ninguna clase de comentario, esperando obtener también alguna respuesta si escuchaba el tiempo suficiente.

Mecánicamente, nada más llegar a la presencia del Guarda Comandante, realizó una sobria reverencia, reconociéndole como su superior último en la cadena de mando de Weisshaupt. A pesar de todo lo que insistieran algunos sureños, como el propio Garon, mostrar respeto no era un hábito ni degradante ni perjudicial en modo alguno, de modo que no comprendía por qué debía renunciar a él por mucho que no se encontrara en Tevinter. Además, en algún momento volvería, y estaba convencida de que su amo no se encontraría complacido al ver que había perdido las buenas costumbres.

Sin embargo, a pesar de encontrarse ante una autoridad, dio la sensación de que ninguno de sus compañeros parecía ser consciente de ello: en primer lugar, Velanna ignoró la orden de retirarse, haciendo que Aydriss cambiara el peso de una pierna a otra, con incomodidad, sin saber si ella debía de imitarla o no; el hombre llamado Jarlath, a su vez, volvió a relatar (más detalladamente en esta ocasión) la historia de su grupo, sin hacer ningún amago de disculparse ni por el fracaso, ni por el obvio desliz que había tenido al haber permitido que ellos la escucharan en primer lugar; y finalmente, el guerrero junto al que había estado patrullando tomó la palabra sin haber sido preguntado, dándole su opinión y consejo al comandante con tanta naturalidad como si fueran no solo iguales, sino incluso buenos amigos desde su más tierna infancia.

-Tendría que haber obedecido y marcharme aunque nadie más lo hubiera hecho- Se lamentó, inquieta, pero ya era demasiado tarde como para hacerlo sin resultar aún más descortés que el resto. Sin poder hablar, frunció los labios y desvío la vista al suelo, avergonzada por la desobediencia de los Guardas. Pero, por lo menos, ya tenía un dato más: Selene había muerto en esa última cámara, donde se encontraban el demonio, los reclutas y los huevos... evidentemente, no tenía modo de hacer frente a semejantes peligros sola, aunque siempre quedaba la posibilidad de que otra expedición fuera enviada al mismo lugar, y con las instrucciones de unirse a uno de los dos bandos si todavía se encontraban allí y mantenían sus ofertas: a cuál de los dos fuera, eso a Aydriss no le preocupaba lo más mínimo. Lamentablemente, resultaba obvio que la suerte nunca había jugado a su favor.