Partida Rol por web

Subí las escaleras con cierta prudencia, el bosque era peligroso pero, ¿lo era también la sacra?, no conseguía quitarme de la cabeza al extraño, aunque educado vástago del bosque.

¿Era él el que causaba estragos en el bosque?, ¿será de aquí?, tenía muchas dudas y muy pocas respuestas aunque lo más importante ahora era saber cuánto tiempo había pasado. ¿Por qué no hay nadie?, todas esas preguntas rondaban a cada escalón, hasta llegar, algo nervioso por que me encontraría. 

¿Una campana?, al asegurarme de que no había nadie, y que la puerta estaba cerrada, hice lo único que podía hacer, toqué la campana. Con sutileza, pues no sabía como de frágil era el objeto, aunque asegurándome de que utilizaba la suficiente fuerza para provocar sonido. Después, esperé. 

La joven avanza hasta llegar a un claro en el que puede ver una escalera de piedra blanca que asciende por la colina, quizás al final esté por fin su destino, la puerta de la Sacra. Al llegar hasta el pie de la escalera cree escuchar algo ¿puede ser el tañido de una campana?, sea lo que sea parece venir de arriba.

La vampiresa no puede evitar que una mueca se dibuje en su rostro blanquecino.

- Gracias, sí, ahora sí.

Antes de que William pueda volver a coger su invitación, la mujer se la guarda en su túnica y sale corriendo ascendiendo por la escalera subiendo los escalones de tres en tres, quiere llegar antes que él y será difícil evitarlo.

La mujer sonríe mientras se chupa el labio superior con la lengua de forma lasciva.

- Alessandra, ese es ni nombre - dice mientras se recoloca la ropa el abrigo que lleva puesto- nos veremos dentro entonces, y te defenderé MR. Meme si tú haces lo mismo conmigo - levanta la mano en señal de despedida mientras le guiña un ojo y continúa el camino tal y como hacía poco había hecho la otra joven que se había topado con ellos.

Al tañir la campana no tardó demasiado tiempo en aparecer un hombre de aspecto demacrado, apenas si le quedaba pelo en la cabeza aunque lo llevaba largo. Su rostro era anciano al igual que sus manos, pero, tenía un aura de poder a su alrededor que inspiraba respeto e incluso temor en algunos vástagos.

- Invitación por favor.

Deja pasar su mano a través de la reja esperando que depositen allí lo que pide.

Sin embargo, Fray Guillermo es incapaz de encontrar la invitación que llevaba encima...

Miro a la muchacha con ligera sorpresa, pensaba que era poco más que una mayordomo. "Si quieres jugar a este juego, los dos somos capaces". 

Aunque la sangre se calienta por un segundo y noto el hambre despertar, sin embargo no consigo que la fuerza de la Presencia se desate. 

- Solo hay un pequeño problema, bonita. Ya hemos tenido una reunión, esa invitación es papel mojado a estas alturas. - Para conseguir mis objetivos no necesitaba usar las disciplinas. Solo jugar con la información de la que disponía ella.

¿dónde está el papel? Intentaba hacer memoria acerca de donde podía estar, busqué y rebusqué entre la poca ropa de sacerdote que llevaba. 

Juro por el Dios que he estudiado estas décadas y por el que estudiaré los siglos que quedan que voy a hacer que ese hombre se coma a si mismo. 

Verá, parece que he tenido un contratiempo, ¿ha venido por aquí un hombre con turbante?, creo que me ha hecho algo y parece que ha sido en ese momento cuando lo he perdido. ¿Tienen algún tipo de seguro para estos casos?, por favor.

El hombre retira la mano y niega con la cabeza decepcionado.

- Sin invitación, no se puede pasar, consiga una y regrese. Si se refiere al representante Assamita, así es, ha cruzado tan solo un poco antes de vuestra llegada.

El anciano se gira y desaparece de la vista de Guillermo.

Siguió andando al compás de la noche, dejando tras de sí a aquellas personas. La recibió el pie de una escalera y creyó oír algo arriba, tal vez el tañir de una campana.

No pensó que fuese importante detenerse a escuchar con atención sino que empezó a subir los peldaños. Si aún tuviese respiración, esta sería acelerada por la expectación que sentía de acercarse más y más a la prueba.

Sus cabellos negros ondeaban con la suave brisa y sus gráciles pasos hacían bailar los bordes de su largo vestido.

Al ascender la escalera la joven llega hasta una verja de metal acabado en puntas que parece ser el último escollo antes de poder entrar en la Sacra, ve la campanita que oyó cuando estaba abajo y puede suponer que el hombre que está allí, o al menos parece un hombre pues va ataviado con una túnica que apenas si deja ver algo bajo ella, fue el que la tocó. 

El sujeto parece nervioso por algo, la verja está cerrada y no parece que vaya a abrirse, de momento.

Guillermo nota que no está solo, una joven acaba de aparecer tras ascender por la misma escalera que él tan solo unos minutos antes.

La joven parece que va a frenarse, pero solo lo parece, la táctica no le sale bien a William y la mujer no se ve afectada por sus disciplinas, así que se limita a ascender escalera arriba intentando ganarle corriendo, si llega antes que él sin enfrentarse en combate habrá conseguido lo que pretendía.

La joven desaparece del campo de visión de Sornouth y entra otra, parecía que la escalera a esas horas era un lugar de encuentro... Es una mujer joven, de pelo rojo como el fuego, va ataviada con un abrigo ceñido y largo. Le saluda al pasar a su lado, pero si nada se lo impide continuará escalera arriba sin decir nada. 

De pronto una mujer cubierta por una túnica entra en escena a velocidad vertiginosa, mira a la pareja y se lanza hacia la campana dispuesta a tañirla cueste lo que cueste, no parece haber nada más que eso para ella, tocar la campana que está junto a la verja...

Leonardo camina bajo la luz de la luna intentando mantenerse alerta, sabe que más vampiros pueden rondar por allí esa noche y eso no es nada seguro, ni siquiera para alguien como él.

Tras andar un buen rato cree ver dos figuras de constitución fuerte delante de él, en el camino, podría dar un rodeo por el frondoso bosque o... dejarse ver.

Al ver a las figuras me detengo en seco, mirándolas unos segundos sin hacer ni decir nada, esperando un movimiento, pero al ver que no hacían nada llevo el dedo indice y pulgar hacia mi boca, para entonces dar un alto silbido para llamar su atención. -¿Quienes son ustedes y que hacen aquí?- Pregunté en voz alta, esperando una respuesta.

La vampiresa llegó hacia la cima de la escalera pero había una verja que evitaba el paso. Vio pasar raudamente a una muchacha que parecía querer tocar la campana a toda costa. No comprendió tal necesidad, ¿sería parte de la prueba? ¿Acaso ya había comenzado?

No era la única allí, también se encontraba un hombre.

-Buenas noches…

Saludar parecía un primer paso lógico, tal vez se le informara algo sobre lo que se debía hacer ahora.

-Mi nombre es Ella, ¿quiénes sois vosotros?

Hice una señal a la serpiente venenosa para que se dispusiera a salir por debajo de las ropas y atacará en el pie a la primera vástago que entró. 

Di un paso hacia adelante simulando chocarme accidentalmente para que la serpiente pudiera salir y morderla en el tobillo. Si lo conseguía al menos la dejaría paralizada. Después cogería la carta. 

Oh, perdón. Buenas noches,¿ viene a la ceremonia? Dije con la tranquilidad e inocencia que caracterizaba a los sacerdotes, y que tantas veces había utilizado. 

Mi nombre es Guillermo, acabé estirando la mano, y posiblemente la única parte de mi cuerpo que no había sido maldecida y seguía siendo '' humana''. 

Para cuando Marianne quiere darse cuenta una serpiente está apunto de morderle la pierna y por mucho que intenta esquivarlo el animalillo consigue hundir sus colmillos haciendo que el veneno paralizador corra por sus venas, la joven cae al suelo impotente mirando a Guillermo de tal manera que si las miradas pudiesen matar ahora mismo él habría caído fulminado.