Partida Rol por web

Tras ultimas los preparativos y recibir las monturas y algunos pertrechos para el viaje de parte del capitán de la guardia, os encontráis dispuestos para partir.

Tomáis un camino diferente al que recorrierais al entrar por la ciudad y poco a poco vais abandonando los variopintos edificios de la zona urbana para dejar paso a las granjas de las afueras y poco a poco abandonáis toda muestra de civilización para internaros en un pequeño camino señalado por un cartel en el que se puede leer "Al bosque de Schaeffer". El camino parece ser recorrido comúnmente por carretas pesadas ya que las rodadas en algunas zonas han generado un espeso barrizal que esquiváis sin problema alguno. 

Los caballos son mansos y el día es amable y gracias a los bellos parajes que estáis recorriendo, parece que los ánimos son bastante buenos. Las dos hermanas hacen comentarios constantemente sobre cualquier pájaro que os sobrevuele, cualquier flor de llamativos colores o cualquier nube de aspecto extraño, parecen exultantes y alegres pese a las circunstancias de vuestro viaje

Pasará todo el día antes de que vislumbréis el bosque de Scheaffer a lo lejos y sin duda alguna no llegaréis hasta él hasta el nuevo día.

El viaje comenzó tranquilo, sin muchos incidentes, a excepción de los típicos imprevistos de última hora. Si Luz y Ai estaban ilusionadas, entonces Lugh era un verdadero torbellino. A comparación, la actitud de las dos hermanas podría considerarse incluso tranquila y sosegada. No es que el chico fuera callado por naturaleza, pero el cúmulo de emociones en el que se había convertido su vida desde que habló con esa mujer del pantano contribuía a incrementar dicha excitación en gran medida. Para el resto de sus compañeros, que, a excepción de Luz, no había tenido que soportarle hasta ese momento, su aparente curiosidad por todo lo que les rodeaba, su constante actitud inquieta y decidida y su facilidad para ilusionarse con cualquier mínimo detalle aparentemente insignificante podían ser tan inspiradoras como molestas

Y luego estaba Americh. El chico estaba deseoso de conocer la ciudad de libre comercio, una de las pocas que existían en toda Gaïa. Según le habían contado, solo había cuatro, y en ellas se podía encontrar casi cualquier cosa, si buscabas con suficiente ahínco... Y cuidado. Porque, si los rumores eran ciertos, Americh era tan peligrosa como prometedora. Una oda a los instintos más bajos y primarios del ser humano, convertida en ladrillo, madera y sudor apretado. Para Lugh, otra aventura más que vivir

Para Alan, el viaje había pasado sin pena ni gloria. En el poco tiempo que llevaban con el chico, sus compañeros de viaje habían podido observar que casi nada le entusiasmaba, o si lo hacía no lo daba a entender. Si las niñas se emocionaban por cualquier cosa Alan era su némesis.

A pesar de su aparente apatía, el chico no dejaba de hablar ni de relacionarse con el resto del grupo. Cierto era que rara vez mostraba inflexiones en la voz y que su expresión parecía congelada en el tiempo, pero parecía beber de cada historia que se contaba o transportarse a los paisajes que sus compañeros le describían.

Cuando el bosque empezó a mostrarse ante ellos, Alan se limitó a parpadear un par de veces, como si quisiera acordarse de todos y cada uno los detalles del paisaje. Una nueva aventura se abría ante ellos.

Pese a la fama que parece tener el bosque, vuestro transito por él y las paradas nocturnas se suceden sin ningún problema, probablemente debido a lo numeroso de vuestro grupo.

Os encontráis en el que pensáis que será vuestro último día en el bosque siguiendo un sendero bastante ancho que os permite emparejados. La mañana es agradable y parece que todo va saliendo bien ya que apenas habéis tenido problemas con los caballos y no os ha costado mucho encontrar la dirección.

De pronto, escucháis un rugido a lo lejos. Un rugido que no sabríais identificar muy bien de donde procede ni de qué animal es, estáis más atentos a lo que ocurre a vuestro alrededor, pero tampoco parece cambiar la situación hasta que habéis recorrido aproximadamente un kilometro momento en el cual, escucháis nuevamente el rugido, esta vez mucho más cerca.

Detenidos en el camino, observáis como un hombre viene corriendo desde la parte izquierda del camino y cuando llega a este os mira asombrado y se marcha corriendo en dirección contraria. El hombre va vestido con ropas de cuero y aparentemente no porta ningún arma.

Antes de que os de tiempo a reaccionar, el sonido de ramas rompiéndose con violencia da paso a una figura que es lanzada por los aires y acaba estrellándose contra un árbol, tras ella, aparece una bestia que ninguno había visto antes. En apariencia es un oso, pero tres veces mayor. Su piel tiene aspecto oseo en algunos puntos y parece estar cubierto de pinchos tan anchos como estacas y algunos largos como los brazos de un hombre..

La bestia avanza hacia el cuerpo que acaba de lanzar y tras olisquearlo un instante os mira con ojos llenos de furia.

No es que Lugh pudiera haber predicho lo que iba a ocurrir con exactitud. Lo que él sentía era algo más sutil, más un instinto que una verdadera comprensión que utilizar para prever los sucesos venideros. Pero había algo en el bosque que, poco a poco, le había puesto en guardia: Los animales y las plantas estaban inquietos, nerviosos. Había algo que rondaba por aquel lugar, algo que, en principio, no podía significar buenas noticias. Sin embargo, no estuvo del todo seguro hasta que la criatura apareció frente a ellos

Era monstruosa, sí. Pero también bella, a su manera. Un superpredador salido de la nada, rey del bosque y la naturaleza, mostrando toda su furia ante lo que él creía simples presas en su camino. Un ser surgido de la imaginación, de los cuentos de brujas que su abuelo le contaba bajo mantos de estrellas en viejos claros del bosque ya olvidados. Todas esas leyendas cobraban vida en un momento, mostrando algo que su mente apenas era capaz de comprender. Tuvo miedo, por supuesto. Era imposible no sentirse intimidado ante una criatura así, un vástago de la madre tierra, quizás el único de su especie. Su temor se mezclaba con la excitación de haber podido contemplar algo así antes de dejar el mundo

Por otro lado, Lugh nunca se había sentido una presa

Pensó rápido: No podrían escapar. La criatura era más grande, y tenía unas extremidades más largas que las de sus monturas. Más aún, probablemente estaría preparada para correr a gran velocidad en aras de alcanzar a sus presas potenciales. Tampoco es que el supiera mantenerse encima del caballo si este se ponía a galopar. Así que optó por lo más sensato: Si debía luchar, prefería hacerlo con el suelo bajo sus pies, y sin temor a poder caerse de un animal dominado por el pánico

Lugh soltó una exclamación, y acto seguido observó a la criatura con la boca abierta y los ojos a punto de salírsele de las órbitas

¡Guau!

Entre aterrorizado, tenso y curioso, se dispuso a descabalgar del su montura para hacer frente a la criatura

Alan empalideció, y después se quedó congelado en el sitio. No sabía que hacer, porque no sabía si la bestia iba a atacar. ¿Y si se movía y eso era peor?

Daba igual, ya lo decidiría sobre la marcha.

La criatura llega hasta el camino donde os encontráis. Os separan unos 100 metros, pero sentís como cuando os mira, sus intenciones son las de atacaros.

Los caballos, ante la presencia de la criatura comienzan a patalear el suelo y a relinchar de terror y por desgracia, el caballo de Aijentarinji echa a correr en dirección contraria. Inmediatamente después, su hermana sale tras ella para intentar ayudarla.

La bestial criatura comienza a caminar hacia vosotros con decisión, olfateando el aire y sin duda alguna estudiando a sus contrincantes.

Viendo cómo transcurre la escena, Nyphel le dice a Howard que vaya a ayudar a las chicas, por si hay algún peligro más y os mira a vosotros dos con decisión. "Detendremos a esa criatura"-dice algo nervioso pero muy seguro de si mismo "tal y como la hemos visto moverse, no creo que podamos huir con nuestros caballos".

Dicho esto, desmonta y se prepara para el combate. -Ella jamás habría huido de algo así poniendo en peligro a otros. Piensa mientras el enemigo se acerca.

Lugh comenzó a concentrarse en sus puños, mientras la energía que recorría su cuerpo se acumulaba en los puntos indicados, haciendo que sus nudillos se tensaran, tan duros como una roca

Rodea a tu enemigo con la cautela de una pantera agazapada...

Sus pies se movieron solos, y acto seguido se encontraba frente a la criatura. De cerca era más temible... Pero no lo suficiente como para que Lugh se echara atrás. Giró sobre sí mismo, y...

Alan chasquea la lengua cuando Lught se lanza a por la criatura. Parece que toca lucha...

La bestia sigue su carca contra vosotros, aparentemente imparable. A cada paso que da, os da la sensación de que va creciendo, aunque por supuesto solo es una sensación.

Como un torbellino de astas y garras, llega a vosotros lanzando bocados y zarpazos algo descontrolados.

Gracias a su entrenamiento, Lugh esquiva a la criatura echándose hacia un lado, lamentablemente dado su tamaño esto no se convierte en una ventaja para él, aun así, se lanza al ataque lanzando golpes con sus manos desnudas contra la criatura. Los golpes se suceden y Lugh nota cómo está golpeando contra algo muy duro, como si golpeara directamente contra el hueso.

El Yóurgoulat por su parte ni se inmuta por los valientes ataques del joven y lanza un feroz zarpazo contra el desdichado Nyphel, que sin saberlo se ha convertido en el objetivo del ser.

Por suerte, consigue apartarse lo suficiente como para que las terribles garras de la criatura no le alcancen, aunque por ello, sale trastabillado un par de metros, donde se detiene dispuesto para el siguiente asalto.

Alan salta fuera de la carreta para evitar la posibilidad de que quede destrozada. Corre hasta salir del camino y ahí, levanta la mano con gesto algo teatral.

Rápidamente, el aire se condensa a su alrededor hasta formar unas esquirlas de hielo que salen disparadas en busca de la carne de la bestia.