Partida Rol por web

A la mañana siguiente, tras recoger vuestras cosas y echar un último vistazo a la horda que empieza a dispersarse abajo en la calle, os disponéis a entrar en la catedral. La pasarela parece resistente, aunque se tambalea un poco. Uno a uno cruzáis a una veintena de metros sobre la calle, son apenas tres zancadas, y dais a una habitación pequeña y lóbrega.

Es un dormitorio, una 'celda'. El mobiliario es muy austero, y parece que hace años que nadie duerme aquí, aunque en el suelo las pisada indiquen que como zona de paso sí que se utiliza regularmente. Por las huellas marcadas sobre el polvo, de barro, de sangre, deducís que son personas, vivas. También que se preocupan poco por el estado del lugar.

La celda da a un pasillo estrecho y silencioso, con ventanas a un lado, que dan a más celdas como por la que habéis entrado, y pequeñas ventanas cuadradas al otro, que dan a un tejado que debe verter hacia el interior del claustro. Desde aquí no podéis ver hacia abajo. Estáis en una cuarta o quinta planta. Avanzáis por el pasillo con el suelo de madera hacia una escalera que hay al fondo. Os esforzáis por no hacer ruido.

Había dormido fenomenal, el típico sueño reparador, seguro que la cercanía de la catedral había influido - Spiritus Domini - así que tras el ofrecimiento del día al Señor, me aventuré a desayunar, escogí la fruta, los caquis para ver si con ellos lograba recuperar la compostura, cumplieron su función. Guardé el resto de comida en la mochila y cuando estuvieron listos los demás, nos pusimos en ruta.

Me sorprendió que Xosé fuera cargado de piedras, igual era su penitencia, lógico... había llegado a la catedral; aquí purgaría sus pecados. Saqué la Biblia y leí un salmo - "Bendito el que viene en nombre del Señor" - Acto seguido me dirigí hasta la pasarela...

Camino sobre la plataforma llegando a un habitáculo desordenado pero práctico, la sensación es que por aquí pasa gente "normal", no impuros. Lo cual me sorprende, salvo que haya una especie de comunidad asentada aquí en la ciudad, aunque de modo itinerante. Aún así, me extraña todo, ¿habrán venido por lo mismo que nosotros? ¿saqueadores? sigo por el pasillo tratando de escuchar algo, se oyen voces.

Procuro no hacer ruido.

Dormí mal, realmente. Quizás era la oscuridad, aunque el fuego de Xervasio tenía algo que ver, quizás eran los sonidos de zombies rascando las puertas y hasta sobrepasándolas, quizás eran el hambre que lo pinzaba mínimamente, o quizás era la angustia de que aquel encargo que llevaba en la mochila haría que tuviera que dejar aquellas cosas que tanto amaba... 

De hecho, me desperté demasiado temprano para mi gusto, justo antes de amanecer, inquieto desde que uno de los zombies había caído en una de las trampas, y me dispuse a preparar mi mochila. Allí, en un hueco, y deseando que pudiéramos volver, escondí tras unos asientos mis piedras preafiladas, mi caña y mis avíos de pesca, excepto claro está, mi red y mi tridente. Mientras despertaba a los demás, pensé en comer algo y calmar el hambre, algo de pan y atún que tenía en la mochila, en plan bocadillo, mientras nos poníamos en marcha. Xervasio me pasó un poco de café... o lo que fuera aquello. Estaba malísimo, sabía a rayos, pero me ayudó a pasar el pan y me despejó la mente... Le di una palmada en la espalda, agradeciendo su gesto. Habíamos compartido el alimento, así que eso, en el mundo de los pescadores, se agradecía enormemente. Le sonreí con gratitud. 

Ya estando más despejado y dispuesto, me preparo para ir a cruzar, tras Xena, la pasarela. Son dos o tres pasos, no miro para abajo, y aunque se tambalea un poco, no nos cuesta llegar al otro lado. Sabiendo que ya he sido culpable de que nos descubrieran en un par de ocasiones, y que quizás aquí hubiese seres inteligentes y no sabíamos a qué atenernos. Cuando llegamos a la habitación de enfrente, pequeña y descuidada, descubrimos que es... un lugar de paso. 

-Manda carallo... ¿Han pasado por aquí? ¿Podéis saber hace cuanto? - Indico en voz baja, y con la mirada preocupada por el rastro de huellas... y sangre. 

Salimos al pasillo, y nos encaminamos por un suelo de madera, que a cada paso, estoy temiendo que cruja, que haga ruído... -Voy a caminar cerca de la pared... quizás así evite que cruja... y estropear el silencio... 

Me puse a mirar... y todo me empezaba a parecer preocupante. ¿Quién vivía allí? ¿O quién pasaba tanto por allí? Eso...  no era lo esperado. 

Aunque sabía que el lugar era seguro, la noche no es que fuese especialment tranquila. Uno se acostumbra a tener el sueño ligero... ¡Que remedio!, cuando tiene que hacer noche en tierras peligrosas, y a fé mía que este lugar era eso, peligroso, como atestigüaron los ruidos que, provenientes del otro lado del bloque que habían montado, les acompañaron gran parte de la noche.

Quizá por ello, algunos de ellos tenían algo de mala cara por la mañana; sobre todo se notaba en los ojos. El cansancio no es bueno cuando el día puede ser... especialmente duro.

Antes de atravesar la pasarela al edificio de enfrente, rebusco en la mochila; mejor gastar las cosas antes que no después...

-A ver; Xose, te veo más cansado que los demás, se ve que has dormido bastante peor... tómate esto y al menos, desayuna.

Le paso a Xose un tarro de un líquido negro como el alquitrán... es café...o al menos, un bebedizo hecho con unos posos que han sido reutilizados durante años, porque granos nuevos de café... pocos se ven y su precio es estratosférico. Tenemos que estar listos para lo que pueda pasar.

Tras pasar por la pasarela, entramos al silencioso edificio... Parece que los lugares por los que transitamos son zona de paso... pero... ¿de quien?. El caso es que estamos en una planta alta, y tenemos pocas opciones más que seguir adelante, pues no sabemos como es la planta de esto, ni a donde iremos a parar... ni tampoco estoy seguro de cual es el camino para llegar a la Catedral desde aquí; sólo queda seguir adelante, en silencio, si es posible..

La madera bajo vuestros pies cruje. Y cruje. Cruje tanto que os miráis, y en una décima de segundo estáis en caída libre hacia abajo. El suelo se ha abierto y caéis al suelo de piedra de la planta inmediatamente inferior. Xervasio se hace un poco de daño, pero estáis bien, sólo un poco aturdidos. Sin embargo antes de que reaccionéis en torno a vosotros aparece una multitud ataviada con unos trajes rocambolescos muy coloridos y con las caras cubiertas con inquietantes máscaras sonrientes.

En silencio corren y saltan a vuestro alrededor, sosteniendo palos de madera con los que os golpean repetidas veces. La peor parada es Xena, con quien parecen ensañarse especialmente. La fiesta termina con un fundido en negro, os dejan inconscientes. Os sentís vapuleados, arrastrados, oís risas, gritos, y palabras ininteligibles: ¡Meiga! -dice uno- ¡Deixarial o afole bembranzo! -clama otro- ¡Meiga turante! Son voces jóvenes, pero deformadas. Son muchos, o al menos eso os parece.

Despertáis atados en mitad de la catedral. No sabéis cuánto tiempo ha pasado. ¿Horas, días? Tenéis sed, y os duele la cabeza. Poco a poco empezáis a sentir el cuerpo, a percibir vuestro alrededor. Hace frío, y está bastante oscuro. Cada uno estáis atados a una de las gruesas columnas del crucero de la catedral. De pies y manos, con la espalda apoyada en la fría piedra. No tenéis vuestras cosas, pero estáis vestidos. No estáis amordazados, así que podéis hablar, ver, oír y respirar.

Justo encima del crucero un incensario de plata enorme cuelga inmóvil, debajo de éste la cúspide de una montaña de miles de objetos, que se desparrama hasta donde os alcanza la vista. Son miles, o millones, de vieiras, de bordones, de flechas amarillas de todos los tamaños y materiales, de mapas, de sombreros, de apóstoles peregrinos peluches, colgantes, bustos del apóstol en piedra, en metal y en plástico.

Sentados aquí y allá, vuestros captores, ataviados con esas máscaras y esos trajes. Se levantan a medida que os ven despertar, y se arremolinan a vuestro alrededor, tocándoos sin ningún reparo ni delicadeza, gritándoos cosas que no entendéis, haciendo gestos al viento. Sus manos, ahora podéis verlo, son grisáceas y están arrugadas y cubiertas de llagas.

Tú les entiendes. De algún modo les entiendes. Hablan una especie de dialecto enraizado en el gallego. Hay palabras que no conoces, pero otras sí. Hablan de brujas, espíritus, de caza, de trampas... Creen que sois meigas. Y os han cazado en una de sus trampas.

No es que hubiéramos hecho ruído, ni tan siquiera, habíamos pisado fuerte... pero el piso se hundió. Joder. Caímos, tan sólo un piso, pero, en mi intento de agarrarme a algo que hubiera en el piso superior, solté mis armas... y no pude evitar la caída. Me di un buen costalazo, que a buen seguro al día siguiente me dolería, pero no creía que me hubiera hecho daño de verdad, ni ninguna astilla o trozo se me había clavado... 
Miré a mis compañeros, y parecía que ellos estaban como yo, pero quizás Xervasio algo... más dolorido. Iba a hacer amago de levantarme, cuando de pronto unos disfrazados nos golpearon...

¿Qué...? ¿Pero... qué hacían... Qué...? - Pero... ¿ahora?... 

Perdí el sentido, y creo que a mis compañeros les pasaba lo mismo, tras una lluvia de golpes, de dolor, de... 

No...

Qué dicían?

Meigas?..

Arre demo...

Perdí toda la conciencia.... 

...

Y desperté dentro de lo que, con toda probabilidad, era la Catedral, el centro de la misma, por lo que recordaba de las fotos... 

-¡Las fotos! - Intenté gritar, pensando en mi álbum al notar que no estaba la mochila en mi espalda, pero un hilo de voz salió de mi boca, como aún recuperándome de la paliza. La verdad, a Xena se la veía peor que a mi, pero ya parecían estar despertando de la somanta de golpes. 

Aquellos extraños se estaban acercando. Nos habían atado, mierda, y se acercaban, mierda... ¿Qué hacían vestidos así? ¿Esos trajes...? Le sonaban... Pero maldición, ¡Pensaban que éramos brujas! Empecé a agitarme en el sitio, intentando zafarme mientras me tocaban, con manos arrugadas, que parecen viejas... ¿o cubiertas de heridas?... ¿pero no habían sonado jóvenes sus voces? ¿Qué diablos era aquello? Intenté, usando mi fuerza, desasirme de las cuerdas, o ver sus fallas con mis habilidades marineras, pero... ¿de qué serviría? quizás... mereciera más la pena hablarles... Al menos él... les entendía... ¿qué? ¿Hablaban algún tipo de gallego? Palabras sueltas... 

-Meigas non! Non somos perigosos! Somos persoas... persoas, non malos espíritos sombies, non meigas... - Intenté rápidamente que no nos hicieran nada, diciéndoles que no éramos malos,  ni brujas ni nada... 

Tras abrir los ojos, miro asombrado alrededor... con la vista aún nublada, veo a los demás atados a sendas columnas, pero vivos, que es lo que importaba. Después, mi mirada sigue hacia arriba... y más arriba... por momentos, me quedo boquiabierto; no imaginé que este lugar tuviese tal cantidad de volumen libre en su interior... Una cosa es que te lo cuenten.... otra, muy distinta, verlo.

Mi mirada busca alrededor; están mis compañeros, está este lugar increíble, está... la pila de objetos relacionados con la ruta de peregrinaje que terminaba en este Santo Lugar.... y están los tipos estos disfrazados...

-¡Xena, Xose! ¿Estáis bien los dos?

Más cuando parece que los tíos raros se dan cuenta de que hemos vuelto a la consciencia, se acercan, aparentemente curiosos... Xose intenta hablarles; yo solo se palabras sueltas, y cuando están más cerca... esas manos, esa piel...

-¿Quienes sois?

La piel es muy distinta de la nuestra, o eso parece, y recuerdo algunas de las notas del mapa que se nos dió... "gente rara", creo que ponía....

Pues ahora estamos jodidos, y a merced de esta gente rara...

Todo ocurrió muy deprisa, tan pronto estábamos en el piso de arriba escuchando voces como el suelo se abrió y caímos unas cuantas alturas. La costalada fue buena, pero cuando nos prestábamos para tratar de recuperarnos aparecieron unos... unos... fantoches disfrazados que no pararon de darnos de palos, hablaban lenguas extrañas y después de varios golpes en la cabeza, creo que perdí el conocimiento. Cuando me desperté, me encontraba ciertamente dolorida, me traté de levantar y descubrí que estaba atada a una columna, vi a mis compañeros en iguales o parecidas circunstancias, si bien creo que, a quien más golpearon fue a mí, a la enviada del altísimo, la mediadora de Dios, la mano del Señor.

Por supuesto que, podía caer en provocaciones, estábamos dentro, en la catedral, en la villa del Señor - Bendice al Señor porque es justo y necesario... - el estar allí dentro, me hizo sentir, pese a los golpes, una sensación única, trascendente, allí estaba la tumba de Santiago, podía sentirla.

Empecé a cantar en latín para dar gracias a Dios, luego escuché que venían aquellos que nos habían golpeado y canté en un tono más bajito. 

Cuando ven que despertáis se arremolinan a vuestro alrededor. La mayoría da vueltas en torno a las columnas con los brazos en alto, dando palmadas y pequeños saltos de vez en cuando. Es como un juego o una celebración. Otros se acercan mucho a vuestras caras y os miran fijamente. A través de los agujeros de las máscaras podéis ver sus ojos brillantes y desorbitados, y a esa corta distancia también podéis oler la pestilencia de sus cuerpos y la podredumbre de sus heridas.

A Xervasio le miran con curiosidad, haciendo gestos con las manos. -¡Meiga! ¡Anterable meiga! ¡Meiga sustarrón a meiga!- exclaman frente a él con voces de adolescentes, dejando ver claramente que no le entienden cuando habla.

A Xose sin embargo parecen prestarle más atención. Cuando el pescador habla ellos callan, y cuando él calla, ellos hablan, sin gritar, en un tono más pausado. -¡No ango meiga!-dice uno, también con voz joven, y los demás callan. Se miran girando las cabezas, golpeando la columna en la que Xose está atado con los palos que empuñan. -No anguxo meiga! ¡Zomoado! ¡ZOMOADO!- y todos ríen. En ese instante el grupo estalla de júbilo y se agitan. Gritan: -¡ZOMOADO! ¡BO ZOMOADO! ¡BO ZOMOADO!

Están así cuando Xena empieza a cantar, y al darse cuenta de ello todos callan y la miran. Se acercan lentamente, y ella baja el tono. El mismo que antes hizo callar a todos pone su mano en la boca de la exterminadora. La mantiene así unos segundos. Xena puede notar el hedor de la carne y el sabor del pus y la mugre entrando entre sus dientes.

Xose forcejea con las ataduras desde que despertó, y parece que ha podido soltar una mano. Cuando la atención se ha centrado en Xena y su cántico ha podido desatarse del todo. Parece que ninguno de los captores se ha dado cuenta, todos están en torno a Xena, son una docena.

Zomoado se parece demasiado a amoado. ¿Tendrá algo que ver?

Te has liberado de tus ataduras. Y al parecer nadie te está mirando. No ves tus cosas por aquí cerca. Sólo ese montón de souvenirs y objetos relacionados con el Camino. El interior de la catedral es muy grande y está abarrotado de cosas de este tipo.

Como no tengo ni pajolera idea de lo que dicen, igual estoy más guapo callado,.... y parece que funciona; Xose les habla, y ellos allá que van a charlar... de lo que sea; Xena igual: les atrajo con un cántico religioso.

En todo caso, ambos han conseguido llamar su atención. Por el rabillo del ojo he podido ver que Xose se está liberando, así que... lo mismo es que no son tan buenos atando a la gente  como aporreándola... de modo que me esfuerzo para conseguir zafarme de las ataduras que me sujetan a la columna, confiando en que, estando a unos metros, no se fijen en el cautivo que está siendo más aburrido de los tres...

Ceden, las cuerdas ceden... pero ... qué bien! ¿Que hago? Estoy indefenso sin nada que usar como arma... Eso sí, veo el montón de cosas en medio... Al menos creo haber visto bastones de peregrino... Tendré que liarme a partir cabezas...

Corro a por uno de los bastones, siempre y cuando no me encuentre algo mejor...

¡Por favor! ¿Qué era aquel aquelarre? Nunca mejor dicho, por lo que hablaban de brujas... Aunque... Empecé a temer que, cuando no eran brujas... Y las quemaban... De ahí las hogueras del día anterior... Serían... ¿Comida? ¿Zamoado? ¿Buena comida?... No quería terminar mis días a merced de aquellos tipos, que parecían enfermos y con un brillo de locura en los ojos... 

Aunque parecía que podíamos entendernos, aunque fuera en lo más básico, el dolor de la paliza y lo incómodo de la situación y de mi... Incapacidad para quedar bien delante de la gente, y quizás más delante de aquellos locos, me hizo optar por echar un rápido vistazo a las naves de la catedral en lugar de negociar con ellos en un dialecto desconocido y con mi capacidad nula...así que miré, a ver qué qué habia y cuales eran las salidas y los lugares donde... Recomponernos, o donde podrían andar nuestras cosas... terminé de soltarme, más con fuerza que con maña, pero no me moví mientras exploraba... ¿Y mi álbum? Maldicion, el resto... Podía suplirse...

Lo que me sorprendió fue que, mientras miraba, Xervasio se soltó y comenzó a moverse hacia el gran montón, para buscar... Yo que sé que. Maldicion, no sabía que el estaba suelto... Intenté llamarle la atención de modo que no se me descubriese, mientras aquellos seres hablaban y pinchaban a Xena... Quizás... Quizás podríamos intentar algo juntos, pero irnos sin Xena... No me parecía adecuado... ¿Me vería Xervasio?

Había llegado hasta la catedral y me habían atrapado aquellos seres, hablaban en lenguas extrañas, supuse que demoníacas - Belzebú, no podrás vencer, el Señor es más fuerte y no permitirá que la impiedad dure más tiempo - estaba claro que Dios me había mandado a una misión imposible, quizás para probarme, sí, quería que le demostrara que estaba lista, preparada - ¡Señor, aquí me tienes, he llegado hasta aquí para ver tu rostro! 

Intenté zafarme de las cuerdas, pero estaban los nudos bien hechos y por más que tiraba no fui capaz de soltarme. También noté como las heridas y golpes que me habían causado tanto aquellos fantoches como la caída me habían afectado. 

Miré a un lado y al otro, y vi que estaba rodeada por aquellos impíos. Pensé en mis compañeros, supuse que si atraía o seguía hablando los distraería y podrían escapar. No eran como yo, no estaban listos, así que, el Señor les mandaría a recorrer otros caminos, les enseñaría a prepararse, a ser Santos. 

Podría parecer que me abandonaba pero no, renovadas fuerzas surgieron de mí que me impulsaron a cantar el Padrenuestro en latín en alta voz - Pater noster qui is chellos, santificetur noomen tum, adveniam reinam tum... 

A tu derecha, Xena está siendo mancillada por esos cigarrones. Frente a ti, Xervasio se abalanza sobre el montón de souvenirs y agarra un bordón. A tu izquierda, una puerta. Recuerdas por las fotos y los planos que llevabas que ahí había una escalera.

De entre todos los que ves, eliges el que parece más robusto y contundente:

A tu izquierda, Xena está siendo mancillada por esos salvajes, que aún no se han percatado de lo que haces. Frente a ti, Xose se también se ha soltado, y te mira indeciso.

Notas que un fuerte calor empieza a recorrer tu cuerpo desde la boca. Te notas sudar en cuestión de segundos. El corazón se te acelera, te va a mil por hora. Notas mareos. Notas náuseas. A tu alrededor todo te da vueltas, y esas máscaras que te miran de desconciertan aún más.

El que parece el jefe de los salvajes sigue introduciendo sus dedos en la boca de la fanática, quien sigue atada y no puede hacer más que recitar pasajes bíblicos. El resto explota en una especie de júbilo, saltando, bailando y cantando alrededor de ella.

No prestan ninguna atención a Xervasio ni Xose, algo alejados y envueltos por la penumbra del enorme edificio.

Podría haber pensado en escabullirme pero... ¿y luego?. Aun huyendo con Xose, nos perseguirían, y después esta el hecho de que estamos rodeados de zombis, y sin nuestro equipo...

No, huir no es opción, es lo mismo que morir... 

Asi que.... dado que están haciendo no se qué a Xena... me acerco a ellos, y al más cercano, le casco un hostión con el garrote que he pillado, que hasta me ha dolido a mí.

De hecho... me parece que le he dejado seco.

-¿el siguiente, soplapollas?

Puesto a morir... antes me llevaré por delante a algunos.