Partida Rol por web

Aquello era una colosal sala de mapas. O quizás sería mejor decir sala de mapa. En singular. El mapa de todo Zork se mostraba ante ellos con un detalle infinito. Ninguno de ellos había visto nunca nada parecido. No era un mapa pintado sino que estaba tallado en piedra, en el suelo, y ocupaba el espacio de un gran salón de trono. Porque allí se veía todo: desde las montañas en las que ellos ahora mismo estaban hasta las lejanas playas de Karesh o los recónditos reinos desérticos de Bilaban. Había ciudades, aldeas, pueblos, ríos... todo estaba allí en una escala infinitesimal pero detallada al máximo. Y luego estaban las nubes, claro. Aquello si que llamaba la atención porque no estaban talladas. Había nubes, claros, zonas soleadas... flotando sobre el mapa. Magia, por supuesto. Porque ningún artefacto gnomo podría hacer semejante prodigio. Incluso había zonas donde se mostraban lluvias torrenciales (llovía de verdad) y otras donde la nieve caía en casi invisibles copos desde unas nubes negruzcas que se mantenían flotando a medio metro del mapa. Era como ser enormes titanes, quizás dioses, ante la grandeza del mundo de Zork.

¿Quién habría construído aquella maravilla? ¿Y qué función tendría? ¿Qué hacía allí, en medio de unas montañas bárbaras? ¿O quizás no? ¿Y si no estuvieran ya bajo las montañas?

Todas aquellas preguntas daban un poco de vértigo. Eso y la propia estancia, que de tanta magia que tenía provocaba una pequeña picazón en la piel¹.

La sala estaba iluminada por globos de luz que flotaban en un techo que se perdía de vista. Había otras dos puertas que salían de ella, al fondo. Ambas similares a la que habían abierto para entrar.

Se esforzaron en mirar a lo alto, al techo abovedado de aquella catedral subterránea. ¿Qué era lo que pendía a unos diez metros de altura?²

Sobre ellos, levitaba mágicamente lo que parecía otro mapa. Pero esta vez no era de piedra. Era mucho más pequeño y de un material casi transparente, cristalino.

Desde abajo, solo se vislumbraban vagas formas, pero todo parecía que eran asientos, tronos más bien, rodeando una mesa. Algunos de esos tronos parecían quebrados. No obstante, todo eran básicamente suposiciones, pues estaba demasiado alto.

¿Acaso quién construyó el mapa también añadió una representación de las deidades de Zork? Y, lo más importante, ¿cómo se llegaba ahí arriba, si no era volando?

En cualquier caso, una cosa era clara. Quién había construido eso, tenía  muchas ganas de controlar todo Zork. E incluso, de controlar a sus custodios. O al menos, tener presentes cuántos hay que intentar evitar...

- Lo estoy viendo. ¿Cómo se han atrevido a crear eso y ponerlo ahí, al alcance de la humanidad?

La diosa de la magia había dicho aquello aunque ninguno de los otros había preguntado nada. Era como ver un reflejo de un espejo dentro de un espejo. Y en la zona del espejo que se correspondía al Panteón de los Dioses las caras de estos parecían reflejar una resaca terrible o un ardor de estómago como el que provocan las zombizumos al día siguiente de una gran noche de juerga. Había nigromantes al borde de la muerte que tenían mejor cara que los dioses ahora.

- Os lo dije.- sí, era esa vocecita insidiosa que sonaba como las malas ideas que tienes cuando una frase acaba en 'malo será' - Pero seguís sin echarle valor al tema. Hay que aplicar el Gran Plan de Contingencia. Esto sólo puede ir a peor.

Si fuera un patio de vecinas Zwagonard tendría ahora la pinta de vieja resabida con coleta en moño y rostro de 'os lo dije'. Pero aquellos eran los dioses de Zork y en realidad nadie quería que Zwagonard saliese de entre las sombras, porque su aspecto era realmente desasosegante, por usar un término educado para describirlo.

- Ningún otro dios irá al Lugar donde Todo Se Acaba. Todos sabemos lo que pasó la última vez.- murmuró Random.

- ¿Y quién dijo que tuviera que ir un dios? - le contestó Zwagonard añadiendo una malévola risita de cierre.

El mediano se acercó al inmenso mapa. Siempre le habían gustado los planos, pero nunca había visto nada como esto.

- ¡Oh! - exclamó, casi sin palabras por primera vez desde que se uniera al grupo. Se alzó sobre sus brazos para poder tener una mejor visión de todo lo que estaba ahí representado, inclinándose peligrosamente sobre las tallas. - ¿Creéis...? - empezó dubitativo. Buscó algo en uno de sus bolsillos y, tras descartar una cartera de cuero, ya vacía, que había debido pertenecer a algún despistado mercader, encontró al fin una lupa. - ¿Creéis que la gente también estará representada ahí? - dijo observando el plano con atención.

Cuando se giró al no escuchar respuesta vio a Garlukan mirando hacia arriba. Al inclinarse, se deslizó de nuevo al suelo desde el borde de la gigantesca mesa y bajó la mano.

- ¡Hala! ¿Esos son los salones de los dioses? - preguntó excitado. - ¡Valeria, Valeria! ¿Sabes cuál es el sitio de Pinxopa? ¡Seguro que ahí se sienta Random! - dijo recordando al dios de los Aventureros, que siempre le había parecido simpático aunque todo el mundo pensase que era un poco alocado. - ¿Creéis que los dioses se sientan aquí para ver el mundo? - Preguntó. A Rob nunca se le pasaría por la cabeza que nadie pudiera hacer algo como esto para intentar controlarlo todo, dioses incluidos. Después de todo, a los medianos de su poblado no se les podía controlar fácilmente y ellos no sentían el más mínimo interés por dominar nada.

De repente recordó una frase que había leído en la carta que encontraron en las montañas. "...¿Recuerdas de ese anciano que decía que los dioses no jugaban a los dados? ¡Se equivocaba!" Guardó la lupa y volvió a buscar la carta, junto con el dado que había recogido allí y el que había encontrado en el cuerpo del voraz de la oscuridad. - ¡Ya sé! ¡Igual es aquí donde vienen a jugar los dioses! - Se sintió tentado de lanzar los dados sobre el mapa pero, por lo que estaba viendo, igual al hacerlo provocaba un terremoto o algo peor.

Nora no salía de su asombro. Al entrar, centró la vista en el gran mapa del suelo y fue subiendo despacio hacia el techo hasta que se quedó con la boca abierta. ¡Aquello era maravilloso! Nunca imaginó que tras el acoso de aquellas misteriosas criaturas pudieran llegar a encontrarse con algo tan hermoso.

Se arrodilló y acercó despacio hasta casi tocar con las puntas de los dedos aquellos diminutos grabados. No se atrevió. Eran simplemente perfectos. Se levantó y sonrió. Tenía la sensación de flotar en el espacio. Como un ave. Como un Dios. Incluso Luna parecía estar eclipsada por aquel ambiente mágico que reinaba el espacio.

—No parece que esas criaturas tengan relación alguna con este lugar. ¿Qué estarán haciendo aquí? ¿Custodiar esta sala, quizás o simplemente se han apropiado indebidamente del lugar? Parece que los que estuvieron aquí no han vuelto desde hace mucho, mucho tiempo.

Se acercó a las puertas sin dejar de admirar el mapa cristalino del techo. —Creo que estamos en medio de algo muy importante para Zork. Quizás deberíamos ir con cuidado a tocar nada e intentar salir de aquí. Parece peligroso. —Y desvió la mirada a Rob que jugaba con unos dados en la mano.

Acercó la oreja a la puerta —Silencio. Voy a abrir.

Todos miraban fascinados aquel mapa extremadamente detallado. Tanto que hasta los ríos transportaban agua mientras las nubes se movían encima de él. Casi podría uno pensar que encontraría a diminutos personajes, del tamaño de hormigas, pululando por aquellas ciudades. Pero si así era la escala era tan pequeña que nada se veía.

Mientras Rob jugueteaba con los dados Nora se aproximó a una de las dos puertas que había al fondo. Eran enormes portones de madera, de casi dos metros de altura, con refuerzos de metal. La exploradora apoyo la cabeza en la primera de ellas para intentar obtener alguna pista de lo que pudiera haber al otro lado. Lo que escuchó fue un gorgoteo continuo como el que haría el agua deslizándose por una tubería.

Se apartó para acercarse a la otra. En la segunda puerta no se escuchaba nada. Había un silencio absoluto al otro lado.

Nora empujó el portón tras el cual se escuchaba al gorgoteo. Una vaharada aspestosa le golpeó. Luna incluso retrocedió unos pasos. Olía a sudor, a sangre, a heridas supurantes. Después de la maravilla que habían visto en la sala del mapa la exploradora no estaba preparada para el infierno que había al otro lado de la puerta.

Había decenas de cuerpos amontonados en por el suelo de la cámara de piedra: niños, mujeres. hombres... No cabía muchas dudas al respecto de que habían encontrado a los habitantes de la aldea. Al menos a una gran mayoría. En un primer momento pensó que todos estaban muertos pero luego se dio cuenta de que varios respiraban pesadamente. También se percató de que unas extraños y estrechos tubos  de metal se clavaban en los cuerpos. Tubos que iban a unas paredes donde había una serie de gemas incrustadas que brillaban de forma pulsante, como latidos de un moribundo.

En el centro de la sala había una gran columna negra de basalto que llegaba hasta el techo en la que habían tallado la silueta de unos extraños hechiceros con una cabeza llena de tentáculos. El sonido gorgoteante procedía, precisamente, del interior de aquella columna.

¿Qué demonios era aquel infierno?

Cuando las puertas se abrieron, el bárbaro no podía creer lo que estaba viendo. ¡Ahí estaban muchos de los habitantes de su pueblo! Rápidamente corrió en busca del viejo que les había traido hasta allí. Si algo había pasado, él lo tendría más fresco que los demás.

Tras un rápido vistazo, sin querer fijarse mucho en la gente que estaba cableada, lo localizó. En apenas un par de zancadas llegó hasta él. Estaba enchufado, como él resto, además de ausente.

Agarrándole de la pechera empezó a zarandearle, intentanto que despertase—.  ¡Eh! ¡Eh! ¡Despierta viejo! ¡Qué pasar aquí!

El viejo dejó escapar un gemido por toda respuesta. Garlukan se fijó entonces que los extraños tubos de metal vibraban en sintonía con las piedras de las paredes. El viejo abrió los párpados mostrando unos ojos en blanco.

- Han vuelto... La oscuridad del pozo se istá alimentando para levantarse una vez más... pero el viajaro oscuro ya ha partido... ¡Los dioses se apiaden de nuestro mundo!

Uno de los tubos se soltó del cuerpo del viejo, que estaba nuevamente desmayado, y aunque Garlukan esperaba ver caer sangre sólo vio un leve brillo plateado, como si aquellos tubos se alimentase de la luz de la gente. El bárbaro había oído hablar de fantasmas que absorbían el alma de sus víctimas. ¿Y si aquello era algo así?

Como si eso fuera una especie de señal el suelo tembló ligeramente.

El mediano se quedó mirando a la gente, conectada por tubos a las paredes. Si hace un momento casi se había quedado sin palabras, ahora no tenía ganas de decir ninguna. Parpadó rápidamente y, de forma disimulada, se llevó la manga de su jubón a la cara, esperando que nadie se diera cuenta de que estaba secándose una incipiente lágrima antes de que se decidiera a deslizarse por su imberbe mejilla.

Dándose la vuelta para que no le viesen sus compañeros, en especial el gran Garlukan, que seguramente se reiría de su debilidad, aprovechó para mirar el lugar, buscar supervivientes y analizar con atención los extraños tubos que conectaban a la gente. Parecía que todos estos artefactos estaban aquí para absorber la fuerza vital de los bárbaros de la aldea, pero seguramente había algo que estaban pasando por alto¹.

Se inclinó sobre las gemas de las paredes. En otras circunstancias no habría tardado en sacar un cuchillo para extraerlas y analizarlas con más detalle antes de dejarlas caer en una de sus bolsitas. Sin embargo, algo en ellas le recordaba un corazón y, si lo que lo hacía latir era parte de la esencia de los vecinos de Garlukan, no iba a ser él quien se la llevase si podía devolverla de alguna forma. Miró las gemas, intentando olvidarse de toda la gente que estaba a su alrededor, preguntándose cuál era su función y si, de alguna forma, el proceso que las hacía latir podría ser invertido de alguna manera para devolverles las fuerzas a estas personas².

Más tranquilo tras mirar un rato la habitación, se volvió hacia Garlukan, que había encontrado al anciano chamán. Pero, según el viejo empezó a hablar, una sacudida hizo temblar toda la habitación. Tras el rato que había estado analizando toda la maquinaria, Rob estaba seguro de que podría anticipar lo que estuviera a punto de ocurrir³.

Al entrar y ver aquella macabra escena la sensación fue de derrota. Allí estaba el poblado. Finalmente los habían encontrado pero habían llegado tarde, demasiado tarde.

Luna olió el nerviosismo de la exploradora y no podía estarse quieta y vagaba de un lado a otro, entre los cuerpos sin saber muy bien qué hacer. Por su parte, Nora se precipitó sobre uno de los cuerpos y apoyó la oreja sobre su pecho. Respiraba y su corazón latía: estaba vivo… ¿pero por cuánto tiempo?

Cogió el tubo metálico con ambas manos y punto estuvo de extraérselo de un tirón pero al ver cómo brillaban las gemas de las paredes al ritmo del latido del corazón vio claramente que estaban conectados y no quiso arriesgarse a que perdiera la vida por su culpa. Pero ¿cómo ayudarlos?

Se levantó y se acercó a Garlukan que había dado con el anciano.

— ¿Quién es "El viajero oscuro"? ¿Qué es ese brillo plateado?— le dijo a Sath sin darse cuenta que estaba levantado la voz más de lo que debiera.

Las preguntas se arremolinaban en su mente. Tanto horror. Tanta injusticia. En silencio se dirigió a la columna negra a examinar las extrañas tallas.

—Deberíamos dar caza a ese "viajero oscuro"— dijo al bárbaro sin darse la vuelta. —Quizá él pueda deshacer esta abominación u obligarle a decirnos cómo hacerlo — Nunca había hablando tan seriosamente.

Mientras Nora hacía las preguntas la mente de Rob analizaba todo aquello a gran velocidad. Aunque la mayoría de la gente pudiera pensar que el mediano era un alocado descerebrado la realidad es que el bribón tenía una mente muy despierta. Era que simplemente los resultados racionales pasaban por su filtro de 'fascinación' y provocaban reacciones que a otros les podría parecer infantiles.

Sin embargo aquella escena tan terrible había apagado por completo el filtro de diversión de nuestro pequeño compañero y, por una vez, tenía muy claro la gravedad del asunto.

Estaba claro que habían trasladado hasta allí a todo el poblado para hacerles algo. En teoría extraer su esencia vital. ¿Pero para qué? Las piedras brillaban al latido de la vida de aquellos que estaban conectados, con lo cual podrían parecer contenedores. Pero en realidad había unas minúsculas muescas en las paredes que brillaban igualmente, aunque con menor intensidad. Aquellas joyas no almacenaban las almas: las convertían en Magia Pura. Y ahora Rob tenía claro como funcionaba aquel fabuloso mapa de la otra sala. ¡A partir de la energía de esta gente!¹

Pero había algo más: Rob no sabría definirlo a ciencia cierta pero tenía claro que tanta magia suelta no podía ser buena. Le recordaba a unos pozos gnomos que visitó en una ocasión donde trabajaban con unas calderas de vapor que hacían funcionar unos maravillosos ascensores que movían a cientos de gnomos de un sitio para otro. Pero una de esas calderas sufrió una avería cuando alguien manipuló sus controles y a punto estuvo de reventar por los aires. Rob perjuró que él no había sido pero los gnomos eran gente desconfiada y lo habían echado de su ciudad acusándolo sólo porque encontraron en su bolsillo un par de de los tornillos hexagonales de oro con los que sellaban las válvulas. El temblor de tierra hacía pensar en aquello pero Rob sabía que era algo más. Normalmente cuando alguien despliega algo tan importante como para manejar este tipo de magia suele dejar un guardián para evitar que unos aventureros errantes desbarajusten sus planes.^2,3

El viejo pareció recuperar la consciencia con el movimiento de Nora. Se aferró a la exploradora con sus huesudas manos.

- ¡Ya ni lo podréis alcanzar! ¡Es el último de su raza piro despertirá a los demás! ¡Iste era un santuario ilícido y nosotros en nuestra istupidez lo despertamos!

Mientras hablaba se dio cuenta de que tenía aquellos tubos conectados a su cuerpo e, instintivamente, intentó quitarse uno de ellos.

- ¡Ispera, abuelo! - dijo Rob, contagiado del acento del anciano chamán. O tal vez forzándolo para dirigirse a él y que se sintiera más cómodo al escucharlo. - Ista cosa os está robando la energía para convertirla en Magia y redirigirla a ese mapa de ahí fuera... Yo no entiendo mucho de estas cosas, pero seguramente habría que canalizarla de alguna forma para que sea seguro liberaros. Algo parecido a lo que los gnomos hicieron con esa Tumpa-chumpa, usando el vapor para mover los ascensores en vez de hacer que volase todo por los aires por un pequeño escape - explicó, sin darse cuenta de que sus compañeros no tenían ni la más remota idea de lo que estaba hablando.

¡Malditos gnomos gruñones! Si me hubieran dejado ver cómo arreglar sus máquinas en estos casos igual ahora sabría como apagar esto sin llevarnos por delante a toda esta gente.

Se acercó al anciano y, aprovechando que Garlukan aún estaba a su lado dispuesto a agitarle, le dio unos golpecitos en el hombro al bárbaro. - Grandullón, - le dijo, - creo que por ahí viene alguien de tu tamaño al que no le va a hacer mucha gracia que estemos por aquí. ¿Qué tal si Nora y tú le entretenéis un poco mientras intentamos rescatar a tu gente?*

Agachándose junto al chamán mientras pensaba a toda velocidad, Rob le sujetó la mano para que no se arrancase los tubos.

- Te encontramos con una figura en la mano de la que no querías separarte y ahora apareces aquí en una máquina que está robándole la vida a tu pueblo para convertirla en magia. Si yo tuviera que hacer algo así - por un momento se imaginó con una túnica negra como si fuera un maligno hechicero - al primero que cogería sería al brujo de la aldea. Si no lo hicieron al principio es porque sabes algo que les puede fastidiar el invento... Así que, piensa con ese melón - le dió un golpe en la frente, como Valeria le había hecho a él en alguna ocasión - porque seguro que se te ocurre cómo podemos usar toda esta magia para parar al viajaro oscuro.

Decir "viajero" con esa extraña pronunciación le hizo, inevitablemente, pensar en un pájaro. Inconscientemente, llevó la mano a la figurilla del águila que había cogido de la cabaña del chamán y recordó lo que el viejo había dicho cuando lo encontraron. - Y, ¿el Kandekrak podría hacer algo para parar al que ha hecho todo esto? ¿Llevarnos hasta él o, al menos, localizarle? Si realmente protege a tu tribu no va a encontrar ningún momento mejor para hacerlo...

El viejo pareció recobrar toda la consciencia:

- ¡Iso es! ¡La istatuilla!

Miró a su alrededor. Al menos cesó en su intento de arrancarse las agujas del cableado.

- ¡La tiene il guardián! ¡Ellos no la quieren aquí! ¡Eres un yenio! - el hombre parecía haber recuperar su empaque hasta rozar casi la alegría - ¡Hay que acabar con il guardián!

Seguramente aquello era una buena idea por varios motivos, uno de los cuales significaba probablemente la supervivencia de los aventureros. El temblor del suelo cesó. Y entonces se escuchó un aullido gutural en la sala de los mapas. Todos se giraron hacia el umbral de la puerta esperando ver asomarse al guardián, fuera lo que fuera, pero en su lugar lo que vieron fueron unos zarcillos de oscuridad que tanteaban el umbral como si se tratasen de seres vivos. Era muy raro ver aquella oscuridad casi sólida moverse como una especie de insecto ciego y maligno. ¿Acompañaba aquello al guardián? ¿O era el propio guardián?

Garlukan ignoró por completo lo dicho por el viejo y el mediano. Según vió aparecer la sombra, soltó al viejo, sacó su espada y se lanzó a por ella. Ahora pagaría por lo que habían hecho a su pueblo.

Rob sonrió amablemente al anciano, sabiendo que exageraba. Su tío siempre le había dicho que era un mediano astuto y la gente a menudo le había llamado listillo (aunque, seguramente, con alguna connotación peyorativa), pero él sabía que de ahí a ser un genio había un buen trecho. Pese a todo, casi para tranquilizar al anciano, le contesto con un sonoro "¡Claro!" antes de darse la vuelta para ver a ese guardián.

Como no podía ser de otra forma, Garlukan ya estaba corriendo hacia esos tentáculos de sombras. Rob tenía muy claro desde el primer momento que el bárbaro, con sus impresionantes brazos de piedra más anchos que su propia cintura, era el verdadero héroe del grupo. Desgraciadamente, su cabeza también era tan dura como sus biceps, lo que hacía que fuera un blanco fácil para sus bromas. Por suerte, en situaciones como esta, Garlukan podía contar con sus compañeros para echarle una mano.

Recogiendo del suelo la antorcha que el propio chamán había encendido un buen rato antes, Rob la lanzó hacia los tentáculos de sombras, esperando que el fuego y la luz sirviesen para frenar a la criatura, ya que no todos ellos tenían la fuerza y resistencia del bárbaro para enfrentarse a un ser que puede hacer temblar el suelo tal y como lo había hecho éste unos segundos atrás. Si la luz, o Garlukan, conseguían despistar ligeramente a ese guardian, Rob sería el mediano indicado para recuperar esa estatuilla si esa cosa la llevaba encima. Después de todo, se había pasado la vida ayudando a la gente a llevar menos peso encima, cosa que era buena para sus espaldas... ¿no?

Al ver al bárbaro lanzándose al ataque contra extraña sombra que recién asomaba, Nora sacó su arco y, dando unos rápidos pasos laterales, se colocó en buen ángulo preparada para defender a Garlukan. Por si fuera necesario, claro. En más de una ocasión había sido innecesaria ayuda alguna contra la fuerza de aquella mole. Aunque esta situación requería estar especialmente en alerta: no sabían todavía a que se estaban enfrentado y quizás fuera inmune a los ataques físicos. Luna no se movió de su lado, como si supiera que algo malo iba a ocurrir.

La iluminación de la antorcha que lanzó el mediano le dio la oportunidad ideal para disipar sus dudas. ¡Ahora lo sabremos!, pensó, y lanzó una flecha hacia uno de esos oscuros tentáculos. 

El anciano había afirmado que era necesario acabar con el Guardián y Garlukan ni se lo pensó. Lo que para otro individuo sería un ataque temerario para el bárbaro era tomar la iniciativa. E iba a necesitar una gran cantidad de iniciativa visto aquel Guardián.

La figura era horrenda. Quizás a un luchador civilizado el mero hecho de esa visión lo habría paralizado¹. Era como si una amalgama de rostros (no todos humanos), brazos (algunos con zarpas) y otros miembros del cuerpo (algunos un tanto indescriptibles) estuvieran mezclados en una colosal bola de carne que se completaba con un nutrido grupo de bocas repletas de dientes afilados. Los zarcillos negros de su alrededor parecían ser parte de la entidad, como si tendiera a difuminarse si se alejaba de aquel núcleo central. Aunque la antorcha impactó en dichos zarcillos el efecto no fue el esperado por Rob. En lugar de causar daño la luz fue literalmente engullida por esa oscuridad. Pero al menos los zarcillos, que inicialmente iban a por Garlukan, se entretuvieron engulliendo la antorcha.

Una de las flechas de Nora se clavó en algo parecido a un brazo dotado de múltiples garras que tenía la clara intención de estrangular al bárbaro. Eso hizo que la criatura soltara un chillido por varias de sus bocas pero no que cejase en su empeño de intentar devorar al suculento guerrero. Otros brazos y bocas se abalanzaron sobre Garlukan.